“Cada persona (…) se recomienda primera y principalmente a su
propio cuidado; y cada persona es, ciertamente, en
cualquier aspecto,
más adecuada y más capaz para cuidar de sí mismo
que de cualquier otra persona.”
Adam Smith (1723-1790), filósofo economista escocés.
Bienvenidas y bienvenidos a la octava clase del
curso.
Retomamos las actividades, luego de las vacaciones
de invierno. Seguimos la cursada en condiciones atípicas y me vuelvo obligado a
volver a pedirles que se comuniquen conmigo por consultas, sugerencias y
demases. El aporte de ustedes es invalorable en estas circunstancias.
Recién caigo en cuenta que no les envié el
programa de la materia. Utilizaré el correo electrónico para hacerlo. También, y
luego de un par de clases más (no tengo apuro), les mandaré las consignas de un
trabajo práctico sobre las lecturas que vimos hasta ahora. A no preocuparse, se
trata de poder organizar lo trabajado hasta ahora.
Pasemos pues a la clase propiamente dicha.
En nuestra última clase trabajamos
algunos aspectos de la obra de John Locke (1632-1704), a quien se suele
considerar como el fundador del liberalismo
político. En el encuentro de hoy nos ocuparemos de Adam Smith (1723-1790),
filósofo y economista inglés, considerado el fundador del liberalismo económico.
El surgimiento de las ciencias
sociales modernas fue un proceso trabajoso, desarrollado entre los siglos XVI y
XIX. A grandes rasgos, podemos decir que la expansión de la economía mercantil
y, posteriormente, de la economía capitalista, originaron la necesidad de
elaborar nuevas teorías y nuevos métodos para estudiar la sociedad. La
filosofía política, que desde la Antigüedad clásica se había ocupado de ese
estudio, se fue transformando a la par de las nuevas necesidades. No fue un
proceso lineal, sino todo lo contrario. No corresponde seguir aquí sus
pormenores. Basta con señalar que para el siglo XVIII se había plasmado una
nueva manera de comprender los fenómenos sociales. Locke y Smith expresan
cabalmente ese desarrollo.
En este curso no podemos describir,
siquiera someramente, la teoría económica de Smith. Pero, dado que la economía
política se convirtió en la ciencia social más influyente bajo el capitalismo,
corresponde dedicar algo de tiempo a la comprensión de los fundamentos de esta
teoría. Smith era filósofo y expresó como pocos la nueva forma de pensar la
sociedad y las relaciones entre las personas. Esa forma de pensar no era otra
cosa que la ideología del capitalismo en pleno proceso de expansión.
Smith da cuenta en los primeros dos
capítulos del Libro I de La riqueza de las naciones (1776) de
los fundamentos filosóficos de su teoría económica. Como la crítica de
cualquier teoría social implica necesariamente el examen de sus supuestos
filosóficos, la discusión de los mencionados capítulos es de vital importancia
al momento de llevar a cabo la crítica de la economía dominante en la sociedad
capitalista. Hagamos, pues, un breve resumen de la concepción filosófica de
Smith.
Smith comienza la obra con una
constatación: la riqueza de una
nación es generada por el trabajo:
“El trabajo anual de cada nación es el fondo que en principio la provee
de todas las cosas necesarias y convenientes para la vida, y que anualmente
consume el país. Dicho fondo se integra siempre, o con el producto inmediato
del trabajo, o con lo que mediante dicho producto se compra de otras naciones.”
(p. 3).
Al hacer esta afirmación, Smith
realiza un corte radical respecto a la tradición clásica en filosofía, que
tendía a ignorar al trabajo. Para la filosofía clásica, el trabajo carecía de
relevancia intelectual porque era una actividad realizada por las clases
subordinadas, por aquellos que jamás iban a hacer filosofía. Un ejemplo es la
actitud de desdén, hacia el empirismo en general y hacia el experimento en
particular, demostrado por la filosofía anterior a la Modernidad. Es verdad que
Smith no fue el primero en prestar atención al trabajo como un elemento
fundamental para la filosofía política (véase el papel que le otorga Locke en
el surgimiento de la propiedad privada en su Segundo Tratado sobre el
Gobierno Civil). [2] Pero Smith fue el primero en desarrollar toda una
reflexión acerca de la sociedad apoyándose en la noción de trabajo. No es
casual que dicha reflexión se haya aplicado al terreno de la economía, pues en
él resulta imposible soslayar al proceso de producción.
Smith empieza su investigación
constatando la diferencia entre “las naciones salvajes de cazadores y pescadores”
y las “naciones civilizadas y emprendedoras”. Así, mientras que en las primeras
reina la miseria, en las segundas,
“aunque un gran número de personas no trabaje absolutamente nada, y
muchas de ellas consuman diez o, frecuentemente cien veces más el producto del
trabajo que quienes laboran, el producto del trabajo entero de la sociedad es
tan grande que todos se hallan abundantemente provistos, y un trabajador por
pobre y modesto que sea, si es frugal y laborioso, puede disfrutar una parte mayor
de las cosas necesarias y convenientes para la vida que aquellas de que puede
disponer un salvaje.” (p. 4).
Dejemos de lado que Smith no dice
nada de la tremenda desigualdad de riqueza que existe al interior de las
naciones “civilizadas”, expresada a través de la diferencia de consumo. En este
momento, interesa más la solución que
propone Smith al problema de cómo explicar la diferencia de riqueza entre las
naciones “civilizadas” y las naciones “salvajes”. En el fondo, toda su
investigación gira en torno a la explicación de la mencionada diferencia.
Veamos cómo Smith elabora su respuesta al problema.
Ante todo, la diferencia entre
naciones ricas y naciones pobres se explica a partir del “progreso en las
facultades productivas del trabajo” (p. 4). Al proponer este criterio, Smith
establece un parámetro objetivo para medir el progreso de la humanidad: la productividad del trabajo. Que se
entienda bien. No se trata de un criterio absoluto. A mayor desarrollo de las
“facultades productivas del trabajo”, mayor control sobre la naturaleza.
Smith va más allá del reconocimiento
del trabajo como fuente de la riqueza. El núcleo principal de los dos primeros
capítulos de RN es el descubrimiento del papel de la división del
trabajo.
“El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y
gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige,
por doquier, parecen ser consecuencia de la división del trabajo.” (p. 7).
En una sociedad en la que prima la
producción de mercancías, es lógico que la división del trabajo se acentúe y
profundice. Smith toma nota de este proceso y lo ilustra por medio de lo que
sucedía en las manufacturas. En el capítulo 1 da el ejemplo clásico
de la fabricación de alfileres (págs. 8-9). Mientras que un obrero, ejecutando
todas las operaciones que requiere la producción de un alfiler, no puede hacer
más de unos 20 alfileres diarios, varios operarios, realizando cada uno de
ellos una operación, pueden fabricar decenas de alfileres diarios. La DT
multiplica la producción, pero también engendra nuevos oficios y nueva
maquinaria.
Smith expresa del siguiente modo las
consecuencias de la DT:
“Este aumento considerable en la cantidad de personas que un mismo
número de personas puede confeccionar, como consecuencia de la división del
trabajo, procede de tres circunstancias distintas: primero, de la mayor
destreza de cada obrero en particular; segunda, del ahorro de tiempo que
comúnmente se pierde al pasar de una ocupación a otra, y por último, de la
invención de un gran número de máquinas, que facilitan y abrevian el trabajo,
capacitando a un hombre para hacer la labor de muchos.” (p. 11).
El aumento de productividad derivado
de la extensión de la DT hace que un campesino europeo, que vive en el marco de
una sociedad donde la DT se ha incrementado poderosamente, disfrute de mayores
comodidades que las de los reyes de los países africanos (p. 15).
La profundización de la DT permite
distribuir mejor la riqueza en la sociedad:
“La gran multiplicación de producciones en todas las artes, originadas
en la división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa
opulencia universal que se derrama hasta las clases inferiores del pueblo. Todo
obrero dispone de una cantidad mayor de su propia obra, en exceso de sus
necesidades, y como cualesquiera otro artesano, se halla en la misma situación,
se encuentra en condiciones de cambiar una gran cantidad de sus propios bienes
por una gran cantidad de los creados por los otros; o lo que es lo mismo, por
el precio de una gran cantidad de los suyos. El uno provee al otro de lo que
necesita, y recíprocamente, con lo cual se difunde una general abundancia en
todos los rangos de la sociedad.” (p. 14).
De modo que la DT no sólo engendra la
multiplicación de la riqueza social, sino también una mejor distribución de la
misma. Smith anticipa aquí la célebre teoría
del “derrame”, tan de moda durante el período neoliberal. Ahora bien, es
interesante indicar cuál es el supuesto que se encuentra detrás de la tesis del
enriquecimiento general de la sociedad. En el párrafo anterior se ve con
claridad que Smith tiene en mente una sociedad de pequeños propietarios
privados, cada uno de los cuales lleva la mercancía producto de su trabajo al
mercado. No hay indicios de la concentración del capital que caracteriza a la
versión capitalista de la producción mercantil. Cuando esta última se
transforma en producción capitalista, los frutos de la producción de mercancías
(el plusvalor) son apropiados por el
capitalista y no por el trabajador.
Smith no se queda en el mero registro
de los efectos y consecuencias de la DT. Procura establece cuál es el motivo
que hace que la DT se extienda. Al dar respuesta a este problema, Smith sale
del terreno de la teoría económica y se adentra en la filosofía:
“Esta
división del trabajo, que tantas ventajas reporta, no es en su origen efecto de
la sabiduría humana, que prevé y se propone alcanzar aquella general opulencia
que de él se deriva. Es la consecuencia gradual, necesaria aunque lenta, de una
cierta propensión de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan
grande: la propensión a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra.” (p.
16).
La DT, fuente de la opulencia de la
sociedad moderna, es el resultado de la naturaleza humana. Es
nuestra naturaleza la que determina que nos inclinemos hacia el comercio. Es
nuestra naturaleza la que hace que nos inclinemos hacia aquello que hacemos
mejor, hacia aquello para lo que estamos mejor dotados. La producción mercantil
(y, más adelante, la producción capitalista) no es otra cosa que el desarrollo
de nuestra propia esencia. Según Smith poseemos una esencia mercantil y egoísta
(dicho esto último en sentido no peyorativo).
“…el hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de
sus semejantes y en vano puede esperarla sólo de su benevolencia. La conseguirá
con mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de los otros y
haciéndoles ver que es ventajoso para ellos hacer lo que les pide. Quien
propone a otro un trato le está haciendo una de esas proposiciones. Dame lo que
necesito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y
así obtenemos de los demás la mayor parte de los servicios que necesitamos. No
es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos
procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos
sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras
necesidades, sino de sus ventajas.” (p. 17).
La combinación de propensión al
comercio y de egoísmo constituye el fundamento de la riqueza y de la
civilización. En otras palabras, riqueza y civilización son producto de la
naturaleza humana. Smith, que escribe en un siglo dominado por la creencia en
la omnipotencia de la razón, concede a este un papel subordinado. Si “la
sabiduría humana” procura promover la riqueza de un país, debe limitarse a
dejar actuar a las tendencias presentes en nuestra naturaleza. Cualquier otro
comportamiento resultaría antinatural y terminaría en fracaso. La razón, en
todo caso, tiene que limitar su cometido a mejorar el conocimiento de nuestra
naturaleza o a profundizar el conocimiento de la naturaleza. Reformar la
sociedad, proponer planes para distribuir la riqueza, son albures que chocarían
inevitablemente contra nuestra esencia.
Smith no se contenta con describir la
importancia de la DT en el aumento de la productividad de la riqueza material.
También propone aplicar el principio de la DT a la teoría social:
“Con el progreso de la sociedad, la Filosofía y la especulación se
convierten, como cualquier otro ministerio, en el afán y la profesión de
ciertos grupos de ciudadanos. Como cualquier otro empleo, también ése se
subdivide en un gran número de ramos diferentes, cada uno de los cuales ofrece
cierta ocupación especial a cada grupo o categoría de filósofos. Tal
subdivisión de empleos en la Filosofía, al igual de lo que ocurre en otras
profesiones, imparte destreza y ahorra mucho tiempo. Cada uno de los individuos
se hace más experto en su ramo, se produce más en total y la cantidad de
ciencia se acrecienta considerablemente.” (págs. 13-14).
En el párrafo precedente, Smith está
planteando las líneas generales del proyecto de ciencias sociales desarrollado
por la burguesía en los siglos XIX y XX: dividir el objeto de estudio (la
sociedad) en una serie de parcelas (cada una de las ciencias sociales); separar
al investigador de la sociedad (de la que forma parte de manera indisoluble);
adoptar una postura neutral (buscar el conocimiento “para toda la sociedad”) y
evitar toda referencia a la lucha de clases. Si se siguen estos pasos, queda
garantizado el aumento del conocimiento del conjunto. Sin embargo, y como
ocurre en el caso de la riqueza material, Smith pasa por alto el hecho de que
en una sociedad dividida en clases, el conocimiento pasa a ser apropiado y
utilizado por la minoría que controla los medios de producción.
La relación del descubrimiento del
papel de la DT en la economía moderna queda incompleta si se deja de lado que
Smith remarca que la DT fortalece el carácter social del trabajo.
El énfasis puesto en el papel del egoísmo oscurece el hecho fundamental de que
Smith tiene plena conciencia de que la DT refuerza la dependencia entre los
individuos.
“Si observamos las comodidades de que disfruta cualquier artesano o
jornalero, en un país civilizado y laborioso, veremos cómo excede a todo
cálculo el número de personas que concurren a procurarle aquellas
satisfacciones, aunque cada uno de ellos sólo contribuya con una pequeña parte
de su actividad. Por basta que sea, la chamarra de lana, pongamos por caso, que
lleva el jornalero, es producto de la labor conjunta de muchísimos operarios.
El pastor, el que clasifica la lana, el cardador, el amanuense, el tintorero,
el hilandero, el tejedor, el batanero, el sastre, y otros muchos, tuvieron que
conjugar sus diferentes oficios para completar una producción tan vulgar.
Además de esto, ¡cuántos tratantes y arrieros no hubo que emplear para
transportar los materiales de unos a otros de estos mismos artesanos, que a
veces viven en regiones apartadas del país! ¡Cuánto comercio y navegación,
constructores de barcos, marineros, fabricantes de velas y jarcias no hubo que
utilizar para conseguir los colorantes usados por el tintorero y que, a menudo,
proceden de los lugares más remotos del mundo! ¡Y qué variedad de trabajo se
necesita para producir las herramientas del más modesto de estos operarios!”
(p. 14).
El párrafo precedente muestra que Smith
veía con claridad que la DT reforzaba los lazos entre los individuos. El
egoísmo de la naturaleza humana es contrarrestado por la dependencia general en
que la DT pone a los individuos en la economía mercantil. Es cierto que Smith
considera que esta dependencia es producto de la acción inconsciente de los
individuos (que siguen a su naturaleza) y no de medidas conscientes. Pero el
énfasis en el carácter social del trabajo fue retomado posteriormente por
autores como Karl Marx (1818-1883) y Emile Durkheim (1858-1917), permitiéndoles
formular una concepción muy diferente de la sociedad. Claro que eso ya es otra
historia.
En estas dos últimas clases hemos revisado algunas
de las características de la ideología burguesa. En nuestro próximo encuentro
comenzaremos la tercera unidad del programa, dedicada al examen del marxismo. El texto a trabajar será el Manifiesto comunista, de Marx y Engels
(1820-1895). Enviaré una copia por correo electrónico.
Muchas gracias por su atención.
Villa del Parque, viernes 7 de agosto de 2020
ABREVIATURAS:
DT = División del trabajo / RN
= Riqueza de las naciones.
NOTAS:
[1] Smith,
Adam. (1958). Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza
de las naciones. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. (Traducción
española de Gabriel Franco).
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