“La teoría se desarrolla libremente,
pero la práctica se pliega a las
necesidades.”
Aristóteles (384-322 a. C.), filósofo
griego.
Bienvenidas y bienvenidos a la sexta clase de este
curso.
En los encuentros pasados (permítanme denominarlos
así, a pesar de lo extraño de la situación) trabajamos la concepción de la desigualdad humana, propia de las
sociedades precapitalistas. En especial, dedicamos especial atención a un
ejemplo de dicha concepción, el “mito de los metales”, elaborado por el
filósofo griego Platón (c. 427-347 a. C.) como parte de su obra República.
Sin embargo, la mejor fundamentación de la
desigualdad no se debe a Platón, sino a otro filósofo griego, Aristóteles (384-322
a. C.). Esta clase, así como también la siguiente, estarán dedicadas a una
presentación de las concepciones aristotélicas sobre la esclavitud y la democracia,
tal como aparecen en la obra Política.
[1] Con ellas cerraremos la parte de la materia dedicada a la filosofía
política de las sociedades precapitalistas. Recuerden que nuestro propósito
principal en esta etapa radica en disponer de material para efectuar una
comparación con la situación de nuestra sociedad.
Pasemos, pues, a la clase.
La Política de
Aristóteles es una de las obras más importantes de la filosofía
política. Como todo clásico, la mejor presentación es la lectura directa de
la obra, sin recurrir a terceros. Por eso tienen para leer una parte del Libro
Primero (recuerden que envié por correo electrónica una copia de la obra
completa).
Desde el punto de vista temático, el
Libro Primero puede dividirse en tres partes: 1) exposición de los principios
teóricos y metodológicos en los que se basa la obra; 2) el argumento en defensa
de la esclavitud; 3) la economía política de la polis. En esta clase nos
dedicaremos las dos primeras partes, pues el tratamiento de las concepciones
económicas de Aristóteles excede los alcances de nuestra materia.
A) Los supuestos de la filosofía política aristotélica
El objeto de estudio de la filosofía
política es la polis. [2]
“[Puesto que] toda ciudad es una cierta comunidad y que toda comunidad
está constituida con miras a algún bien, es evidente que todas tienden a un
cierto bien, pero sobre todo tiende al supremo la soberana entre todas y que
incluye a todas las demás. Ésta es la llamada ciudad y comunidad cívica.” (1252a;
45-46)
La polis es la
comunidad superior, pues tiende al bien supremo e incluye a todas las otras
comunidades: la casa, la aldea (formada por varias casas). La polis es la
“comunidad perfecta de varias aldeas (…) que tiene el nivel más alto de
autosuficiencia, que nació a causa de las necesidades de la vida, pero subsiste
para el vivir bien.” (1252b; 49).
Aristóteles concibe a la polis como
una comunidad unida en torno al propósito de lograr una vida buena. Dejando de
lado las finalidades éticas y morales, lo cierto es que la comunidad pretende
lograr esa vida buena en el sentido material. De ahí la centralidad de la
noción de autosuficiencia (la polis perfecta
es aquella que se basta a sí misma en lo que hace a proveer lo necesario para
satisfacer sus necesidades) y por ende el interés, (expresado en el tercer tema
del Libro Primero) por las cuestiones materiales que requiere esa
autosuficiencia. En otras palabras, la economía adquiere una importancia fundamental
para la concreción de la vida buena.
Ahora bien, es verdad que la polis excluye
a los esclavos, las mujeres y los extranjeros. Pero, desde la perspectiva aristotélica, esto no
implica ruptura de la unidad, pues son grupos inferiores en relación a los
hombres libres y necesitan ser tutelados por éstos, debido a que carecen de
autonomía (esta cuestión es desarrollada en el segundo tema del Libro Primero).
Las cosas son bien distintas en el capitalismo, donde la unidad se
encuentra desgarrada en clases sociales con intereses antagónicos. En la
sociedad capitalista la unidad consiste en la imposición del dominio de una
clase y, si se permite la aplicación de la expresión, la polis son
varias polis: la polis de los capitalistas y
la polis de los pobres.
Aristóteles se propone refutar la
afirmación de que entre el gobierno de una polis (ejercido,
por ejemplo, por el rey) y el administrador de una casa o el amo de sus
esclavos hay sólo una diferencia cuantitativa; en otras palabras, discute la
concepción de que la diferencia entre esas formas se deriva de la cantidad de
personas que caen bajo su gobierno. [3] Para encarar la tarea recurre a dos
métodos: análisis, “dividir lo compuesto hasta sus elementos más
simples” (1252a, 3; 46); historia, “si se observa desde
su origen la evolución de las cosas” (1252a, 3; 46).
El punto de partida del filósofo
griego es el reconocimiento de la existencia de un orden natural [4], una jerarquía que ordena a todas las cosas:
“En efecto, el que es capaz de pensar con la mente es un jefe por naturaleza
y un señor natural, y el que puede con su cuerpo realizar estas cosas es
súbdito y esclavo por naturaleza; por eso al señor y al esclavo interesa lo
mismo.” (1252a, 2; 47). [5]
La afirmación precedente constituye
la base de la teoría de la desigualdad de los SH. Aristóteles lo dice con todas
las letras: los seres humanos son desiguales por naturaleza. Así, unos están
preparados para mandar, por ello tienen el saber y pueden obrar con autonomía;
otros están preparados para trabajar y carecen de autonomía. Por ende, amo y
esclavo están en una relación de mutua conveniencia. En otras palabras, ambos
se necesitan.
Existen distintos tipos de
comunidades: la casa, la aldea (formada por varias
casas), la ciudad. Esta última es “la comunidad perfecta de varias
aldeas (…) que tiene (…) el nivel más alto de autosuficiencia, que nació a
causa de las necesidades de la vida, pero subsiste para vivir bien” (1252b,
8; 49). Campea la teleología (esto
es, la tesis de que todas las cosas existen para cumplir una finalidad):
“Toda ciudad es por naturaleza, si también lo son las comunidades
primeras. La ciudad es el fin de aquéllas, y la naturaleza es el fin. En
efecto, lo que la cosa es, una vez cumplido su desarrollo, decimos que es su
naturaleza, así de un hombre, de un caballo o de una cosa. Además, aquello por
lo que existe algo y su fin es lo mejor, y la autosuficiencia es, a la vez, un
fin y lo mejor.” (1252b, 8-9, 2; 49-50).
En el pasaje anterior, Aristóteles
presenta los fundamentos de su filosofía política. La naturaleza presenta dos
características: es inmutable (estática) y jerárquica. Cada cosa en el mundo
natural y en el mundo social tiene un fin determinado, que existe de antemano
(teleología). Todas las cosas están ordenadas en una jerarquía, que también es
estática. La teleología suprime la evolución, entendida en el sentido
darwiniano del término. [6]
A continuación, presenta su tesis de
más amplio alcance en la teoría social, que plantea que el ser humano es
un animal social por naturaleza:
“La ciudad
es una de las cosas naturales, (…) el ser humano es por naturaleza un animal
social [7], y que el insocial por naturaleza y no por azar es un ser inferior o
un ser superior al ser humano.” (1252b, 9;)
No hay manera de minimizar el
significado de la tesis aristotélica. Ella expresa de manera clara una de las
principales divisiones de aguas en el terreno de la teoría social. De un lado
están aquellos que pensamos que la sociedad es la forma natural de existencia
de los seres humanos; del otro, quienes sostienen que la sociedad es artificial
y que sólo existen de manera natural los individuos. A esta última corriente de
pensamiento se la denomina individualismo metodológico y
surgió con los filósofos contractualistas de los siglos XVII y XVIII.
¿Por qué el ser humano es un animal
social por naturaleza?
“La razón por la cual el ser humano es un ser social, más que cualquier
abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como
decimos, no hace nada en vano, y el ser humano es el único animal que no tiene
palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen
también los demás animales, porque no naturaleza llega hasta tener sensación de
dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para
manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y
esto es lo propio del ser humano frente a los demás animales: poseer, él sólo,
el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y de los demás
valores, y la participación comunicativa de estas cosas constituye la casa y la
ciudad.” (1252b, 10-12)
Aristóteles justifica la condición
social del ser humano sosteniendo que la palabra lo distingue de los demás
animales, y la palabra es esencialmente un medio de comunicación. Existe porque
los seres humanos se relacionan entre sí y, a la vez, la palabra profundiza las
relaciones entre las personas, hace que el mismo pensamiento de cada individuo
adquiera un carácter relacional. Pero además hay otro argumento a favor de la
condición social del ser humano: “la ciudad es anterior a la casa y a cada uno
de nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte.” (1252b, 13;
51) En otras palabras, Aristóteles postula una especie de colectivismo metodológico, es decir, considera que el todo es
anterior a las partes y por eso el todo es la clave para la explicación de la
parte.
Aristóteles complemente el principio
metodológico de la prioridad del todo sobre las partes con el que afirma que
las cosas se definen por su función:
“Todas las cosas se definen por su función y por sus facultades, de
suerte que cuando éstas ya no son tales no se puede decir que las cosas son por
sí mismas, sino del mismo nombre.” (1252b, 13-14; 52).
Afirmar que no se puede hacer teoría
social sin haber leído y comprendido a Aristóteles es, sin duda, una
exageración, pero no por ello deja de ser válida. Una página del Estagirita
vale más que muchos libros. Aquí, en pocas líneas, expone el carácter social de
los seres humanos, el papel del lenguaje en la humanización esos seres humanos,
la preeminencia de la totalidad sobre la parte. Cuando se piensa en ello, en la
enormidad del aporte aristotélico, uno se siente abrumado y con razón.
En base a lo anterior, puede escribir
que “la justicia (…) es un valor cívico, pues la justicia es el orden de la
comunidad civil” (1252b, 16; 52-53). Coincide con el filósofo inglés Thomas
Hobbes (1588-1677), quien decía que fuera de la sociedad no existe lo justo y
lo injusto. [8]
En otras palabras, el orden social,
su plasmación en la legislación y en una moral determinada, son una
construcción social. El esencialista Aristóteles, para quien, como ya se
indicó, los seres humanos son desiguales por naturaleza, explora aquí las
fronteras de ese esencialismo; la justicia es un determinado orden de la polis.
Si bien el filósofo griego insiste una y otra vez que ese orden obedece a un
orden jerárquico y teleológico existente en el cosmos, es posible recorrer otro
camino a partir del reconocimiento aristotélico del carácter social de la
justicia: concebir a esa justicia como el resultado de la lucha de clases.
El argumento en defensa de la
esclavitud
Aristóteles comienza su argumento
explicando en qué consiste la administración de la casa, pues la polis se
compone de casas.
Enseguida nos encontramos con un
primer llamado de atención: “La casa perfecta la integran esclavos y libres.”
(1253b, 1; 53). Las partes de la casa son: amo y esclavo, marido y esposa,
padre e hijos. Se trata de tres relaciones: heral [9], conyugal y procreadora.
Los tres casos son definidos como relaciones jerárquicas, de dominación. En
todos ellos el que manda es el varón. Además, y eso es algo que corresponde
enfatizar, rige la desigualdad como rasgo propio de la esencia de los seres
humanos. [10]
A continuación, Aristóteles
desarrolla la cuestión de la necesidad de la propiedad: “sin las
cosas necesarias es imposible tanto vivir como vivir bien.” (1253b, 4;
54). Por ello,
“Las posesiones son un instrumento para la vida y la propiedad es una
multitud de instrumentos; también el esclavo es una posesión animada, y todo
subordinado es como un instrumento previo a otros instrumentos.” (1253b, 2:
54).
El amo manda sobre el subordinado (el
esclavo), quien, a su vez, manda sobre los instrumentos inanimados.
Aristóteles reconoce que las cosas
podrían ser de otra manera:
“Si cada uno de los instrumentos pudiera cumplir por sí mismo su
cometido obedeciendo órdenes o anticipándose a ellos, si (…) las
lanzaderas tejieran solos y los plectros tocaran la cítara, los constructores
no necesitarían ayudantes ni los amos esclavos.” (1253b, 3 – 1254a, 1; 55 -
el resaltado es mío – AM-).
La automatización es concebida como
liberación del trabajo manual. Ahora bien, dada la existencia de clases
sociales, el trabajo manual queda a cargo de los “subordinados”, de los
dominados. Aristóteles sugiere que la cuestión se origina en un problema
técnico (el bajo desarrollo de las fuerzas productivas). Alguien tiene que
hacer “el trabajo sucio”. Jamás se le ocurre – como hace el político y
humanista inglés Thomas More (1478-1535) en Utopía
– abolir la propiedad privada y repartir el trabajo entre todos. Hay que
recordar que el argumento aristotélico pro-esclavitud se basa en la desigualdad
natural de los seres humanos.
Aristóteles establece una distinción
entre producción, cuyo objetivo es producir un producto, que
permanece luego de acabada la acción de producir; y acción [praxis],
cuyo fin es la misma actividad y que no produce un resultado aparte.
“Los llamados instrumentos lo son de producción, mas las posesiones son
los instrumentos de acción. En efecto, la lanzadera [instrumento] produce algo
aparte, pero el vestido y el lecho [posesiones], sólo su uso. (…) La vida es
acción, no producción, y por ello el esclavo es un subordinado para la acción.”
(1254a, 4-5; 55).
De modo que la condición del esclavo
se ve rebajada radicalmente: no puede vivir su vida como acción, sino que debe
limitarse a producir para que los hombres libres gocen de la acción.
“El amo es solamente dueño del esclavo, pero no le pertenece. El
esclavo, en cambio, no sólo es esclavo del amo, sino que le pertenece
enteramente.” (1254a, 5; 56).
El amo es el todo – su naturaleza
puede ser todo -; el esclavo es la parte, sólo puede llevar a cabo su
producción para otros. Por ende, la esclavitud lo es por naturaleza:
“Cuál es la naturaleza del esclavo y cuál su facultad resulta claro de
lo expuesto; el que, siendo ser humano, no se pertenece por naturaleza a sí
mismo, sino a otro, ese es por naturaleza esclavo. Y es hombre de otro el que,
siendo hombre, es una posesión. Y la posesión es un instrumento activo y
distinto.” (1254a, 6; 56)
¿La esclavitud va contra la
naturaleza?, ¿es mejor y justo para alguien ser esclavo o no?
La respuesta es contundente:
“Mandar y obedecer no sólo son cosas necesarios, sino también
convenientes, y ya desde el nacimiento algunos están destinados a obedecer y
otros a mandar. Y hay muchas formas de mandar y obedecer, y siempre es mejor el
mando sobre subordinados mejores.” (1254a, V2; 56).
Todo proceso de trabajo implica
divisiones funcionales: alguien que dirija una acción determinada; otros que
ejecuten las órdenes de esa persona. Pero Aristóteles transforma la dominación
en un atributo de la naturaleza humana.
“Dondequiera que uno manda y otro obedece, hay una obra común. (…) En
todo lo que consta de varios elementos y llega a ser una unidad común, ya de
elementos continuos o separados, aparecen siempre el dominante y el dominado.”
(1254 a, 5, 3-4; 56-57)
Para justificar la existencia de la
desigualdad natural entre las personas, el Estagirita recurre a la distinción
entre alma y cuerpo. Ésta se da, según el
filósofo, en todos los seres vivos. Según esta distinción, “uno manda por
naturaleza y el otro es mandado.” (1254a, 5, 4; 57). El filósofo establece las
siguientes distinciones: el alma gobierna al cuerpo, dominio señorial; la
inteligencia gobierna al apetito, dominio político y regio; el hombre gobierna
a los animales domésticos; el macho gobierna a la hembra por naturaleza, “uno
es superior y otro inferior, uno manda y otro obedece.” (1254b, 8, 7;
57-58).
Sobre el final del Libro Primero,
vuelve a insistir en la idea de que las relaciones de subordinación se originan
en la diferente participación de las personas en las “virtudes morales”: “todos
deben participar de ellas, pero no de la misma manera, sino sólo en la medida
en que es preciso a cada uno para su función.” (1260a, 8; 82). Desde su
nacimiento, cada individuo está encadenado a una función en la sociedad; las
diferencias entre las personas son naturales y obedecen a un orden que abarca
todo el universo.
¿Qué es, pues, un esclavo?
“Todos los seres que se diferencian de los demás tanto como el alma del
cuerpo y como el ser humano del animal (se encuentran en esta relación todos
cuantos su trabajo es el uso del cuerpo, y esto es lo mejor de ellos), estos
son esclavos por naturaleza, para los cuales es mejor estar sometidos a esta
clase de mando (…) Pues es esclavo por naturaleza el que puede ser de
otro (y por eso precisamente es de otro) y el que participa de la razón tanto
como para percibirla, pero no para poseerla, pues los demás animales no se
dan cuenta de la razón, sino que obedecen a sus instintos.” (1254b, 8-9;
58 – el resaltado es mío- AM).
Entre el amo y el esclavo la
diferencia es esencial: sólo el primero puede ser autónomo (no depender de
otro), puesto que posee la Razón. Como ocurre en la crítica de Platón a la
democracia, el peso del argumento está puesto en el conocimiento (los que saben
o los que tienen la razón), no en la relación. Esa diferencia de conocimiento
se origina en la naturaleza humana, está inscripto en ella.
“Así, pues, está claro que unos son libres y otros esclavos por
naturaleza, y que para éstos el ser esclavos es conveniente y justo.” (1255a;
59)
Como el esclavo por naturaleza sólo
alcanza a percibir la razón, pero no la posee, necesita de un amo que vele por
sus intereses. A cambio, el esclavo realiza el trabajo físico. La esclavitud,
lejos de ser una imposición por la violencia, es una relación de beneficio para
ambas partes.
Aristóteles también examina la
cuestión de las diferencias entre los esclavos y los artesanos:
“Pues mientras el esclavo participa de la vida de su amo, el artesano
está más alejado, y sólo le concierne la virtud en la misma medida que su
servidumbre, pues el obrero manual tiene una especie de servidumbre limitada,
mientras el uno es esclavo por naturaleza, no así el zapatero ni ningún otro
artesano.” (1260a, 13 – 1260b, 14; 83-84)
Sobre el final del argumento sobre la
esclavitud se encuentra un pasaje que muestra la diferencia entre la mentalidad
del amo en Atenas y la del empresario capitalista. Aristóteles se está
refiriendo a la ciencia del amo, que es la de saber mandar a los esclavos,
decirles a éstos lo que tienen que hacer. Y concluye: “por eso todos los que
tienen la posibilidad de evitar personalmente sufrir malos ratos confían este
cargo a un administrador, y ellos se dedican a la política y a la filosofía.”
(1255b, 7, 5; 63)
La diferencia con el comportamiento y
los ideales del empresario capitalista es abismal. El amo tiene que limitarse a
recibir la renta, el excedente generado por los campesinos, ya sean éstos
libres, siervos, esclavos, etc.).
Para finalizar esta clase, un
comentario final: el Libro Primero de la Política reúne los
elementos metodológicos fundamentales para la comprensión de la filosofía
política de Aristóteles. Estudia a la polis (la sociedad griega) como una
totalidad; en ello reside uno de los mayores méritos de la obra.
En la próxima clase estudiaremos la
concepción aristotélica de la democracia. Como es habitual, enviaré el material
correspondiente por correo electrónico.
Villa
del Parque, lunes 25 de mayo de 2020
ABREVIATURAS:
SH = Seres humanos
NOTAS:
[1] Aristóteles. (1988). Política. Madrid, España: Gredos. El
Libro Primero está comprendido en las pp. 44-85. En las citas empleo la
notación marginal, complementada con la paginación de la edición Gredos. La
traducción española es de Manuela García Valdés.
[2] Respecto
a la definición del concepto de polis: “Cuando se habla
de la polis (o
ciudad-estado) no se debe perder de vista el hecho de que ella constituía el
centro principal de la vida social de los griegos en la Antigüedad, corporación
compuesta por un núcleo urbano (ásty) circundado por
los campos de labor que constituían el territorio (khóra) de la polis
conformando así una entidad indivisible. En dicho territorio, tenían sus
parcelas los miembros reconocidos por la comunidad, siendo la apropiación
privada de las tierras de cultivo en el marco de unidades de tipo doméstico (oîkos) uno de los rasgos
primordiales de su organización económica. Por otra parte, la ciudad era el
marco de existencia permanente de las instituciones de gobierno, pero dentro de
un esquema en el que no se daba un dominio de la ciudad sobre el campo sino un
modo de articulación de las relaciones sociales en el que ciudad y campo no
podían ser divorciados. Esto comportaba la constitución de una colectividad
política, un Estado que puede definirse como un gobierno sin burocracia debido
a la participación directa de los ciudadanos en los asuntos públicos. Entre las
cuestiones centrales que debía regular se encontraba el acceso a los miembros
de la comunidad a las parcelas de tierra a través de mecanismos relativamente
igualitarios ligados a dicho marco político participativo. Por lo tanto, para
poder acceder a la tierra resultaba necesario ser reconocido como integrante de
la organización social, lo cual implicaba la existencia de prerrogativas
reservadas exclusivamente para los miembros de la comunidad.” (Gallego, J., El campesinado en la Grecia
Antigua, Buenos Aires,
Eudeba, 2009, p. 31-32).
[3] Retengan este punto, pues nos será de
utilidad en la próxima clase para la comprensión de la clasificación
aristotélica de las formas de gobierno.
[4] “La naturaleza no hace nada con mezquindad
(…) sino cada cosa para un solo fin.” (1252b 3; 47). En otras
palabras, tiene una concepción teleológica de la naturaleza y la sociedad.
Damos el nombre de teleología a una manera determinada de pensar el funcionamiento
del mundo, según la cual todos los seres y todas las cosas tienen una finalidad
que cumplir, y se mueven y/o desarrollan en función de esa finalidad.
[5] Aristóteles se preocupa por dejar en claro
la desigualdad natural entre el hombre y la mujer. “Por naturaleza está
establecida una diferencia entre la hembra y el esclavo (…) Pero entre los
bárbaros, la hembra y el esclavo tienen la misma posición, y la causa de ello
es que no tienen el elemento gobernante por naturaleza, sino que su comunidad
resulta de esclavo y esclava.” (1252b, 4; 47). Más
adelante: “El hombre es por naturaleza más apto para mandar que la mujer – a no
ser que se de una situación antinatural -, y el de más edad y maduro más que el
más joven e inmaduro.” (1259b, 12, 1; 79).
[6] Se trata de una referencia a la teoría de la evolución, desarrollada
por el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882). A diferencia del enfoque
aristotélico, Darwin piensa que todo lo que existe es producto de un complejo
proceso evolutivo, en el que intervienen las leyes de la física, la química y
la biología, pero también el azar. En otras palabras, no existe ninguna finalidad
preexistente que determine el desarrollo de los seres.
[7] La expresión griega es politikón zôion. Más adelante se
encuentra una justificación del carácter social del ser humano: “es evidente
que la ciudad es por naturaleza y es anterior al individuo; porque si cada uno
por separado no se basta a sí mismo, se encontrará de manera semejante a las
demás partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia
suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios.” (1252b, 14; 52;
el resaltado es mío – AM-). Más todavía, el ser humano “apartado de la ley y de
la justicia, es el peor de todos [los animales]. La injusticia más insoportable
es la que posee armas, y el ser humano está naturalmente provisto de armas al
servicio de la sensatez y de la virtud, pero puede utilizarlos para las cosas
más opuestas. Por eso, sin virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en su
lascivia y voracidad.” (1252b, 15-16; 52).
[8] Es curioso y alentador que dos filósofos
tan opuestos entre sí en su concepción de la sociedad lleguen, sin embargo, a
conclusiones semejantes. Hobbes afirma lo siguiente: “En esta guerra de todos
contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones
de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. (…)
Justicia e injusticia no son facultades ni del cuerpo ni del espíritu. Si lo
fueran, podrían darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que
se dan sus sensaciones y pasiones. Son, aquéllas, cualidades que se refieren al
hombre en sociedad, no en estado solitario.” (Hobbes, Thomas, Leviatán, México D. F., Fondo de Cultura
Económica, 1998, p. 104).
[9] Derivado de heril: 1. Adj. Perteneciente o
relativo al amo. [Real Academia Española online].
[10] Aristóteles indica al pasar que algunos
consideraban que la esclavitud no era natural, “que la dominación es contra
naturaleza, pues el esclavo y el libre lo son por convención, pero en nada
difieren por naturaleza. Por esta razón tampoco es justa, ya que es violenta.”
(1253b, 4; 54). El punto es importante. No todos estaban de acuerdo
con la esclavitud en el mundo griego. En Atenas, por ejemplo, Solón (c. 638-c.
558 a. C.) debió abolir la esclavitud por deudas, debido a los conflictos que
generaba y que ponían en riesgo la estabilidad de la polis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario