Hernán Brienza, a cargo del
editorial político dominical del diario kirchnerista Tiempo Argentino, está
empeñado a fondo en defender el ascenso del actual Jefe del Estado Mayor del
Ejército, César Milani, al rango de teniente general. Milani, acusado por organismos de derechos
humanos, de ser por lo menos cómplice en el secuestro, tortura y asesinato de
ciudadanos argentinos durante la dictadura militar de 1976-1983, fue puesto al
comando del Ejército por la presidenta Cristina Fernández. Brienza,
especialista en el arte milenario de ingerir sapos, emprende la defensa de su
jefa (la señora presidenta) sin parar en escrúpulos.
En su editorial “El debate
por Milani” (Tiempo Argentino, 22/12/2013) procuró transformar la cuestión en
un problema moral. Milani, desgajado de la institución Ejército, es reducido a
un individuo que obra a partir de las circunstancias. Alguna vez Miguel
Hernández escribió “Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me
arrastran”. Según Brienza, durante la dictadura a Milani lo arrastraban los
vientos de las circunstancias. No encuentra, por tanto, ninguna responsabilidad
en ese joven oficial que era Milani en 1976. Como esto parece no alcanzar para
algunos estómagos que todavía sienten asco hacia los sapos, Brienza saca a
relucir la adhesión de Milani al “proyecto nacional y popular”. En otras
palabras, Milani puede ser un torturador, un ladrón de caminos y un asesino,
pero todo ello no importa si adhiere al “proyecto”. Si es así, ¿para qué
Brienza pierde el tiempo escribiendo zonceras sobre la moral y otras yerbas?,
¿no bastaba con decir, simplemente, a Milani lo bancamos porque la presidenta
dice que es uno de los nuestros? Pero ser sincero no vende, así que tenemos que
sufrir y hacer sufrir a otros armando argumentos inverosímiles para justificar
cosas todavía más inverosímiles.
Brienza se supera en el editorial
“Papá, ¿vos que hiciste en la dictadura?” (Tiempo Argentino, 29/12/2013). Da la
impresión de que se dio cuenta de que para defender la enormidad que significa
el ascenso de un oficial de Inteligencia acusado de violaciones a los derechos
humanos era preciso recurrir a enormidades argumentativas. Ya no bastaba con
hacer de Milani una víctima inocente de las “circunstancias”. El problema es
sencillo: si otros argentinos no fueron víctimas de las “circunstancias”,
Milani no podía ser defendido tan fácilmente. Era preciso extender la
responsabilidad por la dictadura a todo el mundo, así nuestro teniente general
nacional y popular queda a salvo de la maledicencia de las gentes. Brienza obra
el milagro en este editorial, que constituye una verdadera obra maestra de la
estupidez.
Nuestro autor pone manos a
la obra de un modo característico: henchido de pretensiones, no se propone
enunciar su punto de vista particular sobre la dictadura. No. Por el contrario,
quiere aplicar la frase popular “si la vamos a hacer, hagámosla en grande”:
“Los argentinos nos merecemos una nueva mirada sobre los
años setenta. Sin hipocresías. Sin fariseísmos. Sin querer sacar partido
inmediato de esa experiencia atroz por la que atravesamos. Incluso, diría, sin
resentimientos. Posiblemente, aquellos que participaron en aquellos años, sobre
todo las víctimas del horror, les sea muy difícil hacerlo. Pero las
generaciones posteriores tenemos la obligación y el deber de reconstituir un
pasado que no esté signado por héroes ni por mártires ni por verdugos ni por
dos demonios. Aunque todos hayamos sido y tenido un poco de eso. Algo parecido
a esto escribí y vengo escribiendo desde 2003, cuando concluí mi libro Maldito tú eres.”
Lo suyo es
proponer una nueva mirada sobre la década del ´70. Que esa mirada no tenga nada
de novedoso carece de importante. Además, para seguir haciendo alarde de su
modestia, nuestro héroe indica que en 2003 ya sabía por dónde venía la cosa.
Cabe decir que una monstruosidad como el ascenso de Milani tiene que ser
defendida por argumentos monstruosamente estúpidos. Y Brienza sabe mucho de
esto.
“No me interesa mirar el pasado reciente con ojos de verdugo ni de
mártir ni de héroe. No necesito hacerlo, por otra parte, ya que era un niño
durante la dictadura militar. Aspiro a mirarlo con todas sus complejidades, con
todas sus contradicciones, con toda la angustia que genera el mal absoluto del
que podemos ser parte. Sencillamente, aspiro a mirar ese pasado con ojos de
hombre. Es cierto, es una tarea titánica. Pero, quizás, sea la única forma en
que podamos lograr que el horror no vuelva a repetirse.”
El argumento,
dejando de lado todas las frases que muestran lo pagado de sí mismo que es este
lamentable personaje, puede sintetizarse así: todos los habitantes del país,
mayores de edad en 1976, son responsables de la dictadura porque no hicieron
nada contra ella. Sólo quedan al margen los militantes de las organizaciones
revolucionarias que fueron secuestrados, encarcelados o asesinados. Para el
resto de los habitantes hay que aplicar la frase “algo habrán hecho” para
justificar su supervivencia. Como sobrevivieron, fueron cómplices de la
dictadura. Hay que ser un cínico descomunal para escribir semejante disparate y
afirmar que constituye una “nueva mirada”. Véase el siguiente párrafo:
“Si una persona supo y no denunció, permítame añadirle una gran
cuota de complicidad con lo que estaba ocurriendo en aquellos años duros. Si
usted no está muerto, si usted no fue torturado, perseguido, encarcelado, si no
se exilió –incluso esto puede discutirse– es porque prestó algún grado de
consentimiento con los paladines del horror en la Argentina. No digo que haya
golpeado las puertas de los cuarteles –como hicieron muchos–, tampoco que haya
aplaudido a viva voz los desaguisados económicos de la "plata dulce",
ni que haya aceptado el trabajo que había dejado vacante el
"desaparecido". Tampoco lo acuso de haber sido aquel que levantó el
teléfono para denunciar a su vecino a la policía porque andaba en algo raro.
Pero si usted estuvo allí y puso cara de nada, permítame decirle: algo habrá
hecho o, al menos, algo no habrá hecho para seguir con vida.”
La dictadura
militar no fue, por tanto, una confrontación entre clases y grupos sociales,
con vencedores y vencidos. Nada de eso. La “nua mirada” de Brienza propone
concebirla como un inmenso teatro donde se dirimían dilemas morales. Todo pasa
por el individuo y su responsabilidad. El pueblo (para usar un término que pueda
entender Brienza) es una suma mecánica de individuos, cada uno de los cuales
decide el curso de su destino. ¡Y es este amontonamiento de lugares comunes lo
que se propone como una “nueva mirada”, como “mirar el pasado con ojos de
hombre”!
Brienza, además,
pone especial empeño en mostrar que la clase media “progresista” fue
responsable de la dictadura. No podía ser de otra manera, puesto que son
precisamente los “progresistas” del kirchnerismo quienes muestran, dentro de
las filas del oficialismo, las mayores dudas respecto al nombramiento de
Milani.
“la dictadura tuvo no sólo complicidad en los sectores dominantes
como empresarios, sacerdotes, políticos y periodistas, también tuvo consenso
social, también fue apoyada por mayorías. Y, claro, por la clase media, incluso
por muchos de sus integrantes que, en los primeros setenta miraron con simpatía
a la "juventud maravillosa", que luego pidió a los gritos un poco de
orden, que vivieron las fiestita del "deme dos" en Miami y que, a la
vuelta de la esquina repitieron a diestra y siniestra con carita de buena gente
"yo te juro que ni sabía lo que estaba pasando". (Cualquier parecido
con lo ocurrido con el menemismo y la corrupción, aun sin el mismo nivel de
tragedia, no es mera coincidencia). Si usted está dentro de esta categoría, le
voy a ser sincero: prefiero que se saque la careta y me diga que sí, que es
verdad, que usted fue cómplice de la dictadura –aunque no ejecutor de los
delitos de lesa humanidad–, que usted comparte ideológicamente lo sucedido y
que, bueno, "alguien tenía que hacer el trabajo sucio y les toco a los
militares". Pero no me haga un "progre desentendido" ni un
demócrata de Teoría de los Dos Demonios. No le sienta bien.”
O sea, todos
somos cómplices de la dictadura, y la clase media más cómplice que nadie. Por
lo tanto, como nadie está libre de pecado, nadie puede arrojarle ni una piedra
al teniente general Milani.
La dictadura,
despojada de carácter político, transformada en un dilema moral, pierde toda
carnadura. Si se dice esto de Milani, ¿qué sentido tuvo juzgar a Videla, a
Massera, etc., etc.? Si se acepta la argumentación de Brienza, ellos también
fueron movidos por las “circunstancias”.
Si todos somos culpables, para qué recargar el peso de la culpa sobre
unos pocos.
Nuestro héroe
parece percatarse de ello y redacta un párrafo confuso para tratar de salir del
paso:
“Ni olvido, ni perdón, ni reconciliación. Simplemente Justicia.
Delimitar las responsabilidades y las acciones delictivas de los hombres en el
marco de sus circunstancias. Ser certeros a la hora de delimitar las
complicidades efectivas tanto civiles como empresariales. Pero sin
sobreactuaciones. El Estado debe recomponer el valor de justicia y equilibrio
en un país donde era más fácil torturar y asesinar a miles de personas que
robarse un sánguche del escritorio de un juez. La impunidad genera anomia en
cualquier sociedad humana.”
“Sin
sobreactuaciones”. No se nos ocurra impugnar los crímenes de un oficial de
inteligencia devenido en jefe del Ejército. No se nos ocurra indignarnos porque
la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, haya sido funcionaria de la
dictadura, no se nos ocurra enojarnos porque hubo dirigentes sindicales
simpatizantes del kirchnerismo que colaboraron con los servicios de
inteligencia durante la dictadura. El cinismo requiere serenidad, no
sobreactuación. A tragar sapos, pero con calma.
La “nueva mirada”
es, por tanto, una vuelta de tuerca sobre la vieja frase “algo habrán hecho”.
La dictadura deja de ser un episodio de la lucha de clases en la Argentina
moderna y pasa a transformarse en el “horror”, la “maldad absoluta” y otras zonceras
por el estilo. Esto permite no sólo disculpar a Milani, sino perder de vista
que la distribución del poder en la sociedad actual deriva de ese hecho
histórico fundamental que es la derrota de los trabajadores en 1976.
Congreso,
martes 7 de enero de 2014
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