domingo, 29 de septiembre de 2019

DURKHEIM, EL SUICIDIO Y LA CIENTIFICIDAD DE LA SOCIOLOGÍA



El suicidio, es uno de los principales trabajos del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) y se encuentra entre las obras más influyentes de la literatura sociológica. En ES confluyen varias problemáticas, a las que corresponde situar en el contexto de institucionalización de la sociología como ciencia. En esta ficha, dedicada a la Introducción de la obra, me concentraré en la importancia de ES para la fundamentación de la cientificidad de la sociología.
Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha trabajé con siguiente traducción española: Durkheim, E. (2006). El suicidio. Estudio de sociología y otros textos complementarios. Buenos Aires: Miño y Dávila. La Introducción se encuentra en pp. 99-115.

El primer apartado de la Introducción (pp. 99-105) se encuentra dedicado a la definición del suicidio. La cuestión es importante desde el punto de vista metodológico. Es imposible estudiar científicamente un problema si no se tiene en claro cuáles son los límites del mismo, aunque sea de un modo aproximado y preliminar.
Durkheim procede descartando la definición del “lenguaje usual”, pues posee carácter ambiguo. Su crítica de dicho lenguaje se encuentra concentrada en el siguiente pasaje:
“No sólo su significado está poco delimitado, sino que como la clasificación que las produce no procede de un análisis metódico y no hace más que traducir las impresiones confusas de la mayoría de las personas, ocurre con frecuencia que categorías de hechos diferentes se agrupan indistintamente bajo una misma rúbrica, o que realidades de igual naturaleza son designadas con nombres diferentes.” (p. 99).
Para resolver la dificultad, el investigador está obligado a “constituir los grupos que quiere analizar, a los efectos de darles la homogeneidad y la especificidad necesarias para su tratamiento científico.” (p. 100). En otras palabras, las categorías de hechos que debe analizar y comparar la sociología no se encuentran constituidas como tales en la realidad empírica, sino que tienen que ser construidas por los científicos. Se trata, en otras palabras, de constituir el objeto de estudio.
Durkheim procede de modo sistemático.
“Nuestra primer tarea debe (…) ser determinar el orden de hechos que nos proponemos estudiar bajo el nombre de suicidio. (…) Lo que nos importa (…) es constituir una categoría de objetos que, pudiendo ser etiquetados sin inconveniente bajo esta rúbrica, se encuentra fundada objetivamente, es decir, corresponde a una naturaleza determinada de cosas.” (p. 100).
Durkheim examina las distintas especies de muerte y encuentra que algunas tienen algo en común, que se expresa en tres particularidades: 1) la muerte resulta “de un acto cuyo paciente es el autor”, es obra de la misma víctima; 2) no importa la “naturaleza intrínseca de los actos que producen ese resultado”. Da lo mismo que la persona se mate rehusando comer o que se dispare a sí misma con un arma de fuego; 3) tampoco importa “que el acto producido por el paciente haya sido el antecedente inmediato de la muerte para que ésta pueda ser considerada como efecto suyo; la relación de causalidad puede ser indirecta, sin que el fenómeno cambie de naturaleza.” (Por ejemplo, el religioso que busca el martirio y comete, por tanto, un acto que sabe que va a ser castigado con la muerte).
A partir de lo anterior elabora su primera definición:
Se llama suicidio a toda muerte que resulta, mediata o inmediatamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la víctima misma.” (p. 101).
Acto seguido, Durkheim comienza a indicar los puntos flojos de dicha definición. Por ejemplo, contempla como actos de la misma clase “la muerte de un alucinado que se precipita desde una ventana elevada, porque la cree en el mismo plano que el suelo” y el salto al vacío de una persona que quiere matarse.
Con el objetivo de precisar la definición, aborda la cuestión de los motivos que llevan a una persona a cometer suicidio. Más en concreto, al problema de establecer sin lugar a dudas que ésa fue la intención del individuo.
“¿Cómo saber cuál móvil ha determinado al agente y si al tomar su resolución era la muerte lo que deseaba o si se proponía algún otro fin? La intención es una cosa demasiado íntima para que pueda ser apreciada desde fuera más que por aproximaciones groseras. Incluso se sustrae hasta a la misma observación interior. ¿Cuántas veces nos equivocamos sobre las verdaderas razones que nos mueven a obrar? Sin cesar nos explicamos como pasiones generales o sentimientos elevados, movimientos que nos inspiraron pequeños impulsos o una ciega rutina.” (p. 101-102). [1]
Todas las formas posibles de renuncia a la vida tienen en común “que el acto que la consagra es realizado con conocimiento de causa; que sea cual fuese la razón que llevara a conducirse así, la víctima en el momento de obrar sabe cuál va a ser el resultado de su conducta.” (p. 102-103).
A partir de lo anterior, es posible formular la siguiente definición:
se denomina suicidio a todo caso de muerte que resulte, directa o indirectamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la propia víctima, a sabiendas que debía producir ese resultado.” (p. 103).
Durkheim afirma que la principal ventaja de esta definición radica en que permite forjarnos mejor “una idea del lugar que los suicidios ocupan en el conjunto de la vida moral”.  Lejos de tratarse de fenómenos completamente alejado de esa vida, conductas cuyas motivaciones son puramente individuales,
“los suicidios no son más que la forma exagerada de prácticas usuales (…) el suicidio aparece bajo otro aspecto cuando se reconoce que se relaciona, sin solución de continuidad, por un lado, con los actos de valor y de abnegación; y, por otro, con los actos de imprudencia y de simple negligencia.” (p. 104-105).
Aquí se encuentra la clave de la importancia de la obra para la sociología. ES muestra que un fenómeno que se presenta como exclusivamente individual, se encuentra, no obstante, dentro del campo de incumbencia de la sociología, pues forma parte de los hechos morales (empleo aquí la terminología de Durkheim).

El segundo apartado (pp. 105-115) está dedicado a fundamentar porqué el suicidio es un tema de incumbencia de los sociólogos.
Durkheim presenta la cuestión con su habitual claridad:
“Puesto que el suicidio es un acto del individuo, que sólo afecta al individuo, parece que debe únicamente depender de factores individuales, y que concierne, por consiguiente, únicamente a la psicología.” (p. 105).
Durkheim no rechaza la posibilidad de estudiar los suicidios desde la psicología. Pero afirma que ellos constituyen un tema de estudio legítimo para la sociología:
“Si en lugar de ver en ellos más que acontecimientos particulares, aislados unos de otros, y que deben ser examinados cada uno por separado, se considera el conjunto de los suicidios cometidos en una sociedad dada durante una unidad de tiempo determinada, se constata que el total así obtenido no es una simple adición de unidades independientes, o una colección, sino que constituye por sí mismo un hecho nuevo y sui generis, que tiene su unidad y su individualidad, y como consecuencia, su naturaleza propia, y que, además, esta naturaleza es eminentemente social.” (p. 105).
Al pasar del tratamiento individual de cada suicidio a un tratamiento colectivo, realizado por medio del auxilio de la estadística, se construye un nuevo objeto de estudio, que cumple todos los requisitos para su tratamiento sociológico. Durkheim está reafirmando así el carácter científico de la sociología.
En base al examen de los datos estadísticos, Durkheim afirma:
“Cada sociedad tiene, pues, en cada momento de su historia, una aptitud definida para el suicidio. Se mide la intensidad relativa de esta aptitud tomando la relación entre la cifra global de muertes voluntarias y la población de todas las edades y sexo. Llamaremos a este dato numérico tasa de la mortalidad-suicidio propia de la sociedad considerada. Se calcula, generalmente, en relación con un millón o con cien mil habitantes.” (p. 107-108).
Una vez comprobada la existencia de una regularidad estadística, es preciso explicarla. Si bien corresponde decir que Durkheim dedica toda la obra a formular dicha explicación, avanza un poco en esa dirección.
La tasa de suicidios demuestra, a la vez, permanencia y variabilidad. Durkheim afirma lo siguiente:
“Pues esta permanencia sería inexplicable si no estuviese relacionada con un conjunto de caracteres distintivos, solidarios recíprocamente que, a pesar de la diversidad de las circunstancias de ambiente, se afirman de modo simultáneo. Esa variabilidad testimonia la naturaleza individual y concreta de estos mismos caracteres, puesto que se modifican como la peculiaridad social misma. En suma, lo que expresan estos datos estadísticos es la misma tendencia al suicidio que afecta a cada sociedad colectivamente. No vamos a explicar ahora en qué consiste esta tendencia, si es un estado sui generis del alma colectiva, con su propia realidad, o si sólo representa una suma de estados individuales. Aunque las consideraciones que presentamos sean difícilmente conciliables con esta última hipótesis, reservamos la solución del problema, que será tratado en el curso de esta obra.” (112).

En síntesis,
“Cada sociedad está predispuesta a producir un contingente determinado de muertes voluntarias. Esta predisposición puede ser objeto de un estudio especial que incumbe a la sociología.” (p. 112).

El estudio del suicidio sirve para poner en claro los alcances y límites de la sociología. El sociólogo busca
“las causas por medio de las cuales es posible actuar, no sobre los individuos aisladamente, sino sobre el grupo. En consecuencia, entre los factores del suicidio los únicos que le conciernen son aquellos que hacen sentir su acción sobre el conjunto de la sociedad. La tasa de suicidios es el producto de estos factores.” (p. 113).
Si el suicidio puede ser estudiado por la sociología, entonces no cabe ninguna duda de que la sociología tiene un objeto de estudio que le es propio. Durkheim reafirma así la cientificidad de la nueva disciplina social.

Parque Avellaneda, domingo 29 de septiembre de 2019

NOTAS:
[1] Durkheim se adelante a las críticas a la sociología comprensiva de Max Weber (1858-1917). Sin entrar en el debate específico, las objeciones del francés a la posibilidad de conocer las intenciones de los individuos son pertinentes. Durkheim agrega: “Por otra parte, y de una manera general, un acto no puede ser definido ateniéndose al fin que persigue el gente, dado que un mismo sistema de movimientos, sin cambiar de naturaleza, puede dirigirse a muchos fines diferentes.” (p. 102).

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