Un albañil quería…Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento.
Miguel Hernández (1910-1942), poeta español.
Bienvenidas y bienvenidos a la segunda clase del
curso.
Antes de comenzar quiero pedirles disculpas a los
estudiantes de la comisión de los lunes, sé que este texto les llega con algo
de atraso. Procuraré ajustar mejor los tiempos para que esto no vuelva a
ocurrir.
Hoy tenemos un texto introductorio [1], que hace
las veces de repaso de las nociones de sociología que ya vieron en primer año.
No voy a hacer una exposición del contenido de dicho material, pues me parece
innecesario. De todos modos, si tienen dudas o no se comprenden los temas
desarrollados aquí estoy a su disposición para intentar aclararlos.
En la presente clase, luego de despachar el repaso
en unas pocas frases, vamos a concentrar la atención en la conexión entre el
proceso de trabajo y las diversas formas de pensar la desigualdad entre los SH.
Existen muchas formas de comenzar el estudio de la
sociedad (y, por supuesto, de
definir la noción misma de sociedad). Una de ellas resulta especialmente
significativa para los propósitos de este curso, dado que proporciona una pista
crucial para comprender cómo se encuentra distribuido el poder. Esa forma pone
el énfasis en el proceso de trabajo
(o proceso de producción – utilizo ambos términos como sinónimos -). [2]
Para que haya sociedad es preciso que
existan personas. Para poder existir, las personas necesitan satisfacer sus
necesidades: comer, beber, vestirse, tener una vivienda, reproducirse. Para
satisfacer sus necesidades las personas deben transformar la naturaleza; en otras
palabras, tienen que realizar alguna forma de proceso de trabajo.
Karl Marx (1818-1883) formuló la definición
clásica del proceso de trabajo:
“El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el ser humano y la
naturaleza, un proceso en que, el ser humano media, regula y controla su
metabolismo con la naturaleza. El ser humano se enfrenta a la materia natural
misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que
pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse
de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al
operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y
transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza. Desarrolla las
potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de fuerzas de
la misma.” [3]
Veamos un ejemplo simple de proceso
de trabajo. Si me apetece comer una manzana y no vivo en una ciudad con
supermercados, verduleros, etc., tengo que ir hasta el manzano y subir a él para
tomar mi manzana. Al hacerlo estoy efectuando varias acciones: ubicar el
manzano, subirme a él, agarrar la manzana (constando que esté madura), bajar
del árbol. A estas acciones hay que agregarle otras acciones pasadas: las
realizadas por los SH que aprendieron a distinguir los manzanos de otros
árboles y a conocer las manzanas comestibles de aquellas que no lo son; también
las acciones por las que esos SH transmitieron ese conocimiento a las nuevas
generaciones (enseñanza). Este conjunto de acciones conforma el proceso de
trabajo.
A esta altura podemos afirmar que el proceso de
trabajo es el núcleo de la sociedad,
pues sin él sería imposible toda vida social. Ahora bien, este proceso está conformado por interacciones entre individuos, a las que denominaremos relaciones
sociales.
Observemos con más atención el
proceso de trabajo. Ya dijimos que éste implica la relación entre los SH y la
naturaleza. Pero la cosa no se agota allí, pues ya constatamos que supone
también relaciones entre personas (RS). Ahora bien, estas RS no tienen todas la
misma importancia. Algunas son más importantes que otras, pues moldean el
carácter que asume el proceso.
Para llevarse a cabo, la producción
requiere de materias primas, herramientas y trabajadores. En este punto vuelvo
a citar a Marx para describir los componentes del proceso de trabajo:
“Los elementos simples del proceso laboral son la actividad orientada a un fin – o sea el trabajo mismo -, su objeto
y sus medios. La tierra (la cual, económicamente hablando, incluye también el agua), en el estado originario en que
proporciona al ser humano víveres, medios de subsistencia ya listos para el
consumo, existe sin intervención de aquél como el objeto general del trabajo humano. Todas las cosas que el trabajo
se limita a desligar de su conexión directa con la tierra son objetos de
trabajo preexistentes en la naturaleza. Así, por ejemplo, el pez que se captura
separándolo de su elemento vital, del agua; la madera derribada en la selva
virgen; el material arrancado del filón. En cambio, si el objeto de trabajo,
por así decirlo, ya ha pasado por el filtro de un trabajo anterior, lo denominamos materia prima. (…) Toda materia prima es objeto de trabajo, pero no
todo objeto de trabajo es materia prima. El objeto de trabajo sólo es materia
prima cuando ya ha experimentado una modificación mediada por el trabajo. El medio de trabajo es una cosa o conjunto
de cosas que el trabajador interpone entre él y el objeto de trabajo y que le
sirve como vehículo de su acción
sobre dicho objeto.” [4]
Quien controla las materias primas y
las herramientas (o instrumentos de producción) controla el proceso de
producción, pues decide qué producir, cómo producirlo, en qué cantidad y para
quién. Llamaremos relaciones de propiedad a este tipo de RS.
El
conocimiento de las relaciones de propiedad es fundamental para conocer la
distribución del poder en una sociedad determinada.
Veamos esta última afirmación con más
atención.
Hay sociedades que organizaron el
proceso de trabajo en base a la propiedad colectiva de los medios de producción
(agrupa bajo esta denominación a la tierra, las materias primas, las
herramientas), como es el caso de las diversas comunidades campesinas a lo
largo de la historia. Como es de suponerse, en ellas el poder estaba distribuido
de manera más o menos igualitaria, pues todos tenían acceso a los medios con
los que producir lo necesario para satisfacer sus necesidades.
Otras sociedades organizaron su
proceso de trabajo en torno a la propiedad privada de los medios de producción.
Esto significa que algunas personas tienen la propiedad de la tierra y las
fábricas, mientras que el resto de las personas se encuentra privado de esa
propiedad. Los propietarios controlan y dirigen el proceso de producción, por
ende, tienen el poder sobre los no propietarios.
Ya hemos avanzamos bastante. Tenemos
una pista firme acerca de por dónde comenzar el estudio de la sociedad: las RS
de producción; en especial, las RS de propiedad. También sabemos que algunas de
las diferencias (o desigualdades) sociales pueden explicarse por las RS de
propiedad. En base a ellas podemos establecer una primera distinción: la
existente entre propietarios y no-propietarios de los medios de producción.
Aquí podemos introducir un nuevo concepto, el de clases sociales, a
las que vamos a definir a partir de sus relaciones con la propiedad de los
medios de producción.
Pasemos en limpio la última
afirmación. Las clases sociales son grupos de personas que ocupan posiciones
similares en el proceso de producción; más concretamente, se trata de
individuos que tienen las mismas relaciones con los medios de producción (por
ejemplo, son propietarios de esos medios). Dichas semejanzas se traducen en condiciones
y hábitos comunes, diferentes de los de las otras clases sociales.
Ahora bien, la experiencia histórica
muestra que las relaciones entre las clases sociales distan mucho de ser
apacibles. Si bien hay períodos de relativa estabilidad, la regla es la lucha
por conservar y acceder a la propiedad de los medios de producción. [5]
Ya estamos en condiciones de plantear
la cuestión del Estado. En su lucha
por el control de los medios de producción, las clases y grupos sociales se
disputan el Estado.
¿Qué es y por qué es tan importante
el Estado?
Aquí solo podemos hacer una
presentación muy esquemática, que irá ganando contenido a lo largo de la
cursada. En primer lugar, hay Estado toda vez que una clase o grupo social
ejerce la dominación sobre otra clase social. Por ende, tiene por
característica primordial ser un instrumento de dominación. Habitualmente se identifica
la dominación con la violencia física; no obstante, la dominación se ejerce de
múltiples maneras y la violencia física es el último recurso. El Estado, en
tanto órgano de dominación, administra y aplica una gran variedad de recursos
para asegurar la posición dominante de una clase en la sociedad. En un sentido,
podemos afirmar que este curso es un largo recorrido por el arsenal de
herramientas de dominación de que dispone el Estado.
La afirmación anterior contradice una
idea habitual: el Estado “somos todos”. En otras palabras, según esta noción el
Estado representa los intereses de todos los integrantes de la sociedad. Como
puede notarse, se trata de una idea que contradice lo expuesto anteriormente
respecto al papel del Estado en el mantenimiento de la dominación de un grupo social
sobre los demás. Por el momento vamos a limitarnos a dejar establecida la
distinción entre ambas posiciones; luego, con el transcurso de las clases,
examinaremos cómo se presentaron a lo largo de la historia y cuál fue su
función en diferentes sociedades.
Retomemos la cuestión del proceso de
trabajo. En la lectura de hoy se afirma que existen dos grandes formas de
proceso de trabajo: el de las sociedades precapitalista y el capitalista. No es
necesario repetir lo expuesto en el texto; remito a éste para la descripción de
las peculiaridades de la producción en ambas formas de organización social. Ahora
es preciso poner en relación el proceso de trabajo con la forma que asume la
dominación.
En las sociedades precapitalistas la
clase dominante (la nobleza) se apropiaba el excedente producido por los
campesinos por medio de mecanismos basados en la coerción extraeconómica. Dicho
más claro, la clase dominante utilizaba la violencia física (o la amenaza de
recurrir a ella) para obligar a los campesinos a entregarles parte de su
producción. Esto se daba en un contexto de bajo desarrollo relativo de las
fuerzas productivas, en el que los campesinos vivían al límite de la miseria y
en el que cualquier eventualidad de la naturaleza (sequía, inundaciones, plagas
de la cosecha) sumía en el hambre a la población campesina. La extracción de
excedente era un hecho violento en sí mismo, aunque no se ejerciera
directamente la violencia física.
No hace falta reflexionar demasiado
para comprender que, en esas condiciones, la apropiación del excedente requería
del reconocimiento de la supuesta desigualdad “natural” entre señores feudales
y campesinos. [6] Si el campesino era considerado “igual” al noble, ¿cómo
hubiera sido posible la apropiación del excedente del primero por el segundo?
En el feudalismo, por ejemplo, era imposible la democracia, pues los campesinos
habrían votado en contra de la mencionada apropiación. Ni hablar de una
sociedad esclavista, donde el trabajo era realizado por esclavos, es decir, por
personas a quienes se les negaba la misma condición de personas y se las
considera “cosas”.
Como veremos en las próximas clases,
la regla en las sociedades precapitalistas es el reconocimiento de la
desigualdad entre los SH. La esclavitud, el feudalismo, presuponen que los SH
son desiguales.
En otras
palabras, un régimen social basado en la sustracción por la violencia del
excedente campesino requería una ideología centrada en la noción de
desigualdad.
La comprensión de la afirmación
anterior es fundamental para entender la especificidad de la sociedad
capitalista. En el marco de las RS capitalistas los trabajadores son libres en
términos jurídicos, es decir, no son ni esclavos ni siervos. En el capitalismo
la clase dominante (la burguesía) se apropia la plusvalía manteniendo
condiciones de igualdad jurídica. En Roma era imposible (e impensable) que un
esclavo iniciara un juicio contra su amo; en nuestra sociedad, el trabajador
puede demandar a su empleador por incumplimiento de contrato.
En el
capitalismo la desigualdad económica se apoya en la igualdad jurídica.
La afirmación precedente parece
paradójica. ¿Cómo es posible que la desigualdad requiera de la igualdad? En
este momento no podemos adentrarnos en la respuesta a esa pregunta. Pero sí
podemos complicar todavía más las cosas e indicar que no se trata sólo de
igualdad jurídica: en el capitalismo los trabajadores son ciudadanos. Esto significa que tienen los mismos derechos políticos
que los empresarios. En la mayoría de las sociedades capitalistas la forma de gobierno
es la democracia, que consiste en
que los ciudadanos eligen de modo directo o indirecto a los gobernantes. Ahora
bien, tengamos presente que en toda sociedad los trabajadores constituyen la
mayoría de la población, en tanto que la clase dominante siempre está
conformada por una minoría.
Llegamos así a uno de los problemas
fundamentales de la teoría social [7], cuya formulación clásica fue realizada
por el filósofo inglés David Hume (1711-1776):
“Nada más sorprendente para quienes
consideran con mirada filosófica los asuntos humanos que la facilidad con que
los muchos son gobernados por los pocos, y la implícita sumisión con que los
hombres resignan sus sentimientos y pasiones ante los de sus gobernantes. Si
nos preguntamos por qué medios se produce este milagro, hallaremos
que, pues la fuerza está siempre del lado de los gobernados,
quienes gobiernan no pueden apoyarse sino en la opinión, la cual es, por tanto,
el único fundamento del gobierno, y esta máxima alcanza lo mismo a los
gobiernos más despóticos y militares que a los más populares y libres. El
sultán de Egipto o el emperador de Roma pueden manejar a sus inermes súbditos
como a simples brutos, a contrapelo de sus sentimientos e inclinaciones, pero
tendrán, al menos, que contar con la adhesión de sus mamelucos o de sus
cohortes pretorianas.” (p. 21; el resaltado es mío). [8]
Expresado de modo esquemático [9], se trata de
explicar por qué las mayorías obedecen a las minorías. Hume ve con claridad que
la dominación no puede basarse exclusivamente en la violencia física, pues ésta
puede ser contrarrestada por una fuerza mayor o, dicho en términos políticos,
por la rebelión de las clases dominadas.
El ejercicio de la dominación requiere de la “opinión” o, en términos
modernos, de la ideología. La clase
dominante necesita producir y difundir ideas favorables a su dominación. En las
sociedades precapitalistas estas ideas tienen por eje la noción de desigualdad.
En el capitalismo, por el contrario, la burguesía necesita difundir la idea de
igualdad para “esconder” la desigualdad económica.
Por el momento hemos avanzado bastante. Ahora se
trata de ir demostrando los logros obtenidos hasta aquí. Para ello vamos a
iniciar el análisis de algunos textos de la filosofía política griega, para
entender en qué consistía la noción de desigualdad entre los SH.
Para la próxima clase (que será el lunes 4 de mayo
en la comisión de los lunes y el miércoles 6 de mayo en la comisión de los
miércoles) tienen que leer un fragmento de la República de Platón, “el mito de los metales”, que enviaré por
correo electrónico.
Villa del Parque, martes 28 de abril de 2020
ABREVIATURAS:
RS = Relaciones sociales / SH
= Seres humanos
NOTAS:
[1] Mayo, A. (2015). La ideología del conocimiento. Buenos Aires: Jorge Baudino. (Cap.
1).
[2] En los
párrafos siguientes tomo como base lo expuesto en la primera clase del curso
2020 de Introducción a la Sociología, disponible en el blog Miseria de la
Sociología, publicación del 28/04/2020.La exposición
clásica del proceso de producción se encuentra en: Marx, K. (1996). El capital: crítica de la economía
política. México: Siglo XXI. (Capítulo V, Proceso de trabajo y proceso de
valorización).
[3] Marx, op. cit., pp.
215-216.
[4] Marx, op. cit., pp.
216-217.
[5] La formulación clásica de la concepción de
la historia como lucha de clases se encuentra en el comiendo del Manifiesto comunista (1848): “La
historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la
historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y
plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y
oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas
veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la
transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las
clases beligerantes.” (Marx, K. y Engels, F., Manifiesto del partido comunista, Buenos Aires, Anteo, 1986, pp.
34-35).
[6] El feudalismo
es una forma de organización social precapitalista basada en la apropiación del
excedente campesino a manos de la nobleza feudal. Con todo lo esquemática que
es la exposición quiero hacer notar que se trata de una de las formas que asume
esa apropiación de excedente; dicho de otro modo, el feudalismo no agota todas
las formas de organización social precapitalistas.
[7] Prefiero hablar de teoría social y no de
sociología o ciencia política, aunque aclaro que utilizo estos términos como
sinónimos para evitar confusiones innecesarias. La teoría social remite a una
concepción que considera a la sociedad como una totalidad, mientras que el
término sociología (vale lo mismo para la noción de ciencia política), en su
uso habitual, se refiere a otra forma de pensar la sociedad, en la que ésta es
vista como una serie de habitaciones separadas (lo económico, lo político,
etc.), cada una de las cuales debe ser estudiada por una ciencia social
específica. Este último es el modelo de las ciencias sociales, sobre el que se
modeló la estructura de carreras de nuestro sistema universitario.
[8] Hume, David. (1994). Ensayos políticos. Madrid:
Tecnos. Traducción española de César Armando Gómez. El ensayo citado en el
texto se encuentra en las pp. 21-25.
[9] En este curso recurro constantemente a
presentaciones esquemáticas de hechos que son infinitamente complejos. El
estudiante debe tener siempre presente esto, así como también que los esquemas
son útiles para comenzar a estudiar un tema. Ahora bien, uno se da cuenta de
que aprendió algo cuando comienza a hacer pelota a los esquemas y comprende la
complejidad de lo social.