El suicidio, es uno de
los principales trabajos del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) y se
encuentra entre las obras más influyentes de la literatura sociológica. En ES
confluyen varias problemáticas, a las que corresponde situar en el contexto de
institucionalización de la sociología como ciencia. En esta ficha, dedicada a
la Introducción de la obra, me concentraré en la importancia de ES para la
fundamentación de la cientificidad de la sociología.
Nota bibliográfica:
Para
la redacción de esta ficha trabajé con siguiente traducción española: Durkheim,
E. (2006). El suicidio. Estudio de
sociología y otros textos complementarios. Buenos Aires: Miño y Dávila. La
Introducción se encuentra en pp. 99-115.
El
primer apartado de la Introducción (pp. 99-105) se encuentra dedicado a la
definición del suicidio. La cuestión es importante desde el punto de vista
metodológico. Es imposible estudiar científicamente un problema si no se tiene
en claro cuáles son los límites del mismo, aunque sea de un modo aproximado y
preliminar.
Durkheim
procede descartando la definición del “lenguaje usual”, pues posee carácter
ambiguo. Su crítica de dicho lenguaje se encuentra concentrada en el siguiente
pasaje:
“No sólo su significado está
poco delimitado, sino que como la clasificación que las produce no procede de
un análisis metódico y no hace más que traducir las impresiones confusas de la
mayoría de las personas, ocurre con frecuencia que categorías de hechos
diferentes se agrupan indistintamente bajo una misma rúbrica, o que realidades
de igual naturaleza son designadas con nombres diferentes.” (p. 99).
Para
resolver la dificultad, el investigador está obligado a “constituir los grupos
que quiere analizar, a los efectos de darles la homogeneidad y la especificidad
necesarias para su tratamiento científico.” (p. 100). En otras palabras, las
categorías de hechos que debe analizar y comparar la sociología no se
encuentran constituidas como tales en la realidad empírica, sino que tienen que
ser construidas por los científicos. Se trata, en otras palabras, de constituir
el objeto de estudio.
Durkheim
procede de modo sistemático.
“Nuestra primer tarea debe (…)
ser determinar el orden de hechos que nos proponemos estudiar bajo el nombre de
suicidio. (…) Lo que nos importa (…) es constituir una categoría de objetos
que, pudiendo ser etiquetados sin inconveniente bajo esta rúbrica, se encuentra
fundada objetivamente, es decir, corresponde a una naturaleza determinada de
cosas.” (p. 100).
Durkheim
examina las distintas especies de muerte y encuentra que algunas tienen algo en
común, que se expresa en tres particularidades: 1) la muerte resulta “de un
acto cuyo paciente es el autor”, es obra de la misma víctima; 2) no importa la
“naturaleza intrínseca de los actos que producen ese resultado”. Da lo mismo
que la persona se mate rehusando comer o que se dispare a sí misma con un arma
de fuego; 3) tampoco importa “que el acto producido por el paciente haya sido
el antecedente inmediato de la muerte para que ésta pueda ser considerada como
efecto suyo; la relación de causalidad puede ser indirecta, sin que el fenómeno
cambie de naturaleza.” (Por ejemplo, el religioso que busca el martirio y
comete, por tanto, un acto que sabe que va a ser castigado con la muerte).
A
partir de lo anterior elabora su primera definición:
“Se llama suicidio a toda muerte
que resulta, mediata o inmediatamente, de un acto, positivo o negativo,
realizado por la víctima misma.” (p. 101).
Acto
seguido, Durkheim comienza a indicar los puntos flojos de dicha definición. Por
ejemplo, contempla como actos de la misma clase “la muerte de un alucinado que
se precipita desde una ventana elevada, porque la cree en el mismo plano que el
suelo” y el salto al vacío de una persona que quiere matarse.
Con
el objetivo de precisar la definición, aborda la cuestión de los motivos que
llevan a una persona a cometer suicidio. Más en concreto, al problema de
establecer sin lugar a dudas que ésa fue la intención del individuo.
“¿Cómo saber cuál móvil ha
determinado al agente y si al tomar su resolución era la muerte lo que deseaba
o si se proponía algún otro fin? La intención es una cosa demasiado íntima para
que pueda ser apreciada desde fuera más que por aproximaciones groseras. Incluso
se sustrae hasta a la misma observación interior. ¿Cuántas veces nos
equivocamos sobre las verdaderas razones que nos mueven a obrar? Sin cesar nos
explicamos como pasiones generales o sentimientos elevados, movimientos que nos
inspiraron pequeños impulsos o una ciega rutina.” (p. 101-102). [1]
Todas
las formas posibles de renuncia a la vida tienen en común “que el acto que la
consagra es realizado con conocimiento de causa; que sea cual fuese la razón
que llevara a conducirse así, la víctima en el momento de obrar sabe cuál va a
ser el resultado de su conducta.” (p. 102-103).
A
partir de lo anterior, es posible formular la siguiente definición:
“se denomina suicidio a todo caso de muerte
que resulte, directa o indirectamente, de un acto, positivo o negativo,
realizado por la propia víctima, a sabiendas que debía producir ese resultado.”
(p. 103).
Durkheim
afirma que la principal ventaja de esta definición radica en que permite
forjarnos mejor “una idea del lugar que los suicidios ocupan en el conjunto de
la vida moral”. Lejos de tratarse de
fenómenos completamente alejado de esa vida, conductas cuyas motivaciones son
puramente individuales,
“los suicidios no son más que
la forma exagerada de prácticas usuales (…) el suicidio aparece bajo otro
aspecto cuando se reconoce que se relaciona, sin solución de continuidad, por
un lado, con los actos de valor y de abnegación; y, por otro, con los actos de
imprudencia y de simple negligencia.” (p. 104-105).
Aquí
se encuentra la clave de la importancia de la obra para la sociología. ES
muestra que un fenómeno que se presenta como exclusivamente individual, se
encuentra, no obstante, dentro del campo de incumbencia de la sociología, pues
forma parte de los hechos morales (empleo aquí la terminología de Durkheim).
El
segundo apartado (pp. 105-115) está dedicado a fundamentar porqué el suicidio
es un tema de incumbencia de los sociólogos.
Durkheim
presenta la cuestión con su habitual claridad:
“Puesto que el suicidio es un
acto del individuo, que sólo afecta al individuo, parece que debe únicamente depender
de factores individuales, y que concierne, por consiguiente, únicamente a la
psicología.” (p. 105).
Durkheim
no rechaza la posibilidad de estudiar los suicidios desde la psicología. Pero
afirma que ellos constituyen un tema de estudio legítimo para la sociología:
“Si en lugar de ver en ellos
más que acontecimientos particulares, aislados unos de otros, y que deben ser
examinados cada uno por separado, se considera el conjunto de los suicidios
cometidos en una sociedad dada durante una unidad de tiempo determinada, se
constata que el total así obtenido no es una simple adición de unidades
independientes, o una colección, sino que constituye por sí mismo un hecho
nuevo y sui generis, que tiene su unidad y su individualidad, y como
consecuencia, su naturaleza propia, y que, además, esta naturaleza es
eminentemente social.” (p. 105).
Al
pasar del tratamiento individual de cada suicidio a un tratamiento colectivo,
realizado por medio del auxilio de la estadística, se construye un nuevo objeto
de estudio, que cumple todos los requisitos para su tratamiento sociológico.
Durkheim está reafirmando así el carácter científico de la sociología.
En
base al examen de los datos estadísticos, Durkheim afirma:
“Cada sociedad tiene, pues, en
cada momento de su historia, una aptitud definida para el suicidio. Se mide la
intensidad relativa de esta aptitud tomando la relación entre la cifra global
de muertes voluntarias y la población de todas las edades y sexo. Llamaremos a
este dato numérico tasa de la
mortalidad-suicidio propia de la sociedad considerada. Se calcula,
generalmente, en relación con un millón o con cien mil habitantes.” (p.
107-108).
Una
vez comprobada la existencia de una regularidad estadística, es preciso
explicarla. Si bien corresponde decir que Durkheim dedica toda la obra a
formular dicha explicación, avanza un poco en esa dirección.
La
tasa de suicidios demuestra, a la vez, permanencia y variabilidad. Durkheim afirma
lo siguiente:
“Pues esta permanencia sería
inexplicable si no estuviese relacionada con un conjunto de caracteres
distintivos, solidarios recíprocamente que, a pesar de la diversidad de las
circunstancias de ambiente, se afirman de modo simultáneo. Esa variabilidad
testimonia la naturaleza individual y concreta de estos mismos caracteres,
puesto que se modifican como la peculiaridad social misma. En suma, lo que
expresan estos datos estadísticos es la misma tendencia al suicidio que afecta
a cada sociedad colectivamente. No vamos a explicar ahora en qué consiste esta
tendencia, si es un estado sui generis
del alma colectiva, con su propia realidad, o si sólo representa una suma de
estados individuales. Aunque las consideraciones que presentamos sean
difícilmente conciliables con esta última hipótesis, reservamos la solución del
problema, que será tratado en el curso de esta obra.” (112).
En
síntesis,
“Cada
sociedad está predispuesta a producir un contingente determinado de muertes voluntarias.
Esta predisposición puede ser objeto de un estudio especial que incumbe a la
sociología.” (p. 112).
El
estudio del suicidio sirve para poner en claro los alcances y límites de la sociología.
El sociólogo busca
“las causas por medio de las
cuales es posible actuar, no sobre los individuos aisladamente, sino sobre el
grupo. En consecuencia, entre los factores del suicidio los únicos que le
conciernen son aquellos que hacen sentir su acción sobre el conjunto de la
sociedad. La tasa de suicidios es el producto de estos factores.” (p. 113).
Si
el suicidio puede ser estudiado por la sociología, entonces no cabe ninguna
duda de que la sociología tiene un objeto de estudio que le es propio. Durkheim
reafirma así la cientificidad de la nueva disciplina social.
Parque
Avellaneda, domingo 29 de septiembre de 2019
NOTAS:
[1] Durkheim se adelante a
las críticas a la sociología comprensiva
de Max Weber (1858-1917). Sin entrar en el debate específico, las objeciones
del francés a la posibilidad de conocer las intenciones de los individuos son
pertinentes. Durkheim agrega: “Por otra parte, y de una manera general, un acto
no puede ser definido ateniéndose al fin que persigue el gente, dado que un
mismo sistema de movimientos, sin cambiar de naturaleza, puede dirigirse a
muchos fines diferentes.” (p. 102).