"Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer."
Jorge Luis Borges (1899-1986)
Bienvenidas y
bienvenidos a la segunda clase del curso.
En el encuentro de
hoy vamos a retomar la noción de obstáculo epistemológico, con el objetivo de
revisar algunas dificultades habituales al momento de iniciar la investigación
científica. A continuación examinaremos algunas de las características del
conocimiento científico, haciendo hincapié en dos cuestiones: la verificación
empírica y el lenguaje técnico. Por último, diremos algunas palabras sobre la
cuestión del método científico.
Como es costumbre,
acompañan al texto de esta clase una serie de notas. En ellas aclaro algunos
puntos que permiten la mejor comprensión de la lectura; en otros casos, profundizo
temas que van más allá de lo necesario en este curso y sugiero nuevas lecturas
(cuyo carácter es optativo, por supuesto). La idea es no recargar el desarrollo
de la clase con detalles innecesarios, que volverían más pesada la lectura.
Pasemos pues a la clase propiamente dicha.
En la clase
anterior comenzamos a trabajar el concepto de obstáculo epistemológico. Dicha noción fue desarrollada por el
filósofo francés Gaston Bachelard (1884-1962) [1], en el marco de su crítica
del empirismo, esto es, de la
corriente epistemológica que postula que la información proporcionado por los
sentidos es la única fuente de conocimiento válido.
En la vida
corriente las personas confiamos en los datos que nos proporcionan los
sentidos. La utilidad de esta manera de proceder es indiscutible. Si nuestros
dedos sienten calor, alejamos la mano del fuego (o de la fuente de calor) para
no quemarnos. Actuar así nos permite adoptarnos al mundo en que vivimos. Nos da
confianza y seguridad. Es la base del saber
cotidiano, esto es, del conjunto de conocimientos prácticos que nos permiten sortear los problemas de todos los días y, aunque la palabra suene grandilocuente, sobrevivir.
Como quiera que sea, las cosas se
complican cuando nos preguntamos por las causas de los hechos que conocemos por
medio de los sentidos. Los seres humanos han visto desde tiempos inmemoriales
caer objetos: piedras, árboles, personas, etc. Pero esa observación no condujo
al descubrimiento de la ley de gravedad. Mejor dicho, la sola observación no
nos lleva a la gravedad. Lo mismo ocurre cuando indagamos los motivos de las
transformaciones de la realidad. El saber cotidiano “patina”, por decirlo así,
cuando enfrenta la cuestión del cambio. Y la necesidad de explicar los cambios
es, precisamente, uno de los motores que permitió el desarrollo de la filosofía
y, posteriormente, de las ciencias.
Se da la paradoja
de que el saber cotidiano, que nos sirve para actuar con eficacia en la vida diaria,
resulta inútil al momento de explicar las causas de los fenómenos y sus
transformaciones. Ahora bien, sin este conocimiento es imposible prever el cambio, anticiparlo, poder armar un plan de
acción frente a las variaciones en lo cotidiano. Y todo esto tiene fundamental relevancia
para nuestra supervivencia como especie.
El saber cotidiano
se aferra a las regularidades. Es un saber rutinario. [2] Toma la información
proporcionada por los sentidos como la realidad misma; si necesita avanzar en
la explicación, recurre al mito, a la intervención de los dioses u otros
agentes sobrenaturales.
El saber cotidiano
posee la fuerza de lo habitual. Estamos acostumbrados a ver el mundo tal como se
nos presenta. Esto sirve para comprender mejor el concepto de obstáculo
epistemológico. Nuestro saber cotidiano nos parece tan evidente, tan indudable,
que nos cuesta horrores salir de él y buscar otra alternativa. Es nuestra zona
de confort.
El conocimiento científico está obligado a
ir más allá de nuestras certezas cotidianas. Su objetivo es explicar la
realidad y sus transformaciones, y para ello tiene que construir conceptos y teorías. La ciencia opera así de un modo anti-intuitivo: nos pide
que desconfiemos de lo que damos por cierto y que busquemos la explicación de
lo visible en lo invisible. [3]
El saber científico
se construye en confrontación con las certezas que aceptamos. Lejos de
elaborarse a partir de los hechos, la ciencia construye, por decirlo así,
nuevos hechos, pone en relación fenómenos que parecen no tener ninguna conexión
entre sí. Por ejemplo, la teoría de la gravedad muestra que la caída de los cuerpos
y las mareas obedecen a la acción de la fuerza gravitatoria.
La realidad se
presenta a los ojos del científico como un vidrio empañado, como una superficie
opaca que impide conocer las conexiones entre los fenómenos. De ahí que se vea
obligado a criticar el saber cotidiano y, más en general, a dudar de todas las
certezas.
El filósofo francés
René Descartes (1596-1650) abordó la cuestión del método y concedió un papel
central a la duda sistemática como medio para poner en cuestión las certezas y
avanzar así en la búsqueda de la verdad. En el Discurso del método (1637), realizó una crítica de los saberes de
su tiempo y escribió lo siguiente respecto a la filosofía:
“Visto
que ha sido cultivada por los más excelentes espíritus que han vivido desde
hace muchos siglos, y que sin embargo no hay en ella cosa alguna que no sea
todavía objeto de disputa, y por consiguiente, que no sea dudosa. (…) Por ello
apenas mi edad me permitió salir de la tutela de mis preceptores, abandoné
completamente el estudio de las letras. Y decidido a no buscar otra ciencia que
la que pudiera encontrar en mi mismo, o en el gran libro del mundo, empleé el
resto de mi juventud en viajar, en ver cortes y ejércitos, en frecuentar gentes
de diversos caracteres y condiciones, en reunir diferentes experiencias, en
ponerme a mí mismo a prueba en las circunstancias que la fortuna me ofrecía, y
por doquiera en reflexionar frente a las cosas que se presentaban para tratar
de extraer de ellas algún provecho.” [4]
Descartes, uno de
los exponentes fundamentales de la corriente filosófica conocida como racionalismo, llevó al límite la
pregunta por los fundamentos de nuestras certezas.
“¿Qué
es lo que sabe el hombre solo? ¿De qué puede sentirse en lo cierto? Las sensaciones
muchas veces se han revelado engañosas. A veces es hasta imposible distinguir
el sueño de la vigilia, y estar seguros de la actualidad de las propias
sensaciones. Las matemáticas parecen seguras; pero puede ocurrirle hasta al más
sólido de los intelectos equivocarse en un cálculo. ¿No podría ocurrir que
fuera falso todo lo que me parece verdadero, y verdadero todo lo que creo
falso?” [5]
En este curso no
podemos adentrarnos en los problemas de la filosofía del conocimiento. Basta con
tomar nota de lo que hemos dicho hasta ahora respecto a la importancia de la
duda en la construcción del conocimiento.
Hacer ciencia no es
registrar lo existente, sino construir nuevos hechos (los hechos científicos) a
partir de un examen crítico de la información disponible. En otras palabras, el
científico no es un sujeto pasivo que anota lo que ve, sino un sujeto activo,
que selecciona los datos que considera relevantes.
Aquí hay que
agregar una cuestión más: los prejuicios.
Éstos constituyen otro gran obstáculo epistemológico. Dicho de manera esquemática,
un prejuicio es un supuesto saber construido sin conocer los hechos por
experiencia directa. Nos llega a través de otras personas y lo aceptamos sin
mayor discusión. [6]
En este sentido, el conocimiento científico se construye en lucha contra los prejuicios.
En este sentido, el conocimiento científico se construye en lucha contra los prejuicios.
Lo dicho hasta aquí
servirá para comprender las dificultades que surgen cuando encaramos la tarea
de formular un problema de investigación. Abordaremos esta cuestión en los
próximos encuentros.
Ahora estamos en
condiciones de hacer un balance de lo visto. El saber cotidiano se basa en la
experiencia, en las regularidades y en los prejuicios. Útil para nuestra
experiencia de todos los días, funciona como obstáculo epistemológico cuando
pretendemos indagar las causas de los fenómenos. Hacer ciencia implica
investigar, es decir, construir hechos a partir de una selección cuidadosa de
la información proporcionada por los sentidos. Esa selección se realiza por
medio de conceptos y teorías y, a la vez, permite construir nuevos conceptos y
teorías que se utilizan para explicar nuevos aspectos de la realidad (o para
tener una mejor comprensión de los aspectos que ya conocemos).
El saber cotidiano
y el saber científico son dos formas distintas de conocimiento. Esta distinción
se desarrolla en uno de los textos de la bibliografía obligatoria. [7] Ahora no
hace falta avanzar en ese terreno (a los fines prácticos basta con la lectura
de ese texto); nos conviene concentrarnos en un aspecto del conocimiento
científico que cobrará importancia con el correr de las clases.
El saber científico
se expresa en conceptos y teorías. Dicho de manera rápida, una teoría es un
sistema de conceptos que se utiliza para explicar una parte de la realidad (por
ejemplo, la teoría de los precios). Un concepto describe propiedades y/o
aspectos de esa realidad, en un lenguaje en el que los términos utilizados se
hallan definidos de antemano de manera precisa por los científicos. Así, la
palabra “turismo” tiene un significado en el lenguaje “natural” (el que
utilizamos las personas comunes) y otro en el lenguaje técnico de quienes
estudian y practican las ciencias del turismo. [8]
En este sentido,
hacer ciencia equivale a adentrarse (¡y a construir!) en un nuevo lenguaje. Es
por esto que cuesta tanto aprender una ciencia, pues nos vemos obligados a
despojarnos de las palabras con las que conocemos el mundo.
Ahora bien, en este
curso estudiamos la metodología de la investigación CIENTÍFICA. Ser
investigador implica, entre otras cosas, adquirir, dominar y elaborar un nuevo
lenguaje. Ese lenguaje (conceptos y teorías) construye una nueva realidad, el
objeto de la investigación científica. Investigar no es describir lo ya
existente, sino construir un nuevo mundo mediante una serie de procedimientos
sistemáticos. Investigar es cualquier cosa menos adoptar una posición de
pasividad frente a los hechos.
Desde el punto de
vista de un curso como éste, las dos características más importantes del
conocimiento científico son la verificación de las hipótesis y el lenguaje
técnico. Si bien nos ocuparemos más adelante del tema de la hipótesis, tenemos
que adelantar que una hipótesis es un intento de explicación, una respuesta a
un problema que hasta el momento no pudo ser resuelto. Pero una hipótesis tiene
valor científico si puede ser puesta a prueba con los hechos. Una hipótesis sin
posibilidad de verificación empírica carece de interés para la ciencia.
Cuando hacemos
investigación científica tenemos que hacer las cosas de manera tal que sea
posible la verificación. Cada afirmación tiene que basarse en datos
comprobables. Es por eso que insistiremos en la necesidad de indicar la fuente
de las afirmaciones que hacemos en la investigación. Se trata de adquirir el
hábito de proceder científicamente.
La utilización de
un lenguaje técnico es otro elemento fundamental en la investigación. Como
veremos más adelante, la definición del problema de investigación es la tarea
más importante para el investigador. Y en esa tarea de definir el problema
juega un rol central la incorporación del lenguaje técnico. Conocer el lenguaje
técnico implica conocer el problema.
La confección de un
proyecto de investigación requiere de la elaboración de un marco teórico, es
decir, las herramientas conceptuales (teorías y conceptos) que se van a emplear
en la investigación. La construcción de un marco teórico es, junto a la
formulación del problema de investigación, la tarea más significativa a
realizar por el investigador.
Antes de concluir
con el tema de las características del conocimiento científico hay que decir
que todos los autores coinciden en algo: la construcción del saber científico
exige la elaboración de un método. Pero la coincidencia termina aquí y da paso
a un debate que se prolonga hasta nuestros días.
Una parte de los
autores defienden la tesis que afirma la existencia de un método científico.
Generalmente se dice que ese método es el de las ciencias naturales, más
específicamente el de la física.
Un buen ejemplo de
la perspectiva que acabamos de describirlo lo tenemos en la posición del Círculo de Viena, una corriente
epistemológica de gran influencia en el mundo anglosajón. [9]
Otros, y me incluyo
en este segundo grupo, piensan que no existe un único método sino que cada
ciencia e, incluso, cada problema de investigación exige la construcción de un
método específico.
En este punto
concluimos nuestra brevísima incursión en el mundo de la epistemología. Si bien
seguiremos haciendo mención a los problemas de la construcción del
conocimiento, éstos pasarán a un segundo plano. En las clases siguientes nos
adentraremos en el mundo de la investigación científica y comenzaremos a reunir
la caja de herramientas que nos permitirá realizar investigación.
Muchas gracias por su atención.
Muchas gracias por su atención.
Villa del Parque, sábado
11 de abril de 2020
NOTAS:
[1] Para una somera presentación de la obra de Bachelard, consultar: Mayo, A. (2014). Bachelard y
la crítica del empirismo: La formación del espíritu científico (1938). [en
línea] Miseria de la Sociología, 6/01/2014.
[2]
Para una breve comparación entre conocimiento científico y saber cotidiano,
consultar el texto de la bibliografía obligatoria: Mayo, A. (2013). Conocimiento
científico y saber cotidiano: La concepción de Ernst Nagel. [en línea] Miseria
de la Sociología, 12/08/2013.
[3]
Reitero ejemplos vinculados al sentido de la vista porque somos seres
eminentemente visuales. Pero tiene que quedar claro que me refiero al conjunto
de los sentidos. La ciencia requiere que expliquemos lo empírico (lo accesible
a los sentidos) por los conceptos (lo no empírico).
[4]
Descartes, R., Discurso del método,
citado por Cristofolini, P. (s. f.). Descartes. Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina, pp. 7-8.
[5] Cristofolini,
P. (s. f.). Descartes. Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, p. 26.
[6] Utilizo
la palabra “prejuicio” no en sentido peyorativo, sino para designar todo juicio
previo a la experiencia.
[7] Mayo,
A. (2013). Conocimiento científico y saber cotidiano: La concepción de Ernst
Nagel. [en línea] Miseria de la Sociología, 12/08/2013.
[8] A modo
de ejemplo, ver la definición de turismo según la OMT (Organización Mundial de
Turismo).
[9] Ver en
la bibliografía obligatoria: Mayo, A. (2013). Ficha de lectura: Manifiesto del
Círculo de Viena. La concepción científica del mundo (1929). [en línea] Miseria
de la Sociología, 8/05/2013.
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