Norbert Elias
(1897-1990) fue un sociólogo alemán cuya obra no requiere mayor presentación.
Se destacó en el campo de la sociología histórica y es autor de El proceso de la civilización (1939),
una de las obras maestras de la sociología del siglo XX. Elias escribió una
crítica de la obra de Karl Popper (1902-1994), La lógica de la investigación (1934; 1959). Se trata del artículo
“¿Ciencias o ciencias?”, publicado originalmente en 1985, bajo el título “Wissenschaft
oder Wissenschaften? Beitrag zu einer Diskussion mit wirklichkeitsblinden”, en
ZEITSCHRIFT FÜR SOZIOLOGIE, vol. 14, cuaderno 4, agosto de 1985, pp. 268-281.
A continuación, transcribo
mis notas de lectura, que pueden ser de alguna utilidad para el lector
interesado en la epistemología de las ciencias sociales. Utilicé la traducción
española de Vera Weiler, profesora de la Universidad Nacional de Colombia,
incluida en la compilación: Elias, Norbert, La
civilización de los padres y otros ensayos, pp. 369-405.
Elias comienza
marcando las características del debate. La discusión sobre el status de la
ciencia tiene características diferentes si se la encara desde el método científico o desde la filosofía de la ciencia. Si se enfoca
la cuestión desde este último punto de vista, “las tesis propias sobre la
ciencia no requieren de comprobación empírica, es decir la confrontación con investigaciones
acerca de la estructura y función real de las ciencias con miras a su
legitimación.” (p. 369). Para legitimar una propuesta teórica, los filósofos de
la ciencia remiten a la autoridad de alguna figura (como Popper, por ejemplo).
En rigor, la filosofía de la ciencia no es una ciencia, “sino una metaciencia” (p. 370).
Ahora bien, ¿cómo se
protege esta metaciencia contra el peligro de una “especulación arbitraria”?
Sus defensores lo hacen mediante el uso reiterados de “determinados términos clave
que, según parece, son entendidos como instancia última” (p. 370). Un ejemplo
de esto: ‘eso es así por razones lógicas’. El interés de Elias por dilucidar
qué entienden los filósofos por ‘lógica’ es resultado del papel que Popper le
asigna a ésta.
Popper no se refiere
a la lógica formal, que se ocupa de
“símbolos de relaciones puras”. Ahora bien, “como objetos de investigación (…)
las ciencias no son relaciones puras, es decir, anónimas. Su naturaleza es
distinta a la de los objetos de la matemática o de la lógica formal.” (p. 371).
Elias considera que
la noción de ‘lógica’ empleada por Popper permite caracterizar a éste como “un
descendiente tardío del a priori
kantiano.” (p. 371). [1] Popper adhiere a una idea de la metafísica trascendental,
que consiste en afirmar que el pensamiento de las personas está atado a leyes
cuasi – naturales, que existen como condiciones no aprendidas, previas a toda
experiencia.
La lógica de la investigación gira en
torno a cuatro tesis fundamentales, que Elias expresa así:
1)
“Hay
una lógica cuyas leyes anteceden a toda ciencia como su condición última y de
modo independiente a todo conocimiento adquirido mediante la experiencia, es
decir a priori.” (p. 372). Si
queremos conocer cómo ocurre la investigación científica y cómo debe llevarse a
cabo, es necesario remitirse a esta lógica.
2)
“De
estas premisas lógicas resulta que sólo puede haber un único tipo de ciencia
cuya versión ejemplar es la física clásica, es decir, una ciencia universal.”
(p. 372).
4)
“De
estas premisas lógicas resulta además que un método totalmente determinado, un
método cuantificador, extraído también de la física, es el único al que se le
puede atribuir el rango de método.” (p. 372). El empleo de este método permite
distinguir ciencia de pseudociencia.
Elias
indica que considera falsas a las cuatro tesis de Popper. Por razones de
espacio, se concentra en la discusión de la primera de ellas. El argumento de
Elias se sintetiza así: “Los seres humanos aprenden (…) a hablar y a pensar de
modo lógico, es decir, a hacerlo de forma clara y coherente en el sentido de su
sociedad, puesto que de esto depende su capacidad de comunicarse con otros. Y
si no lo aprenden, entonces tampoco lo pueden hacer. (…) No existe el más
mínimo indicio de límites prefijados, es decir, en principio innatos, para la
capacidad humana de adecuar plenamente a la realidad los símbolos auditivos,
visuales o táctiles, que le sirven como medios de comunicación y orientación.
No se puede demostrar por vía puramente lógica que sólo existe un único tipo de
ciencia, sin que importe cuán diversos sean los ámbitos de los objetos de la
investigación.” (p. 373).
Elias
considera que las ciencias tienen como tarea “resolver problemas antes no
resueltos, y que tal vez eran insolubles para los hombres. En otras palabras,
se trata de realizar descubrimientos verificables y de generar conocimiento
nuevo, más acorde con las realidades; hay que extender el acervo de los
símbolos a ámbitos de objetos nuevos para los cuales antes no había símbolos
adecuados, capaces de generar consenso en torno suyo. El método científico no
es sino un medio para este fin.” (p. 374). Desde este punto de vista,
transformar al método en un fetiche o hacer girar la teoría de la ciencia en
torno a la teoría del método (la metodología) es “una equivocación fatal”.
“Las ciencias del
hombre, de acuerdo con la peculiaridad del ámbito de su objeto, como también
con la naturaleza de sus problemas, necesitan sus propios métodos de
investigación.” (p. 374).
El
autor rechaza la concepción que sostiene que las ciencias sociales deben seguir el método de la física, tal como proponen Popper y sus discípulos. Esta es una “pretensión
monopólica es un anacronismo que proviene de una época en que la física,
gracias a sus descubrimientos, atraía la atención y en la que la ciencia
equivalía a la ciencia natural.” (p. 375).
A
continuación, el autor aclara la cuestión que da título al artículo. En el
siglo XVII (y, tal vez, en el XVIII) podía hablarse de ciencia en singular: se trataba de la física. En el siglo XX esto
es un anacronismo. En la actualidad existen tres grandes áreas de ciencias: las ciencias físicas, las
ciencias naturales y las ciencias sociales.
Hoy
resulta pertinente la pregunta por las razones de la diversidad de las
ciencias. Elias da aquí su respuesta, que se diferencia de la doctrina
popperiana de ciencia.
“Para
esclarecer las diferencias entre las ciencias resulta indispensable centrar la
atención en las diferencias en la estructura de los objetos de conocimiento.”
(p. 376). Esto se contrapone con la metafísica
nominalista del círculo popperiano, cuyos representantes ignoran las
diferencias de hecho que existen entre los objetos (por ejemplo, entre la
estructura de los átomos y la de las sociedades humanas).
Hay que
tener presente que existe una “gran
evolución”, que va desde los átomos hasta los tejidos y más allá. [2] “Cuanto
más se asciende en la escala evolutiva de los ámbitos de los objetos, tanto más
disminuye la posibilidad de explicar suficientemente el funcionamiento y
comportamiento de la unidad respectiva más altamente organizada a partir de las
particularidades de sus unidades parciales investigadas por separado; tanto más
se ven enfrentados los científicos a la tarea de explicarlas a partir de la
organización de sus unidades parciales, es decir, de la configuración que
constituyen entre ellas; a partir pues del modo en que se coordinan entre sí y
en que dependen unas de otras.” (p. 378-379).
Popper
presenta su teoría de la ciencia como derivada por día deductiva. Por eso no se
propone en ningún momento “comprobar su modelo filosófico de la ciencia
mediante la confrontación con la institución social de las ciencias mismas en
proceso de desarrollo.” (p. 381). [Popper deja de lado la historia al momento
de formular esa teoría de la ciencia. Este abandono de la historia es una de
las bases de los defectos de la Concepción Heredada – Círculo de Viena +
Popper.]
El modelo estándar de la gran evolución
sirve para refutar el postulado de una ciencia universal y de un método
universal del trabajo de la investigación científica. “Lo que se puede observa
realmente es que el método de la investigación científica cambia de modo
específico en relación con la diversidad de los campos que son su objeto y lo
mismo ocurre con los problemas que se plantean.” (p. 383). En definitiva, “la
investigación de ámbitos de objetos diversos implica diferencias en el método
del procedimiento científico.” (p. 384).
El
modelo estándar de gran evolución revela tres hechos importantes para la
emancipación de la sociología [y de las demás ciencias sociales] de la tutela
de los modelos de ciencia físicos y biológicos, así como para la autonomía
relativa de las diversas áreas de la ciencia: a) el concepto de objeto de la
teoría clásica del conocimiento resulta demasiado indiferenciado, pues objetos
de distintos niveles de la evolución se distinguen entre sí de manera
específica; b) figuras de niveles de evolución previos forman unidades
parciales de los objetos de niveles de organización superiores; c) los objetos
de un nivel de evolución y organización superior pueden ser conocidos mediante
la investigación humana, pero nunca por completo por vía puramente analítica
(el estudio de tales unidades parciales aisladas).
Ejemplo: “Las
sociedades humanas no se componen sino de individuos singulares. Y, no
obstante, para la investigación científica de las sociedades humanas no basta
con el estudio del comportamiento y la experiencia de los individuos
particulares en estado de aislamiento. Pues sin un conocimiento preciso de su
integración como miembros de grupos, es decir, de su posición como miembros de
una familia, de una tribu o de un Estado, su experiencia y su comportamiento
como individuos particulares tampoco pueden ser suficientemente diagnosticados
y explicados de manera científica.” (p. 386).
Elias
concluye este punto afirmando que ni la sociología puede reducirse a la
biología, ni la biología a la física.
El
autor responde a la cuestión del prestigio de la física: “El alto prestigio de
la física y de sus representantes no se basa en el método, sino en los
descubrimientos de los físicos, en la solución convincente de problemas antes
no resueltos, en una palabra, en sus múltiples aportes a la ampliación del
conocimiento humano congruente con la realidad y, con por tanto, aplicable en
la práctica.” (p. 387). Frente a esto, “una de las principales carencias de las
ciencias humanas, pero en particular de la sociología, es precisamente esa
capacidad de lograr descubrimientos comprobables y capaces de suscitar
consensos, que muy frecuentemente tienen relevancia mucho más allá de los
límites estrechos del área especializada.” (p. 388).
El método
propuesto por Popper y sus discípulos parte del supuesto del investigador
individual que construye de modo autosuficiente y completamente por sí solo la
investigación. Elias parte de otro supuesto: cada científico es un eslabón “en
la cadena de las generaciones científicas y, en un sentido más amplio, de las
generaciones sociales. No inician su trabajo con la cabeza vacía, y sus
hipótesis no las sacan del aire, al estilo de los magos. Tampoco comienzan con
unas observaciones particulares para extraer de ellas unas leyes generales.”
(p. 388-389). De este modo, ni la deducción ni la inducción juegan un papel
relevante en la discusión sobre las ciencias, pues “todo investigador comienza
su trabajo con una buena cantidad de conocimientos teóricos, empíricos y
prácticos aprendidos de otros.” (p. 389).
El final
del artículo está dedicado a la revisión de las teorías del conocimiento de
Popper y sus partidarios, de los individualistas metodológicos. En especial,
Elias aborda la cuestión de las premisas ontológicas de estas corrientes.
El
autor opina que Popper es el último filósofo que procuró mantener la tradición
de la metafísica trascendental,
inaugurada por Descartes (1596-1650) y prolongada por Kant (1724-1804). Esta
corriente se apoya en dos supuestos: 1) su objetivo es explicar “cómo puede un
hombre – solamente a partir de su propio esfuerzo y sin remitirse a un
conocimiento que ha aprendido de otros hombres, es decir, sin relación con el
respectivo estado del desarrollo social del fondo de conocimiento común de los seres
humanos, de manera totalmente aislada – adquirir un conocimiento del mundo que
le corresponda, tal como éste es realmente.” (p. 394). En otras palabras, como
el sujeto de conocimiento puede obtener por sí solo conocimiento de un objeto;
2) existe un tabique divisorio entre la imagen que forma una persona sobre los
objetos, y los objetos mismos “fuera de ella”, tal como son “en sí”. “Atribuyeron
al pensamiento o a la razón una legalidad propia, en cierto modo innata y en
todo caso dada por naturaleza.” (p. 394).
Elias
señala que ya en la Crítica de la razón
pura (1781), Kant quedó atrapado en el solipsismo
“yo sólo en este mundo”. La forma de escapar de la trampa es reconocer que cada
uno de nosotres (este nosotres incluye a los científicos) aprendió de otras
personas “las formas de las relaciones específicas de la conciencia,
supuestamente dadas a priori, como
los conceptos del lenguaje corriente en la sociedad. (…) Pero Kant estaba atado
a una forma de pensar que lo inducía a tratar al hombre individual como un caso
especial de una ley general. Es decir, visto de más cerca, lo trataba como un
objeto natural, siguiendo el modelo de la física; de este modo, la conciencia
individual constituía para él un caso especial de lo que llamaba «conciencia en
general”. Para él, la razón individual, en realidad codeterminada por la
experiencia y el conocimiento aprendido, estaba acuñada por la «razón pura»
universal, proveniente de la naturaleza humana, cuya legalidad natural propia
supuestamente antecedía a toda experiencia, a todo conocimiento aprendido.” (p.
396).
Popper
sigue en la línea de Descartes y Kant, pero reemplazó el concepto cartesiano de
pensamiento y el concepto kantiano de la razón por el de lógica. (p. 398).
Villa
del Parque, domingo 29 de julio de 2018
NOTAS:
[1] Ver
al final de este trabajo, donde Elias traza la relación entre la metafísica
trascendental de Descartes y Kant, y la lógica de la investigación científica
de Popper.
[2] Se
trata de un modelo estándar de la gran evolución, que sirve de referencia a una
teoría sociológica de las ciencias. Dicha evolución comprende los siguientes
niveles, en orden ascendente: partículas subatómicas, átomos, moléculas simples
y complejas, seres vivos unicelulares, seres vivos multicelulares, seres
humanos. “Para una teoría de las ciencias resulta decisivo saber que, en el
curso plenamente continuo de la evolución, el ascenso nunca previsible a un
nivel respectivamente superior, es decir, a un nivel de integración más
complejo y más diferenciado, lleva a nuevas estructuras y nuevos modos de
funcionamiento.” (p. 382).
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