Aclaración:
Todas las citas realizadas en esta ficha corresponden a la siguiente edición:
Löwy, Michael. (2010). [1° edición: 1970]. La
teoría de la revolución en el joven Marx. Buenos Aires: Herramienta y El
Colectivo. Traducción del francés por Silvia Nora Labado.
La primera edición de la
obra fue editada en 1970 en París por Maspero. Formó parte de la colección “Bibliothèque
Socialiste”, dirigida por Georges Haupt (1928-1978). La edición original tenía
un capítulo dedicado a la cuestión del partido y de la revolución después de
Marx. Löwy resolvió dejar de lado este capítulo en la reedición realizada en
1997. Dicha decisión fue mantenida en la edición que estamos comentando.
Los estudios sobre los
orígenes del marxismo suelen atribuir al pensamiento de Marx y cía. el
desarrollo del materialismo histórico. El marxismo, su génesis y desarrollo,
queda reducido a las reflexiones teóricas de un grupo de intelectuales. Se
discuten, así, las distintas influencias que incidieron sobre Marx, el momento
preciso de su ruptura (o no) con la filosofía hegeliana, su relación con la
economía clásica o con los socialistas utópicos. Más allá de las diferencias,
estos enfoques convierten al marxismo en un movimiento intelectual, cuyo origen
y transformaciones obedecen a procesos de índole exclusivamente teórica. En
definitiva, el marxismo es cosa de intelectuales. Puesto que no es posible
negar el paso político del marxismo en los siglos XIX y XX, resulta cómodo
afirmar que en todo este proceso las masas siguieron a los intelectuales que
construían y reelaboraban la teoría. Marx, quien pensó en todo momento la
unidad de teoría y práctica, pasa a ser convertido en un idealista por aquellos que pretenden
investigar el origen de su teoría. El mundo académico actual, que ha adjurado
públicamente de toda tentación de asumir un rol combativo contra el
capitalismo, promueve el clima conveniente para este tipo de estudios sobre el
marxismo.
El libro de Löwy, cuya 1°
edición es de 1970, presenta una imagen diferente de los orígenes de la teoría
marxista. Löwy pone en conexión el surgimiento del marxismo con los fracasos
del liberalismo alemán y la emergencia del movimiento obrero europeo. Además,
hace algo todavía más importante: concede estatus teórico a las concepciones
sobre el Estado y la política elaborada por los obreros alemanes, franceses e
ingleses.
Desde esta perspectiva, el
marxismo deja de ser una creación exclusiva de los intelectuales y pasa a ser
concebido como el resultado de la confluencia de las luchas y reflexiones de
los obreros y de los intelectuales europeos. Lejos de ser visto como una
creación de intelectuales, el marxismo pasa a ser el resultado del ascenso del
proletariado. Sin movimiento obrero, sin lucha de clase no habría existido la
teoría marxista.
La obra de Löwy refuta,
pues, las concepciones idealista de las historia intelectual. Demuestra la
falsedad del enfoque académico que privilegia una historia intelectual
desgajada de las luchas intelectuales que la vuelve inteligible.
Löwy indica expresamente que
realiza su trabajo en el marco de la teoría marxista: “La orientación general
de este trabajo es la de un estudio materialista del joven Marx (…); quiere ser
una contribución a un análisis marxista de la génesis del propio marxismo.”
(pag. 23)
Löwy explica así la
metodología adoptada: “Nos parece que el estudio marxista de la evolución
político-filosófica del joven Marx implica dos recorridos esenciales:
a) Insertar esta evolución
en la totalidad histórico-social de la que forma parte, en los marcos sociales
que la condicionan: las sociedad capitalista del siglo XIX, el movimiento
obrero anterior a 1848, la Intelligentsia
neohegeliana, etc. Esto no significa que la evolución del pensamiento del
joven Marx sea una simple «reflexion» de sus condiciones económicas, sociales,
políticas, sino que no puede ser «explicada» en su génesis y «comprendida» en
su contenido sin este análisis socio-histórico.
b) No separar artificialmente
en el análisis del contenido de la obra los «juicio de hecho» de los «juicios
de valor», la «ciencia» de la «ética». La categoría marxista de la praxis en
precisamente la superación dialéctica de esas contradicciones. De la misma
manera, no separar la obra teórica de Marx de su actividad practica, al «hombre
de ciencia» del «político»: para él, la ciencia debía ser revolucionaria y la
revolución, «científica»…” (pag. 24, 25)
Para Löwy, la política
liberal y la política obrera forman parte indisoluble de la teoría marxista. No
se trata de experiencia que se encuentran al margen del joven Marx, quien se
dedicaba a interpretarlas y/o resignificarlas mediante su “genio”. Sin la
debilidad y los fracasos de los liberales alemanes, sin los socialistas
franceses y sus intentes insurreccionales, sin la rebelión de lo tejedores
silesianos en 1844, sin el cartismo y las trade-unions, el marxismo no habría
surgido.
Marx es mucho más el
emergente de la toma de conciencia del movimiento obrero en la década de 1840
que el producto de las vicisitudes de los epígonos de Hegel. “La relaciones
entre los marcos así definidos y las ideas solo son comprensibles, desde
nuestro punto de vista, a través del concepto de condicionamiento, utilizado, no como una formula vaga, sino en su
sentido estricto y riguroso: los marcos constituyen las condiciones, a veces necesarias pero nunca suficientes (si se las
toma aisladamente), para la emergencia de una doctrina. Cada marco constituye
una cierta esfera ideológica, establece ciertos límites para el desarrollo de
las ideas, crea o elimina ciertas posibilidades; y, por supuesto, los límites
más generales son los trazados por el marco fundamental: la infraestructura
económico-social. La doctrina de Marx no habría podido nacer durante las guerras
campesinas del siglo XVI y las de Müntzer no habrían podido desarrollarse
después de la revolución de 1848. Dicho esto, el marco social constituido por
el «proletariado europeo del siglo XIX» ofrece mucha «posibilidades» fuera del
marxismo: Weitling, Blanqui, el socialismo utópico, etc. Para explicar como la
posibilidad «Marx» paso a los actos es necesario tomar en consideración un gran
número de otras variables (situación de la intelligentsia
neohegeliana, evolución de la económica política inglesa, nivel político de
las organizaciones de artesanos emigrados, etc.) Es esta acumulación de
condiciones estructurada como un conjunto de círculos concéntricos
(«sobredeterminación») la que permite que una posibilidad se convierta en
necesidad. Mirándolo detenidamente, se pude afirmar que un marco fundamental,
el proletariado, exige necesariamente la constitución del socialismo
científico; pero, para explicar por qué esta doctrina apareció hic et nunc, es necesario hacer
intervenir otras condiciones históricas.
No obstante, el análisis en
términos de condicionamiento sigue siendo demasiado esquemático sino se
introduce otro elemento: la autonomía
parcial de las ideas; pues, si bien es verdad que las categorías
fundamentales de una obra pueden estar socialmente determinadas, no es menos
necesario observar que el desarrollo del pensamiento obedece a un conjunto de
exigencias internas de sistematización, de coherencia, de racionalidad, etc.”
(pags. 26-27).
Löwy, propone, entonces, una
historia marxista de los orígenes del marxismo. La teoría de Marx es restituida
a los manantiales concretos que le dieron origen; en primer término, al
movimiento obrero de la década de 1840. Nuestro autor es claro acerca de la
imbricación entre marxismo y movimiento obrero.
“Es al interior de esta
«perspectiva de clases» que se establece la conexión entre los juicios de «hecho» y los juicios de «valor», entre el indicativo
y el imperativo. Así, en Marx, la continuidad entre la «descripción» del
capitalismo y su «condena», la coherencia entre el análisis real y su crítica
solo son perceptibles situándose en el punto de vista del proletariado (…) En suma, la ciencia de Marx es crítica y
revolucionaria porque se sitúa en la perspectiva de clase del proletariado,
porque es la forma coherente de la conciencia revolucionaria de la clase
proletaria.” (pag. 35).
Löwy reconstruye en su libro
la evolución del pensamiento político de Marx entre 1842 y 1848, en el pasaje
desde el hegelianismo y el liberalismo iniciales hasta el comunismo. En esta
reconstrucción, combina el análisis de los trabajos de Marx durante el período
con el examen de las situaciones políticas en las que Marx se involucraba. La
tan mentada búsqueda del punto de ruptura entre Hegel y Marx es puesta en un
lugar secundario, concentrándose en cambio en la relación entre las obras de
Marx y la política de liberales y de los artesanos y obreros.
(CONTINUARÁ)
Villa Jardín, lunes 1
de abril de 2013
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