jueves, 21 de mayo de 2020

SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN CURSO 2020 – CLASE N° 2


“Debo prevenir al lector que los episodios importan
menos que la situación que los causa y los caracteres.”
Jorge Luis Borges (1899-1986), “El duelo”

Bienvenidas y bienvenidos a la segunda clase del curso de Sociología de la Educación.
Les pido disculpas por la demora en publicación de las clases. Sé que canso mencionando la situación extraordinaria que estamos viviendo, pero realmente ese es el motivo. Prometo, y espero regularizar el ritmo de publicación.
El tema del segundo encuentre es el modo de producción capitalista. Para ello me basaré en la bibliografía que les envié oportunamente. [1]
Dicho esto, pasemos al contenido.

Hablar del capitalismo es hablar de nuestro modo de vida, de las costumbres, rutinas e ideas cotidianas. Es por eso, por su omnipresencia en nuestras vidas, que resulta tan difícil hablar del capitalismo.
Para comenzar es necesario establecer un punto de partida. No es sencillo estudiar la sociedad pues existen múltiples abordajes posibles. Podemos estudiar la sociedad desde el punto de vista de la economía, de las leyes vigentes, de las ideologías políticas, de la religión, etc., etc., etc. Pero es claro que no podemos iniciar nuestro camino sin elegir uno de ellos, pues de lo contrario nos extraviaríamos en la multitud de senderos posibles.
Para que exista una sociedad es preciso que existan las personas que la componen. Esto .exige la satisfacción de sus necesidades, comenzando por las más básicas: comer, beber, vestirse, tener una vivienda. Estas necesidades se satisfacen mediante alguna forma de proceso de trabajo. Dicho de manera simple, el trabajo consiste en transformar materias primas mediante herramientas para obtener un producto cuyas cualidades satisfacen una necesidad de los SH.
Veamos un ejemplo. Las rocas abundan en la naturaleza, las hay de todas formas y tamaños. Sin embargo, quien necesita una casa no puede tomarlas tal como las encuentra, sino que debe cortarlas, pulirlas, darles una forma adecuada para construir las paredes con ellas.
Sin el proceso de trabajo es imposible la existencia de toda sociedad. Sin alimentos, bebidas, ropas y casas son imposibles las demás actividades humanas. De ahí que toda sociedad se organice en torno a alguna forma de proceso de trabajo. Entonces, estamos habilitados para iniciar nuestro recorrido por la sociedad capitalista tomando como punto de partida el proceso de trabajo.
Para que el proceso de producción se lleve a cabo se precisan ciertos elementos: materias primas, herramientas y trabajadores. [2] Ahora bien, nadie trabaja solo, sino que lo hace en relación con otras personas (así más no sea porque utiliza el lenguaje, una creación social por excelencia, que se aprende a partir de la relación con otros SH). Cabe hablar, por tanto, de relaciones de producción.
Existen diversas relaciones de producción. No tenemos tiempo para detenernos en este punto. Por eso vamos a limitarnos a un tipo específico de relaciones de producción, las relaciones de propiedad. Éstas determinan quién es propietario de las materias primas, de las herramientas, de los trabajadores, del producto. Quien tiene la propiedad de estos elementos tiene poder sobre las personas, pues determina qué producir, cómo producir, en qué cantidad y para quién.
En las sociedades precapitalistas los trabajadores estaban sometidos a relaciones de dominación personal; en algunos casos eran esclavos y, en muchos otros, siervos al servicio de una familia determinada. De modo esquemático y omitiendo la gran variedad de situaciones que engloban ambos términos, puede decirse que el esclavismo y el feudalismo fueron dos formas de organizar el proceso de producción, distintas del capitalismo. En estas sociedades la producción giraba en torno a la tierra (agricultura y ganadería) y era realizada por campesinos; el excedente de la producción campesina era apropiado por la nobleza, una clase social que poseía el monopolio de las armas.
En las sociedades anteriores al capitalismo la productividad del trabajador era baja. No había incentivos para mejorar las técnicas de cultivo, porque la mayor producción iría a parar a manos de los nobles, quienes no se dedicaban al trabajo de la tierra. El resultado de esta situación era el lentísimo progreso de las técnicas de producción, que permanecían inmodificadas durante siglos (y, en algunos casos, durante milenios). Para resolver la cuestión del aprendizaje de las nuevas generaciones (aprendizaje de los saberes necesario para el trabajo) no hacían falta escuelas; bastaba con la relación maestro – aprendiz, con el agregado de que muchas veces la función del maestro estaba personificada en la familia.
Dicho de modo más sencillo, en las sociedades precapitalistas los campesinos y los artesanos aprendían trabajando junto a sus padres y/o los artesanos más viejos (los maestros). No hacía falta más.  
El capitalismo es una forma de organización social en la que el trabajo es realizado por trabajadores libres, que laboran por un salario. Los medios de producción (materias primas y herramientas) son propiedad privada de los capitalistas. Los productos del trabajo asumen la forma de mercancías, es decir, se fabrican para ser vendidos en el mercado. Esto supone, además, la existencia de dinero como medio de cambio, es decir, como elemento imprescindible para realizar las compras y las ventas.
Los capitalistas contratan trabajadores para trabajar con las materias primas y las herramientas de las que son propietarios. El empresario sabe que esas materias primas y esas herramientas no son nada sin los trabajadores. Por su parte, los trabajadores saben que ellos no son nada si no consiguen que alguien los contrate. Unos y otros forman parte de una relación, el proceso de trabajo capitalista.
El capitalista domina el proceso de producción, en tanto propietario de los medios de producción. Su objetivo primordial es producir plusvalía (o plusvalor). La plusvalía es el valor que se produce por encima del valor de suma total de los valores de las materias primas, las herramientas y los salarios de los trabajadores. Veamos esto con más atención.
En el proceso de trabajo se consumen las materias primas. Por ejemplo: para hacer un suéter se requiere cierta cantidad de lana, la cual tiene un valor determinado. Ese valor se transfiera íntegramente al suéter pues, de lo contrario, el empresario habría perdido dinero. O sea, si la lana requerida para producir un suéter cuesta 10 pesos, esos 10 pesos deben reaparecer en el valor final del suéter. A su vez, quien teje el suéter cobra un salario por hacerlo, no trabaja “por amor al arte”. Si le lleva un día tejer el suéter y su salario diario es de 10 pesos, esos 10 pesos también deberán aparecer en el valor final del suéter. Para simplificar el análisis dejamos de lado el desgaste de la máquina de coser y/o las agujas que utiliza el tejedor (éste desgaste también se transfiere al valor final del suéter). Cuando el suéter queda terminado, tenemos que vale 20 pesos (10 pesos de materias primas y otros 10 pesos de salarios). Pero la producción está dirigida por un empresario, a quien pertenecen las materias primas y la máquina de coser. Ahora bien, si las cosas son como venimos desarrollando, el empresario se quedaría sin nada al vender el suéter, pues los 20 pesos del precio se transformarían en 10 pesos para pagar la lana y 10 pesos para pagar salarios. El empresario quedaría en cero. Si esto es así, ¿para qué se tomaría la molestia de invertir dinero en la producción?
El empresario tiene un as bajo la manga. El salario que le paga al trabajador cubre las necesidades básicas de éste, pero no paga el valor del trabajo realizado. Como este punto es crucial, observemos la cuestión con detenimiento.
El trabajador carece de medios de producción. Esto implica que no puede producir por sí mismo lo que necesita para vivir.  Además, vive en una sociedad capitalista, donde las cosas se compran y venden, son mercancía. Para comprar las mercancías que necesita el trabajador precisa dinero. Pero, y esto lo sabemos por amarga experiencia, los trabajadores no fabricamos dinero. ¿Cómo obtenerlo? Vendiendo nuestra fuerza de trabajo en el mercado a cambio de un salario.
Más arriba ya indicamos qué es el salario. Ahora bien, la fuerza de trabajo posee la propiedad de producir valor. Esto la diferencia del resto de las mercancías. Veamos esto con nuestro ejemplo anterior. La lana transfiere su valor al suéter, pero no agrega nuevo valor. El salario transfiere su valor al suéter, pero no le agrega nuevo valor. Sin embargo, el suéter vale más que la lana y los salarios. Esto es así porque el trabajo del tejedor produce nuevo valor, que se materializa en el suéter, cuya forma y cualidades son diferentes a la de la lana. Así, el suéter puede valer 30 pesos, 10 pesos más que el valor conjunto de la lana y el salario del tejedor. Esos 10 pesos son el plusvalor, es decir, el valor agregado por encima de las materias primas y los salarios. [3]
De manera que la producción capitalista tiene por objetivo la producción de plusvalía. Más adelante utilizaremos ampliamente esta afirmación. Por el momento es conveniente volver atrás y examinar con más atención la cuestión de la fuerza de trabajo.
El término fuerza de trabajo puede llevar a pensar que se trata únicamente de la fuerza muscular del trabajador. Nada de esto. Bajo esta denominación nos referimos al saber obrero, a las habilidades y conocimientos que poseen los trabajadores. La costumbre de vivir en el sociedad capitalista hace que adoptemos la ideología dominante en esa forma de organización social. Esa ideología tiende a oscurecer y minimizar el papel de los trabajadores en la producción. Mejor dicho, se presenta al saber de los trabajadores como parte del saber de los empresarios, quienes son los únicos capaces de organizar el proceso productivo. Sin embargo, el capitalismo requiere del saber de los trabajadores en un grado inimaginable para las formas sociales anteriores.
El capitalismo tiende a desarrollar de modo incesante las fuerzas productivas de la sociedad. Como indicamos, su objetivo es la producción de plusvalor y para ello se requiere modificar constantemente la tecnología y, por ende, los conocimientos de los trabajadores. Esto no ocurría en otras sociedades. En el feudalismo, el campesino producía con las mismas técnicas y herramientas de sus padres. Las modificaciones eran extremadamente lentas.
El desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo modifica constantemente el saber de los trabajadores. Ya no basta con los conocimientos que se aprenden en la casa, en el seno de la familia, o en el trabajo. Los trabajadores operan máquinas, de modo que tienen que saber leer y escribir y nociones de matemática elemental. No es casualidad que el capitalismo haya desarrollado los sistemas de educación nacionales, que abarcan a la totalidad de los niños y jóvenes durante un tiempo prolongado.
El capitalismo parió la escuela.
Ahora bien, tal como señalamos, el objetivo de la producción capitalista es la producción de plusvalor. De ahí que desde el punto de vista del capital la educación está dirigida a mejorar las capacidades productivas de los futuros trabajadores y, también, a capacitar a otras personas para ejercer las funciones empresariales, directivas y administrativas.
En síntesis, el análisis del proceso de producción capitalista muestra que la educación adquiere rasgos particulares bajo esta forma de organización social. Estos rasgos no son casuales sino que obedecen a las necesidades del capitalismo.
En la próxima clase analizaremos las reflexiones del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) sobre la educación. Enviaré por correo electrónico la bibliografía correspondiente.

Villa del Parque, jueves 21 de mayo de 2020

ABREVIATURAS:
SH = Seres humanos

NOTAS:
[1] Mayo, A. (2005). La ideología del conocimiento. Buenos Aires: Jorge Baudino. (Cap. 1).
[2] Adelanto aquí algo que será uno de los núcleos de la materia: el saber de los trabajadores. Es decir, no se trata únicamente de su fuerza física; el trabajador sabe lo que está haciendo, conoce su oficio. En el capitalismo, por razones que iremos desarrollando, ese conocimiento se adquiere, en buena medida, en la escuela. Esto no ocurría en las sociedades precapitalistas, en las que los saberes se adquirían en el seno de la familia.
[3] El ejemplo presentado simplifica la cuestión, que es mucho más compleja. El plusvalor no es apropiado íntegramente por el capitalista dado que, por ejemplo, tiene que abonar impuestos al Estado, el alquiler de la fábrica a otros capitalistas, etc. De ahí que los empresarios hablen de ganancia, esto es, del plusvalor una vez que se dedujeron de él los impuestos, alquileres, intereses por préstamos bancarios, etc.
[4] La noción de fuerzas productivas ha generado fuertes debates en las ciencias sociales. Para este curso nos basta con la definición formulada por Karl Marx (1818-1883) en El capital: “La fuerza productiva del trabajo está determinada por múltiples circunstancias, entre otras por el nivel medio de destreza del obrero, el estadio de desarrollo en que se encuentran la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, la coordinación social del proceso de producción, la escala y la eficacia de los medios de producción, las condiciones naturales.” (K. Marx, El capital, México D. F., Siglo XXI, 1996, p. 49).

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