Noticia bibliográfica:
Para
la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Sebastián Mazzuca:
Held, David. (1997). La democracia y el
orden global: Del Estado moderno al gobierno cosmopolita. Barcelona: Paidós
Ibérica. La ficha está limitada al cap. 3 de la obra: El desarrollo del
Estado-Nación y la consolidación de la democracia (pp.71-97). Agradezco la colaboración de mi
compañera Pez López, quien me facilitó sus notas de lecturas.
Título original:
Democracy and the Global Order. From the modern State to the Cosmopolitan
Governance. Publicado por primera
vez en 1995 por Polity Press.
Advertencia: Los textos que se
encuentran entre corchetes se refieren a comentarios que exceden los límites
del texto.
Los Estados
modernos se desarrollaron como Estados-Nación
[EN a partir de aquí] = “aparatos políticos distintos tanto de los
gobernantes como de los gobernados, con suprema jurisdicción sobre un área
territorial delimitada, basados en el monopolio del poder coercitivo, y dotados
de legitimidad como resultado de un nivel mínimo de apoyo o lealtad de sus
ciudadanos.” (p. 71).
Las
innovaciones más importantes que trajo el Estado moderno (p. 71-72):
1]
Territorialidad: Con la emergencia
del sistema de EN se fijaron fronteras exactas.
2]
Control de los medios de violencia: Monopolio
de la fuerza y los medios de coerción. Para ello fue preciso someter a los
centros de poder rivales dentro de los EN.
3]
Estructura impersonal de poder: Para
que se consolidara un orden político impersonal y soberano fue necesario
eliminar la concepción de que los derechos, las responsabilidades y los deberes
políticos estaban ligados a la religión y a las prerrogativas de los grupos
tradicionales.
4]
Legitimidad: La erosión de las
concepciones del derecho divino o el derecho estatal, provocó que “los seres
humanos como «ndividuos» y como «pueblos», empezaron a ganarse un lugar en el
orden político como «ciudadanos activos». La lealtad de los ciudadanos se
convirtió en algo que debían conquistar los Estados modernos: invariablemente
esto implicó la pretensión del Estado respecto a legitimarse para reflejar y/o
representar las perspectivas e intereses de los ciudadanos.” (p. 71-72).
En
el EN confluyen dos tendencias (esbozadas en el capítulo 2 del libro de Held):
“la noción el Estado moderno como un sistema de poder circunscripto que impone
una serie de controles y mecanismos regulatorios tanto a gobernantes como a
gobernados, y la noción del Estado moderno como una comunidad política
democrática en que los gobernantes son representantes de los ciudadanos y
responsables ante ellos.” (p. 72). Si bien estas tendencias se encontraron
muchas veces en tensión, se encontraron asociados en el EN democrático liberal.
No
hay que confundir EN y nacionalismo. Mientras que el primero
requiere sólo la unificación del aparato administrativo dentro de un territorio
determinado, el segundo “denota la existencia de símbolos y creencias capaces
de crear pautas de comunidad étnica, religiosa, lingüística y política” (p.
77).
No
hay que minimizar las diferencias entre EN
y el Estado Absolutista.
Formas
del Estado moderno:
1]
Constitucionalismo o Estado constitucional: se refiere a los
límites del proceso de elaboración de decisiones político o estatal. Se puede
establecer la forma de tomar decisiones o impulsar cambios (procedimentalismo). Se puede bloquear
ciertos tipos de cambio (sustantivismo).
2]
Estado liberal: definido por el
intento de crear una esfera privada independiente del Estado y asegurar la liberación
de la sociedad civil de toda inferencia política innecesaria. “El
constitucionalismo, la propiedad privada y la economía de mercado competitiva,
junto con un modelo de familia específicamente patriarcal, se consagraron como
pilares del Estado liberal.” (p. 73).
3]
Democracia liberal o representativa: las decisiones que
afectan a la comunidad son tomadas por los representantes elegidos por el
pueblo dentro del marco de la ley. Supone la vigencia de un conjunto de reglas
o instituciones: a) control constitucional de la política gubernamental de los
funcionarios electos; b) establecimiento de mecanismos para designar y
destituir pacíficamente a los funcionarios; c) derecho de todos los adultos a
votar en las elecciones; d) derecho de presentarse para ocupar cargos públicos;
e) derecho a que cada ciudadano se exprese libremente; f) fuentes accesibles de
información, independientes del gobierno y del control de un único cuerpo o
grupo; g) derecho de formar e ingresar en asociaciones independientes
(políticas, sociales o culturales). (p. 74).
4]
Comunidad política de partido único o unipartidista:
Basada en el principio de que “solo un único partido puede ser la legítima
expresión de la voluntad general de la comunidad” (p. 75).
Contenido
del capítulo:
Análisis
de la manera en que el Estado moderno se desarrolló como EN; como la democracia
se conformó dentro del EN como democracia representativa liberal; como este
tipo de democracia predominó en el mundo político.
En
el análisis se toman tres claves explicativas (o “macropautas”): la guerra y el
militarismo; la emergencia del capitalismo; la lucha por la ciudadanía.
Sección 3.1. Guerra y
militarismo
(pp. 75-83).
El
sistema de Estados modernos fue producto de la intersección de procesos
nacionales e internacionales. “En el núcleo de estos procesos combinados se
hallaba la aptitud de los Estados para asegurar y fortalecer sus bases de poder
y, de ese modo, ordenar sus relaciones, internas y externas. Lo que estaba en
juego era, en pocas palabras, la capacidad de los Estados para organizar los
medios de coerción (ejércitos, armadas y otras formas de fuerza militar) y
desplegarlos cuando fuera necesario.” (p. 76).
Held
toma el caso de Inglaterra. Del
siglo XII al XIX, entre el 70 y el 90 % del gasto estatal se destinó a la
fuerza militar. Entre los siglos XVII-XVIII el presupuesto estatal pegó un
salto de crecimiento, impulsado casi exclusivamente por los gastos militares
(aumentó el costo de mantener un ejército y una armada). (1)
El
autor no apoya la tesis del determinismo
militar (que sostiene que los cambios en la guerra y los recursos militares
son la única causa de los cambios en el Estado). Los hechos mencionados arriba
“indican que el desarrollo y el mantenimiento de la capacidad coercitiva fueron
centrales en la constitución del Estado; si pretendían sobrevivir, los Estados
debían procurarse esta capacidad y asegurarse su efectividad.” (p. 77). (2)
Todos
los Estados europeos compitieron por desarrollar sus recursos militares. Muy
pocos tuvieron éxito; Gran Bretaña, Francia y España estuvieron entre los
“sobrevivientes” de esta competencia. (p. 77). Esta competencia entre Estados estaba guiada no sólo por ambiciones de
los gobernantes o consideraciones de política interna, “sino también por la
misma estructura del sistema
internacional: los Estados individuales, para garantizar su propia seguridad,
debían prepararse para la guerra, un proceso que bastaba para generar
inseguridad en los demás Estados y los llevaba a responder con la misma moneda.
(…) los Estados se armaban y militarizaban en parte para aumentar su propia
seguridad, y al hacerlo aumentaban la inseguridad de los otros Estados, que a
su vez recurrían al armamentismo – de ese modo, todos los Estados se hallaban
en condiciones de menor seguridad -. Este
círculo vicioso de inseguridad mutua se conoce como «el dilema de seguridad» del Estado.” (p. 78; el
resaltado es mío – AM-).
¿Cómo
obtenían los Estados los recursos para financiar sus gastos militares?
Los
Estados estaban obligados a desarrollar
sus actividades de extracción =
habilidad para extraer recursos (hombres, armas, víveres o impuestos). Por
supuesto, se desataron fuertes resistencias entre los súbditos, las que, a su
vez, debieron ser sofocadas por el Estado. Para ello debió constituirse una
estructura administrativa capaz de controlar efectivamente el territorio. Así,
“el desarrollo de ciertas organizaciones básicas del Estado moderno recibió su
impulso de la intersección de la guerra y los intentos de financiarla.” (p.
78).
“Con el tiempo, fue la creciente escalada de
la guerra, y en particular su creciente dependencia del cambio y la
especialización tecnológica, lo que dio al Estado-nación su impronta distintiva
y su superioridad sobre las otras formas de Estado.” (p. 78).
La
consolidación de Estados con fuerzas armadas sólidas no erradicó los conflictos
con los súbditos que se oponían a la militarización (por ejemplo, las disputas
en torno a los impuestos necesarios para sostener los gastos militares). La
expansión de los medios de coerción fue de la mano, por lo general, con el
desarrollo de las demandas de representación de los súbditos en el gobierno. “A
medida que aumentaban los costos y las exigencias de la guerra, mayor era la
necesidad de los gobernantes de negociar con sus súbditos y conquistar su
apoyo.” (p. 79). (3)
En
otras palabras, “a medida que se involucraba en los preparativos para la guerra
y en las batallas, la gente comenzaba a tomar conciencia de su pertenencia a
una comunidad política y de los derechos y las obligaciones que esa pertenencia
puede implicar. (…) la expansión de la ciudadanía estuvo sin lugar a dudas
enlazada a los requerimientos militares y administrativos del Estado moderno y
la consecuente «politización» de las
relaciones sociales y las actividades cotidianas.” (p. 81). Held sostiene que
hay que rechazar las explicaciones mecánicas: ciertas democracias fueron
estimuladas por las movilizaciones masivas (Gran Bretaña, Canadá, Países
Bajos), otras fueron producto de derrotas militares (Austria, Alemania, Italia
y Japón).
El
nacionalismo fue “una fuerza crucial
en el desarrollo del Estado-nación democrático” (p. 81). Entre otras cosas,
porque “estuvo estrechamente ligado a la unificación administrativa del Estado”
(p. 81). Los Estados promovieron la construcción de una identidad nacional que
legitimara sus esfuerzos tendientes al desarrollo de un aparato administrativo
[Y esa construcción retroalimentó la expansión de dicho aparato]: “la
construcción de una identidad nacional formó parte del proyecto de aglomerar a
la gente dentro del marco de un territorio delimitado con el propósito de
afirmar o aumentar el poder del Estado. Los requerimientos de la acción
política hicieron del despliegue de la identidad nacional un medio para
asegurar la coordinación de las medidas políticas, la movilización y la
legitimidad.” (p. 81-82). (4)
Sección 3.2. Estados
y capitalismo
(pp. 83-90).
Esta
sección gira en torno al intento de dar respuesta al problema de cuál fue la
relación entre el desarrollo del sistema económico capitalista y el Estado
moderno.
Ante
todo, en sus orígenes globalización
fue sinónimo de globalización europea.
Sólo los Estados europeos (producto del proceso reseñado en la sección
anterior) poseían los recursos necesarios para emprender largas expediciones
ultramarinas y sostener colonias en los territorios conquistados. A su vez, esa
expansión profundizó el desarrollo de grandes organizaciones en las metrópolis:
“en particular, la expansión europea se convirtió en la mayor fuente de
desarrollo de la actividad y eficiencia estatales.” (p. 85). Con los recursos
de las colonias, los poderes ejecutivos y las burocracias estatales pudieron
reforzar su autonomía frente a las asambleas y parlamentos locales. (p. 85).
“Una vez más, aquellos Estados que pudieron
organizar una infraestructura administrativa sólida, contaron con la mayor
población, tendieron una red impositiva efectiva y desarrollaron la industria
naviera y armamentista, se pusieron en ventaja y lideraron el proceso.” (p.
85).
El
eje de la supremacía europea fue la expansión de los mecanismos económicos
capitalistas, iniciada alrededor de 1450. Desde sus orígenes, el capitalismo fue internacional. Su desarrollo “introdujo un cambio fundamental en el
orden mundial: hizo posible, por primera vez en la historia, que se concretaran
conexiones genuinamente globales entre Estados y sociedades; penetró en los
rincones más remotos del mundo e imprimió profundos cambios sobre la dinámica y
la naturaleza del poder político.” (p. 86).
Primero,
se expandió el capitalismo comercial. O sea, las relaciones de mercado. (5)
S.
XV: Cambios en la agricultura europea.
Era de los desaguaderos, empleo de tierras húmedas. Resultado: aumento de la
productividad agrícola, creación de excedente para operaciones de compraventa a
largo plazo. Se organizaron las rutas
comerciales de larga distancia: costas septentrionales del Mediterráneo,
corredores Norte-Sur que cruzaban Europa, redes situadas en el Noroeste. Se
aceleró la dinámica de la economía: oportunidades agrícolas y navales. “Los
objetivos de guerra se convirtieron gradualmente en objetivos económicos: las
empresas militares y de conquista se conectaron con la búsqueda de ventajas
económicas.” (p. 87). “Durante un intenso período, la globalización de las
relaciones políticas y económicas coincidieron en un mismo carril.” (p. 87).
Segundo
(en paralelo con lo anterior), el Estado se fue involucrando en los asuntos de
la sociedad civil. Si las actividades económicas dentro de sus territorios eran
exitosas, más recursos quedaban disponibles para el Estado.
S.
XVII-XVIII: Los Estados absolutistas y constitucionales fueron construyendo una
sólida injerencia en las actividades de la sociedad civil. (p. 88).
“El
elemento que acompañó a este proceso fue, por supuesto, la creciente intercalación
de la sociedad civil con el Estado; pues por su capacidad para estabilizar y
garantizar la efectividad de la ley, los contratos y la moneda – de asegurar un
marco que coordinara la economía capitalista emergente -, el Estado se
transformó en objeto de especial atención para las clases y los grupos
poderosos de la sociedad civil, que esperaban poder moldear la acción estatal y
adecuarla a sus intereses.” (p. 88). [No tiene desperdicio. Más allá de la
distinción entre sociedad civil y sociedad política, que supone generalmente
una escisión de aquello que no puede escindirse – la sociedad entendida como
totalidad dialéctica - , la frase final es por lo menos ingenua. ¿Alguna vez
las clases dominantes dejaron de prestar atención al Estado? En una sociedad de
clases, el Estado constituye la forma más elevada de organización de la clase
dominante.]
“¿Cuál
fue la relación entre las organizaciones estatales, las instituciones
representativas y las clases en la época de la formación del Estado moderno? (…)
se pueden descubrir ciertas pautas comunes. En primer lugar, el desarrollo del
Estado se filtró a través de las estructuras sociales de las distintas
sociedades – esto es, de peculiares constelaciones de clases y grupos,
organizadas alrededor de diferentes tipos de recursos, y que podían cooperar
con los constructores del Estado o bien oponerse a ellos. Por ejemplo, en las regiones «capital-intensivas» (áreas
caracterizadas por el comercio, donde prevalecían las relaciones de mercado),
los comerciantes y los empresarios capitalistas favorecieron, y en ocasiones
impulsaron (como en Holanda y Gran Bretaña), estructuras estatales que
ampliaron la representación para incluir sus intereses. En contraste, las áreas «coerción-intensivas» (áreas predominantemente
agrícolas, donde la coerción directa es el factor básico del orden), los
terratenientes lograron un mayor control del Estado y pudieron obstaculizar el
desarrollo de asambleas o consejos representativos.” (p. 88-89; el resaltado es
mío – AM-).
En
las regiones capital-intensivas se verificó una peculiar pauta de relaciones
entre el capitalismo moderno y el Estado moderno emergente. Se dio una alianza entre los gobernantes que querían centralizar el poder político arremetiendo
contra la nobleza, la Iglesia y los distintos cuerpos estamentales, y las clases capitalistas en ascenso
interesadas en remover los obstáculos a la expansión de las relaciones de
mercado. Esta alianza se mantuvo durante la fase formativa del Estado moderno. (p. 89).
S.
XVIII-XIX = La burguesía impulsó el gobierno
representativo para evitar las injerencias arbitrarias del Estado sobre el
poder económico. [Este es el marco en que Adam Smith escribió su Riqueza de las
naciones. Sus recomendaciones de política económica van en esta línea.]. “la
lucha a favor de los derechos civiles y políticos fue reconstituyendo la
naturaleza tanto del Estado como de la economía – conduciendo al primero hacia
el sistema político democrático y a la segunda hacia el sistema de mercado capitalista.”
(p. 90). En este contexto se produjeron luchas en torno a qué contenido darle a
la ciudadanía, las cuales fueron también intentos de definir la acción del
Estado. (p. 90).
Sección 3.3. Democracia
liberal y ciudadanía
(pp. 91-96).
Ciudadanía = “es un status que, en principio, atribuye a los
individuos iguales derechos y deberes, libertades y restricciones, poderes y
responsabilidades. (…) Analizar la ciudadanía consiste, entre otras cosas, en
examinar los tipos de lucha que emprendieron los diversos grupos, clases y
movimientos para obtener mayores grados de autonomía y control sobre sus vidas
ante las distintas formas de estratificación, jerarquía y obstáculos políticos.”
(p. 91).
En
la fase formativa del Estado moderno, las luchas por la ciudadanía fueron
sinónimo de “intento de establecer cierta forma de soberanía popular mediante
la sanción de ciertos derechos civiles y políticos.” (p. 91). (6)
S.
XVIII = Luchas por los derechos civiles
en GB y EE.UU. Quedaron aseguradas la libertad individual y la igualdad ante la
ley. Si bien impugnaron las relaciones tradicionales de poder, fueron
funcionales al desarrollo del capitalismo: “los nuevos derechos autorizaban a
cada persona que los ejerciera a participar como un agente independiente en la
competencia económica; crearon individuos libres e iguales en status, un status fundante del contrato moderno.” (p. 92).
Para
concluir, Held se hace dos preguntas: ¿por qué en las comunidades occidentales
la ciudadanía cristalizó bajo la forma de derechos civiles y políticos? ¿Cómo
hizo la democracia liberal para triunfar sobre otras formas de gobierno
alternativas?
Plantea
que puede formularse una respuesta analizando la convergencia de tres factores
críticos:
1]
Reciprocidad del poder = creciente
dependencia entre los sistemas nacionales de regulación de la cooperación de
las poblaciones dominadas. (p. 94).
2]
Crisis de los mecanismos de legitimidad tradicionales y su reemplazo por “la legitimidad ofrecida por los sistemas democráticos representativos (…)
que se basaba en el reconocimiento de una relación recíproca entre gobernantes
y gobernados, en la cual, por un lado, estos últimos tenían el deber de
respetar la ley y la autoridad del Estado, y, por el otro, los primeros tenían
la obligación de actuar siguiendo fielmente el amplio mandato del «pueblo».” (p. 94; el resaltado es mío – AM -.).
3]
La democracia representativa liberal no representaba una amenaza para las
fuerzas y la creciente autonomía de la economía de la sociedad civil. (p. 94).
El
argumento habitual sobre el triunfo del EN sobre otras formas de Estado: “los
Estados-nación alcanzaron la supremacía
porque triunfaron en la guerra, fueron relativamente exitosos desde el punto de
vista económico, y lograron un grado significativo de legitimidad entre sus poblaciones
y los demás Estados.” (p. 96).
Villa del Parque,
lunes 30 de mayo de 2016
NOTAS:
(1)
Existen
registros anuales de los gastos del gobierno central británico desde 1688.
Dichos datos muestran que “las cuentas del Estado estaban dominadas por las guerras
externas.” (p. 76).
(2)
Held
resume así su argumento: “Las empresas militares dejaron un resultado
paradójico: estimularon la formación de instituciones representativas y
democráticas. Pero señalar esto no equivale a afirmar que la emergencia de
estas instituciones es totalmente explicada por la intervención en la guerra.
Las condiciones históricas que rodearon el surgimiento de las democracias
nacionales fueron complejas y variadas." (p. 82).
(3)
Comenzó
a regir el principio “No se pagan impuestos sin representación”.
(4)
Held
advierte que si bien las élites fomentaron el nacionalismo, no fueron los
únicos en actuar en el proceso de constitución de la identidad nacional. Ésta,
a su vez, no se formó sobre cualquier territorio; fue preciso bucear dentro de
la historia cultural, para encontrar y promocionar las experiencias comunes.
(p. 82).
(5)
“Es
necesario distinguir entre la expansión de las relaciones de mercado
capitalistas basadas en el deseo de comprar, vender y acumular recursos
líquidos o capital, y la formación del capitalismo industrial que implica
relaciones de clase altamente diferenciadas – basada en quienes poseen o
controlan los medios de producción y quienes tienen sólo su fuerza de trabajo
para vender –“ (p. 86). Sólo a partir del siglo XVIII comienzan a convergir el
capitalismo comercial con la organización industrial capitalista.
(6) Los derechos civiles son “aquellos (…) que (…)
necesarios para asegurar la autonomía individual, que incluye la libertad
personal, la libertad de palabra, pensamiento y creencias, el derecho a la
propiedad y de suscribir contratos, y la igualdad ante la ley.” (p. 91). Los derechos políticos “son aquellos tipos
de derechos que crean la posibilidad de participar en el ejercicio del poder
político como miembro de la asociación política, o como elector de los miembros
de esa asociación.” (p. 92). Además, a finales del siglo XIX surgieron los derechos sociales, “en la forma de
medidas redistributivas de bienestar – que incluyen las medidas que fundan la
seguridad social, la salud pública y nuevas formas de tributación progresiva.”
(p. 95).
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