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lunes, 31 de agosto de 2020

DERECHOS HUMANOS, SOCIEDAD Y ESTADO CURSO 2020 – CLASE N° 11

 



“Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras,

sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno.

Thomas Hobbes (1588-1679), filósofo inglés.


Bienvenidas y bienvenidos a la undécima clase del curso.

Hoy comenzaremos una serie de dos encuentros dedicados al análisis del Leviatán (1651) [1], la obra más conocida del filósofo inglés Thomas Hobbes. A la vez, iniciaremos nuestro recorrido por el contractualismo, una de las corrientes de la filosofía política más influyente de la Modernidad. En ese recorrido examinaremos brevemente las teorías de Hobbes, John Locke (1632-1704) y Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). En el tratamiento de estos autores privilegiaremos sus concepciones del Estado, dado que en ellas se encuentran elementos significativos para abordar los problemas políticos de la actualidad. Aunque esto será remarcado a lo largo de las clases, es importante señalar desde un principio que la filosofía de los contractualistas es inseparable de la expansión de la economía mercantil. En este sentido, si los contractualistas fueron los primeros filósofos en enunciar la tesis de la igualdad de los SH (a contrapelo de la filosofía anterior, basada en la desigualdad humana), eso fue posible porque el mercado iguala a las personas, en el sentido de que en él todos son compradores y vendedores de mercancía, nada más ni nada menos. ¿Qué ocurre con quienes carecen de mercancías? Eso lo veremos en las próximas clases, sobre todo cuando estudiemos la posición de los socialistas.

En fin, dejo de adelantar cosas y paso a la clase.


Nicolás Maquiavelo (1469-1527) y Thomas Hobbes ocupan un lugar destacado en el campo de la filosofía política por ser los principales teóricos del Estado moderno.

Maquiavelo puso en el centro del escenario la cuestión de la violencia, más específicamente, el papel de la misma en el surgimiento y consolidación de los Estados. De ese modo, el florentino discute, si se me permite el anacronismo, las obras de los filósofos contractualistas, quienes afirman que el Estado es producto de un acuerdo entre los SH. No se trata, por cierto, de que Maquiavelo haya estado dotado de las artes de la adivinación, sino que su propia posición excepcional, a caballo entre el mundo feudal y el mundo moderno, le permite tomar distancia de su época y percibir aquellos rasgos, todavía incipientes, que luego formarán parte del sentido común de la sociedad moderna. Mientras que los autores posteriores procuraron ocultar el papel jugado por la violencia en el Estado moderno y presentar en todo momento a la voluntad estatal como la voluntad del conjunto de la sociedad, Maquiavelo tiene presente que ese Estado es producto de un acto de violencia, que la violencia es ejercida por los poderosos para crear y consolidar su posición, y que la lucha entre los distintos sectores sociales es la que va plasmando los rasgos característicos del Estado.

A diferencia de Maquiavelo, Hobbes es un contractualista. En otras palabras, afirma que existe un estado de naturaleza previo a la sociedad, y que el Estado surge como resultado de un contrato (o pacto) celebrado entre los SH. No obstante ello, Hobbes desborda en todo momento los límites de lo esperable para el contractualismo y efectúa así una crítica implacable del Estado moderno, aún cuando sus intenciones están muy lejos de ello. Al igual que Maquiavelo, Hobbes es un pensador de transición, en el sentido de que vivió una época donde lo antiguo todavía persistía y lo moderno se perfilaba confusamente. Fue contemporáneo de la revolución burguesa inglesa (década de 1640) [2], que culminó con el triunfo de Thomas Cromwell; en la contienda, Hobbes apoyó a los monárquicos y marchó al exilio luego de la derrota de estos. El Leviatán es producto de la reflexión sobre esa derrota; Paradójicamente, la obra, concebida como una defensa de la monarquía, puso en discusión los fundamentos de la misma al proclamar el principio de la igualdad de los SH.

En esta clase analizaremos el capítulo XIII del Leviatán,  titulado “De la Condición Natural del Género Humano, en lo que Concierne a su Felicidad y su Miseria”. Constituye una descripción del estado de naturaleza. Es una excelente introducción a la concepción hobbesiana del Estado, en la medida en que obliga al lector a dejar de lado sus preconceptos.

Hobbes comienza dicho capítulo planteando que los SH son iguales:

“La Naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y del espíritu que, si bien un hombre es, a veces, evidentemente, más fuerte de cuerpo o más sagaz de entendimiento que otro, cuando se considera en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es tan importante que uno pueda reclamar, a base de ella, para sí mismo, un beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar como él.” (p. 100).

Al hacer esto, rompe con la tradición de la filosofía política, que defendía hasta el cansancio la tesis de la desigualdad de los SH. [3] La monarquía en particular, y toda forma de gobierno en las sociedades precapitalistas, era la consumación de esta desigualdad, pues el príncipe ejercía el poder en virtud de que era diferente a la masa de sus súbditos. [4] El pensamiento clásico sostenía que sólo unos pocos tenían la sabiduría para gobernar, en tanto que la mayoría sólo estaba capacitada para obedecer. Por ello, el planteo de Hobbes representa una verdadera revolución copernicana en filosofía política.

El postulado de la igualdad de los seres humanos determina que el gobierno ya no puede asentarse en el mero reconocimiento de que unas personas son superiores a otras; a partir de este momento, el pensamiento político tiene que dedicarse a reflexionar sobre cómo legitimar el gobierno en una situación en donde las personas son iguales.

Ahora bien, el postulado de la igualdad no surge de la cabeza de Hobbes. Pensar así equivaldría a caer en una concepción idealista, que convierte a las ideas en autónomas, capaces de reproducirse a sí mismas y de ordenar el mundo a su imagen y semejanza. Hay toda una realidad social detrás de la afirmación de la igualdad por Hobbes, y es esta realidad quien debe ser indagada si queremos conocer las razones por las que el pensamiento político entroniza a la noción de igualdad, a punto tal que la defensa de la desigualdad entre los SH va quedando confinada paulatinamente a los teóricos del pensamiento conservador.

El éxito de la noción de igualdad va asociado a la expansión de la economía mercantil. Los bienes y servicios necesarios para la satisfacción de las necesidades son producidos como mercancías, es decir, como bienes y servicios destinados a ser vendidos en el mercado por productores que son propietarios privados de los mismos. La economía natural, es decir, la producción para la satisfacción de las necesidades del grupo sin pasar por el mercado va quedando relegada a bolsones cada vez más reducidos de la sociedad.

En la economía mercantil todas las mercancías son iguales en el sentido de que todas ellas son producto del trabajo humano, y sólo se diferencian por la cantidad de trabajo que posee cada una de ellas. Dicho de otro modo, las mercancías, en tanto mercancías, sólo difieren entre sí por la cantidad de tiempo de trabajo que requiere su producción. Si las mercancías fueran radicalmente desiguales sería imposible cambiarlas en un mercado. Si un par de zapatos y un aire acondicionado no tuvieran nada en común, todo cambio entre ellos sería irrealizable. ¿Qué tienen en común el par de zapatos y el aire acondicionado? El ser mercancías, esto es, productos del trabajo humano destinados a ser vendidos en el mercado. En este sentido, el par de zapatos y el aire acondicionado son iguales y sólo difieren en cuanto al precio (pues representan cantidades desiguales de tiempo de trabajo). La igualdad de los bienes y los servicios en el mercado encuentra su máxima expresión en el dinero. El dinero puede comprar todas las mercancías existentes en el mercado y encuentra únicamente como límite a la cantidad. Da lo mismo que el dinero sea producto de picar piedra, cocinar tortas, alquilar taxis o realizar préstamos usurarios: 100 pesos son iguales a 100 pesos, independientemente de su procedencia. La desigualdad en las cantidades requiere de la igualdad cualitativa: las mercancías son producto del trabajo humano. Este es el terreno que permitió el desarrollo de la noción de igualdad en la filosofía política.

Hobbes toma como punto de partida a la igualdad entre los SH en el estado de naturaleza.

Ahora bien,  ¿qué es el estado de naturaleza?

Hobbes lo describe como “…el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos” (p. 102).

El estado de naturaleza no es una etapa pacífica de la humanidad. Para Hobbes, se trata de un estado solitario y de guerra de todos contra todos:

“Los hombres no experimentan placer ninguno (sino, por el contrario, un gran desagrado) reuniéndose, cuando no existe un poder capaz de imponerse a todos ellos. (…) “Todo aquello que es consustancial a un tiempo de guerra, durante el cual cada hombre es enemigo de los demás, es natural también en el tiempo en que los hombres viven sin otra seguridad que la que su propia fuerza y su propia invención puedan proporcionarles. En una situación semejante no existe oportunidad para la industria, ya que su fruto es incierto; por consiguiente no hay cultivo de la tierra, ni uso de los artículos que pueden ser importados por mar, ni construcciones confortables, ni instrumentos para mover y remover las cosas que requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la tierra, ni cómputo del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es peor de todo, existe continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve.” (pp. 102-103).

El estado de naturaleza es un estado asocial, en el sentido de que los seres humanos viven dispersos, solitarios, sin constituir una sociedad ni vivir bajo las reglas impuestas por un poder común. Está marcado por la lucha de todos contra todos, que pone en permanente riesgo la vida y las posesiones de las personas.

¿Cuál es la causa de la guerra de todos contra todos?

Hobbes remite aquí a una explicación esencialista [5], que lo ubica dentro de las coordenadas del individualismo metodológico (la corriente que sostiene que el individuo tiene que ser el punto de partida de todo análisis social). Es precisamente la igualdad entre las personas la que da origen a la lucha:

“De esta igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto a la consecución de nuestros fines. Esta es la causa de que si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelven enemigos, y en el camino que conduce al fin (que es, principalmente, su propia conservación y a veces su delectación tan sólo) tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a otro. (…) Dada esta situación de desconfianza mutua, ningún procedimiento tan razonable existe para que un hombre se proteja a sí mismo, como la anticipación, es decir, el dominar por medio de la fuerza o por la astucia a todos los hombres que pueda, durante el tiempo preciso, hasta que ningún otro poder sea capaz de amenazarle. Esto no es otra cosa sino lo que requiere su propia conservación, y es generalmente permitido.” (p. 101).

En el esquema hobbesiano, la igualdad genera la lucha porque los SH son egoístas y porque viven aislados. La cuestión del aislamiento no es menor, pues determina que toda apropiación por el individuo adquiere un carácter privado, no social. Como naturalmente viven aislados, toda vez que un individuo consigue algo, se lo apropia para sí y lo resguarda de sus congéneres. Este aislamiento, esta apropiación privada, se asemeja a las condiciones del mercado, en el sentido de que en este último los propietarios privados se apropian de manera privada el fruto de la venta de sus mercancías. Además, la competencia entre los individuos en un mercado se asemeja al estado de guerra de todos contra todos que se verifica en el estado de naturaleza.

Cuando Hobbes responde a hipotéticas objeciones sobre la pertinencia de la noción de estado de naturaleza, su respuesta remite, precisamente, a las características que adquiere la existencia humana en una economía mercantil:

“A quien no pondere estas cosas puede parecerle extraño que la Naturaleza venga a disociar y haga a los hombres aptos para invadir y destruirse mutuamente; y puede ocurrir que no confiando en esta inferencia basada en las pasiones, desee, acaso, verla confirmada por la experiencia. Haced, pues, que se considere a sí mismo; cuanto emprende una jornada, se procura armas y trata de ir bien acompañado; cuando va a dormir cierra las puertas; cuando se halla en su propia casa, echa la llave a sus arcas; y todo esto aun sabiendo que existen leyes y funcionarios públicos armados para vengar todos los daños que le hagan. ¿Qué opinión tiene, así, de sus conciudadanos, cuando cabalga armado; de sus vecinos, cuando cierra sus puertas; de sus hijos y sirvientes, cuando cierra sus arcas? ¿No significa esto acusar a la humanidad con sus actos, como yo lo hago con mis palabras?” (p. 103).

La economía mercantil puede mirarse al espejo del estado de naturaleza hobbesiano. La competencia entre productores privados se asemeja a la guerra de todos contra todos; la incertidumbre acerca de la posibilidad de mantener la posición en el mercado se parece peligrosamente a la incertidumbre del hombre en estado de naturaleza, quien sabe que el bien que ha conseguido no está a salvo de las asechanzas de sus semejantes. En este punto, cabe acotar que el mismo Hobbes admite que la existencia del estado de naturaleza es cuanto menos dudosa:

“Acaso puede pensarse que nunca existió un tiempo o condición en que se diera una guerra semejante, y, en efecto, yo creo que nunca ocurrió generalmente así, en el mundo entero” (p. 103).

Si Hobbes no está convencido de la existencia misma del estado de naturaleza, ¿cuál es la necesidad de introducir el concepto en el análisis de la sociedad?, ¿de dónde sacó los rasgos característicos de dicho estado?

La noción de estado de naturaleza le permite justificar las características del Estado moderno, haciendo de este un elemento imprescindible para la existencia de la sociedad. Si el estado natural de la humanidad es la guerra, sólo un poder capaz de someter por la fuerza a las personas es capaz de asegurar la paz. La sociedad de individuos aislados, egoístas, sólo puede sobrevivir en la medida en que exista un órgano represivo, el Estado. A diferencia de los filósofos posteriores, Hobbes se permite hablar a calzón quitado y decir aquello que los otros esconden con montañas de palabras: el Estado está para preservar la propiedad, esa es su función primordial.

“En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. Donde no hay poder común, la ley no existe: donde no hay ley, no hay justicia. En la guerra, la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales. Justicia e injusticia no son facultades ni del cuerpo ni del espíritu. Si lo fueran, podrían darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que se dan sus sensaciones y pasiones. Son, aquéllas, cualidades que se refieren al hombre en sociedad, no en estado solitario. Es natural también que en dicha condición no existan propiedad ni dominio, ni distinción entre tuyo y mío; sólo pertenece a cada uno lo que puede tomar, y sólo en tanto que puede conservarlo.” (p. 104).

Además, Hobbes señala que la justicia no existe en estado de naturaleza. De modo que la moral de una sociedad es funcional a los objetivos del Estado, y surge con éste. Justicia y propiedad son creación del Estado, quien es el encargado de refrendar una determinada distribución de los bienes. De ese modo, la burguesía, la clase rectora en la sociedad moderna, no puede recurrir a ninguna idea natural de justicia para defender su dominación; la justicia es una creación estatal y remite a una determinada distribución del poder entre los grupos sociales. El Estado es concebido, entonces, como el estado de los propietarios, con la salvedad de que, a diferencia de Locke para quien la propiedad nace en el estado de naturaleza, Hobbes afirma que el Estado da origen a la propiedad, dando un nuevo estatus a la posesión precaria que se da en el estado de naturaleza.

Con esto concluimos el análisis del capítulo XIII. En la clase próxima trabajaremos los capítulos XVII y XVIII.

Muchas gracias por su atención y paciencia.

 

Villa del Parque,  lunes 31 de agosto de 2020


ABREVIATURAS:

CP = Ciencia política / SH= Seres humanos


NOTAS:

[1] En esta clase utilizo la siguiente edición: Hobbes, T. (2005). Leviatán o la materia, forma y poder de una república, eclesiástica y civil. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica de Argentina. La obra fue publicada por primera vez en Londres en 1651.

{2] Bajo el término revolución burguesa agrupamos a las revoluciones en las que la burguesía se apoderó y/o pasó a controlar el Estado, desplazando a la nobleza feudal y a la monarquía. El ejemplo más conocido es la Revolución Francesa de 1789.

[3] Ver, por ejemplo, la defensa de la esclavitud por Aristóteles (384-322 a. C.) en el Libro Primero de la Política.

[4] Por supuesto, esta afirmación admite excepciones, como la democracia ateniense.

[5] Hobbes sitúa en la naturaleza humana las causas de la discordia: “Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia. Primero, la competencia; segunda, la desconfianza; tercera, la gloria.” (p. 102). Nuestro autor tiene muy claro la conexión entre la primera de las causas y la economía: “La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio (…) La primera hace uso de la violencia para convertirse en dueña de las personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres…” (p. 102).

sábado, 29 de agosto de 2020

INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA CURSO 2020 – CLASE N° 9

 

“La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar

incesantemente los instrumentos de producción y,

con ello todas las relaciones sociales.”

Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895)

 

 



Bienvenidas y bienvenidos a la novena clase del curso.

Hoy vamos a hablar del Manifiesto Comunista (1848). [1] Se trata, sin lugar a dudas, de una de las obras más influyentes de la literatura política y sociológica. A partir de la lectura del MC intentaremos sintetizar los puntos más importantes de la teoría marxista de la sociedad. El marxismo implicó el desafío más grande al modelo de CS elaborado por la burguesía en los dos últimos siglos y, como tal, representa la alternativa a la sociología y a las demás CS. Por eso no podemos incluirlo, como hacen muchos historiadores de las disciplinas sociales, dentro de la sociología.

El marxismo es “el afuera” de la sociología, y uno y otro se retroalimentaron mutuamente a lo largo de su historia. Por eso mismo, la comprensión del marxismo es imprescindible para el estudiante de sociología y, más en general, para todo aquel que se encuentre interesado en la teoría social. Por supuesto, carecemos del tiempo necesario para describir adecuadamente a la concepción marxista de la sociedad. En este encuentro, y en los dos siguientes, nos limitaremos a presentar los aspectos más generales de dicha concepción.

Pasemos a la clase propiamente dicha.


A modo de introducción:

La sociología ha sido llamada “la ciencia de la crisis”; esa afirmación es correcta, pues la sociología se desarrolló como disciplina científica intentando dar respuesta teórica a la crisis ocasionada por la aparición de una nueva forma de organización social: el capitalismo. Nosotros hemos seguido en este curso los comienzos del desarrollo capitalista y hemos visto, a través de obras como la Utopía de Thomas More (1478-1535), algunos de los efectos desestructurantes del capitalismo sobre las relaciones sociales tradicionales (por ejemplo, la expulsión de los campesinos de sus tierras). La desintegración de la vida campesina se acentuó en los siglos XVI al XIX, sobre todo en países como Inglaterra. A la vez, la Revolución Industrial, cuyos albores pueden situarse hacia 1760, profundizó las diferencias sociales y dio origen a un nuevo tipo de conflicto: burguesía vs. clase trabajadora. A ello hay que sumarle las luchas políticas derivadas de la aspiración de la burguesía por controlar el poder político, que se expresó en las revoluciones burguesas (la más conocida es la Revolución Francesa de 1789).

En pocas palabras, crisis derivada tanto del pasaje de las formas de organización social precapitalistas a la sociedad capitalista, como de los nuevos conflictos sociales generados por la estructura misma del capitalismo.

Sin embargo, la teoría social (las diferentes CS que fueron apareciendo entre los siglos XVIII y XIX) no procesó del mismo modo los efectos de la crisis.

La economía política, la CS que la precedió en la historia, se desarrolló en el siglo XVIII, cuando la burguesía (la clase propietaria de los medios de producción) estaba ascendiendo al poder económico y político en varias sociedades europeas (sobre todo en Inglaterra y Francia), desplazando a la nobleza feudal. La guerra de Independencia de los EE.UU. (1776-1783), la primera Revolución Industrial y la Revolución Francesa (1789-1794), fueron las expresiones más destacadas de dicho ascenso.

Los economistas mostraron un optimismo desbordante sobre la capacidad de la economía capitalista para resolver los problemas sociales. Autores como Adam Smith (1723-1790) pensaban que el desenvolvimiento de la economía de mercado resolvería el problema de la pobreza, al proporcionar empleos bien remunerados, así como también el de la escasez, pues el interés egoísta de cada individuo terminaría por aumentar la cantidad de mercancías disponibles, generando una era de abundancia. En definitiva, los economistas sostenían que era preciso acelerar el desarrollo del capitalismo para garantizar un futuro de progreso económico y social.

Las cosas se dieron de modo diferente a las expectativas de los economistas. La Revolución Industrial, desarrollada en Inglaterra entre 1760 y 1830, aproximadamente, promovió el crecimiento de la producción a niveles nunca vistos hasta entonces. Ello se tradujo en un aumento de la riqueza de los capitalistas (los dueños de las fábricas), pero también en un incremento de la miseria de los trabajadores. En este sentido, el siglo XIX estuvo marcado por las luchas de la clase obrera por el mejoramiento de sus salarios, las condiciones de vida y el reconocimiento de sus organizaciones. En ese marco nació y se expandió una nueva corriente política, el socialismo [2], cuyo objetivo era la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la instauración de una nueva forma de organización social, que debía reemplazar al capitalismo. A nosotros esto nos parece extraño, dado que en la actualidad el socialismo carece de fuerza política, pero en el siglo XIX (esto es válido también para buena parte del siglo XX) parecía probable una revolución que terminara con la dominación capitalista.

A lo que acabamos de decir hay que agregarle otro elemento, ya mencionado anteriormente. El desarrollo del capitalismo implicó la desarticulación de las relaciones sociales precapitalistas, basadas en la inserción del individuo en una  comunidad (por ejemplo, la aldea). El individualismo, tal como lo conocemos en la actualidad, no existía. Ahora bien, el desarrollo de una economía de mercado, donde toda la producción y las personas mismas asumían la condición de mercancías, significó un verdadero cataclismo social. Las personas tardaron mucho tiempo en adaptarse a una realidad donde la comunidad había perdido importancia. Todo ello se tradujo en un período de inestabilidad política, social y cultural.

La sociología surgió en el siglo XIX y fue el intento de dar respuesta tanto a los problemas ocasionados por la transición del feudalismo al capitalismo como por la lucha de la clase obrera contra la burguesía. Este es el sentido de su caracterización como “ciencia de la crisis”, mencionada más arriba. En clases posteriores examinaremos los aportes de los sociólogos. Pero la sociología no fue la única respuesta a la crisis.

El marxismo surgió como resultado de las luchas del movimiento obrero europeo en las primeras décadas del siglo XIX. [3] Esto representa una diferencia significativa con la teoría social anterior. Los filósofos siempre habían pertenecido, por su origen social, a la clase dominante, y lo mismo ocurría con los economistas. Filósofos y economistas elaboraron teorías para justificar el orden existente. Pero ninguno de ellos había desarrollado una teoría pensada desde la perspectiva de la clase trabajadora. Siempre justificaron los objetivos y las aspiraciones de la clase dominante en todas las épocas. [4]

La irrupción de la clase obrera quebró las reglas de juego de la teoría social. Los campesinos, la clase trabajadora de las sociedades precapitalistas, se hallaban dispersos en un territorio muy vasto y, por lo general, eran analfabetos; sólo excepcionalmente pudieron organizarse a nivel nacional. El trabajador asalariado, en cambio, residía en las ciudades y se incorporó rápidamente a sistemas educativos nacionales que se desarrollaron a lo largo del siglo XIX. Desde muy temprano se organizó en sindicatos (que tardaron en ser reconocidos por los Estados), que desafiaron la dominación del capital. Además, y esto es central para los propósitos de este curso, comenzaron a desarrollar su propia concepción de la sociedad capitalista. [5]

El MC es el punto de confluencia de los procesos que acabamos de esbozar. Marx y Engels (sobre todo el primero) provenían de los medios intelectuales y se habían acercado a la clase trabajadora. Esto los llevó a  romper con su ideología anterior y a comenzar a desarrollar una nueva teoría de la sociedad. Esto aparece plasmado en obras como la Ideología alemana, un extenso manuscrito redactado en 1845-1846 y publicado recién en 1932, y Miseria de la filosofía (1847).

El MC tuvo origen en la solicitud que hizo la Liga de los Comunistas a Marx y Engels, quienes militaban en esa organización constituida por obreros y artesanos alemanes exiliados en varios países europeos, para que pusieran por escrito el programa del grupo. Esto hizo que el MC fuera, a la vez, un documento político y un texto de teoría social. Los comunistas pensaban que era necesario fundamentar su crítica de la sociedad, y que el programa de un partido socialista debía estar basado en un análisis científico de la realidad. Cabe decir que el MC constituye un brillante ejemplo de combinación de estrategia política y teoría social, independientemente de la opinión que se tenga del socialismo.

Así como no podemos tratar en este curso los múltiples aspectos de la teoría marxista, tampoco estamos en condiciones de desarrollar de modo acabado la argumentación del MC. Nuestros objetivos serán más limitados. Nos concentraremos en tres cuestiones: a) la teoría del capitalismo; b) la teoría de las clases sociales (burguesía y clase trabajadora); c) la teoría de la política. Para ello propondré una lectura particular, con saltos frecuentes de un capítulo a otro de la obra.


La teoría del capitalismo:

Marx y Engels eran perfectamente conscientes del carácter novedoso de la organización social capitalista. A lo largo de la historia hubo múltiples formas de sociedad, pero ninguna tan peculiar ni tan expansiva como el capitalismo. Mientras que los imperios antiguos y el feudalismo habían sido estructuras políticas que modificaron poco y nada la manera de trabajar y las condiciones de vida de los campesinos (la mayoría de la población), el capitalismo, en el plazo de unas pocas décadas, había introducido modificaciones sin precedentes en las sociedades. La expresión “unas pocas décadas” no es un recurso retórico; el capitalismo moderno surgió con la primera Revolución Industrial, y está comenzó entre 1760 y 1770. El MC, por su parte, se publicó a principios de 1848, unos 80 años después del comienzo de esa revolución. En un plazo históricamente breve, el capitalismo modificó dramáticamente la vida de las personas.

El primer capítulo del MC describe la magnitud de los cambios sociales bajo el capitalismo. Resulta casi paradójico que hayan sido dos socialistas quienes escribieron el elogio de la capacidad de la burguesía para transformar el mundo.

“La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario.” (p. 37).

¿Qué significa esto?

“La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación a vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo de la tierra como por encanto. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?” (p. 41).

El capitalismo, a diferencia de las formas de organización social que lo precedieron, se caracteriza por una fenomenal capacidad para desarrollar las fuerzas productivas, esto es, la potencia para producir mercancías, constituida por el saber y la habilidad de los trabajadores, las herramientas y máquinas, la organización del proceso laboral, la ciencia y la tecnología. Marx y Engels señalaron que la burguesía se había apropiado la ciencia y la utilizaba para sus propios fines, modelándola a su imagen y semejanza. Nosotros, que vivimos en un mundo dominado por la tecnología (¡este curso sería imposible sin computadoras e internet!) comprendemos mejor que sus contemporáneos el significado de esa apropiación de la ciencia por el capital.

Pero, ¿cuál es el motor de las transformaciones llevadas a cabo por la burguesía? La respuesta proporcionada por Marx y Engels es sencilla. La burguesía vive de explotar la fuerza de trabajo:

“En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.” (p. 43).

El capitalista compra el uso de la fuerza de trabajo por un tiempo determinado, y se preocupa por obtener el mayor rendimiento posible de ese uso, dado que se apropia los frutos de ese trabajo gracias a la propiedad privada de los medios de producción. La riqueza generada en el proceso productivo le pertenece y dispone de ella, comandando por lo tanto la economía de la sociedad. No se trata de un mero interés egoísta del empresario (aunque el egoísmo es el motor del capitalista en tanto individuo), sino que el capitalista encarna los intereses, la lógica del capital.

“Ser capitalista significa ocupar, no sólo una posición personal en la producción, sino también una posición social. El capital es un producto colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad y, en último término, sólo por la actividad conjunto de todos los miembros de la sociedad. El capital no es, pues, una fuerza personal; es una fuerza social.” (p. 54).

La frase anterior es particularmente significativa, pues muestra que Marx y Engels concebían al capitalismo como un sistema de relaciones sociales que condicionaban la conducta de los individuos, y no como el resultado de las decisiones individuales. En otros términos, el capitalismo es un sistema específico de relaciones sociales. Esto va en contra del sentido común dominante en nuestra época, que se expresa en frases tales como “pobre es el que quiere”, como si las posiciones sociales que ocupan las personas fueran el producto del carácter individual de cada una de ellas. Marx y Engels no niegan el papel del individuo, de su determinación, de su carácter, pero nos dicen que debemos prestar atención a las condiciones sociales que permiten que prosperen o se frustren sus decisiones individuales. De este modo, Marx y Engels estaban construyendo una ciencia social.

El capitalista dirige el proceso productivo; ello lo lleva a promover el desarrollo de nuevas técnicas y herramientas para volver más eficiente el proceso. En pocas palabras, trata de ahorrar el máximo posible de materiales utilizados en la producción, abaratando así los costos. Eso le permite afrontar la competencia con otros capitalistas y, en el plano internacional, la competencia entre países y bloques regionales. Por eso la burguesía debe desarrollar constantemente las fuerzas productivas.

Los resultados de las tendencias mencionadas ya estaban a la vista en 1848 y aparecen reflejados en MC.

a)   “Una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio” (p. 36). Desde la primera Revolución Industrial (1760-1830), se han sucedido otras revoluciones industriales y grandes transformaciones tecnológicas. Ello no es producto de la casualidad ni de una mayor inventiva de los seres humanos, sino que es consecuencia de la necesidad de la burguesía de buscar mejores métodos para triunfar en la competencia con otros capitalistas y reducir el valor de la fuerza de trabajo (salarios).

b)   “La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población.” (p. 40). El capital se centraliza cada vez más, las grandes empresas absorben o controlan a las más chicas. Esto es consecuencia de que las empresas con mayor proporción de capital desarrollan métodos y técnicas más eficientes de producción, lo cual les permite triunfar en la competencia.

c)   “La gran industria ha creado el mercado mundial. (..) El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de todos los medios de transporte por tierra.” (p. 36). El mercado mundial, si bien contaba ya con una historia de varios siglos, se hallaba en pañales en 1848. Su desarrollo no dejó de profundizarse hasta la actualidad. Esto se nota, por ejemplo, en la difusión de las mismas técnicas, la misma moda, la misma música, etc., en todos los países.

d)   “Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países.” (p. 39).

Estas tendencias permiten caracterizar el capitalismo. Marx dedicó toda su vida intelectual a profundizar el estudio del modo de producción capitalista; ese trabajo quedó plasmado en El capital, cuyo Libro Primero fue publicado por primera vez en 1867. Sin embargo, la presentación de dichas tendencias en MC resulta insuperable por su claridad y poder de síntesis.

En nuestra próxima clase continuaremos la lectura del MC. Muchas gracias por la atención.

 

Villa del Parque, sábado 29 de agosto de 2020


ABREVIATURAS:

CS = Ciencia social (o ciencias sociales) / MC = Manifiesto Comunista /


NOTAS:

[1] Todas las citas textuales utilizadas en la clase están tomadas de la siguiente edición: Marx, K. y Engels, F. (1986). Manifiesto del partido comunista. Buenos Aires, Argentina: Anteo.

[2] Bajo esta denominación agrupo todas las corrientes político-ideológicas que en los siglos XIX y XX plantearon el reemplazo del capitalismo por una nueva forma de organización social, basada en la propiedad colectiva de los medios de producción. Esto incluye a socialistas, anarquistas, comunistas, trotskistas, etc. No corresponde formular aquí la distinción entre estas corrientes, entre otras cosas porque ello implicaría sumergirse en la historia del movimiento obrero del período mencionado y ello excede los límites de este curso.

[3] Para un resumen de los orígenes del marxismo, centrado en la trayectoria intelectual de Marx, consultar: Mayo, A. (2005). La epistemología del conocimiento: Introducción a los modelos epistemológicos de las ciencias sociales. Buenos Aires, Argentina: Jorge Baudino (Capítulo 4).

[4] Aquí podría objetarse que en el siglo XVIII los filósofos de la Ilustración combatieron el absolutismo monárquico. Ahora bien, dicho de modo esquemático, esa lucha fue parte del ascenso de la burguesía al poder político; la clase burguesa, sin embargo, contaba con el poder económico que derivaba de la propiedad privada de los medios de producción; por tanto, su situación era muy diferente a la de la clase trabajadora del siglo XIX.

[5] En este sentido, las primeras décadas del siglo XIX constituyeron un verdadero caldo de cultivo de corrientes ideológicas que alcanzarían gran difusión. El impacto de las transformaciones generadas por el capitalismo, la velocidad y la extensión geográfica de los cambios, hicieron que tanto los intelectuales como los militantes obreros discutieran entre sí el capitalismo y las perspectivas de su transformación. Eso aparece reflejado en el capítulo III del MC (“Literatura socialista y comunista”).

jueves, 27 de agosto de 2020

SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN CURSO 2020 – CLASE N° 8


 

Bienvenidas y bienvenidos a la octava clase del curso.

Hoy corresponde concluir nuestro breve recorrido por la obra del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984). Al momento de comenzar dicha travesía, señalé que el objetivo era estudiar algunos de los mecanismos utilizados por el modelo reproductivista en educación. Dicho de otro modo, la lectura de algunos trabajos del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) nos permitió esbozar los rasgos generales de dicho modelo. Con Foucault avanzamos en el análisis de los mecanismos concretos utilizados para realizar esa reproducción, con el agregado de que la obra examinada, Vigilar y castigar (1977) [1] presenta el desarrollo histórico de dichos métodos.

Antes de pasar a la clase propiamente dicha quiero anunciar que enviaré por correo electrónico las pautas para realizar el primer trabajo práctico de la cursada. Se tratará de un control de lectura.

Paso a la clase.


Luego de describir el origen del PD, Foucault se dedica a examinar la transformación de los objetivos de las disciplinas, que pasan a cumplir nuevas funciones en el marco del desarrollo del capitalismo. En otras palabras, concentra su atención en los procesos sociales que se encuentran detrás de la aparición de las disciplinas.

A continuación paso a enumerar y a comentar esos procesos, basándome en su presentación (y en la terminología adoptada) por Foucault:

1)   Inversión funcional de las disciplinas:

Las disciplinas tenían inicialmente una función represiva. El ejército, el hospital, los mecanismos para hacer frente a la peste, etc., pretendían evitar los problemas derivados de la concentración de muchas personas en el mismo espacio. La multitud era vista como una amenaza por el poder político, de ahí la necesidad de contenerla y de mellar su potencialidad para la rebelión. Sin embargo, el desarrollo del sistema fabril, cuya expresión más patente era la reunión de muchos trabajadores en el ámbito de la fábrica, presentó nuevas exigencias a las disciplinas. En palabras de Foucault, “se les pide [a las disciplinas] desde ahora, ya que se han vuelto capaces de ello, el desempeño de un papel positivo, haciendo que aumente la utilidad posible de los individuos” [2].

En el caso de la producción, del taller, la inversión se presente del siguiente modo:

“La disciplina de taller, sin dejar de ser una manera de hacer respetar los reglamentos y las autoridades, de impedir los robos o la disipación, tiende a que aumenten las aptitudes, las velocidades, los rendimientos, y por ende las ganancias; moraliza siempre las conductas, pero cada vez más finaliza los comportamientos, y hace que entren los cuerpos en una maquinaria y las fuerzas en una economía.” [3]

En la nueva economía, basada en la explotación de la fuerza de trabajo y no en la apropiación por los nobles del excedente producido por los campesinos, era imprescindible potenciar el trabajo. Ello requería disciplinar los trabajadores, acostumbrarlos al ritmo de la fábrica. Hay que recordar que el personal de los establecimientos fabriles provenía de los campesinos que fluían de manera incesante hacia las ciudades, y que esos campesinos tenían hábitos de trabajo muy diferentes a los requeridos por la organización industrial. Por ejemplo, el trabajo agrícola, tal como se practicaba en el siglo XVIII, estaba regido por el ciclo de las estaciones y se concentraba, por ende, en determinados períodos (el momento de la siembra, el momento de la cosecha, etc.). En la fábrica, en cambio, el trabajo era incesante y requería de una concentración continua por parte del trabajador. De ahí la necesidad de “disciplinarlo” a esas nuevas circunstancias.

Las nuevas exigencias provocaron una transformación de las funciones de la escuela. Foucault alude específicamente a las diferencias entre los fines confesados de las escuelas en el siglo XVII y los planteos del siglo XVIII. Cita al político y diplomático francés Talleyrand (1754-1838), quien sostuvo en plena Revolución Francesa (1791) que la escuela primaria debía prepara al niño “para cualquier trabajo mecánico en el futuro” [4].

Las disciplinas funcionan cada vez más como unas técnicas que fabrican individuos útiles. De ahí el hecho de que se liberen de su posición marginal en los confines de la sociedad, y que se separen de las formas de la exclusión y de la expiación, del encierro o del retiro. De ahí el hecho de que desenlacen lentamente su parentesco con las regularidades y las clausuras religiosas. De ahí también que tiendan a implantarse en los sectores más importantes, más centrales, más productivos de la sociedad; que vengan a conectarse sobre algunas de las grandes funciones esenciales: la producción manufacturera, la transmisión de conocimientos, la difusión de actitudes y de tacto, el aparato de guerra.” [5]

La transformación de las funciones de la escuela corre en paralelo con la transformación de la producción, con la aparición del sistema fabril. Este proceso supuso la unión de las disciplinas y la flamante institución escolar. Desde el principio, el objetivo primordial de la escuela moderna fue la producción de individuos útiles para el capital, de individuos capaces de adaptarse a las necesidades de la producción capitalista.

2)   La enjambrazón de los procedimientos disciplinarios:

En el siglo XVIII se observa una multiplicación de las instituciones disciplinarias. Pero, a la vez, ese proceso va acompañado por una extensión de las mismas a toda la sociedad. En vez de ser instituciones compactas, cerradas sobre sí misma, se convierten en formas que se flexibilizan y se extienden por todos los espacios sociales. [6] El proceso se comprende mejor si se presta atención a los cambios en la institución escolar:

“Así la escuela cristiana no debe simplemente formar niños dóciles; debe también permitir vigilar a los padres, informarse de su modo de vida, de sus recursos, de su piedad, de sus costumbres. La escuela tiende a formar minúsculos observatorios sociales para penetrar hasta los adultos y ejercer sobre ellos un control regular” [7].  

Los mecanismos de disciplina no sólo se perfeccionan y multiplican; también incrementan su área de influencia, hasta abarcar el conjunto de la población de un país. Es verdad que el Estado, en el sentido moderno del término, existía desde el siglo XVI (Francia, España, Inglaterra), pero su capacidad de control sobre el territorio seguía siendo reducida. La expansión del PD y el desarrollo del capitalismo (procesos ambos que, como hemos visto, se encuentran estrechamente relacionados) permitieron que, por primera vez en la historia, el Estado pasara a dominar efectivamente todo el ámbito de su territorio. La expansión de las instituciones disciplinarias, entre las que ocupó un lugar notorio la escuela, generó una estructura de enjambre que envolvió a toda la sociedad y permitió disponer de información sobre todos los habitantes del país. Esto era algo impensable en los siglos anteriores.

3)   La nacionalización de los mecanismos de disciplina:

En línea con lo expuesto en el punto anterior, la institución que lleva adelante esa nueva forma de poder estatal, esa capacidad de control sobre el territorio y la población que reside en él, es la policía. No se trata de que no existan otras instituciones estatales que abarquen todo el espacio del país y que ejerzan funciones semejantes de control; pero fue la policía la primera en desarrollarse, en buena medida porque las condiciones sociales de los siglos XVIII y XIX pusieron en primer lugar las tareas represivas (revoluciones, insurrecciones, conspiraciones, organizaciones obreras, huelgas, etc.).

La policía combinó a la vez el fortalecimiento del poder estatal con la adopción y perfeccionamiento de los mecanismos disciplinarios:

“Si bien la policía como institución ha sido realmente organizada bajo la forma de un aparato del Estado, y si ha sido realmente incorporada de manera directa al centro de la soberanía política, el tipo de poder que ejerce, los mecanismos que pone en juego y los elementos a los que se aplica son específicos. Es un aparato que debe ser coextensivo al cuerpo social entero y no sólo por los límites extremos que alcanza, sino por la minucia de los detalles de que se ocupa.” [8]

La policía está obligada a vigilar a todos los habitantes. Al hacerlo, produce el material (los datos) necesarios para clasificarlos y, por ende, para realizar un estudio científico de los mismos. El desarrollo de los mecanismos de control va de la mano con el desarrollo de las ciencias sociales. En este sentido, la policía se adelantó a la escuela, otra fuente notable de conocimiento sobre los seres humanos.

Foucault señala que la policía del siglo XVIII une a su función de instrumento de dominación estatal, la función disciplinaria:

“Función compleja, ya que une el poder absoluto del monarca a las más pequeñas instancias de poder diseminadas en la sociedad; ya que, entre estas diferentes instituciones cerradas de disciplina (talleres, ejércitos, escuelas), extiende una red intermedia, que actúa allí donde aquéllas no pueden intervenir, disciplinando los espacios no disciplinarios; pero que cubre, une entre ellos, garantiza con su fuerza armada: disciplina intersticial y metadisciplina.” [9]

Desarrollo del capitalismo, fortalecimiento del poder estatal, expansión y perfeccionamiento de las técnicas disciplinarias: todos estos procesos se dan en paralelo y se retroalimentan unos a otros. El resultado, una nueva forma de sociedad y de Estado:

“La organización del aparato policíaco del siglo XVIII sanciona una generalización de las disciplinas que alcanza las dimensiones del Estado.” [10]

En este punto, Foucault enfatiza que las disciplinas no fueron absorbidas completamente por el Estado, sino que son una manera de ejercer el poder, ya sea estatal, comunitario, etc. Por eso las define como una  tecnología del poder.

Foucault resume toda su argumentación afirmando que el pasaje de las disciplinas cerradas al panoptismo implica la “formación de una sociedad disciplinaria” [11]. Mientras que en las sociedades precapitalistas el espectáculo jugaba un papel fundamental, el poder se manifestaba a través de monumentos, de edificios y de festividades públicas, por medio de las cuales el pueblo apreciaba el poder de los gobernantes y la clase dominante, en el capitalismo (la nueva forma de organización que comenzaba a expandirse en el siglo XVIII) las cosas funcionaban de modo diferente: un pequeño número de personas tenía que vigilar, estudiar, controlar y obtener mayor rendimiento de multitudes de individuos. [12] La nueva sociedad ya no es la del espectáculo, es la sociedad de la vigilancia.

Luego de haber establecido el origen y las características de la SD, Foucault establece la relación entre la misma y los procesos económicos, sociales y políticos que se estaban desarrollando en la época. Dado que ya los hemos mencionado (sobre todo, el capitalismo, que comenzaba su expansión), no es necesario extendernos aquí. En todo caso, el estudiante puede leer el texto, donde se desarrollan estas cuestiones. No obstante, conviene transcribir un párrafo que permite una comprensión acabada del proceso de surgimiento de la SD:

“De una manera global puede decirse que las disciplinas son unas técnicas para garantizar la ordenación de las multiplicidades humanas. (…) no hay nada en esto de excepcional (…) a todo sistema de poder se le plantea el mismo problema. Pero lo propio de las disciplinas es que intentan definir respecto de las multiplicidades una táctica de poder que responde a tres criterios: hacer el ejercicio del poder lo menos costoso posible (…), hacer que los efectos de este poder social alcancen su máximo de intensidad y se extiendan lo más lejos posible, sin fracaso ni laguna; ligar en fin este crecimiento económico del poder y del rendimiento de los aparatos en el interior de los cuales se ejerce (…), en suma aumentar a la vez la docilidad y la utilidad de todos los elementos del sistema.” [13]

Las disciplinas resolvieron los problemas del manejo de multitudes en los comienzos de la producción capitalista. Así, el cuartel, el hospital, el taller y la fábrica, permitieron reunir gran número de personas en un mismo sitio y disciplinarlos reduciendo el costo de ese disciplinamiento. En pocas palabras,

“La disciplina es el procedimiento técnico unitario por el cual la fuerza del cuerpo está con el menor gasto reducida como fuerza política, y maximizada como fuerza útil.” [14]

Con esto damos por concluida nuestra revisión de ciertos aspectos de la obra de Foucault. En la próxima clase comenzaremos con el examen de la sociología de la educación de Pierre Bourdieu (1930-2002).

Como siempre, les agradezco su atención.

 

 

Villa del Parque, jueves 27 de agosto de 2020


ABREVIATURAS:

 PD = Poder disciplinario / SD = Sociedad disciplinaria / VyC = Vigilar y Castigar / RS = Relaciones sociales


NOTAS:

[1] Foucault, M. (2006). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina. La traducción española es de Aurelio Garzón del Camino. La obra, cuya edición original data de 1975 (París, Gallimard), consta de cuatro libros: Suplicio, Castigo, Disciplina, Prisión. El segundo libro está constituido por tres secciones: I) Los cuerpos dóciles; II) Los medios del buen encauzamiento; III) El panoptismo.

[2] Foucault, M., op. cit., p. 213. Aclaro que cito en base a la paginación original de la obra, que consta en rojo (entre corchetes) en la versión en PDF del texto.

[3] Foucault, M., op. cit., p. 213.

[4] Informe de Talleyrand a la Asamblea Constituyente. Citado por Foucault, M., op. cit., p. 214.

[5] Foucault, M., op. cit., p. 214. El resaltado es mío (AM).

[6] “Las disciplinas masivas y compactas se descomponen en procedimientos flexibles de control, que se pueden transferir y controlar.” (Foucault, M., op. cit., p. 214).

[7] Foucault, M., op. cit., p. 214. “De la misma manera el hospital está concebido como punto de apoyo para la vigilancia médica de la población externa” (p. 215).

[8] Foucault, M., op. cit., p. 216. La policía “es lo infinitamente pequeño del poder político. Y para ejercerse, este poder debe apropiarse de instrumentos de una vigilancia permanente, exhaustiva, omnipresente, capaz de hacerlo todo visible, pero a condición de volverse ella misma invisible.” (p. 216). No nos interesa aquí discutir la concepción foucaultiana del poder; lo importante en este momento es prestar atención a la relación existente entre una nueva forma de organización económica y social (el capitalismo), que considera a las personas como fuente de valor económico, y la extensión y desarrollo de mecanismos disciplinarios.

[9] Foucault, M., op. cit., p. 218.

[10] Foucault, M., op. cit., p. 218.

[11] Foucault, M., op. cit., p. 219. La expansión y perfeccionamiento de los mecanismos disciplinarios conlleva la posibilidad efectiva de ejercer el poder en todos los rincones (aun los más recónditos) de la sociedad.

[12] “En una sociedad donde los elementos principales no son ya la comunidad y la vida pública, sino los individuos privados de una parte, y el Estado de la otra, las relaciones no pueden regularse sino de una forma exactamente inversa del espectáculo” (Foucault, M., op. cit., p. 219).

[13] Foucault, M., op. cit., p. 221.

[14] Foucault, M., op. cit., p. 224. Más claro: “El crecimiento de una economía capitalista ha exigido la modalidad específica del poder disciplinario” (p. 221).