Nota
bio-bibliográfica:
Aníbal Pérez
Liñán es un politólogo argentino que reside en Estados Unidos. Cursó la licenciatura
en Ciencia Política en la Universidad del Salvador (1988-1993) y se doctoró en
la University of Notre Dame (EE. UU., 2001). Desde 2001 es profesor en la
Universidad de Pittsburgh (EE. UU.); en 2018 fue designado profesor en la
Universidad de Notre Dame (EE. UU.). Se especializó en política comparada.
En 2008 el
Boletín de Política Comparada (n° 1, junio de 2008, pp. 4-8) publicó su
artículo “Cuatro razones para comparar”. La presente ficha expone las ideas
principales de dicho texto. Todas las citas bibliográficas pertenecen a la
mencionada edición.
Pérez Liñán
aborda la cuestión de los problemas metodológicos de la política comparada.
Este campo de la ciencia política alcanzó su forma actual a partir de la
publicación del artículo del cientista político holandés Arend Lijphart (n.
1936), “La política comparada y el método comparativo” (1971). [1]
Lijphart afirmó
que la comparación tiene el estatus de estrategia de prueba de la
hipótesis, junto al estudio de caso, el análisis estadístico y el método experimental.
Frente al estudio de caso, la comparación posee la ventaja de observar cierta
diversidad en el fenómeno estudiado; en relación con el análisis estadístico,
permite un mayor conocimiento de los casos históricos. Al lado de estas
ventajas, la comparación presenta una debilidad, que ha sido denominada “síndrome
de muchas variables y pocos casos”: el análisis de pocos casos impide
eliminar explicaciones alternativas que compiten con la hipótesis principal. En
síntesis, Lijphart estableció dos principios fundamentales: a) la comparación
tiene una función explicativa, no meramente descriptiva; b) la comparación
pertenece al contexto de justificación de las hipótesis, no meramente al
contexto de descubrimiento. [2]
Pérez Liñán
señala que la importancia fundacional del artículo de Lijphart ha llevado a
ignorar otras buenas razones para comparar. Dedica su ensayo a describir cuatro
de esas razones y a justificar su relevancia.
1) Formación de
conceptos:
La literatura
metodológica se concentró en las propiedades lógicas de las definiciones antes
que en el proceso cognitivo por medio del cual se identifican nuevas categorías
teóricas. [3] Sin embargo, “la articulación de componentes o dimensiones en una
definición es el paso final en una larga secuencia creativa” (p. 5). Dicha
secuencia consta de tres momentos: a) el investigador observa el mundo en forma
no estructurada y percibe (intuye) que ciertos objetos tienen similitudes que
permiten identificarlos como miembros de la misma clase; b) el investigador
concentra su atención sobre estos objetos e identifica las propiedades
compartidas, las cuales pasan a ser los atributos constitutivos del concepto;
c) los atributos son articulados en una definición abstracta con ciertas
propiedades lógicas.
En síntesis, la
comparación está presente en el momento inicial de toda conceptualización: “es
a través de la observación comparativa que identificamos nuevas categorías para
pensar el mundo” (p. 5).
2) Inferencia
descriptiva:
La función
primordial de la comparación, distintiva e irreemplazable, consiste en “su
utilidad para calibrar nuestras percepciones del mundo” (p. 5). Sólo la
observación de otros casos determina nuestra capacidad para justificar la
descripción de un caso. La información proveniente de dicha observación es
organizada de manera sistemática en una matriz de datos, que permite comparar
la información sobre una misma variable en múltiples casos. Esta organización
es imprescindible para demostrar “(a) que un caso se ubica en una determinada
posición en relación con otros casos, y (b) que la población de interés tiene
ciertas propiedades que pueden describirse a partir de los casos observados.”
(p. 6). Sólo a partir de este ordenamiento comparativo de la información es
posible llegar a la inferencia descriptiva.
3) Formulación
de hipótesis:
Es habitual que
los cursos de metodología se concentren en los mecanismos de prueba de las
hipótesis; en cambio, dedican poca atención a la cuestión de cómo producir
hipótesis (despachan el problema afirmando que no existe ningún procedimiento
establecido para orientar la formulación de ellas).
El autor plantea
que “las proposiciones teóricas que realizan una mayor contribución al debate
suelen estar fundadas en un extenso conocimiento comparativo de los casos” (p.
6). Es por ello que sugiere el estudio
de los casos, aunque sean poco, como paso previo a la construcción de
hipótesis. Hay que tener presente lo siguiente:
“Si todos los
casos que presenta un mismo resultado de interés (un cierto comportamiento de
la variable dependiente) poseen además cierta característica, estamos frente a
una posible relación de necesidad (la característica es necesaria, pero tal vez
no suficiente para obtener el resultado). Si, por el contrario, todos los casos
con cierto tratamiento de una variable independiente (por ejemplo, la adopción
de una misma política pública), presentan un mismo resultado, este tratamiento
podría ser suficiente (aunque nada indica que sea necesario) para lograr el
efecto de interés” (p. 6).
4) Prueba de
hipótesis:
En el análisis
histórico-comparativo de pocos casos se trata de (1) establecer si todas las
unidades con cierto resultado presentan la causa (hipótesis de necesidad),
o (2) si todas las unidades con cierta causa presentan el mismo resultado (hipótesis
de suficiencia).
El problema aquí
radica “en que no se debe formular una hipótesis a partir de la observación de
unos pocos casos, y luego sostener que la hipótesis ha sido demostrada a partir
de la evidencia presentada por esos mismos casos” (p. 7). Este tipo de prueba
es “circular” y tiene que ser descartada; “para probar una hipótesis inspirada
por la comparación, en realidad es necesario observar nuevos casos” (p. 7).
A lo anterior se
agrega la dificultad de generalizar para toda una población a partir de las
conclusiones observadas en unos pocos casos. Pérez Liñán sugiere que la mejor
estrategia analítica es la formulación de hipótesis cuidadosas a partir de la
observación sistemática de pocos casos (codificación del contexto de
descubrimiento); luego, se pone esa hipótesis a prueba con un análisis
estadístico basado en datos más superficiales, pero empleando una muestra más
amplia.
Villa del
Parque, lunes 22 de marzo de 2021
NOTAS:
[1] Título original: “Comparative
Politics and the Comparative Method”. American Political Science Review, 65
(3): 682-693.
[2] La distinción entre ambos
contextos fue introducida por el físico y filósofo alemán Hans Reichenbach
(1891-1953) en su libro Experiencia y predicción (1938). En toda idea o teoría
científica podemos distinguir entre el contexto de descubrimiento, en el que
“importa el hallazgo, la producción, sea de una hipótesis o de una teoría;
corresponde por tanto al ámbito de la génesis histórica. Aquí entran en juego
todas las circunstancias societales, políticas o económicas que influyen o
determinan la aparición o gestación de un descubrimiento.”; y el contexto de
justificación, que agrupa a “todos aquellos elementos que hacen a la validación
de las teorías. Aquí se abordan las cuestiones atinentes a la estructura lógica
de las teorías y su posterior puesta a prueba.” Ambas citas están tomadas de:
Palma, H. (2012). La verdad como método: La concepción heredada y la ciencia
como producto. En Palma, H. y Pardo, R., (eds.). Epistemología de las ciencias
sociales. Buenos Aires, Argentina: Biblos, p. 47-48.
[3] La publicación en 1970 del
artículo “Concept Misinformation in Comparative Politics” (American Political
Science Review, 64 (4): 1033-1053) del politólogo italiano Giovanni Sartori
(1924-2017) inauguró la reflexión sobre la construcción de conceptos y el
estiramiento conceptual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario