“El fin de la política no es el conocimiento, sino
la acción.”
Aristóteles (384-322 a. C.), filósofo griego.
Hoy nos corresponde terminar nuestro análisis del Manifiesto Comunista, redactado por Karl
Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) en 1848. [1] En la clase
anterior estudiamos la teoría del
capitalismo; ahora nos toca examinar la teoría de las clases sociales y la teoría de la política. Quiero repetir algo que indiqué la clase
anterior: nuestra aproximación al MC es un recorte grosero y esquemático del
MC, realizado con el propósito de alentar la lectura del texto, sin ninguna
pretensión de cerrar otras posibles interpretaciones o de clausurar la vastedad
de cuestiones que plantea la obra. El MC es un texto clásico; una de las
cualidades de un clásico es, precisamente, constituir un universo en sí mismo.
Pero todo esto tiene que ser argumentado. Para ello, nada mejor que pasar a la
clase.
La sociedad capitalista se basa en la propiedad privada de los medios de
producción. Éstos pertenecen a una parte de la población, mientras que el
resto se encuentra excluido de dicha propiedad. [2] Marx y Engels sostienen que
esta forma específica de propiedad se encuentra en la base de la estructura de
clases de la sociedad moderna:
“La propiedad privada actual, la propiedad burguesa, es la última y más
acabada expresión del modo de producción y de apropiación de lo producido
basado en los antagonismos de clase, en la explotación de los unos por los
otros.” (p. 53).
Esa propiedad privada (la de los medios de
producción) requiere de la colaboración de los trabajadores para ponerse en
movimiento. Dicho de manera burda, las materias primas y las máquinas no crean
mercancías por sí solas, hace falta un trabajador que las acciones.
“[El trabajo asalariado] lo que crea es capital, es decir, la propiedad
que explota al trabajo asalariado y que no puede acrecentarse sino a condición
de producir nuevo trabajo asalariado, para explotarlo a su vez. En su forma
actual, la propiedad se mueve en el antagonismo entre el capital y el trabajo
asalariado.” (p. 53-54).
Como ya indicamos en el encuentro anterior, y a
diferencia de lo que ocurre en las sociedades precapitalistas, la clase
dominante en el capitalismo (la burguesía) está interesada en expandir la
producción, en desarrollar las fuerzas productivas. Esa expansión no es
armónica sino contradictoria, se da en el marco de la lucha entre el capital y
el trabajo, entre empresarios y trabajadores.
La burguesía y la clase trabajadora se crean (y
re-crean a cada momento) mutuamente.
“En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el
capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros
modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo y lo encuentran
únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados
a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de
comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas
las fluctuaciones del mercado.” (p. 43).
Este punto es importante, pues el énfasis que pone
el MC en la lucha de clases no debe hacer olvidar que esa lucha presupone la
relación de dependencia recíproca de las clases en conflicto. Dicho conflicto
surge, precisamente, del tipo de relación que se entabla entre burgueses y
proletarios en el proceso productivo, y no de las cualidades personales de unos
y otros. En otras palabras, empresarios y trabajadores luchan por intereses
materiales, no por egoísmo individual.
El desarrollo de la producción capitalista aumenta
el número de asalariados, así como también modifica las condiciones materiales
en que producen los trabajadores:
“La industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios,
sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren
mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de
los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las
diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas partes, a un nivel
igualmente inferior.” (p. 46).
No importa en este momento discutir si los
pronósticos de Marx y Engels sobre la capacidad de la clase trabajadora para
derrocar al capitalismo y construir una nueva sociedad eran correctos; con el
diario del lunes en la mano es evidente que esto no fue así (o, por lo menos,
no ha sido así hasta el presente). Lo importante aquí es destacar que la clase
obrera es moldeada por el desarrollo del capitalismo, y que este desarrollo
está condicionado por el tipo de relación que se establece entre capitalistas y
trabajadores. La burguesía crea a los trabajadores; los trabajadores crean a la
burguesía.
Ya hemos visto como el capitalismo supone la
modificación incesante de las condiciones de producción social; esto se traduce
en una mayor explotación de la clase trabajadora. Marx y Engels describen así
este proceso:
“El creciente empleo de máquinas y la división del trabajo quitan al
trabajo del proletario todo carácter sustantivo y le hacen perder con ello todo
atractivo para el obrero. Este se convierte en un simple apéndice de la
máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de
más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce
poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para
perpetuar su linaje. Pero el precio del trabajo [de su fuerza de trabajo], como
el de toda mercancía, es igual a su costo de producción. Por consiguiente,
cuanto más fastidioso resulta el trabajo, más bajan los salarios. Más aún,
cuando más se desenvuelven el maquinismo y la división del trabajo, más aumenta
la cantidad de trabajo, bien mediante la prolongación de la jornada, bien por
el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del movimiento
de las máquinas.” (p. 44).
Este aumento de la explotación de la clase
trabajadora potenció la lucha de ésta contra la burguesía. Desde la perspectiva
de Marx y Engels, toda la historia humana era historia de la lucha de clases; al respecto, la frase
que figura al comienzo del MC es una de las más conocidas de la obra:
“La historia de todas las sociedades que han
existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.” (p. 34).
Pero la lucha de clases asumió un carácter
diferente en la sociedad capitalista. Por primera vez en la historia una clase
oprimida (la clase trabajadora) desarrolló a su interior un proyecto teórico y
político cuyo objetivo era la supresión de las clases sociales y no el mero
ascenso al poder político de una nueva clase. [3] Esto fue posible, entre otras
cosas, por las condiciones sociales creadas por la misma producción
capitalista:
“Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de
proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y
adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de
existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina
va borrando las diferencias en el trabajo y reduciendo el salario, casi en
todas partes, a un nivel igualmente inferior.” (p. 46).
No importan en este momento los errores del
diagnóstico; con el tiempo, la burguesía desarrolló la capacidad de integrar al
capitalismo a la clase trabajadora. Pero lo cierto es que el capitalismo generó
las condiciones para que los trabajadores pudieran organizarse en sindicatos y
partidos políticos, algo que no había ocurrido con las clases oprimidas en las
sociedades anteriores.
En MC se encuentra una periodización de las etapas
de la lucha de la clase obrera contra la burguesía. No es una secuencia lineal,
pues los mismos Marx y Engels admiten que los triunfos obreros son “efímeros”.
Aquí operan dos tendencias: de un lado, el aumento de la cohesión, gracias al
desarrollo de la producción capitalista; del otro, la disgregación a partir de
la competencia promovida por esa misma producción.
“A veces los obreros triunfan: pero es un triunfo efímero. El verdadero
resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más
extensa de los obreros. Esta unión es favorecida por el crecimiento de los medios
de comunicación, creados por la gran industria y que ponen en contacto a los
obreros de diferentes localidades. Y basta ese contacto para que las numerosas
luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen
en una lucha nacional en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una
lucha política. (…) Esta organización del proletariado en clase y, por tanto,
en partido político, es sin cesar socavada por la competencia entre los propios
obreros.” (p. 47).
La mencionada periodización puede resumirse así:
“Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados; después, por
los obreros de una misma fábrica; más tarde, por los obreros del mismo oficio
de la localidad contra el burgués aislado que los explota directamente. No se
contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de
producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción:
destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas,
incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuera la posición perdida
del trabajador de la Edad Media.” (p. 45-46).
El punto más alto de la lucha de los trabajadores
está dado por el desarrollo de una organización política independiente de la
burguesía. En términos más concretos, se trata de la constitución de partidos socialistas, cuyo objetivo es
la abolición del capitalismo y la construcción de una nueva forma de
organización social, el socialismo.
El MC es, precisamente, la expresión de una
organización política de la clase obrera; por eso, en él se conjugan el análisis
científico del capitalismo y el desarrollo de una propuesta política para reemplazarlo
por otra organización social.
Aquí sólo podemos bosquejar los rasgos más
generales de la concepción política contenida en el MC. El punto de partida es la
afirmación del carácter de clase del
Estado:
“El gobierno del Estado moderno no es más que una
junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.” (p. 37).
La clase trabajadora, cuyas luchas se vuelven cada
vez más nacionales, en el sentido de que abarcan todo el territorio de un país,
está obligada a derrocar el poder político de la clase capitalista:
“Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado
contra la burguesía es primariamente una lucha nacional. Es natural que el
proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía.
(…) revolución abierta y el proletariado, derrocando por la violencia a la
burguesía, implanta su dominación.” (p. 50).
Esta revolución tiene por objetivo la conquista
del Estado:
“El objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que el de todos
los demás proletarios: constitución de los proletarios en clase, derrocamiento
de la dominación burguesa, conquista del Poder político por el proletariado.”
(p. 52).
En otras palabras, la organización política
constituye el punto más alto del proceso de unión y organización de la clase
trabajadora, el momento en que los miembros de esta clase adquieren la
conciencia de ser una masa opuesta a la burguesía. Esa conciencia se expresa,
precisamente, en la construcción de la autonomía política de la clase, es
decir, en la construcción de un proyecto político propio, independiente de los
partidos políticos que responden a la burguesía. Si bien en MC se afirma más de
una vez que la tendencia de la clase trabajadora a la organización sindical y
política es inexorable y que, a la larga, termina indefectiblemente en la
revolución, la verdad es que se trata de una tendencia, contrarrestada por otra
tendencia indicada en la obra: la competencia entre los trabajadores. [4]
Por último, en el MC se enfatiza la necesidad de
la organización internacional de los trabajadores, puesto que el capitalismo es
un sistema mundial.
“Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no
poseen. Mas, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el
Poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en
nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués. El
aislamiento nacional y los antagonismos entre los pueblos desaparecen de día en
día con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el mercado
mundial, con la uniformidad de la producción industrial y las condiciones de
existencia que les corresponden.” (p. 89).
Marx y Engels plantean que “la acción común del
proletariado, al menos el de los países civilizados, es una de las primeras
condiciones de su emancipación” (p. 59-60). De ahí que el MC termine con el
conocido llamamiento: ¡Proletarios de
todos los países, uníos!
Con esto terminamos nuestro breve paseo por el MC.
En la próxima clase examinaremos los rasgos más generales de la teoría marxista
de la sociedad. Utilizaremos para ello el prólogo a la Contribución a la
crítica de la economía política (1859), que enviaré oportunamente por correo
electrónico.
Les agradezco su atención y paciencia.
Villa del Parque, viernes 4 de septiembre de 2020
ABREVIATURAS:
CS = Ciencia social (o ciencias sociales) / MC = Manifiesto Comunista /
NOTAS:
[1] Todas las citas textuales utilizadas en la
clase están tomadas de la siguiente edición: Marx, K. y Engels, F. (1986). Manifiesto del partido comunista. Buenos
Aires, Argentina: Anteo.
[2] Engels redactó una nota para la edición
inglesa de 1888 del MC. En ella definió así a las dos clases principales de la
sociedad capitalista: “Por burguesía se comprende a la clase de los
capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, que
emplean el trabajo asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los
trabajadores asalariados modernos, que, privados de medios de producción
propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir.”
(p. 34).
[3] “Todas las clases que en el pasado lograron
hacerse dominantes trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo a
toda la sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los proletarios
no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino aboliendo su propio
modo de apropiación existente en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación
existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar;
tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando
la propiedad privada existente.” (p. 49).
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