viernes, 23 de octubre de 2020

EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES CURSO 2020 – CLASE N° 11: TEORÍA DE LA IDEOLOGÍA

 


“Es verdad que, mientras no hacía otra cosa que considerar

las costumbres de las demás personas, no encontraba en ellas

casi nada seguro, y hallaba en ellas casi tanta diversidad como

había encontrado antes entre las opiniones de los filósofos. “

René Descartes (1596-1650), filósofo francés.

 

Bienvenidas y bienvenidos a la undécima clase del curso.

El encuentro de hoy es una continuación del anterior, pues desarrollaremos mi artículo sobre la ideología [1], del que ya presentamos su objetivo y estructura. El tema de hoy es la objetividad. Para ello examinaremos algunas de las teorías de la ideología.

Vayamos a la clase propiamente dicha.


El supuesto fundamental del empirismo consiste en la afirmación de que el conocimiento surge de la información proporcionada por los sentidos. Los datos brindados por nuestros sentidos provienen directamente de las cosas, sin la mediación de teorías o conceptos previos. Los conceptos, las definiciones, las teorías nacen a partir de los datos de los sentidos, no son previos a la percepción.

Los empiristas sostienen que en el proceso de conocimiento existe una etapa de recolección de información, donde la mente humana actúa como una hoja en blanco en la que se inscriben los datos. La existencia de esa etapa es la base en que se apoya la noción de objetividad defendida por la CNE de las CS. Más todavía, esa base es la justificación última de todas las teorías tecnocráticas, que sostienen que los problemas sociales pueden ser resueltos por la ciencia y la tecnología, puesto que ambas tienen un punto de partida neutral, objetivo.

Por ejemplo, cuando un economista quiere justificar un plan de ajuste que reducirá los ingresos de los asalariados, se escuda en que ese plan expresa los postulados de la ciencia económica, y esos postulados son objetivos pues se apoyan en datos que son imparciales. En las CS la afirmación de la neutralidad de la ciencia permite justificar la intervención de los científicos en defensa de determinados intereses de clase. Esa intervención se presenta como indiscutible, pues está “blindada” bajo el paraguas de la ciencia “neutral”. [2]

Para la CNE, la ciencia se define a sí misma como incondicionada, en el sentido de que sus datos y sus teorías no se hallan condicionados por el contexto histórico y social en que son producidos. Según esta perspectiva, el científico social se halla por encima de los intereses de los grupos sociales enfrentados. El conocimiento que produce es superior al producido por esos grupos sociales porque tiene carácter “neutral”.

Ahora bien, las cosas son bien diferentes en el mundo de la ciencia real. Como hemos visto en clases anteriores, la filosofía política utilizó la noción de NH para justificar determinadas relaciones de poder en la sociedad (por ejemplo, el esclavismo). También analizamos cómo la CNE de las CS se dio en el marco del desarrollo de las RS capitalistas y cómo esas CS contribuyeron al desarrollo y estabilización de la sociedad capitalista. Si bien se trata de ejemplos muy esquemáticos, sirven a los fines de mostrar que las CS se hallan condicionadas por el ambiente histórico y social en que son producidas.

La teoría de la ideología proporciona nuevos elementos para la comprensión del carácter condicionado de las CS. En este punto es necesario aclarar que bajo la denominación “teoría de la ideología” agrupo un conjunto de teorías (muchas de ellas enfrentadas entre sí) que intentan explicar la ideología. Como habrán observado, en el artículo que estamos analizando no se formula ninguna definición definitiva del concepto de ideología, sino que se hace referencia a las definiciones elaboradas por varios autores. Para facilitar la lectura, voy a proporcionar aquí una definición provisional.

La noción de ideología designa al conjunto de ideas y representaciones acerca del mundo y de la sociedad, desarrolladas por un grupo de personas que comparten entre sí condiciones similares de vida.

Así, por ejemplo, cabe hablar de una ideología de los empresarios, de los trabajadores, de los campesinos, etc.

Lo fundamental en esta manera de definir la ideología consiste en comprender que las ideas y representaciones son el resultado de la vida social y no a la inversa. Parafraseando a Karl Marx (1818-1883), el ser social determina la conciencia.

A poco que reflexionemos sobre lo dicho hasta aquí, se comprende que la teoría de la ideología asesta un golpe decisivo a la concepción de una ciencia incondicionada, neutral y objetiva. De ahí se deriva la importancia del conocimiento de esa teoría para encarar el problema de la objetividad de las CS.

No vamos a repetir aquí lo dicho en el artículo, pues ello sería redundante. Pero sí es conveniente comentar los puntos fundamentales del texto, pues eso reforzará la crítica del carácter incondicionado de las CS y, por ende, de la concepción de objetividad propuesta por la CNE.

Los primeros en abordar científicamente el estudio de la ideología fueron los “ideólogos”. Este término es utilizado por los historiadores para denominar a un grupo de filósofos franceses que participaron en la Revolución de 1789. Ellos adherían al pensamiento de la Ilustración, que defendía la igualdad de los SH y consideraba que el feudalismo y la monarquía absoluta eran instituciones que iban en contra de la NH. Los “ideólogos” ocuparon cargos en el sistema educativo construido por la Revolución. Se concentraron en la tarea de eliminar los residuos del pensamiento aristocrático y feudal mediante el desarrollo de un programa educativo centrado en las ideas de igualdad y libertad. Pero pronto tropezaron con la gran resistencia opuesta por el pensamiento antiguo a las ideas revolucionarias. Eso los llevó a preocuparse por el estudio de las ideas, concibiendo el proyecto de una nueva ciencia, la “ideología”. Su razonamiento era sencillo: si podíamos conocer el origen de las ideas, sería posible crear nuevas formas de pensar y nuevos conceptos, adecuados a las condiciones sociales del período posrevolucionario.

Napoleón Bonaparte (1769-1821), quien asumió el título de emperador en 1804, despojó de sus cargos a los “ideólogos” y persiguió sus ideas. El nuevo gobernante afirmó que la ciencia de la ideología ponía en riesgo la creencia en el carácter sagrado de las instituciones, pues mostraba el origen de esas instituciones. Un dios que tiene fecha de nacimiento deja de ser dios, por la sencilla razón de que hubo un período de tiempo en que no existió.

La primera de las teorías de la ideología surgió, pues, en el contexto de la Revolución Francesa, cuando la burguesía arrebató el poder político a la nobleza. Algo semejante ocurrió con el marxismo, que retomó y desarrolló una nueva teoría de la ideología en el marco del surgimiento del movimiento obrero moderno.

Karl Marx y Friedrich Engels (1820-1895) contribuyeron de modo decisivo al desarrollo de la teoría socialista. [3] Ambos retomaron la noción de ideología, caída en el olvido luego de la derrota de los “ideólogos”, en un extenso manuscrito titulado precisamente La ideología alemana, redactado entre 1845 y 1846. [4] Ese texto ocupa un lugar importante en el desarrollo de la teoría marxista, dado que representó los resultados de una larga evolución intelectual.

Marx y Engels militaron inicialmente en las filas del liberalismo (tal como era entendido en Alemania en la década de 1840). En esa época un grupo de seguidores de la filosofía de Georg Hegel (1770-1831), los Jóvenes hegelianos, utilizaban las ideas de dicho filósofo para el combate contra el absolutismo reinante en Prusia, el más importante de los numerosos Estados en que se dividía el territorio alemán.

Marx y Engels integraron durante un tiempo el grupo de los Jóvenes hegelianos. Sin embargo, terminaron por convencerse de la impotencia del liberalismo alemán y fueron acercándose al movimiento obrero, que estaba dando los primeros pasos en Alemania, pero que ya tenía un desarrollo importante en Gran Bretaña y Francia. En este sentido, La ideología alemana expresa el ajuste de cuentas con el idealismo dominante en la filosofía alemana de la época. A su vez, la obra constituye la primera presentación de los fundamentos de la teoría marxista de la sociedad.

Los filósofos idealistas, entre los que se contaban los Jóvenes hegelianos, pensaban que las ideas creaban la sociedad. [5] Por lo tanto, si esas ideas se modificaban, la sociedad cambiaba. En el caso concreto del régimen absolutista imperante en Prusia, había que criticar la idea del absolutismo, demostrar que iban en contra del desarrollo pleno de la personalidad humana, para deshacerse de ese régimen político.

Marx y Engels adoptaron un punto de partida diferente. Para ellos, el ser social determina la conciencia. Esto significa que nuestro modo de vida condiciona las ideas con que pensamos ese modo de vida. [6]

La realidad material condiciona la realidad espiritual.

La afirmación anterior es la base de la crítica a las concepciones idealistas, pero también a las empiristas, de la ciencia. El científico social no se encuentra por encima de la realidad social de su tiempo. Todo lo contrario. Sus ideas y sus teorías se encuentran condicionadas por las relaciones sociales en que se hallan insertos los científicos. En este punto podemos relacionar el planteo de Marx y Engels con la teoría del epistemólogo estadounidense Thomas Kuhn (1922-1996), que acuñó la noción de paradigma.

Sin embargo, Marx y Engels no se limitan a señalar que las ideas se hallan condicionadas por el contexto histórico y social. Al examinar las características de las diversas formas de organización social que se dieron a lo largo de la historia, encontraron que en cada una de ellas existía una clase dominante y unas clases dominadas. [7] Como es lógico, la clase dominante buscaba perpetuar su dominación; para lograrlo, cada clase dominante procuró difundir su ideología al conjunto de la sociedad.

La tesis de la ideología dominante plantea que las ideas dominantes en cada sociedad son las ideas de la clase dominante.

Esto requiere de un trabajo específico: una parte de los integrantes de la clase que ejerce la dominación se dedican a desarrollar las ideas de su clase y a difundirlas a las otras clases de la sociedad. Son los intelectuales de la clase dominante.

La ideología dominante se difunde en el interior de las clases dominadas, adoptando la forma de falsa conciencia. Esto significa que la experiencia de vida de esas clases es deformada por la ideología. Repito un ejemplo: los empresarios aparecen como el “sector productivo” en la sociedad, en tanto que los trabajadores, quienes producen efectivamente, se ven a sí mismos como un sector subordinado. [8]

La “falsa conciencia” es presentada en La ideología alemana como un efecto de la tarea de los intelectuales. De ese modo, parece ser que basta con revelar la falsedad de la ideología, con mostrar cómo funciona efectivamente la realidad, para disipar los efectos de la “falsa conciencia”. El planteo de Marx y Engels se asemeja al de los filósofos de la Ilustración, quienes sostenían que el conocimiento liberaba a los SH. Este es el punto más débil de la teoría de la ideología esbozada en La ideología alemana. El problema con esa teoría es el siguiente: a) la ideología se deriva de las condiciones de vida de los SH, pero b) la ideología se erradica informando sobre cuáles son las condiciones reales de vida de esos SH. Entre a y b existe una contradicción, pues la información, el conocimiento, no erradican las condiciones materiales de vida que originan a la ideología. Es cierto que Marx y Engels proponen en La ideología alemana otra forma de terminar con la ideología de la burguesía: la revolución socialista, que elimina la propiedad privada de los medios de producción y, con ello, las condiciones que producen la ideología burguesa. Pero persiste la dificultad planteada por la concepción de la ideología como “falsa conciencia”.

A la dificultad mencionada hay que agregarle otra cuestión, estrechamente relacionada con aquella. Si bien Marx y Engels afirman que la ideología es producto del ser social, parece desprenderse del texto la afirmación de que los intelectuales de la clase dominante son los principales productores de la ideología dominante. En otras palabras, la ideología es una creación de los intelectuales. Pero si esto es así, la concepción materialista de la ideología, (el reconocimiento de que ésta se origina en las condiciones sociales) se ve debilitada.

Voy a concluir aquí la clase para no hacerla demasiado extensa. En nuestro próximo encuentro continuaremos revisando diferentes teorías de la ideología, comenzando por la teoría del fetichismo de la mercancía.

 

Les agradezco mucho su atención.

 

Villa del Parque, viernes 23 de octubre de 2020


ABREVIATURAS:

CNE = Concepción naturalista-empirista / CS = Ciencias sociales / NH = Naturaleza humana / RS = Relaciones sociales / SH = Seres humanos


NOTAS:

[1] Mayo, A. (2012), “La teoría de la ideología”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos. (pp. 223-247).

[2] En esta clase utilizo los términos “objetividad” y “neutralidad” como sinónimos.

[3] Aquí sólo es posible hacer una presentación sumamente esquemática de la trayectoria intelectual y política de Marx y Engels. Los interesados en profundizar esta cuestión pueden consultar: Löwy, M. (2010). [1° edición: 1970]. La teoría de la revolución en el joven Marx. Buenos Aires: Herramienta y El Colectivo.

[4] La ideología alemana no se publicó en vida de Marx y Engels. La primera edición de la obra data de 1932.

[5] Todo lo dicho aquí implica una visión muy esquemática del idealismo alemán, con el objetivo de simplificar las cosas para su mejor comprensión en la clase. Los interesados en esta corriente filosófica, cuyo principal exponente es Hegel, pueden consultar: Marcuse, H. (1986). Razón y revolución: Hegel y el surgimiento de la teoría social. Madrid: Alianza.

[6] Marx y Engels sostienen que es el ser social (la forma en que obtenemos lo que necesitamos para vivir, la manera en que nos relacionamos con nuestros semejantes, etc.) quien determina la conciencia. En otras palabras, nuestras ideas sobre el mundo y la sociedad surgen a partir del modo concreto en que vivimos. Un empresario piensa a la sociedad de manera diferente a un trabajador, y esa diferencia surge de que tienen modos diferentes de vivir. Pero en la sociedad capitalista existe una clase dominante, la burguesía, cuya dominación se deriva de que es propietaria de los medios de producción. Con la tesis de la ideología dominante, Marx y Engels plantean que las ideas dominantes en la sociedad son las ideas de la clase dominante. La clase que tiene el poder económico ejerce también el poder ideológico en la sociedad; una de las fuentes de ese poder es la propiedad privada de los medios de comunicación, que son controlados por la burguesía. Mediante ese poder, la clase dominante inculca una "falsa conciencia" a las otras clases sociales. Es falsa en la medida en que distorsiona las condiciones reales de vida, haciendo que sean percibidas de un modo conveniente a la clase dominante. Por ejemplo: los trabajadores producen la riqueza de un país; sin embargo, es habitual escuchar decir a trabajadores que los empresarios les dan trabajo. De ese modo se ven a sí mismos como desempeñando un rol pasivo en el proceso productivo

[7] Excluyo de esta caracterización a las sociedades de cazadores y recolectores, en las que no existían clases sociales.

[8] La noción de "falsa conciencia", elaborada por Marx y Engels en su obra La ideología alemana. Ambos autores plantean que las ideas están condicionadas por la forma en que los individuos producen su existencia. De ese modo, las ideas no crean la realidad, sino que se hallan condicionadas por esa realidad. En toda sociedad dividida en clases sociales las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en la sociedad. Por eso Marx y Engels hablan de "ideología dominante" cuando se refieren a la ideología de la burguesía, que es la clase dominante en el capitalismo. La burguesía está interesada, para mantener su dominio sobre el resto de las clases de la sociedad, en presentar sus puntos de vista como naturales, como los únicos posibles, y de inculcarlos a las otras clases. De esta manera, las clases dominadas terminan adhiriendo a una ideología que presenta de manera falsa los motivos de su situación. A esto lo denominan "falsa conciencia". 

martes, 20 de octubre de 2020

CIENCIA POLÍTICA CURSO 2020 – CLASE N° 11bis: MARX

 

“Mas toda lucha de clases es una lucha política.”

Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895)



Bienvenidas y bienvenidos a la segunda parte de la undécima clase del curso.

La clase de hoy está dedicada a la teoría marxista del Estado. Es una continuación de nuestro encuentro anterior, en el que hicimos la presentación del Manifiesto comunista (1848). Ahora nos toca analizar el capítulo 1 de dicha obra, con el objetivo de esbozar el planteo de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) sobre el Estado. [1] Dada la limitación de tiempo, apenas si podré mencionar (y mucho menos desarrollar) otras obras en las que Marx examinó la cuestión estatal. Sin embargo, me veré obligado a incursionar en la teoría marxista de la sociedad; ello es necesario para comprender mejor la argumentación de Marx y Engels.

Sin más dilación, arranquemos con la clase propiamente dicha.


Clase trabajadora, socialismo y marxismo

El marxismo surgió como resultado de las luchas del movimiento obrero europeo en las primeras décadas del siglo XIX. [2] Esto representa una diferencia significativa con la teoría social anterior. Los filósofos siempre habían pertenecido, por su origen social, a la clase dominante, y lo mismo ocurría con los economistas. Por tanto, los filósofos y los economistas elaboraron teorías para justificar el orden existente; ninguno de ellos desarrolló una teoría pensada desde la perspectiva de la clase trabajadora; siempre justificaron los objetivos y las aspiraciones de la clase dominante en todas las épocas. [3]

La irrupción de la clase obrera quebró las reglas de juego de la teoría social. Los campesinos, la clase trabajadora de las sociedades precapitalistas, se hallaban dispersos en un territorio muy vasto y, por lo general, eran analfabetos; sólo excepcionalmente pudieron organizarse a nivel nacional. El trabajador asalariado, en cambio, residía en las ciudades y se incorporó rápidamente a los sistemas educativos nacionales que se desarrollaron a lo largo del siglo XIX. Desde muy temprano se organizó en sindicatos, que desafiaron la dominación del capital. Además, y esto es central para los propósitos de este curso, comenzaron a desarrollar su propia concepción de la sociedad capitalista. [4]

El MC es el punto de confluencia de los procesos que acabamos de esbozar. Marx y Engels (sobre todo el primero) provenían de los medios intelectuales y se habían acercado a la clase trabajadora. Esto los llevó a romper con su ideología anterior y a desarrollar una nueva teoría de la sociedad. Esto aparece plasmado en obras como la Ideología alemana (un extenso manuscrito redactado en 1845-1846 y publicado recién en 1932), y Miseria de la filosofía (1847).

El MC tuvo origen en la solicitud que hizo la Liga de los Comunistas a Marx y Engels, quienes militaban en esa organización constituida por obreros y artesanos alemanes exiliados en varios países europeos, para que pusieran por escrito el programa del grupo. Esto hizo que el MC fuera, a la vez, un documento político y un texto de teoría social. Los comunistas pensaban que era necesario fundamentar su crítica de la sociedad, y que el programa de un partido socialista debía estar basado en un análisis científico de la realidad. Cabe decir que el MC constituye un brillante ejemplo de combinación de estrategia política y teoría social, independientemente de la opinión que se tenga del socialismo.

Así como no podemos tratar en este curso los múltiples aspectos de la teoría marxista, tampoco estamos en condiciones de desarrollar de modo acabado la argumentación del MC. Nuestros objetivos serán más limitados. Nos concentraremos en tres cuestiones: a) la teoría del capitalismo; b) la teoría de las clases sociales (burguesía y clase trabajadora); c) la teoría de la política. Para ello propondré una lectura particular, con saltos frecuentes de un capítulo a otro de la obra. [5]


La teoría del capitalismo:

Marx y Engels eran perfectamente conscientes del carácter novedoso de la organización social capitalista. A lo largo de la historia hubo múltiples formas de sociedad, pero ninguna tan peculiar ni tan expansiva como el capitalismo. Mientras que los imperios antiguos y el feudalismo habían sido estructuras políticas que modificaron poco y nada la manera de trabajar y las condiciones de vida de los campesinos (la mayoría de la población), el capitalismo, en el plazo de unas pocas décadas, introdujo modificaciones sin precedentes en las sociedades. La expresión “unas pocas décadas” no es un recurso retórico; el capitalismo moderno surgió con la primera Revolución Industrial, y está comenzó entre 1760 y 1770. El MC, por su parte, se publicó a principios de 1848, unos 80 años después del comienzo de esa revolución. En un plazo históricamente breve, el capitalismo modificó dramáticamente la vida de las personas. [6]

El primer capítulo del MC describe la magnitud de los cambios sociales bajo el capitalismo. Resulta casi paradójico que hayan sido dos socialistas quienes escribieron el elogio de la capacidad de la burguesía para transformar el mundo: “La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario.” (p. 37).

¿Cuál es el sentido de esta afirmación?

“La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación a vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo de la tierra como por encanto. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?” (p. 41).

El capitalismo, a diferencia de las formas de organización social que lo precedieron, se caracteriza por una fenomenal capacidad para desarrollar las fuerzas productivas, esto es, la potencia para producir mercancías, constituida por el saber y la habilidad de los trabajadores, las herramientas y máquinas, la organización del proceso laboral, la ciencia y la tecnología. Marx y Engels señalaron que la burguesía se había apropiado la ciencia y la utilizaba para sus propios fines, modelándola a su imagen y semejanza. Nosotros, que vivimos en un mundo dominado por la tecnología (¡este curso sería imposible sin computadoras e internet!) comprendemos mejor que sus contemporáneos el significado de esa apropiación de la ciencia por el capital.

Pero ¿cuál es el motor de las transformaciones llevadas a cabo por la burguesía? La respuesta proporcionada por Marx y Engels es sencilla. La burguesía vive de explotar la fuerza de trabajo:

“En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.” (p. 43).

El capitalista compra el uso de la fuerza de trabajo por un tiempo determinado, y se preocupa por obtener el mayor rendimiento posible de ese uso, dado que se apropia los frutos de ese trabajo gracias a la propiedad privada de los medios de producción. La riqueza generada en el proceso productivo le pertenece y dispone de ella, comandando por lo tanto la economía de la sociedad. No se trata de un mero interés egoísta del empresario (aunque el egoísmo es el motor del capitalista en tanto individuo), sino que el capitalista encarna los intereses, la lógica del capital.

“Ser capitalista significa ocupar, no sólo una posición personal en la producción, sino también una posición social. El capital es un producto colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad y, en último término, sólo por la actividad conjunto de todos los miembros de la sociedad. El capital no es, pues, una fuerza personal; es una fuerza social.” (p. 54).

La frase anterior es particularmente significativa, pues muestra que Marx y Engels concebían al capitalismo como un sistema de relaciones sociales que condicionaban la conducta de los individuos, y no como el resultado de las decisiones individuales. En otros términos, el capitalismo es un sistema específico de relaciones sociales. Esto va en contra del sentido común dominante en nuestra época, que se expresa en frases tales como “pobre es el que quiere”, como si las posiciones sociales que ocupan las personas fueran el producto del carácter individual de cada una de ellas. Marx y Engels no niegan el papel del individuo, de su determinación, de su carácter, pero nos dicen que debemos prestar atención a las condiciones sociales que permiten que prosperen o se frustren sus decisiones individuales. De este modo, Marx y Engels estaban construyendo una ciencia social.

El capitalista dirige el proceso productivo; ello lo lleva a promover el desarrollo de nuevas técnicas y herramientas para volver más eficiente el proceso. En pocas palabras, trata de ahorrar el máximo posible de materiales utilizados en la producción, abaratando así los costos. Eso le permite afrontar la competencia con otros capitalistas y, en el plano internacional, la competencia entre países y bloques regionales. Por eso la burguesía debe desarrollar constantemente las fuerzas productivas.

Los resultados de las tendencias mencionadas ya estaban a la vista en 1848 y aparecen reflejados en MC.

a) “Una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio” (p. 36). Desde la primera Revolución Industrial (1760-1830), se han sucedido otras revoluciones industriales y grandes transformaciones tecnológicas. Ello no es producto de la casualidad ni de una mayor inventiva de los seres humanos, sino que es consecuencia de la necesidad de la burguesía de buscar mejores métodos para triunfar en la competencia con otros capitalistas y reducir el valor de la fuerza de trabajo (salarios).

b) “La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población.” (p. 40). El capital se centraliza cada vez más, las grandes empresas absorben o controlan a las más chicas. Esto es consecuencia de que las empresas con mayor proporción de capital desarrollan métodos y técnicas más eficientes de producción, lo cual les permite triunfar en la competencia.

c) “La gran industria ha creado el mercado mundial. (..) El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de todos los medios de transporte por tierra.” (p. 36). El mercado mundial, si bien contaba ya con una historia de varios siglos, se hallaba en pañales en 1848. Su desarrollo no dejó de profundizarse hasta la actualidad. Esto se nota, por ejemplo, en la difusión de las mismas técnicas, la misma moda, la misma música, etc., en todos los países.

d) “Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países.” (p. 39).

Estas tendencias permiten caracterizar el capitalismo. Marx dedicó toda su vida intelectual a profundizar el estudio del modo de producción capitalista; ese trabajo quedó plasmado en El capital, cuyo Libro Primero fue publicado por primera vez en 1867. Sin embargo, la presentación de dichas tendencias en MC resulta insuperable por su claridad y poder de síntesis.


La teoría de las clases sociales:

La sociedad capitalista se basa en la propiedad privada de los medios de producción. Éstos pertenecen a una parte de la población, mientras que el resto se encuentra excluido de dicha propiedad. [7] Marx y Engels sostienen que esta forma específica de propiedad se encuentra en la base de la estructura de clases de la sociedad moderna:

“La propiedad privada actual, la propiedad burguesa, es la última y más acabada expresión del modo de producción y de apropiación de lo producido basado en los antagonismos de clase, en la explotación de los unos por los otros.” (p. 53).

Esa propiedad privada (la de los medios de producción) requiere de la colaboración de los trabajadores para ponerse en movimiento. Dicho de manera burda, las materias primas y las máquinas no crean mercancías por sí solas, hace falta un trabajador que las acciones.

“[El trabajo asalariado] lo que crea es capital, es decir, la propiedad que explota al trabajo asalariado y que no puede acrecentarse sino a condición de producir nuevo trabajo asalariado, para explotarlo a su vez. En su forma actual, la propiedad se mueve en el antagonismo entre el capital y el trabajo asalariado.” (p. 53-54).

Como ya indicamos en el encuentro anterior, y a diferencia de lo que ocurre en las sociedades precapitalistas, la clase dominante en el capitalismo (la burguesía) está interesada en expandir la producción, en desarrollar las fuerzas productivas. Esa expansión no es armónica sino contradictoria, se da en el marco de la lucha entre el capital y el trabajo, entre empresarios y trabajadores.

La burguesía y la clase trabajadora se crean (y re-crean a cada momento) mutuamente.

“En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.” (p. 43).

Este punto es importante, pues el énfasis que pone el MC en la lucha de clases no debe hacer olvidar que esa lucha presupone la relación de dependencia recíproca de las clases en conflicto. Dicho conflicto surge, precisamente, del tipo de relación que se entabla entre burgueses y proletarios en el proceso productivo, y no de las cualidades personales de unos y otros. En otras palabras, empresarios y trabajadores luchan por intereses materiales, no por egoísmo individual.

El desarrollo de la producción capitalista aumenta el número de asalariados, así como también modifica las condiciones materiales en que producen los trabajadores:

“La industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmente inferior.” (p. 46).

No importa en este momento discutir si los pronósticos de Marx y Engels sobre la capacidad de la clase trabajadora para derrocar al capitalismo y construir una nueva sociedad eran correctos; con el diario del lunes en la mano es evidente que esto no fue así (o, por lo menos, no ha sido así hasta el presente). Lo importante aquí es destacar que la clase obrera es moldeada por el desarrollo del capitalismo, y que este desarrollo está condicionado por el tipo de relación que se establece entre capitalistas y trabajadores. La burguesía crea a los trabajadores; los trabajadores crean a la burguesía.

Ya hemos visto como el capitalismo supone la modificación incesante de las condiciones de producción social; esto se traduce en una mayor explotación de la clase trabajadora. Marx y Engels describen así este proceso:

“El creciente empleo de máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario todo carácter sustantivo y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero. Este se convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio del trabajo [de su fuerza de trabajo], como el de toda mercancía, es igual a su costo de producción. Por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el trabajo, más bajan los salarios. Más aún, cuando más se desenvuelven el maquinismo y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo, bien mediante la prolongación de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las máquinas.” (p. 44).

Este aumento de la explotación de la clase trabajadora potenció la lucha de esta contra la burguesía. Desde la perspectiva de Marx y Engels, toda la historia humana era historia de la lucha de clases; al respecto, la frase que figura al comienzo del MC es una de las más conocidas de la obra:

“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.” (p. 34).

Pero la lucha de clases asumió un carácter diferente en la sociedad capitalista. Por primera vez en la historia una clase oprimida (la clase trabajadora) desarrolló a su interior un proyecto teórico y político cuyo objetivo era la supresión de las clases sociales y no el mero ascenso al poder político de una nueva clase. [8] Esto fue posible, entre otras cosas, por las condiciones sociales creadas por la misma producción capitalista:

“Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduciendo el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmente inferior.” (p. 46).

No importan en este momento los errores del diagnóstico; con el tiempo, la burguesía desarrolló la capacidad de integrar al capitalismo a la clase trabajadora. Pero lo cierto es que el capitalismo generó las condiciones para que los trabajadores pudieran organizarse en sindicatos y partidos políticos, algo que no había ocurrido con las clases oprimidas en las sociedades anteriores.

En MC se encuentra una periodización de las etapas de la lucha de la clase obrera contra la burguesía. No es una secuencia lineal, pues los mismos Marx y Engels admiten que los triunfos obreros son “efímeros”. Aquí operan dos tendencias: de un lado, el aumento de la cohesión, gracias al desarrollo de la producción capitalista; del otro, la disgregación a partir de la competencia promovida por esa misma producción.

“A veces los obreros triunfan: pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta unión es favorecida por el crecimiento de los medios de comunicación, creados por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades. Y basta ese contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una lucha política. (…) Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, es sin cesar socavada por la competencia entre los propios obreros.” (p. 47).

La mencionada periodización puede resumirse así:

“Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados; después, por los obreros de una misma fábrica; más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el burgués aislado que los explota directamente. No se contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas, incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuera la posición perdida del trabajador de la Edad Media.” (p. 45-46).

El punto más alto de la lucha de los trabajadores está dado por el desarrollo de una organización política independiente de la burguesía. En términos más concretos, se trata de la constitución de partidos socialistas, cuyo objetivo es la abolición del capitalismo y la construcción de una nueva forma de organización social, el socialismo.


La teoría de la política:

El MC es, precisamente, la expresión de una organización política de la clase obrera; por eso, en él se conjugan el análisis científico del capitalismo y el desarrollo de una propuesta política para reemplazarlo por otra organización social.

Aquí sólo podemos bosquejar los rasgos más generales de la concepción política contenida en el MC. El punto de partida es la afirmación del carácter de clase del Estado:

“El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.” (p. 37). [9]

La clase trabajadora, cuyas luchas se vuelven cada vez más nacionales, en el sentido de que abarcan todo el territorio de un país, está obligada a derrocar el poder político de la clase capitalista:

“Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primariamente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía. (…) revolución abierta y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación.” (p. 50).

Esta revolución tiene por objetivo la conquista del Estado:

“El objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que el de todos los demás proletarios: constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa, conquista del Poder político por el proletariado.” (p. 52).

En otras palabras, la organización política constituye el punto más alto del proceso de unión y organización de la clase trabajadora, el momento en que los miembros de esta clase adquieren la conciencia de ser una masa opuesta a la burguesía. Esa conciencia se expresa, precisamente, en la construcción de la autonomía política de la clase, es decir, en la construcción de un proyecto político propio, independiente de los partidos políticos que responden a la burguesía. Si bien en MC se afirma más de una vez que la tendencia de la clase trabajadora a la organización sindical y política es inexorable y que, a la larga, termina indefectiblemente en la revolución, la verdad es que se trata de una tendencia, contrarrestada por otra tendencia indicada en la obra: la competencia entre los trabajadores. [10]

Por último, en el MC se enfatiza la necesidad de la organización internacional de los trabajadores, puesto que el capitalismo es un sistema mundial.

“Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Mas, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el Poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués. El aislamiento nacional y los antagonismos entre los pueblos desaparecen de día en día con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el mercado mundial, con la uniformidad de la producción industrial y las condiciones de existencia que les corresponden.” (p. 89).

Marx y Engels plantean que “la acción común del proletariado, al menos el de los países civilizados, es una de las primeras condiciones de su emancipación” (p. 59-60). De ahí que el MC termine con el conocido llamamiento: ¡Proletarios de todos los países, uníos!

Con esto termina nuestra breve exposición del MC. En la clase siguiente nos dedicaremos a describir el enfoque leninista del problema del Estado.

Muchas gracias por su atención y paciencia.

 

 

Villa del Parque, martes 20 de octubre de 2020


ABREVIATURAS:

MC = Manifiesto comunista


NOTAS:

[1] En la redacción de esta clase se utilizó la siguiente edición: Marx, K. y Engels, F. (1986). Manifiesto del partido comunista. Buenos Aires, Argentina: Anteo.  A esta edición, que incluye los distintos prefacios redactados por Marx y Engels, así como también los Principios del comunismo, redactados por Engels, pertenecen todas las citas incluidas en el texto.

[2] Para un resumen de los orígenes del marxismo, centrado en la trayectoria intelectual de Marx, consultar: Mayo, A. (2005). La epistemología del conocimiento: Introducción a los modelos epistemológicos de las ciencias sociales. Buenos Aires, Argentina: Jorge Baudino (Capítulo 4).

[3] Aquí podría objetarse que en el siglo XVIII los filósofos de la Ilustración combatieron el absolutismo monárquico. Ahora bien, dicho de modo esquemático, esa lucha fue parte del ascenso de la burguesía al poder político; la clase burguesa, sin embargo, contaba con el poder económico que derivaba de la propiedad privada de los medios de producción; por tanto, su situación era muy diferente a la de la clase trabajadora del siglo XIX.

[4] En este sentido, las primeras décadas del siglo XIX constituyeron un verdadero caldo de cultivo de corrientes ideológicas que alcanzarían gran difusión. El impacto de las transformaciones generadas por el capitalismo, la velocidad y la extensión geográfica de los cambios, hicieron que tanto los intelectuales como los militantes obreros discutieran entre sí el capitalismo y las perspectivas de su transformación. Eso aparece reflejado en el capítulo III del MC (“Literatura socialista y comunista”).

[5] Si bien el programa de la materia indica que sólo el capítulo 1 es de lectura obligatoria, las necesidades de la exposición obligan a traspasar ese límite. Confieso que no siento ninguna pena por ello.

[6] Es necesario limitar los alcances de esta afirmación. En 1848 el capitalismo moderno abarcaba Gran Bretaña, algunos países de Europa occidental (Bélgica y Francia) y los EE. UU.

[7] Engels redactó una nota para la edición inglesa de 1888 del MC. En ella definió así a las dos clases principales de la sociedad capitalista: “Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, que emplean el trabajo asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos, que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir.” (p. 34).

[8] “Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo a toda la sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiación existente en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.” (p. 49).

[9] La frase, que se encuentra en el Manifiesto del Partido Comunista, es harto conocida por militantes políticos, estudiantes y académicos. Cada vez que hay que resumir la concepción marxista del Estado se recurre a ella. Su sentido parece ser evidente: Marx y Engels enfatizan con ella el carácter de clase del Estado, su función de instrumento que garantiza la dominación de la burguesía. Sin embargo, si la función del Estado fuera tan visible, la dominación capitalista correría peligro. Un poder demasiado evidente es ineficaz. Los dominados se darían cuenta que se encuentran sometidos por un poder ajeno, que tiene por misión someterlos. En el límite, podrían llegar a pensar que el fundamento del Estado es la fuerza al servicio de la dominación de una clase particular. No obstante, la frase de Marx y Engels puede entenderse de otro modo, más complejo y rico en consecuencias políticas. La burguesía no es un todo homogéneo; se halla dividida en fracciones que defienden intereses específicos; los empresarios compiten entre sí. Pero la frase hace referencia a los “intereses generales” de la burguesía. ¿Cuáles pueden ser éstos? Ante todo, la preservación de la propiedad privada de los medios de producción y la reproducción de las relaciones sociales capitalistas. Pero puede darse el caso de que los intereses particulares de una fracción de la burguesía vayan en contra de esos intereses colectivos. Por ejemplo: los empresarios agrícolas prefieren exportar porque los precios del trigo son más altos en el mercado internacional que en el interno. Eso encarece el precio del pan en el país. En consecuencia, los trabajadores reclaman el alza de su salario, perjudicando así las ganancias de los empresarios que no producen ni trigo ni pan. El Estado interviene regulando el precio del pan y/o poniendo un tope a la cantidad de trigo que puede exportarse. De ese modo, resguarda los intereses colectivos de la clase capitalista.

La intervención del Estado en contra de una fracción particular de la burguesía tiene otro efecto, fundamental para la consolidación de la dominación del capital: crea la posibilidad de que el Estado aparezca como representante de los intereses de todos. De ese modo, se oscurece el clasismo del Estado. Denunciar el carácter de clase del Estado es sólo el primer paso; es preciso analizar los mecanismos políticos de la dominación capitalista. El análisis de la composición de la burguesía en cada caso concreto resulta imprescindible para entender la dialéctica entre sus intereses colectivos y los intereses particulares de sus diferentes fracciones. El conocimiento de esa dialéctica es central para entender las formas en que el capitalismo supera sus crisis. La concepción del Estado expuesta en el Manifiesto se resiste a los esquemas fáciles. Durante mucho tiempo, en épocas de ascenso del movimiento obrero (el destinatario último de la argumentación contenida en la obra) la frase citada fue interpretada en su sentido más evidente: el énfasis en el carácter de clase del Estado. Ahora, en una etapa de derrota de los trabajadores, quienes seguimos defendiendo la causa del socialismo estamos obligados a leer el otro significado contenido en la afirmación de Marx y Engels, pues hay que comprender cada uno de los mecanismos de que dispone el capitalismo para perpetuarse como régimen social.

[10] En la época en que Marx y Engels redactaron el MC, el Estado se dedicaba a combatir a las organizaciones obreras, por ejemplo, prohibiendo los sindicatos. Pero esta actitud fue cambiando a partir de la segunda mitad del siglo XIX: el reconocimiento legal de los sindicatos, el sufragio universal, etc. Estas medidas, que se fueron dando gradualmente y al calor de las luchas entre capital y trabajo, aumentaron notablemente la capacidad de la clase capitalista para erosionar la independencia política de los trabadores e integrarlos a las reglas de juego del sistema.