Para mi hijo Nicolás.
Este texto continúa el
artículo publicado aquí el viernes 13 de septiembre. Prosigo el comentario de
la “Introducción” de Friedrich Engels a Las
luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, de Karl Marx (1).
El desarrollo del
capitalismo en Europa con posterioridad a 1848 es el segundo momento en el que
Engels aplica la tesis del condicionamiento de la política por la economía. En
su opinión, son las condiciones económicas las que permiten comprender tanto el
crecimiento del movimiento socialista como los rasgos que asume la política
obrera y socialista. Hay que insistir nuevamente en que Engels no plantea que
existe una única política posible, derivada de las condiciones económicas, sino
que las opciones posibles están limitadas por esas condiciones.
El crecimiento del
capitalismo a partir de 1848 puso en primer plano el antagonismo burguesía –
trabajadores. Engels justifica esta afirmación mediante la constatación de tres
transformaciones fundamentales: en el plano económico, la concreción de una
revolución industrial capitalista; en el plano social, y como consecuencia de
lo anterior, el ascenso al centro del escenario “de una verdadera burguesía y
de un proletariado auténtico, producto de la mayor industrialización” (p. 19). En
el plano político, el reemplazo de la multitud de socialismos existentes antes
de 1848 por el socialismo marxista, plasmado sobre todo en el crecimiento de la
socialdemocracia alemana y en la II Internacional.
Industrialización,
simplificación de la estructura de clases (burguesía – proletariado), expansión
del socialismo marxista: he aquí, según Engels, las condiciones de la política
europea post 1848. Según su concepción, la expansión del marxismo es imposible
sin la industrialización. Este es el núcleo del argumento “determinista” de
Engels.
La industrialización y la
aparición de un proletariado masivo modificaron las condiciones de la política
en Europa occidental. Esto, sumado a la implementación de las revoluciones
desde arriba, que llevaron adelante la instauración de regímenes parlamentarios
y el sufragio universal masculino, y los efectos de la Comuna de París (más
adelante volveremos sobre este punto), generaron la necesidad de una nueva
política del movimiento obrero.
El “testamento político” de
Engels no es, pues, otra cosa que sus reflexiones acerca de la política obrera
en las nuevas condiciones imperantes a partir del auge de la industrialización,
la extensión del sufragio y la derrota de la Comuna. No es una receta universal
ni el descubrimiento de los medios definitivos para llegar al socialismo. Al
leer las reflexiones de Engels hay que tener presente, en todo momento, su
análisis de las condiciones económicas de la Europa post 1848. En vez de hablar
de determinismo económico, tal vez sea mejor emplear la expresión “realismo
revolucionario” para caracterizar a la posición de Engels.
Como ya indicamos, la base
de su análisis es el proceso de industrialización. Es este proceso el que creó
las nuevas condiciones sociales:
“Ha
sido precisamente esta revolución industrial la que ha puesto en todas partes
claridad en las relaciones de clase, la que ha eliminado una multitud de formas
intermedias, legadas por el período manufacturero y, en la Europa oriental,
incluso del artesanado gremial, creando y haciendo pasar al primer plano del
desarrollo social a una verdadera burguesía y a un proletariado auténtico,
producto de la mayor industrialización.” (p. 19).
La industrialización engrosó
los efectivos de la clase obrera, transformando a campesinos, artesanos e
inclusive pequeños burgueses en trabajadores asalariados. Sin embargo, esto no
significa que la clase obrera tenga la victoria al alcance de la mano por el
mero transcurso del tiempo y el aumento de su número. En el pasaje siguiente
vemos que la interpretación mecanicista de la industrialización no calza con
las opiniones de Engels:
“Si
incluso este potente ejército del proletariado [se refiere al partido
socialista alemán] no ha podido alcanzar todavía su objetivo, si, lejos de
poder conquistar la victoria en un
gran ataque decisivo, tiene que avanzar lentamente, de posición en posición, en
una lucha dura y tenaz…” (p. 20).
Engels escribe como
corolario:
“Esto
demuestra de un modo concluyente cuán imposible era, en 1848, conquistar la
transformación social simplemente de manera espontánea.” (p. 20).
O sea, ni en 1848 ni en 1895
el socialismo podía triunfar por decreto, por un acto de voluntad o por la mera
acción de las fuerzas “económicas”. A nuestro entender, esto permite cerrar la
discusión sobre el supuesto determinismo económico del texto.
Ahora bien, Engels apenas
menciona que la industrialización conlleva también el desarrollo y el aumento
del poder de la burguesía. Este punto es decisivo para la comprensión de las
dificultades de la política obrera en las últimas décadas del siglo XIX.
La industrialización no sólo
incrementa el número de trabajadores asalariados. También fortalece a la
burguesía. Engels trata de un modo lateral la cuestión, a través del análisis
de las perspectivas de la insurrección basada en la lucha de calles.
Engels toma nota de los
cambios acaecidos tanto en la técnica militar como en el diseño y planificación
urbanos, y comprende que la lucha callejera centrada en las barricadas ya no es
viable en las condiciones de 1895.
“La
rebelión al viejo estilo, la lucha de calles con barricadas, que hasta 1848
había sido decisiva en todas partes, estaba considerablemente anticuada.” (p.
27).
Las innovaciones en la
tecnología militar (fusiles, artillería), en la táctica (utilización de la
técnica de rodeo de las barricadas) y en la organización de los ejércitos
(aumento del número de soldados en las grandes ciudades, uso del ferrocarril
para transportar refuerzos) tuvieron como consecuencia la superioridad
aplastante de las tropas sobre cualquier insurrección. Todas estas innovaciones
son la aplicación de los logros de la industrialización a los asuntos
militares.
La transformación del
ejército se vio acompañada por una transformación del diseño de las grandes
ciudades. Calles anchas y medios de comunicación modernos permitieron el mejor
desplazamiento de las tropas y dificultaron la tarea de armar barricadas. Ahora
bien, también la transformación de las ciudades es consecuencia de la
industrialización.
Llegados a este punto,
corresponde decir que nuestro autor aborda la cuestión de los cambios en la
lucha de clases desde un punto de vista unilateral, como si se tratase
únicamente del producto de transformaciones tecnológicas. Aquí, la técnica
reemplaza a la política en el análisis engelsiano. Se deja de lado la relación
entre la industrialización y el fortalecimiento político de la burguesía.
La hegemonía de la burguesía
se muestra de soslayo en el examen del uso del sufragio universal masculino por
la socialdemocracia alemana. Engels elogia la utilización del sufragio por el
partido alemán, pero no dice una palabra sobre su empleo eficaz por la
burguesía. Así, el sufragio, el voto de los sectores populares, lejos de ser
una amenaza para la clase dominante, se convirtió en un elemento de legitimación
para esta. De ahí la fortaleza del poder burgués, a pesar del crecimiento de
los partidos socialistas.
En un artículo posterior
examinaremos el análisis que hace Engels de la utilización del sufragio
universal masculino por los socialistas alemanes.
Villa del Parque,
jueves 19 de septiembre de 2013
NOTAS:
(1) Para la redacción de
este trabajo utilicé la traducción española de la “Introducción” de Engels,
incluida en la siguiente edición: Marx, Karl. (1973). Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Buenos Aires:
Anteo. (pp. 9-38).
En la actualidad, cuando tantos políticos e intelectuales progresistas consideran que el Estado es el remedio para los males de la sociedad, donde se pregona la consigna “más Estado” como antídoto frente a los estragos del “neoliberalismo”, es conveniente volver a los clásicos. El Estado es una herramienta de dominación aunque se vista de “nacional y popular”. El Estado capitalista es cada vez más un parásito aunque se pregone que es un instrumento de “liberación”. Engels sostiene que, en la medida en que se mantenga la dominación del capital sobre el trabajo, ninguna liberación puede venir por el lado del Estado. De ahí que la transformación de la estructura estatal y la abolición de la propiedad privada de los medios de producción sean tareas que no pueden separarse. Ariel Mayo
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