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domingo, 30 de octubre de 2022

GIDDENS Y EL GRAN DEBATE SOBRE LA GLOBALIZACIÓN (2001)

 

Refugiados en Irak


Anthony Giddens (n. 1938) ocupa un lugar importante en la sociología de la segunda mitad del siglo XX. Por supuesto, ocupar un lugar importante no es sinónimo, a priori, de calidad y/o valor científico de la obra. En este punto tiene validez absoluta el principio metodológico cartesiano, “dudar de todo”. Hecha esta advertencia, corresponde decir que es conveniente leer a Giddens, ya sea en su faceta de sociólogo académico, como en la de consejero de Tony Blair (n. 1953) y promotor de la “Tercera Vía”. Es más, me atrevo a decir que es más importante este último aspecto de su obra (sin quitarle méritos a su producción académica), porque éste representa una intervención en la política concreta, algo que defendemos a capa y espada aquí en Miseria de la Sociología. La sociología, desgajada de la política, es un árbol seco, que merece ser derribado sin miramientos. 

Presentamos a continuación una ficha sobre la conferencia pronunciada por Giddens el 19 de noviembre de 2001 en Valencia, España. La institución organizadora fue la Fundación Cañada Blanch.

El texto tiene carácter popular y presenta interés porque en ella Giddens canta una loa de la globalización, tal como se acostumbraba en la década de 1990, pero advierte los presagios ominosos derivados de los atentados del 11 de septiembre de 2001. El autor, defensor fervoroso de la globalización se anima a plantear que, a pesar de todo, “algo huele a podrido en Dinamarca”. Para nosotros, lectores de 2022, puede resultar provechoso comparar las evaluaciones y pronósticos de Giddens con las realidades actuales. Por lo general, las crisis (y estamos entrando en una etapa de crisis mundial pocas veces vista) no se llevan bien ni con los pronósticos ni con las profecías.

Referencia:

Giddens, A. (2001). El gran debate sobre la globalización. Pasajes, (7), 62-73. Traducción de Carlos Subiela.


Giddens abre la conferencia formulando una caracterización de la globalización. En su opinión se trata del “debate más importante que se está produciendo en las ciencias sociales, y más allá de ellas, hoy en día.” (p. 63)

El término pasó de ser apenas utilizado a mediados de la década de 1980

“a estar presente en todas partes en un período de tiempo notablemente corto y se podría decir que es el término de las ciencias sociales con más éxito en los últimos tiempos porque no se me ocurre otro concepto científico-social que haya penetrado tanto en el discurso popular y en tan poco tiempo.” (p. 63)

Ahora bien, la omnipresencia del término no significa que sea comprendido. Por lo tanto es preciso explorar qué significa o, para ser más exactos, cuáles son sus diversos significados.

Giddens afirma que desde hace décadas se viene desarrollando el gran debate sobre la globalización, en el que pueden distinguirse dos etapas:

a) Debate entre académicos en torno a si el término globalización indica o no un cambio histórico real. Los escépticos de la globalización argumentaban que no había cambios sustanciales entre nuestra época y el pasado en términos de integración real. Sin ir más lejos, a finales del siglo XIX había mercado abierto, comercio en divisas por todo el mundo, migraciones masivas, etc. El debate se saldó, investigación empírica mediante, con la derrota de los escépticos. La opinión dominante sostiene que el siglo XIX fue la primera época de la globalización y que hoy estamos en la segunda, mucho más abarcadora y dinámica que la primera.

b) Debate entre académicos, pero también entre personas que salen a movilizarse en contra de la globalización (ejemplo: reunión de la OMC en Seattle, 1999). El eje de la discusión es el significado de la globalización y cuáles son sus consecuencias. Se trata de una batalla política.

La conferencia de Giddens se sitúa, deliberadamente, en esta segunda etapa del debate. El autor enfatiza que el debate contiene un error, común a partidarios y adversarios de la globalización. Ambos la consideran un fenómeno esencialmente económico: “La ven primordialmente en términos de expansión de los mercados mundiales y en particular del papel de las instituciones financieras globales en un mercado mundial en expansión.” (p. 64) Es cierto que se asiste a una aceleración del impacto global de los fenómenos económicos; hay una integración creciente de la economía mundial, aunque fuertemente regionalizada. Por ejemplo: la Unión Europea comercia básicamente consigo misma, tiene poco intercambio con los países en vías de desarrollo. O sea, “no hay un sistema completamente integrado, pero sin duda ha habido una aceleración a nivel económico.” (p. 65)

Pero el punto fundamental es que la globalización no es un fenómeno exclusivamente económico (ni sus fuerzas impulsoras son únicamente económicas). La globalización es política, cultural y social.

La diferencia decisiva entre nuestra época y las anteriores radica en el cambio experimentado por las comunicaciones. “La revolución de las comunicaciones es la principal fuerza impulsora de la mayor interdependencia que es característica de nuestra época” (p. 65) El hito en la revolución actual de las comunicaciones se encuentra a finales de la década de 1960, cuando se estableció por primera vez sobre la Tierra un sistema efectivo de satélites. Por primera vez en la historia humana se hizo posible la comunicación instantánea de un extremo a otro del planeta. Ello se aceleró con el maridaje de la tecnología de las comunicaciones y los ordenadores.

Giddens sostiene que la causa de la caída de la URSS fue el impacto de la revolución de las comunicaciones: “la Unión Soviética no podía competir económicamente y su sistema político se quedó obsoleto respecto del sistema mucho más fluido y dinámico que el impacto de las comunicaciones globales más o menos nos impone.” (p. 65)

La globalización no tiene una causa única; tampoco provoca un único efecto. Entre sus efectos:

a) Aleja de la nación, pues debilita a los Estados.

b) Impulsa y genera nuevas fuerzas para la identidad local.

c) Crea nuevas regiones, que a veces atraviesan las fronteras de las naciones.

Las personas no son receptores pasivos de la globalización, sino que “todos somos agentes” de ella (por ejemplo, al utilizar Internet). Supone la transformación de las instituciones (grandes y pequeñas), pero también de la vida personal; cambia la soberanía de las naciones, pero también cambian estructuras muy importantes y profundas de la vida cotidiana. La globalización está transformando la familia, la posición de las mujeres en la sociedad.

“El fundamentalismo, el auge o algunas formas de fundamentalismo, especialmente de índole religiosa, está motivado por la oposición a la emancipación de las mujeres, está impulsado por el síndrome de odio a las mujeres, por un deseo de volver al estado de cosas anterior, tradicional.” (p. 67)

En síntesis, ¿qué es la globalización?

“Si la entendemos en términos sociológicos, la forma más sencilla es la siguiente: «La globalización, la definición más simple de globalización, es interdependencia». Globalización significa interdependencia creciente con gente que vive a muchos kilómetros de nuestro ámbito habitual, pero esa creciente interdependencia ha transformado la mayoría de nuestras instituciones. La globalización representa una especie de cambio estructural de nuestras instituciones básicas que van desde la familia y la vida económica hasta la soberanía de las naciones y las mismas instituciones transnacionales.” (pp. 67-68)

Respecto al movimiento antiglobalización:

a) Los que salen a protestar a las calles se definen como antiglobalización. Esta postura no es coherente, dado que la globalización alude a un conjunto complejo de fenómenos, que no se pueden rechazar en bloque pues no se puede volver atrás. b) El movimiento antiglobalización es, en sí mismo, un movimiento global, que opone a la globalización desde arriba, efectuada por las grandes corporaciones multinacionales, la globalización desde abajo, en la que juegan un papel significativo las ONG.

b) El movimiento antiglobalización sostiene que la globalización está dominada por las grandes corporaciones. El dominio del mercado sobre nuestras vidas y nuestras sociedades amenaza con destruir la cultura cívica y los derechos democráticos. Giddens sostiene que hay que escuchar esta crítica:

“porque creo que es correcto decir que una buena sociedad no es aquella que está demasiado dominada por las fuerzas del mercado. Una buena sociedad no es aquella donde el poder de las grandes empresas es demasiado fuerte. Si permitimos que nuestra sociedad, en Occidente o en cualquier parte del mundo, esté dominada en exceso por las fuerzas del mercado, tendremos mucha desigualdad, tendremos mucha inseguridad y se producirá una mercantilización de valores que deberían quedar al margen del mercado.” (p. 69)

Una buena sociedad debe asentarse en el equilibrio entre tres componentes: mercado competitivo y eficiente; gobierno ágil, efectivo y democrático; sociedad civil desarrollada. Agrega que la tarea de nuestra época es construir una “sociedad civil global”.

c) Los manifestantes antiglobalización sostiene que la globalización es un proyecto de Occidente, que implica sólo ⅕ de la población mundial, y que está produciendo mayor desigualdad en el mundo. Giddens señala que no es posible afirmar de manera concluyente que hay mayor desigualdad, sino que se trata probablemente de lo contrario. La única manera de superar la desigualdad es el crecimiento económico. En este punto dice que “la globalización no puede ser dirigida exclusivamente por el mercado” (p. 71)

En conclusión, “la batalla del siglo XXI en gran medida será una batalla entre el fundamentalismo por una parte y una sociedad cosmopolita mundial por otra.” (p. 72)

En este sentido,

“El fundamentalismo no tiene realmente que ver con lo que se cree, sino con por qué se cree y cómo es la relación con los que tienen creencias diferentes. El fundamentalismo, en mi opinión, no se limita a la religión. Puede haber fundamentalismo étnico, fundamentalismo nacionalista y hemos visto los efectos de estas formas de fundamentalismo en la ex Yugoslavia y otras partes del mundo en los últimos años. El fundamentalismo es la afirmación de que sólo hay una forma de vida que es correcta y adecuada y que todo lo demás ha de ser erradicado o pisoteado.” (p. 72)

Lo opuesto al fundamentalismo es la “tolerancia de la identidad múltiple”. Opina que la Unión Europea está produciendo esa sociedad cosmopolita.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 muestran los riesgos que debe afrontar la continuidad de la globalización: “Si no conseguimos crear una sociedad global cosmopolita en esta época marcada por la interdependencia, no seremos capaces de controlar las fuerzas divisorias y peligrosas que ha desencadenado la globalización.” (p. 73)

Las última cita del texto resulta particularmente ominosa en 2022. La globalización capitalista ha provocado (¡no podía ser de otra manera!) un salto gigantesco en el desarrollo de las fuerzas productivas y, a la vez, una profundización de las tensiones económicas, sociales y políticas. No hay fin de la historia, sino historia sin fin…

 

Villa del Parque, domingo 30 de octubre de 2022