Las palabras que siguen no
tienen mayor pretensión que la de ser una especie de escritura urgente frente a los
sucesos acaecidos en Francia en estos días. La masacre perpetrada en la
Redacción de la revista CHARLIE HEBDO (CH a partir de aquí) fue el comienzo de
una espiral de violencia, que culminó con el asesinato de los tres supuestos
“terroristas” responsables de los hechos a manos de las fuerzas de seguridad
francesas.
Ante todo, y aunque supongo
que es obvio, quiero dejar claro que como marxista condeno la masacre cometida
en la revista. Frente a hechos como éste no hay otro camino posible que la
condena más enérgica. Afirmar que el Estado francés es un Estado terrorista,
con una larga historia de masacres en contra de los pueblos de África, América
y Asia (basta recordar a los desmemoriados lo ocurrido durante la guerra de
emancipación de Argelia), no justifica el uso de los mismos medios para
combatirlo. No hay liberación posible si está basada en el asesinato cobarde de
personas desarmadas.
Aclaradas las cosas,
considero importante intentar una lectura de los sucesos desde un ángulo
diferente al adoptado mayoritariamente por los medios de comunicación.
En primer lugar, la
pretensión de convertir a la masacre de CH en otro hito en la “guerra de
civilizaciones” entre el Occidente civilizado y el Islam bárbaro lleva al
callejón sin salida de la derecha más recalcitrante, que exige leyes más
severas que supriman las libertades individuales, pena de muerte y persecución
más o menos abierta contra todo lo que huela a Islam o algo parecida. Para
desarmar este argumento no hace falta más que recordar que, en todo caso,
algunos de los pretendidos “barbaros” son los mejores aliados del Occidente
civilizado. Para no hacer larga la lista, me limito a mencionar el caso del Estado
teocrático de Arabia Saudita, cuya alianza con EE.UU. es proverbial. Y en
cuanto al Occidente civilizado, conviene tener presente una frase de Karl Marx,
en la que afirma que “al capitalismo no hay que estudiarlo en las metrópolis,
donde se pasea vestido; hay que contemplarlo en las colonias, donde se pasea
desnudo” (pido disculpas al lector por citar de memoria). Las repetidas
masacres de Israel en contra del pueblo palestino o el reconocimiento por el
mismo gobierno estadounidense de la práctica de la tortura como herramienta
rutinaria en los interrogatorios de prisioneros no dejan lugar a dudas: no es
sencillo decir en qué bando de esta pretendida guerra se aloja la
“civilización”.
En segundo lugar, y
estrechamente relacionado con lo anterior, está el tópico de que el Islam es
una religión belicosa que promueve la Guerra Santa y que, en el fondo, toda la
cuestión se reduce a una guerra religiosa. Pero un partidario del Islam podría
argumentar que lo mismo es válido para el cristianismo, cuya historia está
plagada de asesinatos, masacres y guerras llevadas a cabo en nombre de la
religión. Además, y esto es todavía más importante, en la actualidad la inmensa
mayoría de los musulmanes reniega de la Yihad:
las potencias occidentales, en cambio, han llevado a cabo en los últimos 25
años una serie de guerras e invasiones contra países árabes. De haber una
guerra religiosa, ésta ha sido llevada adelante mucho más por los países
occidentales que por los árabes.
En tercer lugar, el uso y
abuso del factor religioso para explicar el terrorismo de origen islámico sirve
para ocultar problemas más profundos. Entre otras cosas, hablar de religión permite
evitar el tema del capitalismo y de la situación económica en que viven los
inmigrantes de origen musulmán. En Francia, los inmigrantes del norte africano
viven en peores condiciones que el promedio de la población y ocupan las
posiciones inferiores en el mercado laboral. Entre ellos la desocupación es
mucho más elevada, así como también la precarización y el trabajo en negro. Los
hijos de inmigrantes son considerados, a lo sumo, como franceses de segunda
categoría. Además, la ultraderecha francesa (el partido de la señora Marine Le
Pen) ha hecho campaña promoviendo medidas más duras contra los inmigrantes,
alentando una xenofobia que está en la base de su apoyo electoral. Esta
situación es el caldo de cultivo para el florecimiento del fundamentalismo
islámico.
El fundamentalismo islámico
es, en el caso europeo, una respuesta desesperada de un sector de la población
cada vez más segregado y sometido a condiciones de vida miserables, con pocas o
nulas expectativas de progreso. Es un reflejo extremo de la reestructuración
capitalista que ha favorecido la precarización del mercado laboral y el
empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. Como suele
ocurrir en estos casos, los inmigrantes y sus hijos son los que pagan el pato
de la boda. La estigmatización de un sector de los trabajadores permite a los
empresarios dividir a la clase obrera y, así, lograr una reducción del costo
laboral (salarios y condiciones de trabajo). En este sentido, una de las
consecuencias de los sucesos de estos días será un deterioro aún mayor de la
situación de los trabajadores de origen musulmán, a los que se convertirá en “terroristas”
hasta que prueben lo contrario.
El capitalismo se
caracteriza por su tendencia a fragmentar a la sociedad, separando a los
individuos de los lazos que los unen a su comunidad y transformándolos en seres
que compiten entre sí. Disuelve los lazos personales y somete a las personas a
una sensación de soledad y desamparo en un mundo gobernado por leyes económicas
que escapan a su comprensión y control. En este sentido, el fundamentalismo
islámico proporciona un remedio a esta situación, al hacer que el individuo se
sienta otra vez parte de una comunidad que le da sentido a su existencia. Es,
por supuesto, la peor respuesta, pues al ser funcional a la situación que dice
combatir no hace más que perpetuarla.
La única salida al estado de
cosas descripto en los párrafos anteriores consiste en la supresión de las
condiciones de vida que favorecen el desarrollo del fundamentalismo. Es, para
ser breves, la supresión del capitalismo como forma de organización social. Es
el socialismo. Pero entonces la pregunta es: ¿por qué el socialismo es el gran
ausente?, ¿por qué no existe una respuesta socialista a la situación de los
trabajadores? En este artículo no podemos responder a estas preguntas. Pero,
plantear preguntas diferentes constituye el primer paso para cambiar un estado
de cosas opresivo y asfixiante. Nada más ni nada menos es el objetivo de este
artículo.
Villa Jardín, sábado
10 de enero de 2015
Estoy totalmente de acuerdo con el artículo, agrego que poco sabemos en Occidente sobre la sociedades en Medio Oriente, partiendo de esto es grave hacer comentarios o levantar juicios de opinión sobre el tema...los medios de comunicación en América Latina solo hacen ecos y reproducen el pensamiento Occidental...no hacen ningún tipo de análisis y eso es lo que la gente recibe, o sea reproducen esa ideología fascista, sabemos el Poder que tienen los medios y a que intereses responden, pero tenemos que comenzar como cientistas sociales a des enmascararlos en primer lugar, luego necesitamos nosotros los sociólogos estudiar más sobre el tema, hay poca información, este año en la Universidad vimos algo sobre Bhabha y algo sobre Fannon, me aclaro un poco el panorama de Medio Oriente, pero no hay muchos estudios sobre el tema Religioso...muchas gracias por la publicación que ayuda a pensar y entender...saludos desde Montevideo
ResponderEliminarJohana:
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. En la universidad (yo estudié en la universidad de Buenos Aires, pero supongo que esto puede hacerse extensivo a otras) recibimos una formación eurocéntrica, dirigida a ignorar a las sociedades africanas y asiáticas. Se da la paradoja de que en un mundo globalizado, con plena vigencia del mercado mundial capitalista, estamos encerrados en los asuntos de nuestra propia comarca. Esto situación forma parte de las contradicciones propias del capitalismo, que se desarrolla, precisamente, a través de la contradicción. En cuanto al papel de los medios de comunicación, no puedo menos que coincidir con usted. A modo de ejemplo, aquí en Argentina se tomó de inmediato como verdad la versión de los hechos difundida por el gobierno francés, sin ninguna observación crítica. Saludos desde Buenos Aires (la otra orilla).
Lo que demuestra el Islam es ser una religión pegada en la edad media, parece querer producir una nueva cruzada. Es una religión involucionada, tal vez, ya no produjo un Gandhi o un Mandela, de ser así se habría conquistado el corazón de muchos cristianos.
ResponderEliminarEn cuanto al socialismo como el mejor sistema para reemplazar al capitalismo me da ciertas dudas, porque en la practica histórica, este degenera en una negligenterismo nepotista y de compadrazgo, que pierde la métrica productiva. A mi parecer, una pedagocracia sería un sistema más competente para reemplazar al capitalismo inmisericorde, la pedagocracia se caracterizaría por gravitar al Ministerio Educacional.
www.incapolis.org
Gracias al anónimo autor del último comentario. Como siempre, sugiero utilizar algún nombre al enviar comentarios a este blog, pues resulta sumamente incómodo responder a algo tan nebuloso como la palabra "anónimo". No estoy de acuerdo con poner el acento en la cuestión de la religión. El Islamismo no es, per se, menos propenso al espíritu de cruzada que el catolicismo, por ejemplo. Creo que antes de hablar de religión, habría que tener en claro qué papel juega la misma en las sociedades capitalistas desarroladas, como es el caso de Europa. Cabe recordar que los supuestos autores de la masacre de Charlie Hebdo son franceses y que se trata de un islamismo europeo, aunque este término produzca disgusto entre los ultraderechistas y los xenófobos de todos los colores que han florecido en estos días. Por eso preferí hablar en el artículo de las condiciones de vida de los inmigrantes de origen musulmán en Europa. Si se miran las cosas con atención, se observa que los inmigrantes de los países musulmanes y sus hijos ocupan las posiciones más precarias entre los trabajadores. Saludos,
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