La política se aferra a las
realidades y se burla de los deseos. Esta afirmación es tanto más fuerte cuando
se pretende hacer política desde la clase trabajadora. El kirchnerismo perdió
el gobierno, pero está lejos de desaparecer como fuerza política y corriente de
opinión. Simplificando el argumento, el kirchnerismo expresa hoy, ante todo, a
sectores de las clases medias urbanas que se vieron favorecidos por la política
económica implementada en el período 2003-2015. Su “resistencia” se basa en
condiciones materiales, no solamente en convicciones ideológicas. De ahí el
error de muchos análisis formulados desde la izquierda, que sostienen que está
liquidado o que es un fenómeno meramente residual. La crítica del kirchnerismo
es una tarea fundamental en la construcción del socialismo revolucionario y
forma parte de la lucha por ganar a las clases medias. Esa crítica debe ser
paciente, teniendo en claro que los mismos planteos erróneos reaparecerán una y
otra vez.
Axel Kicillof expresa la
ideología de los sectores progresistas que se acercaron al kirchnerismo a
partir de la crisis de 2008. Sus ideas expresan con precisión los límites del
progresismo kirchnerista. Desde este punto de vista constituyen un material de
enorme valor para la discusión de los supuestos de esta corriente
político-ideológica.
El artículo de Kicillof “Otro
capítulo de la estafa electoral”, publicado en la edición de PÁGINA/12 de
domingo 21 de febrero, va dirigido contra las últimas medidas económicas del
gobierno de Mauricio Macri. Tal como es habitual, Kicillof reprocha al macrismo
no haber cumplido con sus promesas de campaña electoral, en este caso en lo
referente al impuesto a las ganancias aplicado a los salarios. El argumento de
Kicillof contra el macrismo se reduce a
lo expresado en la oración precedente: Macri no cumplió sus promesas. Pero
Kicillof defiende también la posición del kirchnerismo frente a dicho impuesto.
Esta es la parte más interesante del artículo:
“Nuestra posición es que
el Impuesto a las Ganancias o, mejor dicho, a los altos ingresos, tiene una
cualidad: es progresivo, es decir, pagan más los que más ganan. En efecto, de
los aproximadamente 11 millones de trabajadores en relación de dependencia, sólo
lo paga el 10 por ciento con salarios más altos. Justamente por eso, es otra
verdadera estafa sostener que un cambio en Ganancias puede darse “a cambio” de
reducir el porcentaje de aumento en las paritarias. Una reducción del Impuesto
a las Ganancias mejora los ingresos sólo del 10 por ciento que más gana. Para
el 90 por ciento de los trabajadores no cambia absolutamente nada. El
porcentaje de las paritarias no tiene nada que ver con el Impuesto a las
Ganancias para la gran mayoría de los trabajadores.”
La idea de que los salarios
son equiparables a las ganancias puede parecer extraña. Sin embargo, forma
parte de la concepción económica del progresismo. Si se afirma que la relación
entre Capital y Trabajo es natural y que el antagonismo entre ambos es
secundario y/o pasajero, las clases sociales se desdibujan y los individuos
ocupan el centro de la escena. Dicho de otro modo, si el horizonte intelectual
es el capitalismo y no se concibe la posibilidad de otra forma de organización
social, es lógico que se piense que lo verdaderamente importante son los
individuos. En este marco, cobra una importancia singular la cuestión de los
ingresos de éstos, pues va a ser la que determine la posición que ocupan las
personas en la sociedad. El salario deja de ser la forma específica de ingreso
de los trabajadores (entendidos como clase social desprovista de medios de
producción en el capitalismo) y pasa a convertirse en una forma más de remuneración
percibida por las personas. Desde este punto de vista, es perfectamente
razonable que el salario sea gravado como ganancia, pues no se distingue del
ingreso del capitalista. En última instancia, la diferencia entre los ingresos
del empresario y del trabajador es meramente cuantitativa.
Ahora bien, ningunear la
relación Capital – Trabajo en la teoría no significa que ésta pierda peso
concreto. Todo lo contrario. Kicillof demuestra la verdad de esta afirmación en
el pasaje citado. Allí dice sin despeinarse que el impuesto a las ganancias
sólo es abonado por el 10 % de los trabajadores, quienes son los que poseen los
ingresos más altos. O sea, luego de una “década ganada” (la kirchnerista) el 90
% de los trabajadores perciben salarios tan bajos que no alcanzan a ser “beneficiados”
con el pago de Ganancias. Despreciar la importancia de la relación Capital –
Trabajo se traduce aquí en un desprecio enorme por la miseria padecida por
buena parte de la clase trabajadora. Otra vez, nada de que extrañarse. El
progresismo a la Kicillof desemboca en un individualismo que nada tiene que
envidiarle al liberalismo más crudo.
Pero el ex ministro no se
conforma con presentar los fundamentos conceptuales del pago de Ganancias por
los trabajadores. Va más allá y nos explica las razones de política económica
que motivan dicho pago.
“En los 12
años de kirchnerismo, el Impuesto a las Ganancias formó parte de un esquema de
crecimiento económico e inclusión social. Las mineras, las petroleras, los
grandes exportadores de grano pagaban impuestos específicos –las retenciones–.
En el caso de los alimentos, estas retenciones contribuían además a que los
precios internos fueran más baratos. Los subsidios a la luz, el gas y el
transporte reducían el costo de vida y constituían una parte importante de los
ingresos indirectos. Y la inclusión avanzaba también a través de la AUH, la
moratoria jubilatoria, el Ahora 12, el Progresar, el crédito barato para las
pymes, y tantas otras medidas. En ese marco se cobraba Impuesto a las Ganancias
al 10 por ciento de los trabajadores de mayores salarios.”
Kicillof nos pide que
aceptemos la afirmación de que las retenciones tenían bajo el kirchnerismo la
misma importancia para las empresas mineras, las petroleras o los exportadores
de granos, que la que tiene el pago de Ganancias para los trabajadores. Una de
dos: o bien el ex ministro ha perdido en su ascenso político todo principio de
realidad, o bien se trata sencillamente de una muestra de cinismo. En
Argentina, el período 2011-2015 fue de estancamiento económico y alta
inflación. Los trabajadores argentinos se caracterizan por la gran
heterogeneidad de sus condiciones materiales. Así, mientras que algunos
sindicatos pueden presionar eficazmente para obtener mejores salarios y
condiciones laborales, constituyendo una especie de “aristocracia obrera”,
buena parte de la clase carece de esa capacidad. Un tercio de los trabajadores
están “en negro”, es decir, carecen de derechos laborales y sus salarios son
sensiblemente inferiores a los de los trabajadores “en blanco”. Sólo alguien
que ha perdido toda noción de las condiciones de vida de los trabajadores puede
igualar el pago de Ganancias con las retenciones que pagaban, por ejemplo, las empresas
que explotan la megaminería.
El secreto del pago de
Ganancias por los trabajadores es de índole fiscal. El Estado argentino,
incapaz de cobrar, por ejemplo, un impuesto a las transacciones financieras,
necesita de los recursos provistos por los trabajadores de mayores ingresos.
Las clases sociales, ninguneadas por el ex ministro, vuelven a aparecer en todo
su esplendor cuando de política económica se trata. La clase obrera paga así
los subsidios con los que las empresas privatizadas por el menemismo nutren sus
ganancias. Todo ello sin invertir un solo peso, como puede comprobar cualquier
sufrido usuario del servicio eléctrico.
La resistencia al macrismo,
tal como la concibe Kicillof, no contiene ningún elemento progresivo. Si se
analizan tanto sus premisas teóricas como sus recomendaciones de política
económica, salta en todo momento el viejo individualismo, que ha sido adoptado
como norma de vida por muchos de los integrantes de las clases medias que
nutren al kirchnerismo en estos tiempos. Este individualismo se nutre, a su
vez, en las condiciones de vida que se han desarrollado a partir de las
derrotas de la clase obrera en 1976 y 1989, las que trajeron como consecuencia
una expansión nunca vista de las relaciones mercantiles en la sociedad
argentina. Criticar el individualismo de las clases medias significa criticar
las bases materiales de esas condiciones de vida. Y esa crítica no puede ser
sólo ideológica.
Villa del Parque,
lunes 22 de febrero de 2016
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