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domingo, 29 de enero de 2023

RESEÑA: DURKHEIM. PRIMER Y SEGUNDO PREFACIOS A LAS REGLAS DEL MÉTODO SOCIOLÓGICO

 



La obra Las reglas del método sociológico (1895) constituye el intento más elaborado de parte de Emile Durkheim (1858-1917) por sentar las bases epistemológicas y metodológicas de su teoría sociológica.

Durkheim comienza señalando su preocupación por transformar a la sociología en una disciplina científica, que tenga el mismo estatus que ciencias naturales tales como la física y la biología. Para hacer eso es imprescindible sentar las bases del método con el que va a examinar la realidad social, así como también establecer en qué consiste su objeto de estudio. En este camino, Durkheim va a proponer la construcción de una sociología que incorpore elementos conceptuales y metodológicos de las ciencias naturales. En este sentido, el prefacio a la 1º edición marca el carácter fundacional de su tentativa, pues insiste en marcar la escasa reflexión metodológica existente hasta ese momento sobre la sociología. Durkheim abriga un propósito netamente fundacional, pues determinando el objeto y los métodos propios de la nueva disciplina, se encuentra en condiciones de establecer su demarcación de otras ciencias cercanas tales como la psicología.

En el prólogo a la 2º edición, Durkheim se dedica a contestar a los críticos de la obra. En este sentido, cada uno de los tres apartados en los que está dividido el prefacio constituye la refutación de alguna de las críticas recibidas. Antes de entrar a desarrollar estas críticas, corresponde hacer notar que Durkheim remarca que el desarrollo de la sociología (y de la reflexión metodológica en el marco de esta) le ha permitido a la nueva disciplina deslindarse de manera creciente de la filosofía, dejando de constituir una de sus ramas (p. 12).

La primera de las críticas examinadas por Durkheim es la que se encuentra concentrada en el rechazo de la proposición de que es necesario tratar los hechos sociales como si fueran cosas. Durkheim señala que dicho rechazo obedece a un equívoco motivado por la mala comprensión de su afirmación. Así, el objetivo de la afirmación

“no es reducir las formas superiores del ser a las formas inferiores, sino por el contrario reivindicar para las primeras un grado de realidad por lo menos igual al que todo el mundo concede a las últimas. En efecto, no afirmamos que los hechos sociales son cosas materiales, sino que son cosas con iguales títulos que las cosas materiales, aunque de distinto modo.” (p. 12-13).

La confusión de sus críticos consiste, por tanto, en postular que la frase durkheimiana es una manifestación de reificación de los fenómenos sociales. Durkheim muestra que el sentido de su expresión no hay que buscarlo tanto en los objetos estudiados, sino en el investigador que los estudia; de esta manera, Durkheim dice expresamente que

“tratar los hechos de cierto orden como a cosas, no implica clasificarlos en tal o cual categoría de lo real; significa adoptar frente a ellos cierta actitud mental. Implica abordar el estudio de los mismos partiendo del principio de que se ignora absolutamente lo que son, y de que sus propiedades características, como las causas desconocidas de las cuales dependen, no pueden develarse apelando a la introspección, por minuciosa que ésta sea” (p. 13).

Puede observarse aquí como Durkheim establece, implícitamente, una divisoria de aguas respecto a la sociología comprensiva de Max Weber (1864-1920). Durkheim afirma que para constituir la objetividad de su disciplina, el sociólogo va a tener que realizar un esfuerzo constante por desechar todas las representaciones que ha ido forjando acerca de los fenómenos sociales a lo largo de su vida. En este sentido, cabe decirse que la ciencia se construye a partir de un arduo trabajo de eliminación de las prenociones de los individuos. De esta manera,

“nuestra regla no implica ninguna concepción metafísica, ninguna forma de especulación sobre el fondo de los seres. A lo sumo exige que el sociólogo asuma el estado de espíritu que caracteriza a los físicos, los químicos, los fisiólogos, cuando se internan en una región aún inexplorada de su dominio científico.” (p. 15).

Sólo cuando la sociología pueda adoptar esta actitud mental podrá transformarse efectivamente en una disciplina científica.

En el segundo apartado se dedica a discutir la crítica que rechaza su afirmación de que “los fenómenos sociales son exteriores a los individuos” (p. 16). En este punto cabe decir que Durkheim polemiza contra la posición individualista metodológica sostenida por los economistas y por sociólogos como Spencer (1820-1903). Para estos, la sociedad está formada por una suma agregada de individuos, y no puede sostenerse de ningún modo que constituya un sustrato independiente de los individuos que la componen. Durkheim sostiene que esta concepción es falsa y que la sociedad manifiesta su realidad independiente de los individuos cuando éstos intentan llevar a cabo conductas que no cuentan con la sanción del colectivo social. En este caso, el individuo tropieza con una coerción, y es justamente esta coerción la que permite afirmar la autonomía de la sociedad.

Durkheim tiene presente en todo momento que la aceptación de la tesis individualista supone cerrar el camino para la construcción de una sociología independiente de la psicología: “Los hechos sociales no difieren de los hechos psíquicos solo por la calidad; tienen otro substrato, no evolucionan en el mismo medio, no dependen de las mismas condiciones.” (p. 17). Las relaciones que entablan los individuos entre sí los llevan a constituir, sin que ellos mismos lo sepan, una mentalidad colectiva que es muy diferente a la mentalidad individual, y que crea normas y pautas de conducta que no están en los individuos. Esto le permite, otra vez, separar los tantos respecto a la psicología: “La mentalidad de los grupos no es igual a la de los individuos; tiene sus propias leyes. Por lo tanto, las dos ciencias son tan diferentes como pueden serlo dos ciencias…” (p. 18). Para plasmar conceptualmente las diferencias entre los hechos individuales (estudiados por la psicología) y los hechos sociales (campo de estudio de la sociología), Durkheim elabora el concepto de representación colectiva.

En el tercer apartado se dedica a abordar los distintos aspectos implicados en la definición del concepto de hecho social. Aquí Durkheim se preocupa por despejar las equivocaciones que consisten en atribuir a la sociología las formas del pensamiento filosófico (p. 21). Así, Durkheim responde a los críticos que sostenían que su elaboración de la sociología se apoyaba en postular la centralidad de principio de imposición (al igual que Tarde lo hacía con el principio de la imitación). En este punto Durkheim se propone deslindar el significado de su concepción de la imposición social (la coerción).

Finalmente, Durkheim insiste en la centralidad de “nuestro principio fundamental: la realidad objetiva de los hechos sociales. Así, pues, en definitiva todo descansa sobre este principio, y todo se reduce a él.” (p. 24). Una afirmación tan fuerte se explica si se tiene en cuenta que Durkheim se hallaba disputando terreno con el individualismo metodológico (economistas) y con la psicología.

 

Villa del Parque, domingo 29 de enero de 2023


NOTA (para bibliófilos):

Todas las citas corresponden a Durkheim, E. (1976). Las reglas del método sociológico. Buenos Aires, Argentina: Editorial La Pléyade.

martes, 3 de enero de 2023

RESEÑA: DURKHEIM, SEGUNDO LIBRO DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SOCIAL (1893)

 

Durkheim en la Universidad de París

Advertencia para bibliófilos:

Para la redacción de esta reseña se utilizó la siguiente edición: Durkheim, E. [1° edición: 1893]. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires, Argentina: Gorla. Traducción de Rocío Annunziata.

Abreviaturas:

DT= División del trabajo


Tal como lo enuncia en la introducción a la obra, Durkheim se propone en el Libro Segundo estudiar las causas y condiciones de la DT.

En primer término, Durkheim se dedica en el capítulo 1 a refutar la tesis de los economistas de que la DT tiene por causa la necesidad de aumentar la felicidad de los individuos. Los progresos de la DT no se traducen en un aumento de la felicidad de las personas, puesto que, si esto fuese así, rápidamente se alcanzaría el máximo nivel posible de felicidad, y las cosas permanecerían entonces en un estado estacionario; además, y esto es todavía más importante, si bien la expansión de la DT genera transformaciones en la sociedad, las mismas no se traducen necesariamente en un aumento de la felicidad de las personas. Por el contrario, el desarrollo de la civilización material (efecto de la DT) tiene como uno de sus efectos el aumento del número de suicidios, hecho que no puede considerarse, justamente, como una muestra del aumento de la felicidad de la sociedad.

Luego de refutar la tesis utilitarista acerca del origen de la DT, Durkheim pasa a demostrar que “el aumento de la DT se debe, pues, al hecho de que los segmentos sociales pierden individualidad, de que los tabiques que separan a los individuos se vuelven más permeables; en una palabra, de que se efectúa entre ellos una coalescencia que deja libre a la materia social para entrar en nuevas combinaciones.” (p. 309). En otras palabras, “la división del trabajo progresa, pues, tanto más cuanto más individuos hay lo suficientemente en contacto como para poder actuar y reaccionar unos sobre otros. Si convenimos en llamar densidad dinámica o moral a este acercamiento y al comercio activo que de él resulta, podremos decir que los progresos de la DT están en relación directa con la densidad moral o dinámica de la sociedad.” (p. 310).

La DT actúa, pues, erosionando la organización segmentaria de las sociedades primitivas. Ahora bien, el aumento de volumen de la sociedad (el incremento de la población de esta) y de la densidad (la mayor frecuencia y regularidad de los contactos entre los individuos), es el factor que determina mecánicamente los progresos de la DT, pues acentúa la intensidad y la dureza de la lucha por la existencia.

En palabras de Durkheim, “la división del trabajo varía en razón directa al volumen y a la densidad de las sociedades, y si progresa de manera continua en el curso del desarrollo social es porque las sociedades se vuelven regularmente más densas y, por regla general, más voluminosas. (…) Decimos, no que el crecimiento y la condensación de las sociedades permiten, sino que necesitan una mayor división del trabajo. No es un instrumento mediante el cual ésta se realiza; es su causa determinante.” (p. 315). “Pero cuanto más se aproximan las funciones, más puntos de contacto hay entre ellas, y más se exponen, por consiguiente, a combatirse. Como, en este caso, satisfacen mediante medios diferentes necesidades semejantes, es inevitable que busquen, en mayor o menor medida, invadirse una a otras.” (p. 319). Esta mayor competencia obliga a los individuos, si quieren sobrevivir, a especializar y a encontrar en esta especialización el espacio del que carecen si se dedican a las mismas actividades que los demás individuos. Es por esto que Durkheim considera que los economistas se equivocan al atribuir a la DT efectos exclusivamente económicos: “Se ve como la DT se nos aparece bajo otro aspecto que a los economistas. Para ellos, consiste esencialmente en producir más. Para nosotros, esta mayor productividad es sólo una consecuencia necesaria, un efecto, del fenómeno. Si nos especializamos, no es para producir más, sino para poder vivir en las nuevas condiciones de existencia que se nos presentan.” (p. 326).

De lo anterior se desprende la preeminencia de la vida social sobre la DT. Durkheim dedica varios párrafos a la refutación del individualismo metodológico, que sostiene que la DT es posible entre individuos aislados. Durkheim sostiene que la competencia en esas condiciones sólo engendraría un aislamiento mayor de los individuos. Así, “la DT une al mismo tiempo que opone; hace converger las actividades que diferencia; acerca a los que separa. Puesto que la competencia no puede haber determinado esta aproximación, es necesario que la misma haya preexistido; es necesario que los individuos entre los cuales se entabla la lucha ya sean solidarios y lo sientan; es decir, pertenezcan a una misma sociedad.” (p. 327).

Para Durkheim, la sociedad no brota de los individuos aislados, como afirmas los economistas; por el contrario, la vida social existe con antelación a la DT, y genera las condiciones para que ésta se produzca. Es, por tanto, un error hacer de la DT el “hecho fundamental de toda vida social” (p. 328). “Hay, pues, una vida social por fuera de toda DT, pero que ésta supone. Es, en efecto, lo que hemos establecido directamente al mostrar que existen sociedades cuya cohesión se debe esencialmente a la comunidad de las creencias y de los sentimientos, y que es de estas sociedades de donde han salido aquellas a las que la división del trabajo asegura la unidad.” (p. 328). De este modo, Durkheim realiza una refutación de los principios del individualismo metodológico.

Luego de haber demostrado en el capítulo 2 del Libro Segundo la centralidad de la vida social y el modo en que ésta determina los progresos de la DT, en los capítulos siguientes del Libro Segundo, Durkheim se dedica a estudiar los factores secundarios que inciden en el progreso de la DT.

En el capítulo 3 demuestra que la DT exige, para progresar, que las diferencias entre los individuos aumenten, y que se produzca un debilitamiento de la conciencia común (ya había mostrado esto en el Libro Primero de la obra al referirse a la disminución de las penas propias al derecho penal en las sociedades en las que predomina la solidaridad orgánica). Durkheim muestra que este debilitamiento de la conciencia común puede observarse a partir del desarrollo de formas cada vez más racionales del derecho, la moral y la civilización en general. Así, por ejemplo, la religión pierde cada vez más su carácter concreto, que la ligaba a la vida cotidiana de los individuos, y pasa a adquirir formas cada vez más intelectualizadas. De esta manera, la sociedad envuelve cada vez menos al individuo y es menos capaz, por consiguiente, de controlar las aspiraciones y pensamientos de éste. Así se crea el campo de posibilidad para al aumento de la individualidad y la mayor divergencia entre los individuos.

En el capítulo 4 muestra que la herencia, que constituye un obstáculo para la DT, va perdiendo fuerza progresivamente.

Finalmente, en el capítulo 5 Durkheim resume las consecuencias de toda su argumentación anterior. En líneas generales, se centra en demostrar las ventajas de la DT construida a partir del aumento del volumen y de la densidad sociales sobre la división fisiológica del trabajo. En este sentido, la DT muestra una mayor flexibilidad para adaptarse a circunstancias cambiantes, siendo esta mayor flexibilidad un derivado de la eliminación paulatina de las barreras que constriñen a los individuos y que son producto de la sociedad segmentada. De esta manera, y lejos de separar y anular a los distintos individuos, la DT (plasmada en la solidaridad orgánica) permite el libre desarrollo de los individuos, sin que esto impida el desarrollo de una solidaridad (una cohesión social) entre los mismos. Como indicamos arriba, todo el Libro Segundo puede pensarse como una refutación del individualismo metodológico.


Villa del Parque, martes 3 de enero de 2022