viernes, 15 de agosto de 2014

SOMOS TODOS LIBERALES: LA POPULARIDAD DE ADAM SMITH EN ARGENTINA


“Un fantasma recorre la Argentina: el fantasma de Adam Smith.”
Variación libre del Manifiesto Comunista.

Es común que los militantes peronistas chicaneen a sus adversarios afirmando que cualquier discusión es inútil, porque en definitiva todos los argentinos somos peronistas.

Sin embargo, algunos hechos de los últimos días permiten establecer que los argentinos no somos peronistas, sino liberales. Más concretamente, somos seguidores de Adam Smith.

El economista escocés, considerado como uno de los padres fundadores del liberalismo económico, goza de una enorme popularidad entre los políticos de la burguesía argentina.

La semana pasada tuve oportunidad de comentar los dichos de Cristina Fernández de Kirchner, quien para calificar de “locura” al socialismo recurrió a una cita de Smith. En el día de ayer, Hermes Binner, el principal referente del “socialismo” argentino (así, entre comillas – el Partido Socialista es cualquier cosa menos socialista-) y diputado nacional por el FAP (Frente Amplio Progresista), redobló la apuesta hecha por la presidenta y volvió a mentar al viejo Smith. ¿La excusa? La discusión del proyecto de modificación de las leyes de Defensa del Consumidor, Defensa de la Competencia, Abastecimiento y la de Lealtad al Consumidor.

Binner se opone a dichos proyectos porque considera que ponen obstáculos al funcionamiento de…”la mano invisible del mercado”:

“Creemos todavía en la mano invisible del mercado, porque es la que, en definitiva, sigue la historia, siguen las décadas y sigue siempre presente que hay una forma donde se van adaptando y arreglando las cuestiones.” (-citado en EL ARGENTINO, edición del 15 de agosto de 2014).

Binner se expresa de modo un tanto confuso, pero queda clara su admiración por Smith.

Ahora bien, los dichos de Cristina Fernández de Kirchner y Hermes Binner deben ser tomados como expresiones del “progresismo” argentino. Por eso, sus comentarios sobre Smith dan cuenta del horizonte político de esta corriente. Para ello, nada mejor que recordar algunos aspectos centrales de la teoría de Smith.

La política económica propuesta por Adam Smith supone el reconocimiento de que el Estado tiene por objetivo fundamental servir al capital. El Estado debe abstenerse de intervenir en los asuntos económicos en la medida en que ello favorezca la acumulación de los empresarios. Esto, ni más ni menos, es la esencia del pensamiento del economista escocés. Nuestros progresistas, sean kirchneristas o “socialistas”, han leído correctamente a Smith. El Estado argentino, gobiernen Néstor, Cristina, Binner o Macri, debe asegurar las ganancias de los empresarios.

Las declaraciones de Cristina Fernández y Hermes Binner muestran algo que el progresismo procura esconder debajo de la alfombra: la hegemonía de las tesis económicas del liberalismo en nuestra clase dirigente, llámense estos peronistas, kirchneristas, “socialistas”, radicales o el “ismo” que el lector prefiera. En este plano, el menemismo y la “década ganada” del kirchnerismo han tenido un efecto acumulativo. Mientras que durante la campaña electoral y en las visitas a los medios los políticos “progresistas” suelen  criticar al “neoliberalismo”, en lo sustancial existe un consenso en torno a la validez de las tesis económicas liberales. Dicho consenso se basa en dos ideas básicas: 1) el Estado debe servir a la acumulación de capital, es decir, a la burguesía; 2) la burguesía tiene el control indiscutido de las palancas del proceso económico.

Una muestra de la hegemonía del pensamiento liberal es la unanimidad de criterios entre los políticos de la burguesía respecto a la cuestión del pago de la deuda externa. Por supuesto, que un Macri llame a pagar la deuda hasta el último centavo no genera mayor sorpresa; en cambio, que los dirigentes del kirchnerismo y, más en general, del “progresismo”, consideren que pagar la deuda externa es un acto de liberación nacional merece atención. La explicación de esta actitud, que aquí sólo podemos esbozar, radica en la aceptación de las reglas de juego impuestas en Argentina por la dictadura militar de 1976. En su esencia, estas reglas dicen que el capitalismo es la única forma posible de organizar el proceso productivo; cualquier otra forma cae en el espectro de la locura.

La popularidad de Adam Smith marca que las continuidades entre el menemismo y el kirchnerismo son mayores que las rupturas. Sólo la izquierda clasista pone en cuestión la base de estas continuidades. Es por eso que resulta tan revulsiva para los políticos, intelectuales y periodistas de variado pelaje que aceptan las reglas de juego.


Villa del Parque, viernes 15 de agosto de 2014

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