Francisco de Goya, El coloso |
Ariel Mayo (UNSAM / ISP
Joaquín V. González)
El presidente electo
Javier Milei, en su discurso de la noche del 19 de noviembre, dijo que él era “el
primer presidente liberal libertario en la historia de la humanidad” y que la
mayoría de los argentinos votó a favor de las “ideas de la libertad”, es decir,
las ideas del liberalismo cuyos ejes principales son: gobierno limitado, respeto
a la propiedad privada y comercio libre.
Milei (por lo menos
hasta ahora) demostró ser un ideólogo, es decir, alguien que está convencido de
que las ideas gobiernan al mundo y que los hechos deben acomodarse a las ideas.
Es lógico, por tanto, que en el discurso de celebración de su triunfo electoral
proclame la victoria del liberalismo.
Pero las ideologías no
gobiernan el mundo.
En la vida diaria muy
pocas personas toman sus decisiones en base a criterios ideológicos. Voy al
supermercado no porque sus dueños sean liberales, socialistas o peronistas,
sino porque tiene mejores precios, porque me queda cerca, porque compro todo lo
que necesito en un solo lugar, etc., etc.
Las ideologías siempre
son minoritarias, y son tanto más minoritarias cuanto más complejas se vuelven.
La inmensa mayoría de los votantes de Milei desconocen las obras de Rothbard,
Hayek o Benegas Lynch. Por eso es erróneo afirmar que la mayoría de los
argentinos votó por las ideas de “la libertad”.
Por eso también es
erróneo aseverar que una parte importante de los argentinos votó por el “fascismo”.
El voto a un candidato
se explica por múltiples factores, y la ideología sólo es uno de ellos (y está
lejos de ser el más importante).
La ideología no
gobierna el mundo.
Si ponemos a la
ideología en su lugar, hay otra cosa que nos autoriza a decir que Milei tiene
una parte de razón en su discurso. Es verdad que no triunfaron las “ideas de la
libertad”, pero también es cierto que se impuso el individualismo.
El individualismo no es
una ideología, en el sentido de una concepción del mundo más o menos
estructurada, más o menos elaborada. El individualismo es una manera de ser en
lo cotidiano, en las relaciones con nuestros semejantes. Su esencia consiste en
ponerse a uno mismo como el centro del universo y considerar a los demás como
cosas que sirven para lograr los propios objetivos.
Una década de
estancamiento de la economía, aumento de la pobreza y de la precarización
laboral, salarios reales por el piso, deterioro de la educación y la salud públicas.
Todo ello alentó el desarrollo del individualismo, aunque no necesariamente
debía desembocar en su triunfo en toda la sociedad. Hacía falta algo más.
Ese algo más es la
fragmentación social.
La clase trabajadora argentina
fue la más homogénea de América Latina hasta 1976. Esa homogeneidad relativa
explica su capacidad para enfrentar con éxito los planes de ajuste, su
influencia sobre el resto de la sociedad y, en última instancia, el peronismo.
La clase obrera
argentina dejó de ser homogénea hace mucho tiempo. Sin entrar en detalles (el
lector puede consultar las fuentes estadísticas), en una enumeración rápida encontramos:
trabajadores de sectores de alta productividad y sectores de baja productividad;
trabajadores bajo convenio colectivo y trabajadores fuera de convenio;
trabajadores con estabilidad laboral y trabajadores precarizados; trabajadores
estatales y trabajadores privados, etc., etc.
No sólo la clase
trabajadora se fragmentó. Algo semejante ocurrió con el conjunto de los
sectores sociales. La sociedad argentina es hoy un montón de islas, con uno que
otro archipiélago, pero no hay nada parecido a un continente. Sólo la selección
de fútbol genera un consenso mayoritario.
Una sociedad estancada
en lo económico, empobrecida y fragmentada en lo social, es una sociedad en la
que existe una enorme predisposición a que se imponga el ¡Sálvese quién pueda! Como
actitud generalizada.
El resultado de estos
procesos fue el individualismo.
Un individualismo
exacerbado que minó las construcciones colectivas.
Milei fue quien mejor
interpretó el individualismo que recorría todos los espacios de la sociedad
argentina. De ahí su capacidad para interpretar tanto a los jóvenes
precarizados como a los jóvenes emprendedores.
El 19 de noviembre no
se impusieron las “ideas de la libertad”. Ganó o, mejor dicho, ratificó su
hegemonía el individualismo.
Las ideologías no
gobiernan el mundo. Por eso es mejor bajar al suelo de lo cotidiano y observar
cómo las condiciones sociales fomentan ciertas formas de pensar y marginan a
otras.
Milei surgió de esta
tierra, como el mate y el dulce de leche. Para enfrentarlo hay que empezar por
conocer esta tierra, es decir, esta sociedad. Y sólo después hay que poner la
lupa en las ideologías.
Balvanera, martes 21 de
noviembre de 2023
El artículo destaca la característica social que marca a fuego nuestro presente: El individualismo. Una marca que se viene imprimiendo desde el proceso genocida, acentuada con el menemismo, y las sucesivas experiencias neoliberales.
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