Sistema, poeta, sistema.
Empieza por contar las piedras,
luego contarás las estrellas.
León Felipe (1884-1968), poeta español
Ariel Mayo (ISP Dr. J. V. González / UNSAM)
El conjunto de disciplinas, organizaciones e instituciones de enseñanza que conforman en la actualidad la ciencia es, en términos históricos, muy reciente, pues no se remonta más atrás de mediados del siglo XVIII. Ahora bien, es claro que había conocimiento científico antes de 1750. En principio, limitándonos al ámbito europeo, podemos observar la existencia de matemática, lógica y física en la Grecia antigua. De este modo, cabe hablar de la existencia de una ciencia premoderna anterior a la ciencia moderna, que es la que se practica en nuestros días. Esto supone la existencia de un pasaje de una a otra. Los historiadores de la ciencia denominan revolución científica a este proceso y la sitúan en el período comprendido entre 1543 y 1687.
El historiador inglés Rupert Hall (1920-2009) se especializó en la historia de la Revolución Científica. Su obra The scientific revolution, 1500-1800 constituye un material imprescindible para comprender la naturaleza de esa revolución. El autor sintetiza su enfoque del proceso afirmando que “el presente libro trata sobre la victoria de la racionalidad sobre la racionalidad” (p. 17). Más en particular, caracteriza así a la RC:
“...a un nivel la revolución científica es el fenómeno del desplazamiento - todavía parcial, es decir, incompleto - de una idea de la naturaleza por otra idea; de una ≪visión del mundo por otra. La teología - la creencia de que la naturaleza de una cosa hay que explicarla por su excelencia en ser lo que es - se ve debilitada; la significación de los fenómenos que surge de la estructura del universo y las ≪leyes de la naturaleza≫ se ve reforzada.” (p. 12)
El presente texto no tiene mayor pretensión que presentar lo expuesto por Hall en la introducción de la obra. Corresponde advertir que el autor no desarrolla allí los pormenores de la RC, sino que presenta un panorama general tanto de sus antecedentes como de sus orígenes y resultados. Con ello Miseria de la Filosofía persiste en la publicación de materiales sobre temas epistemológicos y de historia de la ciencia.
Abreviaturas:
BEM= Baja Edad Media / RC= Revolución científica.
Información para bibliófilos:
1° edición: The scientific revolution, 1500-1800: The formation of the modern scientific attitude. Londres, UK: Longmans, Green, 1954.
La presente ficha de lectura se limita a la introducción de la obra (pp. 9-37) y fue confeccionada utilizando la traducción española de Jordi Beltrán: Hall, R. (1985). La revolución científica, 1500-1750. Barcelona, España: Crítica. 549 p.
Preludio: ¿qué es la ciencia moderna?
Para responder a estas preguntas hay que empezar por enumerar las características específicas de la ciencia moderna, para distinguir a esta última de las formas científicas anteriores. Hall enumera las siguientes características, que se establecieron recién a fines del siglo XIX: 1) criterios rigurosos de observación y experimentación; 2) exclusión de la acción de agentes espirituales; 3) aceptación de un materialismo puro. A estas características hay que agregar algunas más: 4) la distinción entre teorías confirmadas, hipótesis plausibles y especulaciones tentativas (tres grados diferentes de confianza); 5) el carácter matemático de su estructura y argumentos; 6) una buena teoría es general, pero también precisa (la mejor prueba de una teoría es la verificación de las conclusiones extraídas de ella).
Dicho de otro modo, el consenso acerca de los rasgos principales que conformaban la ciencia moderna se consolidó mucho después de la RC. Hall, incluso, se permite señalar que la ciencia de 1750 “era aún rudimentaria, pero también podía describir y explicar racionalmente muchos más acontecimientos naturales que las ciencias de 1500” (p. 13).
La Baja Edad Media: entre el dominio de la autoridad religiosa, las dudas y las búsquedas
Una vez enumeradas las características de la ciencia moderna, surge la pregunta: ¿cómo era el conocimiento científico hacia 1500?
En la Baja Edad Media (período comprendido entre los siglos XIV y XV) la visión del mundo y, por ende, del conocimiento científico, tenía cuatro componentes, cuyos orígenes se remontan al mundo antiguo (griego y romano): 1) técnico, dominio de fuerzas y materiales, donde se habían hecho recientemente progresos muy rápidos y efectivos; 2) filosófico (incluye la medicina), abordaba los problemas más generales sobre la naturaleza del mundo en que vivimos, se basaba en libros de autores griegos, latinos e islámicos; 3) matemático (incluye astronomía), menos prestigioso que la filosofía y limitado en sus ramas más avanzadas a grupos reducidos de expertos; 4) artes herméticas o mágicas, temidas por casi todas, conocidas por muchos, profesadas abiertamente por unos pocos.
En la BEM, como en toda la Edad Media en general, la autoridad suprema en el terreno del conocimiento era la religiosa, tal como se expresaba en la Biblia (Viejo y Nuevo Testamento), las obras de los Padres de la Iglesia, las proclamas de los pontífices y los concilios.
La autoridad religiosa se basaba en una serie de acuerdos en torno a ciertas afirmaciones: la salvación era el único objetivo importante del ser humano; el mundo era antiguo (unos miles de años) si se lo comparaba con la duración de la vida humana, pero tenía poco futuro, dada la supuesta cercanía de la 2° venida del Cristo; el mundo había sido creado perfecto, pero se había deteriorado por los años, la terquedad y la codicia de las personas; era absurdo concebir el mundo sin el ser humano e impío concebirlo sin Dios.
El dominio de la autoridad religiosa distaba de ser completo. Y no solo eso. También la autoridad escrita “distaba mucho de ser unánime” (p. 16). En la BEM convivían la “fertilidad y riqueza de ideas” con la “confusión”. Por ejemplo, un argumento acerca de la naturaleza de las cosas podía depender tanto de: 1) una cita de alguna autoridad antigua; 2) una supuesta muestra de experiencia común, de testimonios de viajeros de supuestos experimentadores; 3) una demostración geométrica. Además, era difícil llegar a conclusiones sólidas.
Entre los múltiples problemas de la ciencia anterior al 1500 se encontraba la ausencia de una distinción clara entre un acontecimiento natural (por ejemplo, el rayo) y la intervención divina: “Incluso el intento de distinguir un acontecimiento natural de una intervención divina llevaba aparejadas consideraciones teológicas y no podía haber nada de ciencia hasta que se hubiese establecido esta distinción.” (p. 17)
Retrocediendo un poco más en el tiempo, encontramos que en los siglos XIII-XIV se produjo un renacer de la cultura antigua. En este período, la racionalidad y pericia intelectual precristiana (más mucha información objetiva) se injertaron en la teología cristiana, a punto tal que cabe hablar de una síntesis, cuya expresión más significativa fue la obra de Tomás de Aquino (1224-1274). Se trataba, según Hall, de una síntesis imposible, pues “las epistemologías griega y cristiana eran, y son, irreconciliables” (p. 17). Las tensiones entre ambas reaparecieron a mediados del siglo XV, con el resurgir del platonismo.
Una característica central de la ciencia de la BEM radicaba en que el conocimiento científico no era buscado por su utilidad práctica. De todas las ramas del saber únicamente la medicina reconocía la distinción entre episteme y techné, esto es, entre conocimiento teórico y habilidad práctica.
La forma predominante del conocimiento científico durante la BEM era la filosofía o, mejor dicho, la teología. La primera era una sabiduría secular, es decir, saber acerca de este mundo temporal. La teología, en cambio, era la sabiduría del mundo eterno. El predominio de la filosofía era notorio en las universidades: allí constituía, por lejos, la disciplina más importante. [2] La mayoría de los interesados en la filosofía procuraban responder a la pregunta: ¿cómo pueden los hombres formarse una imagen coherente, racional del mundo externo siendo éste tan enorme y en parte inaccesible, y hallándose en constante proceso de cambio? (p. 19)
La investigación filosófica se caracterizaba por ser libresca y literaria, llevada a cabo por académicos con fines didácticos. Por lo general, el punto de partida era algún autor griego o árabe: “Todos los hechos, argumentos y principios de explicación eran de prestado y todo el saber era en esencia un comentario y una elucidación de lo que habían escrito anteriormente los hombres doctos de mayor talento.” (p. 20) En otras palabras, los filósofos no veían el mundo real desde una perspectiva nueva. La “filosofía natural” se ocupaba de experimentos relacionados con el pensamiento; había una falta casi total de interés por las cosas vivas.
Renacimiento: crujen las estructuras mentales bajomedievales
El panorama del saber medieval cambió en el Renacimiento, esto es, el período comprendido entre los siglos XV-XVI. Ante todo, se produjeron una serie de cambios significativos en la base cultural. Los intelectuales renacentistas resucitaron la lengua griega en Europa occidental: salieron a la luz los escritos de Arquímedes (c. 287-c. 212 a. C.), Galeno (129-c. 210/216), Ptolomeo (c. 100 d. C. - c. 170 d. C.), Platón (c. 427-c. 347 a. C.), Lucrecio (c. 99 a. C.-c. 55 a. C.). [4] En cambio, los autores árabes, considerados con reverencia durante la BEM, pasaron a ser tildados de “simples chapuceros” (p. 22).
“Los filósofos renacentistas coincidían plenamente con los medievales en que el hombre moderno debía buscar una base firme en las enseñanzas de la antigüedad, pero debía buscarla directamente, haciendo caso omiso de todo lo escrito entre medias, y de una manera menos restringida.” (p. 22)
La influencia de Platón hizo que la gente se volcara hacia las matemáticas: “no saber geometría era una vergüenza” (pp. 22-23). Ello condujo a un redescubrimiento de las antiguas matemáticas puras y aplicadas. Las matemáticas y la astronomía florecieron con “rapidez insólita” en Europa.
El impulso renacentista tuvo dos consecuencias principales en el pensamiento científico:
A] Se afianzó la idea “de que las matemáticas ofrecen una clave sin igual para comprender la naturaleza de las cosas” (p. 23). Esta idea se dividía en dos nociones principales: 1) convencimiento de que la “naturaleza es inherentemente matemática, porque Dios geometriza eternamente” (p. 23); 2) convencimiento “puramente lógico de que el razonamiento matemático es el más seguro de que disponemos” (p. 23). Ninguna de estas dos ideas era aceptada en la Antigüedad. El Renacimiento rechazó la tesis de los antiguos de que ninguna teoría sobre la realidad podía existir en forma matemática; era una empresa útil “buscar teorías matemáticas a las que también - en virtud de criterios metafísicos - pudiera suponerse ≪reales≫.” (p. 25)
B] El interés de los intelectuales se volcó hacia el estudio de la naturaleza, que era el “teatro de Dios” (p. 26). En otras palabras, “todo lo que hay en la Naturaleza lo había creado Dios para el uso o la instrucción del hombre, estos ≪mensajes≫ solo debía descifrarlos (...) aquellos que entendieran la naturaleza y, por ende, la ciencia puede y debería mejorar la utilidad de la naturaleza para el hombre, cumpliendo así la intención provisional de Dios.” (p. 27)
Los cambios se fueron acumulando. En los siglos XV-XVI se dio un nuevo fenómeno: por primera vez hubo interés literario consciente por los oficios y la tecnología. Así, “los autores insistieron en que el aprovechamiento de la naturaleza por el hombre es casi tan maravilloso como la naturaleza misma” (p. 28) Muchos de estos expertos técnicos tenían fe en el saber abstracto o académico; incluso se burlaban del conocimiento basado en los libros. [5]
La importancia concedida a la RC en la actualidad no debe hacernos olvidar que los descubrimientos científicos que se sucedieron a partir de Copérnico no se tradujeron inmediatamente (incluso mediatamente) en grandes cambios tecnológicos. Antes de 1660, los beneficios directos del renacer científico eran “escasos o dudosos”. [6] Más aun, la magia era considerada como la clave para conseguir el control de la naturaleza; se pretendía emular a los magos de la Antigüedad.
Hall no se entusiasma por los logros de la ciencia renacentista (s. XV-XVI), pues las ciencias más rigurosas en el recurso a los hechos, y más precisas en su articulación teórica, eran las que ya tenían esas características en la Antigüedad y en la Edad Media. En cambio, los temas y áreas de investigación creados o resucitados por el Renacimiento (química, ciencias de la Tierra, la mayor parte de la biología) seguían siendo primitivos a finales del siglo XVIII, desde el punto de vista de la estructura. O sea, las nuevas ciencias del Renacimiento fueron “las últimas en hacer su crítica transición al modernismo, siguiendo el camino marcado por las ciencias matemáticas o académicas.” (p. 32)
Hall establece una distinción entre dos tipos de ciencia, que recién lograron integrarse en el siglo XIX. Se trata del newtonismo y del baconismo. El primero se volcó al estudio y explicación del movimiento macroscópico (el de los cuerpos grandes o, mejor dicho, aquellos que son observables a simple vista); el segundo, se concentró en el estudio del movimiento microscópico (es decir, los movimientos normalmente indetectables en la estructura de las cosas). [7]
El movimiento es algo comprensible para la mente (occidental), en parte porque es posible asociarlo al número. El movimiento macroscópico es “relativamente fácil de entender”, por eso ha sido el principal campo de estudio de la física, desde Aristóteles (384-322 a. C.) hasta Albert Einstein (1879-1955). En cambio, el movimiento microscópico es mucho más difícil de estudiar, en especial matemáticamente. Por ello la tradición newtoniana, abocada al estudio del movimiento macroscópico, fue la dominante. En cambio, el baconismo, centrado en los movimientos microscópicos, quedó marginado.
Hall señala que la victoria del newtonismo no se basó exclusivamente en cuestiones estrictamente científicas. El baconismo tenía claras implicaciones sociales. Bacon creía “que el mejoramiento de la condición humana era un objetivo benemérito y alcanzable, y medía el conocimiento de acuerdo con un criterio práctico además de estético” (p. 35). Bacon se proponía una revolución filosófica que permitiera realizar plenamente el potencial de los seres humanos. En cambio, la ciencia newtoniana carecía de todo compromiso social, “capaz de cualquier tipo de colonialismo” (p. 36), se adaptaba a cualquier situación social.
En otras palabras, la Revolución Científica tuvo como resultado la hegemonía del newtonismo. Hubo que esperar al siglo XIX, cuando se produjo la Segunda Revolución Científica, para que se explorara la senda de la unificación de los mundos microscópico y macroscópico.
Palabras finales:
En el panorama presentado aquí quedan fuera muchas cuestiones importantes. Aquí quiero mencionar dos de ellas, contribuyeron centralmente a forjar el clima de época que permitió la emergencia de la RC.
En primer lugar, el desarrollo sin prisa pero sin pausa de la economía mercantil, cuyos indicadores más notorios fueron la expansión del comercio y el crecimiento de las ciudades. Los comerciantes fueron una punta de lanza que mostraba la nueva actitud de los europeos, decididos a romper los estrechos límites del campo y los castillos medievales. Por supuesto, no se trató de un proceso ni rápido ni lineal. Pero el aliento de los comerciantes a los viajes de descubrimiento y la expansión territorial fue importante para mostrar que el mundo era mucho más grande que lo indicado en los textos de los filósofos y los Padres de la Iglesia. La variedad de nuevas especies animales y vegetales, las necesidades de la navegación ultramarina, la incorporación de nuevos materiales y materias primas provenientes de otros continentes, ejerció un efecto de retroalimentación sobre el renovado interés por lo práctico que marcó el final del período bajomedieval.
En segundo lugar, la consolidación de los primeros Estados nacionales (Inglaterra, Francia, España) incrementó el interés por el conocimiento aplicado. Los nuevos Estados requerían nuevas técnicas y materiales para potenciar su poder militar, herramienta básica de su control del territorio nacional y de la expansión exterior. Pero también precisaban de conocimientos en los terrenos económico, administrativo y organizativo. Ello derivó en la aparición de un nuevo campo científico, el de las ciencias sociales, todavía muy incipiente a comienzos del siglo XVI, pero que no dejó de crecer en los siglos posteriores.
En definitiva, la Europa de 1750 y las áreas controladas por ella, eran muy diferentes a la Europa de 1500. La Revolución Científica jugó un papel importante en ese proceso, pero para una comprensión más global hay que tener en cuenta los procesos económico (economía mercantil) y político (Estado nacional como nueva forma de organización política).
Balvanera, sábado 2 de agosto de 2025
NOTAS:
[3] El filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626) fue un exponente típico de este punto de vista.
[4] Es decir, se amplió el número de autores conocidos y estudiados: “Nuevos horizontes trajeron nuevas variedades de pensamiento y nuevos problemas que desenmarañar.” (p. 22)
[5] Los que más celebraban el saber y la maestría de los artesanos eran quienes más se burlaban del saber basado en los libros.
[6] “Se advierte más a menudo el deseo de resolver viejos problemas intelectuales que el deseo de resolver nuevos problemas técnicos. La mentalidad renacentista no creía necesario adquirir nuevos conocimientos nuevos para ejercer mayor control sobre la naturaleza.” (p. 29)
[7] Cuando deja de ser básicamente descriptiva, toda ciencia es básicamente un estudio del movimiento y del cambio, ya se llame ≪revolución biológica≫ o ≪la expansión del universo≫.” (p. 33).
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