Toda vez que alguien
pretende organizar un curso introductorio sobre Marx o el marxismo y se ve
obligado a decir unas palabras sobre la teoría del Estado, suele recurrir al Manifiesto Comunista (1848) y/o al
prólogo a la Contribución a la crítica de
la economía política (1859). Es mucho menos frecuente recurrir a El capital; cuando es así, el capítulo
24 del Libro Primero (acumulación originaria) se lleva todos los favoritismos. El capital tiene fama de libro difícil
y, por tanto, queda relegado a la lectura académica, es decir, a la peor de las
lecturas posibles, porque separa al texto de su ineludible función política. Por
ello me propuse redactar una serie de artículos sobre la teoría marxista del
Estado y de la política tal como aparece en El
capital. Desde ya aviso al lector que no debe esperar nada original; a lo
sumo, una lectura ceñida al texto de Marx.
En el Libro Tercero de El capital (1894) (1), Marx formula una
serie de indicaciones sobre la relación entre el proceso de producción y el
Estado. Ellas constituyen la base para elaborar una teoría del Estado capitalista.
En el capítulo 47 (Génesis
de la renta capitalista de la tierra) se encuentra el pasaje fundamental:
“En
todos los casos es la relación directa entre los propietarios de las
condiciones de producción y los productores directos – relación ésta cuya
forma eventual siempre corresponde naturalmente a determinada fase de
desarrollo del modo de trabajo y, por ende, a su fuerza productiva social – donde encontraremos el secreto más íntimo,
el fundamento oculto de toda la estructura social, y por consiguiente
también de la forma política que presenta la relación de soberanía y
dependencia, en suma, de la forma específica del estado existente en cada caso.”
(p. 1007; el resaltado es mío).
El punto de partida del
estudio de la sociedad es el proceso de trabajo, entendido no como un mero proceso
técnico (resultado de la combinación de los factores de producción –tierra,
capital, trabajo), sino como un conjunto de relaciones sociales, la principal
de las cuales es la que se establece entre los propietarios de las condiciones
de producción y los productores directos. Esta forma de concebir al proceso de
producción permite pensarlo como un campo de lucha entre propietarios y
no-propietarios. De ahí que Marx pueda pasar inmediatamente a sostener que
dicha relación es la que devela el secreto que permite comprender la forma de
Estado. Esto es así porque la relación entre propietarios de los medios de
producción y los productores directos es, desde el vamos, una relación
política, en el sentido de que los segundos se encuentran subordinados a los
primeros en lo que hace a la toma de decisiones sobre el proceso de trabajo.
Marx lo expresa así:
“La forma económica específica en la
que se le extrae el plustrabajo impago al productor directo determina la
relación de dominación y servidumbre, tal como ésta surge directamente de la
propia producción y, a su vez, reacciona en forma determinante sobre ella.” (p.
1007).
En alguna otra parte, Marx escribe
que toda lucha de clases se reduce a una pelea por el control del tiempo. En
este sentido, la forma más elemental de dominación política es la que hace que
los productores trabajen una parte de su tiempo de manera gratuita para los
propietarios de los medios de producción. Marx dinamita así la separación entre
economía y política, tan cara al capitalismo, que postula que la producción es
el ámbito de lo privado, donde las decisiones son producto del acuerdo
contractual entre los individuos. Para Marx, la forma en que se trabaja no es
la expresión de la libre voluntad de los individuos manifestada en el contrato,
sino una relación de sometimiento político a partir del hecho de la propiedad
privada de los medios de producción. Quien controla las condiciones de trabajo
controla el tiempo de los productores. Así de sencillo.
Pero la relación entre
proceso de producción y política no es unilateral. No se trata de que la
primera determina a la segunda y punto. A diferencia de quienes pretenden hacer
de su teoría de la sociedad un esquema donde sólo existen el blanco y el negro,
Marx presenta una visión compleja de la sociedad, donde la azar y la
determinación van de la mano (2). Ante todo, al final del pasaje comentado,
señala que “la relación de sometimiento y servidumbre” reacciona “en forma
determinante” sobre la forma económica específica en que se extrae plustrabajo
impago del productor directo. La forma económica de extraer trabajo gratuito (por
ejemplo, el proceso de producción capitalista) determina una forma política de
sometimiento (por ejemplo, el Estado capitalista), pero ésta determina, a su
vez, a la forma económica. De ahí el planteo de que sólo en el análisis de las
condiciones concretas es posible entender la manera en que se verifica la
relación entre forma económica y forma política:
“Esto no impide que la misma base
económica (…), en virtud de incontables diferentes circunstancias empíricas,
condiciones naturales, relaciones raciales, influencias históricas operantes
desde el exterior, etc., pueda presentar infinitas variaciones y matices en sus
manifestaciones, las que sólo resultan comprensibles mediante el análisis de
las circunstancias empíricamente dadas.” (p. 1007).
Lejos de formular un esquema
blanco y negro aplicable a todas las situaciones, Marx plantea un verdadero
programa de investigación, según el cual no sirve estudiar únicamente las
variaciones de la base económica, sino que es imprescindible arrancar de la
totalidad, entendida como el conjunto de esa base económica y las relaciones de
sometimiento, y, además, examinar ese conjunto a la luz de cada situación
concreta. No es ninguna novedad, pero es preciso repetirlo una y otra vez.
El marxismo es cualquier
cosa menos una teoría acabada (en todo el sentido de la palabra) acerca de la
sociedad; por el contrario, se trata de una ciencia que, para evitar
convertirse en dogma, debe someterse en todo momento a la prueba de los hechos,
esto es, a mostrar su eficacia para explicar correctamente cada situación
concreta. Formular generalidades acerca de la determinación de la política por
la economía es una caricatura del marxismo, que sirve en todo caso a la
burguesía, la clase social interesada en perpetuar la extracción de trabajo
gratuito de los productores directos. No hay que olvidar que el marxismo es una
ciencia con objetivos políticos: una ciencia del capitalismo que se propone
contribuir al derrocamiento del capitalismo y a su reemplazo por otra forma de
organización social, el socialismo. De ahí que el análisis riguroso de cada
situación concreta sea ineludible.
En el capítulo 51
(Relaciones de distribución y relaciones de producción) están formuladas una
serie de precisiones sobre la política bajo el capitalismo. Este será el tema
del próximo artículo.
Villa del Parque,
sábado 27 de diciembre de 2014
NOTAS:
(1) Marx,
Karl. (2004). El capital: Crítica de la
economía política. Libro tercero: El proceso global de la producción
capitalista. México D. F.: Siglo XXI. (Traducción de León Mames).
(2) Así
formulada, esta proposición es una conclusión sin premisas, tal como gustaba
decir el viejo Althusser. Sin perjuicio de tratar como se debe este tema en un
escrito posterior, corresponde decir algunas palabras. La determinación está
dada porque cada generación (y esto es válido, por supuesto, para cada individuo)
se encuentra con condiciones de producción que no ha creado y que determinan su
existencia. Dichas condiciones reducen el marco de acción de las clases y de los
individuos; dicho de otro modo, acotan el menú de opciones disponibles. En un
ejemplo simplote, en el marco del capitalismo no puede plantearse el regreso al
feudalismo como opción viable, porque las condiciones de producción lo hacen
imposible. En este sentido, hay determinación. Sin embargo, la forma de
dominación política no está determinada del mismo modo, sino que depende del
resultado de la lucha de clases, y ese resultado se encuentra indeterminado de
antemano. Esto es el azar (el lector atento podrá decir que, más que azar, se
trata de un proceso complejísimo de infinitas determinaciones).
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