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viernes, 22 de mayo de 2020

INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA CURSO 2020 – CLASE N° 3


“Hay aún otros tipos de servidores que no son muy valiosos
para nuestra sociedad en inteligencia pero que poseen
la fuerza corporal suficiente para las tareas pesadas.
Porque ponen en venta el uso de su fuerza y denominan «salario»
a su precio son llamados «asalariados».”
Platón (c. 427-347 a. C.), filósofo griego.

Bienvenidas y bienvenidos a la tercera clase del curso.
Como dije en el encuentro anterior, agradezco todos los comentarios, sugerencias, preguntas y cuestiones varias referidas al curso. Se sufre mucho por no estar en el aula, por lo menos eso me sucede a mí.
Hoy vamos a trabajar el tema del proceso de trabajo en las sociedades precapitalistas, en base a la lectura del texto Ideología del conocimiento. [1] Comencemos, pues.

En nuestro encuentro anterior describimos la crítica de Thomas More (1478-1535) a la sociedad inglesa de su época. Como indicamos, Inglaterra estaba experimentando los primeros pasos de la larga transición del feudalismo al capitalismo. Una parte de la clase dominante empezaba a adoptar ideas y conductas propias de una economía de mercado. Así, parte de la nobleza prefería expulsar a los campesinos de sus tierras y destinar éstas a la cría de ovejas, con el objetivo de obtener ganancias con la venta de lana a Flandes. More relata los padecimientos de los campesinos y sus familias, despojados de sus medios de subsistencia y obligados a mendigar para comer.
La Utopía de More sirve de ejemplo para comprender los orígenes de la ciencia social moderna. El pensamiento sobre la sociedad y el Estado florece en medio de las crisis. La aparición de nuevas conductas y nuevas rutinas es el estímulo fundamental para el desarrollo de un nuevo pensamiento sobre la sociedad. La transición del feudalismo al capitalismo, un proceso histórico que abarcó varios siglos, es un caso típico de crisis, pues provocó transformaciones radicales en todos los ámbitos de la vida humana. La ciencia social, tal como la conocemos, surge como respuesta a las contradicciones y conflictos provocados por esa transición.
Pero todavía estamos muy lejos de comprender la naturaleza de la transición del feudalismo al capitalismo. Vivimos en una sociedad capitalista, las relaciones sociales capitalistas conforman nuestra rutina desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. No conocemos otra realidad. Debido a ello es necesario describir, aunque sea de modo esquemático, las condiciones de vida en las sociedades precapitalistas. Sólo así tomaremos conciencia de la magnitud de los cambios sociales que se verificaron entre los siglos XVI y XX.
En la primera clase intentamos demostrar por qué el proceso de trabajo es un buen punto de partida para comenzar el estudio de la sociedad. En la segunda clase describimos en pocas palabras las características del feudalismo, una forma de organización social anterior al capitalismo. Ahora es momento de sistematizar lo visto hasta aquí y presentar, de modo muy esquemático por cierto, las características fundamentales de las sociedades precapitalistas.
En rigor, lo que haremos será exponer los rasgos principales del proceso de trabajo precapitalista, para luego decir algunas palabras sobre las formas que asumí la dominación en esas sociedades.
Ante todo una aclaración necesaria. La denominación sociedades precapitalistas abarca un sinnúmero de formas de organización social. Algunas de ellas, las sociedades de cazadores y recolectores, abarcan la mayor parte de la historia humana, desde los remotos orígenes en los que nuestra especie comenzó su evolución específica, hace millones de años, hasta el momento en que algunos grupos humanos dieron el salto hacia la formas de vida sedentarias, gracias a la agricultura. De éstas no vamos a decir nada más, porque quedan fuera de nuestro objeto de estudio, que es la sociedad capitalista.
En nuestro materia, el término sociedades precapitalistas queda reservado para las sociedades en las que el trabajo es realizado por campesinos (y, en menor medida, por artesanos), existe una clase dominante (la nobleza) y hay un Estado, que defiende los intereses de la clase dominante. [2] En otras palabras, se trata de formas de organización social en las que existe una lucha entre campesinos y nobles.
Pasemos a precisar lo anterior.
En el mundo precapitalista la tierra era el principal medio de producción. Casi todas las personas se dedicaban a trabajar a las tareas agrícolas y ganaderas. La norma era vivir en el campo, la excepción era residir en las ciudades. Los campesinos labraban la tierra con instrumentos y técnicas primitivas; las jóvenes generaciones seguían trabajando como lo habían hecho sus ancestros siglos atrás. La productividad del trabajo era muy baja [3] y la expectativa de vida también (un promedio no vivía mucho más de 25 años).
La baja productividad era indicador del escaso desarrollo de las fuerzas productivas. [4] Dicho en términos simples, la tecnología y la ciencia estaban poco desarrolladas, y ello determinaba que el trabajo se realizara energía humana o animal. Gráficamente, el arado era tirado por una persona o, en el mejor de los casos, por un buey.
Como consecuencia de lo anterior, el excedente producido por el trabajo de los campesinos era pequeño. Se trataba del remanente de la cosecha, luego de descontar las semillas necesarias para la siguiente cosecha y la alimentación del campesino, su familia y los animales. Sin embargo, ese excedente no podía ser utilizado por los campesinos para mejorar sus condiciones de vida. Todo lo contrario.
En las sociedades precapitalistas la clase dominante (diremos la nobleza para simplificar) se apropiaba el excedente campesino, por medio de mecanismos basados en la coerción extraeconómica. Dicho más claro, la clase dominante utilizaba la violencia física (o la amenaza de recurrir a ella) para obligar a los campesinos a entregarles parte de su producción. Como ya indicamos, esto se daba en un contexto de bajo desarrollo relativo de las fuerzas productivas, en el que los campesinos vivían al límite de la miseria y en el que cualquier eventualidad de la naturaleza (sequía, inundaciones, plagas de la cosecha) sumía en el hambre a la población campesina.
La extracción de excedente era un hecho violento en sí mismo, aunque no se ejerciera directamente la violencia física.
No hace falta reflexionar demasiado para comprender que, en esas condiciones, la apropiación del excedente requería del reconocimiento de la supuesta desigualdad “natural” entre señores feudales y campesinos. [6] Si el campesino era considerado “igual” al noble, ¿cómo hubiera sido posible la apropiación del excedente del primero por el segundo? En el feudalismo, por ejemplo, era imposible la democracia, pues los campesinos habrían votado en contra de la mencionada apropiación. Ni hablar de una sociedad esclavista, donde el trabajo era realizado por esclavos, es decir, por personas a quienes se les negaba la misma condición de personas y se las considera “cosas”.
En otras palabras, un régimen social basado en la sustracción por la violencia del excedente campesino requería una ideología centrada en la noción de desigualdad.
En las sociedades precapitalistas quien pertenecía a las clases dominadas no podía ascender a los estratos sociales superiores. El campesino nacía y moría campesino. Sólo excepcionalmente podía convertirse en noble. La condición social era algo que venía atado a la persona, y ésta no podía deshacerse de ella; el estatus de noble se heredaba de padres a hijos. En el límite era independiente de la fortuna que podía tener la persona. Así, un noble seguía siendo noble aun cuando viviera en la pobreza o, inclusive, en la miseria. Don Quijote seguía siendo hidalgo aunque le costaba parar la olla. [5] Esto es muy diferente a lo que sucede en el capitalismo, donde la posesión de dinero transforma a la persona. En el límite, un cartonero puede convertirse en millonario.
En síntesis, la coerción extraeconómica (la violencia física) se complementaba con la ideología de la desigualdad de los SH. Esto se daba en la práctica mediante una diferenciación funcional al interior de la clase dominante: de un lado, la nobleza; del otro lado, los sacerdotes. [6] Éstos últimos se ocupaban de producir y difundir la ideología mencionada.
La información disponible sobre cómo pensaban la desigualdad las sociedades precapitalistas proviene de las clases dominantes. Esto es así porque ellas poseían el conocimiento de la escritura y disfrutaban del ocio necesario para poder elaborar teorías sobre la sociedad. A lo largo de la historia, la pelea fundamental entre las clases sociales siempre fue por el tiempo, por la posibilidad de decidir qué hacer con el propio tiempo sin que otro venga a imponerlo. Esta cuestión se liga a la propiedad de los medios de producción, pues quien la tiene puede hacer que otros trabajen para él y así evitar tener que trabajar. No es necesario decir más sobre el tema. Quien haya trabajado o esté trabajando en la actualidad, ya sea por un salario o realizando las tareas domésticas (ésas que aparecen normalmente invisibilizadas), sabe por amarga experiencia a qué me refiero.
En las sociedades precapitalistas la escritura era monopolio de la nobleza. Es por eso que los testimonios escritos que nos han llegado de ellas provienen de intelectuales pertenecientes a la clase dominante. Las voces de los esclavos, de los siervos, de las mujeres, se han perdido o han llegado muy deformadas luego de pasar el tamiz de esos intelectuales. De modo que conocemos las ideas políticas de esas sociedades de manera unilateral: más claro, conocemos lo que las clases dominantes querían conocer. Hay una enorme parte de la historia que se nos escapa y a la que debemos estudiar por testimonios indirectos.
La filosofía política es nuestra fuente principal de información para conocer las ideas políticas de las sociedades precapitalistas. [7] Como ya se indicó, esa filosofía era producto de las clases dominantes o, más en general, de individuos que estaban libres de la obligación de trabajar. No voy a entrar aquí en la cuestión del origen de la filosofía, pues sería irme por las ramas. Basta con decir que existe una relación estrecha entre el desarrollo de la democracia en las polis griegas y el origen del pensamiento filosófico. Quien esté interesado en saber más sobre el tema puede consultar el libro clásico del historiador y antropólogo francés Jean-Pierre Vernant (1914-2007), Los orígenes del pensamiento griego (1962). [8]
La dominación era justificada afirmando que los nobles y los campesinos eran esencialmente desiguales. Los primeros sabían manejar las armas; los segundos, sabían cultivar la tierra y, en general, trabajar. Un mundo en el que gobernaran los campesinos era visto como un disparate, como un lugar alucinado. Toda rebelión de los campesinos era considerada una violación del orden natural y debía ser castigada como tal.
La filosofía política (la aplicación de la filosofía a los problemas sociales y políticos), desarrolló elaboradas justificaciones de la desigualdad entre los SH. En el centro de estos argumentos se encuentra la noción de naturaleza humana. Dicho de manera rápida, para la filosofía política la NH es el conjunto de características que nos definen como SH. Estos rasgos definitorios de lo humano son transhistóricos, lo que significa que se encuentran más allá de los cambios históricos y/o sociales. En esta manera de definir la NH se encuentra implícito su uso político.
La NH, al establecer qué somos los SH marca los límites de nuestras posibilidades, determina qué podemos y qué no podemos hacer,  delimitando así los actos humanos y los inhumanos. La filosofía política de las sociedades precapitalistas partía del supuesto de que la NH no era idéntica en todas las personas, sino que había diferentes naturalezas según el grupo social del individuo. No hay nada extraño en este modo de concebir a la NH, si se tiene en cuenta que dichas sociedades funcionaban en base a la apropiación del excedente campesino por medio de la coerción extraeconómica.
Los filósofos del mundo antiguo produjeron teorías de la sociedad basadas en el reconocimiento de la desigualdad natural de los SH. Así, el filósofo chino Mencio (372–289 a. C.) escribió lo siguiente:
“¿Por qué habrías de pensar, entonces, […] que alguien que carga con el gobierno de un reino también tiene tiempo para labrar el suelo? La verdad es que algunos tipos de negocios son apropiados para los grandes, y otros para los pequeños. Aun suponiendo que cada hombre pudiese reunir en sí mismo todas las diversas clases de habilidades requeridas en cada oficio, si tuviese que hacer él solo todo lo que usa, eso serviría únicamente para que todo el mundo estuviese postrado de fatiga. Muy cierto es el dicho: «Algunos trabajan con la mente, otros con el cuerpo. Los que trabajan con la mente gobiernan, mientras que los que trabajan con el cuerpo son gobernados. Los que son gobernados producen alimentos; los que gobiernan son alimentados.»” [9]
Mencio muestra con claridad la idea de que existen por lo menos dos clases de SH: los que nacen para gobernar y los que nacen para ser gobernados. Ésta desigualdad se encuentra en la base de toda la filosofía política antes de la Modernidad, y era el fundamento último de las teorías que justificaban la dominación del rey y/o de la nobleza. [10]
Platón no es la excepción, y el “mito de los metales” constituye un ejemplo de dichas teorías. Dado que en la próxima clase vamos a examinar el debate Platón-Protágoras sobre la democracia, aquí nos limitaremos a explicar el mito mencionado.
El “mito de los metales” forma parte de la obra República, probablemente el trabajo más conocido de Platón. Se trata de una obra de filosofía política, en la que Platón hace una crítica de la situación de la Atenas de su época, atribuyendo todos los problemas de la polis a la democracia. Ya tendremos oportunidad de desarrollar esa crítica cuando trabajemos en la clase próxima el libro I de la obra. Aquí basta con indicar que Platón considera que la democracia es una mala forma de gobierno pues en ella todos deciden sobre los asuntos de la polis, tanto los que saben como los que no. La solución platónica es sencilla: tienen que gobernar los filósofos, pues son ellos los que saben cómo hacerlo.
Ellen Meiksins Wood explica los objetivos de Platón:
“Para decirlo lisa y llanamente, la división entre dirigentes y productores es el principio fundamental de la filosofía de Platón, no sólo de su pensamiento político sino también de su epistemología.” [11]
Lo dicho hasta aquí permite formarnos una idea somera de las sociedades precapitalistas. Pero no podemos ir más adelante en el tema, pues nos desviaríamos demasiado de los contenidos de la materia. Para los estudiantes ávidos de saber más, queda el consuelo de que el año próximo, en la asignatura Derechos Humanos, Sociedad y Estado, trabajaremos más en profundidad la ideología de la desigualdad en las sociedades precapitalistas.
Hasta aquí llegamos en el encuentro de hoy. En la próxima clase abordaremos más en detalle el problema de la transición del feudalismo al capitalismo. Para ello utilizaremos el capítulo 24 del Libro Primero de El capital de Marx. Como siempre, enviaré una copia por correo electrónico.

Villa del Parque, viernes 22 de mayo de 2020

ABREVIATURAS:
SH = Seres humanos / RS = Relaciones sociales.

NOTAS:
[1] Mayo, A. (2005). La ideología del conocimiento. Buenos Aires: Jorge Baudino. (Cap. 1).
[2] El conjunto de formas de organización social agrupado en la categoría de sociedades precapitalistas, aun dejando al margen a las sociedades de cazadores y recolectores, es vastísimo. Incluye tanto al mundo griego y al imperio romano, como a las sociedades del Antiguo Oriente (Sumeria, Babilonia, Asiria, etc.), a Egipto, a China, a los aztecas e incas, etc., etc. Es por esto que todo lo que digamos sobre ellas es muy esquemático y sólo sirve a los fines de fijar los rasgos más gruesos de estas sociedades. El estudiante debe tener presente que los esquemas son útiles para introducirse en una ciencia determinada, pero el aprendizaje consiste, precisamente, en adquirir la capacidad de hacer pelota a los esquemas y pasar a comprender la complejidad de la realidad.
[3] Una definición rápida del concepto de productividad es la siguiente: es la cantidad de producto producida en una unidad de tiempo (en una hora, por ejemplo).
[4] Para la noción de fuerzas productivas empleo la definición formulada por Karl Marx (1818-1883) en El capital: “La fuerza productiva del trabajo está determinada por múltiples circunstancias, entre otras por el nivel medio de destreza del obrero, el estadio de desarrollo en que se encuentran la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, la coordinación social del proceso de producción, la escala y la eficacia de los medios de producción, las condiciones naturales.” (K. Marx, El capital, México D. F., Siglo XXI, 1996, p. 49).
[5] Hidalgo era la denominación que se daba a la persona que pertenecía al estamento inferior de la nobleza. Miguel de Cervantes (1547-1616) describió la vida de este sector social en la novela El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605).
[6] Por supuesto, la afirmación es muy esquemática. Como veremos un poco más adelante, la función de crear y difundir ideología estaba también a cargo de los filósofos.
[7] La filosofía política es la aplicación de la filosofía a los problemas sociales y políticos. Cabe decir que los griegos no concebían a la filosofía tal como lo hacemos nosotros, como una actividad meramente académica o intelectual, sino como actividad que podía influir o modificar sobre la práctica. Por supuesto, no todos los filósofos griegos habrían estado de acuerdo con esta definición, pero podemos permitirnos disentir con ellos. Otros, como Sócrates (470-399 a. C.), Platón, Protágoras (c. 485-c. 411 a. C.), Aristóteles (384-322 a. C.), estarían de acuerdo, pues se preocuparon por construir una filosofía práctica, no sólo teórica.
[8] Hay traducción española: Vernant, J.-P. (1965). Los orígenes del pensamiento griego. Buenos Aires: Eudeba.
[9] Mencio, citado en: Wood, E M. (2000). “El trabajo y la democracia antigua y moderna”. EN: Wood, E. M. (2000). Democracia contra capitalismo: La renovación del materialismo histórico. México D. F.: Siglo XXI. (pp. 220-221).
[10] Por supuesto hubo excepciones a la defensa de la desigualdad. Una de ellas es el argumento a favor de la democracia desarrollado por Protágoras, que figura en el diálogo homónimo de Platón.
[11] Wood, E. M., op. cit., p. 222.

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