Vistas de página en total

Mostrando entradas con la etiqueta Positivismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Positivismo. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de octubre de 2020

INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA CURSO 2020 – CLASE N° 12: COMTE


 

“El deber de la filosofía era disipar el espejismo que nacía

de la mala interpretación, aunque con ello se aniquilase

también mucha ilusión estimada y encomiada.”

Immanuel Kant (1724-1804), filósofo alemán.

 

Bienvenidas y bienvenidos a la duodécima clase del curso.

El filósofo y sociólogo francés Auguste Comte (1798-1857) es uno de los intelectuales más destacados del siglo XIX. Es probable que ustedes ya lo conozcan, como fundador del positivismo, una corriente filosófica que ejerció gran influencia en las ciencias sociales. En este curso no disponemos del tiempo necesario para lleva a cabo una presentación más o menos exhaustiva de su obra. Por ello, nos limitaremos a realizar una exposición abreviada de sus principales ideas. Comte, como otros sociólogos del siglo XIX, estaba preocupado por construir una ciencia de la sociedad, que contara con estándares de rigurosidad similares a los de las ciencias naturales. Por eso, se ocupó de elaborar los fundamentos de una ciencia de la sociedad, en una obra que trascendió largamente los límites de la sociología.

Por último, quiero indicar que utilicé dos textos para redactar esta clase:

·         Comte, Auguste. (1999). [1° edición: 1844]. Discurso sobre el Espíritu Positivo: Discurso preliminar del Tratado filosófico de astronomía popular. Madrid: Biblioteca Nueva;

 ·         Zeitlin, Irving M. (1997). Ideología y teoría sociológica. Buenos Aires: Amorrortu. [1]

Pero pasemos a la clase propiamente dicha.


Orden y progreso contra la revolución:

Para empezar, nada mejor que una visión panorámica. Zeitlin define así a la obra de Comte:

“Toda la doctrina positiva de este pensador es ideológica, en el más estricto sentido del término, y la ciencia nunca logra mucha autonomía en su sistema doctrinario y totalitario. (...) A pesar del homenaje verbal que rinde a la ciencia, prácticamente cada una de sus observaciones se basa no en la experiencia y la observación, sino en valores y sentimientos, y primordialmente en los valores, sentimientos e intereses de la burguesía. No vio, o no quiso ver, que los principios de organización que enunció - sus a priori - estaban enraizados en un contexto sociohistórico específico.” (p. 94).

Para una adecuada comprensión de la obra de Comte es preciso tener en cuenta que ella constituyó una respuesta a la filosofía de la Ilustración y, por ende, a la Revolución Francesa de 1789. Desde el punto de vista comteano, la Ilustración era una filosofía negativa, en el sentido de que los iluministas se dedicaban a criticar el estado de cosas existentes, a negarlo con las armas de la crítica. Por tanto, “debían desacreditarse y repudiarse los principios críticos y destructivos de la filosofía negativa, para poder reemplazarlos por los principios afirmativos y constructivos de la filosofía positiva.” (p. 85). El término positivo constituía la negación filosófica de la destrucción (lo negativo) revolucionaria.

Comte consideraba que su época estaba signada por la “anarquía social” y que ésta sólo podría ser evitada mediante la aplicación de la física social al estudio de la sociedad. Justificaba la necesidad de esa nueva ciencia aduciendo que la anarquía social era el producto de la anarquía intelectual, la cual era generada, a su vez, por la decadencia de la filosofía teológica y por el escaso desarrollo de la filosofía positiva. En ese panorama, predominaba la filosofía negativa, con su incesante crítica de todo orden existente. (p. 86).

El orden y el progreso, que los antiguos consideraban irreconciliables, deben unirse de una vez por todas.” (p. 86; el resaltado es mío - AM -).

El orden es la preservación de la estructura de distribución del poder existente, la conservación de las normas y costumbres funcionales a ese orden, el mantenimiento de la jerarquía social existente. El progreso es identificado con el desarrollo científico y tecnológico. El estadio teológico (predominio de la religión) se caracterizó por la vigencia del orden. El estadio positivo, en cambio, tiene por rasgo principal el progreso.

El principio del orden y el del progreso encarnaban en partidos y clases sociales distintas. Los conservadores bregaban por la restauración del feudalismo; los “anárquicos”, por la plena vigencia del Iluminismo. (p. 86).

Los conservadores [2] querían lisa y llanamente la vuelta al Ancien Régime, sin comprender que éste se había desintegrado por la acción de la ciencia y la industria. La restauración del feudalismo era imposible porque seguirían operando las mismas fuerzas desintegradoras. (p. 86-87).

La acción de los pensadores del Iluminismo fue necesaria, pues contribuyó a erosionar los fundamentos intelectuales del orden teológico, permitiendo de ese modo el desarrollo del progreso. Pero en el siglo XIX la filosofía negativa era un impedimento a la unificación del orden y el progreso. Había que emprender la tarea de demostrar que los principios del Iluminismo ya no eran útiles para la consolidación de un orden positivo. Entre estos principios se encontraban la libertad de conciencia, la igualdad, la soberanía del pueblo. (p. 87). Comte sostenía que la reorganización de la sociedad requería de la unidad y la unanimidad, de modo que no podía permitirse la libertad de conciencia ni la crítica permanente de los fundamentos de la sociedad. (p. 87).

“Debe lograrse de alguna manera (...) una síntesis de las ideas opuestas de orden y progreso, porque solo mediante la unión y armonía intelectuales puede restaurarse la armonía social.” (p. 86).

“La crisis social se mantendrá mientras las dos doctrinas antagónicas - la teológica y la metafísica - prevalezcan. No es posible ningún orden hasta tanto ambas no sean superadas por la etapa positiva, que será más orgánica que la teológica y más progresista que la metafísica.” (p. 88).

Comte consideraba que la causa de los problemas sociales debía buscarse en las ideas y las costumbres, no en las instituciones económicas y políticas existentes. (p. 89).

“El quid es, pues, no entrometerse en las instituciones existentes o cambiarlas, sino realizar una reorganización moral, eufemismo para indicar la aceptación por parte de las clases inferiores de su condición social. No habrá orden ni progreso mientras los hombres no reconozcan que su sufrimiento es de naturaleza moral, no física.” (p. 89).




La filosofía positiva:

La escuela conservadora condenaba a la época moderna en su totalidad; la escuela metafísica hacía lo mismo con los períodos anteriores a la Revolución de 1789. La superioridad de la filosofía positiva residía en que era la única que concebía a la época actual como el resultado de una evolución, en la que la etapa teológica y la etapa metafísica eran fases necesarias. (p. 89).

 

El objetivo de la instauración de la filosofía positiva era político: “evitar la revolución y lograr que la multitud se resignara a las condiciones del orden existente.” (p. 89).

Comte explica así el papel de la filosofía positiva:

“El espíritu positivo tiende a consolidar el orden mediante la elaboración racional de una sabia resignación ante los males políticos incurables (...) Una verdadera resignación - esto es, una disposición permanente a soportar con firmeza y sin esperanza de compensación todos los males inevitables - sólo puede provenir de una profunda comprensión del vínculo existente entre todos los tipos de fenómenos naturales y leyes invariables. Si hay males políticos (y no dudo de que los hay) que, como en el caso de algunas dolencias personales, la ciencia no puede remediar, ella al menos nos demuestra que son incurables, con lo cual calma nuestro desasosiego bajo el dolor, inculcándonos la convicción de que son irremediables en virtud de leyes naturales.” (p. 90) [3]

La élite científica es la encargada de ar la última palabra sobre las cuestiones políticas. De este modo, se evitaba la participación de las masas en la toma de decisiones, garantizando así el cierre de la etapa revolucionaria. (p. 90-91).


Filosofía positiva y ciencias sociales:

El método positivo tiene por característica principal la subordinación de la imaginación a la observación, de la razón a los “hechos”. (p. 91). Su objetivo es poder establecer una predicción certera, que facilitará el control social. (p. 91).

El orden es el aspecto estático de la sociedad: “se refiere a la armonía que prevalece entre las diversas condiciones de la existencia” (p. 91). El progreso, por su parte, es el aspecto dinámico de la sociedad, “apunta al desarrollo ordenado de la sociedad, de acuerdo con leyes sociales naturales” (p. 91).

La sociedad debe concebirse como un todo orgánico:

“Por lo tanto, ni siquiera con propósitos analíticos han de contemplarse separadamente los elementos sociales, como si tuvieran una existencia independiente. Todas las partes del sistema constituyen un todo armonioso, el cual, por definición, carece de elementos conflictivos, contradictorios y antagónicos.” (p. 92).

El progreso es el resultado de una tendencia natural, que no precisa de ninguna acción política especial dirigida al cambio. “La dinámica social es el estudio de los patrones de progreso evolutivo en el que las sucesivas etapas de desarrollo son necesarias e inevitables.” (p. 92). No se pueden saltar etapas, ni modificar el orden de estas. Toda la humanidad debe pasar por las tres etapas de desarrollo (teológica, metafísica, positiva).

Comte destacó la importancia de las técnicas de observación, experimentación y comparación. (p. 92). Respecto a la observación, señaló que

“es imposible sin la teoría, primero para dirigirla y luego para interpretar lo observado. Los hechos no pueden hablar por sí mismos (...) los hechos deben vincularse con las leyes del desarrollo social, al menos mediante una hipótesis de ensayo.” (p. 92-93).

Zeitlin intercala una cita que pinta de cuerpo entero a nuestro autor. Comte considera que “la subordinación de la mujer es natural y se mantendrá en la nueva sociedad: el sexo femenino se halla en un estado de infancia perpetua.” (p. 93).


El Discurso sobre el espíritu positivo:

El Discurso es una de las obras más conocidas de Comte. Es imposible para nosotros realizar un análisis exhaustivo de la obra. A los fines de esta clase, haremos una síntesis del capítulo 1.

Dicho capítulo trata cinco cuestiones principales:

1] La filosofía positiva como sistema que unifica el conocimiento desarrollado por las ciencias particulares; 2] Las diferencias entre positivismo y empirismo; 3] La teoría de los tres estados; 4] El idealismo en la teoría de los tres estados; 5] La “metafísica” de la teoría de los tres estados.

Veamos cada uno de estos puntos:

1] Positivismo y unificación del conocimiento de las ciencias particulares

Desde fines del siglo XVIII, la economía era la forma dominante en la teoría social. En su Investigación sobre la riqueza de las naciones (1776), Adam Smith (1723-1790) sostuvo que la fragmentación del estudio de lo social constituía el mejor modo de aumentar el conocimiento sobre la sociedad. En otros términos, la teoría social tenía que implantar en su seno la división del trabajo. Dicha estrategia implicaba el surgimiento de un nuevo problema: ¿Quién se encargaba de unificar ese conocimiento? O, mejor dicho: ¿Quién reconstruía a la totalidad social, invisible en cada una de las investigaciones especializadas?

Hay que tener presente que la teoría social moderna se constituyó mediante una ruptura radical con la tradición clásica. Uno de los ejes de esa tradición era, precisamente, la concepción de la totalidad. La economía clásica expresó el abandono de la totalidad mediante la adopción del individualismo metodológico

La tentativa unificadora de Comte debe ubicarse, pues, en el marco de una reacción contra la fragmentación y la “invisibilidad” de la totalidad. En el texto se encuentra una mención directa al propósito comteano cuando se refiere al “objeto de este discurso” (p. 65).

2] Distinción entre positivismo y empirismo

Es habitual pensar que el positivismo es sinónimo de empirismo, entendiendo por este último a la concepción epistemológica que postula que los hechos empíricos son la fuente del conocimiento científico. Según los empiristas, los científicos tienen que dedicarse a la observación de los hechos, para así acumular una masa crítica de datos a partir de la cual puedan inferirse las leyes científicas. En resumen, los hechos son lo primario, y las teorías vienen a posteriori.

En el capítulo 1 del Discurso puede observarse que Comte no es un empirista en el sentido de la definición formulada en el párrafo anterior. Así, “el verdadero espíritu positivo no está menos alejado, en el fondo, del empirismo que del misticismo” (pág. 80).

Comte afirma que la mera recopilación de datos no conduce a las leyes científicas. Esta recolección de datos tiene que ser guiada por el pensamiento especulativo. El ideal de la ciencia moderna no es la observación, sino la predicción racional (apoyada en el principio de la invariabilidad de las ciencias naturales).

Lo expuesto en el párrafo anterior no implica negar la centralidad que tienen los hechos empíricos en el positivismo comteano. Basta leer el § 12, dedicado al estado positivo, donde afirma que la regla fundamental de la filosofía positiva es la siguiente:

“Que toda proposición que no sea estrictamente reducible al simple enunciado de un hecho, singular o general, no puede ofrecer ningún sentido real e inteligible.” (pág. 77).

Esta primacía de los hechos, con su correlato de abandono de la búsqueda de las causas últimas, constituye la base del positivismo. En el esquema formulado en el capítulo 1, la mencionada primacía es contrapuesta a la situación en los estados teológico y metafísico. Pero hay que tener en cuenta que los hechos son el “material indispensable” de la ciencia, pero ésta tiene por objeto la predicción (pág. 80). La aclaración no es menor. Hay que evitar pensar al positivismo comteano como si fuese una caricatura o bien una forma madura del empirismo.

3] La teoría de los tres estados

La exposición clásica de la teoría de los tres estados se encuentra en este capítulo (págs. 69-83). Dado que es bastante conocida, no voy a detenerme en ella. Me interesa, en cambio, hacer notar que el proceso de los tres estados corresponde tanto al individuo como a la especie (pág. 69), pero Comte no usa el término sociedad. Mi opinión es que esta ausencia es consecuencia de que Comte no toma en cuenta (salvo alguna indicación aislada, como en pág. 79, donde señala el origen social de nuestras concepciones) la relación entre las ideas y el contexto social en el que se producen aquellas.

Comte propone su teoría de los tres estados al principio del Discurso. Como apuntamos antes, esta teoría se aplica tanto a la evolución del individuo como a la de la especie. Ahora bien, ¿a qué parte de estas evoluciones se aplica la teoría? En el capítulo 1 se emplea para referirse a la “razón humana” (pág. 69). Los estados teológico, metafísico y positivo son etapas en el proceso de evolución del pensamiento, tanto en el individuo como en la especie. No se trata (por lo menos aquí) de etapas que correspondan a la evolución material de las sociedades. [4].

Corresponde indicar que no se trata de una teoría meramente descriptiva, en la que el autor no toma partido ni hace consideraciones sobre los diferentes estadios. Es, por el contrario, una teoría jerárquica, en el sentido de que el estadio positivo es el escalón superior. De hecho, Comte considera que dicho estadio es el punto de llegada necesario y deseable de la humanidad.

4] El idealismo en la teoría de los tres estados

A partir de lo expuesto en el punto anterior, podemos hacer la crítica de la teoría de los tres estadios. En el capítulo 1, Comte no aporta un solo hecho sobre el cual apoyar su teoría. Por el contrario, cuando trata de defenderla recurre constantemente a expresiones tales como “necesidades” (pág. 69); “espontánea predilección” (pág. 69); “espíritu humano” (pág. 70 y ss.); “tendencia espontánea a la simplificación” (pág. 71); “tendencia involuntaria” (pág. 71); etc., etc. El motor del progreso se encuentra, entonces, en el despliegue de las tendencias espontáneas del espíritu humano. No hay ninguna referencia (salvo pág. 79) a las condiciones sociales de producción del conocimiento. El pasaje de un estado a otro (en verdad, toda la teoría) se mueve en el vacío, en el plano de las ideas desligadas de su conexión terrestre. De ahí que todo el enfoque esté estructurado como una confrontación entre las distintas formas del pensamiento religioso y las diversas formas del pensamiento filosófico. 

El idealismo subyacente a esta concepción encuentra su expresión concreta en el pasaje de la pág. 73, en el que examina la función social de la filosofía primitiva (estado teológico): 

“Esta filosofía primitiva ha sido tan necesaria para el desarrollo inicial de nuestra sociabilidad como para el de nuestra inteligencia; sin ella, bien por constituir primitivamente estas doctrinas comunes, bien por suscitar espontáneamente la única autoridad espiritual que pudiera entonces surgir, el vínculo social no habría podido adquirir ni extensión ni consistencia.” (pág. 73).

Las ideas (las filosóficas, no las de cualquier hijo de vecino) son las que, en definitiva, constituyen los vínculos sociales. El cemento social es la ideología (dicho esto en términos más modernos). El desarrollo posterior de esta concepción idealista de las relaciones sociales puede ser rastreado en la obra del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917).

5] El carácter metafísico de la teoría de los tres estados

En la sección del capítulo 1 dedicada al estado metafísico, Comte efectúa una dura crítica de la metafísica (sobre todo en pág. 75). 

Sin embargo, y dados: a) el carácter idealista de los fundamentos de su concepción; b) el recurso a las “tendencias del espíritu humano” para explicar el pasaje de un estado a otro; podemos afirmar que Comte formula una nueva metafísica.

El paso de la “imaginación” a la observación se convierte en una tendencia inevitable, el camino necesario que debe recorrer la humanidad. El proceso aparece desligado de su relación con la reproducción de las condiciones de vida de los seres humanos (la reproducción de las relaciones sociales) y queda reducido al despliegue de los “principios” propios del espíritu humano.

Hasta aquí llegamos con este resumen de las ideas de Comte. En la próxima clase comenzaremos el análisis de la obra de Emile Durkheim.

Les agradezco su atención.

 

Villa del Parque, viernes 2 de octubre de 2020


NOTAS:

[1] El autor dedica a Comte el capítulo 7 de la obra (pp. 85-94).

[2] Comte tenía en mente a autores como Louis de Bonald (1754-1840), Joseph de Maistre (1754-1821), etc.

[3] Zeitlin cita al autor francés en la versión inglesa: Comte, Auguste. (1893). The Positive Philosophy. London: Kegan Paul. La cita de marras se encuentra en las págs. 37-38.

[4] Salvo el pasaje de pág. 71, donde relaciona el estado alcanzado con la cuestión de la raza (por supuesto, la raza blanca ocupa el escalón superior de la evolución).

jueves, 5 de abril de 2018

POSITIVISMO Y HERMENÉUTICA EN LAS CIENCIAS SOCIALES: NOTAS SOBRE UN ARTÍCULO DE PINTO




Julio Pinto, actual profesor Consulto y Profesor Asociado regular de la Materia Fundamentos de Ciencia Política en la Carrera de Ciencia Política de la UBA, es autor del artículo “El aporte de la hermenéutica filosófica al debate epistemológico de las ciencias sociales”, publicado en la revista POSTData, núm. 3-4, agosto de 1998, pp. 19-37.

El título es un tanto engañoso, pues alude a las Ciencias Sociales (CS a partir de aquí) pero, en rigor, se concentra en la Ciencia Política (CP a partir de aquí).

El artículo se divide en tres apartados: 1) El nacimiento de las ciencias sociales y su identificación con el positivismo (pp. 19-23); 2) La creciente vigencia del paradigma hermenéutico en las ciencias sociales (pp. 24-33); 3) Conclusiones (pp. 33-37).

El presente texto es una ficha de lectura del artículo de Pinto. Por ello, me ciño al desarrollo realizado por el autor. Sólo por excepción formulo comentarios de mi autoría.


1] Ciencias Sociales y Positivismo:

Las Ciencias Sociales (CS a partir de aquí) surgieron institucionalmente en el siglo XIX. Desde su origen, estuvieron fuertemente influenciadas por la filosofía y el método de las CN (CN a partir de aquí).

Auguste Comte (1798-1857) sacralizó el método científico [el de las CN], afirmando que su utilización permitiría eliminar todos los males sociales. Considera a la sociología como la cumbre de las ciencias, como la legítima reemplazante de la teología. “El carisma de la razón desplaza al carisma de la tradición; el método científico a la creencia religiosa como fuente de legitimidad de la dominación política.” (p. 20). [1]

Pinto ubica la concepción comteana en el marco del proceso de “creciente secularización de las sociedades occidentales” (p. 19). Dicho en otros términos, “la fe en que la ciencia provee los medios necesarios para un progreso ilimitado de la humanidad pasa a ser el más fuerte elemento de legitimación política en las incipientes democracias liberales.” (p. 19). En Gran Bretaña, EE.UU. y Francia, “la filosofía positiva y la praxis política se identifican totalmente. El Estado racional moderno, el mercado y la ciencia, están en ellas fuertemente vinculadas entre sí, siendo esa interacción sistémica la que da su pujante dinámica a esas sociedades nacionales.” (p. 19).

El positivismo de Comte parte del reconocimiento del isomorfismo entre los objetos de estudio de la biología y las CS. Los procesos de evolución y cambio son análogos en el organismo humano y en el organismo social. De este modo, el mecanicismo y el organicismo se constituyen en pilares de las CS.

El sometimiento de la sociología a las CN se hace especialmente patente en la obra de Talcott Parsons (1902-1979), quien desarrolló el estructural-funcionalismo en base a la perspectiva filosófica del positivismo. Parsons ejerció una enorme influencia sobre las CS de mediados del siglo XX.

El organicismo comteano se actualiza en la obra de Parsons por medio del concepto de sistema social, que se regula a sí mismo a través de procesos homeostáticos (equilibrio con el medio ambiente).

La CP se identificó desde sus orígenes con el paradigma positivista. Surgió como disciplina autónoma a través de la revolución conductista y asumiendo como propios los principios metodológicos de la sociología estructural-funcionalista. Es por ello que la CP se caracterizó por su énfasis en el empirismo y por privilegiar los análisis micropolíticos y no los macropolíticos.  

En las últimas décadas, la dependencia de las CS respecto a las CN se trocó en dependencia de la economía, disciplina que gozó de un amplio reconocimiento social. El concepto de homo economicus se volvió fundamental para la sociología y la CP. El concepto de equilibro general de los modelos económicos tuvo sus correlatos en los modelos sociológicos del estructuralismo parsoniano o politológicos del conductismo. El individuo egoísta, que toma decisiones a partir del cálculo racional y que busca satisfacer su propio interés, se convirtió en el elemento central de los procesos sociales. [2]

El paradigma positivista se encuentra en crisis a fines del siglo XX. Sin embargo, sigue vigente en las CS estadounidenses, donde muchos científicos adhieren al neopositivismo lógico, en tanto que otros profesan el racionalismo crítico de Popper (1902-1994) y unos pocos son partidarios del discurso hermenéutico.


2] El paradigma hermenéutico en las ciencias sociales:

La impugnación al paradigma positivista comenzó a finales del siglo XIX en Alemania, en buena medida gracias a la obra del filósofo Wilhelm Dilthey (1833-1911).

Dilthey pensaba que “el sujeto que protagoniza la interacción social está orientado por premisas históricamente sustentadas. Por ese motivo el análisis comprensivo de las mismas resulta indispensable en este tipo de conocimiento.” (p. 24). Por eso los alemanes denominaron ciencias históricas a las CS. [3]

El sociólogo Max Weber (1864-1920) aplicó a la sociología y la CP la postura epistemológica desarrollada por Dilthey. Weber “percibe el hecho de que aún en las sociedades industriales de la Modernidad el individuo es un hombre de cultura. Un sujeto que se interpreta y comprende a sí mismo en el contexto de sus circunstancias históricas. Los juicios de valor, los preconceptos que, transmitidos por el lenguaje, le dan las mismas, constituyen la dimensión histórico-social de su comportamiento social. Comportamiento que se explica sólo parcialmente por la creciente racionalidad científico-tecnológica que distingue a nuestro tiempo, de allí la imposibilidad de unificar los comportamientos sociales en un único patrón racional. Del mismo modo que existe una acción racional orientada a fines, existe una acción racional orientada por valores.” (p. 24-25).

En las CS existe una doble mediación simbólica: “la que se evidencia en los valores que orientan la acción social de los sujetos observados y la que existe en la deducción de ciertas hipótesis de investigación – y no de otras – por parte del investigador.” (p. 25).

“Weber no rechaza el conocimiento empírico que reivindica el positivismo, adhiere firmemente al mismo. Y por esta razón entiende que la comprensión teórica del fenómeno social debe estar unida a una explicación que sea constatable empíricamente. Explicación que será siempre unilateral, porque el marco teórico que ha elegido subjetivamente un investigador lo hace orientar su observación en cierta dirección y no en otras.” (p. 25). [4] Para resolver el problema de la constatación empírica, elaboró los tipos ideales (abstracciones conceptuales que sirven para categorizar analíticamente la observación empírica).

Weber rechazó la posibilidad de enunciar leyes generales universalmente válidas (al estilo de las CN); utilizó la expresión alemana chancen (probabilidad) y no causa, “cuando describe la posibilidad de que ciertos factores originan determinados hechos sociales. Estos últimos son (…) el producto de una interacción humana provista de sentido por determinadas circunstancias históricas, no constituyen entonces un mero reflejo de la autorregulación espontánea de la sociedad.” (p. 25).

El politólogo italiano Norberto Bobbio (1909-2004) sostuvo que Weber fue el mayor teórico político del siglo XX. Entre sus contribuciones a la CP, cabe indicar que Weber establece la autonomía de la política, “a la que considera un producto de la decisión humana, orientada históricamente, y no un simple epifenómeno de lo social.” (p. 25-26). El análisis científico de la política exige recurrir al método de la comparación, ante la imposibilidad de universalizar los comportamientos políticos de la humanidad.

La mayor contribución de Weber a la CP es la valorización del concepto de legitimidad “para comprender la vigencia social que puede llegar a alcanzar un orden político.” (p. 26). La teoría clásica de las formas de gobierno fue desplazada por la tipología weberiana de las formas legítimas de dominación: tradicional, legal y carismática. “Aquello que destaca Weber no es cuál es la forma de gobierno que legaliza al poder, sino cuál es el tipo de dominación que legitima al poder. Y lo hace por entender que el poder sólo se transforma en autoridad política cuando la necesidad de su utilización institucional es reconocida consensualmente por la sociedad.” (p. 26-27). Dicho en otros términos, “para Weber no hay dominación política posible si al monopolio de la violencia física que distingue al mismo no lo acompaña la percepción social de que el uso de la mismo por parte del Estado es legítimo. La coacción legal debe estar acompañada por el consenso social.” (p. 27).

Pinto sostiene que Weber postula un individualismo diferente al homo economicus de los economistas, mucho más cercano al aristotélico zoom politikon, “cuya existencia adquiere sentido en el oxígeno cultural de la comunidad en que se forma su personalidad.” (p. 28).

La epistemología hermenéutica fue desarrollada posteriormente por el filósofo Martin Heidegger (1889-1976) y su discípulo Hans-Georg Gadamer (1900-2002).

Gadamer afirma que el individuo se socializa por medio del lenguaje, vehículo privilegiado de transmisión de los valores culturales. A partir de esta socialización se encuentra en condiciones de interpretar el mundo. Esta interpretación no surge de la nada, sino que se da desde el horizonte cultural que distingue a su sociedad. La interpretación consiste en un preenjuiciamiento valorativo que orienta el juicio racional. Es producto intersubjetivo de la cultura en la que estamos insertos. Esto podría implicar caer en el círculo hermenéutico, es decir, no poder salir de esa interpretación orientada por los valores de una cultura determinada. Sin embargo, toda cultura forma a los individuos que la componen como personas, pero también es transformada por ellos. Este proceso ocurre entre distintas generaciones de la misma cultura, pero también entre individuos de diferentes culturas.

“La existencia resulta ser entonces una permanente mediación hermenéutica entre distintas perspectivas de vida. Por eso no tiene sentido hablar de una interpretación definitivamente válida. De esto se deduce que Gadamer coloca en un primer plano la dimensión histórica de la comprensión, el sentido de la acción social surge de una tradición cultural y la comprensión del mismo por sus intérpretes depende de la inserción de éstos en una determinada tradición de investigación.” (p. 30). [5]

Jürgen Habermas (n. 1929) utilizó la hermenéutica filosófica de Gadamer para enfrentar al neopositivismo reinante en las CS. Sostiene que los conceptos centrales de las CS son “conceptos históricamente enraizados” (p. 30). Por ende, los investigadores en CS deben tomar nota (mediante la hermenéutica) de que sus categorizaciones conceptuales están en relación de dependencia con una precomprensión originada en la identificación con una tradición de investigación.

Según Habermas, “los investigadores [los científicos sociales] no pueden (…) plantear una relación objetiva de sujeto a objeto como sucede (…) en las CN. Aquellos hechos que están analizando forman parte de su tradición cultural, o de otra que les es ajena, pero en ambos casos sus criterios valorativos orientan su reflexión crítica. Deben entonces ser conscientes de los prejuicios que han socializado en el transcurso del proceso cultural intersubjetivo en el que tomó forma su subjetividad. Así la comprensión hermenéutica permite a los investigadores alcanzar una autocomprensión de los valores que orientan su análisis, permitiéndoles no una imposible neutralidad axiológica pero sí una objetividad valorativa.” (p. 31).

A pesar de la adhesión de Habermas a muchas de las tesis de Gadamer, también tiene algunas diferencias significativas. Considera que Gadamer, con su reconocimiento a la historia y a la tradición, está bajo la influencia de reminiscencias conservadoras y románticas. Habermas propone una interpretación hermenéutica que no sea una simple continuación de la tradición; “exige entonces la necesidad de un distanciamiento crítico del intérprete, que le permita de este modo tanto incorporar, como dejar de lado, las pretensiones de validez de su tradición cultural.” (p. 31). La interpretación hermenéutica debe ir acompañada de la crítica ideológica, responsabilidad de una sociología crítica. [6]

Gadamer responde a Habermas afirmando que no existe una situación de confrontación entre tradición cultural y reflexión crítica. Acepta la premisa del distanciamiento crítico. Pero rechaza el planteo de Habermas respecto a que el lenguaje es sólo una de las dimensiones de la vida social. No corresponde oponer la política o la economía al lenguaje, pues las dos primeras actividades se encuentran mediadas por el tercero. Es debido a esta mediación que el posible la comprensión hermenéutica de la política y la economía. [7]

Pinto afirma que Gadamer y Habermas permitieron que las CS tomen “distancia de la filosofía y métodos del neopositivismo que tanto las limitaba epistemológicamente, impidiéndoles concretar un desarrollo teórico que fuera congruente con su elefantiásico desarrollo cuantitativo.” (p. 32).

El filósofo francés Paul Ricoeur (1913-2005) integró las tesis de Gadamer y Habermas. Sostiene que “la acción social se basa en una dialéctica de acontecimiento y significado. Una acción social es significativa cuando aporta pautas valorativas, que por serlo se convierten a su vez en los documentos que orientan la acción humana. La acción humana se transforma en acción social sólo cuando se asienta en la historia, cuando a causa de su sedimentación en el tiempo se transforma en institución, depsicologizando su significado. Una acción social resulta ser significativa cuando su importancia supera su inserción espacio – temporal.” (p. 32). [8]

Ricoeur desarrolla el paradigma de lector, como solución a las contradicciones metodológicas de las CS: “No existe una dicotomía sino una dialéctica permanente entre comprender y explicar.” (p. 33). La interpretación hermenéutica escapa del círculo hermenéutico, es decir, de la supeditación al pensamiento original del autor al fusionar los horizontes culturales de éste con los del exégeta. [9]

Pinto termina el apartado afirmando que Ricoeur logra conciliar la hermenéutica filosófica con la ciencia, “al sostener exitosamente que la comprensión asociada a la explicación permiten llegar a una interpretación válida científicamente en las ciencias sociales.” (p. 33).


3] Conclusiones:

El debate epistemológico iniciado en las CS a finales del siglo XIX persiste en la actualidad, pero ya es posible formular algunos de sus resultados:

a)    Reconocimiento por los científicos sociales de la distorsión en la observación de los hechos sociales generada por la doble mediación simbólica. Los prejuicios valorativos del investigador “gravitan fuertemente sobre su juicio crítico en el momento de la elección sobre qué problemas investigar – postergando otros igualmente importantes – y sobre su deducción de cierto tipo de hipótesis, al dejar de lado el análisis de otras que pueden ser igual o mayormente fecundas para la investigación.” Es imposible neutralizar totalmente los prejuicios antropológicos, semánticos y sociológicos. (p. 34).

b)    Si bien la neutralidad axiológica es imposible de alcanzar, el distanciamiento crítico que permite la objetividad científica constituye una responsabilidad ética y metodológica.

c)    El investigador debe ser consciente de que la indagación científica es una búsqueda interminable. No existe una solución definitiva, una teoría que resuelva todos los problemas. Existen respuestas aproximativas, originadas en distintos horizontes culturales.

d)    La acumulación de conocimientos en las CS se da a través del conocimiento de los clásicos. Existen diferentes tradiciones, pero los cultores de una de ellas están obligados a conocer la argumentación de sus adversarios. “Es entonces ese dominio de los conceptos teóricos expuestos por los clásicos, propios y ajenos, el que da inteligibilidad teórica a las ciencias sociales, pese a estar las mismas caracterizadas hoy en día por la vigencia de paradigmas diferentes y controversiales. Un permanente diálogo entre distintas perspectivas conceptuales hace cada vez más fecunda la investigación y más amplia la acumulación del conocimiento. Las ciencias sociales son percibidas actualmente por gran parte de sus cultores como una comunidad de dialogo, la que desde las diferentes tradiciones de investigación que dan lugar a distintos paradigmas, logra empero – eclécticamente – avanzar en el conocimiento a través de argumentaciones contrapuestas avaladas empíricamente.” (p. 37). [10]


Villa del Parque, jueves 5 de abril de 2018


NOTAS:
[1] Pinto engloba a los primeros sociólogos bajo el paraguas del positivismo. Así, Comte, Marx, Spencer y Pareto, “tienen en común el estar convencidos de haber encontrado la ley general que explica el sentido de la historia. Su mecanicismo los lleva a pretender a ocupar en las ciencias sociales un lugar similar al alcanzado por Newton en la física.” (p. 20). En el caso de Marx, esto implica desconocer su rechazo del mecanicismo en los procesos sociales. Véase, por ejemplo, su correspondencia con Vera Zasulich sobre los posibles caminos de la revolución en Rusia.
[2] Pinto rechaza la concepción del individuo desarrollada en el seno de la economía: “El sujeto, que es el protagonista de la interacción humana que distingue una estructura social, no puede ser definido social y políticamente sólo como el individuo racional y calculador que persigue egoístamente la maximización de su interés. Debe ser también considerado como el individuo subjetivo que, al haber interiorizado determinadas reglas de conducta, orienta su acción social y política por una escala de valores. Valores que le transmite una historia social, aquella en la que ha desarrollado su personalidad, en su condición de zoom politikon.” (p. 22). Pinto reconoce [esto es característico de los años ‘90] que la democracia [burguesa] y la economía de mercado [capitalismo] se impusieron mundialmente, pero argumenta que existen diferencias sustanciales entre capitalismos, como las que se dan entre la economía neoliberal de EE.UU. y la economía “socialmente responsable” de Alemania. Dichas diferencias se explican a partir de las diferencias en la intersubjetividad y no por el carácter egoísta y calculador de los individuos. Pinto prepara el terreno para su presentación de la hermenéutica, a la que considera como el mejor instrumento para comprender la sociedad.
[3] En el transcurso del debate epistemológico con el positivismo, el concepto de ciencias morales, acuñado por John Stuart Mill (1806-1873), fue traducido como ciencias del espíritu, término que fue adoptado por los científicos alemanes.
[4] Pinto señala que Weber rechazó las concepciones organicistas y mecanicistas del positivismo, y que eso explica sus fuertes ataques al socialismo de la II Internacional. En la nota 1 planteé mis diferencias con el enfoque de Pinto respecto al marxismo, al que atribuye las mismas características del positivismo. El socialismo de la II Internacional es equiparado al marxismo. Pinto imita el procedimiento weberiano de construir un rival endeble para luego demolerlo con facilidad (Weber hace esto con el marxismo).
[5] Pinto recomienda la obra de Gadamer, Verdad y método, Salamanca, Sígueme, 1991.
[6] Pinto sugiere la lectura de Habermas, La lógica de las ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1990; Habermas, Conocimiento e Interés, Madrid, Taurus, 1982.
[7] La respuesta a Habermas se encuentra en: Gadamer, “Réplica a Hermenéutica y Crítica de las Ideologías”, en Verdad y Método II, Salamanca, Sígueme, 1992.
[8] Ver Ricoeur, Hermenéutica y Acción, Buenos Aires, Docencia, 1985.
[9] Ricoeur afirma que la interpretación debe seguir criterios de validación semejantes a los de la falsación popperiana. Por eso, “una interpretación no sólo debe ser probable, sino que debe ser más probable que otras.” (p. 33). La comprensión equivale al concepto de conjetura, la explicación al concepto de validación. (p.33).
[10] Más allá de otras cuestiones, éste es el punto más discutible del artículo de Pinto, pues deja de lado el carácter antagónico de las teorías que pretende conciliar. Por ejemplo, el marxismo y la sociología comprensiva de Weber son dos visiones irreconciliables de la sociedad y no hay conciliación posible, sin que ello signifique negar el valor de ciertos aspectos de la teoría weberiana. Aclaro que digo esto desde el punto de vista del marxismo. Un weberiano consecuente diría algo semejante respecto a la teoría de Marx. 

domingo, 21 de agosto de 2016

ORDEN Y PROGRESO: LA IDEOLOGÍA DE LA BURGUESÍA EN LA OBRA DE COMTE


Nota bibliográfica:

Redacté esta ficha en base a la exposición de la teoría de Comte formulada por Irving Zeitlin. Utilicé la traducción española de Néstor A. Míguez: Zeitlin, Irving M. (1997). Ideología y teoría sociológica. Buenos Aires: Amorrortu. El autor dedica a Comte el capítulo 7 de la obra (pp. 85-94).



Es conveniente empezar por el final. Al concluir el capítulo, Zeitlin define así a la obra de Comte: “Toda la doctrina positiva de este pensador es ideológica, en el más estricto sentido del término, y la ciencia nunca logra mucha autonomía en su sistema doctrinario y totalitario. (...) A pesar del homenaje verbal que rinde a la ciencia, prácticamente cada una de sus observaciones se basa no en la experiencia y la observación, sino en valores y sentimientos, y primordialmente en los valores,sentimientos e intereses de la burguesía. No vio, o no quiso ver, que los principios de organización que enunció - sus a priori - estaban enraizados en un contexto sociohistórico específico.” (p. 94).

Para una adecuada comprensiòn de la obra de Auguste Comte (1798-1857) es preciso tener en cuenta que ella constituyó una respuesta a la filosofìa de la Ilustración y, por ende, a la Revolución Francesa de 1789. Desde el punto de vista comteano, la Ilustración era una filosofía negativa, en el sentido de que los iluministas se dedicaban a criticar el estado de cosas existentes, a negarlo con las armas de la crítica. Por tanto, “debían desacreditarse y repudiarse los principios críticos y destructivos de la filosofía negativa, para poder reemplazarlos por los principios afirmativos y constructivos de la filosofía positiva.” (p. 85). El término positivo constituía la negación filosófica de la destrucción (lo negativo) revolucionaria.

Comte consideraba que su época estaba signada por la “anarquía social” y que ésta sólo podría ser evitada mediante la aplicación de la física social al estudio de la sociedad. Comte justificaba la necesidad de esa nueva ciencia aduciendo que la anarquía social era el producto de la anarquía intelectual, la cual era generada, a su vez, por la decadencia de la filosofía teológica y por el escaso desarrollo de la filosofía positiva. En ese panorama, predominaba la filosofía negativa, con su incesante crítica de todo orden existente. (p. 86).

El orden y el progreso, que los antiguos consideraban irreconciliables, deben unirse de una vez por todas.” (p. 86; el resaltado es mío - AM -).

⦗El orden es la preservación de la estructura de distribución del poder existente, la conservación de las normas y costumbres funcionales a ese orden, el mantenimiento de la jerarquía social existente. El progreso es identificado con el desarrollo científico y tecnológico. El estadio teológico (predominio de la religión) se caracterizó por la vigencia del orden. El estadio positivo, en cambio, tiene por rasgo principal el progreso.⦘

El principio del orden y el del progreso encarnaban en partidos y clases sociales distintas. Los conservadores bregaban por la restauración del feudalismo; los “anárquicos”, por la plena vigencia del Iluminismo. (p. 86).

Los conservadores (Comte tenía en mente a autores como Bonald, Maistre, etc.) querían lisa y llanamente la vuelta al Ancien Régime, sin comprender que éste se había desintegrado por la acción de la ciencia y la industria. La restauración del feudalismo era imposible porque seguirían operando las mismas fuerzas desintegradoras. (p. 86-87).

La acción de los pensadores del Iluminismo fue necesaria, pues contribuyó a erosionar los fundamentos intelectuales del orden teológico, permitiendo de ese modo el desarrollo del progreso. Pero en el siglo XIX la filosofía negativa era un impedimento a la unificación del orden y el progreso. Había que emprender la tarea de demostrar que los principios del Iluminismo ya no eran útiles para la consolidación de un orden positivo. Entre estos principios se encontraban la libertad de conciencia, la igualdad, la soberanía del pueblo. (p. 87). Comte sostenía que la reorganización de la sociedad requería de la unidad y la unanimidad, de modo que no podía permitirse la libertad de conciencia ni la crítica permanente de los fundamentos de la sociedad. (p. 87).

“Debe lograrse de alguna manera (...) una síntesis de las ideas opuestas de orden y progreso, porque solo mediante la unión y armonía intelectuales puede restaurarse la armonía social.” (p. 86). “La crisis social se mantendrá mientras las dos doctrinas antagónicas  - la teológica y la metafísica - prevalezcan. No es posible ningún orden hasta tanto ambas no sean superadas por la etapa positiva, que será más orgánica que la teológica y más progresista que la metafísica.” (p. 88).

Comte consideraba que la causa de los problemas sociales debía buscarse en las ideas y las costumbres, no en las instituciones económicas y políticas existentes. (p. 89).

“El quid es, pues, no entrometerse en las instituciones existentes o cambiarlas, sino realizar una reorganización moral, eufemismo para indicar la aceptación por parte de las clases inferiores de su condición social. No habrá orden ni progreso mientras los hombres no reconozcan que su sufrimiento es ⟪de naturaleza moral⟫, no física.” (p. 89).




El advenimiento de la filosofía positiva (p. 89-91)

La escuela conservadora condenaba a la época moderna en su totalidad; la escuela metafísica hacía lo mismo con los períodos anteriores a la Revolución de 1789. La superioridad de la filosofía positiva residía en que era la única que concebía a la época actual como el resultado de una evolución, en la que la etapa teológica y la etapa metafísica eran fases necesarias. (p. 89).

El objetivo de la instauración de la filosofía positiva era político: “evitar la revolución y lograr que la multitud se resignara a las condiciones del orden existente.” (p. 89).

Comte explica así el papel de la filosofía positiva:

“El espíritu positivo tiende a consolidar el orden mediante la elaboración racional de una sabia resignación ante los males políticos incurables (...) Una verdadera resignación  - esto es, una disposición permanente a soportar con firmeza y sin esperanza de compensación todos los males inevitables - sólo puede provenir de una profunda comprensión del vínculo existente entre todos los tipos de fenómenos naturales y leyes invariables. Si hay males políticos (y no dudo de que los hay) que, como en el caso de algunas dolencias personales, la ciencia no puede remediar, ella al menos nos demuestra que son incurables, con lo cual calma nuestro desasosiego bajo el dolor, inculcándonos la convicción de que son irremediables en virtud de leyes naturales.” (p. 90) (1)

La élite científica es la encargada de ar la última palabra sobre las cuestiones políticas. De este modo, se evitaba la participación de las masas en la toma de decisiones, garantizando así el cierre de la etapa revolucionaria. (p. 90-91).



El método positivo y su aplicación a los fenómenos sociales (p. 91-94)

El método positivo tiene por característica principal la subordinación de la imaginación a la observación, de la razón a los “hechos”. (p. 91). Su objetivo es poder establecer una predicción certera, que facilitará el control social. (p. 91).

El orden es el aspecto estático de la sociedad: “se refiere a la armonía que prevalece entre las diversas condiciones de la existencia” (p. 91).

El progreso es el aspecto dinámico de la sociedad, “apunta al desarrollo ordenado de la sociedad, de acuerdo con leyes sociales naturales” (p. 91).

La sociedad debe concebirse como un todo orgánico. “Por lo tanto, ni siquiera con propósitos analíticos han de contemplarse separadamente los elementos sociales, como si tuvieran una existencia independiente. Todas las partes del sistema constituyen un todo armonioso, el cual, por definición, carece de elementos conflictivos, contradictorios y antagónicos.” (p. 92).

El progreso es el resultado de una tendencia natural, que no precisa de ninguna acción política especial dirigida al cambio. “La dinámica social es el estudio de los patrones de progreso evolutivo en el que las sucesivas etapas de desarrollo son necesarias e inevitables.” (p. 92). No se pueden saltar etapas, ni modificar el orden de las mismas. Toda la humanidad debe pasar por las tres etapas de desarrollo (teológica, metafísica, positiva).

Comte destacó la importancia de las técnicas de observación, experimentación y comparación. (p. 92). Respecto a la observación, señaló que “es imposible sin la teoría, primero para dirigirla y luego para interpretar lo observado. Los hechos no pueden hablar por sí mismos (...) los hechos deben vincularse con las leyes del desarrollo social, al menos mediante una hipótesis de ensayo.” (p. 92-93).

Para finalizar, una “perla” que pinta de cuerpo entero a nuestro autor. Comte considera que “la subordinación de la mujer es natural y se mantendrá en la ⟪nueva⟫ sociedad: el sexo femenino se halla en un estado de infancia perpetua.” (p. 93).


Villa del Parque, domingo 21 de agosto de 2016


NOTAS:

(1) Zeitlin cita a Comte en la versión inglesa: Comte, Auguste. (1893). The Positive Philosophy. London: Kegan Paul. La cita de marras se encuentra en las págs. 37-38.