Noticia bibliográfica:
Para la
redacción de esta ficha se utilizó: Oszlak, Oscar. (1982). “Reflexiones sobre
la formación del Estado y la construcción de la sociedad argentina”. EN:
DESARROLLO ECONÓMICO, vol.21, núm. 84, enero – marzo de 1982, pp. 531-548. (1) Agradezco la colaboración de mi
compañera Pez López, quien me facilitó sus notas de lecturas.
Advertencia: Los textos
que se encuentran entre corchetes se refieren a comentarios formulados por el
autor de esta ficha.
Objetivo del
artículo: “brindar una interpretación global
del proceso de formación del Estado nacional argentino” (p. 531).
Perspectiva
adoptada: se deja de lado la exposición
cronológica de eventos y se pone el énfasis en “el análisis de algunas
cuestiones centrales planteadas por el tema mismo. (…) el interés girará en
torno a actores y no a personajes, en torno a procesos y no a sucesos.” (p.
531).
Estatidad: (pp. 531-532)
La formación
del Estado es un aspecto constitutivo del proceso de construcción social. El
Estado es producto de un juego dialéctico y simultáneo de factores
estructurales y superestructurales. (p. 531-532).
“La formación
del Estado nacional supone a la vez la conformación de la instancia política
que articula la dominación en la sociedad, y la materialización de esa
instancia en un conjunto interdependiente de instituciones que permiten su
ejercicio. La existencia del Estado se verificaría entonces a partir del
desarrollo de un conjunto de atributos que definen la estatidad – la condición de ser Estado -, es decir, el surgimiento
de una instancia de organización del poder y de ejercicio de la dominación
política. El Estado es, de este modo, relación social y aparato institucional.”
(p. 532).
La estatidad supone la adquisición por el Estado de una serie de
propiedades:
1)
“capacidad de
externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad soberana dentro de
un sistema de relaciones interestatales;
2)
“capacidad de
institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de relaciones de
poder que garantice su monopolio sobre los medios organizados de coerción”;
3)
“capacidad de
diferenciar su control, a través de la creación de un conjunto funcionalmente
diferenciado de instituciones públicas con reconocida legitimidad para extraer
establemente recursos de la sociedad civil, con cierto grado de profesionalización
de sus funcionarios y cierta medida de control centralizado sobre sus variadas
actividades;
4)
“capacidad de
internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que
refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y permiten, en
consecuencia, el control ideológico como mecanismo de dominación.” (p. 532).
Nación y Estado: (pp. 532-535).
Ni la
formación del Estado ni el surgimiento de la nación argentinos fueron
consecuencia automática de la guerra emancipadora contra España.
1810 = La
estructura política heredada de la Colonia y su aparato burocrático continuaron
proporcionando un elemento aglutinante básico. Para escindirse hacía falta
tener viabilidad política y económica: Paraguay lo hizo rápidamente, más tarde
la Banda Oriental y finalmente el Alto Perú. (p. 533). Buenos Aires procuró
constituir un Estado unificado bajo su hegemonía; debido a la fortaleza de la
provincia porteña fracasaron todos los intentos posteriores de secesión,
incluido el caso límite de la Confederación Argentina, que reunió a todas las provincias contra Buenos
Aires. (p. 533).
Mientras que
en Europa la construcción del Estado se dio a partir de la absorción de otras
unidades (ciudades libres, principados, obispados), en Argentina los
constructores del Estado “no buscaron formar una unidad política mayor o más
fuerte, sino evitar la disgregación de la existente y producir una transición
estable de un Estado colonial a un Estado nacional.” (p. 533). Por ello
procuraron transformar un movimiento revolucionario local en una acción que
abarcara todo el territorio del ex virreinato y pasar a controlar así todo el
territorio heredado de la Colonia. (p. 533).
Puesto que la
construcción del Estado nacional se concretó recién en 1861, ¿Por qué no
obraron plenamente las tendencias centrífugas?, ¿qué mantuvo la unidad de la
sociedad argentina?
En las
primeras décadas de vida independiente, la unidad nacional argentina se basó
sobre todo en “elementos expresivos y simbólicos”, antes que en “vínculos
materiales plenamente desarrollados.” (p. 533-534). Contra esa unidad simbólica
conspiraban: a) la inexistencia de un territorio “nacional” que fuera una
unidad inseparable (Mesopotamia, Banda Oriental y Paraguay, separados por ríos
de Buenos Aires; el Alto Perú, separado de Jujuy por la altiplanicie, los
territorios indígenas que aislaban las pequeñas poblaciones de la llanura); b)
intereses económicos contradictorios; c) carencia de una total homogeneidad
étnica; d) ausencia de un andamiaje institucional colonial desarrollado (p.
534).
Las
instituciones heredadas de la Colonia alcanzaron para sustituir al Estado
desaparecido constituyendo las provincias,
pero de ningún modo fueron capaces de constituir una unidad centralizada.
“El caudillismo fue un sustituto de la
democracia asociada al movimiento libertario. Fue la modalidad que asumió
localmente la representación del pueblo, en un pueblo que desconocía la
práctica democrática.” (p. 534; el resaltado es mío – AM -).
La paradoja
radica en que fueron precisamente el aislamiento y el localismo los factores
que impidieron el definitivo desgajamiento del territorio argentino: “la
formalización de un funcionamiento autónomo – que de hecho ya existía – no
aparejaba mayores ventajas. En cambio, la posibilidad latente de negociar desde
una posición de al menos formal paridad, la constitución de un Estado nacional
sobre bases más permanentes que las ofrecidas por los diversos pactos
federativos, resultaba siempre más atractiva y conveniente que el horizonte de
miseria y atraso que la gran mayoría de las provincias podía avizorar de
persistir el arreglo institucional vigente.” (p. 534).
Los factores
que debilitaron el aislamiento: a) intensificación del comercio exterior, que
dio origen a nuevos intereses y sectores de actividad locales, integrados al
circuito mercantil-financiero que se desarrollaba a impulso del comercio
exterior; b) mejoramiento de las comunicaciones; c) creación de un mercado
interno, que hizo que las producciones de lnterior dejaran de orientarse hacia
los países limítrofes; d) la experiencia comparada, sobre todo el caso de los
EE.UU. (p. 535).
Orden y progreso: (p. 535-537)
El aspecto
fundamental a tener en cuenta para comprender el proceso de construcción del
Estado nacional es:
“…sólo a partir de la aparición de condiciones materiales para la
estructuración de una economía de mercado se consolidan las perspectivas de
organización nacional; y sólo en presencia de un potencial mercado nacional – y
consecuentes posibilidades de desarrollo de relaciones de producción
capitalistas – se allana el camino para la formación de un Estado nacional.”
(p. 535).
El crecimiento
de la economía exportadora, motivado por una ascendente demanda externa
(consecuencia de la Segunda Revolución Industrial), no se tradujo
inmediatamente en la definitiva consolidación de un Estado nacional. Las
guerras civiles persistieron, amenazando la propiedad y aún la vida de los
capitalistas. (p. 535).
Los políticos
e intelectuales que promovieron un reordenamiento de las relaciones sociales
favorable a las nuevas condiciones económicas no buscaban retornar a un orden anterior, “sino imponer un nuevo
marco de organización y funcionamiento social, coherente con el perfil que iban
adquiriendo el sistema productivo y las relaciones de dominación.” (p. 536).
El orden era
la cuestión dominante en la época, pues se trataba de constituir un Estado
capaz de aprovechar la nueva coyuntura internacional. “El «orden» aparecía así como la condición de
posibilidad del «progreso»,
como un marco dentro del cual, librada a su propia dinámica, la sociedad
encontraría sin grandes obstáculos el modo de desarrollar sus fuerzas
productivas. Pero a la vez, el «progreso» se
constituía en condición de legitimidad del «orden».” (p. 536).
El orden
excluía a todos los elementos relacionados con la organización social anterior
(por ejemplo, los indios o las montoneras, etc.). Por eso, su puesta en
práctica suponía una definición de ciudadanía,
no en el sentido de definir los miembros de la comunidad política, sino “de
quienes eran considerados miembros de la nueva sociedad, es decir, de quienes
tenían cabida en la nueva trama de relaciones sociales.” (p. 536).
Lograr el
orden implicaba “dar vida real” al Estado nacional, concebido como “instancia
articuladora de la sociedad civil” (p. 536).
Lograr el
orden era en las condiciones de 1860:
“Soberanía
externa indisputada, autoridad institucionalizada en todo el ámbito
territorial, respaldada por el control monopólico de la coerción; diferenciación
e integración del aparato institucional y centralización jurídico-legislativa;
creación simbólica del consenso como fundamento legitimador de la supremacía
del Estado sobre toda otra instancia de poder alternativo” (p. 537).
Dominium: (pp. 537-539)
1861 = Batalla
de Pavón. Confirmación de la hegemonía de Buenos Aires sobre el resto del país.
Comienzan a construirse las instituciones del Estado nacional.
Proceso de expropiación social = la creación y desarrollo de las instituciones
nacionales “implican la conversión de intereses comunes de la sociedad civil en
objeto de interés general y, por lo tanto, en objeto de la acción de ese Estado
en formación. A medida que ello ocurre la sociedad existente va perdiendo
competencias, ámbitos de actuación, en los que hasta entonces había resuelto –
a través de diferentes instancias y mecanismos – las cuestiones que requieren
decisiones colectivas de la comunidad. O sea, el Estado subroga – transformándolos
en públicos y generales – intereses y funciones propias de los particulares, de
las instituciones intermedias (como la Iglesia) o de los gobiernos locales. En
ese marco, la sociedad va alterando sus referentes institucionales y el marco
habitual para el desarrollo de la actividad social.” (p. 537).
El triunfo de
Buenos Aires en 1861 fue el comienzo de un esfuerzo por materializar la acción
estatal en instituciones. Los mayores esfuerzos del Estado nacional se
dirigieron a la formación de un ejército y un aparato recaudador nacionales.
(p. 538). Se avanzó sobre las provincias, pero también sobre instituciones y la
costumbre. Una manifestación concreta de esa tendencia fue la elaboración de
los códigos (por ejemplo, el Código Civil).
“En general,
las actividades hasta ahora mencionadas fueron apropiadas por el Estado
sustituyendo en su ejecución a otros agentes sociales. Esta sustitución, casi
siempre imperativa, implicaba una transferencia y concentración de ámbitos
funcionales cuyo control representaría, a la vez, una fuente de legitimación y
de poder. (…) el Estado comenzaba a hallar espacio institucional y a reforzar
los atributos que lo definían como sistema de dominación.” (p. 539).
Penetración estatal: (pp. 539-542)
El avance de
Buenos Aires sobre el Interior generó fuertes resistencias, plasmadas en
rebeliones que fueron sofocadas por el flamante ejército nacional. Pero los
líderes políticos del nuevo Estado comprendieron que la sola fuerza militar no
era suficiente: “debía ser acompañada por una descentralización del control, es
decir, por una «presencia»
institucional permanente que fuera anticipando y disolviendo rebeliones
interiores y afirmando la suprema autoridad del Estado nacional.” (p. 539).
Era crucial la
creación de “bases consensuales de dominación” = constitución de una alianza
política estable + presencia articuladora (material e ideológica) que soldara
relaciones sociales y afianzara los vínculos de la nacionalidad. (p. 539).
El Estado
utilizó diversas modalidades de penetración:
a)
Modalidad represiva = “organización de una fuerza militar unificada y
distribuida territorialmente, con el objeto de prevenir y sofocar todo intento
de alteración del orden impuesto por el Estado nacional.” (p. 540). Su
especificidad radica en que se sustenta en el control de la violencia, “a
diferencia de lo que ocurre con las otras formas de penetración, en que el
orden se conforma y reproduce a partir de «contraprestaciones»
o beneficios que crean vínculos de solidaridad entre las partes que concurren a
la relación, consolidando intereses comunes y bases de posibles alianzas.” (p.
540).
b)
Modalidad cooptativa = “incluyó la captación de apoyo entre los
sectores dominantes y los gobiernos del interior, a través de la formación de
alianzas y coaliciones basadas en compromisos y prestaciones recíprocas.” (p.
540). Moviliza el afán de poder.
c)
Modalidad material = “presupuso diversas formas de avance del Estado
nacional a través de la localización en territorio provincial de obras,
servicios y regulaciones indispensables para su progreso económico.” (p. 540).
Moviliza el interés materia.
d)
Modalidad ideológica = “creciente capacidad de creación y difusión de
valores, conocimientos símbolos
reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían a legitimar el sistema
de dominación establecido.” (p. 540). Moviliza la convicción ideológica.
1861-1880 = La
intervención estatal en las provincias fue básicamente represiva, pero también
se dieron otras formas de penetración, como la material. Mediante ella se dio
la provisión de recursos financieros y técnicos para la ejecución de obras de
infraestructura o suministro de servicios; dictado de reglamentos para volver
regulares y previsibles las relaciones de producción; concesión de beneficios y
privilegios para que empresarios privados desarrollaran actividades lucrativas;
acuerdo de garantías sobre la rentabilidad de los negocios emprendidos con el
patrocinio estatal. (p. 540). La cooptación sirvió para ganar aliados entre las
fracciones burguesas del Interior y gobiernos provinciales; el instrumento fue
la concesión de beneficios que permitieron incorporar nuevos grupos a la
coalición dominante. (p. 540).
Resistencias: (pp. 542-544)
1810 = El
comienzo de la guerra de emancipación estuvo marcado por el intento porteño de
transformar una revolución local en un movimiento nacional. El intento fracasó
y se inició un largo período de guerras civiles.
La incapacidad
de constituir un liderazgo nacional durante el período de lucha fratricida
llevó a pensar en la existencia de un empate entre Buenos Aires y el Interior.
La realidad es que Buenos Aires prosperó económicamente mucho más que el resto
del país.
1852 = Luego
de la caída de Rosas, el Litoral (con el apoyo del Interior) intentó liderar el
proceso de organización nacional. Enfrentó la oposición del Estado de Buenos
Aires.
1861 = Triunfo
de Buenos Aires. Se abren nuevas líneas de conflicto. A la resistencia de los
indios y de los caudillos del Interior, se sumó paulatinamente al de fracciones
de la clase dominante de Buenos Aires, para quienes la existencia de un Estado
nacional generaba contradicciones. Oszlak menciona dos motivos de esa
oposición: a) a través del Congreso Nacional y del Poder Ejecutivo, muchos
legisladores y funcionarios oriundos del Interior, sostenían posiciones no
siempre favorables a los intereses porteños; b) buena parte de las posiciones
de poder fueron ocupadas por los miembros de una casta político-militar, que
constituían un verdadero patriciado
burocrático, y que no tenían un compromiso incondicional con los intereses
porteños. (p. 542-543).
El autor
remarca que hubo resistencias que no se dieron en la experiencia argentina, y
que sí se verificaron en otros lugares. Se trata de los campesinos y los
obreros. La dispersión y disgregación de los sectores populares, el estado de
guerra permanente y el acceso a una alimentación barata y abundante (pues los
cereales y la carne todavía no se exportaban) fueron factores que contribuyeron
a facilitar el control de las clases subalternas. (p. 543).
Estado y clases:
El autor llama
la atención sobre el vínculo entre el proceso
de formación estatal y la constitución
de clases sociales. Señala que la historiografía argentina dedicó poco
espacio a esta cuestión [El texto fue escrito en 1981]. Por esto formula
algunas observaciones. Empieza por destacar dos aspectos: 1) la composición y
transformación de la clase dominante; 2) el papel del Estado en la estructura
de clases sociales. (p 544).
Gaetano Mosca (La clase gobernante, 1939)
sostuvo que en las sociedades primitivas es el valor militar la cualidad que
permite acceder al gobierno. Esta situación se mantiene durante la etapa agraria,
hasta que el incremento de la productividad del suelo va desplazando a los
militares y consagrando a los ricos en el gobierno. La tesis de Mosca sólo tiene
aplicación parcial en el caso argentino. La clase dominante argentina se
constituyó a partir de miembros de distintas clases sociales; es claro el
liderazgo ejercido por la casta militar en los esfuerzos de centralización,
pero también jugaron un papel importante los comerciantes criollos y los
hacendados e intelectuales. (p. 544).
El fin de la
guerra de independencia dejó desocupados a muchos militares, quienes pasaron a
enrolarse en los bandos de la guerra civil, “desdibujándose el papel de los
militares como presencia corporativa dentro de la clase dominante.” (p. 544). Al
mismo tiempo, el desarrollo económico generó una diferenciación al interior de
la clase dominante (comerciantes, saladeristas, laneros). El poder económico de
estos grupos hizo que tuvieran un papel protagónico en la escena política local
y nacional. Posteriormente, se produjo una implantación de estos grupos en
múltiples sectores de actividad. (p. 544).
1862 = la
alianza que asumió el liderazgo de la organización nacional estaba integrada
por diversas fracciones de una burguesía en formación, dedicada a las actividades
mercantiles y agroexportadoras que conformaban la economía bonaerense + un
grupo de intelectuales y militares que controlaban el aparato institucional
(burocrático y militar) de la provincia porteña y que constituían una verdadera
clase política + diversas fracciones burguesas del Litoral fluvial y del
Interior. (p. 545).
La coalición
fue inestable y recién en 1880 pudo consolidarse un pacto de dominación estable. (p. 545).
1862 – 1880 =
El Estado nacional contribuyó a transformar la composición de la clase
dominante y de la propia estructura social. (p. 545).
En este punto,
plantea el problema del “rol del Estado en la construcción de la sociedad y el
desarrollo del capitalismo argentino.” (p. 545). Sigue a O’Donnell, quien
afirma que la esencia de la intervención estatal consiste en “la articulación y
garantía de reproducción de relaciones sociales capitalistas”. Por tanto, hay
que considerar aspectos cualitativos: “la apertura de oportunidades de
explotación económica, la creación de valor, la provisión de insumos críticos
para el perfeccionamiento de la relación capitalista o la garantía, material o
jurídica, de que esta relación se reproducirá.” (p. 545).
Mediante los
subsidios a las provincias, el Estado promovió la formación de un importante
sector de profesionales y burócratas provinciales, encargados de actividades
docentes, legales, administrativas y religiosas. Mediante la contratación
directa y/o la garantía de las inversiones, contribuyó a formar un estrato de
contratistas del Estado. Mediante la creación de un ejército nacional
contribuyó a la institucionalización de las fuerzas armadas. Mediante la
incorporación de nuevos territorios, la atracción de capital extranjero, la
promoción de la inmigración y el establecimiento de colonias, creó condiciones
propicias para el desarrollo y homogeneización de una burguesía implantada en
diversos sectores. (2) Mediante el disciplinamiento y la capacitación de la
fuerza de trabajo, elevó las calificaciones técnico-profesionales de diversos
estratos de la clase asalariada. (p. 546).
Reflexiones finales:
El autor
plantea una serie de preguntas que “no tienen fronteras disciplinarias ni se
interesan demasiado por los eventos puntuales. Sirven más bien para estructurar
un campo de indagación, suministrando los pilares que debe respetar toda
construcción teórica o interpretativa sobre el tema explorado. Reúnen además la
condición de ser universales, en tanto los fenómenos a los que se refieren han
sido registrados en la experiencia histórica de otras sociedades.” (p. 546).
Pregunta central: “¿fue la construcción del Estado nacional argentino el
resultado de la voluntad de hombres predestinados, de una lógica ineluctable
del devenir histórico o de una azarosa combinación de fenómenos?” (p. 547).
Villa del Parque, domingo 5 de junio de 2016
NOTAS:
(1) Trabajo
presentado al XIV Congreso Latinoamericano de Sociología, San Juan, Puerto
Rico, 5 al 9 de octubre de 1981. El documento es producto de una investigación
que Oszlak dirigió en el CEDES, y que contó con la colaboración de Andrés
Fontana y Leandro Gutiérrez.
(2) Incluso
propició la creación de sus entidades corporativas, como la Sociedad Rural
Argentina. (p. 546):
No hay comentarios:
Publicar un comentario