"Por ese gran argentino
que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo
combatiendo al capital"
combatiendo al capital"
La presidenta Cristina Fernández presentó al nuevo directorio de YPF, luego de la expropiación que desplazó a la multinacional Repsol de la conducción de la empresa. En otras notas ya me referí extensamente a la cuestión. Pero como la izquierda del kirchnerismo ha machacado una y otra vez acerca del significado “liberador” y “emancipador” de la expropiación de YPF, no está de más dedicar algún tiempo a examinar cómo la “jefa espiritual del movimiento” define la naturaleza de la “emancipación nacional y social” promovida por el “kirchnerismo”. Para ello tomaré el discurso de Cristina del 5 de junio pasado, fecha en que presentó el directorio de la nueva YPF, encabezado por Miguel Galuccio. Si bien en los párrafos que siguen haré uso abundante de la ironía, corresponde reconocer que Cristina ha sido siempre coherente en cuanto a su posición sobre el dominio del capital en la sociedad, y esta coherencia es pública y conocida. Sólo aquellos que desean ver la realidad según sus deseos pueden convertir a Cristina en una heroína de la emancipación social y a Néstor Kirchner en un compañero del Che y de Camilo en la Sierra Maestra. Del “kirchnerismo” pueden decirse muchas cosas, pero de ningún modo puede sometérselo a la calumnia de afirmar que le falta el respeto al capital.
En los párrafos que siguen prescindo de todo otro material que no sean las palabras de Cristina en el discurso que pronunció con motivo de la presentación del nuevo directorio de YPF. Considero que las mismas son tan significativas que merecen una atención especial, sobre todo en tiempos en los que la militancia "kirchnerista" ha elevado a la figura de Cristina al rango de una especie de "madre de la patria".
Para empezar el analisis es preciso recordar algo
que, de tan conocido, resulta ya banal. Todos sabemos que los empresarios hacen
negocios para ganar dinero o, dicho de modo más preciso, para apropiarse el
plusvalor generado por los trabajadores. Se puede ser marxista o liberal, pero no puede afirmarse, salvo que se padezca un grado extremo de candor, que los empresarios consideran
a sus empresas como entidades de beneficencia o instrumentos de bienestar
social. Las empresas están para ganar, y para ello, aunque no sea agradable
decirlo, deben explotar a los trabajadores. Si esto es así, hablar de
“emancipación social” implica, como mínimo, la necesidad de confrontar con el
capital. En algunos casos, dicha confrontación será tibia y tendrá por objetivo ponerle
límites al capital (opción reformista); en otros casos, la lucha girará en
torno a la supresión del poder del capital para dictar sus reglas al conjunto
de la sociedad, y se hará efectiva en la exigencia de la supresión de la
propiedad privada de los medios de producción (opción revolucionaria).
Corresponde aclarar que aún los reformistas consecuentes, que no creen que sea
preciso (o posible) suprimir la propiedad capitalista, están de acuerdo, sin
embargo, en reconocer que el capital es un mal, aunque necesario.
El caso de Cristina es
diferente. Según ella, el capital (entendido como el poder de los empresarios
para organizar la producción) es un componente ineludible de todo proceso
productivo racional. La “emancipación social” es conducida por el Estado y los
empresarios, y la explotación de los trabajadores pasa a ser, por tanto, uno de
los logros de esa “emancipación social”. Si el lector sospecha que esto es una
exageración, lo invitamos a leer los siguientes pasajes del discurso mencionado
al principio de este artículo:
“uno de
los principales problemas que hemos tenido y que todavía vemos es cómo se
abandonó el concepto de capitalismo. Sí, se abandonó el concepto de
capitalismo, que es la interacción entre el capital, el trabajo, la producción
de bienes y servicios para solamente dedicarse a lo estrictamente financiero y
pensar que el dinero podría reproducirse a sí mismo sin intervenir en el
circuito de producción de bienes y servicios.”
Luego de más de dos siglos de luchas entre capital
y trabajo, Cristina descubre que la emancipación social” no se logró todavía porque
hemos abandonado el concepto de capitalismo. El capitalismo constituye, por
tanto, la forma de organización social que garantiza la “liberación” de los
seres humanos de la opresión y de la explotación (¿acaso no es este el
significado del concepto de “liberación social”?). Pero como Cristina es una
persona inteligente, se da cuenta de que el capitalismo ha producido enormes
desastres en el mundo. Para evitar entrar en contradicción, plantea que la
“emancipación social” no se logra con cualquier capitalismo, sino sólo con el
verdadero capitalismo, aquél que se basa en la producción y no en el capital
financiero. Cristina sostiene, por tanto, que no hay explotación en el proceso de
trabajo, sino que éste es simplemente una “interacción” entre capital y
trabajo.
La presidenta no se queda en generalidades y da,
más adelante, su descripción de cómo debe ser esa interacción virtuosa entre
capital y trabajo en el caso de YPF:
“eso no significa
que los contratistas tengan que trabajar a pérdida con la empresa. Nadie les va
a pedir eso a ningún empresario, pero sí vamos a exigir eficiencia, tecnología,
inversión, rentabilidad adecuada y también productividad a nuestros
trabajadores, porque además son hoy de los mejores remunerados en el país.”
Traducido al criollo. En la
interacción virtuosa entre capital y trabajo, a los empresarios les corresponde
obtener ganancias (¡a quién se le ocurre que el capital pueda sufrir pérdidas!)
y para ello es preciso que inviertan. Para los despistados: “exigir”
inversiones parece mucho, pero no es más que un cacareo inofensivo para el
capital. En una economía capitalista, la clase capitalista en su conjunto tiene
la obligación de invertir, pues sólo con la inversión se pone en marcha el
proceso productivo. Y es, justamente, el proceso productivo la fuente de dónde
sale el plusvalor, cuya apropiación constituye la base misma del poder de los
capitalistas. Sin inversión no hay producción. Sin producción no hay plusvalor.
Sin plusvalor no hay dominación capitalista. ¿Y el dominio del capital
financiero mentado por Cristina? No voy a negar el peso del capital financiero
en una economía capitalista, pero si se entiende por capital financiero al
dominio de los bancos sobre la economía (es una mala definición, pero la usamos
porque es la que emplean los militantes de la “izquierda kirchnerista”)
corresponde indicar que los bancos no producen nuevo valor, sino que se
apropian valor ya producido. Para que los bancos puedan apropiarse una porción
creciente del plusvalor, es preciso que ese plusvalor sea producido. Y el
plusvalor es producido gracias a la EXPLOTACIÓN de los trabajadores. Cristina
sabe esto, pero de ningún modo concibe al proceso de producción como un proceso
en el que la clase capitalista explota a la clase trabajadora. Es por eso que,
a la vez que les pide a los empresarios que “exploten a los trabajadores” (el
pedido de que inviertan tiene que leerse de este modo, pues vivimos en una
economía capitalista, a despecho de la puesta en marcha de la “emancipación
nacional y social”), solicita a los trabajadores que se dejen explotar con
alegría. “Muchachos, sean más productivos, déjense explotar un poquito más,
para eso se los remunera mejor”, parece decir una Cristina nacional y popular.
La “emancipación social” alcanza su clímax: ganancias para los empresarios,
mayor explotación de los trabajadores a cambios de mejores remuneraciones para
que se dejen explotar mejor. Prostitúyanse, pero que sea a cambio de una buena
suma, así aportamos a la “emancipación” de los sufridos laburantes de nuestro querido país.
Pero la “emancipación
social” exige esfuerzo. Las “mejores remuneraciones del país” deben ser
sacrificadas en pos del ideal:
“Lo que
viene a plantear el ingeniero Galuccio como un desafío no solamente a los
trabajadores de quienes necesitamos el mayor grado de productividad y de apoyo
y trabajo a la empresa, que es apoyarse a ellos mismos. (…) en realidad éramos
una empresa petrolera que comenzó a dar pérdidas. Por eso es importante el
compromiso de los trabajadores.”
No hay dudas de que Cristina tiene razón. En una
empresa en la que el dinero para las inversiones va a ser aportado por los
contratistas privados, y dado que dichos contratistas van a pedir el oro y el
moro como condiciones para invertir (léase la garantía de obtener grandes
ganancias), es lógico que el Estado se ponga duro con los trabajadores. Total,
ellos aportan “solamente” su trabajo para la empresa, y esto cotiza poco en el
mundo de la “emancipación nacional y social”. Para Cristina, la interacción
entre capital y trabajo implica que los trabajadores acepten los mandatos del
capital, a tal punto que terminen por identificar al capital con ellos mismos.
Dicho de otra manera, el trabajo se “libera” en la medida en que acepta que su
conciencia tiene que ser la del capital.
La “emancipación nacional y social”, la
“recuperación de la soberanía” son tan palpables que, incluso, pueden ser mensuradas:
“si bien
la locutora oficial me anunció como siempre lo hace, con ese énfasis y fervor,
como: “la Presidenta de los 40 millones de argentinos”, hoy acá más que como Presidenta de los 40 millones de argentinos vengo
como representante del 51 por ciento, me tomo el atrevimiento de asumir
también la representación de los estados federales. (…) Así que en realidad más que como Presidenta vengo a hablar en
representación de los principales accionistas, que no es poca cosa. ” (El
resaltado es mío)
No es poca cosa, en verdad…
Si la “emancipación social” consiste en la plena
aceptación de la mentalidad del capital, es coherente anteponer la
participación en el paquete accionario de una empresa a la soberanía popular.
Aceptado esto, el corolario es la generación de un clima favorable a las
inversiones de los capitalistas:
“La
Argentina en materia de libertad para invertir, en el G-20 solamente es
superada por Alemania; en el resto de los países del G-20 hay más restricciones
para la inversión extranjera que en la República Argentina. Y son datos de la
OCDE, no son datos nuestros. Pero además en un conjunto de aproximadamente 60
países, en los cuales obviamente están el grupo de los ocho, de los nueve, de
los diez, de los que quieran estamos contando desde los que más libertades
tienen para la inversión extranjera, nosotros en 11 lugar, en el décimo primer
lugar, solamente superados en toda América por Colombia y pegado a nosotros. Esto para aquellos que hablan de
restricciones a las inversiones, etc., etc. Y también un informe muy
importante en la calidad de nuestras inversiones: somos el país – entre Brasil,
nosotros, Perú, Colombia, y otros países – de mayor porcentaje en inversiones
de alta densidad tecnológica, 51 por ciento.” (El resaltado es mío).
La “emancipación nacional” es sinónimo de una
legislación favorable a las inversiones extranjeras. En ideario nacional y
popular, las palabras adquieren significados verdaderamente curiosos…
Quienes piensen que todo esto no es más que la
aceptación de las condiciones que impone el capital para invertir y explotar a
los trabajadores, no entienden la astucia de Cristina. La conductora indica que
todo esto forma parte de un nuevo modelo de organización de la producción:
“el
mercado ha advertido que los países ya no quieren desprenderse de sus reservas
y que se las manejen privadamente, en todo caso están dispuestos a asociarse
con quienes las operen, a través de tecnología, y de esta manera lograr
rentabilidad o un ganador-ganador, win
to win, que es en definitiva lo que estamos proponiéndole hoy al mercado,
desde esta YPF y por eso hemos adoptado el modelo del 51 por ciento. Hubiera
sido más fácil, tal vez, estatizar, nacionalizar, no estar bajo el control o la
mira de la Comisión Nacional de Valores, de la bolsa local, o de nada menos que
la Bolsa de Nueva York.” (El resaltado es mío).
No se trata, como dicen las malas lenguas, de que
el Estado no tiene un cobre para invertir en YPF. Afirmar esto sería poco
patriótico. Es mejor plantear que las condiciones de la expropiación han sido
impuestas por el gobierno nacional y popular, y que atraer a esas instituciones
filantrópicas (las multinacionales petroleras) es una movida genial destinada a
asegurar la “emancipación social”.
Luego de las aclaraciones
anteriores, queda claro que la "emancipación social" que nos propone
Cristina supone la creación de un "hombre nuevo". Claro que este
hombre nuevo se parece poco al imaginado por el Che. Veamos cómo lo describe la
señora presidenta:
“lo más
terrible de todo es que nos estamos peleando adentro del zoológico por mercados
que ya tenemos y resulta ser que hay millones y millones en el mundo que
están esperando todavía energías, alimentos, en continentes olvidados como el
África, en el propio gigante asiático que todavía faltan de incorporar, en
nuestra propia región de la América del Sur en la cual todavía tenemos que
incorporar a muchos compatriotas latinoamericanos a mejores condiciones de
vida, o sea tenemos gentes que está apta para consumir y también apta para
trabajar, y si puede trabajar también puede generar riqueza porque hay que
retornar al viejo apotegma capitalista, lo que acumula riqueza es el trabajo.
Entonces tenemos que tener mucha gente que trabaje para que también consuma al
mismo tiempo y que la sociedad funcione armónicamente. (…) Para eso vamos a
necesitar empresas que reinviertan sus utilidades; para eso vamos a necesitar
empresas que también adviertan que es imposible tener rentabilidades del 20 o
del 25 por ciento; que tenemos que volver a números normales por lo menos hasta
que se normalice el mundo, porque si no, las cosas no van a ir bien en el mundo.”
Este “hombre nuevo” no busca la liberación de todos
los seres humanos, sino que es un emprendedor que recorre cada rincón del mundo
buscando… oportunidades para hacer negocios. El “hombre nuevo” no se nutre de
experiencias que enriquecen y desarrollan su personalidad. Cristina es
demasiado moderna para caer en antigüedades obsoletas. El “hombre nuevo
kirchnerista” se nutre del consumo, que desarrolla el bolsillo de los empresarios
al realizar el plusvalor contenido en las mercancías. Si no podemos cambiar el
mundo, por lo menos podemos cambiar el auto y el televisor. Es algo…
Y lo mejor de todo: para construir el “hombre nuevo”
no hace falta ninguna revolución ni nada por el estilo. Mejor dicho, sí hace
falta una “revolución cultural”: consiste en que los empresarios inviertan y en
que los trabajadores. Cada cual a su función “natural”.
Frente a la “emancipación social” propuesta por la
presidenta, nada mejor que recordar los versos del gran Discepolín:
“Cuando
estén secas las pilas / de todos los timbres / que vos apretás / buscando un
pecho fraterno / para morir abrazao… / Cuando te dejen tirao / después de
cinchar / lo mismo que a mí. / Cuando manyés que a tu lado / se prueban la ropa
/ que vas a dejar… / Te acordarás de este otario, / que un día, cansado, / ¡se
puso a ladrar!
Buenos Aires, sábado 9 de junio
de 2012
1 comentario:
veras que todo es mentiiiraaaa...
Hola Ariel,
vos sabés que hace un par de semanas leí en el Página 12 (que increíble, ¡cómo cambió ese diario!) una nota de Di Tulio y sentí tanta bronca! porque esta imbécil pintaba una sociedad FELÍZ, ideal, que todos los argentinos estábamos felices ¿?
y me pregunto ¿hasta cuándo los kirchneristas van a negar la realidad?
porque desde la Presidenta hasta el último de sus "chirolitas" todo el tiempo hablan para las clases medias para arriba y cuando se dirigen a los trabajadores es para pedirles reclamarles que sigan TRABAJANDO y hasta a veces para "retarlos" y de ahí para abajo, los que están sin trabajo, los que no tienen nada "no existen", "no están", "desaparecieron" de sus discursos y si "asoman" un poquitín la cabeza ¡la culpa la tiene Clarín!
Recuerdo que en la época de Menem les decía a algunos amigos ex compañeros militantes peronistas que trataban de defender lo indefendible: "el que hoy milita en el peronismo o es ignorante o es un cínico" y ¿de los actuales peronistas? ¡sin palabras!
bueno ya sabemos que el saber da dolor y sobre todo en estos tiempos donde leés a cada hijo de puta que habla desde un lugar de privilegio mientras otros están sobreviviendo como en la edad media y no sólo en Africa habría que decirles a los que defienden este modelo de explotación capitalista y entreguista de nuestros recursos vitales al imperio, que acá, acá EXISTEN MILES DE SERES HUMANOS SOBREVIVIENDO COMO ANIMALES, niños que con este frío no tienen cobijo bue nada, bronca y a seguir tratando de poner nuestro granito de arena para cambiar entre todos esta barbarie
beso
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