lunes, 6 de abril de 2020

METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN – CURSO 2020 – CLASE N° 1





Bienvenidas y bienvenidas a este curso que, por razones de público conocimiento, comienza en condiciones excepcionales.

Estamos obligados a realizar una cursada a distancia, con todos los inconvenientes que ello implica para el proceso de enseñar y aprender. Nada reemplaza la interacción profesor – estudiante en el aula. Pero intentaremos que esa ausencia se note lo menos posible. Por último, y para no hacer más extensa esta pequeña introducción, les pido disculpas por la demora en implementar las clases virtuales. Ustedes y yo estamos aprendiendo a desenvolvernos en un contexto novedoso.

La obligatoriedad de una materia en el plan de la carrera exime a profesores y estudiantes de preguntarse seriamente sobre el para qué es necesario estudiar esa materia. La fundamentación del programa de la asignatura debería servir de respuesta a esa cuestión, pero nadie acostumbra leer los fundamentos del programa. Al estudiante le basta con saber que la materia es obligatoria y que, para ello, tiene que aprobar los parciales y los trabajos prácticos; siendo honestos, los profesores contamos con ello para lograr que los alumnos estudien.

Las cosas pueden y deben ser diferentes en un curso de Metodología de la investigación. Ante todo porque la investigación aparece como algo esotérico, alejado de la práctica de los estudiantes. Para éstos, Metodología cobra importancia al final de la carrera, cuando deben hacer la tesis para graduarse. Pero esto resulta muy distante para los alumnos que cursan los primeros años. Y, como es sabido, lo distante no existe. Metodología aparece como una asignatura marginal en la carrera, que deben cursar exclusivamente por obligación. 

A lo anterior hay que agregarle una cuestión extra, propia de la materia. Se aprende Metodología de la Investigación por medio de la práctica; en un sentido estricto, no hay otro modo de hacerlo. Aprender Metodología sin realizar investigación equivale a aprender a andar en bicicleta por correspondencia y sin tener bici.

De modo que el profesor del curso tiene que vencer dos obstáculos que se plantean desde el vamos en la materia. De un lado, la firme convicción de los estudiantes sobre el carácter marginal de la asignatura; de otro lado, la ausencia de una práctica que los acerque a los problemas de la investigación.

Ahora bien, tal como ya se dijo, Metodología cobra importancia al final de la carrera, cuando los estudiantes tienen que encarar la tarea de hacer la tesis para graduarse. Además, quienes cursen estudios de posgrado se enfrentarán inevitablemente al trabajo de confeccionar proyectos de investigación y tesis. Por último, algunos de ustedes pueden optar por seguir la carrera de investigador en Turismo o en otras disciplinas sociales.

Por todas las razones enumeradas es importante contar con una buena formación en Metodología de la Investigación. De ahí que el profesor deba hacer un esfuerzo extra para lograr que los estudiantes se interesen en la materia. Es por esto que conviene comenzar el curso justificando la pertinencia de estudiar Metodología. Esto nos obliga a realizar una serie de rodeos. Paciencia.

Ante todo, ¿por qué hay que investigar?

La pregunta parece trivial, pero no lo es si pensamos con detenimiento.

Vivimos en un mundo saturado de información. La computadora o el celu que usted está utilizando para leer esta clase le permite acceder una masa gigantesca de información. Basta escribir cualquier término (metodología, por ejemplo) e Internet hace el resto. La facilidad para acceder a la información genera la ilusión de que obtenerla es tarea sencilla (no más de un clic en la computadora o en el celu). A esto hay que sumarle la distancia entre nosotros y la ciencia y la tecnología.

Paso a explicarme.

Veamos, por ejemplo, el caso de la computadora en la que usted está leyendo esta clase. Usted y yo sabemos prenderla y apagarla, operar los comandos del Word, enviar mensajes por correo electrónico, interactuar en una o varias redes sociales. Pero no sabemos nada (o casi) de cómo funciona la computadora. Ignoramos los principios físicos que están detrás de su funcionamiento. Sabemos que la computadora funciona si está enchufada a un tomacorriente (algo que, por cierto, se vuelve obvio cada vez que se corta la luz), pero desconocemos qué es la electricidad. Lo mismo vale para cada uno de los programas que emplea la computadora. Como dijimos, sabemos usar el Word, pero no sabemos nada acerca del lenguaje de programación.

El desconocimiento generalizado de la ciencia y la tecnología (insisto en que se trata del desconocimiento de cómo se hacen las cosas y no del cómo se usan) hace que ignoremos la manera en que la ciencia produce conocimiento.

Alguien dijo alguna vez que si el conocimiento estuviera al alcance de la mano toda la ciencia entera sobraría. [1] La facilidad del acceso a la información profundiza la ilusión de que el conocimiento se encuentra a nuestra disposición, sin mediar mayor esfuerzo.

Una buena manera de empezar el curso consiste, pues, en mostrar que la producción de conocimiento requiere de un trabajo considerable, que implica el dominio de un complejo aparato de técnicas y herramientas conceptuales.

Ahora bien, ¿por qué las cosas son así?

El mundo que nos rodea puede ser muy engañoso. Lo que pensamos que es un saber sólido se desvanece muchas veces en el aire. [2] Veamos un ejemplo. Si observamos el cielo en una noche despejada podemos notar varios fenómenos interesantes. En primer lugar, la Luna, los planetas y las estrellas se desplazan en el cielo, no permanecen inmóviles. En segundo lugar, la Tierra en la que estamos parados no se mueve durante el tiempo de la observación. Esto es lo que registramos a través de nuestros sentidos. Si alguno de esos hipotéticos observadores llegara a decir al final de la noche que observó o sintió el movimiento de la Tierra, probablemente dudaríamos de su salud mental o le preguntaríamos si consumió alguna bebida alcohólica antes de la observación. Si dejamos de lado lo aprendido en la escuela y nos manejamos únicamente con la información que nos proporcionan nuestros sentidos, no podríamos decir otra cosa que lo indicado antes: la tierra está inmóvil y en torno a ella se mueven el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas. Es más, estaríamos tentados a afirmar que la tierra permanece inmóvil en el centro del universo. El observador que afirmó que la tierra también se mueve sería condenado como alguien que pretende perturbar nuestras creencias, basadas en la experiencia empírica.

El movimiento de la Tierra fue descubierto al cabo de milenios, por medio de investigaciones llevadas a cabo por algunos de los científicos más importantes de la humanidad.

Otro ejemplo. Hasta un niño sabe que si soltamos una lapicera ésta caerá al piso. Si se nos pide que digamos por qué cae la lapicera, nuestra respuesta automática es: “Por la gravedad”. Pero ninguno de nosotros observa la gravedad: vemos caer lapiceras, tizas, celulares, pianos, etc., pero jamás vemos caer a la gravedad. Mejor dicho, no observamos a la gravedad haciendo caer los objetos. La gravedad no puede ser captada por los sentidos. No vemos a la “señora gravedad” tirando hacia abajo a las cosas que son soltadas.

Pero la gravedad existe. Ocurre que su existencia no es la de un objeto, sino la de un concepto. Los conceptos son elaboraciones de nuestras mentes, creadas para explicar la realidad. Como veremos más adelante, una de las finalidades de la investigación es la producción de conceptos.

Llegados a este punto podemos repasar lo obtenido hasta ahora. El mundo que nos rodea (para los que hacemos ciencias sociales, la sociedad) es un lugar engañoso, donde casi nada es lo que parece. Ese mundo ofrece a nuestros sentidos y a nuestra razón una cara visible, constituida por innumerables fenómenos que suceden continuamente a nuestro alrededor. Esa cara visible es una apariencia, que oculta las causas por las que ocurren esos fenómenos. Los objetos que caen no nos dicen nada acerca de la realidad. La Tierra en la que estamos parados no nos indica los diversos movimientos que realiza en el espacio.

Está claro que tenemos que conocer esa cara visible del mundo para poder sobrevivir. Nuestro conocimiento de esas apariencias, al que podemos denominar saber cotidiano, es fundamental para nuestra existencia. Eso está fuera de discusión. Pero también es cierto que necesitamos ir más allá de esas apariencias si queremos explicar cómo se producen las mismas, cómo está estructurado el mundo en que vivimos, cuáles son las maneras en que esas apariencias varían y porqué. Necesitamos hacerlo porque es la única manera en que podemos enfrentar exitosamente los cambios. El saber cotidiano falla cuando cambian las rutinas, cuando el mundo a nuestro alrededor comienza a transformarse.

Ir más allá de lo percibido por medio de los sentidos supone un esfuerzo. El mundo de las apariencias se nos presenta naturalmente como la realidad. Nos sentimos cómodos y no queremos salir de esa zona de confort.

Se da así la paradoja de que la realidad misma “actúa” como un obstáculo epistemológico, como un obstáculo al conocimiento. No nos detendremos en este concepto, desarrollado en uno de los textos de la bibliografía obligatoria. [3] Basta decir que las explicaciones habituales sobre tal o cual aspecto de la realidad operan como verdaderos obstáculos a nuestro conocimiento. Ya desarrollaremos y explicaremos el papel de los prejuicios en la investigación social.

La investigación científica es un esfuerzo para construir conocimiento, superando los obstáculos epistemológicos que opone la realidad misma. Esa construcción se da por medio de la elaboración de conceptos y de teorías.

Un breve recorrido por la historia de la ciencia puede ser de utilidad para la comprensión cabal de las dificultades inherentes a la construcción del conocimiento.

La ciencia moderna tiene unos pocos siglos de existencia. Si se toma en cuenta que la especie humana tuvo un proceso evolutivo que abarcó varios millones de años y que la actividad (o el conjunto de actividades) que hoy llamamos ciencia no tiene más de 500 años de antigüedad, estamos en condiciones de mensurar la juventud de nuestra ciencia.

La mayor parte de la historia humana transcurrió con el predominio de otras formas de conocimiento. Durante siglos imperó el saber cotidiano, el conocimiento práctico de los campesinos, pastores, artesanos, alfareros, herreros, etc. Mujeres y hombres edificaron un saber basado en la tarea cotidiana de subsistir. Los procedimientos del ensayo y error, la observación metódica, los rudimentos de la experimentación, fueron descubiertos y desarrollados por personas que no asistieron a la universidad. Descubrimientos trascendentales como el fuego, la agricultura, la domesticación de animales, la metalurgia, fueron realizadas por ellos. Sin esa saber cotidiano hubiera sido imposible la ciencia y, mucho más importante, nuestra supervivencia como especie.

El saber cotidiano supone el dominio de la realidad que se presenta ante nuestros sentidos. Los campesinos y los artesanos sabían manejar las propiedades de las cosas, pero desconocían las causas de esas propiedades. Tampoco podían explicar las variaciones en lo cotidiano, los sucesos inesperados que interrumpían las regularidades conocidas. Por ejemplo, los agricultores sembraban trigo en una región de clima templado. Si el clima variaba y se volvía más cálido, no podían dar cuenta de los motivos del cambio. Atados a las rutinas, a las regularidades, se sentían desconcertados frente a los cambios.

En tiempos más recientes, algunas sociedades desarrollaron otras formas de conocimiento, diferentes del saber cotidiano. Hace varios milenios y a partir del desarrollo de la agricultura, surgieron aldeas y ciudades. En lugares como Egipto, Sumeria, China, se constituyeron Estados. Apareció la escritura y, con ella, se aceleró la posibilidad de la transmisión de conocimientos entre generaciones. En este nuevo contexto tuvieron origen las primeras formas de matemática y de astronomía, necesarias para fijar las fechas del calendario agrícola, para la construcción y la administración de los flamantes Estados. Por último, en algunas sociedades apareció la filosofía.

En Grecia se produjo el florecimiento de la filosofía, con logros en áreas tales como la lógica, la retórica y el análisis del discurso. También hubo notables progresos en la matemática, en especial en geometría (por ejemplo, los Elementos del matemático griego Euclides - c. 325-c. 265 a. C.-). En Roma se alcanzó un enorme progreso en la ingeniería. Durante la Edad Media continuaron los desarrollos de la filosofía del lenguaje; también hubo avances en la matemática. Sin embargo, y en líneas generales, el desarrollo de la ciencia fue extremadamente lento hasta el siglo XVI.

¿Por qué tardó tanto el desarrollo científico?

Las causas de este retraso son complejas y exceden el marco de esta materia. Basta decir que las sociedades anteriores a la Modernidad se basaban en el trabajo de los campesinos, que eran esclavos o siervos. El trabajo era extraordinariamente barato. La clase dominante en esas sociedades (la nobleza) no estaba interesada en el desarrollo tecnológico; las máquinas eran más caras que un campesino. A esta exposición, harto esquemática, hay que agregarle la influencia de factores religiosos, ideológicos, etc.

La situación cambió a partir del siglo XV. En Europa occidental, sobre todo en Inglaterra, surgió el capitalismo, una nueva forma de organización social. Los capitalistas estaban interesados en la obtención de ganancias en el comercio y, cada vez más, de la explotación del trabajo asalariado. El auge del comercio fue el incentivo para el ciclo de descubrimientos geográficos, cuya mayor expresión fue el viaje de Cristóbal Colón (1451-1506) a América (1492).

Los viajes ensancharon el mundo conocido por los europeos y crearon el aliciente para el desarrollo de la matemática, la astronomía, la física, la ingeniería. Las viejas respuestas de la filosofía y la teología no servían para describir el nuevo mundo “creado” al calor de los viajes y de la observación de la naturaleza.

La Revolución Científica de los siglos XVI y XVII [4] cambió completamente la imagen del mundo. La tierra dejó de ser el centro del universo y pasó a ser un pedazo de roca que giraba alrededor del sol, una de las innumerables estrellas existentes en el universo.

Las viejas respuestas fueron descartadas (aunque el proceso fue muy paulatino y llevó varios siglos); la vieja filosofía fue reemplazada por una nueva, centrada en los problemas del método para obtener conocimiento. La preocupación pasaba por encontrar una vía que permitiera obtener un conocimiento sólido.

El siglo XVII aportó dos nuevas corrientes filosóficas: el empirismo y el racionalismo. Los empiristas afirmaban que la única fuente de conocimiento eran los sentidos. Los racionalistas, por su parte, decían que la razón (nuestra inteligencia, nuestra capacidad de conocer) era la principal herramienta para obtener conocimiento, pues los sentidos podían engañarnos. [5]

Hasta aquí llegamos en la clase de hoy. En nuestro próximo encuentro desarrollaremos la distinción entre conocimiento científico y saber cotidiano, que es tratada en uno de los textos de lectura obligatoria. [6] Eso nos llevará a describir en forma sintética las principales características del conocimiento científico y, posteriormente, podremos comenzar nuestra indagación en el terreno específico de la Metodología de la investigación.


Villa del Parque, lunes 6 de abril de 2020

NOTAS:

[1] La frase pertenece a Karl Marx (1818-1883) y la cita textual dice: “La manera como se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría”.

[2] “La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relacionas de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, un movimiento y una inseguridad constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas admitidas y veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire: todo lo sagrado es profanado.” (K. Marx y F.Engels, Manifiesto del partido comunista, Buenos Aires, Anteo, 1986, p. 38-39).

[3] Mayo, A. (2013). Bachelard y la noción de obstáculo epistemológico. [en línea] Miseria de la Sociología, 21/04/2013.

[4] Se considera que la Revolución Científica se inicia en 1543 con la publicación del libro de Copérnico, De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), y culmina con la publicación de la obra de Newton, Philosophiae naturalis principia mathematica (Principios matemáticos de filosofía natural) en 1687.

[5] El empirismo fue desarrollado por varios filósofos ingleses, entre los que se destacaron Francis Bacon (1561-1626) y David Hume (1711-1776). El racionalismo tuvo como su principal exponente al filósofo francés René Descartes (1596-1650)
[6] Mayo, A. (2013). Conocimiento científico y saber cotidiano: La concepción de Ernst Nagel. [en línea] Miseria de la Sociología, 12/08/2013.

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