Vistas de página en total

miércoles, 11 de diciembre de 2024

CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE CIENCIA POLÍTICA: NOTAS DE LECTURA

 


Bombardeo del Palacio de la Moneda, 1973


Ariel Mayo (ISP Joaquín V. González y UNSAM)

 

“La locura en los grandes no debe dejar de vigilarse.”

William Shakespeare, Hamlet

 

La ciencia política fue la primera ciencia social en el sentido moderno del término, si se reconoce la ruptura epistemológica lleva a cabo por Maquiavelo (1469-1527) a comienzos del siglo XVI. Esta ruptura consistió en dejar de lado las consideraciones morales y/o religiosas al momento de llevar a cabo el análisis de los hechos políticos. Sin embargo, la ciencia política se consolidó como disciplina académica recién a comienzos del siglo XX. No es este el lugar para exponer las razones de este desarrollo discontinuado. Por el momento es preferible tomar nota del instrumental conceptual desarrollado por la disciplina. Para ello, nada mejor que utilizar un manual redactado por dos especialistas destacados. Se trata del texto Politics as a Science: A Prolegomenon (Londres, Routledge, 2021), redactado por Philippe C. Schmitter y por Marc J. Blecher.

Los autores:

Philippe Charles Schmitter (n. 1936), politólogo estadounidense, especialista en política comparada. Marc J. Blecher (n. 1948), politólogo estadounidense, especialista en Asia Oriental (sobre todo, en China).

Abreviaturas:

DRE= Democracias realmente existentes / SH= Seres humanos

Aclaraciones importantes:

La presente ficha de lectura abarca los dos primeros capítulos de la obra. Mis comentarios, cuando van más allá del contenido del texto de Schmitter y Blecher, se encuentran encuadradas entre corchetes [].

Referencia bibliográfica:

Schmitter, Ph. y Blecher, M. (2022). La política como ciencia. Buenos Aires, Argentina: EUDEBA. Traducción de María Victoria De Negri.


Comencemos, pues…

Cap. 1: El tema

1.1. El núcleo: El poder y la política (pp. 20-29)

La política es una actividad humana por excelencia: “su ejercicio establece las precondiciones para casi todas las formas de la actividad humana, excepto las más limitadas” (p. 27)

Los SH son seres sociales, viven en comunidades. Ello los obliga a coordinar sus esfuerzos. Por ejemplo, en el ámbito de la producción deben decidir qué producir, de qué manera, en qué cantidad y para quién. Se generan conflictos de interés y de opinión. Debido a esto, algunas personas deben convencer u obligar a otras a obedecer, a realizar determinadas acciones.

El poder es “la capacidad de hacer que otros hagan lo que queremos que hagan, cuando no deseen o no eligen hacerlo” (p. 20)

El poder tiene dos caras: 1) la coerción, esto es, el uso o la amenaza de la fuerza física para lograr el resultado deseado; 2) la manipulación, es decir, las múltiples maneras por medio de las cuales los poderosos manipulan el conocimiento, las preferencias y los patrones de pensamiento de los menos poderosos para convencerlos de que cumplan de forma “voluntaria” con las demandas “legítimas” de quienes están en el poder. (p. 20)

[La idea de que el gobernante debe recurrir a la coerción y a la manipulación para mantenerse en el poder es tan antigua como la política misma. Maquiavelo (1469-1527) expresó esta concepción con especial precisión. Así, en El príncipe escribió lo siguiente:

“Sépase que hay dos maneras de combatir, una con las leyes y otra con la fuerza. La primera es propia de los seres humanos, y la segunda de los animales; pero como muchas veces no basta la primera, es indispensable acudir a la segunda. De aquí que a los príncipes convenga usar bien de la bestia y del hombre. (…) Obligado el príncipe a saber emplear los procedimientos de la bestia, debe preferir los que son propios del león y del zorro, porque el primero no sabe defenderse de las trampas, y el segundo no puede defenderse de los lobos. Se necesita, pues, ser zorro para conocer las trampas, y león para asustar a los lobos. Los que sólo imitan al león, no comprenden bien sus intereses.” [1]

Un poder basado únicamente en la coerción tiene sus días contados, más temprano que tarde. En rigor, la dominación se ejerce de manera eficaz si la coerción aparece entre bastidores, lejos del centro de la escena.

Ahora bien, el término “manipulación” es demasiado tosco y no alcanza a cubrir la vastedad de mecanismos utilizados por las clases dominantes para hacer que sus puntos de vista sobre los principales problemas de la sociedad sean considerados “naturales” por el conjunto de la población. En rigor, cabe hablar de ideología [2] y de hegemonía [3], dos conceptos que alcanzaron especial desarrollo en la tradición marxista de pensamiento político.]

Quienes participan en la política (políticos o ciudadanos/súbditos comunes) [4] son agentes. Esto significa que sus acciones no se encuentran totalmente predeterminadas por el contexto (social o físico), sino que pueden escoger entre cursos de acción alternativos. [5]

Algunos agentes se sienten insatisfechos con su situación y pretenden cambiarla. Otros se abroquelan para defender el statu quo y se convierten en agentes. Unos y otros eligen entre caminos alternativos, sopesan las opciones de sus oponentes e imaginan futuros posibles. Los partidarios del cambio son denominados progresistas; quienes se oponen al cambio son los conservadores.

[Esto es otra forma de afirmar que la política está regida por el conflicto; es decir, en ella todo equilibrio es intrínsecamente inestable y está destinado a ser modificado. En este punto cabe hacer notar que los autores hablan de agentes, pero dejan de lado la cuestión de las clases sociales, en tanto participantes (fundamentales) en las luchas políticas. En tiempos de imperio de la mercancía e individualismo a ultranza es importante retomar este camino de análisis, centrado en la relevancia de las clases sociales en los procesos políticos. Claro que no se trata únicamente de hacer una afirmación abstracta, sino de demostrar empíricamente esa relevancia.]

1° ley de la termodinámica política: La política es “un proceso intrínsecamente dinámico y desequilibrado”. Nunca se consigue una estabilidad completa [6], “el SH está condenado a la continua insatisfacción con sus logros individuales y colectivos” (p. 23). [7] En consecuencia, ningún estado de cosas puede lograr que los individuos permanezcan conformes e inactivos en términos políticos.

Las ciencias sociales enfrentan dos problemas de inferencia: (1) condiciones iniciales diferentes pueden producir el mismo resultado (equifinalidad); (2) condiciones iniciales iguales pueden producir diferentes resultados (multifinalidad). Resulta casi imposible hacer abstracción de todos los otros factores intervinientes (es decir, los otros factores que exceden las condiciones iniciales). Las unidades de la política no son homólogas, no tienen todas el mismo comportamiento; o sea, no hay que esperar que las preferencias políticas sean idénticas entre personas del mismo ambiente, por ejemplo. El lenguaje con el que los agentes comunican sus ideas es ambiguo, hecho que agrega otra complicación más al análisis científico de la política. [8]

Problema de la empatía: los agentes políticos deben contar con la agudeza analítica para anticipar las reacciones de las demás personas y buscar su aprobación; esto los lleva muchas veces a errores de cálculo. “La empatía es un problema particular, debido a la enorme segmentación y desigualdad económica, social y política que en las últimas décadas no ha dejado de crecer.” (p. 25)

Los agentes políticos no pueden conseguir sus objetivos sin la asistencia de otros. En este sentido, la política siempre involucra el problema de la acción conjunta o del acuerdo voluntario. Hay tres formas de conseguir esa colaboración: a) uso o amenaza de la fuerza; b) la asociación con otros, lo que exige normalmente confianza mutua; c) acción estratégica, creando una situación en la que los otros agentes no tienen más alternativa que colaborar.

La política es siempre histórica: “se encuentra en constante flujo, cada movimiento y cada momento reconfiguran las potencialidades y las limitaciones de los movimientos y momentos subsiguientes” (p. 27) Además, la política es un conjunto complejo (que posee las características enumeradas supra). Sugieren rebautizar el estudio de la política y llamarlo politología (en sentido literal, el estudio de la lógica de la política).

1.2. El ejercicio del poder (pp. 29-33)

La política se apoya en el ejercicio del poder y en la resistencia a este. Pero los SH poseen la capacidad para “domesticar” este ejercicio, “a través de la incorporación de condiciones que sirven para canalizar las acciones y las reacciones de los agentes de acuerdo con reglas, normas y/o práctica. [Las primeras son reglas formales (ejemplo: Constitución, leyes, etc.); las segundas, normas informalmente reconocidas; las terceras, prácticas empíricamente establecidas] aplicadas de forma confiable, todas ellas adoptadas de común acuerdo.” (p. 29). Negociaciones, intercambios y procesos regulados de toma de decisiones permiten evitar el uso de la violencia para resolver los conflictos.

La “calidad” de la política puede medirse en función de su capacidad de resolver de manera pacífica los conflictos, sin recurrir a la violencia.

El poder “descansa en la distribución desigual de recursos y beneficios entre los seres humanos que habitan en una unidad determinada” (p. 30). Una parte de la biblioteca sostiene que estas desigualdades son naturales (originadas en las dotes recibidas por cada individuo al nacer); la otra parte plantea que la mayoría de las desigualdades tienen un origen social [por ejemplo, el funcionamiento de las instituciones de la economía capitalista].

La lucha entre progresistas y conservadores se resuelve, por lo general, en una reafirmación o en una revisión del statu quo ante:

“Esto es especialmente probable cuando: (1) tienen lugar dentro del marco de un conjunto de reglas y normas preestablecidas, que son consideradas legítimas por parte de los contrincantes y que se encuentran consagradas en instituciones que, a su vez, se entrelazan entre sí y conforman un régimen coherente; (2) quienes se encuentran en el poder han accedido a esta posición y han permanecido en ella en virtud de haber cumplido con estas reglas y normas y por haber trabajado en estas instituciones.” (p. 31)

Pero hay que tener en cuenta que en política pueden darse muchos resultados “anormales” (por ejemplo, que los conservadores que se encuentran en el poder cometan equivocaciones o no sepan leer los nuevos tiempos).

Entre las condiciones para que los opositores puedan ganar se encuentran: a) que los grupos de reglas “no hayan devenido instituciones valoradas por sí mismas por todos los agentes, incluso más allá de los resultados políticos que se produzcan” (p. 32); b) que los grupos de reglas no se encuentran protegidos por la legitimidad de las instituciones que las sustentan; c) que estas instituciones no conformen un régimen coherente.

El poder es tanto más efectivo cuando quienes lo detentan no necesitan ejercerlo ni mostrarlo; es decir, cuando es tan amplio que intimida a los subordinados o impide cualquier respuesta de su parte y, más aún, cuando estos lo aceptan como legítimo.” (p. 33; el resaltado es mío – AM-).


2.1. Los conceptos (pp. 41-55)

Los conceptos son “los componentes básicos del estudio de la política” (p. 41) [En rigor, toda ciencia opera con conceptos, no es algo exclusivo de la ciencia política.]

Es importante la distinción entre los fenotipos, “los conceptos producidos por la propia actividad política”, y los genotipos, los conceptos elaborados por los politólogos “mediante un proceso de abstracción de los primeros para revelar los elementos en común en medio de todas las diferencias y, así, descubrir las dinámicas subyacentes” (p. 43).

2.2. Los agentes (pp. 45-63)

Es la principal característica de toda ciencia humana, que la diferencia de las ciencias naturales y físicas. La agencia supone que los objetos de investigación también son sujetos: “en el caso de la política esto significa que los agentes pueden tomar decisiones que no están totalmente determinadas por las condiciones en las que se encuentran” (p. 45) Esto agrega innovación e imprevisibilidad al análisis político.

Los agentes poseen capacidad reflexiva. Son agentes históricos en dos sentidos:

“(1) Sus acciones pasadas pueden devenir tradiciones valoradas, de las que les resulta difícil apartarse cuando se les presentan nuevas oportunidades; y (2) sus acciones en el presente pueden verse influidas por «reflexiones» (‘recuerdos’) sobre el pasado y, como consecuencia de este aprendizaje, pueden modificar sus respuestas futuras frente a situaciones similares.” (p. 45)

El aprendizaje basado en la experiencia y en la difusión forma parte del proceso político a través del cual las preferencias iniciales se modifican.

El politólogo y economista alemán Albert Otto Hirschman (1915-2012) identificó tres alternativas fundamentales de los agentes políticos cuando deben tomar una decisión importante que atañe al ejercicio del poder: salida, que implica abandonar la unidad; voz, “tomar partido a favor o en contra, e intentar influir sobre los resultados en su propio beneficio” (p. 46); lealtad, “renunciar por completo a la agencia dando un paso al costado y aceptando cualquier decisión que se tome, por considerar que ha sido o ha sido tomada de manera legítima” (p. 46). Schmitter y Blecher proponen una cuarta salida: la aceptación reticente, es decir, que los agentes optan por quedar en silencio no por lealtad a los gobernantes ni porque están convencidos de su legitimidad, sino porque consideran que no serán escuchados. Permanecen dentro del sistema y acumulan resentimiento, que los llevará a utilizar su voz, de manera inesperada y estridente (p. 47).

Los agentes son SH individuales y autónomos, que enfrentan acciones alternativas y relevantes, y que son capaces de elegir entre ellas. Las preferencias de los agentes no son fijas (como plantean los partidarios de la elección racional), “sino que dependen de las acciones políticas que se proponen y de quién las propone, y de los otros a los que están observando". (p. 49)

Los agentes también pueden ser colectividades. Éstas transformaron la naturaleza de la política:

“Por definición, han resuelto el dilema de la acción colectiva racional de los individuos y, en algunos casos, quizás hayan solucionado algunos de los problemas relativos a la desigualdad de los recursos de poder al reunir a gran cantidad de individuos escasamente dotados que compensan la influencia concentrada de los grupos privilegiados, más pequeños.” (p. 53)

La política contemporánea, ya sea que se trata de regímenes democráticos o autocráticos, trata de la representación: “el alcance y la manera en la que los intermediarios colectivos pueden actuar en lugar de los individuos, interponiéndose entre estos y sus gobernantes y ‘re-presentando’ sus ideas (aunque, necesariamente, en forma modificada).” (p. 53)

Las autocracias casi nunca gobiernan de manera directa. En los casos extremos, los llamados totalitarismos, el Estado ocupa todo el espacio de la decisión pública, sin admitir la participación de la sociedad, “habitualmente ocupa ese espacio con sus propias organizaciones e instituciones intermediarias” (p. 53).

En las DRE los individuos que quieren influir sobre los gobernantes y sus políticas deben recurrir, de forma casi obligada, a las entidades colectivas permanentes. Si bien la agenda individual a través de las urnas es fundamental para generar cambios en las políticas públicas y en las reglas de juego, “son las organizaciones (en especial los partidos políticos) las que determinan quién y qué aparece en la boleta, e incluso los candidatos políticos individuales son producto de estas organizaciones” (p. 54)

El poder que poseen las colectividades depende de su credibilidad, que depende, a su vez, “de su capacidad para obtener la conformidad de sus miembros, sus seguidores o acompañantes en caso de que estalle un conflicto o deba tomarse una decisión, tanto antes como durante y después de que estos acontecimientos tengan lugar.” (pp. 54-55). Pero incluso cuando las conformidades pierden credibilidad y son dejadas a un lado, su lugar pasa a ser ocupado por otras colectividades, más informales, y no por individuos aislados.

En síntesis, las colectividades son ciudadanos/súbditos con sus propias capacidades políticas. En las DRE poseen “derechos, obligaciones y vías de acceso a las autoridades, independientemente de lo electoral” (p. 55).

La politología distingue tres tipos genéricos de intermediarios organizados. Entre ellos, los más importantes son los partidos políticos.

2.3. Los clivajes (pp. 63-68)

Los autores parten de la regla:

“Cuanto más profunda es la división entre los agentes políticos - entre sí, y entre ellos y quienes están en el poder - y cuanto menor es la cantidad de grupos o de coaliciones amplias en las que se agrupan, más significativo es el conflicto político resultante y mayor es la potencialidad de que tenga lugar una transformación política profunda.” (p. 63)

Hay dos visiones antagónicas (y extremas). De un lado, el materialismo histórico marxista que plantea que las contradicciones del capitalismo llevan a la división de la sociedad en dos grandes clases (burguesía y proletariado). Del otro lado, los pluralistas, quienes postulan que la condición para la vigencia eterna de la democracia es la fragmentación de los intereses que participan en la lucha política.

Un punto de partida conceptual consiste en distinguir entre clivajes y las facciones. Respecto a los primeros cabe decir

“que tienen sus raíces en la persistente desigualdad de recursos o de tratamiento que experimentan de forma colectiva determinados grupos sociales o culturales de una comunidad política dada. Además, su escala es relativamente grande, dado que reúnen importantes proporciones de la sociedad en un pequeño número de agrupaciones fácilmente identificables y duraderas” (p. 64)

Entre todas las diferencias estructurales (hombres y mujeres, centro y periferia, entre las generaciones más viejas y las más jóvenes), la más importante desde el punto de vista política es la se expresa en el conflicto entre “los de adentro” (insiders) y “los de afuera” (outsiders).

Las facciones son pequeños grupos de líderes políticos que compiten por el poder. En relación con los clivajes, son más pequeñas, más diversas en cuanto a su contenido, más limitadas en el tiempo y organizadas de manera informal.

El conflicto político abarca tanto el ejercicio del poder dentro de los parámetros establecidos de una comunidad política dada (el statu quo), como la transformación más o menos profunda de sus reglas y prácticas.

2.4. Los motivos (pp. 68-72)

Los agentes dan forma a sus preferencias y adquieren sus motivos de seis maneras diferentes:

a) Búsqueda de sus intereses egoístas. Es probablemente la forma más común en las sociedades contemporáneas. Los analistas presumen que este es el origen del conflicto y el motivo de la acción. Hay una versión más restringida: los intereses son principalmente de naturaleza monetaria y que pueden ser perseguidos de forma tan racional como cuando se adquieren bienes y servicios a través del mercado. (p. 68)

b) Las pasiones: “la compulsión innata del agente a actuar en respuesta a su conciencia de sí mismo o a su interpretación personal de las normas sociales/éticas de algún grupo de referencia.” (p. 68)

Entre los motivos de las acciones apasionadas se encuentran el honor, la gloria, la justicia, el respeto y la identidad, aunque la más prominente es el propio “deseo de poder” (p. 68).

c) Las convicciones: históricamente se vincularon con las creencias religiosas; en la Modernidad, la ideología se volvió el factor dominante de la motivación. La ideología es “un sistema de conceptos que ofrece a los agentes una interpretación integral de su entorno y de su posición en él, y un conjunto de compromisos con un tipo de objetivo cultural, económico, político o social” (p. 69). Si bien los intereses y las pasiones forman parte del sistema de creencias, aquí el motivo para la acción se encuentra más dirigido a los otros y a la comunidad política en su conjunto.

d) La lealtad: Las personas actúan movidas por la lealtad hacia otras personas (un líder), un grupo informal o una institución formal. No es necesario ser un convencido de la causa ni de la creencia que motiva a aquellos hacia los que siente fidelidad.

e) El hábito: No se actúa por una intención, por razones emocionales, por interés, o por lealtad. Las personas cumplen “con las reglas y normas seleccionadas o desarrolladas bajo diferentes circunstancias en el pasado, pero que han sido reificadas y dignificadas para poder ser aplicadas en el presente” (p. 70). La mayoría de las personas no vive “para” la política o “debido” a la política: “muchos prefieren vivir sin ella, lo más frecuente y habitualmente que les sea posible” (p. 70). Ahora bien, los hábitos políticos poseen contenido real y forman el “sentido común”; su creación, reproducción y transformación constituye una empresa eminentemente política.

f) El temor.

Los autores cierran el tratamiento de las motivaciones indicando: “Cualquiera sea el o los motivos, la característica central del poder es hacer que alguna persona, grupo o institución haga algo que el agente desea y que de otra manera no haría o que, incluso, resistiría activamente” (p. 72).

2.6. Los mecanismos (pp. 76-80)

Se trata de los mecanismos para el ejercicio del poder. Son diversos y pueden ser combinados de múltiples maneras. Una lista de estos mecanismos:

Coerción: consiste en la amenaza o la acción de privar a los ciudadanos/súbditos de un recurso valorado (v. gr. la vida, la libertad de expresión, etc.). Es ejercida por quienes detentan el poder.

Cooptación: acción u oferta por la que se promete una recompensa a uno o más beneficiarios a cambio de su apoyo a favor o en contra de un partido político o de una política pública dada.

Manipulación: cuando quienes ejercen el poder intentan limitar o distorsionar la información disponible para los ciudadanos/súbditos o los políticos rivales. Tiene el objetivo de reducir o ampliar la agenda para la toma de decisiones y/o para alterar la concepción que poseen los rivales sobre las alternativas posibles para resolver un problema dado.

Hegemonía: involucra el ejercicio del poder a través del consentimiento de los gobernados. Involucra varios problemas conceptuales. Ante todo, el consentimiento puede ser pasivo (aquiescencia); activo (involucra la afirmación positiva de las preferencias, el encuadre, la narrativa o la cosmovisión del otro).

2.8. Las unidades (pp. 86-90)

La política se ejerce al interior de una unidad, delimitada por un territorio y que posee una población característica. La politología supone que esa unidad cuenta con una economía relativamente autónoma, una comunidad política autónoma y una identidad colectiva característica: todos estos elementos estarían institucionalizados y coincidirían en un territorio dado.

Con el desarrollo europeo, la unidad enunciada en el párrafo precedente pasó a denominarse Estado-nación, combinando soberanía interna (el control de su propio territorio y su propia población) y soberanía externa (el control sobre la dominación y la depredación de los otros). [10]

Suele ocurrir que Estado y nación no coinciden. Esta no coincidencia es fuente de inestabilidad política.

Con esto damos por concluida la ficha de lectura. Pero volveremos una y otra vez sobre estos temas…

 

Balvanera, miércoles 11 de diciembre de 2024


NOTAS:

[1] Machiavelli, N. (1955). El príncipe. Madrid, España: Universidad de Puerto Rico y Revista de Occidente, pp. 370-371.

[2] Karl Marx (1818-1820) y Friedrich Engels (1820-1895) sintetizaron en un párrafo clásico su concepción de la ideología: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas.” En Marx, K. y Engels, F. (1985). La ideología alemana. Buenos Aires: Pueblos Unidos y Cartago (Traducción de Wenceslao Roces), pp. 50-51.

[3] “El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tienen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos hacia los cuales se ejerce la hegemonía, que se forma un cierto equilibrio de compromiso, es decir que el grupo dirigente hará sacrificios de orden económico-corporativo, pero es también indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden concernir a lo esencial, ya que si la hegemonía es ético-política no puede dejar de ser también económica, no puede menos que estar basada en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económica.” En Gramsci, A. (2003). Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno. Buenos Aires: Nueva Visión (Traducción de José Aricó), pp. 40-41.

[4] Los ciudadanos son los individuos que viven en democracias donde las personas tienen derechos políticos. Los súbditos son las personas que viven en regímenes donde no existen los derechos políticos.

[5] Más adelante, los autores lo expresan de otro modo: “aquello que hacen los agentes políticos casi nunca está completamente predeterminado, sino que siempre depende de las respuestas de los otros (a menudo impredecibles).” (p. 28). [Sin embargo, el menú de opciones no es infinito, sino que en todo tiempo y lugar se encuentra limitado por la características de la estructura económica y social. Hay aquí un juego entre la determinación y la voluntad de los actores.]

[6] En otras palabras: “la política siempre tiene lugar en contextos no homeostáticos, donde lo que aparece como estable es, en realidad, ilusorio y de persistencia improbable.” (p. 29).

[7] Thomas Hobbes (1588-1679) sostuvo que: “La felicidad en esta vida no consiste en la serenidad de una mente satisfecha; porque no existe el finis ultimus (propósitos finales) ni el summum bonum (bien supremo), de que hablan los libros de los viejos filósofos moralistas. Para una persona, cuando su deseo ha alcanzado el fin, resulta la vida tan imposible como para otro cuyas sensaciones y fantasías están paralizadas. La felicidad es un continuo progreso de los deseos, de un objeto a otro, ya que la consecución del primero no es otra cosa sino un camino para realizar otro ulterior.” En Hobbes, T. (1998). Leviatán o la materia, forma y poder de una república, eclesiástica y civil. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Traducción de Manuel Sánchez Sarto), p. 79.

[8] La ambigüedad del lenguaje es aprovechada por los líderes políticos para manipular a los ciudadanos/súbditos.

[9] La politología fue invadida por distintos determinismos, cada uno de los cuales negó en diferente grado la capacidad humana de pensar y actuar con cierto grado de autodeterminación. Estos determinismos pretendieron haber encontrado las fuerzas motoras de las acciones de los agentes. Así, los marxistas (el modo de producción); los conductistas (la socialización política de los niños); los especialistas en áreas y países (la cultura política nacional); los racionalistas (el cálculo individual de ventaja marginal).

[10] Aquí corresponde recordar la definición, ya clásica, enunciada por el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920): “Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el «territorio» es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima). Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del «derecho» a la violencia.” En Weber, M. (1986). La ciencia como vocación. En El político y el científico (pp. 180-231). Madrid: Alianza (Traducción de Francisco Rubio Llorente), pp. 83-84.