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miércoles, 12 de agosto de 2020

CIENCIA POLÍTICA CURSO 2020 – CLASE N° 2

Un albañil quería…Pero la piedra cobra

su torva densidad brutal en un momento.

Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra

fueron precipitados él y el viento.

Miguel Hernández (1910-1942), poeta español.

 

Bienvenidas y bienvenidas a la segunda clase del curso.

Hoy tenemos un texto introductorio [1], que hace las veces de repaso de algunas as nociones básicas de sociología . Dado que ese texto viene acompañado de una guía de lectura (que subiré al aula virtual), no voy a llevar adelante un análisis pormenorizado del mismo. Por razones de tiempo, prefiero concentrarme en aquellos aspectos que resultan importantes para una mejor comprensión de nuestra materia. En especial, vamos a concentrar la atención en la conexión entre el proceso de trabajo y las diversas formas de pensar la desigualdad entre los SH.

Pasemos ahora a la clase propiamente dicha.


Existen muchas formas de comenzar el estudio de la sociedad (y, por supuesto, de definir la noción misma de sociedad). Una de ellas resulta especialmente significativa para los propósitos de este curso, dado que proporciona una pista crucial para comprender cómo se encuentra distribuido el poder. Se trata de aquella que pone el énfasis en el proceso de trabajo (o proceso de producción – utilizo ambos términos como sinónimos -). [2]

Para que haya sociedad es preciso que existan personas. Para poder existir, las personas necesitan satisfacer sus necesidades: comer, beber, vestirse, tener una vivienda, reproducirse. Para satisfacer sus necesidades las personas deben transformar la naturaleza; en otras palabras, tienen que realizar alguna forma de proceso de trabajo.

Karl Marx (1818-1883) formuló la definición clásica del proceso de trabajo:

“El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el ser humano y la naturaleza, un proceso en que, el ser humano media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El ser humano se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de fuerzas de la misma.” [3]

Veremos mejor lo anterior mediante un ejemplo sencillo. Si me apetece comer una manzana y no vivo en una ciudad con supermercados, verdulerías, etc., tengo que ir hasta el manzano y subir a él para tomar mi manzana. Al hacerlo efectúo varias acciones: localizar el manzano, subirme a él, agarrar la manzana (constando que esté madura), bajar del árbol. A estas acciones hay que agregarle otras acciones pasadas: las realizadas por los SH que aprendieron a distinguir los manzanos de otros árboles y a conocer las manzanas comestibles de aquellas que no lo son; también las acciones por las que esos SH transmitieron ese conocimiento a las nuevas generaciones (enseñanza). Este conjunto de acciones conforma el proceso de trabajo.

A esta altura podemos afirmar que el proceso de producción  es el núcleo de la sociedad, pues sin él sería imposible toda vida social. Ahora bien, este proceso está conformado por interacciones entre individuos, a las que denominaremos relaciones sociales.

Observemos con más atención el proceso de trabajo. Ya dijimos que éste implica la relación entre los SH y la naturaleza. Pero la cosa no se agota allí, pues también constatamos que supone relaciones entre personas (RS). Ahora bien, estas RS no tienen todas la misma importancia. Algunas son más importantes que otras, pues moldean el carácter que asume el proceso.

Para llevarse a cabo, la producción requiere de materias primas, herramientas y trabajadores. En este punto vuelvo a citar a Marx para describir los componentes del proceso de producción:

“Los elementos simples del proceso laboral son la actividad orientada a un fin – o sea el trabajo mismo -, su objeto y sus medios. La tierra (la cual, económicamente hablando, incluye también el agua), en el estado originario en que proporciona al ser humano víveres, medios de subsistencia ya listos para el consumo, existe sin intervención de aquél como el objeto general del trabajo humano. Todas las cosas que el trabajo se limita a desligar de su conexión directa con la tierra son objetos de trabajo preexistentes en la naturaleza. Así, por ejemplo, el pez que se captura separándolo de su elemento vital, del agua; la madera derribada en la selva virgen; el material arrancado del filón. En cambio, si el objeto de trabajo, por así decirlo, ya ha pasado por el filtro de un trabajo anterior, lo denominamos materia prima. (…) Toda materia prima es objeto de trabajo, pero no todo objeto de trabajo es materia prima. El objeto de trabajo sólo es materia prima cuando ya ha experimentado una modificación mediada por el trabajo. El medio de trabajo es una cosa o conjunto de cosas que el trabajador interpone entre él y el objeto de trabajo y que le sirve como vehículo de su acción sobre dicho objeto.” [4]

Quien controla las materias primas y las herramientas (o instrumentos de producción) controla el proceso de producción, pues decide qué producir, cómo producirlo, en qué cantidad y para quién. Llamaremos relaciones de propiedad a este tipo de RS.

El conocimiento de las relaciones de propiedad es fundamental para conocer la distribución del poder en una sociedad determinada.

Veamos esta última afirmación con más atención.

Hay sociedades que organizaron el proceso de trabajo en base a la propiedad colectiva de los medios de producción (agrupa bajo esta denominación a la tierra, las materias primas, las herramientas), como es el caso de las diversas comunidades campesinas a lo largo de la historia. Como es de suponerse, en ellas el poder estaba distribuido de manera más o menos igualitaria, pues todos tenían acceso a los medios con los que producir lo necesario para satisfacer sus necesidades.

Otras sociedades organizaron su proceso de trabajo en torno a la propiedad privada de los medios de producción. Esto significa que algunas personas tienen la propiedad de la tierra y las fábricas, mientras que el resto de las personas se encuentra privado de esa propiedad. Los propietarios controlan y dirigen el proceso de producción, por ende, tienen el poder sobre los no propietarios.

Ya hemos avanzamos bastante. Tenemos una pista firme acerca de por dónde comenzar el estudio de la sociedad: las RS de producción; en especial, las RS de propiedad. También sabemos que algunas de las diferencias (o desigualdades) sociales pueden explicarse por las RS de propiedad. En base a ellas podemos establecer una primera distinción: la existente entre propietarios y no-propietarios de los medios de producción. Aquí podemos introducir un nuevo concepto, el de clases sociales, a las que vamos a definir a partir de sus relaciones con la propiedad de los medios de producción.

Pasemos en limpio la última afirmación. Las clases sociales son grupos de personas que ocupan posiciones similares en el proceso de producción; más concretamente, se trata de individuos que tienen las mismas relaciones con los medios de producción (por ejemplo, son propietarios de esos medios). Dichas semejanzas se traducen en condiciones y hábitos comunes, diferentes de los de las otras clases sociales.

Ahora bien, la experiencia histórica muestra que las relaciones entre las clases sociales distan mucho de ser apacibles. Si bien hay períodos de relativa estabilidad, la regla es la lucha por conservar y acceder a la propiedad de los medios de producción. [5]

Ya estamos en condiciones de plantear la cuestión del Estado. En su lucha por el control de los medios de producción, las clases y grupos sociales se disputan el Estado.

¿Qué es y por qué es tan importante el Estado?

Aquí solo podemos hacer una presentación muy esquemática, que irá ganando contenido a lo largo de la cursada. En primer lugar, hay Estado toda vez que una clase o grupo social ejerce la dominación sobre otra clase social. Por ende, tiene por característica primordial ser un instrumento de dominación. Habitualmente se identifica la dominación con la violencia física; no obstante, la dominación se ejerce de múltiples maneras y la violencia física es el último recurso. El Estado, en tanto órgano de dominación, administra y aplica una gran variedad de recursos para asegurar la posición dominante de una clase en la sociedad. En un sentido amplio, podemos afirmar que este curso es un largo recorrido por el arsenal de herramientas de dominación de que dispone el Estado.

La afirmación anterior contradice una idea habitual, que puede sintetizarse con la afirmación el Estado “somos todos”. En otras palabras, según esta noción el Estado representa los intereses de todos los integrantes de la sociedad. Como puede notarse, se trata de una idea que contradice lo expuesto anteriormente respecto al papel del Estado en el mantenimiento de la dominación de un grupo social sobre los demás. Por el momento vamos a limitarnos a dejar establecida la distinción entre ambas posiciones; luego, con el transcurso de las clases, examinaremos cómo se presentaron a lo largo de la historia y cuál fue su función en diferentes sociedades.

Retomemos la cuestión del proceso de trabajo. En la lectura de hoy se afirma que existen dos grandes formas de proceso de trabajo: el de las sociedades precapitalista y el capitalista. No es necesario repetir lo expuesto en el texto; remito a éste para la descripción de las peculiaridades de la producción en ambas formas de organización social. Ahora es preciso poner en relación el proceso de trabajo con la forma que asume la dominación.

En las sociedades precapitalistas la clase dominante (la nobleza) se apropiaba el excedente producido por los campesinos por medio de mecanismos basados en la coerción extraeconómica. Dicho más claro, la clase dominante utilizaba la violencia física (o la amenaza de recurrir a ella) para obligar a los campesinos a entregarles parte de su producción. Esto se daba en un contexto de bajo desarrollo relativo de las fuerzas productivas, en el que los campesinos vivían al límite de la miseria y en el que cualquier eventualidad de la naturaleza (sequía, inundaciones, plagas de la cosecha) sumía en el hambre a la población campesina. La extracción de excedente era un hecho violento en sí mismo, aunque no se ejerciera directamente la violencia física.

No hace falta reflexionar demasiado para comprender que, en esas condiciones, la apropiación del excedente requería del reconocimiento de la supuesta desigualdad “natural” entre señores feudales y campesinos. [6] Si el campesino era considerado “igual” al noble, ¿cómo hubiera sido posible la apropiación del excedente del primero por el segundo? En el feudalismo, por ejemplo, era imposible la democracia, pues los campesinos habrían votado en contra de la mencionada apropiación. Ni hablar de una sociedad esclavista, donde una parte del trabajo era realizado por esclavos, es decir, por personas a quienes se les negaba la misma condición de personas y se las consideraba “cosas”.

Como veremos en las próximas clases, la regla en las sociedades precapitalistas es el reconocimiento de la desigualdad entre los SH. La esclavitud, el feudalismo, presuponen que los SH son desiguales.

Un régimen social basado en la sustracción por la violencia del excedente campesino requería una ideología centrada en la noción de desigualdad.

La comprensión de la afirmación anterior es fundamental para entender la especificidad de la sociedad capitalista. En el marco de las RS capitalistas los trabajadores son libres en términos jurídicos, es decir, no son ni esclavos ni siervos. En el capitalismo la clase dominante (la burguesía) se apropia la plusvalía manteniendo condiciones de igualdad jurídica. En Roma era imposible (e impensable) que un esclavo iniciara un juicio contra su amo; en nuestra sociedad, el trabajador puede demandar a su empleador por incumplimiento de contrato.

En el capitalismo la desigualdad económica se apoya en la igualdad jurídica.

La afirmación precedente parece paradójica. ¿Cómo es posible que la desigualdad requiera de la igualdad? En este momento no estamos en condiciones de adentrarnos en la respuesta a esa pregunta. Pero sí podemos complicar todavía más las cosas e indicar que no se trata sólo de igualdad jurídica: en el capitalismo los trabajadores son ciudadanos. Esto significa que tienen los mismos derechos políticos que los empresarios. En la mayoría de las sociedades capitalistas la forma de gobierno es la democracia, que consiste en que los ciudadanos eligen de modo directo o indirecto a los gobernantes. Ahora bien, tengamos presente que en toda sociedad los trabajadores constituyen la mayoría de la población, en tanto que la clase dominante siempre está conformada por una minoría.

Llegamos así a uno de los problemas fundamentales de la teoría social [7], cuya formulación clásica fue realizada por el filósofo inglés David Hume (1711-1776):

“Nada más sorprendente para quienes consideran con mirada filosófica los asuntos humanos que la facilidad con que los muchos son gobernados por los pocos, y la implícita sumisión con que los hombres resignan sus sentimientos y pasiones ante los de sus gobernantes. Si nos preguntamos por qué medios se produce este milagro, hallaremos que, pues la fuerza está siempre del lado de los gobernados, quienes gobiernan no pueden apoyarse sino en la opinión, la cual es, por tanto, el único fundamento del gobierno, y esta máxima alcanza lo mismo a los gobiernos más despóticos y militares que a los más populares y libres. El sultán de Egipto o el emperador de Roma pueden manejar a sus inermes súbditos como a simples brutos, a contrapelo de sus sentimientos e inclinaciones, pero tendrán, al menos, que contar con la adhesión de sus mamelucos o de sus cohortes pretorianas.” (p. 21; el resaltado es mío). [8]

Expresado de modo esquemático [9], se trata de explicar por qué las mayorías obedecen a las minorías. Hume ve con claridad que la dominación no puede basarse exclusivamente en la violencia física, pues ésta puede ser contrarrestada por una fuerza mayor o, dicho en términos políticos, por la rebelión de las clases dominadas.  El ejercicio de la dominación requiere de la “opinión” o, en términos modernos, de la ideología. La clase dominante necesita producir y difundir ideas favorables a su dominación. En las sociedades precapitalistas estas ideas tienen por eje la noción de desigualdad. En el capitalismo, por el contrario, la burguesía necesita difundir la idea de igualdad para “esconder” la desigualdad económica.

Por el momento hemos avanzado bastante. Ahora se trata de ir verificando los logros obtenidos hasta aquí, al confrontarlos con los clásicos de la filosofía política. Para ello vamos a iniciar el análisis de algunos textos de la filosofía política griega, para entender en qué consistía la noción de desigualdad entre los SH. También discutiremos en qué consistía la noción de democracia en Grecia antigua.

Para la próxima clase tienen que traer leído el Protágoras y República de Platón (las selecciones que se encuentran indicadas en el programa de la materia).

Les agradezco enormemente su paciencia.

 

Villa del Parque, miércoles 12 de agosto de 2020


ABREVIATURAS:

RS = Relaciones sociales / SH = Seres humanos


NOTAS:

[1] Mayo, A. (2005). La Ideología del conocimiento. Buenos Aires, Argentina: Jorge Baudino. Cap. 1.

2] La exposición clásica del proceso de producción se encuentra en: Marx, K. (1996). El capital: crítica de la economía política. México: Siglo XXI. (Capítulo V, Proceso de trabajo y proceso de valorización).

[3] Marx, op. cit., pp. 215-216.

[4] Marx, op. cit., pp. 216-217.

[5] La formulación clásica de la concepción de la historia como lucha de clases se encuentra en el comiendo del Manifiesto comunista (1848): “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.” (Marx, K. y Engels, F., Manifiesto del partido comunista, Buenos Aires, Anteo, 1986, pp. 34-35).

[6] El feudalismo es una forma de organización social precapitalista basada en la apropiación del excedente campesino a manos de la nobleza feudal. Con todo lo esquemática que resulta esta exposición, quiero hacer notar que se trata de una de las formas que asume la mencionada apropiación de excedente; dicho de otro modo, el feudalismo no agota todas las formas de organización social precapitalistas.

[7] Prefiero hablar de teoría social y no de ciencia política o sociología, aunque aclaro que utilizo estos términos como sinónimos para evitar confusiones innecesarias. La teoría social remite a una concepción que considera a la sociedad como una totalidad, mientras que el término ciencia política (vale lo mismo para la noción de sociología), en su uso habitual, se refiere a otra forma de pensar la sociedad, en la que ésta es vista como una serie de habitaciones separadas (lo económico, lo político, etc.), cada una de las cuales debe ser estudiada por una ciencia social específica. Este último es el modelo de las ciencias sociales, sobre el que se modeló la estructura de carreras del sistema universitario.

[8] Hume, David. (1994). Ensayos políticos. Madrid: Tecnos. Traducción española de César Armando Gómez. El ensayo citado en el texto se encuentra en las pp. 21-25.

[9] En este curso recurro constantemente a presentaciones esquemáticas de hechos que son infinitamente complejos. El estudiante debe tener siempre presente esto, así como también que los esquemas son útiles para comenzar a estudiar un tema. Ahora bien, uno se da cuenta de que aprendió algo cuando comienza a hacer pelota a los esquemas y comprende la complejidad de lo social. 

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