“La burguesía no puede existir sino a condición de
revolucionar
incesantemente los instrumentos de producción y,
con ello todas las relaciones sociales.”
Karl Marx (1818-1883) y
Friedrich Engels (1820-1895)
Bienvenidas y bienvenidos a la novena clase del curso.
Hoy vamos a hablar del Manifiesto Comunista (1848). [1] Se trata, sin lugar a dudas, de
una de las obras más influyentes de la literatura política y sociológica. A
partir de la lectura del MC intentaremos sintetizar los puntos más importantes
de la teoría marxista de la
sociedad. El marxismo implicó el
desafío más grande al modelo de CS elaborado por la burguesía en los dos
últimos siglos y, como tal, representa la alternativa a la sociología y a las demás CS. Por eso no podemos incluirlo, como
hacen muchos historiadores de las disciplinas sociales, dentro de la
sociología.
El marxismo es “el afuera” de la sociología, y uno
y otro se retroalimentaron mutuamente a lo largo de su historia. Por eso mismo,
la comprensión del marxismo es imprescindible para el estudiante de sociología
y, más en general, para todo aquel que se encuentre interesado en la teoría
social. Por supuesto, carecemos del tiempo necesario para describir
adecuadamente a la concepción marxista de la sociedad. En este encuentro, y en
los dos siguientes, nos limitaremos a presentar los aspectos más generales de
dicha concepción.
Pasemos a la clase propiamente dicha.
A modo de
introducción:
La sociología
ha sido llamada “la ciencia de la crisis”; esa afirmación es correcta, pues la
sociología se desarrolló como disciplina científica intentando dar respuesta
teórica a la crisis ocasionada por la aparición de una nueva forma de
organización social: el capitalismo.
Nosotros hemos seguido en este curso los comienzos del desarrollo capitalista y
hemos visto, a través de obras como la Utopía
de Thomas More (1478-1535), algunos de los efectos desestructurantes del
capitalismo sobre las relaciones sociales tradicionales (por ejemplo, la
expulsión de los campesinos de sus tierras). La desintegración de la vida
campesina se acentuó en los siglos XVI al XIX, sobre todo en países como
Inglaterra. A la vez, la Revolución
Industrial, cuyos albores pueden situarse hacia 1760, profundizó las
diferencias sociales y dio origen a un nuevo tipo de conflicto: burguesía vs.
clase trabajadora. A ello hay que sumarle las luchas políticas derivadas de la
aspiración de la burguesía por controlar el poder político, que se expresó en
las revoluciones burguesas (la más
conocida es la Revolución Francesa de 1789).
En pocas palabras, crisis derivada tanto del
pasaje de las formas de organización social precapitalistas a la sociedad
capitalista, como de los nuevos conflictos sociales generados por la estructura
misma del capitalismo.
Sin embargo, la teoría social (las diferentes CS
que fueron apareciendo entre los siglos XVIII y XIX) no procesó del mismo modo
los efectos de la crisis.
La economía
política, la CS que la precedió en la historia, se desarrolló en el siglo
XVIII, cuando la burguesía (la clase propietaria de los medios de producción)
estaba ascendiendo al poder económico y político en varias sociedades europeas
(sobre todo en Inglaterra y Francia), desplazando a la nobleza feudal. La
guerra de Independencia de los EE.UU. (1776-1783), la primera Revolución
Industrial y la Revolución Francesa (1789-1794), fueron las expresiones más
destacadas de dicho ascenso.
Los economistas mostraron un optimismo desbordante
sobre la capacidad de la economía capitalista para resolver los problemas
sociales. Autores como Adam Smith (1723-1790) pensaban que el desenvolvimiento
de la economía de mercado resolvería el problema de la pobreza, al proporcionar
empleos bien remunerados, así como también el de la escasez, pues el interés
egoísta de cada individuo terminaría por aumentar la cantidad de mercancías
disponibles, generando una era de abundancia. En definitiva, los economistas
sostenían que era preciso acelerar el desarrollo del capitalismo para
garantizar un futuro de progreso económico y social.
Las cosas se dieron de modo diferente a las
expectativas de los economistas. La Revolución Industrial, desarrollada en
Inglaterra entre 1760 y 1830, aproximadamente, promovió el crecimiento de la
producción a niveles nunca vistos hasta entonces. Ello se tradujo en un aumento
de la riqueza de los capitalistas (los dueños de las fábricas), pero también en
un incremento de la miseria de los trabajadores. En este sentido, el siglo XIX
estuvo marcado por las luchas de la clase obrera por el mejoramiento de sus
salarios, las condiciones de vida y el reconocimiento de sus organizaciones. En
ese marco nació y se expandió una nueva corriente política, el socialismo [2], cuyo objetivo era la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la instauración
de una nueva forma de organización social, que debía reemplazar al capitalismo.
A nosotros esto nos parece extraño, dado que en la actualidad el socialismo
carece de fuerza política, pero en el siglo XIX (esto es válido también para
buena parte del siglo XX) parecía probable una revolución que terminara con la
dominación capitalista.
A lo que acabamos de decir hay que agregarle otro
elemento, ya mencionado anteriormente. El desarrollo del capitalismo implicó la
desarticulación de las relaciones sociales precapitalistas, basadas en la
inserción del individuo en una comunidad
(por ejemplo, la aldea). El individualismo, tal como lo conocemos en la
actualidad, no existía. Ahora bien, el desarrollo de una economía de mercado,
donde toda la producción y las personas mismas asumían la condición de
mercancías, significó un verdadero cataclismo social. Las personas tardaron
mucho tiempo en adaptarse a una realidad donde la comunidad había perdido
importancia. Todo ello se tradujo en un período de inestabilidad política,
social y cultural.
La sociología surgió en el siglo XIX y fue el
intento de dar respuesta tanto a los problemas ocasionados por la transición
del feudalismo al capitalismo como por la lucha de la clase obrera contra la
burguesía. Este es el sentido de su caracterización como “ciencia de la
crisis”, mencionada más arriba. En clases posteriores examinaremos los aportes
de los sociólogos. Pero la sociología no fue la única respuesta a la crisis.
El marxismo surgió como resultado de las luchas
del movimiento obrero europeo en las primeras décadas del siglo XIX. [3] Esto
representa una diferencia significativa con la teoría social anterior. Los
filósofos siempre habían pertenecido, por su origen social, a la clase
dominante, y lo mismo ocurría con los economistas. Filósofos y economistas
elaboraron teorías para justificar el orden existente. Pero ninguno de ellos
había desarrollado una teoría pensada desde la perspectiva de la clase
trabajadora. Siempre justificaron los objetivos y las aspiraciones de la clase
dominante en todas las épocas. [4]
La irrupción de la clase obrera quebró las reglas
de juego de la teoría social. Los campesinos,
la clase trabajadora de las sociedades precapitalistas, se hallaban dispersos
en un territorio muy vasto y, por lo general, eran analfabetos; sólo
excepcionalmente pudieron organizarse a nivel nacional. El trabajador
asalariado, en cambio, residía en las ciudades y se incorporó rápidamente a
sistemas educativos nacionales que se desarrollaron a lo largo del siglo XIX.
Desde muy temprano se organizó en sindicatos
(que tardaron en ser reconocidos por los Estados), que desafiaron la dominación
del capital. Además, y esto es central para los propósitos de este curso,
comenzaron a desarrollar su propia concepción de la sociedad capitalista. [5]
El MC es el punto de confluencia de los procesos
que acabamos de esbozar. Marx y Engels (sobre todo el primero) provenían de los
medios intelectuales y se habían acercado a la clase trabajadora. Esto los
llevó a romper con su ideología anterior
y a comenzar a desarrollar una nueva teoría de la sociedad. Esto aparece
plasmado en obras como la Ideología
alemana, un extenso manuscrito redactado en 1845-1846 y publicado recién en
1932, y Miseria de la filosofía
(1847).
El MC tuvo origen en la solicitud que hizo la Liga
de los Comunistas a Marx y Engels, quienes militaban en esa organización
constituida por obreros y artesanos alemanes exiliados en varios países
europeos, para que pusieran por escrito el programa del grupo. Esto hizo que el
MC fuera, a la vez, un documento político y un texto de teoría social. Los
comunistas pensaban que era necesario fundamentar su crítica de la sociedad, y
que el programa de un partido socialista debía estar basado en un análisis
científico de la realidad. Cabe decir que el MC constituye un brillante ejemplo
de combinación de estrategia política y teoría social, independientemente de la
opinión que se tenga del socialismo.
Así como no podemos tratar en este curso los
múltiples aspectos de la teoría marxista, tampoco estamos en condiciones de
desarrollar de modo acabado la argumentación del MC. Nuestros objetivos serán
más limitados. Nos concentraremos en tres cuestiones: a) la teoría del
capitalismo; b) la teoría de las clases sociales (burguesía y clase
trabajadora); c) la teoría de la política. Para ello propondré una lectura
particular, con saltos frecuentes de un capítulo a otro de la obra.
La teoría del
capitalismo:
Marx y Engels eran perfectamente conscientes del
carácter novedoso de la organización social capitalista. A lo largo de la
historia hubo múltiples formas de sociedad, pero ninguna tan peculiar ni tan
expansiva como el capitalismo. Mientras que los imperios antiguos y el
feudalismo habían sido estructuras políticas que modificaron poco y nada la
manera de trabajar y las condiciones de vida de los campesinos (la mayoría de
la población), el capitalismo, en el plazo de unas pocas décadas, había
introducido modificaciones sin precedentes en las sociedades. La expresión
“unas pocas décadas” no es un recurso retórico; el capitalismo moderno surgió
con la primera Revolución Industrial, y está comenzó entre 1760 y 1770. El MC,
por su parte, se publicó a principios de 1848, unos 80 años después del
comienzo de esa revolución. En un plazo históricamente breve, el capitalismo
modificó dramáticamente la vida de las personas.
El primer capítulo del MC describe la magnitud de
los cambios sociales bajo el capitalismo. Resulta casi paradójico que hayan
sido dos socialistas quienes escribieron el elogio de la capacidad de la
burguesía para transformar el mundo.
“La burguesía ha desempeñado en la historia un
papel altamente revolucionario.” (p. 37).
¿Qué significa esto?
“La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo
de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas
que todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la
naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la
industria y a la agricultura, la navegación a vapor, el ferrocarril, el
telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la
apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo de la
tierra como por encanto. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera
que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?”
(p. 41).
El capitalismo, a diferencia de las formas de
organización social que lo precedieron, se caracteriza por una fenomenal
capacidad para desarrollar las fuerzas
productivas, esto es, la potencia para producir mercancías, constituida por
el saber y la habilidad de los trabajadores, las herramientas y máquinas, la
organización del proceso laboral, la ciencia y la tecnología. Marx y Engels
señalaron que la burguesía se había apropiado la ciencia y la utilizaba para
sus propios fines, modelándola a su imagen y semejanza. Nosotros, que vivimos
en un mundo dominado por la tecnología (¡este curso sería imposible sin
computadoras e internet!) comprendemos mejor que sus contemporáneos el
significado de esa apropiación de la ciencia por el capital.
Pero, ¿cuál es el motor de las transformaciones
llevadas a cabo por la burguesía? La respuesta proporcionada por Marx y Engels
es sencilla. La burguesía vive de explotar la fuerza de trabajo:
“En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el
capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros
modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran
únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados
a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio,
sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las
fluctuaciones del mercado.” (p. 43).
El capitalista compra el uso de la fuerza de
trabajo por un tiempo determinado, y se preocupa por obtener el mayor
rendimiento posible de ese uso, dado que se apropia los frutos de ese trabajo
gracias a la propiedad privada de los medios de producción. La riqueza generada
en el proceso productivo le pertenece y dispone de ella, comandando por lo
tanto la economía de la sociedad. No se trata de un mero interés egoísta del
empresario (aunque el egoísmo es el motor del capitalista en tanto individuo),
sino que el capitalista encarna los intereses, la lógica del capital.
“Ser capitalista significa ocupar, no sólo una posición personal en la
producción, sino también una posición social. El capital es un producto
colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta de
muchos miembros de la sociedad y, en último término, sólo por la actividad
conjunto de todos los miembros de la sociedad. El capital no es, pues, una
fuerza personal; es una fuerza social.” (p. 54).
La frase anterior es particularmente
significativa, pues muestra que Marx y Engels concebían al capitalismo como un
sistema de relaciones sociales que condicionaban la conducta de los individuos,
y no como el resultado de las decisiones individuales. En otros términos, el
capitalismo es un sistema específico de relaciones sociales. Esto va en contra
del sentido común dominante en nuestra época, que se expresa en frases tales
como “pobre es el que quiere”, como si las posiciones sociales que ocupan las
personas fueran el producto del carácter individual de cada una de ellas. Marx
y Engels no niegan el papel del individuo, de su determinación, de su carácter,
pero nos dicen que debemos prestar atención a las condiciones sociales que
permiten que prosperen o se frustren sus decisiones individuales. De este modo,
Marx y Engels estaban construyendo una ciencia social.
El capitalista dirige el proceso productivo; ello
lo lleva a promover el desarrollo de nuevas técnicas y herramientas para volver
más eficiente el proceso. En pocas palabras, trata de ahorrar el máximo posible
de materiales utilizados en la producción, abaratando así los costos. Eso le
permite afrontar la competencia con otros capitalistas y, en el plano
internacional, la competencia entre países y bloques regionales. Por eso la
burguesía debe desarrollar constantemente las fuerzas productivas.
Los resultados de las tendencias mencionadas ya
estaban a la vista en 1848 y aparecen reflejados en MC.
a) “Una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio” (p.
36). Desde la primera Revolución Industrial (1760-1830), se han sucedido otras
revoluciones industriales y grandes transformaciones tecnológicas. Ello no es
producto de la casualidad ni de una mayor inventiva de los seres humanos, sino
que es consecuencia de la necesidad de la burguesía de buscar mejores métodos
para triunfar en la competencia con otros capitalistas y reducir el valor de la
fuerza de trabajo (salarios).
b) “La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de
producción, de la propiedad y de la población.” (p. 40). El capital se
centraliza cada vez más, las grandes empresas absorben o controlan a las más
chicas. Esto es consecuencia de que las empresas con mayor proporción de
capital desarrollan métodos y técnicas más eficientes de producción, lo cual
les permite triunfar en la competencia.
c) “La gran industria ha creado el mercado mundial. (..) El mercado
mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y
de todos los medios de transporte por tierra.” (p. 36). El mercado mundial, si
bien contaba ya con una historia de varios siglos, se hallaba en pañales en
1848. Su desarrollo no dejó de profundizarse hasta la actualidad. Esto se nota,
por ejemplo, en la difusión de las mismas técnicas, la misma moda, la misma
música, etc., en todos los países.
d) “Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un
carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países.” (p.
39).
Estas tendencias permiten caracterizar el
capitalismo. Marx dedicó toda su vida intelectual a profundizar el estudio del
modo de producción capitalista; ese trabajo quedó plasmado en El capital, cuyo Libro Primero fue
publicado por primera vez en 1867. Sin embargo, la presentación de dichas
tendencias en MC resulta insuperable por su claridad y poder de síntesis.
En nuestra próxima clase continuaremos la lectura
del MC. Muchas gracias por la atención.
Villa del Parque, sábado 29 de agosto de 2020
ABREVIATURAS:
CS = Ciencia social (o ciencias sociales) / MC = Manifiesto Comunista /
NOTAS:
[1] Todas las citas textuales utilizadas en la
clase están tomadas de la siguiente edición: Marx, K. y Engels, F. (1986). Manifiesto del partido comunista. Buenos
Aires, Argentina: Anteo.
[2] Bajo esta denominación agrupo todas las
corrientes político-ideológicas que en los siglos XIX y XX plantearon el
reemplazo del capitalismo por una nueva forma de organización social, basada en
la propiedad colectiva de los medios de producción. Esto incluye a socialistas,
anarquistas, comunistas, trotskistas, etc. No corresponde formular aquí la
distinción entre estas corrientes, entre otras cosas porque ello implicaría
sumergirse en la historia del movimiento obrero del período mencionado y ello
excede los límites de este curso.
[3] Para un resumen de los orígenes del marxismo,
centrado en la trayectoria intelectual de Marx, consultar: Mayo, A. (2005). La epistemología del
conocimiento: Introducción a los modelos epistemológicos de las ciencias
sociales. Buenos Aires, Argentina: Jorge Baudino (Capítulo 4).
[4] Aquí podría objetarse
que en el siglo XVIII los filósofos de la Ilustración combatieron el
absolutismo monárquico. Ahora bien, dicho de modo esquemático, esa lucha fue
parte del ascenso de la burguesía al poder político; la clase burguesa, sin
embargo, contaba con el poder económico que derivaba de la propiedad privada de
los medios de producción; por tanto, su situación era muy diferente a la de la
clase trabajadora del siglo XIX.
[5] En este sentido, las
primeras décadas del siglo XIX constituyeron un verdadero caldo de cultivo de
corrientes ideológicas que alcanzarían gran difusión. El impacto de las
transformaciones generadas por el capitalismo, la velocidad y la extensión
geográfica de los cambios, hicieron que tanto los intelectuales como los
militantes obreros discutieran entre sí el capitalismo y las perspectivas de su
transformación. Eso aparece reflejado en el capítulo III del MC (“Literatura
socialista y comunista”).
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