domingo, 15 de diciembre de 2019

CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA POLÍTICA ARGENTINA: EL CICLO ECONÓMICO STOP AND GO (1955-1976)




Introducción
El sentido común imperante en estos tiempos reproduce en el plano del pensamiento la fragmentación existente en lo cotidiano. Nos resulta casi imposible pensar una situación en su conexión con la totalidad o en términos de continuidad histórica. Cada hecho es percibido como un episodio desconectado de las relaciones sociales que lo producen y en el seno de las que cobra un sentido que va más allá de lo aparente. Nuestra forma de vivir nos lleva a crear este sentido común. El capitalismo, cuyas bases son la propiedad privada de los medios de producción y el trabajo asalariado, hace que cada persona se vea a sí misma como un átomo solitario, que debe velar por sus propios intereses y se siente amenazado por sus congéneres.
El sentido común actual es la puesta en práctica de la ideología capitalista, cuyos pilares son: el individualismo, la competencia (norma de conducta entre individuos, empresas y Estados) y la mencionada fragmentación del pensamiento, consecuencia del desarrollo de la tecnología y la creciente ampliación de la división del trabajo, que hacen que la inmensa mayoría de las personas realicen tareas cada vez más fragmentadas.
El sentido común se expresa de múltiples maneras. Una de ellas es la forma en que pensamos la política en las sociedades con regímenes democráticos. En ellas suele verificarse la alternancia en el poder de distintos partidos políticos (téngase presente el nivel de generalidad en que me expreso aquí). Por ejemplo, en nuestro país Mauricio Macri (alianza Cambiemos) sucedió en 2015 a la presidenta Cristina Fernández (PJ). Al escribir estas líneas, Alberto Fernández (PJ) se apresta a asumir la presidencia, reemplazando a Mauricio Macri (Cambiemos). Cada una de estas sucesiones es concebida como un corte abrupto en la política económica, como si ésta última dependiera exclusivamente de la persona que está al frente del Poder Ejecutivo. Según esta concepción, la política de un gobierno emana de las cualidades personales del individuo que está a cargo de la presidencia del país. Si su ideología es “neoliberal”, la política económica será “neoliberal”; si es peronista, las medidas económicas serán peronistas. El sentido común es rápido para percibir las diferencias, pero se paraliza y adormece cuando se trata de establecer las continuidades.
La imposibilidad de ver las continuidades expresa algo más profundo: la dificultad para pensar la existencia de una estructura de relaciones sociales que persiste más allá de los cambios en la superficie. Dicho de modo más preciso, la aguda percepción por el sentido común de las diferencias entre Mauricio Macri y Alberto Fernández (no estoy examinando por el momento el carácter de esas diferencias), esconde la existencia de una estructura que pone límites muy precisos a la acción de los políticos. En este punto, resulta significativo que el mismo trabajador que es perfectamente consciente de las limitaciones que pone a su vida el monto de su salario, considere que el recambio presidencial va a modificar sustancialmente las condiciones económicas del país y, por ende, su propia existencia.
Como se indicó más arriba, la fragmentación es producto de las relaciones sociales capitalistas. A su vez, esta fragmentación refuerza la dominación capitalista, impidiendo la percepción de la estructura de relaciones sociales que se expresa en continuidades que limitan los márgenes de acción de los individuos y las clases sociales. Por lo tanto, la construcción de una alternativa política al capitalismo tiene entre sus tareas la crítica del sentido común y la difusión de la concepción marxista de la sociedad, cuyo eje primordial es el reconocimiento de la existencia de una estructura de relaciones sociales que condiciona a los individuos, a las clases y a los Estados.
Una forma de poner en cuestión el sentido común imperante en la política argentina consiste en analizar la existencia de ciclos económicos, es decir, de procesos que se derivan de la estructura del capitalismo en Argentina y que se repiten con independencia de la fuerza política que se encuentra en el gobierno. [1] En esta oportunidad describiremos el ciclo de stop and go, que fue característico del período comprendido entre 1955 y 1976. Quien busque aquí un trabajo en el sentido académico del término, se irá defraudado. Nuestra intención es contribuir a formarnos como militantes socialistas, nada más ni nada menos. Por último, para la mejor comprensión del texto incluimos un glosario, que contiene varios de los términos económicos empleados aquí.
ABREVIATURAS:
BCRA = Banco Central de la República Argentina / CSG = Ciclo stop and go / ISI = Industrialización por sustitución de importaciones.


El proceso de industrialización en Argentina:
Argentina se constituyó como nación unificada en la segunda mitad del siglo XIX, bajo la hegemonía de la burguesía agraria (sobre todo, de la provincia de Buenos Aires). La incorporación al mercado mundial como país productor de productos primarios (lana, cereales, carne) fue paralela a la consolidación del Estado argentino, quien se encargó de aplastar todas las resistencias (rebeliones provinciales, pueblos originarios, etc.).
La forma específica de inserción de nuestro país es el mercado mundial recibe el nombre de modelo agroexportador y estuvo vigente entre 1880 y 1930. El comercio exterior se realizó principalmente con Gran Bretaña. Argentina vendía trigo y carne a los ingleses; a cambio, compraba productos manufacturados y bienes de capital. Si bien hubo un debate en torno a la industrialización en la década de 1870, la burguesía argentina rechazó esa vía de desarrollo y optó por la mencionada complementación con la economía inglesa. La industria quedó relegada a ocupar una posición muy marginal dentro de la economía, a excepción de ramas como la producción de alimentos y aquellas ligadas al procesamiento de productos primarios destinados al mercado mundial (por ejemplo, los frigoríficos). [2]
La crisis mundial capitalista iniciada en 1929 redujo sustancialmente el comercio internacional. Gran Bretaña disminuyó sus importaciones. El modelo agroexportador se volvió inviable. Dicho de modo sencillo, la caída de los precios de los productos primarios (efecto de la crisis mundial), sumada a la reducción del volumen de las compras de los países centrales a los países periféricos, dejaron a nuestro país imposibilitado para comprar los productos manufacturados necesarios para el consumo de la población. La burguesía argentina optó por intentar retener el mercado británico por medio de concesiones (Pacto Roca-Runciman, 1933) y, a la vez, promovió un incipiente proceso de industrialización, cuyo objetivo era aliviar la balanza de pagos produciendo en el país los bienes de consumo que resultaba muy oneroso importar. Esta apuesta por el desarrollo de la industria es conocida como ISI.
“A partir de los últimos años de la década del 20 [1920] y hasta bien entrada la década del 40 [1940] sobrevino un prolongado período, apenas interrumpido en algunos momentos de los años 30, en que se unieron una crisis económica internacional de profundidad y amplitud antes no vistas con una guerra mundial de extensión y grado de destrucción inigualados configurando un período particularmente prolongado. (…) Esta adaptación mayor [de la economía argentina a las nuevas circunstancias] no tuvo lugar sólo en nuestro país sino también en otros países de América Latina y del Tercer Mundo en general, constituyendo lo que dio en llamarse de acuerdo a uno de los rasgos más típicos de este proceso, la industrialización sustitutiva de importaciones. Es decir, se trató del desarrollo de ramas industriales que iban siguiendo la vía de las importaciones que se tornaban imposibles o que se volvían en otras circunstancias extraordinariamente onerosas haciéndose conveniente, por tanto, el reemplazarlas por una producción local nueva.” (Ciafardini, 2002: 163).
En otras palabras, el despegue de la industria en Argentina se dio en la década de 1930, como respuesta al derrumbe del comercio internacional y a la imposibilidad (relativa) de seguir comprando productos manufacturados. La ISI comenzó antes del peronismo y fue desarrollada en sus comienzos por el régimen conservador que dominó la política argentina durante los años 30.
“El proceso de industrialización sustitutiva de los años 30 constituyó, en consecuencia, una adaptación emprendida por una importante fracción de la oligarquía terrateniente, pilar anterior de la alianza oligárquico-imperialista [se refiere a la relación entre la burguesía agraria argentina y Gran Bretaña durante el modelo agroexportador]. De tal modo esa clase social buscó durante este período adecuarse a las nuevas circunstancias mundiales y regionales. El proceso (…) significó una diversificación importante de las actividades económicas de la oligarquía argentina, la que incorporó masivamente a sus negocios también los de tipo financiero, comercial e industrial reteniendo, sin embargo, su base agraria.” (Ciafardini, 2002: 164).
La ISI configuró una industria ligada al consumo del mercado interno y fuertemente dependiente de importaciones de bienes de capital e insumos. A estas características hay que sumarle la baja productividad en términos internacionales. Se trató de una industria que no se propuso como meta exportar. De ese modo, lejos de aliviar la balanza comercial, el crecimiento industrial aumentó las importaciones, agudizando así el problema de la falta de divisas, que eran provistas por las exportaciones de productos agrícolas. Estos problemas están en la base del CSG.
La ISI se aceleró con el ascenso del peronismo al gobierno (1946). Se desarrolló la industria liviana ligada al consumo interno y prosiguió el crecimiento numérico de la clase trabajadora. Sin embargo, la ISI tropezaba con la falta de bienes de capital y de insumos, que debían importarse. Como indicamos en el párrafo anterior, las divisas necesarias para comprar las importaciones eran provistas por la burguesía agraria, a través de las exportaciones de productos primarios. Pero el desarrollo industrial requería cada vez más divisas, en tanto que la producción agropecuaria tendía a estancarse. En pocas palabras, a fines de la década de 1940 comenzó a quedar claro que la economía argentina producía menos divisas (dólares) que las necesarias para su funcionamiento. El reconocimiento de este problema está en la base de la comprensión del CSG.


El Ciclo Stop and Go:
El CSG fue típico de la economía argentina en el período 1949-1976. Debe ser distinguido del ciclo propio del modelo agroexportador (1880-1930) [3] También es preciso diferenciarlo del ciclo económico del período posterior a la dictadura militar (1983 en adelante), al que dedicaremos una ficha específica.
El CSG se verificó en el marco de la ISI y se manifiesta en crisis periódicas de la balanza de pagos (v.). La primera de esas crisis se dio durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, en 1949, cuando se produjo un déficit de la balanza comercial (v.). Con esto, dio comienzo el CSG, cuya fase recesiva se prolongó hasta 1952. Las crisis del sector externo volvieron a repetirse en 1959 y en 1962-1963.
Si bien economía y política son inseparables, es posible formular una descripción del CSG centrada en los aspectos económicos. En este sentido, Rapoport (2008) y Rougier y Fiszbein (2006) recomiendan para la comprensión del funcionamiento del CSG el modelo analítico elaborado por Oscar Braun y Leonard Joy [4].
El modelo Braun-Joy partía de los siguientes supuestos:
             i.        Volumen fijo de producción agropecuaria.
           ii.     Demanda interna de productos agropecuarios [alimentos] insensible a las variaciones de los precios relativos, pero sensible a los cambios en el ingreso y en su distribución.
          iii.        Demanda de importaciones [materias primas, bienes industriales – sobre todo bienes de capital -] poco elástica respecto de los cambios en los precios relativos y, por el contrario, muy elástica frente a las variaciones de la producción industrial.
          iv.        Una oferta de exportaciones compuesta exclusivamente de productos primarios.
En su fase ascendente, crecen las importaciones debido al incremento de la producción industrial (ver supuesto iii). Al mismo tiempo, caen las exportaciones, por la mayor demanda de bienes de consumo, debido a las subas en salario real y en el nivel de ingresos).
La fase ascendente culmina en una crisis, que se expresa en déficit de la balanza comercial, consecuencia del agotamiento de las reservas del BCRA.
Para resolver la crisis, las autoridades económicas lanzan un plan de estabilización, cuya pieza fundamental es la devaluación del peso, acompañada de políticas monetarias y fiscales restrictivas.
La devaluación tiene las siguientes consecuencias:
·         Suben los precios de los productos agropecuarios exportables y de los productos industriales con insumos importados. [5]
·         Se produce una transferencia de ingresos a favor de los productores de bienes agropecuarios (la burguesía de la región pampeana, que posee altos ingresos y puede ahorrar más) y en contra de los asalariados, que destinan casi todos sus ingresos al consumo.
·         Como efecto de lo indicado en el punto anterior, cae la demanda global. La caída afecta sobre todo al sector industrial.
·         Recesión, reforzada por la reducción del gasto público y de la emisión monetaria.
El plan de estabilización tiene éxito cuando se produce la mencionada caída de la demanda global y, por ende, la caída de la actividad industrial (reduciéndose el monto de inversiones en ese sector, que sufre, a la vez, los efectos de la contracción monetaria). El éxito se plasma en la caída del consumo de importaciones industriales, efecto que alivia la situación de la balanza de pagos. A esto hay que sumarle la reducción de la demanda interna de productos agropecuarios, consecuencia de la caída de los ingresos.
Resultado A: Incremento de los saldos exportables

Resultado B: Equilibrio de la balanza de pagos

La estructura económica se encuentra en condiciones de comenzar una nueva fase ascendente, cuyos componentes son la política fiscal expansiva y el incremento de la inflación, consecuencia del aumento de los salarios reales.
Ahora bien, la burguesía pampeana reacciona manteniendo estacionario el volumen de la producción agrícola, que resulta así ser inelástica a los cambios en los precios relativos generado por la devaluación.
Nueva crisis de la balanza de pagos
El ciclo vuelve a repetirse, una y otra vez…


La política del ciclo:
El CSG no puede explicarse únicamente por factores “económicos”. La imposibilidad de la burguesía para encontrar una salida al ciclo que garantice una acumulación sostenida en el tiempo tiene sus raíces en la relación de fuerzas entre las clases sociales.
En el período comprendido entre 1955 y 1976 la burguesía se hallaba dividida entre una fracción agraria, cuyas exportaciones proveían de divisas al conjunto de la economía y cuyo interés principal era conservar la totalidad de sus ganancias, evitando que una parte de las mismas fuera a financiar a la ISI; una fracción transnacional, constituida por las empresas extranjeras que se radicaron en el país en las décadas de 1950 y 1960, cuya productividad era mayor que la del resto del sector industrial, consecuencia de poseer tecnología más moderna y una organización más eficiente del proceso productivo; una fracción mercadointernista, ligada a la ISI y que producía para el mercado interno. Frente a ellas se hallaba la clase trabajadora, con una larga tradición de organización (iniciada a finales de la década de 1850), con un notable peso numérico y social (sin parangón en el resto de América Latina) y cuya expresión política era el peronismo. Dada la proscripción del peronismo, los sindicatos fueron simultáneamente instrumentos de lucha económica y pilares del movimiento peronista, el cual tenía vedado el terreno de la política.
Las limitaciones de la ISI estaban claras: dada su orientación mercado internista y a fuerte dependencia de tecnología e insumos extranjeros, el crecimiento de la industria no hacía más que agravar la crónica insuficiencia de divisas de la economía. A su vez, la fortaleza del movimiento obrero imponía trabas adicionales al aumento de la productividad, al resistir con relativo éxito los planes de racionalización capitalista, los cuales consistían, simplificando la cuestión, en una intensificación del ritmo de trabajo, produciendo así un mayor desgaste del trabajador.
En la fase ascendente del ciclo, la alianza entre la burguesía transnacional, la burguesía mercadointernista y el movimiento obrero se imponía a la burguesía agraria. La ISI tendía a profundizarse, en base a los recursos tomados de las exportaciones agrarias. Los trabajadores luchaban por mejores salarios y, al obtenerlos, se producía una expansión del consumo y ello retroalimentaba el crecimiento de la industria. Pero, a la vez, el auge industrial gastaba más y más divisas, hasta el punto en que entraba en crisis la balanza de pagos. Por su parte, la burguesía agraria respondía reduciendo su producción, con lo que recortaba las divisas provenientes de las exportaciones. Más tarde o más temprano, la burguesía transnacional (que poseía fuentes de financiamiento externas, dado que sus empresas eran filiales de casas matrices ubicadas en países centrales) abandonaba la alianza y el bloque de la burguesía ligada al mercado interno y la clase trabajadora, era derrotado.
Frente a la crisis, se constituía una nueva alianza, conformada por la burguesía agraria y la burguesía transnacional, que llevaba adelante un plan de estabilización cuyo eje era la devaluación. Pero este plan chocaba con la resistencia del movimiento obrero, quien terminaba por limitar sus efectos. Si el plan tenía éxito, se resolvía por el momento la crisis del sector externo y comenzaba una nueva etapa de crecimiento, en la que volvía a reconstituirse la alianza entre la burguesía transnacional, la burguesía mercadointernista y el movimiento obrero.
La burguesía era la clase dominante. Eso está fuera de discusión. Pero su división en distintas fracciones y la tensión entre quienes promovían el desarrollo de la ISI centrada en el mercado interno y quienes adherían a una ISI volcada a la exportación de productos industriales, sumada a la presión de la burguesía agraria por conservar los dólares de las exportaciones, hacían que la burguesía no pudiera construir una hegemonía sólida. El movimiento obrero poseía una fuerza y una organización que le permitían presionar y obtener concesiones, aunque carecía de una política autónoma frente a la burguesía.
Todo lo anterior daba por resultado la inestabilidad política, que reinó en Argentina en el período 1955-1976.
Ya desde finales de la década de 1950 la burguesía comenzó a elaborar respuestas frente a las limitaciones de la ISI.
“Ante esto la solución económicamente «evidente» -y reiteradamente propuesta como tal radicaba en un fuerte aumento de las exportaciones que, al levantar el techo de la balanza de pagos, hubiera permitido proveer a esa estructura productiva urbana de las importaciones necesarias para un «desarrollo sostenido». Supuestos los parámetros capitalistas de la situación, esa solución implicaba, fundamentalmente, encontrar medios para aumentar la producción (y la productividad) pampeana y/o para reducir el nivel de ingreso del sector popular en forma de que, por media de la reducción del consumo interno de alimentos, quedaran «liberados» mayores excedentes exportables.” (O'Donnell, 1977, p. 13).
A mediados de la década de 1960 la presión por una salida exportadora a las limitaciones de la ISI estaba, por decirlo así, en el aire. En 1966 el Centro de Investigaciones Económicas del Instituto Torcuato Di Tella organizó la Conferencia sobre “Estrategias para el Sector Externo y Desarrollo Externo”, en el que participaron economistas argentinos y extranjeros. Hubo consenso en torno a redefinir la estrategia para la industrialización, adoptando un perfil ligado a la exportación de bienes manufacturados. En esto estaban de acuerdo tanto los economistas “liberales” como “nacionalistas”. Sin exportaciones industriales era imposible sostener una industrialización que consumía cada vez más divisas.
El debate en torno a la ISI influyó en la política económica de la dictadura de Onganía, cuyo principal exponente fue el ministro Adalbert Krieger Vasena. Éste se propuso: a) racionalizar la estructura industrial para hacerla eficiente; b) transformar al país en una economía abierta, con segmentos competitivos internacionalmente.
No disponemos de espacio aquí para examinar en detalle la política de Onganía-Krieger. Basta con decir que enfrentó la oposición de la burguesía agraria, que se opuso al doble tipo de cambio, que en la práctica consistía en la aplicación de retenciones a las exportaciones agropecuarias. Los recursos absorbidos por el Estado vía retenciones eran empleados para promover la industria, en especial, las exportaciones industriales y la producción local de bienes intermedios y bienes de capital.
La política de la dictadura de Onganía fue derrotada por serie de rebeliones obreras y populares que jalonaron el año 1969, en especial el Cordobazo de mayo de ese año. También, aunque en menor medida, se hizo notar la oposición de la burguesía agraria a que una parte de sus ganancias se destinaran a la industrialización. La experiencia resultó desalentadora para la burguesía: ni toda la fuerza del Estado había bastado para desarticular la situación de empate hegemónico entre su fracción mercadointernista y la fracción que promovía un modelo exportador y una racionalización del capitalismo argentino. Se hizo notar, una vez más, la capacidad de resistencia de la alianza entre el movimiento obrero y la burguesía ligada al mercado interno, alianza que aparecía encarnada políticamente en el peronismo.
No es necesario seguir adelante. El regreso del peronismo al gobierno (1973) mostró, una vez más, los límites que la estructura de relaciones sociales imponía a la acción política. Luego de un comienzo promisorio, la crisis internacional iniciada en 1974 volvió a poner en el tapete la fragilidad externa de la economía argentina. El golpe militar de 1976 cerró el período con el intento más extremo de exterminar la resistencia obrera.
El CSG muestra la unidad de economía y política, que sólo puede ser separada a los fines del análisis. Las nociones mismas de estructura de relaciones sociales y de ciclo económico permiten ver desde otra perspectiva los acontecimientos políticos. Detrás de las diferencias se visualizan las continuidades. La diversidad de candidatos y de opciones políticas se reduce considerablemente y se llega a ver un hilo conductor detrás de todo el proceso, la lucha de clases entre Capital y Trabajo, el secreto mejor guardado del capitalismo.

Parque Avellaneda, domingo 15 de diciembre de 2019


GLOSARIO [6]:
Balanza comercial = Es la correlación entre el total de los precios de las mercancías exportadas y de las importadas. Puede ser activa o pasiva. Si la exportación de mercancías de un país supera a la importación, la balanza comercial es activa, es decir, hay un superávit comercial; si la exportación es inferior a la importación, se dice que la balanza comercial es pasiva, es decir, el país presenta un déficit en su balanza comercial.
Balanza de pagos = Es el conjunto de las transacciones con el exterior de un país, tanto las de los bienes como las puramente financieras. Dentro del balance de pagos, la cuenta corriente incluye las exportaciones e importaciones de bienes (balanza comercial) y las transferencias por pago de remuneraciones de los factores externos. Éstas últimas se llaman comúnmente rubros invisibles (en oposición a las mercancías que son visibles) y comprenden, entre otros, turismo, transporte, seguros, intereses, dividendos, utilidades y regalías. A su vez, la cuenta de capital incluye las corrientes de capital (y de las amortizaciones sobre las mismas) hacia el exterior y desde el exterior y los cambios en las reservas netas de oro y divisas. Generalmente el déficit o superávit de la cuenta corriente del balance de pagos se cubre con movimientos de capital (préstamos o créditos), lo que implica para los deficitarios un permanente endeudamiento externo.
Bienes = Son los medios materiales que satisfacen las necesidades humanas. El ser humano obtiene estos medios de la naturaleza que le rodea. Salvo algunos bienes (que son directamente suministrados por la naturaleza bajo una forma que no exige ninguna actividad humana para apropiárselos, por ejemplo: el aire), la inmensa mayoría de los medios que satisfacen las necesidades se obtienen de la naturaleza por vía de extracción, de transformación, de modificación de los caracteres físicos, químicos o biológicos, por medio de un desplazamiento en el espacio o de la conservación en el tiempo.
Bienes de capital = Son los instrumentos de producción o medios de trabajo (maquinarias, equipos, herramientas, etc.) que facilitan la transformación de los objetos de trabajo. Estos bienes son utilizados para producir sin incorporarse físicamente al bien resultante, pudiendo computarse como valor agregado la pérdida de valor que sufren por su empleo en la producción (depreciación).
Bienes de consumo = Son bienes aplicados directamente a la satisfacción de las necesidades. Pueden ser de consumo inmediato (alimentos, indumentaria, etc.) o de consumo duradero (heladeras, lavarropas, televisores, autos, computadoras, etc.).
Insumo = Denominación dada al conjunto de los elementos (objetos naturales, materias primas y productos intermedios y auxiliares) consumidos en el proceso de producción y que desde este punto de vista constituyen los objetos de trabajo.
Precio = Es el nombre que se da al valor de una mercancía (bien o servicio) expresado en dinero.
Precios relativos = Se trata de los precios que tienen los bienes y servicios en relación a otros.
Producción primaria = Es la actividad humana aplicada a la obtención de los bienes de la naturaleza. Puede referirse a la simple extracción de bienes de la tierra, lo que es común respecto de aquellos elementos que no son reproducibles, como el caso de los minerales, aunque también se puede hacer esto respecto de elementos vegetales o animales, como es el caso de la tala de bosques, de la caza o de la pesca. Otro nivel de actividad primaria, de utilización directa de las potencialidades que ofrece el suelo, se relaciona con el cultivo de los elementos vegetales y animales.
Valor agregado = Es el valor final de los productos menos el valor de los insumos. Se trata del valor agregado en el proceso de producción.


BIBLIOGRAFÍA:
Ciafardini, H. (2002). La Argentina en el mercado mundial contemporáneo. En Textos sobre economía y política (selección de trabajos). (pp. 147-186). Buenos Aires: s. e.
Gastiazoro, E. (1978). Léxico de economía. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
O’Donnell, G. (1977). Estado y alianzas en Argentina, 1956-1977. En Desarrollo Económico (64).
Rapoport, M. (2008). Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003). Buenos Aires: Emecé.
Rougier, M. y Fiszbein, M. (2006). La frustración de un proyecto económico: El gobierno peronista de 1973-1976. Buenos Aires: Manantial.


NOTAS:
[1] El economista argentino Eugenio Gastiazoro define así al ciclo económico: “El período que media entre el principio de una crisis y el comienzo de la otra se denomina ciclo y consta de cuatro fases: crisis, depresión, reanimación y auge.” (Gastiazoro, 1978: 23). Esta definición tiene el mérito de considerar a las crisis como expresión del funcionamiento normal de una economía capitalista, y no como un fenómeno accidental y/o debido a “errores humanos”. Una aclaración necesaria: la existencia de ciclos económicos específicos de la economía argentina tiene que ser estudiado en el marco general de los ciclos de la economía capitalista en general. No cabe hablar de una “excepcionalidad” argentina, en el sentido de que la estructura social argentina se encuentra al margen de los condicionamientos propios de toda economía capitalista. Ahora bien, el análisis marxista está obligado a comprender la especificidad de cada estructura social particular y de cada coyuntura específica, pues su objetivo es proporcionar elementos para el desarrollo de una política revolucionaria.
[2] “La Argentina entra de lleno en el mercado mundial (…) en la segunda mitad del siglo XIX. Y no lo hace precisamente a partir de la formación de una economía compleja, en lo fundamental autodeterminada, sino con la modalidad de una especialización extrema convirtiéndose, como por lo general las naciones oprimidas de aquel entonces, en mera exportadora de materias primas y alimentos.” (Ciafardini, 2002: 156).
[3] Para el ciclo propio del modelo agroexportador, consultar Rapoport (2008: 90-94).
[4] Braun, O. y Joy, L. (1968). A Model of Economic Stagnation. A Caso Study of the Argentine Economy. ECONOMIC JOURNAL (321). La descripción del modelo realizada en este trabajo se basa en la exposición de Rapoport (2008: 489). Otra descripción del modelo Braun-Joy: “Algunos economistas formularon explicaciones analíticas precisas de la dinámica de la economía determinada por esas características estructurales; las fases expansivas se veían, con frecuencia, fuertemente estranguladas por la tendencia al desequilibrio en el balance de pagos. Durante estas fases crecía la demanda de importaciones, que requería un egreso de divisas superior a los descendentes saldos exportables; se gestaban así las condiciones que forzaban una devaluación de la moneda nacional, medida que desencadenaba un ajuste recesivo. El alza del tipo de cambio se transmitía a los precios, el salario real se deprimía y caía el consumo. La contracción de la demanda interna incrementaba la oferta de exportaciones y reducía las importaciones, lo que permitía cerrar la brecha en la cuenta corriente del balance de pagos y recrear las condiciones para una nueva fase expansiva.” (Rougier y Fiszbein, 2006: 16).
[5] Los productos agropecuarios suben más que los industriales, pues estos últimos sólo tienen una parte componente importada.
[6] El glosario fue confeccionado en base a Gastiazoro (1978).

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