El sociólogo Artemio López
publicó un breve artículo dedicado al análisis de los conflictos obreros del
primer semestre de este año. Los puntos de vista expuestos por López son lo
suficientemente característicos como para merecer un comentario. López adopta
la postura oficial (del kirchnerismo) frente a las luchas de los trabajadores,
claro que dándole un barniz sofisticado y sustentado en material estadístico.
El argumento de López puede
resumirse así. Los partidos trotskistas (en todo el artículo no menciona a
ningún partido en particular, ni tampoco al FIT – Frente de Izquierda y los
Trabajadores -) se montan sobre los conflictos obreros con el objetivo de
desestabilizar al gobierno y obtener rédito en vista a las elecciones de 2015. En
esta tarea, el trotskismo cuenta con el apoyo de los medios de comunicación
concentrados, quienes aprovechan la volada para generar un clima de desorden
social. López califica de “neoliberalismo trotskista” a esta política y refuta
la existencia de una verdadera conflictividad social a partir de los datos
estadísticos proporcionados por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social: “Comparado con mayo de este año y en la
comparación interanual respecto a junio de 2013, en junio de 2014 se observó el
18% y el 7% menos de conflictos laborales respectivamente y con menor
involucramiento de trabajadores en huelga en el ámbito privado (-29%) y mayor
participación en el ámbito estatal (128%) por motivos muy puntuales que se
señalarán a continuación.” López atribuye la disminución relativa de los
conflictos laborales a la paulatina resolución de las convenciones colectivas
de trabajo. Esta es, según López, la gran diferencia respecto a los primeros
meses del año, donde la conflictividad era mayor.
En síntesis, “los datos y no las opiniones (todas muy
respetables, desde ya) permiten entonces sostener una desmentida más al
sistema de medios opositores en general y a la oposición política apocalíptica
en particular, y muy especialmente al neoliberalismo trotskista, siempre
dispuesto a la utilización abyecta de las necesidades reales de los
trabajadores para ganar visibilidad mediática y luego pasar la gorra electoral
mendigando votos mientras advierten que, como todos somos testigos
privilegiados, nos encaminamos aceleradamente al socialismo a partir del año
2015.”
La refutación completa del argumento de López exige una revisión de las
estadísticas del Ministerio de Trabajo. Como carezco de tiempo y espacio para
emprender aquí esta tarea, me concentraré en la crítica de un par de falencias del
artículo de Artemio, pues a mi juicio son suficientes para descartar la
argumentación general. Dejaré de lado, además, el planteo de la conexión entre
su argumento y la política del kirchnerismo para el movimiento obrero. Quien
desee conocer mi opinión sobre la misma puede revisar alguno de los artículos
publicados recientemente en este blog.
López hace un uso abusivo del término “neoliberalismo”. Dicho uso se
entronca con una confusión habitual acerca del significado del neoliberalismo
en tanto etapa del desarrollo del capitalismo. Sin pretender abordar en toda su
complejidad la cuestión, el neoliberalismo surgió a mediados de los años ’70 y
fue una respuesta integral (política, económica e ideológica) a la crisis
experimentada por el capitalismo desde finales de los años ’60. La condición de
posibilidad del neoliberalismo fue la derrota del movimiento obrero. En este
sentido, el neoliberalismo es sinónimo de derrota de los trabajadores y de
ofensiva del capital. Esta cuestión es omitida por el “progresismo”, que suele
asociar el neoliberalismo a la reducción de la intervención estatal en la
economía, omitiendo toda referencia a la derrota del movimiento obrero. De este
modo, los “progresistas” pueden afirmar que el neoliberalismo ha sido superado
toda vez que aumenta la injerencia estatal en el proceso económico, sin
necesidad de modificar la legislación laboral (la “flexibilización”) aprobada
durante la etapa neoliberal.
Si se deja de lado la interpretación “progresista” y se asume que existe
una conexión indisoluble entre neoliberalismo y derrota de los trabajadores, la
tesis del “neoliberalismo trotskista” postulada por López resulta inadmisible.
Sea como sea que se caractericen las recientes luchas obreras (sobre todo las
llevadas a cabo en la industria automotriz), todas ellas forman parte de un
proceso de resistencia del trabajo frente a las exigencias del capital. Lejos
de ser una manifestación de “neoliberalismo”, intentan poner un límite a la
capacidad de maniobra del capital al interior del proceso de producción,
limitando, por ejemplo, la potestad de éste para fijar despidos y suspensiones
de trabajadores. Por el contrario, el neoliberalismo implicó un fortalecimiento
fenomenal de dicha capacidad de maniobra. Al hablar de “neoliberalismo
trotskista”, López no aporta nada nuevo al conocimiento del neoliberalismo y
produce, en cambio, una mayor confusión tanto sobre el sentido del
neoliberalismo como sobre el contenido de las recientes luchas obreras.
Pero el argumento de López adolece de otra falencia, producto, a mi
juicio, de su interés por descalificar la acción de la izquierda en el
movimiento obrero. Artemio toma nota de la “situación crítica que afecta a la
industria automotriz”, cuyos indicadores son los despidos y suspensiones de
público conocimiento. Sin embargo, ignora prolijamente el significado de los
despidos y suspensiones en un contexto signado por la inflación. Para un
trabajador asalariado, ser despedido o suspendido marca la diferencia entre ser
y no ser. Sin salario no puede mantenerse una familia, de ahí la tremenda
importancia que asume la pérdida del mismo, ya sea por despido (caso más
terrible) o por suspensión; de ahí la resistencia de los trabajadores frente a
esas medidas. Esto, que es una obviedad, resulta ininteligible para Artemio,
quien prefiere atribuir todo el problema a la acción de pinzas entre el
activismo obrero (el “neoliberalismo trotskista”) y los medios de comunicación
concentrados. En este punto, todo el análisis de López se transforma en una
chicana contra las luchas obreras, perdiendo todo carácter científico.
El artículo de López deja de lado, tal vez por exigencias de espacio,
dos hechos particularmente importantes. Por un lado, el paro nacional del 10 de
abril, que mostró tanto el descontento con el deterioro del salario real como
la capacidad del movimiento obrero para paralizar la actividad económica. Por
otro lado, las huelgas nacionales de los bancarios, cuya extensión fue muy
superior a las medidas de años anteriores. En ambos casos no puede hablarse de “neoliberalismo
trotskista”, y sí de una conjunción de factores entre los cuales el más
significativo es el peso de la inflación sobre el salario real.
El término “neoliberalismo trotskista” puede ser útil como chicana
fácil, pero dice poco y nada acerca de la situación de los trabajadores
argentinos en 2014. Gracias al uso de ese concepto, López puede dejar de lado
cuestiones tales como la ofensiva del sindicalismo peronista (kirchnerista), en
estrecha alianza con las patronales, para eliminar a los militantes combativos.
En este sentido, el secretario general del SMATA (el sindicato de los
trabajadores de la rama automotriz), Ricardo Pignanelli fue claro, al jactarse
de que ya no existían delegados izquierdistas en el sindicato. Al poner el
acento en el “trotskismo”, López aporta su granito de arena a la campaña contra
la militancia de base en el movimiento obrero. Una vez más, en una situación de
crisis, el “progresismo” se da la mano con la patronal y con los exponentes más
reaccionarios del movimiento obrero.
Villa del Parque, domingo 27 de julio de 2014
Gracias por sus aportes compa. Lo leo a usted en ocasiones y siempre tiene juicios acertados.
ResponderEliminarRespecto del tema de la nota, hay mucha tela que cortar y quizás ni vale la pena molestarse con los métodos estalinistas de debate. Hablar de "trotskystas neoliberales" para mencionar al FIT no es sino una caricatura de la caricatura del social-fascismo y el trosko- fasicsmo contra el cual los estalinistas luchaban entre 1928 y 1933.
Por otra parte, que el progresismo se una al estalinismo no es tan raro: los mismos ex-guerrilleros (siempre de pasado estalinista, entendiendo que el che y el maoísmo fueron estalinistas)hoy encabezan gobiernos progres (Rouseff, Ortega, Cerén, etc).
Es más, lo burdo del "argumento k" se deriva del cuantitativismo espurio con el cual opera el método sociológico (amarxista). Esto es, podemos tener estadísticamente muchas huelgas en un período determinado, pero las mismas pueden ser cortas, con demandas que no se enfrentan al patrón directamente y de baja combatividad. Para distinguir un período de alza de lucha de clases es esencial utilizar distinciones cualitativas: tipo de demandas, sector obrero, acciones de solidaridad de clase, métodos de lucha, combatividad, nuevas formas de organización, formas de encarar los resultados de la lucha (si es una derrota decirlo y no consignar un fracaso autoculpable), relaciones con la el marco laboral institucional, etc, etc.
Lo poco serio del "argumento k" radica precisamente en que determina la existencia de una baja conflictividad meramente tirando una cifra cuantitativa cualquiera y no considera el aspecto cualitativo...
Manuel, muchas gracias por tus comentarios. Totalmente de acuerdo en la necesidad de adoptar un criterio cualitatito para caracterizar las acciones de la clase obrera; el criterio cuantitativo utilizado por Artemio tiende a dejar de lado la construcción de una conciencia obrera, que se da precisamente en y a través de la lucha. Coincido plenamente en lo que decís respecto al papel del PC. Saludos,
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