lunes, 4 de mayo de 2020

DERECHOS HUMANOS, SOCIEDAD Y ESTADO CURSO 2020 – CLASE N° 3


“Todos nos parecemos a la imagen que tienen de nosotros.
Yo sentía el desprecio de la gente y yo me despreciaba también.”
Jorge Luis Borges (1899-1986), escritor argentino.

Bienvenidas y bienvenidos a la tercera clase de este curso.
Hoy nos dedicaremos a trabajar el problema de la desigualdad de los SH, tal como se planteó en las sociedades precapitalistas. Mejor dicho, vamos a comenzar a examinar la fundamentación filosófica de la cuestión de la desigualdad. Para ello analizaremos un fragmento de la República de Platón (c. 427-347 a. C.), el “mito de los metales”. [1] La base de mi presentación de las características de las sociedades precapitalistas se encuentra en el capítulo 1 de La Ideología del conocimiento [2]; en la clase de hoy utilizaré varios argumentos y conceptualizaciones de Ellen Meiksins Wood (1942-2016) [3].
Pasemos a la clase.

En la clase pasada se dijo que
“En las sociedades precapitalistas la clase dominante (la nobleza) se apropiaba el excedente producido por los campesinos por medio de mecanismos basados en la coerción extraeconómica. Dicho más claro, la clase dominante utilizaba la violencia física (o la amenaza de recurrir a ella) para obligar a los campesinos a entregarles parte de su producción. Esto se daba en un contexto de bajo desarrollo relativo de las fuerzas productivas [4], en el que los campesinos vivían al límite de la miseria y en el que cualquier eventualidad de la naturaleza (sequía, inundaciones, plagas de la cosecha) sumía en el hambre a la población campesina. La extracción de excedente era un hecho violento en sí mismo, aunque no se ejerciera directamente la violencia física.
No hace falta reflexionar demasiado para comprender que, en esas condiciones, la apropiación del excedente requería del reconocimiento de la supuesta desigualdad “natural” entre señores feudales y campesinos. Si el campesino era considerado “igual” al noble, ¿cómo hubiera sido posible la apropiación del excedente del primero por el segundo? En el feudalismo, por ejemplo, era imposible la democracia, pues los campesinos habrían votado en contra de la mencionada apropiación. Ni hablar de una sociedad esclavista, donde el trabajo era realizado por esclavos, es decir, por personas a quienes se les negaba la misma condición de personas y se las considera «cosas»”.
A nosotros nos resulta difícil imaginar la situación que acabamos de describir. No porque en nuestras sociedades no haya desigualdades (las hay en demasía), sino porque nosotros llevamos largo tiempo acostumbrados a la idea de que los SH somos iguales en términos jurídicos. Es verdad que podemos calificar de ficción legal a nuestra noción de igualdad y argumentar que es una cobertura que esconde la pobreza y la miseria; sin embargo, la igualdad jurídica existe y tiene consecuencias bien prácticas. Por ejemplo: una mujer puede llegar a la presidencia de la Nación. Basta para ello que gane las elecciones. Esto nos resulta normal. No obstante, hace cien años atrás no existía el voto femenino en Argentina.
Otro ejemplo: el pasado viernes se celebró el 1° de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. La fecha conmemora la lucha de los trabajadores por la jornada laboral de 8 horas. En el siglo XIX y durante parte del siglo XX, los sindicatos eran ilegales y las luchas obreras eran reprimidas a los tiros por las fuerzas represivas. En la actualidad, los sindicatos son legales y los trabajadores pueden demandar a sus empleadores por incumplimiento de contrato. Con todos los reparos y quejas que podamos tener (no vamos a referirnos aquí, por ser historia conocida, a los dirigentes sindicales, a sus fortunas, a su grado de corrupción y connivencia con los empresarios), la verdad es que la situación de los trabajadores es mejor que la de hace un siglo atrás.
En síntesis, para nosotros la igualdad jurídica es lo normal. De ahí que haya que hacer un esfuerzo para comprender una situación social completamente diferente.
En las sociedades precapitalistas quien pertenecía a las clases dominadas no podía ascender a los estratos sociales superiores. El campesino nacía y moría campesino. Sólo excepcionalmente podía convertirse en noble. La condición social era algo que venía atado a la persona, y ésta no podía deshacerse de ella. La condición de noble se heredaba de padres a hijos. En el límite era independiente de la fortuna que podía tener la persona. Así, un noble seguía siendo noble aun cuando viviera en la pobreza o, inclusive, en la miseria. Don Quijote seguía siendo hidalgo aunque le costaba parar la olla. [5] Esto es muy diferente a lo que sucede en el capitalismo, donde la posesión de dinero transforma a la persona. En el límite, un cartonero puede convertirse en millonario.
De modo que si queremos comprender las sociedades anteriores a la nuestra es preciso estudiar la forma en que esas sociedades pensaban la desigualdad. Esto implica adentrarse en una forma de pensar muy diferente a la nuestra. En esta indagación ganaremos una mejor perspectiva para la comprensión de los problemas políticos y sociales de nuestras sociedades. En este sentido, lo diferente proporciona la clave de lo normal.
Ahora bien, la información disponible sobre cómo pensaban la cuestión de la desigualdad las sociedades precapitalistas proviene de las clases dominantes. Esto es así porque, entre otras cosas, ellas poseían el conocimiento de la escritura y disfrutaban del ocio necesario para poder elaborar teorías sobre la sociedad. A lo largo de la historia, la pelea fundamental entre las clases sociales siempre fue por el tiempo, por la posibilidad de decidir qué hacer con el propio tiempo sin que otro venga a imponerlo. Esta cuestión se liga a la propiedad de los medios de producción, pues quien la tiene puede hacer que otros trabajen para él y así evitar tener que trabajar. No es necesario decir más sobre el tema. Quien haya trabajado o esté trabajando en la actualidad, ya sea por un salario o realizando las tareas domésticas (ésas que aparecen normalmente invisibilizadas), sabe por amarga experiencia a qué me refiero.
En las sociedades precapitalistas la escritura era monopolio de la nobleza. Es por eso que los testimonios escritos que nos han llegado de ellas provienen de intelectuales pertenecientes a la clase dominante. Las voces de los esclavos, de los siervos, de las mujeres, se han perdido o han llegado muy deformadas luego de pasar el tamiz de esos intelectuales. De modo que conocemos las ideas políticas de esas sociedades de manera unilateral: más claro, conocemos lo que las clases dominantes querían conocer. Hay una enorme parte de la historia que se nos escapa y a la que debemos estudiar por testimonios indirectos.
La filosofía política es nuestra fuente principal de información para conocer las ideas políticas de las sociedades precapitalistas. [6] Como ya se indicó, esa filosofía era producto de las clases dominantes o, más en general, de individuos que estaban libres de la obligación de trabajar. No voy a entrar aquí en la cuestión del origen de la filosofía, pues sería irme por las ramas. Basta con decir que existe una relación estrecha entre el desarrollo de la democracia en las polis griegas y el origen del pensamiento filosófico. Quien esté interesado en saber más sobre el tema puede consultar el libro clásico del historiador y antropólogo francés Jean-Pierre Vernant (1914-2007), Los orígenes del pensamiento griego (1962). [7]
En este curso no podemos hablar de la filosofía en China, en India o en otras regiones, pues el profesor no tiene los conocimientos necesarios. Basta con indicar que hubo una filosofía desarrollada en varios lugares del mundo. En estas primeras clases del curso nos concentraremos en la filosofía griega, más concretamente en algunos aspectos de la filosofía política griega.
Como ya explicamos, en las sociedades precapitalistas la clase dominante obtenía su poder y riqueza de los campesinos. Más concretamente, del excedente producido por éstos, el cual era apropiado por los reyes, los aristócratas o los señores feudales recurriendo a la coerción extraeconómica. La violencia estaba en la base de la dominación social.
La dominación era justificada afirmando que los nobles y los campesinos eran esencialmente desiguales. Los primeros sabían manejar las armas; los segundos, sabían cultivar la tierra y, en general, trabajar. Un mundo en el que gobernaran los campesinos era visto como un disparate, como un lugar alucinado. Toda rebelión de los campesinos era considerada una violación del orden natural y debía ser castigada como tal.
La filosofía política (la aplicación de la filosofía a los problemas sociales y políticos), desarrolló elaboradas justificaciones de la desigualdad entre los SH. En el centro de estos argumentos se encuentra la noción de naturaleza humana. Dicho de manera rápida, para la filosofía política la NH es el conjunto de características que nos definen como SH. Estos rasgos definitorios de lo humano son transhistóricos, lo que significa que se encuentran más allá de los cambios históricos y/o sociales. En esta manera de definir la NH se encuentra implícito su uso político.
La NH, al establecer qué somos los SH marca los límites de nuestras posibilidades, determina qué podemos y qué no podemos hacer,  delimitando así los actos humanos y los inhumanos. La filosofía política de las sociedades precapitalistas partía del supuesto de que la NH no era idéntica en todas las personas, sino que había diferentes naturalezas según el grupo social del individuo. No hay nada extraño en este modo de concebir a la NH, si se tiene en cuenta que dichas sociedades funcionaban en base a la apropiación del excedente campesino por medio de la coerción extraeconómica.
Los filósofos del mundo antiguo produjeron teorías de la sociedad basadas en el reconocimiento de la desigualdad natural de los SH. Así, el filósofo chino Mencio (372–289 a. C.) escribió lo siguiente:
“¿Por qué habrías de pensar, entonces, […] que alguien que carga con el gobierno de un reino también tiene tiempo para labrar el suelo? La verdad es que algunos tipos de negocios son apropiados para los grandes, y otros para los pequeños. Aun suponiendo que cada hombre pudiese reunir en sí mismo todas las diversas clases de habilidades requeridas en cada oficio, si tuviese que hacer él solo todo lo que usa, eso serviría únicamente para que todo el mundo estuviese postrado de fatiga. Muy cierto es el dicho: «Algunos trabajan con la mente, otros con el cuerpo. Los que trabajan con la mente gobiernan, mientras que los que trabajan con el cuerpo son gobernados. Los que son gobernados producen alimentos; los que gobiernan son alimentados.»” [8]
Mencio muestra con claridad la idea de que existen por lo menos dos clases de SH: los que nacen para gobernar y los que nacen para ser gobernados. Ésta desigualdad se encuentra en la base de toda la filosofía política antes de la Modernidad, y era el fundamento último de las teorías que justificaban la dominación del rey y/o de la nobleza. [9]
Platón no es la excepción, y el “mito de los metales” constituye un ejemplo de dichas teorías. Dado que en la próxima clase vamos a examinar el debate Platón-Protágoras sobre la democracia, aquí nos limitaremos a explicar el mito mencionado.
El “mito de los metales” forma parte de la obra República, probablemente el trabajo más conocido de Platón. Se trata de una obra de filosofía política, en la que Platón hace una crítica de la situación de la Atenas de su época, atribuyendo todos los problemas de la polis a la democracia. Ya tendremos oportunidad de desarrollar esa crítica cuando trabajemos en la clase próxima el libro I de la obra. Aquí basta con indicar que Platón considera que la democracia es una mala forma de gobierno pues en ella todos deciden sobre los asuntos de la polis, tanto los que saben como los que no. La solución platónica es sencilla: tienen que gobernar los filósofos, pues son ellos los que saben cómo hacerlo.
Ellen Meiksins Wood explica los objetivos de Platón:
“Para decirlo lisa y llanamente, la división entre dirigentes y productores es el principio fundamental de la filosofía de Platón, no sólo de su pensamiento político sino también de su epistemología.” [10]
Platón es consciente de las dificultades de su propuesta. Atenas, por razones que veremos en la próxima clase, era una democracia con una considerable historia. Imponer otra forma de gobierno despertaría gran resistencia. El mito expresa el intento platónico de dar respuesta a las dificultades; mejor dicho, a los problemas ideológicos del cambio de forma de gobierno (el pasaje de la democracia a una aristocracia regida por los filósofos). El carácter de la respuesta nos permite comprender el funcionamiento de la noción de NH en la fundamentación de la teoría de la desigualdad de los SH.
Pasemos entonces al mito.
Platón sabe que no es posible convencer a los ciudadanos que ya conocen la forma democrática de gobierno y, lo que es más importante, han aprendido desde su infancia la historia de Atenas. De hecho, al final del mito indica que éste sólo puede ser creído por los hijos de los actuales ciudadanos, pues ellos no tienen la carga previa de las nociones aprendidas por medio de la educación.
Platón comienza la narración del mito admitiendo la dificultad: la tarea supone inculcar una “mentira noble” a los gobernantes y a los militares, y luego a los demás ciudadanos (tal es el orden formulado en el texto). Esa mentira consiste en explicarles que todo lo que habían aprendido en la educación era falso. [11] Una vez aceptado esto podía pasarse a la narración del mito propiamente dicho.
En el principio, todos eran hijos de la tierra, del suelo ateniense. Ese “todos” incluye al conjunto de los ciudadanos que, de ese modo, son todos “hermanos” de nacimiento y están obligados a defender el suelo en que nacieron y a tener amor filial por los otros ciudadanos, pues son hijos de la misma madre (la tierra de Atenas). Platón funda así el patriotismo en una “mentira noble”. Es un patriotismo va más allá de la defensa del suelo patrio, pues implica la aceptación por cada ciudadano de su posición social específica, a partir de su inclusión en un conjunto en el que todos son “hermanos”, la polis ateniense. Esto es fundamental, pues las diferencias sociales quedan relegadas frente a la condición común a todos los ciudadanos, la de ser “hermanos” hijos de la misma madre.
Pero en la concepción platónica, unos son más hermanos que otros. Platón introduce aquí la herramienta fundamental del mito: las diferencias en la NH de los distintos ciudadanos. Para lograr esto mete a la divinidad. Así, habla del “dios que os modeló”. Este dios hizo de oro a los gobernantes, que son “los que más valen”. Luego, confeccionó de plata a los guardianes (los militares). Finalmente, utilizó hierro y bronce para confeccionar a los campesinos y artesanos.
La gradación de los metales (del más valioso al menos valioso) marca la gradación de condiciones sociales.
Repasemos. En el “mito de los metales” Platón efectúa dos operaciones: a) construye una identidad común, todos son hijos de la tierra; b) construye las diferencias a partir de las diferentes NH (el metal del que están hechos) de los ciudadanos. Y ambas construcciones están legitimadas por la intervención divina (el dios que moldea a los distintos grupos de ciudadanos).
Hemos llegado así a una primera conclusión en nuestra cursada: el patriotismo consiste en el ocultamiento de las diferencias sociales debajo del paraguas de la patria.
Esa es la esencia de la “mentira noble”.
Las contradicciones y las luchas que desgarran a la polis son subsumidas en la identidad común; de ese modo, establece un límite a los enfrentamientos entre los grupos sociales: ninguno de ellos puede ir hasta el punto de quebrar la polis. Dicho en otros términos y simplificando en exceso, opresores y oprimidos están obligados a respetar ciertas reglas de juego político, la primera de las cuales es el mantenimiento del orden social tal como existe, pues su modificación significaría suprimir a uno de los grupos sociales creados por dios.
El patriotismo, la identidad común, fortalece así a su contrario: la diferencia social.
Y no se trata de cualquier diferencia. Son diferencias basadas en la naturaleza de los SH, la cual, para colmo, ha sido modelada por dios. El orden que surge del mito es, pues, un orden natural, en el sentido de que su transgresión implica ir contra la voluntad divina. Estamos en presencia de los elementos fundamentales de todas las concepciones que fundan el orden social en la NH. Platón hace esto en unas pocas líneas, demostrando con creces porque es considerado un clásico de la filosofía política.
Para ser justos con Platón hay que decir que admite una flexibilización en su esquema. Si bien el nacimiento (el “metal” que compone a cada bebé) determina la posición social de cada ciudadano (gobernante, militar o campesino), es posible que padres de oro engendren hijos de plata, o que padres de hierro y bronce den a luz a un hijo de oro. En estos casos, los gobernantes deben tomar nota de la situación y ubicar al niño en la posición que le corresponde al material que lo compone. [12] Eso sí, una vez nacida la persona, es imposible modificar su condición y, por lo tanto, ésta permanece inamovible de por vida.
El “mito de los metales” es un excelente ejemplo de fundamentación de la desigualdad entre los SH. Basado en la concepción de la NH, elaborada por la filosofía, muestra los rasgos que se repetirán una y otra vez en autores posteriores. El más importante de esos rasgos es la creencia en la existencia de una serie de características propias de un grupo social, inexistentes en las demás clases sociales. Así, por ejemplo, la sabiduría para gobernar se encuentra presente únicamente en los ciudadanos que poseen oro en su composición; eso los habilita para gobernar y excluye del gobierno a los demás grupos sociales. Esta concepción está en la base de la crítica platónica a la democracia.
Hasta aquí llegamos por hoy. En nuestro próximo encuentro analizaremos la especificidad de la democracia ateniense, con el propósito de comprender el sentido de la crítica de Platón a la democracia. El texto que tienen que leer es el Libro Primero de la República.

Villa del Parque, lunes 4 de mayo de 2020

ABREVIATURAS:
NH = Naturaleza humana / SH = Seres humanos

NOTAS:
[1] Utilizo la traducción española de Conrado Eggers Lan: Platón. (1988). Diálogos IV: República. Madrid, España: Gredos. El mito de los metales se encuentra en pp. 196-198.
[2] Mayo, A. (2015). La ideología del conocimiento. Buenos Aires: Jorge Baudino. (Cap. 1).
[3] Wood, E M. (2000). “El trabajo y la democracia antigua y moderna”. EN: Wood, E. M. (2000). Democracia contra capitalismo: La renovación del materialismo histórico. México D. F.: Siglo XXI. (pp. 211-237).
[4] “La fuerza productiva del trabajo está determinada por múltiples circunstancias, entre otras por el nivel medio de destreza del obrero, el estadio de desarrollo en que se hallan la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, la coordinación social del proceso de producción, la escala y la eficacia de los medios de producción, las condiciones naturales.” Marx, K. (1996). El capital: Crítica de la economía política. México: Siglo XXI. (p. 49).
[5] Hidalgo era la denominación que se daba a la persona que pertenecía al estamento inferior de la nobleza. Miguel de Cervantes (1547-1616) describió la vida de este sector social en la novela El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605).
[6] La filosofía política es la aplicación de la filosofía a los problemas sociales y políticos. Cabe decir que los griegos no concebían a la filosofía tal como lo hacemos nosotros, como una actividad meramente académica o intelectual, sino como actividad que podía influir o modificar sobre la práctica. Por supuesto, no todos los filósofos griegos habrían estado de acuerdo con esta definición, pero podemos permitirnos disentir con ellos. Otros, como Sócrates (470-399 a. C.), Platón, Protágoras (c. 485-c. 411 a. C.), Aristóteles (384-322 a. C.), estarían de acuerdo, pues se preocuparon por construir una filosofía práctica, no sólo teórica.
[7] Hay traducción española: Vernant, J.-P. (1965). Los orígenes del pensamiento griego. Buenos Aires: Eudeba.
[8] Mencio, citado en: Wood, E M. (2000). “El trabajo y la democracia antigua y moderna”. EN: Wood, E. M. (2000). Democracia contra capitalismo: La renovación del materialismo histórico. México D. F.: Siglo XXI. (pp. 220-221).
[9] Por supuesto hubo excepciones a la defensa de la desigualdad. Más adelante examinaremos una de ellas, el argumento a favor de la democracia desarrollado por Protágoras.
[10] Wood, E. M., op. cit., p. 222.
[11] “Eran todas cosas que imaginaban y que les sucedían en sueños”. Platón, República, pp. 196-197.
[12] En República Platón acepta que las mujeres pueden ser filósofas y, por ende, gobernar. Esto lo convierte en una excepción en el mundo de los filósofos, que afirmaban de modo casi unánime la supuesta inferioridad de las mujeres respecto a los hombres.

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