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viernes, 2 de octubre de 2020

INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA CURSO 2020 – CLASE N° 12: COMTE


 

“El deber de la filosofía era disipar el espejismo que nacía

de la mala interpretación, aunque con ello se aniquilase

también mucha ilusión estimada y encomiada.”

Immanuel Kant (1724-1804), filósofo alemán.

 

Bienvenidas y bienvenidos a la duodécima clase del curso.

El filósofo y sociólogo francés Auguste Comte (1798-1857) es uno de los intelectuales más destacados del siglo XIX. Es probable que ustedes ya lo conozcan, como fundador del positivismo, una corriente filosófica que ejerció gran influencia en las ciencias sociales. En este curso no disponemos del tiempo necesario para lleva a cabo una presentación más o menos exhaustiva de su obra. Por ello, nos limitaremos a realizar una exposición abreviada de sus principales ideas. Comte, como otros sociólogos del siglo XIX, estaba preocupado por construir una ciencia de la sociedad, que contara con estándares de rigurosidad similares a los de las ciencias naturales. Por eso, se ocupó de elaborar los fundamentos de una ciencia de la sociedad, en una obra que trascendió largamente los límites de la sociología.

Por último, quiero indicar que utilicé dos textos para redactar esta clase:

·         Comte, Auguste. (1999). [1° edición: 1844]. Discurso sobre el Espíritu Positivo: Discurso preliminar del Tratado filosófico de astronomía popular. Madrid: Biblioteca Nueva;

 ·         Zeitlin, Irving M. (1997). Ideología y teoría sociológica. Buenos Aires: Amorrortu. [1]

Pero pasemos a la clase propiamente dicha.


Orden y progreso contra la revolución:

Para empezar, nada mejor que una visión panorámica. Zeitlin define así a la obra de Comte:

“Toda la doctrina positiva de este pensador es ideológica, en el más estricto sentido del término, y la ciencia nunca logra mucha autonomía en su sistema doctrinario y totalitario. (...) A pesar del homenaje verbal que rinde a la ciencia, prácticamente cada una de sus observaciones se basa no en la experiencia y la observación, sino en valores y sentimientos, y primordialmente en los valores, sentimientos e intereses de la burguesía. No vio, o no quiso ver, que los principios de organización que enunció - sus a priori - estaban enraizados en un contexto sociohistórico específico.” (p. 94).

Para una adecuada comprensión de la obra de Comte es preciso tener en cuenta que ella constituyó una respuesta a la filosofía de la Ilustración y, por ende, a la Revolución Francesa de 1789. Desde el punto de vista comteano, la Ilustración era una filosofía negativa, en el sentido de que los iluministas se dedicaban a criticar el estado de cosas existentes, a negarlo con las armas de la crítica. Por tanto, “debían desacreditarse y repudiarse los principios críticos y destructivos de la filosofía negativa, para poder reemplazarlos por los principios afirmativos y constructivos de la filosofía positiva.” (p. 85). El término positivo constituía la negación filosófica de la destrucción (lo negativo) revolucionaria.

Comte consideraba que su época estaba signada por la “anarquía social” y que ésta sólo podría ser evitada mediante la aplicación de la física social al estudio de la sociedad. Justificaba la necesidad de esa nueva ciencia aduciendo que la anarquía social era el producto de la anarquía intelectual, la cual era generada, a su vez, por la decadencia de la filosofía teológica y por el escaso desarrollo de la filosofía positiva. En ese panorama, predominaba la filosofía negativa, con su incesante crítica de todo orden existente. (p. 86).

El orden y el progreso, que los antiguos consideraban irreconciliables, deben unirse de una vez por todas.” (p. 86; el resaltado es mío - AM -).

El orden es la preservación de la estructura de distribución del poder existente, la conservación de las normas y costumbres funcionales a ese orden, el mantenimiento de la jerarquía social existente. El progreso es identificado con el desarrollo científico y tecnológico. El estadio teológico (predominio de la religión) se caracterizó por la vigencia del orden. El estadio positivo, en cambio, tiene por rasgo principal el progreso.

El principio del orden y el del progreso encarnaban en partidos y clases sociales distintas. Los conservadores bregaban por la restauración del feudalismo; los “anárquicos”, por la plena vigencia del Iluminismo. (p. 86).

Los conservadores [2] querían lisa y llanamente la vuelta al Ancien Régime, sin comprender que éste se había desintegrado por la acción de la ciencia y la industria. La restauración del feudalismo era imposible porque seguirían operando las mismas fuerzas desintegradoras. (p. 86-87).

La acción de los pensadores del Iluminismo fue necesaria, pues contribuyó a erosionar los fundamentos intelectuales del orden teológico, permitiendo de ese modo el desarrollo del progreso. Pero en el siglo XIX la filosofía negativa era un impedimento a la unificación del orden y el progreso. Había que emprender la tarea de demostrar que los principios del Iluminismo ya no eran útiles para la consolidación de un orden positivo. Entre estos principios se encontraban la libertad de conciencia, la igualdad, la soberanía del pueblo. (p. 87). Comte sostenía que la reorganización de la sociedad requería de la unidad y la unanimidad, de modo que no podía permitirse la libertad de conciencia ni la crítica permanente de los fundamentos de la sociedad. (p. 87).

“Debe lograrse de alguna manera (...) una síntesis de las ideas opuestas de orden y progreso, porque solo mediante la unión y armonía intelectuales puede restaurarse la armonía social.” (p. 86).

“La crisis social se mantendrá mientras las dos doctrinas antagónicas - la teológica y la metafísica - prevalezcan. No es posible ningún orden hasta tanto ambas no sean superadas por la etapa positiva, que será más orgánica que la teológica y más progresista que la metafísica.” (p. 88).

Comte consideraba que la causa de los problemas sociales debía buscarse en las ideas y las costumbres, no en las instituciones económicas y políticas existentes. (p. 89).

“El quid es, pues, no entrometerse en las instituciones existentes o cambiarlas, sino realizar una reorganización moral, eufemismo para indicar la aceptación por parte de las clases inferiores de su condición social. No habrá orden ni progreso mientras los hombres no reconozcan que su sufrimiento es de naturaleza moral, no física.” (p. 89).




La filosofía positiva:

La escuela conservadora condenaba a la época moderna en su totalidad; la escuela metafísica hacía lo mismo con los períodos anteriores a la Revolución de 1789. La superioridad de la filosofía positiva residía en que era la única que concebía a la época actual como el resultado de una evolución, en la que la etapa teológica y la etapa metafísica eran fases necesarias. (p. 89).

 

El objetivo de la instauración de la filosofía positiva era político: “evitar la revolución y lograr que la multitud se resignara a las condiciones del orden existente.” (p. 89).

Comte explica así el papel de la filosofía positiva:

“El espíritu positivo tiende a consolidar el orden mediante la elaboración racional de una sabia resignación ante los males políticos incurables (...) Una verdadera resignación - esto es, una disposición permanente a soportar con firmeza y sin esperanza de compensación todos los males inevitables - sólo puede provenir de una profunda comprensión del vínculo existente entre todos los tipos de fenómenos naturales y leyes invariables. Si hay males políticos (y no dudo de que los hay) que, como en el caso de algunas dolencias personales, la ciencia no puede remediar, ella al menos nos demuestra que son incurables, con lo cual calma nuestro desasosiego bajo el dolor, inculcándonos la convicción de que son irremediables en virtud de leyes naturales.” (p. 90) [3]

La élite científica es la encargada de ar la última palabra sobre las cuestiones políticas. De este modo, se evitaba la participación de las masas en la toma de decisiones, garantizando así el cierre de la etapa revolucionaria. (p. 90-91).


Filosofía positiva y ciencias sociales:

El método positivo tiene por característica principal la subordinación de la imaginación a la observación, de la razón a los “hechos”. (p. 91). Su objetivo es poder establecer una predicción certera, que facilitará el control social. (p. 91).

El orden es el aspecto estático de la sociedad: “se refiere a la armonía que prevalece entre las diversas condiciones de la existencia” (p. 91). El progreso, por su parte, es el aspecto dinámico de la sociedad, “apunta al desarrollo ordenado de la sociedad, de acuerdo con leyes sociales naturales” (p. 91).

La sociedad debe concebirse como un todo orgánico:

“Por lo tanto, ni siquiera con propósitos analíticos han de contemplarse separadamente los elementos sociales, como si tuvieran una existencia independiente. Todas las partes del sistema constituyen un todo armonioso, el cual, por definición, carece de elementos conflictivos, contradictorios y antagónicos.” (p. 92).

El progreso es el resultado de una tendencia natural, que no precisa de ninguna acción política especial dirigida al cambio. “La dinámica social es el estudio de los patrones de progreso evolutivo en el que las sucesivas etapas de desarrollo son necesarias e inevitables.” (p. 92). No se pueden saltar etapas, ni modificar el orden de estas. Toda la humanidad debe pasar por las tres etapas de desarrollo (teológica, metafísica, positiva).

Comte destacó la importancia de las técnicas de observación, experimentación y comparación. (p. 92). Respecto a la observación, señaló que

“es imposible sin la teoría, primero para dirigirla y luego para interpretar lo observado. Los hechos no pueden hablar por sí mismos (...) los hechos deben vincularse con las leyes del desarrollo social, al menos mediante una hipótesis de ensayo.” (p. 92-93).

Zeitlin intercala una cita que pinta de cuerpo entero a nuestro autor. Comte considera que “la subordinación de la mujer es natural y se mantendrá en la nueva sociedad: el sexo femenino se halla en un estado de infancia perpetua.” (p. 93).


El Discurso sobre el espíritu positivo:

El Discurso es una de las obras más conocidas de Comte. Es imposible para nosotros realizar un análisis exhaustivo de la obra. A los fines de esta clase, haremos una síntesis del capítulo 1.

Dicho capítulo trata cinco cuestiones principales:

1] La filosofía positiva como sistema que unifica el conocimiento desarrollado por las ciencias particulares; 2] Las diferencias entre positivismo y empirismo; 3] La teoría de los tres estados; 4] El idealismo en la teoría de los tres estados; 5] La “metafísica” de la teoría de los tres estados.

Veamos cada uno de estos puntos:

1] Positivismo y unificación del conocimiento de las ciencias particulares

Desde fines del siglo XVIII, la economía era la forma dominante en la teoría social. En su Investigación sobre la riqueza de las naciones (1776), Adam Smith (1723-1790) sostuvo que la fragmentación del estudio de lo social constituía el mejor modo de aumentar el conocimiento sobre la sociedad. En otros términos, la teoría social tenía que implantar en su seno la división del trabajo. Dicha estrategia implicaba el surgimiento de un nuevo problema: ¿Quién se encargaba de unificar ese conocimiento? O, mejor dicho: ¿Quién reconstruía a la totalidad social, invisible en cada una de las investigaciones especializadas?

Hay que tener presente que la teoría social moderna se constituyó mediante una ruptura radical con la tradición clásica. Uno de los ejes de esa tradición era, precisamente, la concepción de la totalidad. La economía clásica expresó el abandono de la totalidad mediante la adopción del individualismo metodológico

La tentativa unificadora de Comte debe ubicarse, pues, en el marco de una reacción contra la fragmentación y la “invisibilidad” de la totalidad. En el texto se encuentra una mención directa al propósito comteano cuando se refiere al “objeto de este discurso” (p. 65).

2] Distinción entre positivismo y empirismo

Es habitual pensar que el positivismo es sinónimo de empirismo, entendiendo por este último a la concepción epistemológica que postula que los hechos empíricos son la fuente del conocimiento científico. Según los empiristas, los científicos tienen que dedicarse a la observación de los hechos, para así acumular una masa crítica de datos a partir de la cual puedan inferirse las leyes científicas. En resumen, los hechos son lo primario, y las teorías vienen a posteriori.

En el capítulo 1 del Discurso puede observarse que Comte no es un empirista en el sentido de la definición formulada en el párrafo anterior. Así, “el verdadero espíritu positivo no está menos alejado, en el fondo, del empirismo que del misticismo” (pág. 80).

Comte afirma que la mera recopilación de datos no conduce a las leyes científicas. Esta recolección de datos tiene que ser guiada por el pensamiento especulativo. El ideal de la ciencia moderna no es la observación, sino la predicción racional (apoyada en el principio de la invariabilidad de las ciencias naturales).

Lo expuesto en el párrafo anterior no implica negar la centralidad que tienen los hechos empíricos en el positivismo comteano. Basta leer el § 12, dedicado al estado positivo, donde afirma que la regla fundamental de la filosofía positiva es la siguiente:

“Que toda proposición que no sea estrictamente reducible al simple enunciado de un hecho, singular o general, no puede ofrecer ningún sentido real e inteligible.” (pág. 77).

Esta primacía de los hechos, con su correlato de abandono de la búsqueda de las causas últimas, constituye la base del positivismo. En el esquema formulado en el capítulo 1, la mencionada primacía es contrapuesta a la situación en los estados teológico y metafísico. Pero hay que tener en cuenta que los hechos son el “material indispensable” de la ciencia, pero ésta tiene por objeto la predicción (pág. 80). La aclaración no es menor. Hay que evitar pensar al positivismo comteano como si fuese una caricatura o bien una forma madura del empirismo.

3] La teoría de los tres estados

La exposición clásica de la teoría de los tres estados se encuentra en este capítulo (págs. 69-83). Dado que es bastante conocida, no voy a detenerme en ella. Me interesa, en cambio, hacer notar que el proceso de los tres estados corresponde tanto al individuo como a la especie (pág. 69), pero Comte no usa el término sociedad. Mi opinión es que esta ausencia es consecuencia de que Comte no toma en cuenta (salvo alguna indicación aislada, como en pág. 79, donde señala el origen social de nuestras concepciones) la relación entre las ideas y el contexto social en el que se producen aquellas.

Comte propone su teoría de los tres estados al principio del Discurso. Como apuntamos antes, esta teoría se aplica tanto a la evolución del individuo como a la de la especie. Ahora bien, ¿a qué parte de estas evoluciones se aplica la teoría? En el capítulo 1 se emplea para referirse a la “razón humana” (pág. 69). Los estados teológico, metafísico y positivo son etapas en el proceso de evolución del pensamiento, tanto en el individuo como en la especie. No se trata (por lo menos aquí) de etapas que correspondan a la evolución material de las sociedades. [4].

Corresponde indicar que no se trata de una teoría meramente descriptiva, en la que el autor no toma partido ni hace consideraciones sobre los diferentes estadios. Es, por el contrario, una teoría jerárquica, en el sentido de que el estadio positivo es el escalón superior. De hecho, Comte considera que dicho estadio es el punto de llegada necesario y deseable de la humanidad.

4] El idealismo en la teoría de los tres estados

A partir de lo expuesto en el punto anterior, podemos hacer la crítica de la teoría de los tres estadios. En el capítulo 1, Comte no aporta un solo hecho sobre el cual apoyar su teoría. Por el contrario, cuando trata de defenderla recurre constantemente a expresiones tales como “necesidades” (pág. 69); “espontánea predilección” (pág. 69); “espíritu humano” (pág. 70 y ss.); “tendencia espontánea a la simplificación” (pág. 71); “tendencia involuntaria” (pág. 71); etc., etc. El motor del progreso se encuentra, entonces, en el despliegue de las tendencias espontáneas del espíritu humano. No hay ninguna referencia (salvo pág. 79) a las condiciones sociales de producción del conocimiento. El pasaje de un estado a otro (en verdad, toda la teoría) se mueve en el vacío, en el plano de las ideas desligadas de su conexión terrestre. De ahí que todo el enfoque esté estructurado como una confrontación entre las distintas formas del pensamiento religioso y las diversas formas del pensamiento filosófico. 

El idealismo subyacente a esta concepción encuentra su expresión concreta en el pasaje de la pág. 73, en el que examina la función social de la filosofía primitiva (estado teológico): 

“Esta filosofía primitiva ha sido tan necesaria para el desarrollo inicial de nuestra sociabilidad como para el de nuestra inteligencia; sin ella, bien por constituir primitivamente estas doctrinas comunes, bien por suscitar espontáneamente la única autoridad espiritual que pudiera entonces surgir, el vínculo social no habría podido adquirir ni extensión ni consistencia.” (pág. 73).

Las ideas (las filosóficas, no las de cualquier hijo de vecino) son las que, en definitiva, constituyen los vínculos sociales. El cemento social es la ideología (dicho esto en términos más modernos). El desarrollo posterior de esta concepción idealista de las relaciones sociales puede ser rastreado en la obra del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917).

5] El carácter metafísico de la teoría de los tres estados

En la sección del capítulo 1 dedicada al estado metafísico, Comte efectúa una dura crítica de la metafísica (sobre todo en pág. 75). 

Sin embargo, y dados: a) el carácter idealista de los fundamentos de su concepción; b) el recurso a las “tendencias del espíritu humano” para explicar el pasaje de un estado a otro; podemos afirmar que Comte formula una nueva metafísica.

El paso de la “imaginación” a la observación se convierte en una tendencia inevitable, el camino necesario que debe recorrer la humanidad. El proceso aparece desligado de su relación con la reproducción de las condiciones de vida de los seres humanos (la reproducción de las relaciones sociales) y queda reducido al despliegue de los “principios” propios del espíritu humano.

Hasta aquí llegamos con este resumen de las ideas de Comte. En la próxima clase comenzaremos el análisis de la obra de Emile Durkheim.

Les agradezco su atención.

 

Villa del Parque, viernes 2 de octubre de 2020


NOTAS:

[1] El autor dedica a Comte el capítulo 7 de la obra (pp. 85-94).

[2] Comte tenía en mente a autores como Louis de Bonald (1754-1840), Joseph de Maistre (1754-1821), etc.

[3] Zeitlin cita al autor francés en la versión inglesa: Comte, Auguste. (1893). The Positive Philosophy. London: Kegan Paul. La cita de marras se encuentra en las págs. 37-38.

[4] Salvo el pasaje de pág. 71, donde relaciona el estado alcanzado con la cuestión de la raza (por supuesto, la raza blanca ocupa el escalón superior de la evolución).

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