“El deber de la filosofía era disipar el espejismo
que nacía
de la mala interpretación, aunque con ello se
aniquilase
también mucha ilusión estimada y encomiada.”
Immanuel Kant (1724-1804), filósofo alemán.
Bienvenidas y bienvenidos a la duodécima clase del
curso.
El filósofo y sociólogo francés
Auguste Comte (1798-1857) es uno de los intelectuales más destacados del siglo
XIX. Es probable que ustedes ya lo conozcan, como fundador del positivismo,
una corriente filosófica que ejerció gran influencia en las ciencias sociales. En
este curso no disponemos del tiempo necesario para lleva a cabo una
presentación más o menos exhaustiva de su obra. Por ello, nos limitaremos a realizar
una exposición abreviada de sus principales ideas. Comte, como otros sociólogos
del siglo XIX, estaba preocupado por construir una ciencia de la sociedad, que
contara con estándares de rigurosidad similares a los de las ciencias
naturales. Por eso, se ocupó de elaborar los fundamentos de una ciencia de la
sociedad, en una obra que trascendió largamente los límites de la sociología.
Por último, quiero indicar que utilicé
dos textos para redactar esta clase:
·
Comte, Auguste.
(1999). [1° edición: 1844]. Discurso sobre el Espíritu Positivo: Discurso preliminar del Tratado
filosófico de astronomía popular. Madrid: Biblioteca Nueva;
Pero pasemos a la clase propiamente
dicha.
Orden y progreso contra la revolución:
Para empezar, nada mejor que una visión
panorámica. Zeitlin define así a la obra de Comte:
“Toda la doctrina positiva de este pensador es ideológica, en el más
estricto sentido del término, y la ciencia nunca logra mucha autonomía en su
sistema doctrinario y totalitario. (...) A pesar del homenaje verbal que rinde
a la ciencia, prácticamente cada una de sus observaciones se basa no en la
experiencia y la observación, sino en valores y sentimientos, y primordialmente
en los valores, sentimientos e intereses de la burguesía. No vio, o no quiso
ver, que los principios de organización que enunció - sus a priori -
estaban enraizados en un contexto sociohistórico específico.” (p. 94).
Para una adecuada comprensión de la obra de Comte es preciso tener en
cuenta que ella constituyó una respuesta a la filosofía de la Ilustración
y, por ende, a la Revolución Francesa de 1789. Desde el punto de
vista comteano, la Ilustración era una filosofía negativa, en el sentido
de que los iluministas se dedicaban a criticar el estado de cosas existentes, a
negarlo con las armas de la crítica. Por tanto, “debían desacreditarse y
repudiarse los principios críticos y destructivos de la filosofía negativa,
para poder reemplazarlos por los principios afirmativos y constructivos de la
filosofía positiva.” (p. 85). El término positivo constituía la
negación filosófica de la destrucción (lo negativo) revolucionaria.
Comte consideraba que su época estaba
signada por la “anarquía social” y que ésta sólo podría ser evitada mediante la
aplicación de la física social al estudio de la sociedad. Justificaba la
necesidad de esa nueva ciencia aduciendo que la anarquía social era el producto
de la anarquía intelectual, la cual era generada, a su vez, por la decadencia
de la filosofía teológica y por el escaso desarrollo de la filosofía positiva.
En ese panorama, predominaba la filosofía negativa, con su incesante crítica de
todo orden existente. (p. 86).
“El orden y el progreso, que los
antiguos consideraban irreconciliables, deben unirse de una vez por todas.”
(p. 86; el resaltado es mío - AM -). |
El orden es la preservación de
la estructura de distribución del poder existente, la conservación de las
normas y costumbres funcionales a ese orden, el mantenimiento de la jerarquía
social existente. El progreso es identificado con el desarrollo
científico y tecnológico. El estadio teológico (predominio de la religión) se
caracterizó por la vigencia del orden. El estadio positivo, en cambio, tiene
por rasgo principal el progreso.
El principio del orden y el del
progreso encarnaban en partidos y clases sociales distintas. Los conservadores
bregaban por la restauración del feudalismo; los “anárquicos”, por la plena
vigencia del Iluminismo. (p. 86).
Los conservadores [2] querían lisa y
llanamente la vuelta al Ancien Régime, sin comprender que éste se había
desintegrado por la acción de la ciencia y la industria. La restauración del
feudalismo era imposible porque seguirían operando las mismas fuerzas
desintegradoras. (p. 86-87).
La acción de los pensadores del
Iluminismo fue necesaria, pues contribuyó a erosionar los fundamentos
intelectuales del orden teológico, permitiendo de ese modo el desarrollo del
progreso. Pero en el siglo XIX la filosofía negativa era un impedimento a la
unificación del orden y el progreso. Había que emprender la tarea de demostrar
que los principios del Iluminismo ya no eran útiles para la consolidación de un
orden positivo. Entre estos principios se encontraban la libertad de
conciencia, la igualdad, la soberanía del pueblo. (p. 87).
Comte sostenía que la reorganización de la sociedad requería de la unidad y la
unanimidad, de modo que no podía permitirse la libertad de conciencia ni la
crítica permanente de los fundamentos de la sociedad. (p. 87).
“Debe lograrse de alguna manera (...) una síntesis de las ideas opuestas
de orden y progreso, porque solo mediante la unión y armonía intelectuales
puede restaurarse la armonía social.” (p. 86).
“La crisis social se mantendrá mientras las dos doctrinas antagónicas -
la teológica y la metafísica - prevalezcan. No es posible ningún orden hasta
tanto ambas no sean superadas por la etapa positiva, que será más orgánica
que la teológica y más progresista que la metafísica.” (p. 88).
Comte consideraba que la causa de los problemas
sociales debía buscarse en las ideas y las costumbres, no en las instituciones
económicas y políticas existentes. (p. 89).
“El quid es, pues, no entrometerse en
las instituciones existentes o cambiarlas, sino realizar una reorganización
moral, eufemismo para indicar la aceptación por parte de las clases
inferiores de su condición social. No habrá orden ni progreso mientras los
hombres no reconozcan que su sufrimiento es ⟪de naturaleza moral⟫, no física.” (p. 89). |
La filosofía positiva:
La escuela conservadora condenaba a la
época moderna en su totalidad; la escuela metafísica hacía lo mismo con los
períodos anteriores a la Revolución de 1789. La superioridad de la filosofía
positiva residía en que era la única que concebía a la época actual como el
resultado de una evolución, en la que la etapa teológica y la etapa metafísica
eran fases necesarias. (p. 89).
El objetivo de la instauración de la
filosofía positiva era político: “evitar la revolución y lograr que la multitud
se resignara a las condiciones del orden existente.” (p. 89).
Comte explica así el papel de la
filosofía positiva:
“El espíritu positivo tiende a consolidar el orden mediante la
elaboración racional de una sabia resignación ante los males políticos
incurables (...) Una verdadera resignación - esto es, una disposición
permanente a soportar con firmeza y sin esperanza de compensación todos los
males inevitables - sólo puede provenir de una profunda comprensión del vínculo
existente entre todos los tipos de fenómenos naturales y leyes invariables. Si
hay males políticos (y no dudo de que los hay) que, como en el caso de algunas
dolencias personales, la ciencia no puede remediar, ella al menos nos demuestra
que son incurables, con lo cual calma nuestro desasosiego bajo el dolor,
inculcándonos la convicción de que son irremediables en virtud de leyes
naturales.” (p. 90) [3]
La élite científica es la encargada de
ar la última palabra sobre las cuestiones políticas. De este modo, se evitaba
la participación de las masas en la toma de decisiones, garantizando así el
cierre de la etapa revolucionaria. (p. 90-91).
Filosofía positiva y ciencias sociales:
El método positivo tiene por
característica principal la subordinación de la imaginación a la observación,
de la razón a los “hechos”. (p. 91). Su objetivo es poder establecer una
predicción certera, que facilitará el control social. (p. 91).
El orden es el aspecto estático de la
sociedad: “se refiere a la armonía que prevalece entre las diversas condiciones
de la existencia” (p. 91). El progreso, por su parte, es el aspecto dinámico de
la sociedad, “apunta al desarrollo ordenado de la sociedad, de acuerdo con
leyes sociales naturales” (p. 91).
La sociedad debe concebirse como un
todo orgánico:
“Por lo tanto, ni siquiera con propósitos analíticos han de contemplarse
separadamente los elementos sociales, como si tuvieran una existencia
independiente. Todas las partes del sistema constituyen un todo armonioso, el
cual, por definición, carece de elementos conflictivos, contradictorios y
antagónicos.” (p. 92).
El progreso es el resultado de una
tendencia natural, que no precisa de ninguna acción política especial dirigida
al cambio. “La dinámica social es el estudio de los patrones de progreso
evolutivo en el que las sucesivas etapas de desarrollo son necesarias e
inevitables.” (p. 92). No se pueden saltar etapas, ni modificar el orden de estas.
Toda la humanidad debe pasar por las tres etapas de desarrollo (teológica,
metafísica, positiva).
Comte destacó la importancia de las
técnicas de observación, experimentación y comparación. (p. 92). Respecto a la
observación, señaló que
“es imposible sin la teoría, primero para dirigirla y luego para
interpretar lo observado. Los hechos no pueden hablar por sí mismos (...) los
hechos deben vincularse con las leyes del desarrollo social, al menos mediante
una hipótesis de ensayo.” (p. 92-93).
Zeitlin intercala una cita que pinta de
cuerpo entero a nuestro autor. Comte considera que “la subordinación de la
mujer es natural y se mantendrá en la ⟪nueva⟫ sociedad:
el sexo femenino se halla en un estado de infancia perpetua.” (p. 93).
El Discurso sobre el espíritu
positivo:
El Discurso es una de las obras más
conocidas de Comte. Es imposible para nosotros realizar un análisis exhaustivo
de la obra. A los fines de esta clase, haremos una síntesis del capítulo 1.
Dicho capítulo trata cinco cuestiones
principales:
1] La filosofía positiva como sistema
que unifica el conocimiento desarrollado por las ciencias particulares; 2] Las
diferencias entre positivismo y empirismo; 3] La teoría de los tres estados; 4]
El idealismo en la teoría de los tres estados; 5] La “metafísica” de la teoría
de los tres estados.
Veamos cada uno de estos puntos:
1] Positivismo
y unificación del conocimiento de las ciencias particulares
Desde fines del siglo XVIII, la economía era
la forma dominante en la teoría social. En su Investigación sobre la
riqueza de las naciones (1776), Adam Smith (1723-1790) sostuvo que la
fragmentación del estudio de lo social constituía el mejor modo de aumentar el
conocimiento sobre la sociedad. En otros términos, la teoría social tenía que
implantar en su seno la división del trabajo. Dicha estrategia
implicaba el surgimiento de un nuevo problema: ¿Quién se encargaba de unificar
ese conocimiento? O, mejor dicho: ¿Quién reconstruía a la totalidad social,
invisible en cada una de las investigaciones especializadas?
Hay que tener presente que la teoría
social moderna se constituyó mediante una ruptura radical con la tradición
clásica. Uno de los ejes de esa tradición era, precisamente, la concepción de
la totalidad. La economía clásica expresó el abandono de la
totalidad mediante la adopción del individualismo metodológico.
La tentativa unificadora de Comte
debe ubicarse, pues, en el marco de una reacción contra la fragmentación y la “invisibilidad”
de la totalidad. En el texto se encuentra una mención directa al propósito
comteano cuando se refiere al “objeto de este discurso” (p. 65).
2] Distinción entre positivismo y
empirismo
Es habitual pensar que el positivismo
es sinónimo de empirismo, entendiendo por este último a la concepción
epistemológica que postula que los hechos empíricos son la fuente del
conocimiento científico. Según los empiristas, los científicos tienen que
dedicarse a la observación de los hechos, para así acumular una masa crítica de
datos a partir de la cual puedan inferirse las leyes científicas. En resumen, los
hechos son lo primario, y las teorías vienen a posteriori.
En el capítulo 1 del Discurso puede
observarse que Comte no es un empirista en el sentido de la definición
formulada en el párrafo anterior. Así, “el verdadero espíritu positivo no está
menos alejado, en el fondo, del empirismo que del misticismo” (pág. 80).
Comte afirma que la mera recopilación
de datos no conduce a las leyes científicas. Esta recolección de datos tiene
que ser guiada por el pensamiento especulativo. El ideal de la ciencia moderna
no es la observación, sino la predicción racional (apoyada en el principio de
la invariabilidad de las ciencias naturales).
Lo expuesto en el párrafo anterior no
implica negar la centralidad que tienen los hechos empíricos en el positivismo
comteano. Basta leer el § 12, dedicado al estado positivo, donde
afirma que la regla fundamental de la filosofía positiva es la siguiente:
“Que toda proposición que no sea estrictamente reducible al simple
enunciado de un hecho, singular o general, no puede ofrecer ningún sentido real
e inteligible.” (pág. 77).
Esta primacía de los hechos, con su
correlato de abandono de la búsqueda de las causas últimas, constituye la base
del positivismo. En el esquema formulado en el capítulo 1, la mencionada
primacía es contrapuesta a la situación en los estados teológico y metafísico.
Pero hay que tener en cuenta que los hechos son el “material indispensable” de
la ciencia, pero ésta tiene por objeto la predicción (pág. 80). La aclaración
no es menor. Hay que evitar pensar al positivismo comteano como si fuese una
caricatura o bien una forma madura del empirismo.
3] La teoría de los tres estados
La exposición clásica de la teoría de
los tres estados se encuentra en este capítulo (págs. 69-83). Dado que es
bastante conocida, no voy a detenerme en ella. Me interesa, en cambio, hacer
notar que el proceso de los tres estados corresponde tanto al individuo como a
la especie (pág. 69), pero Comte no usa el término sociedad. Mi opinión es que
esta ausencia es consecuencia de que Comte no toma en cuenta (salvo alguna
indicación aislada, como en pág. 79, donde señala el origen social de nuestras
concepciones) la relación entre las ideas y el contexto social en el que se
producen aquellas.
Comte propone su teoría de los tres
estados al principio del Discurso. Como apuntamos antes, esta
teoría se aplica tanto a la evolución del individuo como a la de la especie.
Ahora bien, ¿a qué parte de estas evoluciones se aplica la teoría? En el
capítulo 1 se emplea para referirse a la “razón humana” (pág. 69). Los estados
teológico, metafísico y positivo son etapas en el proceso de evolución del
pensamiento, tanto en el individuo como en la especie. No se trata (por lo
menos aquí) de etapas que correspondan a la evolución material de las
sociedades. [4].
Corresponde indicar que no se trata
de una teoría meramente descriptiva, en la que el autor no toma partido ni hace
consideraciones sobre los diferentes estadios. Es, por el contrario, una teoría
jerárquica, en el sentido de que el estadio positivo es el escalón superior. De
hecho, Comte considera que dicho estadio es el punto de llegada necesario y
deseable de la humanidad.
4] El idealismo en la teoría de los
tres estados
A partir de lo expuesto en el punto
anterior, podemos hacer la crítica de la teoría de los tres estadios. En el
capítulo 1, Comte no aporta un solo hecho sobre el cual apoyar su teoría. Por
el contrario, cuando trata de defenderla recurre constantemente a expresiones
tales como “necesidades” (pág. 69); “espontánea predilección” (pág. 69);
“espíritu humano” (pág. 70 y ss.); “tendencia espontánea a la simplificación”
(pág. 71); “tendencia involuntaria” (pág. 71); etc., etc. El motor del progreso
se encuentra, entonces, en el despliegue de las tendencias espontáneas del
espíritu humano. No hay ninguna referencia (salvo pág. 79) a las condiciones
sociales de producción del conocimiento. El pasaje de un estado a otro (en
verdad, toda la teoría) se mueve en el vacío, en el plano de las ideas
desligadas de su conexión terrestre. De ahí que todo el enfoque esté
estructurado como una confrontación entre las distintas formas del pensamiento
religioso y las diversas formas del pensamiento filosófico.
El idealismo subyacente a esta
concepción encuentra su expresión concreta en el pasaje de la pág. 73, en el
que examina la función social de la filosofía primitiva (estado
teológico):
“Esta filosofía primitiva ha sido tan necesaria para el desarrollo
inicial de nuestra sociabilidad como para el de nuestra inteligencia; sin ella,
bien por constituir primitivamente estas doctrinas comunes, bien por suscitar
espontáneamente la única autoridad espiritual que pudiera entonces surgir, el
vínculo social no habría podido adquirir ni extensión ni consistencia.” (pág.
73).
Las ideas (las filosóficas, no las de
cualquier hijo de vecino) son las que, en definitiva, constituyen los vínculos
sociales. El cemento social es la ideología (dicho esto en términos más
modernos). El desarrollo posterior de esta concepción idealista de las
relaciones sociales puede ser rastreado en la obra del sociólogo francés Emile Durkheim
(1858-1917).
5] El carácter metafísico de la
teoría de los tres estados
En la sección del capítulo 1 dedicada
al estado metafísico, Comte efectúa una dura crítica de la
metafísica (sobre todo en pág. 75).
Sin embargo, y dados: a) el carácter
idealista de los fundamentos de su concepción; b) el recurso a las “tendencias
del espíritu humano” para explicar el pasaje de un estado a otro; podemos afirmar
que Comte formula una nueva metafísica.
El paso de la “imaginación” a la
observación se convierte en una tendencia inevitable, el camino necesario que
debe recorrer la humanidad. El proceso aparece desligado de su relación con la
reproducción de las condiciones de vida de los seres humanos (la reproducción
de las relaciones sociales) y queda reducido al despliegue de los “principios”
propios del espíritu humano.
Hasta aquí llegamos con este resumen
de las ideas de Comte. En la próxima clase comenzaremos el análisis de la obra
de Emile Durkheim.
Les agradezco su atención.
Villa del Parque, viernes 2 de octubre de 2020
NOTAS:
[1] El
autor dedica a Comte el capítulo 7 de la obra (pp. 85-94).
[2] Comte tenía
en mente a autores como Louis de Bonald (1754-1840), Joseph de Maistre
(1754-1821), etc.
[3] Zeitlin cita al autor francés en la
versión inglesa: Comte, Auguste. (1893). The Positive Philosophy. London:
Kegan Paul. La cita de marras se encuentra en las págs. 37-38.
[4] Salvo el pasaje de pág. 71, donde relaciona el estado
alcanzado con la cuestión de la raza (por supuesto, la raza blanca ocupa el
escalón superior de la evolución).
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