La masacre perpetrada en
París el pasado viernes 13 de noviembre es sólo el episodio más reciente de una
serie interminable de atrocidades cometidas contra la población civil. Como es
sabido, la sensibilidad de los medios de comunicación frente a las masacres es
diferencial. Una cosa es la población perteneciente a alguna de las potencias
capitalistas, y otra la población de alguno de los países de la periferia. La
diferencia se potencia si la ciudad atacada es París. No es casual que los
hechos del 13N hayan desatado una oleada insoportable de hipocresía. Por esto, el
análisis de la masacre requiere dejar de lado el cúmulo de disparates,
prejuicios y operaciones de prensa promovidas por los medios que sirven a los
Estados y a las clases dominantes.
A veces, la mejor manera de
resolver un problema consiste en plantear de modo diferente los términos del
mismo. El análisis de la masacre del 13N debe comenzar por la pregunta de a
quién beneficia la masacre, en vez de concentrar las energías en establecer
quién la perpetró. A esta altura del partido está claro que entre el fundamentalismo
islámico y los servicios de inteligencia de las potencias capitalista existen
innumerables lazos, que hacen que sea difícil establecer para quién trabaja
cada uno. A modo de ejemplo basta mencionar el papel de los EE.UU financiando a
los grupos extremistas que enfrentaron a la invasión soviética a Afganistán,
entre los que se contaba Osama bin Laden. Sin caer en la paranoia de las
teorías conspirativas, cabe decir que los Estados occidentales han utilizado en
numerosas ocasiones al fundamentalismo islámico para cerrarle el paso a
movimientos políticos laicos que ponían en riesgo la dominación capitalista
sobre los recursos naturales de los países árabes.
Para responder al
interrogante de quién sale beneficiado con la masacre del 13N basta con revisar
lo sucedido en casos anteriores. La experiencia más relevante es la de los
atentados del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU. Luego de los atentados
terroristas, el gobierno norteamericano multiplicó los instrumentos de control
sobre la población civil, a punto tal que toda circulación de información entre
persona que involucre medios electrónicos pasa por el tamiz de la vigilancia de
los organismos del gobierno. La tortura a prisioneros, el alojamiento de los
mismos en prisiones clandestinas y la prolongación sin término de las
detenciones, sin acceso a abogados
defensores ni la sustanciación de un debido proceso, se convirtieron en
práctica corriente. El Estado norteamericano aprovechó los atentados para
lanzar las invasiones sobre Afganistán (2001) e Irak (2003) y para promover un
crecimiento exponencial del presupuesto militar. En síntesis, las acciones de
Al Qaeda proporcionaron la excusa perfecta para la expansión del aparato
represivo del Estado norteamericano.
Nada hace prever que las
cosas sigan un curso diferente en el caso del Estado francés. El 13N permitirá
profundizar las líneas políticas iniciadas mucho antes, basadas en la elección
de la intervención militar en África y Medio Oriente, y en la vigilancia y
persecución sobre las poblaciones de inmigrantes en el orden interno. Ya las
masacres de enero pasado (el atentado contra la redacción de la revista Charles
Hebdo) habían desatado una oleada de xenofobia contra los musulmanes.
El 13N no es un rayo que cae
en cielo sereno. La crisis de los refugiados que escapan de las diversas
guerras que asolan al mundo árabe, como la crisis de los inmigrantes africanos
que huyen de la miseria y de otros conflictos armados, son consecuencia, entre
otras cosas, de la intervención de los Estados capitalistas aliados con las
clases dominantes de esos países. A esas crisis se suma la situación de estancamiento
económico, que hace que una parte importante de la población de varios Estados
europeos enfrente situaciones de desempleo y marginación. Frente a esta
situación, la burguesía europea eligió la vía de la represión como camino para
resolver los problemas. Represión en lo externo (intervención militar, ya sea
directamente o a través de terceros). Represión en lo interno (medidas contra
los inmigrantes y refugiados).
En este contexto, el 13N
representa una preciosa oportunidad para profundizar la política cuyos rasgos
fundamentales fueron esbozados en el párrafo anterior. El Estado francés (y el
Estado norteamericano, el Estado inglés, etc.) es el beneficiario directo de
los atentados, pues cuenta con el argumento perfecto para acentuar el control
sobre la población civil e imponer un aumento de la militarización de la vida
cotidiana. En este sentido, la acción de los terroristas beneficia directamente
a quienes dicen combatir.
El 13N volverá a repetirse
indefectiblemente. La acción terrorista es plenamente funcional al camino
político elegido por los Estados capitalistas. El control de las poblaciones
requiere de un chivo expiatorio que lo justifique. Las guerras interminables se
sostienen en la medida en que la opinión pública se sienta aterrorizada por un
enemigo que se encuentra en todas partes y que a la vez resulta invisible. El 13N
permite justificar la política de represión llevada adelante por los Estados. Este
camino conduce a una multiplicación de las masacres y a una degradación
creciente de los derechos y libertades de los ciudadanos de los Estados occidentales.
Los Estados occidentales no
enfrentan al terrorismo, lo alimentan y se benefician con los actos de barbarie
que realiza contra la población civil. Dichos actos les sirven, a su vez, para
ejecutar acciones criminales contra las poblaciones de los países de Asia y
África. Esto no puede ser detenido con declaraciones de repudio o llamados a la
paz entre los pueblos. El terrorismo, ya sea el estatal o el de las
organizaciones paramilitares, sólo podrá ser enfrentado por medio de la acción
política de los trabajadores, esa inmensa mayoría de la población que no tiene
ni voz ni voto al momento de decidir la política de los Estados.
Villa del Parque,
domingo 15 de noviembre de 2015
2 comentarios:
El análisis me parece excelente; agrego que el 13N sigue beneficiando a la "razón" imperialista, y permite acrecentar su marco de legitimidad. Saludos
Ignatus, muchas gracias por el comentario. Coincido plenamente con su apreciación. De hecho, los sucesos de estos días muestran que la derecha francesa ha salido fortalecida con los atentados. Al hablar de derecha no me refiero sólo al Frente Nacional de Le Pen, sino también al PS de Hollande, que ha profundizado su línea de intervención militar en el exterior, y de represión contra los refugiados e inmigrantes en el interior. Por supuesto, esto permite barrer debajo de la alfombra problemas tales como la situación de los jóvenes en general y de los hijos de inmigrantes en particular. Saludos,
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