Cualquiera sea la
orientación ideológica que guíe la reflexión en el campo de la filosofía de la
ciencia, la cuestión del empirismo
es fundamental. Más allá de que sea imposible sostener hoy una posición empirista al estilo del viejo
positivismo, el empirismo, entendido como la aseveración de que el conocimiento
científico (cualquier conocimiento en general) tiene que pasar por la prueba de
la experiencia para mostrar su veracidad, sigue siendoel punto de partida
correcto para encarar la producción de conocimiento.
A continuación van una serie
de notas y comentarios al texto de Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? (1). La obra es un clásico entre
los textos introductorios para los cursos de filosofía de la ciencia o de
epistemología.
En estas notas me dediqué a
los tres primeros capítulos de la obra, en los que se presenta la posición
inductivista y el principio de inducción, para luego someter a discusión sus
supuestos en el capítulo 3.
Chalmers resume la posición inductivista ingenua respecto
a la ciencia:
“El
conocimiento científico es conocimiento probado. Las teorías científicas se
derivan, de algún modo riguroso, de los hechos de la experiencia adquiridos
mediante la observación y la experimentación. La ciencia se basa en lo que
podemos ver, oír, tocar, etc. Las opiniones y preferencias personales no tienen
cabida en la ciencia. La ciencia es objetiva. El conocimiento científico es
conocimiento fiable porque es conocimiento objetivamente probado.” (p. 11).
En resumidas cuentas, para
el inductivista:
“La experimentación [es] la fuente del conocimiento.” (p.
11).
La ciencia comienza con la
observación. El conocimiento científico no es otra cosa que la elaboración de
enunciados generales (leyes científicas) a partir de enunciados singulares
(enunciados observacionales).
Para el inductivismo, el
problema fundamental de la filosofía de la ciencia es:
“¿Por
qué medios se pueden obtener de los enunciados singulares, que resultan de la
observación, los enunciados generales que constituyen el conocimiento
científico? (...) La respuesta inductivista es que, suponiendo que se den
ciertas condiciones, es lícito generalizar,
a partir de una lista finita de enunciados observacionales singulares, una ley
universal.” (p. 14).
El pasaje de los enunciados
singulares a los enunciados universales requiere de las siguientes condiciones:
1) El número de enunciados
observacionales que constituyen la base de una generalización debe ser grande.
2) Las observaciones se
deben repetir en una amplia variedad de condiciones.
3) Ningún enunciado
observacional aceptado debe entrar en contradicción con la ley universal
derivada.
El inductivismo se expresa
en el principio de inducción:
“Si
en una amplia variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y si
todos los A observados poseen sin excepción la propiedad B, entonces todos los
A tienen la propiedad B.” (p. 16).
Los inductivistas están
convencidos del carácter lineal del progreso científico:
“El
crecimiento de la ciencia es continuo, siempre hacia adelante y en ascenso, a
medida que aumenta el fondo de datos observacionales.” (p. 16).
Puesto que nuestra capacidad
de observación, ya sea por medio de los sentidos o de los instrumentos de
medición, se desarrolla a través de la técnica, la cantidad de observaciones
disponibles está en constante aumento. Esto nos permite formular cada vez más y
mejores generalizaciones (leyes científicas). En el fondo de esta concepción
subyace la idea de que los sentidos y los instrumentos son “neutrales”. En
otras palabras, nuestras observaciones no están “contaminadas” por ningún
prejuicio (o prenoción) previo.
La
ciencia inductivista funciona así:
a) El punto de partida son
los hechos adquiridos a través de la inducción (enunciados observacionales –
singulares).
b) Mediante el uso de la inducción, se pasa a la formulación de
leyes y teorías (enunciados generales).
c) Por medio de la deducción, se derivan predicciones y
explicaciones.
Todo es proceso es, siempre
según el inductivismo, garantía de objetividad:
“La
objetividad de la ciencia inductivista se deriva del hecho de que tanto la
observación como el razonamiento son objetivos en sí mismos. (…) No se permite
que se inmiscuya ningún elemento personal, subjetivo. (…) La fiabilidad de la
ciencia se sigue de las afirmaciones del inductivista acerca de la observación
y la inducción. Los enunciados observacionales que forman la base de la ciencia
son seguros y fiables porque su verdad se puede determinar haciendo uso directo
de los sentidos.” (p. 23-24).
En el capítulo 2, Chalmers
presenta el problema de la inducción.
¿Cómo puede justificarse el
principio de la inducción?
1) Apelando a la lógica. Una
argumentación inductiva puede contener premisas verdaderas y conclusión falsa.
Pero esto contradice la noción de razonamiento válido, que afirma que la
validez de un razonamiento está dada porque su forma impide que pueda darse el
caso de premisas verdaderas y conclusión falsa. Los razonamientos válidos se
caracterizan, precisamente, por conservar la verdad de las premisas en la
conclusión. Por tanto, la inducción no puede justificarse sobre bases lógicas.
2) Apelando a la
experiencia. Sin embargo, y como lo demostró David Hume, utilizar la
experiencia para justificar la inducción implica caer en una argumentación
circular, puesto que se estaría justificando la inducción a partir de otra
inducción (el principio de inducción funcionó en n casos, por tanto, está justificado), la que, a su vez, debería
ser también justificada por medio de otra inducción.
Además de estos problemas,
el principio de inducción tropieza con:
“La
vaguedad y equivocidad de la exigencia de que se realice un «gran número de
observaciones en una «amplia variedad» de circunstancias.” (p. 30).
Como no pueden recurrir ni a
la lógica ni a la experiencia para justificar el principio de inducción, los
inductivistas se refugian en el terreno de la probabilidad:
“Aunque
no se puede garantizar que las generalizaciones a las que se ha llegado
mediante inducciones lícitas sean perfectamente verdaderas, son probablemente verdaderas. (…) El
conocimiento científico no es conocimiento probado, pero representa un
conocimiento que es probablemente verdadero.” (p. 32).
De este modo, se construye
una versión probabilista del principio de inducción:
“Si
en una amplia variedad de condiciones se ha observado un gran número de A y si
todos estos A observados poseen sin excepción la propiedad B, entonces
probablemente todos los A poseen la propiedad B.” (p. 32).
Pero la probabilidad también
conduce a un callejón sin salida. La teoría de la probabilidad postula que la
probabilidad de cualquier enunciados universal que haga afirmaciones acerca del
mundo es igual a 0, no importa el número de observaciones realizadas.
Hay, por tanto, tres respuestas
al problema de la inducción:
1) Escepticismo frente a la
ciencia. Hume llegó a la conclusión de que la ciencia no se puede justificar de
un modo racional. (p. 35).
2) La evidencia del
principio de inducción. Esto implica dejar de lado la experiencia y considerar
que la inducción se justifica porque las cosas son así y no pueden ser de otra
manera. Para Chalmers, es inaceptable, pues
“Lo
que consideramos evidente depende y tiene demasiado que ver con nuestra
educación, nuestros prejuicios y nuestra cultura para ser una base fiable de lo
que es razonable.” (p. 35).
3) Negar que la ciencia se
base en la inducción. Este fue el camino elegido por Popper.
El capítulo 3 está dedicado
a la crítica del inductivismo, apoyándose en la tesis de que la observación depende
de la teoría.
El inductivismo ingenuo se
basa en dos supuestos acerca de la observación:
a) La ciencia comienza con
la observación;
b) La observación
proporciona una base segura a partir de la cual se puede derivar el
conocimiento.
“La
ciencia no comienza con los enunciados observacionales, porque una teoría de
algún tiempo precede siempre a todos los enunciados observacionales, y los
enunciados observacionales no constituyen una base firme de sobre la que puede
descansar el conocimiento científico, porque son falibles. (…) Lo que ven los
observadores, las experiencias subjetivas que tienen cuando ven un objeto, no
está determinado únicamente por las imágenes formadas en sus retinas sino que
depende también de la experiencia, el conocimiento, las expectativas y el
estado interno del observador.” (p. 44).
El párrafo anterior no debe
llevarnos a creer que Chalmers niega la realidad del mundo físico:
Yo
acepto, y presupongo a través de todo este libro, que existe un solo y único
mundo físico independiente de los observadores.” (p. 46).
El inductivismo rechaza la
crítica anterior, afirmando que:
“La
sólida base sobre la que se construyen las leyes y teorías que constituyen la
ciencia está formada por enunciados observacionales públicos, y no por las
experiencias subjetivas privadas de los observadores individuales.” (p. 46).
Pero Chalmers observa que
los enunciados observacionales no son neutrales:
“Los
enunciados observacionales se hacen siempre en el lenguaje de alguna teoría y
serán tan precisos como lo sea el marco conceptual o teórico que utilizan (…)
Las teorías precisas, claramente formuladas, constituyen un requisito previo de
unos enunciados observacionales precisos. En este sentido, las teorías preceden
a la observación.” (p. 48).
La teoría guía la
observación y la experimentación:
“Las
observaciones y los experimentos se efectúan para comprobar o aclarar alguna
teoría, y sólo se deben registrar las observaciones que se consideran
relevantes para esa tarea.” (p. 54).
Para responder a las
objeciones, se desarrolló un inductivismo sofisticado, que se establece una
separación entre modo de descubrimiento (el modo en que se descubre y concibe
por primera vez una teoría) y modo de justificación (el modo en que se
justifica dicha teoría y, también, como se valoran sus méritos). De esta
manera, el inductivismo puede prescindir de la afirmación que sostiene que la
ciencia debe comenzar con la observación imparcial y sin prejuicios.
“El
descubrimiento y la cuestión del origen de las nuevas teorías son materias que
quedan excluidas de la filosofía de la ciencia.” (p. 55).
Para los inductivistas
sofisticados, la pregunta es: los conocimientos obtenidos, ¿corresponden a un
conocimiento científico lícito o no? (p. 55).
Frente a la postura del
inductivismo sofisticado, Chalmers plantea que
“es
esencial entender la ciencia como un conjunto de conocimientos que se
desarrollan históricamente y que sólo se puede apreciar correctamente una
teoría si se presta la debida atención a su contexto histórico.” (p. 56).
Villa del Parque,
domingo 12 de enero de 2014
NOTAS:
(1) Utilicé la siguiente
edición: Chalmers, Alan F. (2002). ¿Qué
es esa cosa llamada ciencia? Buenos Aires: Siglo XXI. Traducción española
de Eulalia Pérez Sedeño, Pilar López Máñez y José A. Padilla Villate.
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