Theodor
Adorno (1903-1969) afirmó en alguna parte que el estudio de la sociología debe
iniciarse por los clásicos (1). Esta aseveración puede considerarse correcta en
líneas generales, sobre todo porque los clásicos nos permiten adoptar esa
actitud de distanciamiento tan necesaria al momento de emprender el análisis de
la sociedad. El tomar distancia de los fenómenos sociales no es un tributo al
positivismo, sino un recaudo imprescindible para evitar los peligros de
naturalizar las relaciones sociales. Corresponde aclarar que este
distanciamiento no debe ser interpretado en el sentido de adoptar una actitud
neutral sino que, por el contrario, puede ir de la mano con una fuerte toma de
posición frente a lo que está sucediendo ante los ojos del investigador social.
La Utopía (2) de Tomás Moro (1478-1535) (3)
encuadra perfectamente en la categoría de clásico. Es cierto que la sociología,
en el sentido moderno del término, no existía en el siglo XVI. Pero una de las
cualidades que determinan el carácter clásico de una obra consiste, justamente,
en la dificultad para ubicarla dentro de una disciplina o un campo de estudio
determinado. Los clásicos desbordan los límites establecidos por el sentido
común, las convenciones académicas y lo políticamente correcto. Esta es una de
las razones que hacen que un clásico posea una actualidad permanente.
La Utopía no es un tratado sociológico;
tampoco puede ser considerada como una obra precursora de la sociología.
Ubicarla en esta categoría implicaría adoptar una visión lineal de la historia,
según la cual las acciones de las personas tienen que ser ubicadas en un plan
maestro conducente a un fin determinado (por ejemplo, la construcción de una
sociología “científica”). Además, calificarla de obra precursora supone
domesticar a Utopía, convertirla en
algo familiar, que no sale de los límites del sentido común de nuestra
sociedad. Equivaldría, en definitiva, a convertirla en una especie de
antepasado de nuestros trabajos académicos; aburridos, porque ya se sabe desde
el principio cuáles son sus límites; inofensivos, porque jamás cuestionan la
distribución del poder en nuestra sociedad.
Utopía es, a la vez, una
formidable y apasionada denuncia de la situación social en la Inglaterra de
principios del siglo XVI, y un brillante intento de dar con las causas de esa
situación. Todo ello con las categorías de pensamiento vigentes en la época.
Moro es un hombre de su tiempo, pero es un hombre que contempla la realidad más
allá de las apariencias o de lo que le vedado ver a su clase; es por eso que
suena actual a pesar de la distancia temporal.
Utopía está estructurada en torno
al encuentro entre Moro y un personaje imaginario, el navegante Rafael
Hitlodeo, quien llegó a la isla de Utopía en uno de sus viajes por el
continente americano. La obra consta de dos libros. En el primero, Moro entabla
un diálogo con Hitlodeo. Moro, admirado por la sabiduría de Hitlodeo, pregunta
a éste el porqué no ha puesto su saber al servicio de algún monarca; Hitlodeo,
al responder, somete a una crítica implacable a la situación social en
Inglaterra. En el Libro segundo, en cambio, Moro describe la sociedad de los utópicos
(y, por contraste, continúa la crítica de la sociedad inglesa).
Es
imposible abarcar todos los temas tratados en Utopía. Hay, no obstante, un hilo conductor que da sentido al
conjunto de la obra. Es la crítica al proceso social desencadenado por la
expulsión de los campesinos de sus tierras, a partir de la pretensión de los
señores feudales de convertirlas en terrenos de pastoreo para las ovejas. Dicho
proceso debe ser ubicado en el contexto más general de desarrollo de la
producción mercantil y constituye un hito importante en la conversión de la
aristocracia feudal en una burguesía ávida de ganancias.
Moro
describe así la expulsión de los campesinos:
“Las
ovejas. Estas plácidas criaturas que solían necesitar muy poca comida han
desarrollado por lo visto un apetito incontenible y se han transformado en
comedores de hombres. Campos, casas, ciudades, todo cae en sus gargantas. Para
ser más claro, en aquellos lugares del reino donde la mejor lana se produce, y
por esto la más cara, los nobles y caballeros, para no mencionar a algunos
santos abades, han comenzado a sentirse insatisfechos con los ingresos que sus
predecesores obtenían de sus dominios. Ya no están más contentos con llevar
vidas ociosas y confortables que no hacen ningún bien a la sociedad, sino que
deben causarle daño activamente reservando toda la tierra que puedan para
pastura, dejando nada para el cultivo. Están derribando las viviendas y
demoliendo pueblos enteros, excepto, por supuesto, las iglesias, las que
conservan como establos para ovejas. Pareciéndoles poca la tierra desperdiciada
en guaridas y cotos de caza, estas amables almas han comenzado a destruir todo
rastro de vida humana y a convertir cada pedazo de tierra cultivable en un
desierto.” (p. 69-70).
Moro
registra aquí el cambio de comportamiento de muchos miembros de la nobleza, que
pasaron a depender cada vez más de ingresos monetarios obtenidos de actividades
mercantiles, tales como la venta de lana a la industria textil de Flandes. La
mutación de esta parte de la nobleza inglesa generó, andando el tiempo, la
primer burguesía moderna de la historia, caracterizada por una mixtura peculiar
entre ideología aristocrática y burguesa. Moro no indaga las causas de esta
mutación, pero toma nota de ella y, a la vez, lo hace sometiendo a la nobleza a
una crítica implacable. Para Moro, la nobleza es una clase que perjudica al
Estado, pues se comporta como un parásito que, en el mejor de los casos, vive
de la sociedad pero no le hace “ningún bien”, y en el peor de los casos (de eso
se trata aquí), le causan daño.
La
acción de los nobles tiene un efecto directo sobre los campesinos:
“¿Qué
es lo que ocurre entonces? Cada codicioso individuo abusa de su tierra natal
como un tumor maligno, absorbiendo campo tras campo, rodeando miles de acres
con una única cerca. El resultado es que cientos de campesinos quedan
expulsados. Son engañados, despojados de su propiedad por la fuerza o sistemáticamente
maltratados hasta que finalmente se ven obligados a vender. Cualquiera sea la
manera en que se lo haga allá van las pobres criaturas, hombres y mujeres,
esposos y esposas, viudas y huérfanos, madres con hijos pequeños, junto con
todos sus empleados, cuyo gran número no es signo de riqueza sino de que
sencillamente no se puede hacer trabajar un campo sin suficiente mano de obra.
Deben partir de los hogares que conocen tan bien y no tienen ningún lugar
adónde ir. Todo su mobiliario no vale gran cosa, aunque pudieran esperar una
oferta adecuada. Pero no pueden, y así obtienen un mínimo precio. Durante el
tiempo en que deambulan por un bocado este poco dinero se acaba, y entonces,
¿qué otra cosa pueden hacer más que robar y ser luego ahorcados? Obviamente
también podrían convertirse en vagabundos y mendigos, pero aún así serían
pasibles de ser arrestados por vagancia y encarcelados por haraganes aunque no
haya en realidad nadie que les dé un trabajo no importa cuánto quieran tener
uno.” (p. 70).
Moro
presenta así el drama de los campesinos expulsados de sus tierras. Este
proceso, iniciado a principios del siglo XVI, fue la primera manifestación de
la expropiación de los productores, imprescindible para lograr la escisión
entre el productor y los medios de producción, que es una de las condiciones
necesarias para el desarrollo del capitalismo. Se trató, además, de una de las
primeras expresiones de la migración secular desde la ciudad hacia el campo. Pero
el caso descripto por Moro es especialmente terrible, pues los campesinos
expulsados no encontraban trabajo en las ciudades, pues todavía no había
comenzado el desarrollo de la manufactura en Inglaterra. En este punto, el
texto de Moro alcanza el nivel de la denuncia, manifestando una enorme compasión
por la suerte de los campesinos y una no menos enorme indignación por el
comportamiento de la nobleza.
“El
trabajo agrícola es lo que saben hacer [los campesinos], y donde no hay tierra
arable no hay trabajo que pueda hacerse. Por otra parte, sólo es necesario un
pastor de ovejas o de vacas para apacentar animales en un área que necesitaría
muchos brazos para estar apta para la producción de cereales. Por la misma
razón los cereales se han vuelto tan valorados en muchos distritos. El precio
de la lana también ha aumentado excesivamente y los tejedores más pobres no
pueden comprarla, lo cual implica más gente sin trabajo. (…) Y no importa
cuántas ovejas pueda haber, los precios no disminuirán, ya que el mercado de
ovinos es hoy, si no un estricto monopolio, lo cual implica un solo vendedor,
cuanto menos un oligopolio. Quiero decir que está casi enteramente bajo el
control de unos pocos hombres ricos, quienes no necesitan vender a menos que
tengan ganas de hacerlo y nunca parecen tener ganas a menos que puedan obtener
el precio que quieran. (…) Los hombres ricos de los que hablo nunca se han
molestado en criar ovejas o vacas ellos mismos. Simplemente le compran a otros
huesudos especímenes a bajo precio, los engordan en sus propias pasturas y los
revenden con grandes ganancias. (…) Así, unos pocos avaros han convertido una
de las ventajas naturales más grandes de Inglaterra en un desastre nacional, ya
que es el elevado precio de los víveres lo que obliga a los empleadores a
despedir a tantos de sus sirvientes, lo que inevitablemente significa transformarlos
en mendigos o ladrones…” (p. 72).
La
acumulación de riqueza en pocas manos y la generalización de la pobreza entre
los campesinos aparecen ligadas en la descripción de Moro. En este marco, la
delincuencia y la mendicidad son tratados como problemas sociales, no como
fenómenos morales o que merecen una condenación moral. La conducta mercantil de
la aristocracia feudal cierra los caminos para que los trabajadores (los
campesinos expulsados de sus tierras) puedan ganarse la vida “honradamente”. En un párrafo digno de una antología, Moro
expresa lo siguiente:
“…no
tienen derecho a jactarse de la justicia impartida a los ladrones porque es una
justicia más aparente que real o socialmente deseable. Permiten que estas
gentes crezcan de la peor manera posible y sistemáticamente corrompidos desde
sus más tempranos años. Al final, cuando crecen y cometen los delitos que
estaban obviamente destinados a cometer desde que eran niños, los castigan. En
otras palabras, ¡crean ladrones y
después les imponen una pena por robar!” (p. 73; el resaltado es mío).
Esta
forma de tratar la delincuencia, poniéndola en el contexto de una totalidad (la
sociedad inglesa) que se encuentra en proceso de transformación a partir de la
modificación de la conducta económica de una parte de su elite (los nobles que
cercan sus tierras), puede ser considerada como un modelo de análisis social.
Es una de las tantas razones que hacen de Utopía
un clásico. No creo necesario argumentar acerca de la actualidad que posee esta
manera de encarar la cuestión.
El
significado de la obra ha quedado ligado a la acepción actual del término
utopía, asociado a un modelo de sociedad irrealizable e inalcanzable, útil para
efectuar una crítica sentimental de la sociedad existente, pero completamente
inoperante al momento de proponer una alternativa a lo existente. No obstante,
la Utopía no cuadra con el
significado habitual del término. Moro no se queda en el plano de la mera
denuncia, sino que también plantea soluciones al problema de la expulsión de los
campesinos.
En Utopía encontramos dos tipos de
respuestas al problema. Una de ellas, a la que podríamos denominar como enfoque
estatal (o reformista, si se me permite el anacronismo) del problema, porque lo
aborda desde la óptica del gobierno y de las soluciones posibles dentro del
ámbito de éste, es presentada así por Moro:
“Hagan
una ley para que cualquiera que sea responsable por la destrucción de una granja
o aldea deba reconstruirla él mismo o de lo contrario cederla a alguien que
desee hacerlo. Eviten que los ricos acaparen los mercados y establezcan
virtuales monopolios. Reduzcan la cantidad de gente que es mantenida sin
trabajar. Revivan la agricultura y la industria de la lana para que haya
suficiente trabajo honesto y útil para el gran ejército de desempleados, dentro
del cual incluyo no sólo a los actuales ladrones, sino a los servidores vagos y
ociosos que están prontos a convertirse en ladrones.” (p. 72-73).
Pero
Moro es radicalmente escéptico respecto a la capacidad del Estado inglés (y de
las monarquías europeas en general) para dar respuesta satisfactoria al
problema. A este respecto, las contestaciones de Hitlodeo a los argumentos de
Moro acerca de la conveniencia de poner la sabiduría al servicio de la
monarquía, expresan la desconfianza irreductible del autor sobre las
intenciones de los reyes y las cortes.
“Con
respecto al método de trabajo «indirecto» del que hablabas [Hitlodeo responde
así a Moro, con quien estaba dialogando] (4) y con el cual habría de intentar
que si las cosas no pueden convertirse en buenas, al menos lleguen a ser lo
menos malas posibles, no entiendo qué significa. En la corte no puede uno
guardar sus opiniones para sí o meramente consentir los delitos que otros
cometen. Debes apoyar abiertamente políticas deplorables y suscribir
resoluciones igualmente monstruosas. Mostrar el necesario entusiasmo hacia una
ley execrable, de lo contrario ser catalogado como un espía o hasta un traidor.
Además, ¿qué oportunidad habría para hacer algo bien trabajando con semejantes
colegas? Nunca podrás reformarlos y es mucho más probable que ellos te
corrompan, no importa qué personaje admirable seas. Asociándote con ellos
perderías tu integridad o se la usaría para cubrir su maldad y su estupidez.
¡Estos serían los resultados de tu método indirecto!
Hay
una bellísima imagen en Platón que explica por qué una persona sensible se aleja de la política: ve
a la gente apurada en las calles empapándose bajo la lluvia. No puede
persuadirla para que entren y se pongan a resguardo. Sabe que si saliera se
mojaría igual. Permanece por lo tanto adentro y no pudiendo hacer nada contra
la necedad ajena se conforma a sí mismo con el pensamiento: «Bueno, por lo
menos yo estoy a cubierto».” (p. 93-94).
La
segunda respuesta de Moro implica un salto respecto a la forma habitual de
resolver los problemas sociales: para eliminar la pobreza y la delincuencia es
preciso abolir la propiedad privada.
En
palabras de Moro:
“No creo que se pueda obtener verdadera
justicia o prosperidad mientras exista la propiedad privada y todo sea
juzgado en términos de dinero, a menos que consideres justo que la peor especie
de personas tengan las mejores condiciones de vida o puedas denominar próspero
a un país en el que toda la riqueza es propiedad de una pequeñísima minoría de
personas, las que aun así no son del todo felices, mientras el resto es
sencillamente miserable.” (p. 94; el resaltado es mío).
O,
en el mismo sentido:
“En
otras palabras, estoy convencido de que
jamás obtendrán una justa distribución de los bienes o una organización satisfactoria
de la vida humana hasta que no sea abolida la propiedad privada en su conjunto.
Mientras exista, la gran mayoría de la raza humana, y su mejor parte, seguirá
trabajando bajo el peso de la pobreza, la fatiga y las preocupaciones. No digo
que este peso no pueda ser aligerado, pero nunca lo sacarán del todo de encima
de sus espaldas. Podrán, sin duda, fijar un límite legal a la cantidad de
dinero o tierras que un individuo pueda poseer. Podrán mediante una adecuada
legislación mantener un equilibrio de poder entre el rey y sus súbditos;
declarar ilegal comprar o tan sólo solicitar un cargo público e innecesarios
para un funcionario los gastos de representación, evitándose así que luego
trate de recuperar sus expendios por medio del fraude y la extorsión – de lo
contrario es la riqueza y no la competencia lo que se vuele condición esencial
en estos puesto -.
Por
cierto que leyes de este tipo pueden aliviar los síntomas, así como un enfermo
crónico obtiene alivio con la atención médica constante. Pero no hay esperanza de curación si permanece
la propiedad privada.” (p. 95; el resaltado es mío).
En
el contexto de la economía mercantil en desarrollo, la única salida posible a
la crisis era, según Moro, la abolición de la propiedad privada. Es cierto que no
se trataba de una solución novedosa. Platón, cuyo nombre aparece varias veces
en la obra, había propuesto la abolición de la propiedad privada entre los
gobernantes filósofos, argumentando que de este modo ninguno de ellos
antepondría sus intereses particulares a los intereses de la comunidad.
Como
quiera que sea, el enfoque adoptado por Moro es mucho más radical que el de sus
predecesores. La propiedad privada no es condenada en términos morales, sino
que aparece articulada a una determinada forma de organización social, la cual
genera pobreza y delincuencia. Moro percibe que propiedad privada está asociada
inevitablemente a una forma determinada de organizar el trabajo. Por tanto,
abolición de la propiedad privada y reorganización del proceso productivo son
medidas que van de la mano. La sociedad no es, pues, un conjunto de
instituciones separadas entre sí, sino que se encuentra estructurada en torno a
la propiedad privada y el trabajo.
La
descripción de las instituciones sociales de los utópicos, en el Libro Segundo,
cumple la función de presentar una forma de organización social alternativa a
la existente en la Inglaterra de la época. El énfasis está puesto en la
abolición de la propiedad privada y en la consiguiente obligación de trabajar
para todo el mundo.
“Veamos
cómo son sus condiciones de trabajo. Hay un trabajo que todos hacen, sin tomar
en cuenta su sexo: es la agricultura. Es parte de la educación de cada niño.
Aprenden los principios de la agricultura en la escuela pero regularmente son
llevados al campo cerca de la ciudad. Allí no sólo observan cómo se trabaja,
sino que ellos mismos realizan algunas tareas como parte de su entrenamiento.
Además
de la agricultura que, como dije, es parte del trabajo de todos, cada persona
aprende un oficio propio. Puede enseñársele a procesar la lana o el lino, a ser
un herrero, un albañil o un carpintero. Éstos son los únicos oficios que tienen
una gran demanda. No hay sastres ni modistas; todos en la isla usan el mismo
tipo de ropa con pequeñas variantes de acuerdo con su sexo y estado civil, y la
moda nunca cambia. (…) De manera tal que todos aprenden alguno de los oficios
que nombré, y cuando digo todos, me refiero a hombres y mujeres por igual, sólo
que al sexo débil se le asignan los trabajos más livianos, como la hilandería y
el tejido, mientras que los hombres realizan los más pesados.” (p. 113).
La
pobreza no existe en Utopía porque todos trabajan. Moro llega a la comprensión
de que los problemas sociales tienen su origen en la deficiente organización del
trabajo, motivada, a su vez, por la propiedad privada. En otra pasaje de
antología, Moro compara la situación en Utopía con la de Inglaterra:
“Desde
el momento en que trabajan seis horas por día se puede pensar que existe
escasez de bienes esenciales, y no es así. Esas seis horas son suficientes y
más que suficientes para producir todo lo necesario para una vida confortable.
Entenderán por qué es así si tienen en cuenta la gran proporción de la
población que en otros países está desocupada. En principio, prácticamente
todas las mujeres, lo que representa desde el vamos un cincuenta por ciento de
la población, y en países donde las mujeres sí
trabajan, los hombres en cambio haraganean el día entero. Están además todos
los sacerdotes y los miembros de las así llamadas órdenes religiosas: ¿cuál es
el trabajo que hacen? Agreguen a éstos los ricos, en especial los hacendados,
conocidos popularmente como nobles y señores. Incluyan a sus servidores
domésticos – me refiero a esas bandas de rufianes armados que mencioné
anteriormente -. Para finalizar completemos la lista con todos los mendigos
saludables y vigorosos que se hacen los enfermos para excusarse por ser vagos.
Una vez que los hayan contado a todos estarán sorprendidos de ver cuán poca
gente produce lo que consume la raza humana.
Ahora
consideremos cuántas de estas personas se dedican a oficios esenciales: no son
muchas. Donde todo se mide por dinero es inevitable que existan docenas de
profesiones y oficios innecesarios meramente destinados a proporcionar bienes
suntuarios o diversión. Porque aunque la mano de obra existente fuera
distribuida entre los pocos oficios realmente necesarios para hacer la vida lo
suficientemente confortable, habría sobreproducción y los precios caerían hasta
tal punto que los artesanos no podrían sustentar su vida. En cambio, si toda
esa chusma abocada a oficios sin importancia y todos los demasiado vagos como
para trabajar, cada uno de los cuales consume el doble de lo producido por el
trabajo de un obrero, fueran puestos en su totalidad a hacer algo útil, pronto
verían que pocas horas de trabajo diario son suficientes para proporcionar
todas las necesidades y comodidades de la vida; a las que podríamos agregar
todas las formas reales y naturales del placer.” (p. 115-116).
Como
puede verse, la diferencia entre Inglaterra y Utopía radica en la organización
del trabajo. Lejos de hacer honor al significado que hoy le damos al término, Utopía aborda de un modo concreto el
problema de la pobreza y la desigualdad. Todo se explica a partir de la
existencia o no de la propiedad privada. Si ésta no existe, es posible
organizar el trabajo de un modo tal que todos puedan gozar de la vida.
“Como
todos se ocupan de un oficio útil y éste a su vez se ve reducido a lo mínimo
indispensable, tienen tantas reservas de todo que de tanto en tanto pueden
liberar una gran fuerza de trabajo para arreglar caminos en malas condiciones,
y, a menudo, si hay algún requerimiento de este tipo, las autoridades anuncian
un día de trabajo más corto. Nunca fuerzan a la gente a trabajar más de lo
necesario, ya que el objetivo principal de su economía es otorgar a cada
persona tanto tiempo libre del trabajo físico fatigoso como lo permitan las
necesidades de la comunidad; podrá así cultivar su mente, lo cual es
considerado como el secreto de una vida feliz.” (p. 118-119).
El
tema de la propiedad privada es un tópico habitual de la filosofía político,
desde Platón en adelante. Lo novedoso del enfoque de Moro es la relación entre
propiedad privada y organización del proceso de trabajo. La Utopía se convierte así en una
indagación realista del proceso social en su conjunto.
Villa
Jardín, jueves 23 de enero de 2014
NOTAS:
(1)
Adorno dice lo siguiente: “…soy de la opinión de que el estudio de los textos
centrales del pasado constituye una parte integral del estudio de la
sociología. La razón de esto (…) es que muchos de los problemas y momentos de
la formación de teorías de los que uno se informa a través de la historia
dogmática no están (…) superados. Por el contrario, a través de la creciente
tecnificación de las ciencias sociales se han convertido, cada vez más en
técnicas a las que se les asignan tareas específicas dentro de la sociedad
existente, se pasan por alto, se olvidan cuestionamientos centrales, que sólo
pueden encontrarse en los textos sociológicos del pasado, desde Platón y la
izquierda socrática hasta, digamos, los pensadores de la generación pasada,
como Pareto, Durkheim, Max Weber o Simmel. Especialmente, creo que sólo se
puede captar el concepto de totalidad social (…) si se capta en tales viejos
textos (entre los cuales, por supuesto, El
capital de Marx cumple un papel sobresaliente) de qué modo se ha llegado
concretamente en estos intentos a la categoría de totalidad. (…) a pesar de
todo lo que pueda objetársele o que pueda ser problemático, es posible
reconocer y aprender en la historia dogmática problemas que en la sociología
altamente tecnificada y racionalizada de hoy se han perdido.” (Adorno, Theodor,
Introducción a la sociología, Madrid,
Editora Nacional, 2002, págs. 128-129).
(2)
Moro escribió el texto original en latín y en ese idioma apareció la primera
edición, publicada en 1516 en Lovaina. Posteriormente vieron la luz las
ediciones de París (1517) y de Basilea (1518; edición considerada definitiva). Para
la redacción de este ensayo me serví de la traducción española de María
Guillermina Nicolini: Moro, Tomás. (2007). Utopía.
Buenos Aires: Losada. Salvo indicación en contrario, a esta edición pertenecen
todas las citas realizadas.
(3)
En rigor, y para respetar la grafía inglesa, debería escribir Thomas More. Sin
embargo, y puesto que la inmensa mayoría de los lectores son de lengua
castellana, he preferido adoptar la forma española del nombre del autor.
(4)
Moro describe el método del trabajo “indirecto” en la corte: “Si no puedes
erradicar ideas erróneas o manejar vicios arraigados con la eficacia que te
gustaría, no es razón para darle la espalda a la vida pública en su conjunto.
No abandonarías un barco en una tormenta sólo porque no puedes controlar los
vientos. Por otra parte, no tiene sentido tratar de introducir ideas
enteramente nuevas, las cuales obviamente no tendrán peso alguno en las personas
que tienen prejuicios en contra. Debes trabajar de forma indirecta. Manejar
todo con el mayor tacto de que seas capaz, y aquello que no puede corregir,
tratar de que esté lo menos equivocado posible. No serán perfectas las cosas
hasta que el hombre sea perfecto y no espero que lo sea hasta dentro de algunos
años.” (p. 91-92). En estos pasajes, Moro parece hacer un balance, pesimista
por cierto, de su actuación como alto funcionario del rey Enrique VIII. A
través de Hitlodeo, critica ácidamente las razones con las que podía justificar
esa actuación.
10 comentarios:
Excelente artículo.
Saludos.
Pilar, muchas gracias por comentar. Saludos,
LEÍ UN POCO POR ARRIBA Y ESTUVO INTERESANTE, ME DIERON GANAS DE LEER MAS E INTÇVESTIGAR MAS SOBRE Moro
Marianela, la mejor introducción al pensamiento de Moro es su Utopía. Soy de la opinión de que la mejor manera de conocer a un autor es leyendo sus obras, sin recurrir a comentaristas o a versiones de segunda mano. Muchas gracias por comentar. Saludos,
Malísimo, no encontré nada
Se agradece el comentario, aunque sería de mucha utilidad para el autor que puntualizara los aspectos que considera peores del artículo. Puedo decir, por experiencia, que las críticas demoledoras son las que resultan más útiles. Saludos,
Hola Ariel
Invalorable el concepto de Adorno sobre los clásicos y la sociología, principalmente para los que no estamos habituados al tracto sociológico. Fue una sorpresa para mí el tema de la propiedad privada en Moro, solo conocía conceptos y frases perdidas. No puedo ser un crítico severo sobre tu artículo por mi ignorancia sobre el personaje, rescato si algunas interpretaciones tuyas sumamente pedagógicas.
El amigo Unknown, un baluarte de valentía argumental e identitaria. Mejor perderlo que encontrarlo.
Un abrazo a la espera de tu próximo esfuerzo
Campesinos , Ingleses y la tierra. Los campesinos sin posibilidad de trabajar y obligados a mendigar eran perseguidos por los Ingleses A partir de la decisión de los terratenientes de expulsarlos de los campos y poner ovejas en su lugar ya que la venta de la lana era actividad más rentable q la agricultura. El autor piensa que el sistema produce pobres para después castigarlos. Buenísimo muchas gracias profe !
Muchas gracias por comentar.
Encontre algunos postulados en un libro sobree la obra de Moro, y estoy realmente confundida,. Sabia de Moro que profesaba la religion católica en su epoca lo que precisamente le costó la vida sobre su posición frente a Enrique VIII cuando quiso divorciarse de su primera esposa para c asarse con Ana Bolena, debo reconocer que por lo que he podido interpretar no puedo utilizar estos conocimientos para mi articulo , escribo para un periódico y podemos decir que mi posición con respecto a la política norteamericana es conservadora y quería probar que el comunismo, su entronización en cualquier sociedad resulta una utopia por su demagogia intrinseca al querer gobernar con sus postulados, sus inaplicables leyes de la dialéctica y cito como ejemplo a paises en los cuales se ha querido entronizar y resultan un tremendo fracaso desde el punto de vista social, politico y economico ejemplos mi pais: Cuba, Venezuela, Nicaragua , la propia ex-Union Sovietica donde el poder se concentra de una manera injusta en pocas manos no siempre capacitadas al respecto. Creo en la propiedad privada, naturalmente organizada y estructurada con justicia y equidad por lo tanto creo que tenía un error conceptual al pensar que Utopia me serviría de guia y modelo. Gracias muy atinadas todas las opiniones y la exposición del material es magistral
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