Julio Pinto, actual
profesor Consulto y Profesor Asociado regular de la Materia Fundamentos de
Ciencia Política en la Carrera de Ciencia Política de la UBA, es autor del
artículo “El aporte de la hermenéutica filosófica al debate epistemológico de
las ciencias sociales”, publicado en la revista POSTData, núm. 3-4, agosto de
1998, pp. 19-37.
El título es un tanto
engañoso, pues alude a las Ciencias Sociales (CS a partir de aquí) pero, en
rigor, se concentra en la Ciencia Política (CP a partir de aquí).
El artículo se divide
en tres apartados: 1) El nacimiento de las ciencias sociales y su
identificación con el positivismo (pp. 19-23); 2) La creciente vigencia del
paradigma hermenéutico en las ciencias sociales (pp. 24-33); 3) Conclusiones
(pp. 33-37).
El presente texto es
una ficha de lectura del artículo de Pinto. Por ello, me ciño al desarrollo
realizado por el autor. Sólo por excepción formulo comentarios de mi autoría.
1] Ciencias Sociales y Positivismo:
Las Ciencias Sociales
(CS a partir de aquí) surgieron institucionalmente en el siglo XIX. Desde su
origen, estuvieron fuertemente influenciadas por la filosofía y el método de
las CN (CN a partir de aquí).
Auguste Comte (1798-1857) sacralizó el método
científico [el de las CN], afirmando que su utilización permitiría eliminar
todos los males sociales. Considera a la sociología como la cumbre de las
ciencias, como la legítima reemplazante de la teología. “El carisma de la razón desplaza al carisma de la tradición; el método
científico a la creencia religiosa como fuente de legitimidad de la dominación
política.” (p. 20). [1]
Pinto ubica la
concepción comteana en el marco del proceso de “creciente secularización de las
sociedades occidentales” (p. 19). Dicho en otros términos, “la fe en que la
ciencia provee los medios necesarios para un progreso ilimitado de la humanidad
pasa a ser el más fuerte elemento de legitimación política en las incipientes
democracias liberales.” (p. 19). En Gran Bretaña, EE.UU. y Francia, “la
filosofía positiva y la praxis política se identifican totalmente. El Estado
racional moderno, el mercado y la ciencia, están en ellas fuertemente
vinculadas entre sí, siendo esa interacción sistémica la que da su pujante
dinámica a esas sociedades nacionales.” (p. 19).
El positivismo de Comte parte del
reconocimiento del isomorfismo entre los objetos de estudio de la biología y
las CS. Los procesos de evolución y cambio son análogos en el organismo humano
y en el organismo social. De este modo, el mecanicismo y el organicismo se
constituyen en pilares de las CS.
El sometimiento de la
sociología a las CN se hace especialmente patente en la obra de Talcott Parsons (1902-1979), quien desarrolló
el estructural-funcionalismo en base a la perspectiva filosófica del
positivismo. Parsons ejerció una enorme influencia sobre las CS de mediados del
siglo XX.
El organicismo
comteano se actualiza en la obra de Parsons por medio del concepto de sistema social, que se regula a sí
mismo a través de procesos homeostáticos (equilibrio con el medio ambiente).
La CP se identificó desde sus orígenes con
el paradigma positivista. Surgió
como disciplina autónoma a través de la revolución
conductista y asumiendo como propios los principios metodológicos de la sociología estructural-funcionalista.
Es por ello que la CP se caracterizó por su énfasis en el empirismo y por
privilegiar los análisis micropolíticos y no los macropolíticos.
En las últimas
décadas, la dependencia de las CS respecto a las CN se trocó en dependencia de
la economía, disciplina que gozó de
un amplio reconocimiento social. El concepto de homo economicus se volvió
fundamental para la sociología y la CP. El concepto de equilibro general de los
modelos económicos tuvo sus correlatos en los modelos sociológicos del estructuralismo
parsoniano o politológicos del conductismo. El individuo egoísta, que toma
decisiones a partir del cálculo racional y que busca satisfacer su propio
interés, se convirtió en el elemento central de los procesos sociales. [2]
El paradigma
positivista se encuentra en crisis a fines del siglo XX. Sin embargo, sigue
vigente en las CS estadounidenses, donde muchos científicos adhieren al
neopositivismo lógico, en tanto que otros profesan el racionalismo crítico de
Popper (1902-1994) y unos pocos son partidarios del discurso hermenéutico.
2] El paradigma hermenéutico en las ciencias sociales:
La impugnación al
paradigma positivista comenzó a finales del siglo XIX en Alemania, en buena
medida gracias a la obra del filósofo Wilhelm Dilthey (1833-1911).
Dilthey pensaba que
“el sujeto que protagoniza la interacción social está orientado por premisas
históricamente sustentadas. Por ese motivo el análisis comprensivo de las
mismas resulta indispensable en este tipo de conocimiento.” (p. 24). Por eso
los alemanes denominaron ciencias
históricas a las CS. [3]
El sociólogo Max
Weber (1864-1920) aplicó a la sociología y la CP la postura epistemológica
desarrollada por Dilthey. Weber “percibe el hecho de que aún en las sociedades
industriales de la Modernidad el individuo es un hombre de cultura. Un sujeto
que se interpreta y comprende a sí mismo en el contexto de sus circunstancias
históricas. Los juicios de valor, los preconceptos que, transmitidos por el
lenguaje, le dan las mismas, constituyen la dimensión histórico-social de su
comportamiento social. Comportamiento que se explica sólo parcialmente por la
creciente racionalidad científico-tecnológica que distingue a nuestro tiempo,
de allí la imposibilidad de unificar los comportamientos sociales en un único patrón
racional. Del mismo modo que existe una acción racional orientada a fines,
existe una acción racional orientada por valores.” (p. 24-25).
En las CS existe una doble mediación simbólica: “la que se
evidencia en los valores que orientan la acción social de los sujetos
observados y la que existe en la deducción de ciertas hipótesis de
investigación – y no de otras – por parte del investigador.” (p. 25).
“Weber no rechaza el
conocimiento empírico que reivindica el positivismo, adhiere firmemente al
mismo. Y por esta razón entiende que la comprensión teórica del fenómeno social
debe estar unida a una explicación que sea constatable empíricamente.
Explicación que será siempre unilateral, porque el marco teórico que ha elegido
subjetivamente un investigador lo hace orientar su observación en cierta
dirección y no en otras.” (p. 25). [4] Para resolver el problema de la
constatación empírica, elaboró los tipos
ideales (abstracciones conceptuales que sirven para categorizar
analíticamente la observación empírica).
Weber rechazó la
posibilidad de enunciar leyes generales universalmente válidas (al estilo de
las CN); utilizó la expresión alemana chancen
(probabilidad) y no causa, “cuando describe la posibilidad de que ciertos
factores originan determinados hechos sociales. Estos últimos son (…) el
producto de una interacción humana provista de sentido por determinadas
circunstancias históricas, no constituyen entonces un mero reflejo de la
autorregulación espontánea de la sociedad.” (p. 25).
El politólogo
italiano Norberto Bobbio (1909-2004) sostuvo que Weber fue el mayor teórico
político del siglo XX. Entre sus contribuciones a la CP, cabe indicar que Weber
establece la autonomía de la política,
“a la que considera un producto de la decisión humana, orientada
históricamente, y no un simple epifenómeno de lo social.” (p. 25-26). El
análisis científico de la política exige recurrir al método de la comparación,
ante la imposibilidad de universalizar los comportamientos políticos de la
humanidad.
La mayor contribución
de Weber a la CP es la valorización del concepto de legitimidad “para comprender la vigencia social que puede llegar a
alcanzar un orden político.” (p. 26). La teoría clásica de las formas de
gobierno fue desplazada por la tipología weberiana de las formas legítimas de
dominación: tradicional, legal y carismática. “Aquello que destaca Weber no es
cuál es la forma de gobierno que legaliza al poder, sino cuál es el tipo de
dominación que legitima al poder. Y lo hace por entender que el poder sólo se
transforma en autoridad política cuando la necesidad de su utilización institucional
es reconocida consensualmente por la sociedad.” (p. 26-27). Dicho en otros
términos, “para Weber no hay dominación política posible si al monopolio de la
violencia física que distingue al mismo no lo acompaña la percepción social de
que el uso de la mismo por parte del Estado es legítimo. La coacción legal debe
estar acompañada por el consenso social.” (p. 27).
Pinto sostiene que
Weber postula un individualismo
diferente al homo economicus de los economistas, mucho más cercano al
aristotélico zoom politikon, “cuya
existencia adquiere sentido en el oxígeno cultural de la comunidad en que se
forma su personalidad.” (p. 28).
La epistemología
hermenéutica fue desarrollada posteriormente por el filósofo Martin Heidegger (1889-1976) y su discípulo Hans-Georg
Gadamer (1900-2002).
Gadamer afirma que el
individuo se socializa por medio del lenguaje, vehículo privilegiado de
transmisión de los valores culturales. A partir de esta socialización se
encuentra en condiciones de interpretar el mundo. Esta interpretación no surge
de la nada, sino que se da desde el horizonte
cultural que distingue a su sociedad. La interpretación consiste en un
preenjuiciamiento valorativo que orienta el juicio racional. Es producto
intersubjetivo de la cultura en la que estamos insertos. Esto podría implicar
caer en el círculo hermenéutico, es decir, no poder salir de esa interpretación
orientada por los valores de una cultura determinada. Sin embargo, toda cultura
forma a los individuos que la componen como personas, pero también es
transformada por ellos. Este proceso ocurre entre distintas generaciones de la
misma cultura, pero también entre individuos de diferentes culturas.
“La existencia
resulta ser entonces una permanente mediación hermenéutica entre distintas
perspectivas de vida. Por eso no tiene sentido hablar de una interpretación
definitivamente válida. De esto se deduce que Gadamer coloca en un primer plano
la dimensión histórica de la comprensión, el sentido de la acción social surge
de una tradición cultural y la
comprensión del mismo por sus intérpretes depende de la inserción de éstos en
una determinada tradición de
investigación.” (p. 30). [5]
Jürgen Habermas (n. 1929) utilizó la
hermenéutica filosófica de Gadamer para enfrentar al neopositivismo reinante en
las CS. Sostiene que los conceptos centrales de las CS son “conceptos
históricamente enraizados” (p. 30). Por ende, los investigadores en CS deben
tomar nota (mediante la hermenéutica) de que sus categorizaciones conceptuales están
en relación de dependencia con una precomprensión originada en la
identificación con una tradición de investigación.
Según Habermas, “los
investigadores [los científicos sociales] no pueden (…) plantear una relación
objetiva de sujeto a objeto como sucede (…) en las CN. Aquellos hechos que
están analizando forman parte de su tradición cultural, o de otra que les es
ajena, pero en ambos casos sus criterios valorativos orientan su reflexión
crítica. Deben entonces ser conscientes de los prejuicios que han socializado
en el transcurso del proceso cultural intersubjetivo en el que tomó forma su
subjetividad. Así la comprensión hermenéutica permite a los investigadores
alcanzar una autocomprensión de los valores que orientan su análisis,
permitiéndoles no una imposible neutralidad axiológica pero sí una objetividad
valorativa.” (p. 31).
A pesar de la
adhesión de Habermas a muchas de las tesis de Gadamer, también tiene algunas
diferencias significativas. Considera que Gadamer, con su reconocimiento a la
historia y a la tradición, está bajo la influencia de reminiscencias
conservadoras y románticas. Habermas propone una interpretación hermenéutica
que no sea una simple continuación de la tradición; “exige entonces la
necesidad de un distanciamiento crítico
del intérprete, que le permita de este modo tanto incorporar, como dejar de
lado, las pretensiones de validez de su tradición cultural.” (p. 31). La
interpretación hermenéutica debe ir acompañada de la crítica ideológica,
responsabilidad de una sociología crítica. [6]
Gadamer responde a
Habermas afirmando que no existe una situación de confrontación entre tradición
cultural y reflexión crítica. Acepta la premisa del distanciamiento crítico. Pero
rechaza el planteo de Habermas respecto a que el lenguaje es sólo una de las
dimensiones de la vida social. No corresponde oponer la política o la economía
al lenguaje, pues las dos primeras actividades se encuentran mediadas por el
tercero. Es debido a esta mediación que el posible la comprensión hermenéutica
de la política y la economía. [7]
Pinto afirma que
Gadamer y Habermas permitieron que las CS tomen “distancia de la filosofía y
métodos del neopositivismo que tanto las limitaba epistemológicamente,
impidiéndoles concretar un desarrollo teórico que fuera congruente con su
elefantiásico desarrollo cuantitativo.” (p. 32).
El filósofo francés
Paul Ricoeur (1913-2005) integró las
tesis de Gadamer y Habermas. Sostiene que “la
acción social se basa en una dialéctica de acontecimiento y significado.
Una acción social es significativa cuando aporta pautas valorativas, que por
serlo se convierten a su vez en los documentos que orientan la acción humana. La
acción humana se transforma en acción social sólo cuando se asienta en la
historia, cuando a causa de su sedimentación en el tiempo se transforma en
institución, depsicologizando su significado. Una acción social resulta ser
significativa cuando su importancia supera su inserción espacio – temporal.”
(p. 32). [8]
Ricoeur desarrolla el
paradigma de lector, como solución a
las contradicciones metodológicas de las CS: “No existe una dicotomía sino una dialéctica permanente entre comprender
y explicar.” (p. 33). La interpretación hermenéutica escapa del círculo
hermenéutico, es decir, de la supeditación al pensamiento original del autor al
fusionar los horizontes culturales de éste con los del exégeta. [9]
Pinto termina el
apartado afirmando que Ricoeur logra conciliar la hermenéutica filosófica con
la ciencia, “al sostener exitosamente que la comprensión asociada a la
explicación permiten llegar a una interpretación válida científicamente en las
ciencias sociales.” (p. 33).
3] Conclusiones:
El debate epistemológico
iniciado en las CS a finales del siglo XIX persiste en la actualidad, pero ya
es posible formular algunos de sus resultados:
a)
Reconocimiento
por los científicos sociales de la distorsión en la observación de los hechos
sociales generada por la doble mediación simbólica. Los prejuicios valorativos
del investigador “gravitan fuertemente sobre su juicio crítico en el momento de
la elección sobre qué problemas
investigar – postergando otros igualmente importantes – y sobre su deducción de cierto tipo de hipótesis,
al dejar de lado el análisis de otras que pueden ser igual o mayormente
fecundas para la investigación.” Es imposible neutralizar totalmente los
prejuicios antropológicos, semánticos y sociológicos. (p. 34).
b)
Si
bien la neutralidad axiológica es imposible de alcanzar, el distanciamiento crítico que permite la
objetividad científica constituye una responsabilidad ética y metodológica.
c)
El
investigador debe ser consciente de que la indagación científica es una
búsqueda interminable. No existe una solución definitiva, una teoría que
resuelva todos los problemas. Existen respuestas aproximativas, originadas en
distintos horizontes culturales.
d)
La
acumulación de conocimientos en las CS se da a través del conocimiento de los
clásicos. Existen diferentes tradiciones, pero los cultores de una de ellas
están obligados a conocer la argumentación de sus adversarios. “Es entonces ese
dominio de los conceptos teóricos expuestos por los clásicos, propios y ajenos, el que da inteligibilidad teórica a las
ciencias sociales, pese a estar las mismas caracterizadas hoy en día por la
vigencia de paradigmas diferentes y controversiales. Un permanente diálogo entre distintas perspectivas
conceptuales hace cada vez más fecunda la investigación y más amplia la
acumulación del conocimiento. Las ciencias sociales son percibidas actualmente
por gran parte de sus cultores como una comunidad
de dialogo, la que desde las diferentes tradiciones
de investigación que dan lugar a distintos paradigmas, logra empero – eclécticamente – avanzar en el
conocimiento a través de argumentaciones contrapuestas avaladas empíricamente.” (p. 37). [10]
Villa del Parque, jueves 5 de abril de 2018
NOTAS:
[1] Pinto engloba a
los primeros sociólogos bajo el paraguas del positivismo. Así, Comte, Marx,
Spencer y Pareto, “tienen en común el estar convencidos de haber encontrado la
ley general que explica el sentido de la historia. Su mecanicismo los lleva a
pretender a ocupar en las ciencias sociales un lugar similar al alcanzado por
Newton en la física.” (p. 20). En el caso de Marx, esto implica desconocer su
rechazo del mecanicismo en los procesos sociales. Véase, por ejemplo, su
correspondencia con Vera Zasulich sobre los posibles caminos de la revolución
en Rusia.
[2] Pinto rechaza la
concepción del individuo desarrollada en el seno de la economía: “El sujeto,
que es el protagonista de la interacción humana que distingue una estructura
social, no puede ser definido social y políticamente sólo como el individuo
racional y calculador que persigue egoístamente la maximización de su interés.
Debe ser también considerado como el individuo subjetivo que, al haber
interiorizado determinadas reglas de conducta, orienta su acción social y
política por una escala de valores. Valores que le transmite una historia
social, aquella en la que ha desarrollado su personalidad, en su condición de zoom politikon.” (p. 22). Pinto reconoce
[esto es característico de los años ‘90] que la democracia [burguesa] y la economía
de mercado [capitalismo] se impusieron mundialmente, pero argumenta que existen
diferencias sustanciales entre capitalismos, como las que se dan entre la
economía neoliberal de EE.UU. y la economía “socialmente responsable” de
Alemania. Dichas diferencias se explican a partir de las diferencias en la
intersubjetividad y no por el carácter egoísta y calculador de los individuos.
Pinto prepara el terreno para su presentación de la hermenéutica, a la que
considera como el mejor instrumento para comprender la sociedad.
[3] En el transcurso
del debate epistemológico con el positivismo, el concepto de ciencias morales,
acuñado por John Stuart Mill (1806-1873), fue traducido como ciencias del espíritu, término que fue
adoptado por los científicos alemanes.
[4] Pinto señala que
Weber rechazó las concepciones organicistas y mecanicistas del positivismo, y
que eso explica sus fuertes ataques al socialismo de la II Internacional. En la
nota 1 planteé mis diferencias con el enfoque de Pinto respecto al marxismo, al
que atribuye las mismas características del positivismo. El socialismo de la II
Internacional es equiparado al marxismo. Pinto imita el procedimiento weberiano
de construir un rival endeble para luego demolerlo con facilidad (Weber hace
esto con el marxismo).
[5] Pinto recomienda
la obra de Gadamer, Verdad y método,
Salamanca, Sígueme, 1991.
[6] Pinto sugiere la
lectura de Habermas, La lógica de las
ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1990; Habermas, Conocimiento e Interés, Madrid, Taurus, 1982.
[7] La respuesta a
Habermas se encuentra en: Gadamer, “Réplica a Hermenéutica y Crítica de las
Ideologías”, en Verdad y Método II,
Salamanca, Sígueme, 1992.
[8] Ver Ricoeur, Hermenéutica y Acción, Buenos Aires,
Docencia, 1985.
[9] Ricoeur afirma
que la interpretación debe seguir criterios de validación semejantes a los de
la falsación popperiana. Por eso, “una
interpretación no sólo debe ser probable, sino que debe ser más probable que
otras.” (p. 33). La comprensión
equivale al concepto de conjetura,
la explicación al concepto de validación. (p.33).
[10] Más allá de
otras cuestiones, éste es el punto más discutible del artículo de Pinto, pues
deja de lado el carácter antagónico de las teorías que pretende conciliar. Por
ejemplo, el marxismo y la sociología comprensiva de Weber son dos visiones
irreconciliables de la sociedad y no hay conciliación posible, sin que ello
signifique negar el valor de ciertos aspectos de la teoría weberiana. Aclaro
que digo esto desde el punto de vista del marxismo. Un weberiano consecuente
diría algo semejante respecto a la teoría de Marx.
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