“Aunque por la
naturaleza de los hombres la tarea de buscar nuevos métodos
y recursos haya sido
siempre tan peligrosa como buscar aguas y tierras ignotas ,
porque todos están
más dispuestos a denostar que a loar las acciones ajenas,
sin embargo, llevado
de ese deseo que siempre ha existido en mí de obrar sin
ningún temor en
aquellos asuntos que me parecen beneficiosos para todos,
me he decidido a
entrar por un camino que, como no ha sido aún recorrido
por nadie, me costará
muchas fatigas y dificultades, pero también la recompensa
de aquellos que
consideren benignamete el fin a que se enderezan mis trabajos.”
Nicolás Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito
Livio
En el campo de la teoría
social un autor es clásico en la medida en que sus reflexiones sirven para
comprender la época actual. En este sentido, un clásico es un contemporáneo.
Esta afirmación resulta especialmente valedera para la concepción de la
política formulada por Maquiavelo (1469-1527).
Es habitual identificar a
Maquiavelo con el cinismo político, es decir, con el análisis de los medios
necesarios para apropiarse y conservar el poder, sin importar los fines. La
teoría política maquiavélica es concebida como una mera técnica para la
conservación del control del Estado. De ahí la peculiar combinación de mala
prensa y admiración que ha suscitado dicha teoría. Así, el maquiavelismo recibe
una connotación negativa y sirve para caracterizar de cínica al autor de El príncipe (y por extensión a las
políticas que tienden a priorizar el mantenimiento del poder sin importar
ninguna otra consideración); a la vez, es utilizado para escribir obras de
marketing en base a sus ideas políticas, bajo el supuesto de que se trata de
una técnica exitosa que puede ser aplicada a otros campos más allá de la
política. De ese modo, el maquiavelismo es reducido a: 1) una determinada
actitud moral frente a la política (el cinismo respecto a los fines); 2) una
técnica válida para todo tiempo, lugar y actividad.
A nuestro juicio, esta forma
de considerar a la obra de Maquiavelo es errónea y deja de lado lo fundamental.
Para ilustrar este punto, es oportuno recurrir a otro clásico, Louis Althusser
(1918-1990), quien escribió un texto notable sobre el florentino, “Soledad de
Maquiavelo” (1).
Althusser comienza afirmando
que Maquiavelo se encuentra en una situación de soledad en el campo de la
filosofía política. Esta afirmación puede parecer paradójica, pues:
“Se
nos objetará que es una paradoja hablar de soledad respecto a un autor que no ha
dejado de acechar la historia, que no ha dejado, desde el siglo XVI hasta
nuestros días, y ello sin pausa, o
bien de ser condenado como el diablo, como el peor de los cínicos, o bien de
ser aplicado en la práctica por los más grandes de entre los políticos, o bien
de ser alabado por su audacia y por
la profundidad de su pensamiento (en la Aufklärung,
el Risorgimento, por Gramsci, etc.).
¿Cómo pretender, pues, que pueda hablarse de la soledad de Maquiavelo cuando se
lo ve constantemente rodeado en la historia por una inmensa compañía de
enemigos irreductibles, de partidarios y de comentadores atentos?” (p. 152). (2)
Althusser
sostiene que la excepcionalidad del pensamiento de Maquiavelo, la “soledad” a
que alude con el título de su trabajo, remite a su peculiar posición entre la
teoría política clásica y la filosofía del derecho natural:
“Maquiavelo
no habla en ningún momento el lenguaje del derecho natural. Ahí se halla quizá
el punto extremo de la soledad de Maquiavelo: haber ocupado este lugar único y
precario en la historia del pensamiento político entre una larga tradición
moralizante religiosa e idealista del pensamiento político, que él ha rechazado
radicalmente, y la nueva tradición de la filosofía política del derecho
natural, que iba a anegar todo y en la cual la burguesía ascendente se ha
reconocido. La soledad de Maquiavelo es la de haberse liberado de la primera
tradición antes que de que la segunda lo anegue todo.” (p. 162).
Maquiavelo es, pues, un
pensador de transición. Esto significa que no es ni antiguo no moderno. Para
Althusser, este alejamiento de ambas tradiciones, esta toma de distancia,
permite explicar lo fructífero del pensamiento maquiavélico.
Respecto a la tradición
clásica:
Respecto a los filósofos del
derecho natural:
“…los
ideólogos burgueses se han puesto durante mucho tiempo a contar en el derecho
natural su maravillosa historia del Estado, aquella que comienza por el estado
de naturaleza y continúa por el estado de guerra, antes de aplacarse en el
contrato social y el derecho positivo. Historia completamente mítica, pero que
resulta placentera escuchar, porque finalmente explica a aquellos que viven en
el Estado que no hay ningún horror en el origen del mismo, sino la naturaleza y
el derecho, que el Estado no es sino derecho, es puro como el derecho, y este
derecho está en la naturaleza humana, ¿qué más natural y humano que el Estado?”
(p. 162-163).
Ahora bien, ¿cuál fue el
fruto de la “soledad” del florentino?, ¿en qué consiste lo esencial de la obra
de Maquiavelo?
Para Althusser, la obra del
florentino representa una impugnación radical de las fábulas acerca del origen
del Estado, que ponen a éste como el producto de una evolución pacífica, como
el resultado de las decisiones racionales de los seres humanos. Althusser afirma
que El príncipe juega un papel equivalente en la filosofía política al que le
compete en el campo de la teoría social al capítulo de El capital de Karl Marx (1818-1883) referido a la acumulación
originaria:
Veamos el argumento de
Althusser en toda su extensión:
“Todos
conocemos la Sección VIII del Libro I de El
capital en la que Marx aborda la supuesta «acumulación original» (3). En
esta acumulación original los ideólogos del capitalismo contaban la historia
edificante del capital, como los filósofos del derecho natural cuentan la
historia del Estado. Al principio había un trabajador independiente, que tenía
tal ardor en el trabajo y tal espíritu de frugalidad que pudo ahorrar y después
intercambiar. Cuando pasó un pobre, le prestó el servicio de alimentarlo a
cambio de su trabajo, generosidad que le permitió incrementar su patrimonio y
obtener el devengo de otros servicios del mismo género de otros desgraciados
para el bien de éstos. De ahí la acumulación de capital: por el trabajo, la
ascesis, la generosidad. Sabemos cómo responde Marx: con la historia de los
pillajes, de los robos, de las exacciones, con la desposesión violenta de los
campesinos ingleses expulsados de sus tierras y de sus granjas destruidas para
que se encontraran en la calle, con otra historia sobrecogedora y totalmente
diferente de la cantinela moralizante de los ideólogos del capitalismo.
Diría,
guardando todas las proporciones, que Maquiavelo responde un poco de esta
manera al discurso edificante que sostienen los filósofos del derecho natural
sobre la historia del Estado. Llegaría a sugerir incluso que Maquiavelo es
quizá uno de los raros testimonios de lo que denominaría acumulación primitiva política, uno de los raros teóricos de los
inicios de Estado nacional. En vez de decir que el Estado ha nacido del derecho
y de la naturaleza, nos dice como debe nacer un Estado si quiere durar y ser lo
suficientemente fuerte para convertirse en el Estado de una nación. Maquiavelo
no habla el lenguaje del derecho, habla el lenguaje de la fuerza armada
indispensable para constituir todo Estado, habla el lenguaje de la crueldad
necesaria en los albores de un Estado, habla el lenguaje de una política sin
religión que debe a toda costa utilizar la religión, de una política que debe
ser moral, pero que debe poder no serlo, de una política que debe rechazar el
odio, pero inspirar temor, habla el lenguaje de la lucha de clases, y en cuanto
al derecho, a las leyes y a la moral, las coloca en su lugar, subordinado.
Cuando lo leemos, y estando como estamos profundamente instruidos sobre las
violencias de la historia, algo en él nos atrapa: un hombre que mucho antes de
que la totalidad de los ideólogos hayan recubierto la realidad de sus
historias, es capaz no de vivir, no de soportar, sino de pensar la violencia de parte del Estado. Por ello, Maquiavelo
arroja una luz cruda sobre los inicios de nuestro tiempo: el de las sociedades
burguesas.” (p. 163-164).
Althusser
atribuye a los teóricos del derecho natural el desarrollo de la versión
pacífica sobre el origen del Estado.
“Todo
el mundo sabe que desde el siglo XVII los ideólogos de la burguesía han
elaborado una filosofía política impresionante, la filosofía del derecho
natural, que ha recubierto todo, y naturalmente el pensamiento de Maquiavelo.
Esta filosofía ha sido construida a partir de nociones que se remiten a la
ideología jurídica, a partir de los derechos del individuo como sujeto, intentando
deducir teóricamente la existencia de los derechos positivos y del Estado
político a partir de los atributos que la ideología jurídica confiere al sujeto
humano (libertad, igualdad, propiedad).” (p. 161).
Los
filósofos del derecho natural eran ideólogos de la burguesía. Durante los
siglos XVII y XVIII cumplieron el papel de legitimadores de la dominación
burguesa, función de la que fueron relevados por los economistas a fines del
siglo XVIII. Sin embargo, su manera de enfocar la cuestión del Estado tuvo una
vigencia que excedió largamente su época. La concepción que hace del Estado el
representante de toda la sociedad, la concepción que hace del Estado el árbitro
de los conflictos en la sociedad, la concepción que hace del Estado la
herramienta fundamental para resolver pacíficamente los diferendos, etc., todas
ellas son tributarias de la fábula del origen pacífico del Estado.
La
novedad de Maquiavelo, aquello que resulta tan perturbador en su obra, es su
tratamiento de la acumulación primitiva política, del proceso de surgimiento y
desarrollo del Estado moderno. Maquiavelo pone a la violencia en primer plano,
restituyendo al Estado su carácter de herramienta de dominación. Lejos de ser
el representante de toda la sociedad, el artífice de la equidad y la justicia
sociales, el Estado tiene su origen en la dominación de una clase sobre el
conjunto de la sociedad.
Antes
de terminar este ensayo corresponde destacar otros dos aspectos de la obra de
Maquiavelo.
En
primer lugar, Maquiavelo pudo desarrollar su concepción del Estado porque en su
época todavía estaba en pañales el Estado moderno (los ejemplos de Francia y
España), y porque en Italia estaba todo por hacer al respecto:
“No
puede decirse exactamente que sea, en el sentido de su recepción moderna por
parte de la ciencia política, el teórico de la monarquía absoluta. Obviamente,
piensa en función de ella, se apoya en el ejemplo de España y de Francia. Diría
que Maquiavelo es en realidad el teórico
de las condiciones políticas de la constitución de un Estado nacional, el
teórico de un Estado nuevo bajo un príncipe nuevo, el teórico de la duración,
del fortalecimiento y del engrandecimiento de ese Estado. Se tratad de una
posición absolutamente original, ya que Maquiavelo no piensa el hecho consumado de las monarquías absolutas,
ni su mecanismo, sino el hecho que hay
que consumar (…), y en condiciones extraordinarias, dado que son las condiciones de la ausencia de toda
forma política susceptible de producir ese resultado.” (p. 158-159).
En
segundo lugar, Maquiavelo pone en el centro de su pensamiento una valoración
positiva de la lucha de clases. A diferencia de la mayoría de sus predecesores,
para el florentino la libertad nace del conflicto.
“Maquiavelo
defiende escandalosamente, contra las verdades inconmovibles de su tiempo, la
idea de que el conflicto de los humores, de magros contra gordos, en resumen,
la lucha de clases, es absolutamente indispensable para el fortalecimiento y el
engrandecimiento del Estado.” (p. 158).
Para
concluir este escrito no encuentro nada mejor que reproducir una anécdota, toma
de la introducción de Ana Martínez Arancón a los Discursos sobre la primera década de Tito Livio:
“Pocos
días antes de morir, Maquiavelo tuvo un sueño, que comentó con sus amigos. En
él, se tropezaba con una turba descompuesta de harapientos mendigos, y cuando
preguntó quiénes eran, una voz le respondió que eran los bienaventurados del
paraíso, porque estaba escrito que los pobres heredarían el reino de los
cielos. Siguió andando y se encontró con un grupo de caballeros afables,
corteses y bien vestidos, que discutían animadamente de cuestiones políticas.
Entre ellos, pudo reconocer a algunos célebres sabios de la antigüedad, como
Platón y Tácito. Entonces, la voz misteriosa le comunicó que aquellos eran los
condenados en el infierno, pues está escrito que la sabiduría del mundo es
enemiga de Dios. Al despertar y contar el sueño a sus íntimos, Maquiavelo
confesó que prefería estar con los segundos.” (4).
La
ciencia se construye confrontando contra el sentido común y contra los
poderosos, no amontonando lugares comunes ni siendo políticamente correcto.
Esta es, tal vez, la enseñanza más importante que nos deja la obra de
Maquiavelo.
Villa
del Parque, lunes 23 de diciembre de 2013
NOTAS:
(1) Althusser, Louis.
(2003). “Soledad de Maquiavelo”. Incluido en: Althusser, Louis. (2003). Textos recobrados II: Soledad de Maquiavelo.
Madrid: Editora Nacional. (pp. 149-170). Traducción española de Raúl Sánchez
Cedillo. Es la versión escrita de una conferencia pronunciada el 11 de junio de
1977 en la Fondation Nationale des Sciences Politiques de París.
(2) Althusser menciona a
Antonio Gramsci (1891-1937). Es imposible omitir la obra clásica de este autor:
Gramsci, Antonio. (2003). Notas sobre
Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Buenos Aires:
Nueva Visión. Traducción española de José Aricó.
(3) Marx, Karl. (1998). El capital. Crítica de la economía política.
Libro I: El proceso de producción de capital. México D. F.: Siglo XXI. Se
trata de la Sección VII, Capítulo XXIV, “La llamada acumulación originaria”.
(Tomo I, Vol. 3, pp. 891-954).
Interesante el texto. Convengo en que a Maquiavelo se le ha malinterpretado, o mejor dicho, no se le ha leído bien. Uno de los resultados de eso es que se la culpado por cosas que no dijo, y se han querido aplicar mal sus lecciones. Convengo además en que hay en él algo extraordinario, un aporte o descubrimiento que es muy importante: el de un campo que se separa de los demás campos de la razón del deber ser. Eso es mucho más demoledor que cualquier "cinismo", puesto que es afirmar que hay un campo en el cual no rige la moral ordinaria ni los valores de cualquier tipo que no sean los propios valores de ese mismo campo (o sea, la razón de Estado). Quizá Althusser vio algo de esto y lo reconoció. Eso estuvo bien, pero no estuvo bien querer arrimar el ascua a la sardina marxista, como suelen hacer algunos pensadores de cierta izquierda constantemente (de hecho, eso funciona para algunos de ellos como un "nihil obstat": si es compatible con Marx, no es del todo malo...). Yo creo que el análisis maquiavélico es valioso en su propio aporte, no por padrinazgos comunistas. Y ciertamente, el aporte de Marx con respecto a la materia y esa cuestión de la "materia consciente" es también interesante y valioso, así no estemos convencidos o de acuerdo con él. Pero creo que Maquiavelo sigue mucho más vigente que Marx, y sobre todo en lo referido no al Estado autoritario (con quien más se le suele identificar) sino con el ideal y la práctica republicanas.
ResponderEliminarLuis, muchas gracias por los comentarios. Debo decir que mi ensayo está referido a la lectura de Maquiavelo por Althusser y que, por tanto, no examiné directamente El príncipe. Mi intención fue destacar dos cosas: a) la importancia de la violencia en el surgimiento del Estado moderno, porque viene a rebatir el enfoque contractualista, que (salvo Hoobbes, of course)pone en primer término la historia de un origen pacífico del Estado; b) mostrar una faceta de Althusser que suele ser poco reconocida. En este sentido, su "Soledad de Maquiavelo" es un texto brillante, que desafía el sentido común de lo que se espera de un pensador marxista en el campo de la teoría política. En mi ensayo no alcancé a mostrar algunos de los argumentos con que Althusser justifica el carácter "solitario" de la reflexión de Maquiavelo. Me interesa enfatizar que sostiene que la soledad no sólo es el precio de formular una teoría nueva, sino también la condición para llegar a formularla, pues esta "soledad" expresa la ruptura con lo antiguo. Saludos,
ResponderEliminarNada más absurdo y lleno de ignorancia que todo tipo de anti-comunismo.
ResponderEliminarMaquiavelo está a la "izquierda" de la modernidad, junto con La Boetie, con Spinoza, con Torcuato Accetto, con aquello que el historiado Jonathan Israel (que no es para nada un "izquierdista"), denomina la Ilustración Radical".
Las lectura más lúcidas de Maquiavelo son las que se han hecho desde la "izquierda", entendiendo por este término todas las teorías y las prácticas políticas que trabajan desde, y aportan a, la emancipación de los individuos y las sociedades de las condiciones de opresión y sometimiento.
Saludos
Braulio:
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Coincido con su opinión. Me permito agregar dos cuestiones: a) Maquiavelo es un pensador de transición (entre el feudalismo y la Modernidad), y es justamente ese estar y no estar en la Modernidad lo que permite la profundidad de su reflexión política. Un caso semejante se da en Hobbes, aunque el filósofo inglés está más cerca de la Modernidad (escribe en plena Revolución Burguesa en Inglaterra); b) una de las más lúcidas lecturas de Maquiavelo desde la izquierda es la llevada a cabo por Gramsci ("Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno"). Saludos,
Potente el último mensaje, del prefacio al libro "el príncipe"!
ResponderEliminarPara mí, es un ensayo que enseña mucho en su brevedad y su orden. Personalmente me vi beneficiado, en el desarrollo de mi vida laboral y privada, por el conocimiento de los conceptos de Maquiavelo sobre poder, necesidad, ambición, envidia, temor, odio, ofensas y violencia, porque al estar desprovistos de cuestiones morales y religiosas preservan su vigencia a través del tiempo. Creo que el saber desarrollar una praxis que nos permita interactuar en conflictos sociales y personales que involucren a dichos conceptos nos abren las puertas del crecimiento. Lo he llegado a admirar tanto que tuve que armar una respuesta frente al famoso dicho «el fin justifica los medios» conque el Concilio Ecuménico demonizó a Maquiavelo y todos sus escritos. El nos enseñó más que nadie que todos los conocimientos conllevan el peligro potencial de poder ser usados tanto para el bien como para el mal y nos aclara que eligiendo obrar con fuerza y astucia conseguiremos todo los objetivos pero nunca la gloria.
ResponderEliminarAnahí:
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. Como usted indica, el intento de separar a la filosofía política del ámbito de la religión y la moral constituye uno de los puntos más fuertes de la teoría política de Maquiavelo. El sociólogo argentino Juan Carlos Portantiero consideraba que esto permitió que la ciencia política se convirtiera en la primera ciencia social moderna, aunque hubo que esperar más de tres siglos en que esto se hiciera efectivo. Saludos
Muy Bien Ariel !!! Extraordinario ensayo.
ResponderEliminarEXCELENTE ARTÍCULO MUCHAS GRACIAS. QUE BUENO CONOCER A PERSONAS LIBRES DEL MANIQUEISMO DE LA MORAL. LA SABIDURÍA DE LA VIDA EN LA TIERRA ESTÁ EN EL LUGAR DONDE DIOS Y EL PODER NEGATIVO SE ENCUENTRAN. SOLO QUIENES SE AVENTUREN A ESAS REGIONES TENDRÁN EL PODER. POR ESO EL PODER SIEMPRE ESTA EN UNOS POCOS Y NO ES SU CULPA ES SOLO CUESTIÓN DE QUE LA MAYORÍA NO SE ARRIESGA A ADENTRARSE EN ESOS LUGARES.
ResponderEliminarMuchas gracias Pitro y Gabriel por sus respectivos comentarios. Saludos,
ResponderEliminarComo Instruye Maquiavelo a La Sociologia ??
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