miércoles, 11 de abril de 2018

CANGUILHEM Y LA DISTINCIÓN ENTRE LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO: NOTAS DE LECTURA


La distinción entre lo normal y lo patológico ocupa un lugar importante en la sociología clásica. En este blog ya nos hemos ocupado del tratamiento de la cuestión por Émile Durkheim (1858-1917) en su obra Las reglas del método sociológico (1895). La idea de normalidad conlleva una carga ideológica y política que es preciso desentrañar, si se pretende evitar la naturalización de las relaciones sociales existentes.

Georges Canguilhem (1904-1995) fue un filósofo y médico francés, especializado en Epistemología y en Historia de la Ciencia. Influenciado por Gaston Bachelard (1884-1962), ejerció, a su vez, influencia sobre Louis Althusser (1918-1990) y Michel Foucault (1926-1984).

El ensayo “Acerca de algunos problemas relativos a lo normal y lo patológico” es la tesis de Doctorado en Medicina, presentada por Canguilhem en julio de 1943 ante la Facultad de Medicina de Estrasburgo. En paralelo a la redacción de la tesis, el autor dictó un curso sobre “Las normas y lo normal” en Clermont-Ferrand. [1]

Para la redacción de estas notas trabajé con la traducción española de Ricardo Postchart: Canguilhem, Georges. (1971). Lo normal y lo patológico. Buenos Aires: Siglo XXI de Argentina (El ensayo mencionado está incluido en las pp. 7-177).

El ensayo tiene la siguiente estructura: en primer término, el prefacio a la 2° edición (publicada en 1950); luego, la 1° parte, “¿Es el estado patológico sólo una modificación cuantitativa del estado normal?” (pp. 15-80). Por último, la 2° parte, “¿Existen ciencias de lo normal y de lo patológico?” (pp. 81-177).

Esta es la primera de una serie de fichas de lectura sobre la obra, elaboradas sobre la base de los apuntes incluidos en un cuaderno redactado en agosto-septiembre de 2003. Espero que sea de alguna utilidad para los lectores.



Canguilhem comienza indicando que los problemas que le interesaban en esa época [1943] eran “el de las relaciones entre ciencia y técnica, el de las normas y lo normal.” (p. 11). La filosofía aportaba a la cuestión “las exigencias del pensamiento filosófico, que consiste en volver a abrir los problemas más que en cerrarlos.” (p. 13).

El punto de partida es el reconocimiento de la existencia de dos concepciones de la enfermedad:

A] Teoría ontológica:

“Ya significa tranquilizarse, en parte, considerar a todo enfermo como un hombre al cual se le ha agregado o quitado un ser. (…) la enfermedad es algo que le sobreviene al hombre.” (p. 17) “…si se confía a la técnica – mágica o positiva – la tarea de restablecer la norma deseada al organismo afectado, es porque nada bueno se espera de la naturaleza de por sí.” (p. 18).

B] Teoría dinamista o funcional.

Concepción propia de la medicina griega (corpus hipocrático). “La naturaleza [Physis], tanto en el hombre como fuera de él, es armonía y equilibrio. La enfermedad es la perturbación de ese equilibrio, de esa armonía. (…) la enfermedad es una reacción generalizada con intenciones de curación.” (p. 18).  A diferencia de la teoría ontológica, el optimismo está aquí en el sentido de la naturaleza y no en el efecto de la técnica humana. (p. 18-19). Se trata de una concepción naturista, que “poco espera de la intervención humana para la restauración de lo normal.” (p. 19).

Ambas teorías tienen en común que

“consideran a la enfermedad – o mejor, a la experiencia del enfermo – como una situación polémica, ya sea como una lucha entre el organismo y un ser extraño, ya sea como una lucha interna de fuerzas enfrentadas. La enfermedad difiere del estado de salud, lo patológico de lo normal, como una cualidad difiere de otra, ya sea por presencia o ausencia de un principio definido, ya sea por reelaboración de la totalidad orgánica (…) heterogeneidad de los estados normal y patológico.” (p. 19).

Las dos teorías, pero sobre todo la dinamista o funcional, enfrentan el mismo problema: ¿Cómo sostener la alteración cualitativa que separa lo normal y patológico?

Para el filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626), sólo se gobierna la naturaleza obedeciéndola. Por eso, “gobernar la enfermedad significa conocer sus relaciones con el estado normal que el hombre vivo (…) desea restaurar.” (p. 19).

Para poder llevar a cabo esa restauración, es preciso fundar una patología científica. En esta línea hay que ubicar al médico inglés Thomas Sydenham (1624-1689), quien afirmaba que para ayudar al enfermo es necesario deslindar y determinar su mal. (p. 19).

Como resultado del desarrollo de esta línea de pensamiento médico, se dio la

“formación de una teoría de las relaciones entre lo normal y lo patológico de acuerdo con la cual los fenómenos patológicos sólo son en los organismos vivos variaciones cuantitativas, según el más y el menos, de los respectivos fenómenos fisiológicos. Semánticamente, lo patológico es designado a partir de lo norma no tanto como a o dis, sino como hiper o hipo. Por más que se conserve la confianza tranquilizante de la teoría ontológica en la posibilidad de vencer por medios técnicos al mal, se está muy lejos de creer que salud y enfermedad sean opuestos cualitativos, fuerzas en lucha. La necesidad de restablecer la continuidad, para conocer mejor con el fin de actuar mejor, es tal que en última instancia el concepto de enfermedad desaparecería. La convicción de poder restaurar científicamente lo normal es tal que termina por anular lo patológico.” (p. 20).

En el siglo XIX los biólogos y médicos convirtieron en dogma la “identidad real de los fenómenos vitales normales y patológicos” (p. 20). En Francia, los máximos representantes de dicha concepción fueron Auguste Comte (1798-1857) y Claude Bernard (1813-1878).

En el caso de Comte,

“el interés se orienta de lo patológico hacia lo normal, con el fin de determinar especulativamente las leyes de lo normal, puesto que la enfermedad se muestra digna de estudios sistemáticos como substituto de la investigación biológica a menudo impracticable, especialmente en el hombre. La identidad de lo normal y de lo patológico es afinada para beneficio del conocimiento de lo normal.” (p. 21).

En Bernard,

“el interés se orienta de lo normal hacia lo patológico, para actuar racionalmente sobre lo patológico (…) La identidad de lo normal y de lo patológico es afirmada para beneficio de la corrección de lo patológico.” (p. 21).

En este punto, Canguilhem sintetiza así la relación entre ciencia y sociedad:

“La historia de las ideas no es necesariamente congruente con la historia de las ciencias. Pero como los científicos desarrollan su vida de hombres en un medio ambiente y en un entorno no exclusivamente científicos, la historia de las ciencias no puede dejar de lado a la historia de las ideas.” (p. 23).

Como se desprende del párrafo anterior, es erróneo atribuir a Thomas Kuhn (1922-1996) la exclusividad en la introducción de la historia a la epistemología. De ahí una de las razones para el estudio de la obra de Canguilhem. En fichas posteriores seguiremos trabajando el tema.


Villa del Parque, miércoles 11 de abril de 2018



NOTAS:

[1] Canguilhem estudió Filosofía y luego comenzó la carrera de Medicina, dedicándose paralelamente a la enseñanza de la Filosofía. En el prefacio de la 2° edición, explica así su interés por la ciencia médica: “Lo que esperábamos estrictamente de la medicina era una introducción a problemas humanos concretos. La medicina se nos aparecía [como la] encrucijada de muchas ciencias, más que como una ciencia propiamente dicha. (…) lo fundamental en ella [la medicina] seguía siendo (…) la clínica y la terapéutica, es decir, una técnica de instauración o de restauración de lo normal que no se deja reducir total y sencillamente al mero conocimiento.” (p. 11-12). 

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