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domingo, 2 de julio de 2023

EL REY ESTÁ DESNUDO: TUCÍDIDES, EL DEBATE DE MELOS Y LA FUERZA COMO ARQUITECTA DEL SISTEMA INTERNACIONAL

 

Goya, "Los desastres de la guerra"


Ariel Mayo (UNSAM / ISP Joaquín V. González)

 

“Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras,

sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno.”

Thomas Hobbes, Leviatán

 

El estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania-OTAN en 2022 es parte del aumento de las tensiones internacionales iniciado con el deterioro de la hegemonía política y económica de EE. UU, consecuencia, entre otras cosas, del ascenso de China al rango de superpotencia.

¿Cómo abordar la nueva situación internacional, cuya expresión más terrible es la guerra?

En este breve artículo no nos proponemos analizar ni las causas del conflicto ni los rasgos que va asumiendo el cambiante escenario internacional. En cambio, abordaremos otra cuestión, que reaparece una y otra vez cuando se produce una crisis del sistema internacional. Se trata del problema de las justificaciones de las acciones de los Estados o, dicho de otro modo, el tema de los motivos que determinan esas acciones.

Los voceros de varios de los Estados en pugna (me refiero a EE. UU. y varios miembros de la OTAN) ponen el acento en el enfoque ideológico: en Ucrania se enfrentan la libertad y la democracia versus el autoritarismo y la dictadura. Según este enfoque, los que combaten y mueren en las trincheras no son personas de carne y hueso, sino los principios.

¿Qué pueden decir las ciencias sociales al respecto?

El problema de las relaciones entre los Estados es tan antiguo como la existencia misma de los Estados. Por ello no es de extrañar que la filosofía política se ocupara de él. Ya desde muy temprano se enunciaron una serie de principios sólidos que permiten ir más allá de las justificaciones ideológicas o meramente económicas. Lo curioso (no tan curioso) del caso es que esos logros se abandonan una y otra vez cuando la propaganda tiene que convencer a las personas de ir a la guerra. Así, la religión, la libertad, la civilización, la democracia y otras grandes palabras son invocadas para justificar las guerras, sepultando los avances de la ciencia de la sociedad.

La historia se repita una y otra vez. Los argumentos se perfeccionan de una época a otra, así como también los procedimientos técnicos para asesinar cada vez con mayor eficacia. De ahí la importancia de retomar una línea de análisis que pone al desnudo los motivos reales de las guerras. Si no podemos evitar las guerras, al menos estamos en condiciones de develar sus motivos y quitar la máscara del patriotismo (entre otras máscaras) a las clases dominantes que luchan por intereses materiales. Esto parece más productivo que condenar la inmoralidad e inhumanidad de la guerra


Tucídides (c. 460-c. 396 a. C.) fue un historiador griego, que vivió unos dos mil cuatrocientos años antes que Putin, Zelensky, Biden y compañía. Fue partícipe e historiador de la guerra del Peloponeso (431-404 a. C.)[1], un conflicto que enfrentó a las polis de toda Grecia, encolumnadas detrás de Atenas o de Esparta. La guerra fue devastadora y estuvo, como no podía ser de otra manera, plagada de atrocidades. En especial, una de ellas captó la atención de Tucídides: el sitio de la isla de Melos por Atenas en 416 a. C., que terminó con la ejecución de todos los hombres y la esclavización de las mujeres y los niños[2]. La escueta referencia no deja de producir escalofríos, que se intensifican si se tiene en cuenta la disparidad de medios bélicos entre Atenas y Melos. La primera, una de las dos grandes potencias del mundo griego, con la marina más poderosa de la Hélade; la segunda, una pequeña comunidad que podía oponer a los atenienses apenas unos cientos de combatientes. La suerte de Melos estaba echada desde el momento mismo en que fue atacada por una flota ateniense, con el argumento de que los melios se habían aliado a Esparta.

Tucídides dedica poco espacio a los pormenores de la lucha, pues no cabía ninguna duda del resultado. De hecho, resulta asombroso su interés en un episodio relativamente menor, que no ejerció mayor influencia en el desarrollo militar de la contienda. Pero Tucídides se concentra en los argumentos de una y otra parte, y escribe un texto clásico dentro de una obra clásica: el Diálogo de los melios. No cabe duda de que el ateniense Tucídides se sintió conmovido por la suerte de los melios. Y ello le hizo escribir un lúcido análisis de las causas que determinan las acciones de los Estados en el escenario internacional, el que puede ser visto como la primera exposición de la corriente realista en relaciones internacionales.


Masacre de My Lai, Vietnam del Sur (1968)

Tucídides expone un debate (probablemente imaginario) entre atenienses y melios, previo al estallido de las hostilidades, cuando la flota de Atenas ya había desembarcado tropas en la isla. Esto último da cuenta de que no se trataba de una negociación llevada adelante en condiciones de serenidad; todo lo contrario: los melios se hallaban entre la espada y la pared.

Los melios iniciaron el debate procurando situarlo en el ámbito del derecho, algo razonable si se tiene en cuenta la mencionada disparidad de fuerzas militares con los atenienses. Los atenienses, en cambio, pusieron inmediatamente los límites de lo que se iba a debatir:

“si habéis venido a este coloquio para formular suposiciones sobre el futuro o para cualquier otra cosa que no sea deliberar acerca de la salvación de vuestra ciudad, partiendo de la situación presente y de la realidad que está ante vuestros ojos, ya podemos levantar la sesión” (V, 87)

La enseñanza es clara: quien tiene la fuerza, pone las condiciones y los términos de las negociaciones diplomáticas. Sólo en una situación de paridad (relativa) de fuerzas las partes aceptan negociar en condiciones de igualdad (relativa).

En este punto Tucídides revela el secreto de las relaciones internacionales a través de las palabras de los atenienses:

“Vosotros habéis aprendido, igual que lo sabemos nosotros, que en las cuestiones humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles lo aceptan” (V, 89; el resaltado es mío – AM-)

De modo que la fuerza rige las relaciones entre los Estados. Y el objetivo de cada Estado consiste en preservar sus intereses, sin importar ni el derecho ni ética. Nuevamente tienen la palabra los atenienses:

“Lo que queremos demostrar es que estamos aquí para provecho de nuestro imperio y que os haremos unas propuestas con vistas a la salvación de vuestra ciudad, porque queremos dominaros sin problemas y conseguir que vuestra salvación sea de utilidad para ambas partes” (Libro V, 91; el resaltado es mío – AM-)

Como los melios tenían esperanzas de que los espartanos acudieran en su auxilio, los atenienses reafirman que la fuerza es el principio rector de las relaciones internacionales:

“Los lacedemonios, en sus relaciones entre ellos y en lo que concierne a las instituciones de su país, practican la virtud en grado sumo; respecto a su comportamiento con los demás, en cambio, cabría decir muchas cosas, pero, para resumir brevemente, podríamos manifestar que de los pueblos que conocemos son los que, de la forma más clara, consideran honroso lo que les da placer y justo lo que les conviene” (V, 105; el resaltado es mío – AM-)

En pocas palabras, ni los atenienses ni los espartanos se regían por el derecho ni la justicia. Utilizaban la fuerza contra los Estados más débiles para imponer los objetivos de su política.

Esta presentación del argumento ateniense contiene los principios básicos que rigen la política exterior de los países. Tucídides no pudo evitar la tragedia de Melos, pero tuvo la lucidez de poner al desnudo las razones que sustentaban la política exterior de Atenas. Con ello contribuyó de modo inestimable a la construcción de la teoría de la sociedad. Tucídides mostró que, detrás de las grandes palabras (libertad, honor, democracia) el rey estaba desnudo. O, mejor dicho, estaba vestido con las ropas de los intereses materiales.


Invasión estadounidense a Granada (1983)


El 25 de octubre de 1983 los EE. UU. invadieron la isla caribeña de Granada (344 Km² y poco más de 100000 habitantes). La excusa de la invasión era terminar con la amenaza que representaba el régimen granadino para la seguridad de la superpotencia. Lo inverosímil de la justificación corría parejo con la inconmensurable superioridad militar norteamericana.

Entre la ocupación de Melos y la invasión a Granada transcurrieron poco más de 2400 años. Las diferencias entre la organización social ateniense y la estadounidense son notorias. Pero la política internacional continua rigiéndose por principios semejantes.

La semejanza entre Melos y Granada puede llevar a adoptar una visión pesimista de los asuntos humanos. Es comprensible. Pero hay otra actitud posible: investigar las causas que determinan que la fuerza sea un elemento central en el sistema internacional. EE. UU, y Rusia, como Atenas y Esparta en la antigüedad, utilizan la fuerza para conseguir sus intereses. Pero ello no quita que sea necesario indagar qué condiciones son necesarias en cada época para el uso de la fuerza.

La clarificación del papel jugado por la violencia modifica la relación de fuerzas, pues la conciencia de que es la fuerza (y no la ideología) el medio que determina la posición de cada Estado en el escenario internacional se convierte en un factor significativo. En pocas palabras, la ciencia permite conocer las condiciones de posibilidad para el uso de la fuerza. Eso no alcanza para evitar tragedias como la de Melos, pero es un comienzo.

 

Villa del Parque, domingo 2 de julio de 2023

 



NOTAS:

[1] Es autor de Historia de la guerra del Peloponeso. Todas las citas del presente artículo corresponden a la traducción española de Juan José Torres Esbarranch: Madrid, Gredos, 2007 (tomo III, que contiene los Libros V-VI de la obra).

[2] “…llegó de Atenas un nuevo cuerpo expedicionario al mando de Filócrates, hijo de Demeas, los melios ya se vieron asediados con todo rigor; entonces, al aparecer por añadidura la traición entre ellos, se rindieron a los atenienses, entregándose a su discreción. Los atenienses mataron a todos los melios adultos que apresaron y redujeron a la esclavitud a niños y mujeres.” (V, 116, 3-4)