“Juré que la Revolución no
sería
un té servido a las cinco de la
tarde.”
Andrés Rivera (1928-2016), escritor argentino.
Bienvenidas y bienvenidos a la undécima
clase del curso.
La clase de hoy está dedicada a la
teoría del Estado y la política de Karl Marx (1818-1883). La influencia del marxismo
en las ciencias sociales y en la historia de los siglos XIX y XX es indiscutible,
más allá de que se esté de acuerdo o no con los planteos marxistas; esa
influencia es la fuente de polémicas incesantes, que enturbian el conocimiento
de la obra del socialista alemán. Para nosotros resulta imposible resumir los
aportes de Marx a la teoría política en una sola clase. Dada la escasez de
tiempo disponible, hemos encarado un recorte feroz y nos hemos quedado con el
primer capítulo del Manifiesto comunista [1], escrito por Marx junto a
Friedrich Engels (1820-1895). La clase de hoy está dedicada al análisis de
dicho texto.
Sin más dilación, arranquemos con la
clase propiamente dicha.
Ante
todo, una introducción necesaria
Antes de empezar la lectura del MC corresponde
hacerse una pregunta, de cuya respuesta depende todo lo demás: ¿Qué utilidad
puede tener para nosotros, estudiar un texto escrito hace 172 años?
En un contexto todavía marcado por la
caída de la URSS y los demás países “socialistas” (1989-1991), en el que casi
nadie considera al socialismo como alternativa viable al capitalismo, la
respuesta al interrogante cobra aun mayor importancia.
Responder a la pregunta no es
sencillo, ni es algo que pueda hacerse en una clase. Sin embargo, es posible
decir algunas cosas sobre el Manifiesto, que pueden ser de utilidad para
ir armando una respuesta.
El MC es un escrito político,
destinado a exponer las ideas y propuestas de una organización política [2] que
se había propuesto como objetivo derribar al capitalismo e instaurar el
socialismo. Por lo tanto, la justificación de su estudio debe pasar
primordialmente por lo político. El MC tiene que contener algo que contribuya a
clarificar los problemas políticos actuales de la clase trabajadora.
El MC es un conjunto de textos que
abarca mucho más que el Manifiesto propiamente dicho. Así,
incluye los prólogos que Marx y Engels redactaron para cada una de las
ediciones de la obra. [3] Precisamente dos de esos prólogos sirven para
justificar el estudio del Manifiesto.
En primer lugar, está el prefacio de
Engels a la edición de 1888. [4] Allí encontramos dos afirmaciones
fundamentales para comprender la utilidad política del MC.
1] La teoría de la sociedad elaborada
por Marx y Engels, el materialismo histórico, no es una receta
universal que se aplica a cualquier realidad y a cualquier coyuntura, sino que
parte de analizar cuáles son las formas en que se organiza la producción, las
relaciones sociales de producción. En este sentido, la tesis central del MC es
la siguiente:
“En toda época histórica el modo dominante de producción y de cambio y
la estructura social que necesariamente deriva de él, constituye la base sobre
la cual se edifica la historia política e intelectual de esa época y solamente
por él puede ser explicada; (…) de acuerdo con esto, toda la historia de la
Humanidad (...) ha sido historia de las luchas de clases, luchas entre los
explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos; (…) la historia de
estas luchas de clases representa un desarrollo que al presente alcanzó un
grado en el que la clase explotada y oprimida – el proletariado – no puede
alcanzar su liberación del yugo de la clase explotadora y opresora – la
burguesía – sin liberar al mismo tiempo, de una vez por todas, a la sociedad entera
de toda explotación y opresión, de todas las diferencias y de todas las luchas
de clases.” (p. 20).
El MC
conecta el pensar y el hacer. El eje del planteo es el estudio de la realidad
para construir una política de la clase trabajadora. Este es el núcleo del MH.
La misma historia del MC relatada por
Engels, confirma la afirmación del párrafo anterior.
“En el Congreso de la Liga [de los Comunistas], que tuvo lugar en
Londres en noviembre de 1847, fueron encargados Marx y Engels de la publicación
de un programa de partido completo, que habría de orientarla en su camino.” (p.
15).
Esto es importante, pues suele
olvidarse que el MC es un texto directamente político, no un escrito académico.
Por eso, los dos primeros capítulos del MC, en los que se esboza el desarrollo
del capitalismo y la lucha entre capital y trabajo, constituyen el fundamento
necesario de la acción política de la Liga de los Comunistas.
2] El estudio de la estructura
social (el conjunto de relaciones sociales) sirve para pensar la estrategia
y las tácticas dirigidas a enfrentar al capitalismo. En síntesis, para el
marxismo, los tipos de acción, las tácticas, dependen del análisis que se haya
hecho de la realidad.
Marx y Engels son claros cuando
afirman que la aplicación práctica del programa del MC (1848) depende de las
condiciones históricas existentes. Esto queda claro en el prefacio a la edición
alemana de 1872. [5] Allí escribieron: “El mismo Manifiesto explica
que la aplicación práctica de estos principios dependerá siempre, y en todas
partes, de las circunstancias históricas existentes.” (p. 8).
Como ya dijimos, el MH no es una
fórmula, algo que hay que aplicar en todos los tiempos, lugares y
circunstancias. Por el contrario, pretende ser un método crítico de la
realidad, una manera de entenderla para luego transformarla. Por esto no debe
ser concebido como un dogma.
En el prefacio de 1872, los autores
del MC señalan la necesidad de retocar “algunos puntos” del texto. ¡Y esto a
sólo 24 años de la publicación de la primera edición de la obra!
¿Cuáles son los factores que exigían
una modificación del MC?
Marx y Engels indican tres factores: a)
“el desarrollo colosal de la gran industria en los últimos veinticinco
años”; b) “el [desarrollo] de la organización del partido de la
clase obrera”; c) la Comuna de París [1871], “que eleva por primera
vez al proletariado durante dos meses, al Poder político” (p. 8). [6] Los
puntos b y c están estrechamente
relacionados, pues, tal como se lee en el MC, “toda lucha de clases es una
lucha política” (p. 47).
En base a lo anterior, Marx y Engels
plantean que “este programa ha envejecido en algunos de sus puntos” (p. 8).
Dicen que las experiencias políticas de la clase trabajadora en el período
1848-1872 obligan a modificar la posición del MC respecto al Estado:
“La Comuna
ha demostrado, sobre todo, que «la clase obrera no puede simplemente tomar
posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios
fines»” (p. 8). [7]
De modo que los autores del MC
consideraban que la posición tomada en 1848 frente al Estado tenía que ser
modificada radicalmente a partir de las experiencias de lucha de la clase
trabajadora. El Estado no puede ser utilizado tal como está para construir el
socialismo; el Estado es un instrumento de opresión y, como tal, no puede ser
un instrumento de liberación. [8]
En síntesis, Marx y Engels
consideraban en 1872 que el MC había “envejecido” en tres ítems, mencionados
expresamente en el prefacio de ese año. En primer lugar, el programa contenido
al final del cap. 2 (p. 62-63); en segundo término, la cuestión del Estado; en
tercer lugar, el cap. 3, dedicado a la “crítica de la literatura socialista”,
al que consideran “incompleto”; por último, el cap. 4, dedicado a la actitud de
los comunistas ante los diferentes partidos de oposición. [9]
Ahora bien, si ya en 1872 los propios
autores del MC afirmaban que era necesario modificar partes de este debido a la
transformación de las condiciones económicas, sociales y políticas, ¿qué duda
puede quedar hoy, en 2020, acerca de la necesidad de no considerar al MC – y a
cualquier otro texto de los clásicos y los no tan clásicos – como un dogma?
Esto nos lleva a adoptar la misma posición de Engels en el prefacio de 1888: el
MH es un método para analizar la realidad, no un conjunto de proposiciones
válidas para toda época y lugar.
Una vez aceptada la proposición que
figura al final del párrafo precedente, el camino a seguir es claro: hay que
aplicar las categorías del método del MH al análisis de la realidad concreta,
de nuestra realidad concreta. Si esas categorías no sirven, corresponde
modificar las categorías o crear otras nuevas. Si no se entiende esto, estamos
condenados a cometer una y otra vez los mismos errores.
Por lo tanto, proponemos una lectura
del MC centrada en la búsqueda de herramientas útiles para el estudio de
nuestra realidad. En este sentido, consideramos que el MC contiene varias
afirmaciones fundamentales: 1) la centralidad de la relación capital – trabajo;
2) la lucha de clases como motor de la historia; 3) el carácter de clase del
Estado; 4) el rechazo al nacionalismo y el carácter internacional de la lucha
de clases de los trabajadores; 5) la revolución como salida al capitalismo.
El periódico de ayer. Contexto histórico
del MC
En línea con lo que acabamos de
decir, es necesario poner en contexto el MC, pues eso nos permitirá tener una
mejor comprensión de sus alcances y limitaciones.
En el período que va de 1843 a 1845, Marx realizó
un intenso trabajo intelectual. Esta tarea lo condujo a la superación de la
filosofía de Hegel (1770-1831) y del liberalismo, y determinó su
adhesión al socialismo.
El pasaje del hegelianismo y del liberalismo al
socialismo no fue un proceso exclusivamente intelectual. Asumir esta postura
supondría adoptar una concepción idealista del desarrollo del marxismo,
la cual representaría la negación misma de la ruptura teórica realizada por
Marx respecto a los viejos modelos filosóficos. La revisión crítica del
liberalismo y de la filosofía hegeliana fue disparada por dos cuestiones
prácticas: a) el fracaso del liberalismo alemán en obtener reformas de parte de
la monarquía prusiana; b) el ascenso de las luchas obreras en Inglaterra y en
el continente europeo a lo largo de la década de 1840.
1.
El fracaso del liberalismo alemán
A principios de la década de 1840 la situación
política alemana estaba caracterizada por la hegemonía de Prusia y de los
regímenes políticos absolutistas, herederos de los vencedores de la Francia
napoleónica. Hay que tener en cuenta que Alemania se encontraba dividida en una
multitud unidades políticas (entre las que sobresalía el reino prusiano),
siendo esta división una causa tanto de atraso económico (Alemania no
constituía un mercado unificado) como político (mantenía la situación de
relativo aislamiento entre las regiones, dificultando la aparición de un
movimiento político nacional que quebrara la hegemonía de los príncipes
alemanes). Sin embargo, desde la victoria de la Revolución de 1830 en Francia,
se había producido un ascenso paulatino del liberalismo, motivado, en primer
lugar, por el desarrollo económico que había robustecido la posición social de
la burguesía. Las regiones más occidentales del reino prusiano, como Renania (provincia
que limitaba con Francia) se beneficiaron con esta expansión de la economía.
En el plano de las ideas, el ascenso de la
burguesía se expresó de dos modos: a) la difusión de las tesis del liberalismo
político, cuya expresión práctica más conocida era la Revolución Francesa
(1789-1794). Dicha Revolución se había plasmado en el plano de la teoría
política en los principios enunciados en la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano (1789); b) las críticas de izquierda a la
filosofía hegeliana, la que había pasado a representar cada vez más la
ideología del Estado prusiano (esto a despecho de las ideas liberales del mismo
Hegel - quien había sido partidario convencido de la Revolución Francesa-, y
del método dialéctico presente en sus obras).
De modo semejante a sus compañeros de ideas en
Francia e Inglaterra, los liberales alemanes reclamaban la participación de la
burguesía en el gobierno. Esto suponía la desaparición del absolutismo,
así como una transferencia de poder político desde la monarquía y los señores
feudales hacia la burguesía de las regiones occidentales y las ciudades. Sin
embargo, los liberales estaban lejos de reclamar la abolición de la monarquía.
Se contentaban, en cambio, con la instauración de una monarquía
constitucional, que simbolizara un nuevo equilibrio de las fuerzas
sociales. Su radicalismo estaba moderado por el recuerdo de la República
Jacobina de 1793-1794, la cual era vista por la burguesía como un sinónimo de
desorden y de anarquía.
La muerte del monarca prusiano Federico Guillermo
III (1770-1840) y la llegada al trono de Federico Guillermo IV (1795-1861) potenció
las expectativas reformistas de la burguesía. El nuevo rey pareció favorecer
inicialmente las aspiraciones liberales. A este respecto resulta significativo
que algunos Jóvenes Hegelianos [10] hayan saludado con entusiasmo el
advenimiento del nuevo soberano. En este marco, Marx comenzó su carrera como
periodista en el periódico Rheinische Zeitung (1842).
La primavera reformista duró poco. Federico
Guillermo IV ratificó el carácter absolutista de la monarquía prusiana. La
censura a la prensa se endureció, los periódicos liberales debieron optar entre
claudicar o cesar de publicarse, los profesores de tendencias liberales fueron
expulsados de la Universidad. En la práctica, los liberales no consiguieron
imponer ninguno de sus reclamos. De hecho, hasta el estallido de la Revolución
de 1848, la burguesía alemana siguió enriqueciéndose en términos económicos,
pero dejó de lado la lucha por el control del poder político.
2.
El ascenso de las luchas
obreras en la década de 1840
La Revolución Industrial había
comenzado alrededor de 1760 en Inglaterra. Dejando de lado el incremento de la
riqueza y las transformaciones tecnológicas, sus efectos sociales más
importantes fueron el fortalecimiento de la posición social de la burguesía y
la aparición del proletariado moderno. Esta nueva clase trabajadora, surgida de
las masas de campesinos que fluían a las ciudades, de la desintegración de los
gremios de artesanos, de la pauperización de los trabajadores independientes frente
a la competencia de las máquinas y de la disciplina draconiana impuesta por los
capitalistas, comenzó a luchar por mejorar sus condiciones de vida.
No tenemos tiempo para describir aquí
el proceso de las luchas de los trabajadores. Basta decir que ya en la década
de 1830 hubo intentos de crear una organización sindical que agrupara a todos
los obreros de Gran Bretaña. La Reforma Electoral de 1832 amplió la
participación de la burguesía en las elecciones, pero dejó afuera a varios
sectores de la misma burguesía y a la clase obrera.
El movimiento cartista fue una
expresión política propia del proletariado inglés, surgida a fines de la década
de 1830, cuyo objetivo fundamental era obtener el derecho de voto para los
trabajadores varones. Su capacidad para movilizar a las masas obreras detrás de
sus consignas fue impresionante, a pesar de su inoperancia para lograr
resultados concretos en el plano de la legislación electoral. Por otra parte,
entre las décadas de 1820 y 1830, algunos economistas radicales desarrollaron en
un sentido socialista la teoría del valor trabajo del economista clásico
David Ricardo (1772-1823), denunciando que la fuente del poder de la burguesía
radicaba en el trabajo no pagado al proletariado, que era apropiado por los
capitalistas. Además, militantes obreros como Robert Owen (1771-1858) se
preocupaban por encontrar formas alternativas (cooperativismo) al sistema
capitalista.
Todas estas experiencias, en algunos
casos opuestas entre sí, expresaban la búsqueda de respuestas a la miseria y a la
desigualdad engendradas por la expansión de las relaciones sociales
capitalistas. La nueva pobreza resultaba particularmente indignante, porque se
daba en medio de la multiplicación de la riqueza, en proporciones nunca vistas
en la historia. La prédica de los economistas liberales ya no resultaba tan
convincente como en las primeras décadas del siglo XX, en parte porque las
masas trabajadoras quedaban fuera de las nuevas riquezas generadas por la
expansión industrial, así como también porque la sucesión de crisis periódicas
sumía a muchos miembros de la pequeña burguesía en la incertidumbre y, en
numerosos casos, los hundía en las filas de los trabajadores. En este marco, la
burguesía mostraba una menor capacidad para encuadrar ideológicamente a las
masas trabajadoras. [11] La clase obrera disponía de muchos más recursos para
construir una contrahegemonía capaz de disputar el poder a los capitalistas.
En la década de 1830 los efectos de
la Revolución de Julio de 1830 en Francia se empezaron a sentir en el
continente europeo. Sin entrar en detalles, la situación fue más grave porque
el continente estaba dominado por regímenes que no concedían ningún derecho de
protesta a los trabajadores. De este modo, la incipiente lucha de los
trabajadores contra la burguesía se enredaba con su confrontación contra los
resabios del absolutismo y del feudalismo. Francia, con su tradición
revolucionaria jacobina, es el ejemplo clásico de esta situación. Salvo el caso
de la insurrección parisina de junio de 1848 [12], todas las rebeliones en que
participaron los trabajadores estuvieron signadas por la utilización de
consignas republicanas.
Alemania presenta características
peculiares respecto a lo dicho en el párrafo anterior. El desarrollo industrial
de este país era escaso y no existía el movimiento obrero como tal. Sin
embargo, la insurrección de los tejedores de Silesia (1844) marcó el comienzo
de una nueva etapa de la lucha de clases. Por otra parte, los artesanos y
trabajadores alemanes residentes en Francia, Inglaterra y Suiza, cuya ideología
combinaba el republicanismo con distintas variantes de socialismo,
constituyeron el caldo de cultivo del que surgió la primera organización
internacional de los trabajadores, la Liga de los Comunistas. El MC fue
justamente el documento programático de la nueva organización, y fue publicado
poco antes del estallido de la Revolución de Febrero de 1848.
3.
La incorporación de Marx y
Engels al movimiento socialista
Como ya hemos dicho, a partir de la
Revolución de 1830 en Francia se verificó un ascenso del movimiento socialista
y de las ideas socialista en varios países europeos. Sin entrar en detalles,
puede afirmarse que la década de 1840 significó el momento del despegue del
socialismo, que coexistía con el liberalismo y el republicanismo
pequeñoburgués. [13] La lucha contra el absolutismo monárquico y el feudalismo
eran los elementos que unificaban, en forma contradictoria e inestable, a la
burguesía y a las masas de trabajadores de la ciudad y del campo. Sólo a partir
de las derrotas de las Revoluciones de 1848-1849 comenzaron a delimitarse los
campos de los partidos burgueses y los partidos socialistas (y esto, por
cierto, de un modo sumamente complejo que se resiste a todo esquematismo).
Puede decirse que, a mediados de la década de 1840, el socialismo era una
especie de "moda intelectual", que había logrado traspasar los
límites de sus orígenes obreros y había sido adoptado por muchos intelectuales
de la clase media. De ahí la frase inicial del Manifiesto: "Un
fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo" (p. 33).
El socialismo existía, por tanto, con
anterioridad a la publicación del Manifiesto Comunista. Es por esto
por lo que corresponde decir que Marx y Engels se incorporaron a un movimiento
ya existente, que presentaba una gran variedad de tendencias en su seno. Pero
esto nos obliga a plantearnos la cuestión de cuál fue la contribución
específica de Marx y Engels a la teoría y práctica socialistas. En otros
términos, ¿por qué puede decirse que el marxismo significó un antes y un
después en la historia del socialismo? La formulación de una respuesta a esta
pregunta nos lleva directamente al examen del Manifiesto Comunista.
Hasta aquí llega la clase de hoy. Por
razones de extensión he decidido dividir en dos partes el análisis del MC. En el
siguiente encuentro nos abocaremos al análisis del capítulo 1.
Muchas gracias por su atención.
Villa del Parque, jueves 15 de octubre de 2020
ABREVIATURAS:
MC = Manifiesto
comunista
NOTAS:
[1] En la redacción de esta
clase se utilizó la siguiente edición: Marx, K. y Engels, F. (1986). Manifiesto del partido
comunista. Buenos Aires,
Argentina: Anteo. A esta edición, que
incluye los distintos prefacios redactados por Marx y Engels, así como también
los Principios del comunismo, redactados por
Engels, pertenecen todas las citas incluidas en el texto.
[2] El MC fue redactado a pedido de la Liga de los Comunistas, organización en la que militaban
Marx y Engels. La Liga estaba conformada por artesanos y obreros alemanes, la
mayoría de los cuales se encontraba fuera de su país ya sea por razones
políticas o laborales. Esta circunstancia hizo que la Liga tuviera desde sus
comienzos un carácter internacional, pues sus miembros se hallaban dispersos en
Francia, Inglaterra, Bélgica y la propia Alemania. El MC fue el programa de la
Liga. Sus miembros participaron en las revoluciones de 1848-49 (sobre todo en
Francia y en Alemania). Fue disuelta en 1850, cuando la policía prusiana detuvo
a varios de los miembros de la Liga y los llevó a juicio.
[3] El MC está compuesto por: a) el Manifiesto
propiamente dicho; b) prefacio a la edición alemana de 1872, coescrito por Marx
y Engels; c) prefacio a la edición rusa de 1882, coescrito por Marx y Engels; d)
prefacio a la edición alemana de 1883, escrito por Engels; e) prefacio a la
edición inglesa de 1888, escrito por Engels; f) prefacio a la edición alemana
de 1890, escrito por Engels; g) prefacio a la edición polaca de 1892, escrito
por Engels; h) prefacio a la edición italiana de 1893, escrito por Engels; i) Principios
del comunismo, trabajo redactado
por Engels a fines de octubre y principios de noviembre de 1847, como proyecto
de programa de la Liga de los Comunistas, y que terminó siendo reemplazado por
el MC.
[4] El prefacio está fechado en Londres el 30
de enero de 1888. Fue redactado para la edición inglesa del MC, cuya traducción
estuvo a cargo de Samuel Moore (1838-1911). Moore fue colaborador de Engels
durante varios años; se había encargado anteriormente de la traducción al
inglés de la mayor parte del Libro I de El capital de Marx.
[5] Fechado en Londres el 24 de junio de 1872 y
firmado por Marx y Engels.
[6] En marzo de 1871 la población de París,
compuesta mayoritariamente por trabajadores, se negó a entregar las armas al Gobierno
Provisional con sede en Versalles. En París se constituyó un nuevo gobierno, la
Comuna, que se enfrentó con las fuerzas de Versalles. La lucha culminó en mayo
de ese año con el aplastamiento de la Comuna, coronado por fusilamientos masivos
de los comuneros a manos de los versalleses. Marx dedicó su obra La guerra
civil en Francia (1871), manifiesto de la Asociación Internacional de
Trabajadores [1° Internacional] sobre la Comuna de París, redactado en
abril-mayo de 1871.
[7] Ese pasaje se encuentra en La guerra
civil en Francia (1871).
[8] “Pero el proletariado no puede, como lo
hicieron las clases dominantes y sus diversas fracciones rivales inmediatamente
después de su triunfo, tomar simplemente posesión del cuerpo del Estado
existente y hacer funcionar ese aparato para sus propios fines. La primera
condición para conservar el poder político es transformar el mecanismo actuante
y destruirlo en tanto que instrumento de dominación de clase. (…) El
instrumento político de su sumisión no puede servir de instrumento político de
su emancipación.” (Marx, K., Borrador II de La guerra civil en Francia, citado por Rubel, M. y Janover, L., Marx anarquista, Buenos
Aires, Madreselva, 2010, p. 61).
[9] Respecto al cap. 4: “si las observaciones
que se hacen sobre la actitud de los comunistas antes los diferentes partidos
de oposición (…) son exactas todavía en sus trazos generales, han quedado
anticuadas en sus detalles, ya que la situación política ha cambiado
completamente y el desarrollo histórico ha borrado de la faz de la tierra a la
mayoría de los partidos que allí se enumeraban.” (p. 9).
[10] Denominación del grupo de los hegelianos
de izquierda, cuyas figuras más representativas eran el filósofo Bruno Bauer (1809-1882)
y el filósofo y periodista Arnold Ruge (1802-1880).
[11] Los sindicatos estaban prohibidos y la
respuesta de los gobiernos frente a las demandas de los trabajadores era, por
lo general, la represión.
[12] La Revolución de Febrero de 1848 abarcó
buena parte del continente europeo, pero tuvo su epicentro en Francia. Marx
dedicó dos trabajos a examinar esa experiencia: Las luchas de clases en
Francia de 1848 a 1850 y El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. En la segunda de estas obras, Marx analiza la insurrección
obrera de junio de 1848 en París: “el acontecimiento más gigantesco en la
historia de las guerras civiles europeas. Venció la república burguesa. A su
lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase
media, los pequeños burgueses, el ejército, el lumpemproletariado organizado
como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población del campo. Al lado
del proletariado de París no estaba más que él solo. Más de 3000 insurrectos
fueron pasados a cuchillo, después de la victoria, y 15000 deportados sin
juicio.” (Marx, K, Trabajo asalariado y capital, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, p. 142). La derrota del
levantamiento obrero de junio de 1848 marcó profundamente a Marx y Engels,
quienes a partir de ese momento bregaron por evitar la soledad política de la
clase trabajadora.
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