La teoría materialista de que los hombres son
producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los
hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación
modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien
las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado.
Karl Marx (1818-1883), Tesis sobre Feuerbach.
Bienvenidas y bienvenidos a la clase inaugural del
curso 2020 de Sociología de la Educación. Decir que es una cursada
extraordinaria no es novedoso; todos padecemos en carne propia las
consecuencias de la cuarentena motivada por la pandemia.
Normalmente, en la primera clase de una materia se
hace la presentación de las condiciones formales y de los contenidos. En esta
oportunidad podemos prescindir de la enumeración de las primeras, pues serán
comunicadas por correo electrónico y, además, porque constan en el programa. En
este momento basta con indicar que la materia es promocionable y que tomaré dos
parciales domiciliarios sobre los temas trabajados en clase.
Dicho esto, pasemos al contenido.
La sociología de la educación es una rama
de la sociología. Su tratamiento
exige, pues, el conocimiento de una serie de elementos que hacen a la mirada
sociológica de la sociedad. De ahí que haya que empezar por refrescar algunos
conocimientos básicos. A esta tarea dedicaremos las primeras clases. [1]
La
sociología supone adoptar una perspectiva específica al momento de estudiar los
fenómenos sociales. Más allá de que está constituida por corrientes teórico –
ideológicas enfrentadas entre sí [2], aborda el estudio de la sociedad como una
totalidad y no se concentra en analizar un fragmento de aquella.
En el
siglo XIX se conformaron las ciencias
sociales, desplazando a la filosofía
política de la tarea de estudiar a la sociedad y al Estado. Algunos afirman
que este desplazamiento obedeció a la introducción en el campo del estudio de
lo social de los métodos propios de las ciencias naturales (sobre todo, de la
física). Esta afirmación es parcialmente correcta. Se trató, además, de una
decisión metodológica, detrás de la cual había un cambio fenomenal en la forma
de concebir a la sociedad.
La
filosofía política, desde Platón (c. 427-347 a. C.) en adelante, pensaba a la
sociedad como una totalidad. Para ellos los aspectos políticos y los económicos
de una sociedad eran inseparables. Así, para los filósofos griegos la polis era una unidad y no una mera forma
de organización política. La polis
era una forma de vida. Esta tradición de pensar a la sociedad como una
totalidad se mantuvo hasta fines del siglo XVIII. Aun los filósofos
contractualistas, que afirmaban que la sociedad era artificial, y que antes de
ella existía una etapa pre-social (a la que denominaron “estado de naturaleza”)
sostenían que la sociedad debía estudiarse como una unidad.
La
forma de concebir la sociedad cambió radicalmente a fines del siglo XVIII. Este
cambio coincidió con la consolidación y expansión del capitalismo a partir del éxito de la Revolución Industrial (1770 en adelante). Ya le dedicaremos
atención a las características de las relaciones sociales capitalistas.
Ahora
corresponde decir que el ascenso del capitalismo acentuó el interés por el
estudio de los fenómenos económicos. Si bien es una afirmación arbitraria, pues
ya puede hablarse de los rudimentos de una ciencia económica desde el siglo XVI
con el mercantilismo, lo cierto es que la publicación de La riqueza de las naciones (1776) de Adam Smith (1723-1790) marcó
el nacimiento de la moderna ciencia de la economía
(conocida en ese momento como economía política).
Al
comienzo de la obra mencionada, Smith esbozó los rasgos de un nuevo tipo de
estudio de la sociedad: las ciencias sociales. Su propuesta era sencilla.
Consistía en aplicar el principio de división
del trabajo, desarrollado en la manufactura,
al estudio de los fenómenos sociales. La regla básica consistía en dividir la
sociedad en parcelas (lo económico, lo político, lo social), cada una de las
cuales debía ser estudiada por un grupo de especialistas en esa área. Está
contenida en germen la estructura de las ciencias, desarrollada en el siglo XX
a partir de su institucionalización en el sistema
universitario.
En
síntesis, el pasaje de la filosofía política a la filosofía social significó la
ruptura teórica de lo social y su fragmentación en múltiples disciplinas.
Ahora
bien, la ruptura de la totalidad social en el plano del pensamiento origina
múltiples dificultades. Veamos un ejemplo actual. La decisión del gobierno de
nuestro país de enfrentar la pandemia mediante la implantación de la cuarentena
es una decisión de política sanitaria. Sin embargo, verla exclusivamente como
un problema sanitario ocasiona enormes contratiempos. La cuarentena detiene la
producción y origina una caída del ingreso y del consumo. Es, por tanto,
también un problema económico. Esto demuestra lo erróneo de adoptar un enfoque
fragmentado de la realidad social.
Si bien
la sociología surgió en un contexto dominado por la concepción de las ciencias
sociales como espacios en que se divide lo social, ella representó el intento
de poner un límite a la fragmentación y, más todavía, la tentativa de
reconstituir el estudio de la sociedad como totalidad. Pero las cosas se
complejizan si se agrega la cuestión del marxismo,
que representó una crítica al modelo de ciencias sociales desarrollado desde
Smith en adelante. La sociología (sobre todo el conjunto de autores agrupados
bajo el rótulo de “sociología clásica”)
pretendió dar respuesta al desafío del marxismo y, en esa empresa, tuvo que
recuperar la noción de totalidad social. [3]
Hacer
sociología implica adoptar una perspectiva respecto al estudio de la sociedad,
cuya idea central es la de la totalidad social. Es por ello que un curso de
Sociología de la Educación está obligado a decir algunas palabras sobre la
organización social en su conjunto. A esta tarea nos dedicaremos en la próxima
clase y, más en general, en la unidad 1 del programa de la asignatura.
La
sociología de la educación comparte con la sociología en general dicha
perspectiva de la totalidad. La educación, entendida como fenómeno social y no
como concepción filosófica, funciona en el marco de una forma determinada de
sociedad. No es lo mismo la educación en Grecia antigua que en la Inglaterra
del siglo XIX o en Argentina en 2020. Los sociólogos parte de la pregunta ¿qué
características tiene la educación en una sociedad determinada, por ejemplo, en
la sociedad argentina de las primeras dos décadas del siglo XXI? No se
preguntan cómo DEBE SER la educación, sino cómo ES. [4] Este es el punto de
partida de la materia, que nos llevará a confrontar con los enfoques centrados
en el DEBER SER.
Una
vez establecido y fundamentado el punto de partida, realizaremos un recorrido
por el terreno de la disciplina. No será una excursión a ciegas, consistente en
acumular textos y autores, pues ello conduce a un estado de confusión, en el
que la Biblia comparte el mismo
espacio con el calefón. Por el contrario, se tratará de una excursión
planificada, basada en ciertos criterios de selección.
El
mundo de la sociología de la educación es vasto. No puede ser abarcado en una
sola materia. De ahí que hayamos tomado la decisión de limitar nuestra
excursión a dos grandes provincias, a sabiendas de que estamos dejando de lado
vastas regiones del país. Esas dos provincias fueron elegidas por su relación
íntima con el enfoque del curso; ambas adoptan posición frente a la educación
tal como es en una sociedad determinada.
En
nuestra excursión vamos a recorrer el país de la educación capitalista. No
analizaremos otras formas de educación, salvo que sea estrictamente necesario
para ilustrar nuestro objeto de estudio, que es la educación en la sociedad
capitalista.
El
criterio para elegir las provincias a visitar es la posición frente al papel de
la educación en la sociedad capitalista. Podemos distinguir dos provincias. De
un lado están quienes sostienen que la función de la educación es la
reproducción de las condiciones sociales existentes. A este enfoque podemos
denominarlo paradigma de la reproducción
o reproductivista. Del otro lado están quienes postulan que la educación tiene
por función la modificación de las condiciones sociales. Podemos darle el
nombre de paradigma de la transformación.
[5]
La
selección de estos paradigmas remite a una cuestión central en la sociología:
el problema de la permanencia y el cambio de las relaciones sociales. De este
modo, el paradigma de la reproducción pone el acento en los mecanismos que
hacen que perdure determinado conjunto de relaciones sociales. Por su parte, el
paradigma de la transformación se concentra en el estudio de las formas en que
se transforman las relaciones sociales. Detrás de ellos está, pues, el viejo
problema de si corresponde una concepción estática de la sociedad, en la que
ésta es pensada como una estructura en la que no hay cambios fundamentales, o
una concepción dinámica, según la cual la sociedad es un organismo en continua
transformación.
La
cursada está estructurada en torno a esos dos grandes paradigmas. Desde que
luego que eso nos llevará a leer mucha teoría. No obstante ello, no podemos
olvidar que ustedes y yo somos trabajadores de la educación, ya sea en el
presente o a futuro. Es por esto que no podemos estudiar la educación o el
sistema educativo como algo externo a nosotros. Al revés, es algo que puede (y
debería) estudiarse con pasión, pues nos involucra en tanto trabajadores. A
pesar de ello, nos cuesta sobremanera vernos a nosotros mismos como
trabajadores, aunque todos los días sufrimos en carne propia las consecuencias
de esa condición.
Lo
anterior explica la inclusión de una última unidad en el programa dedicada a
estudiar la situación del docente como trabajador. Esta última excursión,
lamentablemente acotada en el tiempo y espacio, tiene por objetivo calibrar los
resultados de las excursiones por los dos grandes paradigmas. Una teoría
divorciada de la práctica es una mala teoría. Por eso es necesario confrontar la
teoría con la práctica. En este caso la práctica serán el sistema educativo
argentino y los trabajadores de la educación.
El
mundo académico (incluyo a los profesorados) genera una sensación de
irrealidad. Los temas, las discusiones, los métodos, suelen alejarse de la
práctica cotidiana de los docentes. Para disipar esa sensación haremos
referencias constantes a nuestras prácticas educativas, la de ustedes y la mía.
Antes
de concluir hay que decir que es posible que para muchos de ustedes los temas de
las primeras clases resulten tediosos, pues ya tuvieron un curso de
introductorio a la sociología. Les pido disculpas de antemano por las
repeticiones, que serán inevitables. De todas maneras, pienso (y espero) que la
forma de encarar los temas hará que se trate más bien de incorporar una nueva
manera de ver lo ya conocido.
Danton
(1759-1794), uno de los líderes de la Revolución Francesa, dijo alguna vez: “¡Audacia,
audacia y más audacia, y Francia se salvará!”. [6] La frase viene al caso
porque nuestro curso corre el riesgo de volverse un monólogo interminable del
profesor. De ser así resultaría un completo fracaso. De ahí que me permita
modificar la frase del revolucionario francés: “¡Pregunten, pregunten y pregunten,
y el curso se salvará!”. No es un acto de arrogancia de mi parte; no pido que
pregunten porque considero que tengo todas las respuestas. Todo lo contrario.
Pido que pregunten porque es la mejor manera comenzar un intercambio y de eso
se trata en el proceso educativo.
En el
próximo encuentro haremos un repaso de las características principales de la
sociedad capitalista. Para ello tomaremos como base el capítulo 1 del libro La ideología del conocimiento [6], del
cual envío una copia por correo electrónico.
Esto
es todo por hoy. Hasta la próxima.
Villa
del Parque, viernes 24 de abril de 2020
NOTAS:
[1]
Ver la unidad 1 del programa y el cronograma de la materia.
[2]
Por ejemplo, la sociología de orientación marxista versus la sociología
empírica estadounidense. A lo largo del curso tendremos la oportunidad de
examinar algunos de los debates que se dan al interior de la sociología.
[3]
Dejo de lado la cuestión de si el marxismo forma parte o no de la sociología,
porque nos aleja del tema principal de esta clase. No obstante, puede afirmarse
que constituye un proyecto alternativo al de las ciencias sociales en general,
y al de la sociología en particular. El marxismo se define como ciencia de la
sociedad, no como una ciencia social más.
[4]
Esto no significa que los sociólogos no puedan hacerse la primer pregunta, esto
es, abordar el problema del deber ser. Se trata de una cuestión de método, pues
para la sociología esa pregunta debe ser formulada luego de estudiar cómo es la
educación en la sociedad o, dicho de modo más preciso, cómo es la educación en
una sociedad determinada.
[5]
Aviso que, para evitar equívocos, utilizo el término “paradigma” como sinónimo
de “modelo”, es decir, como un conjunto de características que sirven para
delimitar a una forma social de otra.
[6]
La frase forma parte de un discurso pronunciado el 2 de septiembre de 1792,
cuando el gobierno revolucionario se hallaba amenazado por el avance de las
tropas extranjeras. La frase completa dice: “Las campanas que están por doblar
no son una señal de alarma, sino la carga contra los enemigos de la patria.
Para vencerlos, señores, es preciso que tengamos audacia, más audacia, siempre
audacia, y Francia se salvará.”
[6] Mayo,
A. (2005). La ideología del conocimiento.
Buenos Aires: Jorge Baudino.
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