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domingo, 29 de septiembre de 2019

DURKHEIM, EL SUICIDIO Y LA CIENTIFICIDAD DE LA SOCIOLOGÍA



El suicidio, es uno de los principales trabajos del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) y se encuentra entre las obras más influyentes de la literatura sociológica. En ES confluyen varias problemáticas, a las que corresponde situar en el contexto de institucionalización de la sociología como ciencia. En esta ficha, dedicada a la Introducción de la obra, me concentraré en la importancia de ES para la fundamentación de la cientificidad de la sociología.
Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha trabajé con siguiente traducción española: Durkheim, E. (2006). El suicidio. Estudio de sociología y otros textos complementarios. Buenos Aires: Miño y Dávila. La Introducción se encuentra en pp. 99-115.

El primer apartado de la Introducción (pp. 99-105) se encuentra dedicado a la definición del suicidio. La cuestión es importante desde el punto de vista metodológico. Es imposible estudiar científicamente un problema si no se tiene en claro cuáles son los límites del mismo, aunque sea de un modo aproximado y preliminar.
Durkheim procede descartando la definición del “lenguaje usual”, pues posee carácter ambiguo. Su crítica de dicho lenguaje se encuentra concentrada en el siguiente pasaje:
“No sólo su significado está poco delimitado, sino que como la clasificación que las produce no procede de un análisis metódico y no hace más que traducir las impresiones confusas de la mayoría de las personas, ocurre con frecuencia que categorías de hechos diferentes se agrupan indistintamente bajo una misma rúbrica, o que realidades de igual naturaleza son designadas con nombres diferentes.” (p. 99).
Para resolver la dificultad, el investigador está obligado a “constituir los grupos que quiere analizar, a los efectos de darles la homogeneidad y la especificidad necesarias para su tratamiento científico.” (p. 100). En otras palabras, las categorías de hechos que debe analizar y comparar la sociología no se encuentran constituidas como tales en la realidad empírica, sino que tienen que ser construidas por los científicos. Se trata, en otras palabras, de constituir el objeto de estudio.
Durkheim procede de modo sistemático.
“Nuestra primer tarea debe (…) ser determinar el orden de hechos que nos proponemos estudiar bajo el nombre de suicidio. (…) Lo que nos importa (…) es constituir una categoría de objetos que, pudiendo ser etiquetados sin inconveniente bajo esta rúbrica, se encuentra fundada objetivamente, es decir, corresponde a una naturaleza determinada de cosas.” (p. 100).
Durkheim examina las distintas especies de muerte y encuentra que algunas tienen algo en común, que se expresa en tres particularidades: 1) la muerte resulta “de un acto cuyo paciente es el autor”, es obra de la misma víctima; 2) no importa la “naturaleza intrínseca de los actos que producen ese resultado”. Da lo mismo que la persona se mate rehusando comer o que se dispare a sí misma con un arma de fuego; 3) tampoco importa “que el acto producido por el paciente haya sido el antecedente inmediato de la muerte para que ésta pueda ser considerada como efecto suyo; la relación de causalidad puede ser indirecta, sin que el fenómeno cambie de naturaleza.” (Por ejemplo, el religioso que busca el martirio y comete, por tanto, un acto que sabe que va a ser castigado con la muerte).
A partir de lo anterior elabora su primera definición:
Se llama suicidio a toda muerte que resulta, mediata o inmediatamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la víctima misma.” (p. 101).
Acto seguido, Durkheim comienza a indicar los puntos flojos de dicha definición. Por ejemplo, contempla como actos de la misma clase “la muerte de un alucinado que se precipita desde una ventana elevada, porque la cree en el mismo plano que el suelo” y el salto al vacío de una persona que quiere matarse.
Con el objetivo de precisar la definición, aborda la cuestión de los motivos que llevan a una persona a cometer suicidio. Más en concreto, al problema de establecer sin lugar a dudas que ésa fue la intención del individuo.
“¿Cómo saber cuál móvil ha determinado al agente y si al tomar su resolución era la muerte lo que deseaba o si se proponía algún otro fin? La intención es una cosa demasiado íntima para que pueda ser apreciada desde fuera más que por aproximaciones groseras. Incluso se sustrae hasta a la misma observación interior. ¿Cuántas veces nos equivocamos sobre las verdaderas razones que nos mueven a obrar? Sin cesar nos explicamos como pasiones generales o sentimientos elevados, movimientos que nos inspiraron pequeños impulsos o una ciega rutina.” (p. 101-102). [1]
Todas las formas posibles de renuncia a la vida tienen en común “que el acto que la consagra es realizado con conocimiento de causa; que sea cual fuese la razón que llevara a conducirse así, la víctima en el momento de obrar sabe cuál va a ser el resultado de su conducta.” (p. 102-103).
A partir de lo anterior, es posible formular la siguiente definición:
se denomina suicidio a todo caso de muerte que resulte, directa o indirectamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la propia víctima, a sabiendas que debía producir ese resultado.” (p. 103).
Durkheim afirma que la principal ventaja de esta definición radica en que permite forjarnos mejor “una idea del lugar que los suicidios ocupan en el conjunto de la vida moral”.  Lejos de tratarse de fenómenos completamente alejado de esa vida, conductas cuyas motivaciones son puramente individuales,
“los suicidios no son más que la forma exagerada de prácticas usuales (…) el suicidio aparece bajo otro aspecto cuando se reconoce que se relaciona, sin solución de continuidad, por un lado, con los actos de valor y de abnegación; y, por otro, con los actos de imprudencia y de simple negligencia.” (p. 104-105).
Aquí se encuentra la clave de la importancia de la obra para la sociología. ES muestra que un fenómeno que se presenta como exclusivamente individual, se encuentra, no obstante, dentro del campo de incumbencia de la sociología, pues forma parte de los hechos morales (empleo aquí la terminología de Durkheim).

El segundo apartado (pp. 105-115) está dedicado a fundamentar porqué el suicidio es un tema de incumbencia de los sociólogos.
Durkheim presenta la cuestión con su habitual claridad:
“Puesto que el suicidio es un acto del individuo, que sólo afecta al individuo, parece que debe únicamente depender de factores individuales, y que concierne, por consiguiente, únicamente a la psicología.” (p. 105).
Durkheim no rechaza la posibilidad de estudiar los suicidios desde la psicología. Pero afirma que ellos constituyen un tema de estudio legítimo para la sociología:
“Si en lugar de ver en ellos más que acontecimientos particulares, aislados unos de otros, y que deben ser examinados cada uno por separado, se considera el conjunto de los suicidios cometidos en una sociedad dada durante una unidad de tiempo determinada, se constata que el total así obtenido no es una simple adición de unidades independientes, o una colección, sino que constituye por sí mismo un hecho nuevo y sui generis, que tiene su unidad y su individualidad, y como consecuencia, su naturaleza propia, y que, además, esta naturaleza es eminentemente social.” (p. 105).
Al pasar del tratamiento individual de cada suicidio a un tratamiento colectivo, realizado por medio del auxilio de la estadística, se construye un nuevo objeto de estudio, que cumple todos los requisitos para su tratamiento sociológico. Durkheim está reafirmando así el carácter científico de la sociología.
En base al examen de los datos estadísticos, Durkheim afirma:
“Cada sociedad tiene, pues, en cada momento de su historia, una aptitud definida para el suicidio. Se mide la intensidad relativa de esta aptitud tomando la relación entre la cifra global de muertes voluntarias y la población de todas las edades y sexo. Llamaremos a este dato numérico tasa de la mortalidad-suicidio propia de la sociedad considerada. Se calcula, generalmente, en relación con un millón o con cien mil habitantes.” (p. 107-108).
Una vez comprobada la existencia de una regularidad estadística, es preciso explicarla. Si bien corresponde decir que Durkheim dedica toda la obra a formular dicha explicación, avanza un poco en esa dirección.
La tasa de suicidios demuestra, a la vez, permanencia y variabilidad. Durkheim afirma lo siguiente:
“Pues esta permanencia sería inexplicable si no estuviese relacionada con un conjunto de caracteres distintivos, solidarios recíprocamente que, a pesar de la diversidad de las circunstancias de ambiente, se afirman de modo simultáneo. Esa variabilidad testimonia la naturaleza individual y concreta de estos mismos caracteres, puesto que se modifican como la peculiaridad social misma. En suma, lo que expresan estos datos estadísticos es la misma tendencia al suicidio que afecta a cada sociedad colectivamente. No vamos a explicar ahora en qué consiste esta tendencia, si es un estado sui generis del alma colectiva, con su propia realidad, o si sólo representa una suma de estados individuales. Aunque las consideraciones que presentamos sean difícilmente conciliables con esta última hipótesis, reservamos la solución del problema, que será tratado en el curso de esta obra.” (112).

En síntesis,
“Cada sociedad está predispuesta a producir un contingente determinado de muertes voluntarias. Esta predisposición puede ser objeto de un estudio especial que incumbe a la sociología.” (p. 112).

El estudio del suicidio sirve para poner en claro los alcances y límites de la sociología. El sociólogo busca
“las causas por medio de las cuales es posible actuar, no sobre los individuos aisladamente, sino sobre el grupo. En consecuencia, entre los factores del suicidio los únicos que le conciernen son aquellos que hacen sentir su acción sobre el conjunto de la sociedad. La tasa de suicidios es el producto de estos factores.” (p. 113).
Si el suicidio puede ser estudiado por la sociología, entonces no cabe ninguna duda de que la sociología tiene un objeto de estudio que le es propio. Durkheim reafirma así la cientificidad de la nueva disciplina social.

Parque Avellaneda, domingo 29 de septiembre de 2019

NOTAS:
[1] Durkheim se adelante a las críticas a la sociología comprensiva de Max Weber (1858-1917). Sin entrar en el debate específico, las objeciones del francés a la posibilidad de conocer las intenciones de los individuos son pertinentes. Durkheim agrega: “Por otra parte, y de una manera general, un acto no puede ser definido ateniéndose al fin que persigue el gente, dado que un mismo sistema de movimientos, sin cambiar de naturaleza, puede dirigirse a muchos fines diferentes.” (p. 102).

lunes, 23 de septiembre de 2019

LA CONCEPCIÓN DE DURKHEIM SOBRE LA RELACIÓN ENTRE DIVISIÓN DEL TRABAJO Y LA MORAL


Benito Quinquela Martín (1890-1977)


La división del trabajo social es la tesis doctoral del sociólogo Emile Durkheim (1858-1917), uno de los mayores exponentes de la llamada sociología clásica. Publicada en 1893, ha ejercido (y ejerce) gran influencia en el desarrollo de la teoría social. No dispongo de tiempo para explicar las razones de esa influencia, basta con señalarla. En todo caso, el lector interesado puede dedicar tiempo a la lectura de la obra, y así se hará un panorama de primera mano de la importancia de la misma. Como siempre, es preferible un abordaje directo de los clásicos a las interpretaciones de segunda mano.
La presente ficha de lectura está dedicada a la Conclusión de la obra.
Nota bibliográfica:
En la elaboración de esta ficha trabajé con la traducción española de Rocío Annunziata: Durkheim, E. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires: Gorla. La Conclusión se encuentra en pp. 429-440.
Abreviaturas empleadas:
DT = División del trabajo / DTS = La división del trabajo social / SM = Solidaridad mecánica / SO = Solidaridad orgánica


Ante todo, corresponde recordar que DTS es “un esfuerzo por considerar los hechos de la vida moral según el método de las ciencias positivas” (p. 117). En especial, Durkheim examina la cuestión de la DT, con el objetivo de mostrar que, lejos de profundizar la separación entre los seres humanos y, en el límite, provocar la disgregación de la sociedad, ella constituye un poderoso medio de unificación de los individuos. Además, es preciso tener en cuenta que Durkheim desarrolla su análisis de la DT en el marco del pasaje de las sociedades precapitalistas (caracterizadas por un tipo especial de lazo social, la solidaridad mecánica) a la sociedad capitalista (centrada en la solidaridad orgánica). En otros términos, el sociólogo francés aborda el problema desde una perspectiva dinámica (histórica) de los fenómenos sociales.
La Conclusión de la obra está dividida en tres apartados. En el primero (pp. 429-434), explica en qué consiste la moral y en qué medida la DT es un hecho moral, en el sentido de que contribuye a mantener unida a la sociedad.
Durkheim afirma que la moral consiste en la realización en nosotros de “la conciencia colectiva del grupo del que formamos parte” (p. 430). Ese grupo no es la humanidad entera, colectivo demasiado abstracto e imposible de aprehender por el individuo, sino la sociedad concreta de la que formamos parte. [1] En consecuencia, cada pueblo en cada época determinada tiene su moral propia.
Ahora bien, si se considera la cuestión desde el punto de vista histórico, existen dos grandes formas de lazos morales. En las sociedades premodernas, la conciencia individual procura identificarse completamente con la conciencia colectiva, es decir, con las ideas y valores aceptados por la comunidad en su conjunto. Se trata de la solidaridad mecánica. Las sociedades modernas, en cambio, “sólo pueden mantenerse en equilibrio si el trabajo está dividido” (p. 430); se genera así la solidaridad orgánica, que enlaza a individuos muy diferentes unos de otros.
Durkheim afirma que tanto los lazos que unen a individuos que se parecen entre sí (SM), como los que unifican a individuos bien diferentes (SO), cumplen la misma función: lograr la “cohesión de las sociedades”.
En palabras de Durkheim,
“La característica de las reglas morales es que enuncian las condiciones fundamentales de la solidaridad social. El derecho y la moral son el conjunto de los lazos que nos unen unos a otros y con la sociedad, que hacen de la masa de los individuos un agregado y un todo coherente. Es moral, puede decirse, todo aquello que es fuente de solidaridad, todo lo que fuerza al ser humano a contar con otro, a regular sus movimientos de acuerdo con algo más que los impulsos de su egoísmo, y la moralidad es tanto más sólida cuanto más numerosos y fuertes son estos lazos. Se ve cuán inexacto es definirla (…) por la libertad, ya que consiste más bien en un estado de dependencia. Lejos de servir para emancipar al individuo, para desprenderlo del medio que lo envuelve, tiene por función esencial, por el contrario, hacer de él la parte integrante de un todo y, por consiguiente, quitarle algo de la libertad de sus movimientos.” (p. 431; el resaltado es mío – AM-).
La moral nace de la sociedad, no de los individuos.
El ser humano sólo es un ser moral porque vive en sociedad, puesto que la moralidad consiste en ser solidario de un grupo y varía como esta solidaridad. Haced desaparecer toda vida social, y la vida moral se desvanece al mismo tiempo, no teniendo ya objeto al que adherirse.” (p. 431; el resaltado es mío – AM-). [2]
El pasaje de la SM a la SO es resultado del desarrollo histórico. Durkheim apunta que “a medida que se avanza en la evolución, los lazos que unen al individuo a su familia, al suelo natal, a las tradiciones que le ha legado el pasado, a los usos colectivos del grupo, se distienden.” (p. 432). La DT viene a reemplazar parcialmente a dichos lazos, generando la SO.
“He aquí lo que constituye el valor moral de la DT. Es que, a través de ella, el individuo toma conciencia de su estado de dependencia frente a la sociedad; de ella provienen las fuerzas que lo retienen y lo contienen. En una palabra, puesto que la DT se transforma en la fuente eminente de la solidaridad social, se vuelve al mismo tiempo la base del orden moral.” (p. 433).
Si la DT es la base de la cohesión social en las sociedades modernas, cada individuo está obligado a especializarse, pues contribuye con ello al bien común. En este punto, Durkheim critica al diletante y a los individuos que rechazan la especialización, pues actúan de ese modo en contra de la sociedad.


En el segundo apartado (pp. 434-437) examina la relación entre la DT y el desarrollo de la personalidad individual. Intenta dar respuesta a la objeción habitual, que afirma que la especialización de los individuos disminuye su personalidad, los convierte en apéndices de una tarea determinada.
Durkheim aborda el problema desde una perspectiva histórica. Niega la existencia de una naturaleza humana ahistórica.
“Se parte [los críticos de la DT] de que el ser humano debe realizar su naturaleza de ser humano (…). Pero esta naturaleza no permanece constante en los diferentes momentos de la historia; se modifica con las sociedades.” (p. 435; el resaltado es mío – AM-).
Si se acepta esta perspectiva, es posible comprender que tanto la SM como la SO responden a tiempos históricos diferentes:
“En los pueblos inferiores, lo propio del ser humano es parecerse a sus compañeros, realizar en sí todos los rasgos del tipo colectivo, que se confunde entonces, más aún que hoy en día, con el tipo humano. Pero en las sociedades más avanzadas su naturaleza es, en gran parte, ser un órgano de la sociedad, y lo que le es propio, por consiguiente, es desempeñar su rol de órgano.” (p. 435).
Nuestro autor va más allá y plantea que la especialización contribuye al desarrollo de la personalidad individual, pues hace que el especialista domine un campo de actividad, por más parcial que sea, y ese dominio le pertenece, siendo esta pertenencia la característica que lo distingue de los demás, la afirmación de su personalidad.


Por último, en el tercer apartado (pp. 438-440), Durkheim se dedica a mostrar que la DT tiene que ser considerada como “un sistema de derechos y de deberes” que ligan a las personas, y no sólo en un sentido económico (como un medio para incrementar la productividad del trabajo).
La crítica de Durkheim a los economistas se basa en que éstos conciben a la DT como una relación entre individuos. Nuestro autor, en cambio, afirma el punto de vista sociológico:
“La DT no pone frente a frente a individuos sino funciones sociales. Y la sociedad está interesada en el juego de estas últimas: dependiendo de que éstas converjan regularmente o no, será sana o enferma.” (p. 438).
En otras palabras, Durkheim confronta el individualismo metodológico de los economistas, que explican la sociedad a partir de los individuos, con la concepción sociológica de la sociedad, que postula que los individuos son moldeados por la sociedad, creando así las condiciones para el desarrollo de la personalidad individual.
Sobre el final, Durkheim reconoce que la moral atraviesa una profunda crisis, y que ésta es producto del pasaje de las sociedades premodernas a la sociedad moderna, de la SM a la SO: “nuestra fe se ha visto perturbada; la tradición ha perdido su imperio; el juicio individual se ha emancipado del juicio colectivo.” (p. 439). Se da una situación de anomia, en la que las normas morales propias de la SM no sirven para nuestra sociedad, pero todavía no se han desarrollado las normas adecuadas al nuevo estado social.
Dada la situación descripta en el párrafo anterior:
“Nuestro primer deber hoy es construirnos una moral. Una obra semejante no puede improvisarse en el silencio del gabinete; sólo puede elevarse por sí misma, poco a poco, bajo la presión de causas internas que la vuelven necesaria. Pero para lo que la reflexión puede y debe servir es para señalar el fin que hay que alcanzar. Eso es lo que hemos tratado de hacer.” (p. 440).
La tarea de la sociología consiste en estudiar el estado de la sociedad e indicar el tipo de moral que requiere. Pero la reforma moral (la elaboración e implementación de nuevas normas morales) es una tarea que compete a los prácticos, es decir, a las personas que viven en esa sociedad.
Parque Avellaneda, lunes 23 de septiembre de 2019


NOTAS:
[1] Durkheim critica aquí al “moralista que cree poder, por la fuerza del pensamiento, sustraerse a la influencia de las ideas que lo rodean, (…) [y no puede lograrlo] pues está impregnado de ellas por completo y, haga lo que haga, es a éstas que encuentra al cabo de sus deducciones.” (p. 430).
[2] En otro pasaje es todavía más enfático: “La moral, en todos sus grados, no se ha encontrado nunca más que en el estado de sociedad, no ha variado nunca más que en función de condiciones sociales. Es, pues, salirse de los hechos y entrar en el dominio de las hipótesis gratuitas y de las imaginaciones inverificables preguntarse qué podría ocurrir si la sociedad no existiera.” (p. 432).

lunes, 2 de septiembre de 2019

ROUSSEAU Y LA DISTINCIÓN ENTRE SOBERANO Y GOBIERNO



“Cuanto menos relación tengan las voluntades con la voluntad general,
(…) las costumbres con las leyes, más debe aumentar la fuerza represiva.”
Jean-Jacques Rousseau, Del Contrato social (1762)

Rousseau dedicó el Libro II de CS al examen del poder legislativo (del soberano). El Libro III, por su parte, está centrado en el análisis del poder ejecutivo y, en especial, el tema de las formas de gobierno. Sin embargo, el tratamiento de la cuestión excede dicha temática, y nuestro autor aborda una variedad de cuestiones conexas tales como la problemática del gobierno en general, la relación entre forma de gobierno y las condiciones de un país determinado, etc. Por razones de espacio, el Libro III ha sido fraccionado en varias fichas; en la confección de cada una de ellas nos hemos limitado a seguir la división de temas propuesta por el autor.
Nota general:
En la redacción utilicé abreviaturas, cuya lista se encuentra más abajo. Además, puse entre corchetes mis comentarios al texto.
Nota bibliográfica:
Trabajé con la traducción española de Mauro Armiño, incluida en: Rousseau, J.-J. (2000). Del Contrato social. Discurso sobre las ciencias y las artes. Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Madrid: Alianza. El Libro tercero se encuentra en pp. 81-127.
Abreviaturas:
CS = Del Contrato social.

Del gobierno en general
Rousseau dedica todo el capítulo I del Libro III a la descripción del gobierno en general.
El cuerpo político está compuesto por el poder legislativo, compuesto por el conjunto de los ciudadanos y que constituye la voluntad del cuerpo; y el poder ejecutivo, conformado por el cuerpo de funcionarios encargado de hacer cumplir la voluntad del legislativo, que constituye la fuerza de dicho cuerpo. 
El poder legislativo pertenece al pueblo, porque las leyes sólo pueden emanar de la totalidad de los ciudadanos. El poder ejecutivo, en cambio, está conformado por una parte de los ciudadanos, pues sus actos son particulares, no generales como es el caso de las leyes.
¿Qué es el gobierno?
“Un cuerpo intermediario establecido entre los súbditos y el soberano para su mutua correspondencia, encargado de la ejecución de las leyes, y del mantenimiento de la libertad, tanto civil como política.” (p. 82).
Los miembros del ejecutivo se llaman magistrados o reyes, y el conjunto de ellos es el Príncipe. Rousseau se preocupa en dejar en claro que el poder ejecutivo:
“no es más que una comisión, un empleo en el cual, simples oficiales del soberano, ejercen en su nombre el poder de que los ha hecho depositarios, y que él puede limitar, modificar y recuperar cuando le plazca, por ser incompatible la enajenación de tal derecho con la naturaleza del cuerpo social y contraria al fin de la asociación.” (p. 82).
[La soberanía reside en el pueblo. Si el poder ejecutivo asumiera funciones de soberano, estaría usurpando algo que es patrimonio exclusivo del conjunto del pueblo. Dicha usurpación derivaría en que el gobierno pasaría a representar los intereses particulares de quienes lo detentan y/o de los grupos de poder existentes en la sociedad. Rousseau insiste una y otra vez en defender la idea de que la representación anula la libertad de los ciudadanos.]
Rousseau distingue entre el soberano (el conjunto de los ciudadanos), el gobierno (el cuerpo específico de funcionarios) y el Estado (la totalidad de la organización). Su preocupación principal consiste en el establecimiento del equilibrio entre los componentes del Estado, pues “si el soberano quiere gobernar, o si el magistrado quiere dar leyes, o si los súbditos rehúsan obedecer, el desorden sucede a la regla, la fuerza y la voluntad no obran ya de concierto, y el Estado, disuelto, cae así en el despotismo o en la anarquía.” (p. 83). El equilibro es fundamental, habida cuenta, además, que “los ciudadanos (…) son soberanos por un lado [en tanto miembros del poder legislativo] y súbdito por otro [en tanto miembros del Estado sometidos a la voluntad general y obedientes a los actos de los funcionarios] (p. 83).
Rousseau adelante una idea (que luego desarrollará en el capítulo VIII del presente Libro). Sostiene que no “hay más que un gobierno bueno posible en cada Estado. Pero como mil acontecimientos pueden cambiar las relaciones de un pueblo, no sólo diferentes gobiernos pueden ser buenos para diversos pueblos, sino para el mismo pueblo en diferentes épocas.” (p. 83; el resaltado es mío – AM-]
[Así como Aristóteles examinó la relación entre la composición social de una polis y las formas específicas que adquirían a partir de ella la oligarquía o la democracia, Rousseau llega a la conclusión de que no existe la forma de gobierno perfecta, sino que son las relaciones de un pueblo las que condicionan las características de la forma de gobierno.]
Ilustra mediante el ejemplo del aumento de población la cuestión de las diversas relaciones que pueden darse entre el soberano y el Estado. El aumento de la población reduce el peso del sufragio de cada ciudadano en la toma de decisiones, mientras que el Estado mantiene y, aún, aumenta su poder: “cuanto más se agranda el Estado, más disminuye la libertad.” (p. 84).
[Rousseau se ubica en la perspectiva de la libertad y la autonomía de cada ciudadano. Si ambas son sacrificadas al aumento del poder del Estado, la libertad termina por ser una ficción. Nuestro autor tiene presente en todo momento que el Estado es un mecanismo de opresión.]
En palabras de Rousseau,
“Cuanto menos relación tengan las voluntades con la voluntad general, es decir, las costumbres con las leyes, más debe aumentar la fuerza represiva. Por tanto, para ser bueno, el gobierno debe ser relativamente más fuerte a medida que el pueblo sea más numeroso.” (p. 84).
[El Estado, cuyo objetivo es preservar la propiedad privada (ver al respecto el análisis de Rousseau en el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Segunda parte), tiene por función la represión y debe incrementarla a medida que hay más personas a las que debe controlar y reprimir. ]
El desarrollo del Estado obliga al soberano a tomar medidas para contener al gobierno.
“Al dar el agrandamiento del Estado más tentaciones y medios de abusar de su poder a los depositarios de la autoridad pública, cuanto más fuerza deba tener el gobierno para contener al pueblo, más deberá tener a su vez el soberano para contener al gobierno. No hablo aquí de una fuerza absoluta, sino de una fuerza relativa de las diversas partes del Estado.” (p. 84).
De lo anterior, Rousseau concluye que el aumento de la población es uno de los factores que demuestra “que no hay constitución de gobierno única y absoluta, sino que puede haber tantos gobiernos diferentes en naturaleza como Estados diferentes en extensión.” (p. 85). Se preocupa en aclarar que esos diferentes gobiernos no se derivan mecánicamente del cambio en el número de habitantes: “las relaciones de que hablo no se miden sólo por el número de seres humanos, sino en general por la cantidad de acción, que se combina por multitudes de causas (…) la precisión geométrica no tiene cabida en las cantidades morales.” (p. 85; el resaltado es mío – AM-).
[El argumento de Rousseau es comprensible; sin embargo, su insistencia en utilizar analogías geométricas complica la exposición, sobre todo para los lectores que carecen de conocimientos matemáticos.]
La siguiente ficha estará dedicada a la cuestión de la formas de gobierno (capítulos II-VII del Libro III).

Parque Avellaneda, lunes 2 de septiembre de 2019