“Todos nos parecemos a la imagen que tienen de
nosotros.
Yo sentía el desprecio de la gente y yo me
despreciaba también.”
Jorge Luis Borges (1899-1986), escritor argentino.
Bienvenidas y bienvenidos a la tercera clase de
este curso.
Hoy nos dedicaremos a trabajar el problema de la desigualdad de los SH, tal como se
planteó en las sociedades
precapitalistas. Mejor dicho, vamos a comenzar a examinar la fundamentación
filosófica de la cuestión de la desigualdad. Para ello analizaremos un
fragmento de la República de Platón
(c. 427-347 a. C.), el “mito de los metales”. [1] La base de mi presentación de
las características de las sociedades precapitalistas se encuentra en el
capítulo 1 de La Ideología del
conocimiento [2]; en la clase de hoy utilizaré varios argumentos y
conceptualizaciones de Ellen Meiksins Wood (1942-2016) [3].
Pasemos a la clase.
En
la clase pasada se dijo que
“En las sociedades precapitalistas la clase dominante (la nobleza) se apropiaba
el excedente producido por los campesinos por medio de mecanismos basados en la
coerción extraeconómica. Dicho más claro, la clase dominante utilizaba la
violencia física (o la amenaza de recurrir a ella) para obligar a los
campesinos a entregarles parte de su producción. Esto se daba en un contexto de
bajo desarrollo relativo de las fuerzas productivas [4], en el que los
campesinos vivían al límite de la miseria y en el que cualquier eventualidad de
la naturaleza (sequía, inundaciones, plagas de la cosecha) sumía en el hambre a
la población campesina. La extracción de excedente era un hecho violento en sí
mismo, aunque no se ejerciera directamente la violencia física.
No hace falta reflexionar demasiado para comprender que, en esas
condiciones, la apropiación del excedente requería del reconocimiento de la
supuesta desigualdad “natural” entre señores feudales y campesinos. Si el
campesino era considerado “igual” al noble, ¿cómo hubiera sido posible la
apropiación del excedente del primero por el segundo? En el feudalismo, por
ejemplo, era imposible la democracia, pues los campesinos habrían votado en
contra de la mencionada apropiación. Ni hablar de una sociedad esclavista,
donde el trabajo era realizado por esclavos, es decir, por personas a quienes
se les negaba la misma condición de personas y se las considera «cosas»”.
A nosotros nos resulta difícil
imaginar la situación que acabamos de describir. No porque en nuestras
sociedades no haya desigualdades (las hay en demasía), sino porque nosotros llevamos
largo tiempo acostumbrados a la idea de que los SH somos iguales en términos
jurídicos. Es verdad que podemos calificar de ficción legal a nuestra noción de
igualdad y argumentar que es una cobertura que esconde la pobreza y la miseria;
sin embargo, la igualdad jurídica existe y tiene consecuencias bien prácticas. Por
ejemplo: una mujer puede llegar a la presidencia de la Nación. Basta para ello
que gane las elecciones. Esto nos resulta normal. No obstante, hace cien años atrás
no existía el voto femenino en Argentina.
Otro ejemplo: el pasado viernes se
celebró el 1° de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. La fecha
conmemora la lucha de los trabajadores por la jornada laboral de 8 horas. En el
siglo XIX y durante parte del siglo XX, los sindicatos eran ilegales y las
luchas obreras eran reprimidas a los tiros por las fuerzas represivas. En la
actualidad, los sindicatos son legales y los trabajadores pueden demandar a sus
empleadores por incumplimiento de contrato. Con todos los reparos y quejas que
podamos tener (no vamos a referirnos aquí, por ser historia conocida, a los
dirigentes sindicales, a sus fortunas, a su grado de corrupción y connivencia
con los empresarios), la verdad es que la situación de los trabajadores es
mejor que la de hace un siglo atrás.
En síntesis, para nosotros la
igualdad jurídica es lo normal. De ahí que haya que hacer un esfuerzo para
comprender una situación social completamente diferente.
En las sociedades precapitalistas
quien pertenecía a las clases dominadas no podía ascender a los estratos
sociales superiores. El campesino nacía y moría campesino. Sólo
excepcionalmente podía convertirse en noble. La condición social era algo que
venía atado a la persona, y ésta no podía deshacerse de ella. La condición de
noble se heredaba de padres a hijos. En el límite era independiente de la
fortuna que podía tener la persona. Así, un noble seguía siendo noble aun
cuando viviera en la pobreza o, inclusive, en la miseria. Don Quijote seguía
siendo hidalgo aunque le costaba parar la olla. [5] Esto es muy diferente a lo
que sucede en el capitalismo, donde la posesión de dinero transforma a la
persona. En el límite, un cartonero puede convertirse en millonario.
De modo que si queremos comprender
las sociedades anteriores a la nuestra es preciso estudiar la forma en que esas
sociedades pensaban la desigualdad. Esto implica adentrarse en una forma de
pensar muy diferente a la nuestra. En esta indagación ganaremos una mejor
perspectiva para la comprensión de los problemas políticos y sociales de
nuestras sociedades. En este sentido, lo diferente proporciona la clave de lo
normal.
Ahora bien, la información disponible
sobre cómo pensaban la cuestión de la desigualdad las sociedades
precapitalistas proviene de las clases dominantes. Esto es así porque, entre
otras cosas, ellas poseían el conocimiento de la escritura y disfrutaban del
ocio necesario para poder elaborar teorías sobre la sociedad. A lo largo de la
historia, la pelea fundamental entre las clases sociales siempre fue por el
tiempo, por la posibilidad de decidir qué hacer con el propio tiempo sin que
otro venga a imponerlo. Esta cuestión se liga a la propiedad de los medios de
producción, pues quien la tiene puede hacer que otros trabajen para él y así
evitar tener que trabajar. No es necesario decir más sobre el tema. Quien haya
trabajado o esté trabajando en la actualidad, ya sea por un salario o
realizando las tareas domésticas (ésas que aparecen normalmente
invisibilizadas), sabe por amarga experiencia a qué me refiero.
En las sociedades precapitalistas la
escritura era monopolio de la nobleza. Es por eso que los testimonios escritos
que nos han llegado de ellas provienen de intelectuales pertenecientes a la
clase dominante. Las voces de los esclavos, de los siervos, de las mujeres, se
han perdido o han llegado muy deformadas luego de pasar el tamiz de esos
intelectuales. De modo que conocemos las ideas políticas de esas sociedades de
manera unilateral: más claro, conocemos lo que las clases dominantes querían
conocer. Hay una enorme parte de la historia que se nos escapa y a la que
debemos estudiar por testimonios indirectos.
La filosofía política es nuestra
fuente principal de información para conocer las ideas políticas de las
sociedades precapitalistas. [6] Como ya se indicó, esa filosofía era producto
de las clases dominantes o, más en general, de individuos que estaban libres de
la obligación de trabajar. No voy a entrar aquí en la cuestión del origen de la
filosofía, pues sería irme por las ramas. Basta con decir que existe una
relación estrecha entre el desarrollo de la democracia en las polis griegas y el origen del
pensamiento filosófico. Quien esté interesado en saber más sobre el tema puede
consultar el libro clásico del historiador y antropólogo francés Jean-Pierre Vernant
(1914-2007), Los orígenes del pensamiento
griego (1962). [7]
En este curso no podemos hablar de la
filosofía en China, en India o en otras regiones, pues el profesor no tiene los
conocimientos necesarios. Basta con indicar que hubo una filosofía desarrollada
en varios lugares del mundo. En estas primeras clases del curso nos
concentraremos en la filosofía griega, más concretamente en algunos aspectos de
la filosofía política griega.
Como ya explicamos, en las sociedades
precapitalistas la clase dominante obtenía su poder y riqueza de los
campesinos. Más concretamente, del excedente producido por éstos, el cual era
apropiado por los reyes, los aristócratas o los señores feudales recurriendo a
la coerción extraeconómica. La violencia estaba en la base de la dominación
social.
La dominación era justificada
afirmando que los nobles y los campesinos eran esencialmente desiguales. Los
primeros sabían manejar las armas; los segundos, sabían cultivar la tierra y,
en general, trabajar. Un mundo en el que gobernaran los campesinos era visto
como un disparate, como un lugar alucinado. Toda rebelión de los campesinos era
considerada una violación del orden natural y debía ser castigada como tal.
La filosofía política (la aplicación de la filosofía a los problemas
sociales y políticos), desarrolló elaboradas justificaciones de la desigualdad
entre los SH. En el centro de estos argumentos se encuentra la noción de naturaleza humana. Dicho de manera
rápida, para la filosofía política la NH es el conjunto de características que
nos definen como SH. Estos rasgos definitorios de lo humano son
transhistóricos, lo que significa que se encuentran más allá de los cambios
históricos y/o sociales. En esta manera de definir la NH se encuentra implícito
su uso político.
La NH, al establecer qué somos los SH
marca los límites de nuestras posibilidades, determina qué podemos y qué no
podemos hacer, delimitando así los actos
humanos y los inhumanos. La filosofía política de las sociedades
precapitalistas partía del supuesto de que la NH no era idéntica en todas las
personas, sino que había diferentes naturalezas según el grupo social del
individuo. No hay nada extraño en este modo de concebir a la NH, si se tiene en
cuenta que dichas sociedades funcionaban en base a la apropiación del excedente
campesino por medio de la coerción extraeconómica.
Los filósofos del mundo antiguo
produjeron teorías de la sociedad basadas en el reconocimiento de la
desigualdad natural de los SH. Así, el filósofo chino Mencio (372–289 a. C.) escribió
lo siguiente:
“¿Por qué habrías de pensar, entonces, […] que alguien que carga con el
gobierno de un reino también tiene tiempo para labrar el suelo? La verdad es
que algunos tipos de negocios son apropiados para los grandes, y otros para los
pequeños. Aun suponiendo que cada hombre pudiese reunir en sí mismo todas las
diversas clases de habilidades requeridas en cada oficio, si tuviese que hacer
él solo todo lo que usa, eso serviría únicamente para que todo el mundo
estuviese postrado de fatiga. Muy cierto es el dicho: «Algunos trabajan con la
mente, otros con el cuerpo. Los que trabajan con la mente gobiernan, mientras
que los que trabajan con el cuerpo son gobernados. Los que son gobernados
producen alimentos; los que gobiernan son alimentados.»” [8]
Mencio muestra con claridad la idea
de que existen por lo menos dos clases de SH: los que nacen para gobernar y los
que nacen para ser gobernados. Ésta desigualdad se encuentra en la base de toda
la filosofía política antes de la Modernidad, y era el fundamento último de las
teorías que justificaban la dominación del rey y/o de la nobleza. [9]
Platón no es la excepción, y el “mito
de los metales” constituye un ejemplo de dichas teorías. Dado que en la próxima
clase vamos a examinar el debate Platón-Protágoras sobre la democracia, aquí
nos limitaremos a explicar el mito mencionado.
El “mito
de los metales” forma parte de la obra República,
probablemente el trabajo más conocido de Platón. Se trata de una obra de
filosofía política, en la que Platón hace una crítica de la situación de la
Atenas de su época, atribuyendo todos los problemas de la polis a la democracia. Ya tendremos oportunidad de desarrollar esa
crítica cuando trabajemos en la clase próxima el libro I de la obra. Aquí basta
con indicar que Platón considera que la democracia es una mala forma de
gobierno pues en ella todos deciden sobre los asuntos de la polis, tanto los que saben como los que
no. La solución platónica es sencilla: tienen que gobernar los filósofos, pues
son ellos los que saben cómo hacerlo.
Ellen
Meiksins Wood explica los objetivos de Platón:
“Para decirlo lisa y llanamente, la
división entre dirigentes y productores es el principio fundamental de la
filosofía de Platón, no sólo de su pensamiento político sino también de su
epistemología.” [10]
Platón es
consciente de las dificultades de su propuesta. Atenas, por razones que veremos
en la próxima clase, era una democracia con una considerable historia. Imponer
otra forma de gobierno despertaría gran resistencia. El mito expresa el intento
platónico de dar respuesta a las dificultades; mejor dicho, a los problemas
ideológicos del cambio de forma de gobierno (el pasaje de la democracia a una
aristocracia regida por los filósofos). El carácter de la respuesta nos permite
comprender el funcionamiento de la noción de NH en la fundamentación de la
teoría de la desigualdad de los SH.
Pasemos
entonces al mito.
Platón sabe que no es posible
convencer a los ciudadanos que ya conocen la forma democrática de gobierno y,
lo que es más importante, han aprendido desde su infancia la historia de
Atenas. De hecho, al final del mito indica que éste sólo puede ser creído por
los hijos de los actuales ciudadanos, pues ellos no tienen la carga previa de
las nociones aprendidas por medio de la educación.
Platón comienza la narración del mito
admitiendo la dificultad: la tarea supone inculcar una “mentira noble” a los
gobernantes y a los militares, y luego a los demás ciudadanos (tal es el orden
formulado en el texto). Esa mentira consiste en explicarles que todo lo que
habían aprendido en la educación era falso. [11] Una vez aceptado esto podía
pasarse a la narración del mito propiamente dicho.
En el principio, todos eran hijos de
la tierra, del suelo ateniense. Ese “todos” incluye al conjunto de los
ciudadanos que, de ese modo, son todos “hermanos” de nacimiento y están
obligados a defender el suelo en que nacieron y a tener amor filial por los
otros ciudadanos, pues son hijos de la misma madre (la tierra de Atenas). Platón
funda así el patriotismo en una “mentira noble”. Es un patriotismo va más allá
de la defensa del suelo patrio, pues implica la aceptación por cada ciudadano
de su posición social específica, a partir de su inclusión en un conjunto en el
que todos son “hermanos”, la polis
ateniense. Esto es fundamental, pues las diferencias sociales quedan relegadas
frente a la condición común a todos los ciudadanos, la de ser “hermanos” hijos
de la misma madre.
Pero en la concepción platónica, unos
son más hermanos que otros. Platón introduce aquí la herramienta fundamental
del mito: las diferencias en la NH de los distintos ciudadanos. Para lograr
esto mete a la divinidad. Así, habla del “dios que os modeló”. Este dios hizo
de oro a los gobernantes, que son “los que más valen”. Luego, confeccionó de
plata a los guardianes (los militares). Finalmente, utilizó hierro y bronce
para confeccionar a los campesinos y artesanos.
La gradación de los metales (del más
valioso al menos valioso) marca la gradación de condiciones sociales.
Repasemos. En el “mito de los metales”
Platón efectúa dos operaciones: a) construye una identidad común, todos son
hijos de la tierra; b) construye las diferencias a partir de las diferentes NH
(el metal del que están hechos) de los ciudadanos. Y ambas construcciones están
legitimadas por la intervención divina (el dios que moldea a los distintos
grupos de ciudadanos).
Hemos
llegado así a una primera conclusión en nuestra cursada: el patriotismo
consiste en el ocultamiento de las diferencias sociales debajo del paraguas de
la patria.
Esa es la esencia de la “mentira
noble”.
Las contradicciones y las luchas que
desgarran a la polis son subsumidas
en la identidad común; de ese modo, establece un límite a los enfrentamientos
entre los grupos sociales: ninguno de ellos puede ir hasta el punto de quebrar
la polis. Dicho en otros términos y
simplificando en exceso, opresores y oprimidos están obligados a respetar
ciertas reglas de juego político, la primera de las cuales es el mantenimiento
del orden social tal como existe, pues su modificación significaría suprimir a
uno de los grupos sociales creados por dios.
El
patriotismo, la identidad común, fortalece así a su contrario: la diferencia
social.
Y no se trata de cualquier
diferencia. Son diferencias basadas en la naturaleza de los SH, la cual, para
colmo, ha sido modelada por dios. El orden que surge del mito es, pues, un
orden natural, en el sentido de que su transgresión implica ir contra la
voluntad divina. Estamos en presencia de los elementos fundamentales de todas
las concepciones que fundan el orden social en la NH. Platón hace esto en unas
pocas líneas, demostrando con creces porque es considerado un clásico de la
filosofía política.
Para ser justos con Platón hay que
decir que admite una flexibilización en su esquema. Si bien el nacimiento (el
“metal” que compone a cada bebé) determina la posición social de cada ciudadano
(gobernante, militar o campesino), es posible que padres de oro engendren hijos
de plata, o que padres de hierro y bronce den a luz a un hijo de oro. En estos
casos, los gobernantes deben tomar nota de la situación y ubicar al niño en la
posición que le corresponde al material que lo compone. [12] Eso sí, una vez
nacida la persona, es imposible modificar su condición y, por lo tanto, ésta
permanece inamovible de por vida.
El “mito de los metales” es un
excelente ejemplo de fundamentación de la desigualdad entre los SH. Basado en
la concepción de la NH, elaborada por la filosofía, muestra los rasgos que se
repetirán una y otra vez en autores posteriores. El más importante de esos
rasgos es la creencia en la existencia de una serie de características propias
de un grupo social, inexistentes en las demás clases sociales. Así, por
ejemplo, la sabiduría para gobernar se encuentra presente únicamente en los
ciudadanos que poseen oro en su composición; eso los habilita para gobernar y
excluye del gobierno a los demás grupos sociales. Esta concepción está en la
base de la crítica platónica a la democracia.
Hasta aquí llegamos por hoy. En
nuestro próximo encuentro analizaremos la especificidad de la democracia
ateniense, con el propósito de comprender el sentido de la crítica de Platón a
la democracia. El texto que tienen que leer es el Libro Primero de la
República.
Villa
del Parque, lunes 4 de mayo de 2020
ABREVIATURAS:
NH = Naturaleza humana / SH = Seres humanos
NOTAS:
[1]
Utilizo la traducción española de Conrado Eggers Lan: Platón. (1988). Diálogos IV: República. Madrid, España:
Gredos. El mito de los metales se encuentra en pp. 196-198.
[2] Mayo, A. (2015). La ideología del
conocimiento. Buenos Aires: Jorge Baudino. (Cap. 1).
[3] Wood, E M.
(2000). “El trabajo y la democracia antigua y moderna”. EN: Wood, E. M. (2000).
Democracia contra capitalismo: La renovación del materialismo histórico.
México D. F.: Siglo XXI. (pp. 211-237).
[4] “La fuerza productiva del trabajo
está determinada por múltiples circunstancias, entre otras por el nivel medio
de destreza del obrero, el estadio de desarrollo en que se hallan la ciencia y
sus aplicaciones tecnológicas, la coordinación social del proceso de
producción, la escala y la eficacia de los medios de producción, las condiciones naturales.” Marx, K. (1996).
El capital: Crítica de la economía
política. México: Siglo XXI. (p. 49).
[5] Hidalgo era la denominación que se
daba a la persona que pertenecía al estamento inferior de la nobleza. Miguel de
Cervantes (1547-1616) describió la vida de este sector social en la novela El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
(1605).
[6] La filosofía política es la aplicación de la filosofía a los problemas sociales y políticos. Cabe
decir que los griegos no concebían a la filosofía tal como lo hacemos nosotros,
como una actividad meramente académica o intelectual, sino como actividad que
podía influir o modificar sobre la práctica. Por supuesto, no todos los
filósofos griegos habrían estado de acuerdo con esta definición, pero podemos
permitirnos disentir con ellos. Otros, como Sócrates (470-399 a. C.), Platón,
Protágoras (c. 485-c. 411 a. C.), Aristóteles (384-322 a. C.), estarían de
acuerdo, pues se preocuparon por construir una filosofía práctica, no sólo
teórica.
[7] Hay traducción española: Vernant,
J.-P. (1965). Los orígenes del
pensamiento griego. Buenos Aires: Eudeba.
[8] Mencio, citado en: Wood, E M.
(2000). “El trabajo y la democracia antigua y moderna”. EN: Wood, E. M. (2000).
Democracia contra capitalismo: La renovación del materialismo histórico.
México D. F.: Siglo XXI. (pp. 220-221).
[9] Por supuesto hubo excepciones a la
defensa de la desigualdad. Más adelante examinaremos una de ellas, el argumento
a favor de la democracia desarrollado por Protágoras.
[10] Wood, E.
M., op. cit., p. 222.
[11] “Eran todas cosas que imaginaban y
que les sucedían en sueños”. Platón, República, pp. 196-197.
[12] En República Platón acepta que las mujeres pueden ser filósofas y, por
ende, gobernar. Esto lo convierte en una excepción en el mundo de los
filósofos, que afirmaban de modo casi unánime la supuesta inferioridad de las
mujeres respecto a los hombres.
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