¿Cómo se pueden conciliar la tan declarada búsqueda de la "emancipación nacional y social" con el mantenimiento de las concesiones de los ferrocarriles a eminentes benefactores de la humanidad como los crápulas del Grupo Cirigliano, con la entrega de las riquezas minerales del país a las multinacionales mineras y con el mantenimiento de una situación laboral en la que un tercio - por lo menos - de los trabajadores se encuentran en situaciones que orillan todos los matices de la "negrura" y de la precariedad? ¿Es lícito hablar de soberanía cuando el grueso del soberano - el pueblo trabajador - no puede decidir siquiera las condiciones en las que viaja a su trabajo?
El lector decidirá si se trata de preguntas ociosas o no. Resulta útil, en este momento, presentar de la manera más coherente y honesta posible las respuestas que varios militantes e intelectuales partidarios del "kirchnerismo" formulan para dichos interrogantes. Dado que la masacre de Plaza Once ha sumido en la perplejidad a la militancia "kirchnerista" y que los momentos de crisis son reveladores sobre el contenido más profundo de una corriente política, estos testimonios resultan de gran importancia.
El estado de ánimo de la militancia "kirchnerista" en los momentos inmediatamente posteriores a la masacre puede ejemplificarse con el texto publicado en el blog "Los caniches de Perón" (1): "No pudimos. No supimos. No nos alcanzo el poder para cambiar esta historia. Hay que hacerse cargo compañeros, en un
gobierno Peronista se nos murieron 51 compañeros trabajadores porque no
llegamos a tiempo. ¿Somos responsables de esto? Si. ¿Somos culpables? No. A 51 muertos de llegar a tiempo. Esto
nos duele más que a nadie. Nosotros tomamos los trenes, nosotros
viajamos en colectivo. ¿Lo sabíamos? Si, claro que lo sabíamos. Pero no
llegamos.Si buscamos hay miles de justificaciones
validas. Pero ya de nada sirven. Ninguna calmará el dolor. Ninguna nos
sacara la vergüenza ante la historia. Solo nos queda por ahora, bajar la cabeza ante las familias de las víctimas, ayudarlas en lo que podamos y rezar por los muertos. Cristina seguramente siente lo que
sentimos nosotros. Ella tomara las decisiones que haya que tomar y nos
volverá a sorprender por su audacia. Pero esta vez no habrá festejo.
Estuvimos nada mas ni nada menos que a 51 muertos.Otra herida profunda en el alma Peronista. Como duele Compañera. Otro dolor más para vos y para todos nosotros. Somos fuertes y sobre las lágrimas y el
dolor seguiremos escribiendo la historia grande de nuestra Patria.
Aunque esta vez no pudimos. No supimos, llegar a tiempo.Fuerza compañera, en las buenas y en las malas siempre con vos."
La perplejidad de los militantes "kirchneristas" se condensa en la frase "No alcanzó el poder para cambiar esta historia." Es claro que modificar el régimen de concesiones en el área del transporte ferroviario, impulsado por el peronismo menemista de la década del '90, no era (no es) una tarea superior a una relación de fuerzas desfavorable. Nadie que esté en sus cabales puede pensar que la reestatización del servicio ferroviario, por ejemplo, puede tener como consecuencia que los marines desembarquen en Puerto Madero o que la burguesía retire masivamente inversiones del país. Modificar las condiciones en las que viajan los trabajadores en Argentina no parece, en principio, una tarea equivalente a tomar el Palacio de Invierno. Tampoco parece requerir, a priori, la realización de otro 17 de octubre.
Si esto es así, ¿por qué no se hizo? ¿por qué se mantuvieron las condiciones que generaron la masacre?
Antes de pasar a presentar la respuesta que dan a esos interrogantes algunos intelectuales y periodistas "kirchneristas" es conveniente tener presente quién es el grupo empresarial que detenta la concesión del Sarmiento.
El Grupo Cirigliano, propietario de TBA (la empresa que explota la concesión del Sarmiento), tiene una larga historia de negociados y contubernios con el Estado nacional desde la época del peronista neoliberal Carlos Menem. Sebastián Premici, periodista que trabaja en PÁGINA/12, publicó el viernes 24/02 una nota describiendo la evolución del Grupo (2). Allí se lee que: "El crecimiento económico del grupo fue exponencial. Pasó de explotar dos
líneas de colectivos porteñas a tener una presencia mayoritaria en el
transporte de pasajeros de corta distancia en el AMBA. Desde el Grupo
Plaza desarrolló una estrategia para quedarse con la mayoría del mercado
del transporte urbano (líneas 36, 61, 62, 104, 114, 124, 133, 140, 141,
142 y 553). En 1999, el holding tenía la siguiente composición:
Cometrans; Tatsa SA (carrocerías de buses); Emfersa SA (material
ferroviario); TBA; el 38 por ciento de Metrovías (del cual después se
desprendió); el 40 por ciento de Opportrans (metro de Río de Janeiro), y
el Grupo Plaza. En 2000 llegaron las aseguradoras."
En otras palabras, el Grupo Cirigliano parece ser un digno exponente de la burguesía "nacional", capaz de expandirse tanto en el ámbito local como en el internacional. Ese crecimiento se hizo recurriendo sistemáticamente a los favores del Estado. Premici escribe: "Durante el gobierno de la Alianza, TBA logró una prórroga de su concesión
por diez años, a pesar de que registraba multas e incumplimientos en sus
planes de inversión. Por eso, el nuevo contrato incluyó una addenda por
la cual todos los incumplimientos pasaban a formar parte de las 'metas a
cumplir' (Decreto 141/2001). Tras la debacle de la Alianza, el gobierno
de Eduardo Duhalde dictó la emergencia ferroviaria (Decreto 2075/2002),
a partir de la cual se frenaron todas las obras incluidas en el plan de
metas a cumplir y las que estaban en ejecución. Dicha emergencia quedó
incluida dentro de la Ley de Emergencia Pública, prorrogada desde
entonces. A partir de 2003, TBA se benefició con la política de subsidios aplicada
por el gobierno nacional para mantener las tarifas bajas con el
objetivo de sostener el salario de los trabajadores frente al aumento de
los costos empresarios. Las erogaciones fueron en aumento año a año (en
2011 fueron 133,3 millones, en tanto que en enero de este año
alcanzaron los 76 millones de pesos), mientras que las inversiones de la
compañía no presentaron la misma progresión, tras lo denunciado por la
AGN." Como puede observarse, la pasión por el Grupo Cirigliano fue común a los gobiernos de la Alianza, del peronista Duhalde y de los peronistas Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Hay que agregar a la lista al peronista neoliberal Menem.
El Grupo Cirigliano creció a partir de una aceitada relación con los distintos gobiernos que estuvieron al frente del Estado nacional a partir de 1989. Ahora bien, el "kirchnerismo" ha proclamado desde sus orígenes la ruptura con la herencia neoliberal de los '90. Es preciso, pues, volver a los interrogantes planteados más arriba: ¿por qué se mantuvo la situación?
Los intelectuales y periodistas que intentaron dar una respuesta en estos días parten del reconocimiento de que los trabajadores viajan en condiciones pésimas. Mario Wainfeld, en su nota editorial del sábado pasado en PÁGINA/12 (3) expresó esto con claridad: "Hoy día, el 'sistema' de transporte está por debajo de las necesidades
de los pasajeros, laburantes ellos. El intríngulis es previo y superior
al caso específico de TBA. La política oficial, que hizo centro en la
accesibilidad al servicio a través de la baratura del pasaje, es
correcta en ese aspecto e insuficiente." Wainfeld va un poco más lejos y sostiene que la modificación de las condiciones en que viajan los trabajadores forma parte de las tareas de "segunda generación" del "kirchnerismo": "nada dispensa al Gobierno de hacerse cargo de nuevos desafíos o demandas
de segunda generación. El transporte público, el sistema de Salud, el
acceso a vivienda digna y al suelo para construirla son objetivos del
segundo mandato de la presidenta Cristina. Por ahora, sólo esta última
demanda está en la agenda parlamentaria más o menos inmediata. sos temas, o la protesta contra la minería a cielo abierto, son agenda
que imponen los ciudadanos o la cruel realidad. Si se mira bien,
seguramente muchos usuarios del tren o muchos habitantes de provincias
mineras eligieron a Cristina, conociendo los déficits por los que claman
ahora. No hay incongruencia en sus procederes. No otorgaron un cheque
en blanco, sino la oportunidad de seguir gobernando. Quien recuperó
trabajo o mejoró sus salarios exige ahora mejores prestaciones de
servicios. Quienes valoran numerosas ampliaciones de derechos quieren
hacerlas extensivas a los usuarios de transporte o del sistema de salud."
Wainfeld deja de lado en su argumentación que el "kirchnerismo" gobierna el país desde el 2003 y que, si bien puede defenderse la posición del gobierno en los primeros años (aún no estando de acuerdo con su política) aludiendo a su situación objetiva de debilidad, la modificación de las condiciones en las que viajan los trabajadores no supone un esfuerzo revolucionario, por más dura que resulte la tarea. Guste o no, en este punto el "kirchnerismo" es parte del problema, no un espectador que mira la escena desde una butaca.
La política "kirchnerista" para el Grupo Cirigliano puede entenderse en el marco de la reformulación del proceso de acumulación capitalista en Argentina a partir de 2002. La caída de la Convertibilidad y la crisis de la ideología neoliberal marcaron el final del modelo de acumulación promovido por el peronismo neoliberal. Hasta ese momento, la acumulación capitalista se apoyaba en el ingreso de divisas del exterior vía préstamos (generando mayor endeudamiento) o inversión extranjera directa (en los '90 aumentó el proceso de extranjerización de la economía argentina, sobre todo en el sector más concentrado). La crisis de 2001-2002 cerró la canilla de los préstamos provenientes del exterior, pero abrió otras posibilidades para el capitalismo argentino, basadas en la reducción del costo de la fuerza de trabajo (vía devaluación y persistencia de las reformas laborales impulsadas por el peronismo neoliberal) y en la mejora de los precios internacionales de las materias primas exportadas por el país.
A partir de 2003, el "kirchnerismo" aprovechó esas nuevas posibilidades para impulsar un largo proceso de crecimiento económico. Uno de los problemas claves a resolver fue la cuestión de la inversión. En las condiciones post 2001 el "kirchnerismo" apostó paulatinamente a la "burguesía nacional" para impulsar el desarrollo económico. La apuesta por el Grupo Cirigliano se entiende, por tanto, en función de esta política general.
Alfredo Zaiat, comentarista económico de PÁGINA/12, describe las características generales del modelo impulsado por el "kirchnerismo": "El kirchnerismo ha intentado variadas estrategias, con resultados no siempre favorables, para inducir la inversión privada. Inicialmente ha impulsado la expansión y ampliación de los mercados, con una demanda interna y externa en crecimiento, que, según los manuales del pensamiento económico convencional, debería haber alentado la vocación inversora. Varios sectores, además, han disfrutado de elevados precios internacionales de los principales productos de exportación, bajos costos laborales en términos históricos y aun internacionales, tasas de interés reales negativas y, fundamentalmente, robustos márgenes de ganancia. El actual ciclo político ha favorecido también a grupos económicos locales para que ocupen espacios de multinacionales en áreas de servicios públicos y en el rubro energético." (4)
Esa política fue defendida por un vocero del "kirchnerismo" como Hernán Brienza en los siguientes términos al referirse al caso particular del mercado de medios de comunicación: " Nadie quiere que desaparezcan o sean remplazados los miembros de la élite que ocupan espacios de poder desde hace varios paradigmas. Se trata simplemente de que, además de aquellos empresarios de medios hegemónicos, cuyo valor principal es el de haber heredado las empresas de sus antepasados, exista la posibilidad de que gente como Roberto Caballero, hijo de un carpintero de Villa Celina, también tenga el derecho de ser director de un diario. Eso es subversivo en sí mismo. Y el Estado debería garantizar esa posibilidad ofreciendo una pauta oficial que asegure un tratamiento desigual hacia los desiguales. Porque esa es la verdadera igualdad." (5). Brienza, con su característica sinceridad, no dudó en calificar a esa política de "capitalismo de amigos".
A esta atura, e independientemente de la masacre de Once, la política de recostarse en la "burguesía nacional" no ha dado los resultados esperados. El mejor indicador de esto es la falta de niveles adecuados de inversión. Le damos otra vez la palabra a Zaiat, que hace un balance de la política mencionada: "El investigador Pablo Manzanelli, en el documento 'Evolución y destino del excedente de la cúpula empresaria en la posconvertibilidad. La formación de capital', calculó que la participación de la inversión bruta en el valor agregado de la cúpula descendió del 24,7 por ciento en el período 1993/2001 al 14,7 por ciento en la posconvertibilidad (2002/2009). En uno de esos años, en 2008, mientras que en las 500 firmas más grandes la tasa de inversión fue del 19,3 por ciento, en el conjunto de la economía nacional dicha tasa trepó hasta alcanzar el 25,1 por ciento, casi seis puntos porcentuales más elevada que la de las grandes corporaciones. (...) Este comportamiento del núcleo del poder económico define restricciones a una estrategia de elevado crecimiento sostenido, lo que explica las tensiones con grupos económicos denominados 'amigos' durante cientos de crónicas por parte de analistas, que ahora resulta que no eran tan 'amigos' o, en realidad, de lo que se trataba era de una política pública, no de amistad, con empresarios nacionales, en la búsqueda de una imaginaria burguesía local, que en los hechos ha demostrado sus limitaciones, más afecta a las revistas de la farándula que a las inversiones productivas. Esas tensiones se reflejan en las disputas con Techint de la familia Rocca, que finalmente anunciaron inversiones en plantas radicadas en el país luego del resultado de las elecciones presidenciales; con YPF de la familia Eskenazi que, en vez de imprimir una vocación inversora en su desembarco en la petrolera, replicó la conducta española de perfil especulativo-financiero sobre los pozos petroleros; con TBA de la familia Cirigliano, que invierte poco y cuando lo hace es con dinero público de los subsidios a precios inflados a proveedores vinculados, o con Banco Macro de la familia Brito, tentado por liderar la última corrida contra el peso."
La perplejidad de los militantes frente a la masacre de Once forma parte, por tanto, de un clima más general en las filas del "kirchnerismo", motivado por el descubrimiento de la que burguesía "nacional" no es tan nacional o, dicho de otra manera, de que el interés del capital pasa por la obtención del plusvalor y no por la promoción de los intereses nacionales. En 2012 no se puede descubrir la pólvora. El "kirchnerismo" ha representado (representa) la conformación de un nuevo modelo de acumulación capitalista en Argentina. De ninguna manera puede ser pensado como el punto de partida de un proceso de emancipación nacional y social. En todo caso, si se quiere comenzar a transitar un proceso de liberación es preciso partir de que existe un antagonismo irreconciliable entre los intereses de los empresarios y de los trabajadores.
Frente a los problemas crecientes con la burguesía "nacional", los intelectuales "kirchneristas" apuestan al Estado. Dicho de otro modo, si la burguesía "nacional" muestra poco interés en el desarrollo nacional, es el Estado quien tiene que suplantarla, construirla y/o educarla. La "sintonía fina" de Cristina Fernández forma parte de este incipiente replanteo del "kirchnerismo".
Zaiat expresa la apelación a la intervención estatal en el caso particular de TBA: "El esquema de privatización con concesión a privados de los trenes ha alcanzado hoy la misma estación donde terminó la experiencia británica de Margaret Thatcher: en el descalabro. En ese país, el paso siguiente fue una forma de reestatización de Railtrack, empresa que fue parte de la famosa y tradicional British Rail. Ese proceso tuvo un recorrido similar al que se está registrando aquí: aspiradora de subsidios y fondos públicos, caída de la calidad del servicio por falta de confort e incumplimiento de los horarios y aumento de la inseguridad por el incumplimiento de las inversiones. La nueva gestión pública de Railtrack se quedó con la propiedad y gestión de la infraestructura y de todos los bienes ferroviarios, no tiene fines de lucro y en su directorio participan el Estado, el sindicato, usuarios, compañías operadores de pasajeros y la industria proveedora." (6). En otro artículo, Zaiat se muestra partidario de la profundización de la intervención estatal en el conjunto de la economía: "El desafío no es menor si se pretende una transformación cultural del empresariado para que, en un entorno económico favorable, incremente la inversión reproductiva, la reinversión de abultadas utilidades y disminuya la fuga de capitales. Las inversiones no dependen de elusivas expectativas respecto del “clima de negocios”, que es un abismo de percepciones subjetivas. Las experiencias de crecimiento e industrialización han sido procesos de desarrollo liderados por el Estado, y la inversión guarda una relación estrecha con la evolución de la demanda agregada, en particular con el consumo (público y privado) y con el saldo comercial (exportaciones menos importaciones). En otros términos, la inversión no es exógena a la evolución de la demanda de bienes finales y de la acumulación de capital. En esa línea, frustrada en parte la voluntarista estrategia oficial de incentivo por crecimiento económico, primero, y por recrear una burguesía nacional dinámica, después, ahora el intento es la exigencia de inversiones a la cúpula empresaria definiendo reglas formales e informales de manejo de divisas, utilidades y compras externas." ("Intervenir").
En esta nueva etapa, los intelectuales "kirchneristas" apelan al Estado como motor del desarrollo capitalista. Desde el punto de vista del capitalismo, es un camino lícito y tiene una amplia variedad de antecedentes, tanto en el país como en el mundo. Reservamos para otra nota la discusión de este camino. En este lugar preferimos hacer constar algo mucho más primordial. La masacre de Plaza Once fue consecuencia del desprecio absoluto por la vida humana, y el capitalismo se basa, precisamente, en poner a la vida humana como un simple medio para la acumulación de capital. Elegir el capitalismo, siendo que es el camino más fácil en las actuales condiciones, implica aceptar lo anterior (y otras tantas cosas que padecemos a diario). Desarrollar el capitalismo vía Estado es, también, DESARROLLAR EL CAPITALISMO.
Mal que nos pese, la emancipación social no puede pasar por un sistema basado en la desigualdad de poder entre empresarios y trabajadores. Aunque de esto no se hable.
Frente a los problemas crecientes con la burguesía "nacional", los intelectuales "kirchneristas" apuestan al Estado. Dicho de otro modo, si la burguesía "nacional" muestra poco interés en el desarrollo nacional, es el Estado quien tiene que suplantarla, construirla y/o educarla. La "sintonía fina" de Cristina Fernández forma parte de este incipiente replanteo del "kirchnerismo".
Zaiat expresa la apelación a la intervención estatal en el caso particular de TBA: "El esquema de privatización con concesión a privados de los trenes ha alcanzado hoy la misma estación donde terminó la experiencia británica de Margaret Thatcher: en el descalabro. En ese país, el paso siguiente fue una forma de reestatización de Railtrack, empresa que fue parte de la famosa y tradicional British Rail. Ese proceso tuvo un recorrido similar al que se está registrando aquí: aspiradora de subsidios y fondos públicos, caída de la calidad del servicio por falta de confort e incumplimiento de los horarios y aumento de la inseguridad por el incumplimiento de las inversiones. La nueva gestión pública de Railtrack se quedó con la propiedad y gestión de la infraestructura y de todos los bienes ferroviarios, no tiene fines de lucro y en su directorio participan el Estado, el sindicato, usuarios, compañías operadores de pasajeros y la industria proveedora." (6). En otro artículo, Zaiat se muestra partidario de la profundización de la intervención estatal en el conjunto de la economía: "El desafío no es menor si se pretende una transformación cultural del empresariado para que, en un entorno económico favorable, incremente la inversión reproductiva, la reinversión de abultadas utilidades y disminuya la fuga de capitales. Las inversiones no dependen de elusivas expectativas respecto del “clima de negocios”, que es un abismo de percepciones subjetivas. Las experiencias de crecimiento e industrialización han sido procesos de desarrollo liderados por el Estado, y la inversión guarda una relación estrecha con la evolución de la demanda agregada, en particular con el consumo (público y privado) y con el saldo comercial (exportaciones menos importaciones). En otros términos, la inversión no es exógena a la evolución de la demanda de bienes finales y de la acumulación de capital. En esa línea, frustrada en parte la voluntarista estrategia oficial de incentivo por crecimiento económico, primero, y por recrear una burguesía nacional dinámica, después, ahora el intento es la exigencia de inversiones a la cúpula empresaria definiendo reglas formales e informales de manejo de divisas, utilidades y compras externas." ("Intervenir").
En esta nueva etapa, los intelectuales "kirchneristas" apelan al Estado como motor del desarrollo capitalista. Desde el punto de vista del capitalismo, es un camino lícito y tiene una amplia variedad de antecedentes, tanto en el país como en el mundo. Reservamos para otra nota la discusión de este camino. En este lugar preferimos hacer constar algo mucho más primordial. La masacre de Plaza Once fue consecuencia del desprecio absoluto por la vida humana, y el capitalismo se basa, precisamente, en poner a la vida humana como un simple medio para la acumulación de capital. Elegir el capitalismo, siendo que es el camino más fácil en las actuales condiciones, implica aceptar lo anterior (y otras tantas cosas que padecemos a diario). Desarrollar el capitalismo vía Estado es, también, DESARROLLAR EL CAPITALISMO.
Mal que nos pese, la emancipación social no puede pasar por un sistema basado en la desigualdad de poder entre empresarios y trabajadores. Aunque de esto no se hable.
Buenos Aires, lunes 27 de febrero de 2012
NOTAS:
(2) Sebastián Premici, "La larga marcha del holding de TBA", http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-188273-2012-02-24.html
(3) Mario Wainfeld, "El dolor y los deberes", http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-188363-2012-02-26.html
(4) Alfredo Zaiat, "Intervenir", http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-188346-2012-02-25.html
(5) Hernán Brienza, "Pareto y el miedo de los anticuarios", http://tiempo.infonews.com/notas/pareto-y-miedo-de-los-anticuarios
2 comentarios:
Le proponga algo compañero, que le parece si discutimos con esta gente...
http://www.lacampora.org/wp-content/revista/Revista_LaCampora00.pdf
Yo creo que hay tema para elegir, yo voy a empezar por la pag 6 y 7
Lo de pag 8 supongo le puede interesar, también me parece interesante la editorial, o la afirmación en pag 18 de que "El populismo se encuadra dentro del socialismo" es jugosa la cosa, me parece que es momento de entrarle de frente a los debates y creo que ese es su estilo. En fin esta fue la primera hay mucho para entrar en tema. http://www.lacampora.org/revista/
Saludos a usted
Y este es increíble...
http://www.redaccionpopular.com/articulo/marxismo-y-peronismo-reforma-revolucion-y-movimientos-de-liberacion-nacional
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