domingo, 25 de julio de 2021

FICHA: EL BRASIL IMPERIAL, 1822-1889

 



Boris Fausto (Sao Paulo, 1930), historiador y cientista político brasileño, autor de la obra História Concisa do Brasil. EDUSP, IMESP, 2000. Existe traducción española, realizada por Juan Ferguson: Fausto, B. (2003). Historia concisa de Brasil. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica de Argentina. 293 p.

La historia de Brasil es terreno desconocido en Argentina, salvo entre estudiantes de historia y especialistas en América Latina. No es este el lugar para explicar esta ignorancia ni mucho menos para remediarla. Sin embargo, consideramos oportuno publicar algunos materiales que pueden resultar de utilidad para el público en general.

La presente ficha abarca el capítulo 2 titulado “El Brasil monárquico (1822-1889)” (pp. 69-119). Todas las citas pertenecen a la edición del Fondo de Cultura Económica.


La consolidación de la independencia de Brasil fue rápida; el gobierno inglés (Brasil era su tercer mercado externo) aceptó informalmente la emancipación brasileña, aunque retrasó el acto formal, pues quería que Brasil adoptara la medida del cese inmediato del tráfico de esclavos. Portugal, por su parte, reconoció la independencia en 1825. Pero velocidad no es sinónimo de tranquilidad; la transición a la independencia no fue pacífica y se produjeron enfrentamientos armados. En todo caso, la rapidez con que se estableció el nuevo régimen estuvo relacionada con que este no implicó grandes alteraciones en el orden social ni en la forma de gobierno.

“La élite política que promovía la independencia no tenía interés en propiciar rupturas que pusieran en peligro la estabilidad y continuidad de la antigua vida de la colonia.” (p. 70)

La élite adoptó la monarquía como forma de gobierno, hecho que diferenció a Brasil del resto de América Latina. El régimen monárquico se transformó en símbolo de autoridad, más allá de que la figura de tal o cual emperador fuese cuestionada.

Sin embargo, es erróneo afirmar que nada cambió. La profundización de la relación de dependencia con Gran Bretaña (se venía robusteciendo desde 1808, cuando se produjo la apertura de los puertos al comercio) implicó el cambio de inserción de la ex-colonia en el sistema económico internacional. Además, surgió la necesidad de construir un Estado nacional, algo innecesario durante el período colonial. En este punto es necesario aclarar otro malentendido: en 1822 (y en los años subsiguientes) no existía una élite política homogénea; por el contrario, faltaba un acuerdo sobre las líneas básicas de la organización del nuevo Estado. Esto hizo que se desarrollara un período de agudas luchas políticas entre 1822-1840.

La Constitución de 1824 representó el primer intento de organizar el nuevo sistema político. Fue sancionada de arriba hacia abajo; el emperador disolvió la Asamblea Constituyente y aprobó por decreto su propio proyecto. Estableció el régimen monárquico, hereditario y constitucional; había una nobleza, conformada en base a títulos no hereditarios otorgados por el emperador; la religión católica fue reconocida como religión oficial, aunque permitía el culto particular de otras religiones; el Poder Legislativo estaba constituido por el Senado (integrado por personajes elegidos de manera vitalicia por el emperador) y la Cámara (cuyos miembros eran elegidos de manera temporaria, por voto indirecto y censitario. En primer término se realizaban elecciones elecciones primarias, en las que votaban los ciudadanos que poseían una renta anual de 100 mil reis o más en bienes raíces, industria, comercio o empleo; de esas elecciones surgía un cuerpo electoral, cuyos miembros debían poseer una renta anual de 200 mil reis y no ser libertos; el cuerpo electoral elegía los diputados, entre los ciudadanos con renta anual de 400 mil reis o más, que profesaran la religión católica). Una de las paradojas del texto constitucional consistía en que, siendo el ordenamiento fundamental de una sociedad esclavista, en ella no se mencionaba a los esclavos. Su aplicación, por lo menos en lo que hace al terreno de los derechos, era muy relativa.

“A éstos [derechos] se superponía la realidad de un país donde incluso el conjunto de la población libre dependía de los grandes propietarios rurales, donde sólo un pequeño grupo tenía instrucción y donde existía una tradición autoritaria.” (p. 72)

En cuanto al ordenamiento de los poderes locales, la Constitución dividía al país en provincias; el emperador nombraba al presidente de cada una de ellas. Existía un Consejo de Estado, integrado por consejeros vitalicios designados por el emperador. Estos consejeros debían tener una edad mínima de 40 años, renta no inferior a 800 mil reis anuales. El Consejo daba su opinión en temas tales como declaración de guerra, ajustes en los pagos, negociaciones en las que el emperador se propusiera ejercer atribuciones propias del Poder Moderador.

El texto constitucional convertía al emperador en el Sol del sistema político. Su persona fue considerada inviolable y sagrada, y no estaba sujeta a ninguna responsabilidad. El emperador nombraba a los senadores, podía disolver la Cámara y convocar a elecciones para sustituirla. También estaba facultado para vetar las decisiones de la Cámara y del Senado. En definitiva, la Constitución fijaba el predominio del emperador y de los burócratas y comerciantes (muchos de ellos portugueses) que formaban parte del círculo de sus íntimos.

La Constitución de 1824 rigió, con algunas modificaciones, hasta el final del Imperio. Pero los comienzos del nuevo ordenamiento no fueron fáciles. El régimen imperial debió enfrentar la revolución de Pernambuco (julio-noviembre de 1824), de carácter marcadamente urbano y popular, aplastada por medio las tropas imperiales. Luego, Brasil afrontó la guerra con Argentina (1825-1827) por la posesión de la Banda Oriental. El conflicto fue un desastre militar y una catástrofe financiera para el Imperio.

Las rentas del gobierno dependían en gran medida del impuesto sobre las importaciones. En los primeros años del Imperio, los precios del algodón, cuero, cacao, tabaco y café tendieron a caer. Ello produjo una desvalorización de la moneda brasileña e inflación. Si bien la devaluación favoreció las exportaciones, también perjudicó las importaciones de bienes de consumo, demandadas por las élites y por los sectores medios urbanos. La situación económica agudizó el conflicto entre brasileños y portugueses (estos últimos controlaban la mayor parte del comercio al por menor). La élite política se hallaba dividida en absolutistas (defensores a ultranza del emperador, el orden y la propiedad) y liberales (defensores del orden y la propiedad, pero también de la libertad constitucional). Los brasileños adhirieron más a los liberales, en tanto que los portugueses se abroquelaron tras la figura del emperador.

El conflicto se resolvió en 1831: una revuelta apoyada por el ejército forzó la abdicación de Pedro I (1798-1834; emperador de Brasil en 1822-1831) en favor de su hijo, quien recibió la denominación de Pedro II (1825-1891; emperador de Brasil en 1831-1889).

Dada la corta edad del nuevo emperador, hubo un período de Regencia (1831-1840), a la espera de la mayoría de edad de Pedro II. Fue una etapa agitada en lo político, pues las élites no se ponían de acuerdo en torno al orden constitucional más conveniente. En principio, puede afirmarse que los liberales moderados se llevaron la parte del león con la abdicación. Se suprimió el Consejo de Estado, se crearon asambleas provinciales con poderes mayores (podían nombrar y destituir a los funcionarios públicos; se convirtieron en un arma importante para los políticos locales). En agosto de 1831 se creó la Guardia Nacional, en sustitución de las antiguas milicias; estaba compuesta por todos los ciudadanos con derecho a voto en las elecciones primarias con edades comprendidas entre los 21 y los 60 años.

Durante la Regencia se sucedieron las rebeliones y revueltas provinciales. Las más importantes: Guerra dos cabanos (Pernambuco, 1832-1835); Farroupilha (Rio Grande do Sul, 1835-1845). Todos estos movimientos fueron derrotados, no sin dificultades, por las fuerzas imperiales.

En esta etapa de la historia brasileña se conformaron los dos grandes partidos: conservadores y liberales. Los primeros agruparon a magistrados y burócratas, una parte de los propietarios rurales (Río de Janeiro, Bahía y Pernambuco) y a los grandes comerciantes; los segundos, a la pequeña clase media urbana, algunos sacerdotes y propietarios rurales de áreas menos tradicionales (Sao Paulo, Minas Gerais y Río Grande do Sul).

En julio de 1840 Pedro II asumió el trono, apoyado por los liberales. Entre sus primeras medidas estuvo el restablecimiento del Consejo de Estado. La totalidad del aparato administrativo y judicial volvió a manos del gobierno central, recortando los poderes locales. Se impulsó así la centralización política. De esta manera se dio el paso decisivo para terminar con las rebeliones provinciales, la última de las cuales fue la Praieira (Pernambuco, 1848-1850).

El período comprendido entre la independencia (1822) y el final de la Regencia (1840) estuvo signado por la inestabilidad política, cuyo indicador más evidente fue el número de rebeliones contra el poder central. En este punto cabe hacerse la pregunta: ¿Por qué Brasil logró mantener la unidad territorial? El profesor Fausto sostiene que el elemento explicativo fundamental es el sistema esclavista. El interés por el mantenimiento de la esclavitud llevó a las provincias más importantes a desechar una separación del Imperio, pues se verían debilitadas frentes a las presiones antiesclavistas de Gran Bretaña. Pero el mantenimiento de la unidad también fue apoyado por los ingleses, quienes defendían así su mayor mercado en América Latina. Además, se fue constituyendo una élite homogénea (cuyos integrantes se formaron en la Facultad de Derecho de Coimbra, luego en las Facultades de Olinda, Recife y Sao Paulo), dotada de una concepción jerárquica y conservadora.

El sistema político permitió la alternancia en el gobierno de los dos partidos (hubo 36 gobiernos en 50 años), sin que se recurriera a las armas. En 1847 se creó el Consejo de Ministros o Gabinete, encargado del Poder Ejecutivo. Debía contar con la confianza de la Cámara y del emperador para poder mantenerse en el gobierno.

¿Qué pasaba, mientras tanto, con la economía brasileña?

En las primeras décadas del siglo XIX surgió la producción de café para la exportación. Este cultivo se llevó adelante en el extenso valle del río Paraíba (que atraviesa gran parte de Río de Janeiro y Sao Paulo). Allí se instalaron las fazendas, grandes propiedades que utilizaban fuerza de trabajo esclava. Las tierras fueron ocupadas según la ley del más fuerte. Para instalar una fazenda de café, el fazendeiro tenía que realizar inversiones significativas (tala del bosque, preparación de la tierra, siembra, instalaciones, compra de esclavos). Las primeras cosechas sólo podían recogerse luego de cuatro años de espera. Los capitales provenían: a) ahorro obtenido con la gran expansión del comercio (luego de la llegada del rey de Portugal, Juan VI, a Brasil en 1808); b) ganancias obtenidas con la producción de café; c) capitales liberados por la finalización del tráfico de esclavos (luego de 1850). La producción tenía carácter extensivo. La mayor parte del café se producía para la exportación, siendo EE.UU. el principal comprador. Entre 1821-1830, el café generaba el 18 % del valor total de las exportaciones brasileñas; en 1881-1890, era el 61 % del valor total de las exportaciones del país. El complejo cafetalero desplazó definitivamente el centro dinámico del país hacia el centro y el sur del territorio. En contrapartida, se produjo la decadencia del noreste, proceso ya irreversible hacia 1870.

La economía brasileña tuvo problemas de balanza de pagos a lo largo del siglo XIX:

“Para conseguir créditos y empréstitos, el país dependía fundamentalmente de Inglaterra. En este sentido, su deuda externa estaba contraída fundamentalmente con los banqueros ingleses. Pero las transacciones comerciales con Inglaterra no proveían recursos suficientes para hacer frente a las importaciones de ese país y para atender los compromisos de la deuda.” (p. 92)

La esclavitud estaba sometida a crecientes presiones de parte de Gran Bretaña, que reclamaba su abolición. Brasil resistió la presión; el tráfico de esclavos creció: entre 1811-1820, el ingreso anual de esclavos fue de 32700 cautivos promedio; en 1821-1830, ascendió a un promedio de 43100 cautivos. Los esclavos ingresaban fundamentalmente por los puertos al sur de Bahía, sobre todo Río de Janeiro. La mayoría de los esclavos iban a las plantaciones de café del valle del Paraíba. El régimen esclavista permanecía firme pues “no existía una alternativa viable al trabajo esclavo en la gran propiedad, así como también [por] la falta de rebeliones generalizadas de esclavos” (p. 94). Sin embargo, a mediados de siglo la presión inglesa se volvió insostenible; la marina británica comenzó a bloquear los puertos brasileños. En septiembre de 1850 se aprobó una ley presentada por el Ministerio de Justicia, que equiparaba al tráfico de esclavos con la piratería. La entrada de esclavos cayó de 54000 en 1849 a menos de 23000 en 1850 y 3300 en 1851; en los años siguientes, desapareció. En un primer momento los fazendeiros se proveyeron de esclavos comprándolos en las regiones en decadencia.

En 1850 se aprobó la Ley de Tierras. Con ella se procuró evitar que la inmigración interna comprara tierras públicas (y, por ende, los inmigrantes se verían empujados a emplearse como mano de obra). Ese mismo año se aprobó, además, el primer Código Comercial.

El fin de la importación de esclavos trajo aparejada la liberación de capitales. Se desató una intensa actividad de negocios y de especulación: bancos, empresas de navegación a vapor, industrias, ferrocarriles.  En definitiva, dio comienzo la modernización capitalista en las áreas más dinámicas del país.

La producción de café, lejos la principal mercancía de exportación del país, se desplazó de la zona del valle del Paraíba (que alcanzó su apogeo alrededor de 1850) hacia el oeste paulista, donde existía gran disponibilidad de tierras que permitía la continua incorporación de nuevas áreas de cultivo; el valle del Paraíba había alcanzado su máxima extensión (las tierras, agotadas y erosionadas, bajaron su rentabilidad y perdieron valor). Se conformaron dos clases regionales: a) los fazendeiros del Paraíba, quienes apoyaban la monarquía, pero se separaron de ella a medida que se aprobaba la legislación contra la esclavitud; b) la burguesía del café del oeste paulista.

En las últimas décadas del siglo XIX la región de Sao Paulo comenzó su proceso de transformación en una economía capitalista. Acumulación de capitales, diversificación de las actividades económicas, formación de un mercado de tierras, de producción y de consumo. La acumulación de capitales comenzó con la producción cafetalera, combinada con inversiones en tierras, bancos y comercios. En torno a la expansión del café se constituyó una red de núcleos urbanos, centros de pequeña producción y consumo.  En la década de 1880 comenzó la entrada de inmigrantes.

Las diferencias entre los fazendeiros del Paraíba y la burguesía cafetalera no eran tan grandes:

“Los dos grupos partieron de presupuestos comunes y se diversificaron en razón de diferentes realidades del medio físico y social. Ambos practicaron la agricultura extensiva y utilizaron ampliamente la mano de obra esclava. Los fazendeiros paulistas no se volcaron al inmigrante porque creían en las virtudes o en la mayor rentabilidad del trabajo libre, sino porque la alternativa del esclavo iba desapareciendo y había que dar una respuesta al problema.” (p. 100)

A partir de 1850 el aprovisionamiento de esclavos se realizó por medio del tráfico interprovincial. “De esta manera, las migraciones internas en Brasil comenzaron bajo la triste forma de la transferencia forzada de esclavos de una región a otra.” (p. 100) Pero este tráfico no suplía de manera completa las necesidades de la producción; era necesario encontrar otra alternativa para proveer de mano de obra a las zonas dinámicas (como Sao Paulo). La burguesía exploró otras alternativas. No obstante la urgencia, no se intentó convertir a los esclavos en trabajadores libres, en parte debido al prejuicio de los fazendeiros hacia los esclavos, así como también a la probable reticencia de estos últimos a aceptar una condición no muy diferente a la que tenía. Tampoco se intentó promover la llegada de inmigrantes pobres desde el noreste, por prejuicio racista, que desvalorizaba no sólo a los esclavos, sino también a los ex-esclavos y a los mestizos. Además, los dueños de los ingenios y de las plantaciones de algodón del noreste no aceptarían de buen grado el traslado de una fuerza de trabajo que estaba bajo su control.

Se fomentó la inmigración europea: el número de inmigrantes a Sao Paulo pasó de 6500 personas (1885) a casi 92000 (1888); los italianos constituyeron la inmensa mayoría de la inmigración (cerca del 90 % en este período).

El profesor Fausto dedica bastante espacio al análisis de la Guerra del Paraguay (1864-1870):

“Paraguay quedó arrasado por el conflicto, perdiendo porciones de su territorio a manos de Brasil y Argentina, además de su propio futuro. El proceso de modernización se volvió una cosa del pasado y Paraguay se convirtió en un país exportador de productos de poca importancia.” (p. 108)

Brasil terminó la guerra endeudado con Gran Bretaña. Su esfuerzo bélico fue enorme: la población masculina era de 4.9 millones en 1865 y el número total de brasileños movilizados osciló entre 135 y 200 mil. “Pero la mayor consecuencia del conflicto fue la afirmación del Ejército como una institución con perfil y objetivos propios.” (p. 108)

Hacia 1870 aparecieron síntomas en el Segundo Reinado. Comienzo del movimiento republicano; surgieron fricciones entre el gobierno imperial y el Ejército y la Iglesia. El problema político central siguió siendo el fin de la esclavitud. El proceso comenzó en 1871, con la sanción de la Ley de Vientre Libre (proyecto elaborado por un gabinete conservador), que declaró libres a los hijos de la mujer esclava nacidos luego de la promulgación de la ley. Estos hijos quedaban en manos de los señores de sus madres hasta los 8 años de edad. Luego, los señores podían optar: a) recibir una indemnización del Estado, o b) utilizar los servicios del menor hasta que éste cumpliera los 21 años.

La ley fue sancionada debido al temor a las insurrecciones de esclavos (el Estado había quedado debilitado por la guerra). Pero la clase dominante consideraba que la ley era subversiva. Pero la norma legislativa tuvo poca efectividad en la práctica; se entregaron pocos niños al Estado y los dueños de esclavos continuaron utilizando sus servicios.

En la década de 1880 creció el movimiento abolicionista. En 1884 el estado de Ceará, en el noreste, declaró unilateralmente el fin de la esclavitud. En 1885 se aprobó la Ley de los Sexagenarios, que concedió la libertad a los cautivos mayores de 60 años; además, estableció normas para la liberación gradual de todos los esclavos mediante una indemnización. En la segunda mitad de la década de 1880 se produjo la desorganización del trabajo en las fazendas por la fuga en masa de los esclavos. La élite cafetalera paulista recurrió a la inmigración para aprovisionarse de fuerza de trabajo. En 1888 sólo adherían a la esclavitud los representantes de las zonas cafetaleras del valler del Paraíba. Finalmente, el 13 de mayo de 1888 se declaró la abolición de la esclavitud.

¿Qué sucedió con los ex-esclavos?

En el noreste se transformaron en dependientes de los grandes propietarios. En el valle del Paraíba se convirtieron en aparceros de las fazendas de café en decadencia; luego, en chacareros o peones de ganado. En el oeste paulista, se produjo una fuga en masa con anterioridad a 1888 hacia Sao Paulo y otras regiones. En general, persistió la profunda desigualdad social de la población negra; esto reforzó el prejuicio contra el negro, considerado un ser inferior (sobre todo en zonas de intensa inmigración). Eso muestra que,

“El sistema esclavista no estaba sostenido sólo por la violencia, aunque ésta fuese fundamental. Su amplitud, la diferenciación entre los esclavos, las expectativas - reales o imaginarias - de alcanzar la libertad, también contribuyeron a que tuviera una larga vida.” (p. 112)

El otro problema político central de las últimas décadas del Imperio fue el desarrollo del movimiento republicano, que hizo su aparición en Río de Janeiro hacia 1870. Su base social estaba constituida por militares, periodistas y miembros de las profesiones liberales. Luchaba por una mayor representación política de los ciudadanos, por los derechos y las garantías individuales, y por la finalización del régimen esclavista. En la década de 1870 también surgió el movimiento republicano conservador en las provincias. En 1873 fue fundado el PRP (Partido Republicano Paulista); sus cuadros provenían de la burguesía cafetalera; defendía la federación, que garantizaba una amplia autonomía a las provincias. El PRP pensaba que el Imperio era incompatible con la federación. A diferencia de los republicanos de Río de Janeiro, los republicanos paulistas evitaban tomar posición frente a la esclavitud.

La década de 1870 vio también la aparición de una crisis entre el Estado y la Iglesia (p. 115). También se tensaron las relaciones con el Ejército. Muchos oficiales eran críticos del Imperio desde la Guerra del Paraguay. Los jóvenes militares defendían el desarrollo de la educación y de la industria, la construcción de ferrocarriles y el fin de la esclavitud. La Escuela Militar de la Praia Vermelha (Rio de Janeiro) se convirtió en la práctica en centro de estudios de matemática, filosofía y letras; el positivismo tuvo gran influencia: “En el caso brasileño, el positivismo contenía una fórmula de modernización conservadora centrada en la acción del Estado y en la neutralización de los políticas tradicionales, que repercutió con fuerza entre los militares.” (p. 117). [No se trató de que los militares se convirtieran en filósofos; los militares tomaron del positivismo aquello que les servía en la práctica.]

En 1881 se sancionó la Ley Saraiva, que estableció una reforma electoral con el voto directo para las elecciones legislativas. No obstante ello, mantuvo el nivel mínimo de renta (censo económico). En 1882 se introdujo el Censo Literario (voto restringido a los alfabetizados). El voto se extendió a los no católicos, los brasileños naturalizados y los libertos. Pero los efectos del Censo Literario, en un país de analfabetos, fueron notorios: en 1872, los votantes eran el 10,8 % de la población del país; en 1886, el 0,8% de la población. Se mantuvieron el fraude y las presiones sobre los electores.

En junio de 1887 los oficiales organizaron el Club Militar, asociación permanente para la defensa de sus intereses. Crecieron los contactos entre los militares y los líderes republicanos paulistas y gaúchos. Su intención era derrocar a la monarquía.

15 de noviembre de 1889 = El mariscal Deodoro Da Fonseca ocupó el ministerio de Guerra y proclamó la República. A los pocos días la familia del ex-emperador partió al exilio. El Ejército derrocó a la monarquía, pero “la burguesía cafetalera le permitiría a la República contar con una base social estable, cosa que ni el Ejército ni la población urbana de Río de Janeiro podían asegurar por sí mismos.” (p. 119)

El profesor Fausto concluye afirmando que la caída de la monarquía fue el resultado de una disputa entre élites divergentes (p. 119)

 

Villa del Parque, domingo 25 de julio de 2021

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