Noticia bibliográfica:
La
redacción de esta ficha se hizo en base a: Mann, Michael. (2004). “La crisis
del Estado-Nación en América Latina”. EN: DESARROLLO ECONÓMICO, vol. 44, núm.
174, julio-septiembre de 2004, pp. 179-198. (1) Agradezco la colaboración de mi compañera Pez López, quien me
facilitó sus notas de lecturas.
Advertencia:
Los textos que se encuentran entre corchetes se refieren a comentarios que
exceden los límites del texto.
Abreviaturas:
AL =
América Latina.
EN =
Estado-nación.
Pregunta
central:
¿Qué
hace que los Estados-nación (EN a partir de aquí) sean exitosos, es decir,
Estados con “poderes infraestructurales” efectivos y naciones cohesionadas? (p.
179).
Estructura:
Primero,
análisis comparativo de Occidente, América Latina y las partes de Asia que se
desarrollaron con éxito. Luego, identificación de los problemas de los Estados
latinoamericanos de hoy. (p. 179).
Hipótesis
principal:
“Sólo
los Estados con infraestructuras eficientes pueden convertirse en democracias
plenas.” (p. 179). (2)
La
“crisis estructural” de los EN AL = fallas en la construcción de
infraestructuras eficientes. (p. 179).
Conceptos
fundamentales:
Poder estatal = Dos
significados. “Podemos hablar de un Estado que es «fuerte»
porque ejerce un poder despótico sobre
su sociedad [Poder despótico], o
porque puede implementar de forma efectiva decisiones a través de su sociedad [Poder
infraestructural].” (p. 180).
Poder despótico = “la
capacidad de las elites estatales para tomar decisiones sin negociaciones
regulares con sectores y grupos de la sociedad civil. En principio, la
democracia no involucra poder despótico alguno, aunque todos los EN lo ejercen en
alguna medida.” (p. 180).
Poder infraestructural = “es
la capacidad del Estado para implementar realmente decisiones a lo largo de su
territorio, independientemente de quien tome dichas decisiones. Esto puede
también denominarse capacidad o eficiencia del Estado. Para ello se
requiere que éste posea infraestructuras que penetren de forma generalizada en
la sociedad civil, que sirvan como medio para que las elites extraigan recursos
de, y suministren recursos a, todos los súbditos.” (p. 180).
Estado moderno ideal =
es el que “combina un alto poder infraestructural y un bajo poder despótico,
esto es, cuenta con la capacidad de movilizar recursos y reglas de forma
efectiva en todo su territorio, al tiempo que sigue siendo democrático. Éste
sería un Estado-nación plenamente democrático y burocrático.” (p. 180-181).
2. Estados occidentales antes de 1945
(pp. 180-182)
En
ninguna parte se alcanzó el Estado moderno ideal. Entre los siglos XVIII-XX se
verificó el proceso de establecimiento de EN infraestructuralmente poderosos y
ampliamente democráticos.
Esto
supuso tres grandes procesos sociales:
A] Reducción de la heterogeneidad étnica en
cada Estado. En Europa se concretó a través “de una mezcla de asimilación
voluntaria y forzada en una identidad étnica dominante (como la francesa, la
alemana, etc.) (…) en la mayoría de los casos existe una única identidad
nacional dominante en la cual se socializan los nuevos inmigrantes.” (p. 181).
[“La ironía está en que fue por medio de la
opresión y el asesinato que se desarrolló un sentido común de nacionalidad.”
(p. 181; el resaltado es mío.)]
B] Democratización como consecuencia de la
resistencia a la tributación para sostener los gastos militares de los Estados.
“Este movimiento de resistencia generó una considerable solidaridad entre
clases y etnias contra las elites estatales despóticas. (…) Las elites
provinciales se unieron al movimiento y así perdieron su autonomía regional.
Los Estados se hicieron más centralizados.” (p. 181-182). (3)
“…existe una profunda ironía en el hecho de
que la tendencia de los occidentales a matarse entre sí llevara a la democracia.”
(p. 182; el resaltado es mío – AM-).
C]
Grandes reducciones en las desigualdades
de clase e institucionalización del
conflicto de clase.
La
reducción de la desigualdad fue consecuencia de “la combinación de una
industrialización más bien extensa y uniforme dentro de los territorios y de
presiones democráticas sobre los Estados en busca de una tributación más
justa.” (p. 182).
Como
consecuencia de los tres procesos mencionados, surgieron sociedades civiles
“relativamente centralizadas, homogéneas e igualitarias, articuladas
políticamente por un sentimiento compartido de ciudadanía nacional. Los Estados
se hicieron en gran medida democráticos, con el objeto de lograr el bienestar
de todos, y fueron relativamente eficaces en la movilización de compromisos
ciudadanos. (…) Los súbditos se convirtieron en ciudadanos (…) los conflictos
étnicos, regionales y de clase se institucionalizaron de forma estable.” (p.
182).
3. Los
Estados latinoamericanos antes de 1945 (pp. 182-186)
Parte
de la afirmación de que la vía europea para el desarrollo del EN es
irrepetible. En el caso de AL, hay dos rasgos distintivos que retrasaron la
emergencia de “verdaderos Estados-nación” (p. 183):
A] A
diferencia del caso europeo, las presiones
militares-fiscales fueron muy inferiores en AL, de modo tal que no se
verificaron los procesos de unificación de los sectores populares, las clases
medias y las elites provinciales en torno a la lucha contra los impuestos para
financiar los gastos bélicos. No surgió por tanto una demanda de
fortalecimiento de las instituciones representativas. (p. 183).
“Las
elites estatales europeas se ocuparon principalmente de hacer la guerra. (…) tanto
en Brasil como en la Argentina el objetivo principal fue la integración en la
economía mundial. Sus mayores partidas de gasto estuvieron destinadas no a los
esfuerzos bélicos sino a la construcción de puertos y grandes depósitos de
mercancías. Las inversiones en infraestructura no apuntaban tanto a integrar
los territorios en el ámbito de los Estados como a conectarlos con el mundo
exterior. (…) La mayor parte de los
recursos monetarios provenía del comercio y refluían hacia éste. Dado que el
Estado no interfería demasiado en el dominio de las elites provinciales, éstas
conservaron su control local. Los Estados gobernaron indirectamente a sus
provincias por medio de caciques y jefes locales. Los ricos virtualmente no
pagaban impuestos y aun los pobres pagaban menos que en Europa. La debilidad de
los Estados fue persistente a lo largo del tiempo y fueron gobernados por
oligarquías terratenientes, las cuales sofocaron las presiones populares a
favor de reformas agrarias y de mayor igualdad.” (p. 183).
En síntesis: “Aunque marchaban (de forma más
lenta y más desigual) hacia la democracia, su grado de penetración
infraestructural en sus respectivos territorios continuó siendo mucho más
débil.” (p. 183).
B]
Los principales contrastes étnicos
duraron más tiempo.
Las
colonias anglosajonas de la zona templada exterminaron rápidamente a casi todas
sus poblaciones indígenas, mientras que las colonias en AL nunca llegaron a
tales grados de exterminio.
Ironía
histórica: “al haber exterminado al 95 % de sus poblaciones indígenas, Estados
Unidos y Australia pudieron desarrollar posteriormente democracias liberales
impecables [¡Impecables! La acción de la justicia norteamericana fue siempre
“impecable” con los militantes obreros Los Mártires de Chicago dan fe de ello,
y siguen las firmas.], sin tener que enfrentar problemas racionales (salvo por
el legado de la importación norteamericana de esclavos negros) [¿? Salvo, por
ejemplo, por la Guerra de Secesión, el KKK y los disturbios raciales
recurrentes. Una nimiedad.]. En cambio, los Estados latinoamericanos, en
principio más humanos [este “en principio” no tiene desperdicio], tuvieron que
confrontar problemas raciales-étnicos (…) las comunidades indígenas fueron
siendo integradas en los estratos inferiores de las jerarquías de clase y casta
establecidas por los colonizadores. Las diferencias raciales entre blancos,
mestizos, negros, mulatos e indios generalmente reforzaron las diferencias de
clase.” (p. 183-184).
Las
diferencias de clase se convirtieron en diferencias regionales. Por lo general,
las zonas industrializadas fueron las pobladas por blancos, en tanto que las
zonas con predominio de las clases inferiores se dedicaban a las actividades
económicas más atrasadas. Las zonas industrializadas se conectaron con el
mercado mundial más que con la economía nacional. Los sindicatos representaron
a los estratos privilegiados de la fuerza de trabajo. No llegó a desarrollarse
una fuerte solidaridad nacional. (p.
184).
A y
B = “mayores niveles de desigualdad de clase, étnica y regional entre el cuerpo
ciudadano que la existente en Occidente. Estos patrones de desigualdad aún
persisten” (p. 184).
4. El Sur y el Este de Asia después de
1945
(pp. 187-189)
1945 generalización por todo el mundo del
EN. La mayoría tuvo como modelo la versión capitalista del desarrollo económico
y la versión liberal de la libertad y la democracia. (p. 187). A partir de 1991
“virtualmente” todos los países comparten esos objetivos. (p. 187).
¿Cuál
es la realidad?
“En
verdad, la mayoría de los regímenes del mundo se desenvuelven dentro de un
espacio más bien amplio situado entre la democracia plena y el despotismo: hay elecciones pero éstas son
distorsionadas por el control gubernamental sobre los medios, la proscripción
selectiva de elementos subversivos de oposición, la alteración de sitios y
procedimientos de votación, el fraude electoral, etc.; en fin, todas las
técnicas y probadas antes en Occidente. Además, la mayoría de los regímenes
del mundo han hecho poco para promover el desarrollo económico. (…) la brecha
entre el Norte y el Sur continúa siendo muy grande, y en realidad se expande
para la mayoría de los países del Sur.” (p. 187; el resaltado es mio – AM- ).
[A confesión de parte, relevo de pruebas. Nada más.]
1945-1965
= Descolonización. Procesos de construcción de nación análogos a los de
Occidente. Nacionalismo secular, democrático. Crecimiento económico. Muchos
regímenes parecían de izquierda (socialismo tercermundista, socialismo árabe,
socialismo africano, etc.). En el Este de Asia, regímenes de derecha realizaron
reformas agrarias y redujeron así las desigualdades. (p. 187).
1965
y después = Estancamiento del desarrollo económico y de las democracias en los
países situados fuera del Este asiático. Socialismo apareció como régimen
despótico en Medio Oriente y África. Nacionalismo secular apareció como
impotente para producir desarrollo y democracia. Aparecieron los movimientos
integristas de corte religioso y étnico. Guerras civiles y crisis estatales. Se
combinan Estados despóticos con muy bajo poder infraestructural. (p. 188).
El Este
asiático, en cambio, logró éxito económico, cuyas bases se sentaron entre las
décadas del 50 y del 70. “El éxito se dio (…) en Estados étnica y
religiosamente homogéneos, con un grado relativamente bajo de desigualdades de
clase. En ellos, la reforma agraria había cerrado las brechas de desigualdad en
el campo, con lo cual la industria y la educación secundaria se difundieron de
forma más o menos uniforme entre la población urbana. Por estas razones, el
nivel de consumo e inversión domésticos fue bastante alto. A partir de estos
fundamentos, los Estados del Este asiático lograron gravar de forma efectiva a
sus ciudadanos, coordinar la actividad económica, proteger las industrias
nacientes, coordinar la actividad económica, proteger las industrias nacientes,
ofrecer incentivos a la inversión, subsidiar a las exportaciones y atraer a los
capitales extranjeros.” (p. 188).
Este
desarrollo económico fue más bien estatista. Estados infraestructuralmente poderosos con gran capacidad de
coordinación con los grupos empresariales. Recién liberalizaron su economía en
los años 80. El crecimiento económico hizo que comenzaran a democratizarse.
(188). Antes, “fueron regímenes estatistas que implementaron un nivel de
igualdad relativamente alto. Empero, fueron a menudo regímenes militares que
colaboraban estrechamente con las grandes empresas, suprimiendo partidos y
sindicatos comunistas, socialistas y liberales.” (p. 188).
“En
términos generales, puede decirse que los patrones de relaciones Estado –
sociedad, que son tan peculiarmente asiáticos, han sido muy propicios para el
desarrollo.” (p. 189).
En
conclusión, no hay un único camino global hacia el desarrollo. (p. 189). “Los
Estados y los mercados parecen propicios para la buena salud económica. Sin
embargo, ningún estudio ha sido capaz hasta ahora de mostrar que el crecimiento
económico esté correlacionado con el libre comercio: no hay correlación entre
crecimiento económico y niveles arancelarios” (p. 189).
5. América Latina después de 1945: La
crisis estructural (pp. 189-192)
Después
de 1945 = Crecimiento económico decepcionante. Estancamiento político. Ni
Estados fallidos (África) ni Estados exitosos (Asia). Estados débiles en
términos infraestructurales, oscilación entre regímenes democráticos y
despóticos. (p. 189).
Lo
novedoso fue el cambio en la forma de las desigualdades
latinoamericanas, lo cual las ha hecho más peligrosas para el tejido
social:
a)
Las desigualdades se han hecho más reales y
visibles en las ciudades. Olas masivas de migración rural-urbana. “La violencia
ya no tiene que ver con las relaciones entre el centro y la periferia. La
violencia es hoy endémica en el centro mismo y no es fácil enfrentarla por
medio de la represión.” (p. 189). El Estado responde a la violencia con represión y violaciones a los derechos humanos.
Erosión de las infraestructuras legales y de policía. Resulta más cómodo operar
mediante “escuadrones de la muerte”. (p. 189-190).
b)
La violencia se incrementó por “el progresivo
eclipse del respaldo cultural a las grandes desigualdades”. Resultado de la
urbanización (ricos y pobres viven y trabajan unos al lado de otros) +
influencia de la cultura estadounidense, “que en un sentido individual e
interpersonal tiende a ser igualitaria” (p. 190). “En la era norteamericana, la
hegemonía cultural de las clases y castas altas ha perdido cierta legitimidad.
La idea de que las clases altas pueden ser merecedoras de su riqueza porque son
más civilizadas, sofisticadas o intelectuales sería más fácil de justificar si
todos viéramos cine francés en lugar de ver películas de Hollywood. Pero en el
cine norteamericano, la riqueza sólo es legítima si es resultado del trabajo
duro de uno mismo o, a veces de los padres. La riqueza nunca se justifica en
una superioridad cultural, que es la justificación tradicional en América
Latina. El igualitarismo cultural, junto
con la urbanización, tiene un efecto corrosivo sobre la aceptación de la
desigualdad en América Latina.” (p. 190; el resaltado es mío – AM-). En
cambio, el capitalismo corporativo de los EE.UU y la política exterior de ese
país promovieron “una forma muy capitalista de democracia”, centrada en la
protección de los derechos de propiedad de las empresas extranjeras y con nula
preocupación por la reducción de las desigualdades. Además, colaboraron en la
persecución de los movimientos de centroizquierda. La acción de la derecha
también impidió el desarrollo de la centroderecha. Consecuencia: “En América
Latina, la combinación entre fuertes movimientos de derecha locales y el
anticomunismo de Estados Unidos inhibieron la emergencia estable de aquellas
fuerzas de centroizquierda y centroderecha cuya gestión pública generó en
Europa los bajos coeficientes de Gini” (p. 191).
Los migrantes rurales en las
ciudades llegaron a las ciudades, se encontraron con el consumo masivo y
dejaron de lado sus pautas culturales de deferencia y represión. Pero, “las
sociedades latinoamericanas siguen siendo profundamente desiguales. Numerosos
son los pobres que, más independientes y menos visibles en las grandes
ciudades, buscan ahora el éxito por medios ilegítimos como el crimen con
beneficios materiales.” (p. 191).
6. Dos “crisis situacionales”: Deudas y
drogas (pp. 192-196)
Mann
hace una descripción de la crisis
económica que estalló en los años 80 y que aún prosigue. Factores
centrales: deuda externa y políticas económicas neoliberales.
Observación:
“en Occidente, el neoliberalismo parece aumentar las desigualdades.” (p. 193).
En el caso de AL, “los programas de ajuste estructural parecen aumentar
efectivamente las desigualdades que de por sí son ya grandes, y son, por lo
tanto, peligrosos para la estabilidad del continente.” (p. 194).
Juicio:
“ni la versión tradicional del estatismo latinoamericano ni la solución
neoliberal de simplemente abrir los mercados y recortar el Estado están en
condiciones de generar un desarrollo económico y social de vastos alcances. A
mi juicio, la combinación ideal de políticas debería incrementar tanto la competencia en el mercado como los poderes infraestructurales del
Estado. (…) En la base de todo esto deberían estar las políticas dirigidas a
disminuir la inequidad mediante, por ejemplo, la expansión de industrias
intensivas en mano de obra y el mejoramiento de los niveles de educación.” (p.
194).
Luego
analiza el problema de la droga, apuntando que la demanda norteamericana de
cocaína es la que provoca la enorme rentabilidad de las plantaciones de coca en
AL. (p. 195).
7. Conclusión
(pp. 196-197)
En
síntesis, el argumento de Mann se resume así: “el principal programa de los
gobiernos de América Latina no está localizado en la dimensión de poder despótico / democrático. En la actualidad, la democracia representativa está
bien arraigada en la región. (…) el problema central es más profundo: una honda
crisis estructural del Estado-nación, es decir, tanto en la nación como en el poder infraestructural del Estado. Las infraestructurales estatales
sólo son universales en teoría porque en la práctica no penetran de forma
uniforme en los territorios del Estado. Las infraestructuras de policía y
justicia están debilitadas por efectos de la violencia (…) La infraestructura
tributaria y de servicios sociales están, a su vez, debilitadas por la
corrupción y el «amiguismo»,
y en los hechos operan otorgando privilegios a las redes clientelares de los
políticos en el poder. (…) Por debajo, la nación está dividida y atrofiada por
el peso de enormes desigualdades, mayores que en cualquier otra parte del
planeta (…) El reto es cómo incorporar sus diversas poblaciones en una genuina
ciudadanía nacional, que pueda sostener Estados infraestructuralmente poderosos
que, a su vez, se vuelvan plenamente democráticos. El mayor obstáculo en este
continente no es el conflicto político entre diferentes grupos étnicos o religiosos
por el control del Estado. Más bien, es
el nivel de inequidad entre clases el que genera los principales problemas.
Las desigualdades se amplían, como resultado de las políticas económicas
neoliberales, aunque el estatismo tradicional no era mucho mejor. Y la guerra
contra las drogas ha reforzado las tradicionales guerras sociales.” (p. 197; el
resaltado es mío – AM-).
En
definitiva, “el éxito en términos de poder infraestructural, se traduce en
Estados con sociedades relativamente homogéneas e igualitarias. Promover este
tipo de sociedades – por medio de reformas económicas, políticas, militares y
culturales – debe ser la principal tarea del siglo XXI en toda América Latina.”
(p. 197).
Villa del Parque, viernes
3 de junio de 2016
NOTAS:
(1) Es
la ponencia presentada en la conferencia “La Crisis Política y el Conflicto
interno en Colombia”, Bogotá, Universidad de los Andes, abril de 2002.
(2) Dicho
de otro modo: “Sostendré que los Estados modernos más eficaces son aquellos
cuya sociedad es suficientemente homogénea e igualitaria como para permitir el
desarrollo de un sentido común de ciudadanía nacional. Los Estados pueden de
esta forma desarrollar poderes infraestructurales efectivos para movilizar
recursos y promover así el desarrollo. A largo plazo, dichos Estados también se
harán democráticos.” (p. 179).
(3) Una
corriente de sociología histórica (sus exponentes principales son Michael Mann,
Charles Tilly y Theda Skocpol) defiende la tesis de los orígenes
fiscales-militares del gobierno representativo. (p. 182).
No hay comentarios:
Publicar un comentario